28 :Mexicali Domingo 2 de diciembre de 2007 Mexicali, Baja California, México Problemas de familia Alejandro martínez* Señora de tal ‘‘R econozco que he perdido, mas no basta un apellido para ser mujer leal’’. Dice la famosa canción de don Vicente Fernández. “Firme usted con su nombre de casada”, frase célebre pronunciada con toda solemnidad por algún desconocido de la ley y las consecuencias jurídicas que ello pueda originar. Esto viene a ser una práctica derivada de la costumbre y no de la ley a virtud de que ningún código civil de la República Mexicana reglamenta el nombre (apellidos) de la mujer casada, viuda, divorciada o soltera. Sin embargo, el Código Civil del Estado de Baja California, en su numeral 10.- Establece que contra la observancia de la ley no puede alegarse desuso, costumbre o práctica en contrario, el desconocimiento de cuantos participan en una boda civil: Futuros cónyuges, testigos, padres de los novios, amigos y sobre todo el mal llamado juez Civil (oficial del Registro Civil), han propiciado y obligado en la mayoría de casos a que la mujer agregue a su apellido paterno el de su marido. Lo anterior tiene consecuencias jurídicas trascendentes, que desgraciadamente no están reguladas por la ley. ¿Qué ocurre en realidad? En primer lugar, la mujer al casarse no tiene obligación jurídica alguna de agregar a su patronímico el de su marido. En segundo, la legislación civil ha sido y es tan deficiente que no contempla esta hipótesis ni la de la viuda, divorciada y soltera; esto sólo se resolverá dentro del Derecho Familiar, y específicamente en el Código Civil. En tercer lugar, muchas veces la ignorancia del oficial del Registro Civil ha implantado una norma al decir ¡firme con su nombre de casada! Que en muchos actos jurídicos, sobre todo en sucesiones, pasaportes, contratos, etcétera, ha originado problemas para determinar la personalidad y el destino de los bienes de la supuesta doble persona. En cuarto lugar, no creo ni podría afirmar, que sea la actitud ¡machista! creo que ello ha quedado en el pasado, más bien diría, el factor fundamental que origina y motiva en la mujer el uso del “de” no es más que con el propósito de sentirse completa y que se le identifique con su marido. De las consideraciones mencionadas podría concluirse la urgencia que hay en nuestro medio social, legal, familiar y económico de promulgar un Código Familiar, que resuelva las hipótesis anteriores, así como el uso del nombre (apellidos) de la mujer casada, cuando se divorcia, queda viuda o es soltera. La regulación de los casos citados podría quedar de la manera siguiente: La mujer que cambie su estado civil podrá: a).-Conservar su apellido de soltera. b).-Agregar al suyo el de su marido. En caso de no haber declaración expresa, la mujer casada, viuda o divorciada seguirá usando su nombre de soltera. Asentándose en el acta respectiva el nuevo nombre de la mujer, sólo podrá modificarse por la disolución o nulidad del mismo. Debido a la cercanía con Estados Unidos, somos muy dados a adoptar costumbres norteamericanas. En el sistema anglosajón donde, valga la redundancia, la costumbre tiene una importancia primordial. Pero aun en él, lo que los jueces aplican más que la costumbre en sí, es la expresión de ésta a través de fallos o resoluciones de los tribunales; en realidad el Common Law, originado en la costumbre, es hoy el Derecho Jurisprudencial. Antiguamente los jurisconsultos romanos definieron la Jurisprudencia como: El conocimiento de las cosas divinas y humanas, la ciencia de lo justo y lo injusto; los clásicos la entendieron como: El hábito práctico de interpretar rectamente las leyes y aplicarlas oportunamente a las cosas que ocurren. Actualmente esta palabra se refiere al criterio o interpretación uniforme manifestado reiteradamente en la aplicación del derecho por un tribunal superior y contenido en sus resoluciones. Es importante definir la palabra costumbre, transcribo sólo un párrafo de la amplia definición que nos ofrece el Diccionario de Derecho de (Rafael de Pina): Forma espontánea de creación de normas de conducta. Regulación de la conducta surgida espontáneamente de un grupo social y de observancia voluntaria para quienes lo constituyen, sin que ante su infracción quepa la posibilidad de la imposición forzosa por la autoridad, salvo que se encuentre incorporada al sistema jurídico. La costumbre en el conjunto de las normas del derecho positivo mexicano, no ocupa lugar preferente en relación con la ley y con los principios generales del derecho. Agradezco el favor de su atención y me despido como su atento y seguro servidor. Alejandro Martínez Araujo. [email protected] * Abogado con diplomado en derecho familiar.