R. 576.781 – “J., S. s/ Art. 250 C.P.C. — Incidente Familia” (Expte. N° 78.633/2010; 101.834/2005 - Juzgado Civil N° 35). Buenos Aires, mayo 23 de 2011. VISTOS y CONSIDERANDO I - Las presentes actuaciones fueron elevadas a este Tribunal a fin de resolver el recurso de apelación planteado por “OSDE Organización de Servicios Directos Empresarios” contra la providencia de fs. 27 por la que se dispuso como medida cautelar que se brinde a S. J. los recursos asistenciales necesarios para el tratamiento de rehabilitación en drogodependencia en la modalidad de internación en comunidad terapéutica. El memorial luce a fs. 70/5 y ha sido respondido a fs. 92/100 por una persona que ha manifestado ser el padre del beneficiario de la prestación. Ha dictaminado la Sra. Defensora Pública de Menores de Cámara a fs. 107/9. II.- Se explaya la apelante en sus agravios acerca de los alcances de la medida impugnada, la que categoriza como innovativa o de tutela anticipatoria. Critica la vaguedad y amplitud de la cita genérica de las leyes sobre las que el Ministerio Público de Menores e Incapaces ha sustentado el pedido de la medida cautelar. Expone que su parte ha cumplido sobradamente las pautas normativas que regulan el sistema de salud ya que habría cubierto, a través de distintos dispositivos terapéuticos, una prolongada serie de tratamientos en comunidades terapéuticas y clínicas que abarcarían un período de cincuenta y cinco meses alternativos desde mayo de 2001 hasta marzo de 2007. Considera que tal prestación brindada por esa entidad a S. J. supera la pauta que traza el Programa Terapéutico Básico para el Tratamiento de la Drogadicción que ha dictado el Ministerio de Salud y la Sedronar por Resolución Conjunta N° 362/97 y 154/97 de sendos organismos. Considera que no habría fuente normativa alguna que obligue a su parte a continuar la prestación establecida por el a quo ya que las pautas de orden constitucional como las derivadas de los pactos internacionales deben aplicarse sin avasallar las normas que reglamentan tales derechos. Estima que en autos se ha confundido el derecho del Sr. J. a recibir tratamiento por la patología que lo aqueja, prestación que el Estado se encuentra compelido internacional y constitucionalmente a garantizar, con la obligación que pesa sobre la Obra Social recurrente de proveer las prestaciones que emanan de la reglamentación que fija la autoridad de aplicación. III.- Sin perjuicio de observar que en la especie existen serias deficiencias en lo que atañe a la legitimación de los sujetos involucrados en el trámite procesal que ha dado motivo al recurso (nótese lo endeble de la cualidad del padre del beneficiario de la prestación -que es mayor de edad y plenamente capaz- y del Ministerio Publico de Incapaces, para peticionar en nombre del causante), cuestión que no ha sido introducida en los agravios expuestos ante esta alzada, corresponde señalar que la cuestión acerca de los alcances de la prestación que cabe exigirle a la Obra Social recurrente excede notoriamente el marco eminentemente cautelar y de conocimiento superficial de las cuestiones involucradas que corresponde admitir en estos obrados. Tales aspectos del necesario debate exige el espacio propio que confiere una acción principal sobre el fondo de estos derechos en juego, en la que habrá de discutirse el real alcance de la prestación que le compete a la organización recurrente. Tal acción principal (contrariamente a lo sostenido por el Ministerio de Incapaces) no está encauzada en el proceso de control de internación psiquiátrica del causante, ya que éste limita su objeto a garantizar que aquella no se prolongue temporalmente más de lo que resulte estrictamente recomendable en el plano terapéutico; pero en modo alguno constituye el ámbito de debate acerca del alcance de las prestaciones asistenciales que la Obra Social debe cubrir respecto de su afiliado. La garantía constitucional del debido proceso adjetivo, reconocida expresamente en nuestra Carta Magna a través de la incorporación formulada por el art. 75 inc. 22 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 (art. 10) y del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966 (art. 14), brinda al justiciable la irrenunciable posibilidad de participar en el proceso en el cual el órgano jurisdiccional adopta decisiones que le conciernen. Tal participación debe darse en el marco de un debate procesal regido por una ley anterior a los hechos que originaron el juicio, lo que comporta la potestad del particular de exigirle al Estado la provisión de un esquema procedimental que le permita la defensa de sus derechos. Va de suyo que, al dictar las normas procesales, el legislador delinea las pautas y mecanismos orientados a tornar operativas las garantías fundamentales de orden superior, ya sean de fuente constitucional (juez natural, bilateralidad, igualdad ante la ley, inviolabilidad de los papeles privados y la correspondencia, imparcialidad del juez, publicidad, etc.), de orden sociocultural (moralidad, verdad jurídica objetiva, economía procesal) o lógico (congruencia), intentado lograr un esquema que —aunque perfectibleaspira a dar respuesta a todo conflicto, al establecer reglas de juego claras. Es así que en la noción de debido proceso adjetivo se conjugan y engloban otras garantías que constituyen el estatuto fundamental sobre el que se erige el sistema jurídico. Dentro de las múltiples facetas del debido proceso no puede soslayarse la idea de la duración del juicio corno indicador cardinal de la realización del derecho. Hace ya varias décadas, Couture acertaba al afirmar que, así como en materia económica el tiempo es dinero, en términos de derecho, el tiempo es justicia. Es que la duración razonable del proceso es inescindible de la garantía del debido proceso. De nada sirve que el Estado provea a la sociedad de un sistema procesal impoluto si éste no da respuestas a los conflictos particulares dentro de tiempos adecuados; la solución que llega tarde deja de ser solución. Al sistema judicial se le impone —en definitiva- el deber de conducir el proceso sin dilaciones hacia una composición de los conflictos particulares dentro de un “plazo razonable”, el que deberá ser evaluado en cada caso de acuerdo a sus circunstancias. En orden a determinar en la especie la adecuada justipreciación de los valores en juego, cabe observar que la medida cautelar establecida se orientó a garantizar de un modo rápido y efectivo la protección de la salud del paciente S. J., permitiendo que, más allá de las objeciones que la apelante planteó oportunamente, se le brindara la atención necesaria e impostergable ante una coyuntura crítica de su estado de salud, guardando silencio respecto del debido debate formal acerca de la procedencia o improcedencia de la cobertura económica de parte de la apelante, la que había sido insinuada previamente por la aquí recurrente. No desconoce esta alzada que ante la necesidad de tutelar un derecho personalísimo como es el de la salud, en virtud de su propia naturaleza, corresponde atender la coyuntura urgente de modo cautelar aún cuando tal medida importe una anticipación de la tutela de fondo pretendida. En tal sentido, tiene dicho nuestro Máximo Tribunal que este tipo de medidas innovativas pueden enfocar sus proyecciones sobre el fondo de la controversia, ya sea para impedir un acto o para llevarlo a cabo, corno modo de evitar la producción de perjuicios que se podrían producir en caso de inactividad del órgano jurisdiccional, tomándose de muy dificultosa o imposible reparación en la oportunidad del pronunciamiento de la sentencia definitiva del proceso de fondo, al cual acceden. Así, la tutela anticipatoria no importa una decisión definitiva sobre la pretensión concreta del beneficiario (CSJN, 7/08/1997, “Camacho Acosta, Maximino c/ Grafi Graf SRL y otros”, Fallos 320:1633, LL 1997-E, 653). Es por tales motivos que la medida cautelar innovativa establecida por el magistrado de grado deberá confirmarse. Sin embargo, dada la ausencia de proceso en el cual las partes involucradas (beneficiario de la medida y prestadora de la cautela) puedan sustanciar eficientemente el debate de los aspectos que atañen al alcance de la prestación debida de parte de la recurrente, resulta imperioso que se fije un límite razonable para la vigencia de la medida por medio de la cual se obligó a OSDE a continuar cubriendo el tratamiento por drogadicción del causante, habida cuenta que la vigencia de la tutela decretada lleva ya más de diez meses sin límite temporal establecido, lo que permite una postergación indefinida y, por lo tanto, inaceptable del derecho de defensa de la apelante (conf. CSJN, 5/10/2010, LL 2010-E, 522). Así, la promoción del juicio principal por parte del legitimado constituye una imposición de la propia naturaleza de la cautela otorgada. Por ende, corresponde dejar establecido que la acción principal debe deducirse en un plazo razonable a los fines de asegurar la coherencia del trámite dado, así como también -y fundamentalmentepara abrir el espacio de debate y contradicción necesario que permita a ambas partes sustanciar con mayor amplitud de prueba, sus pretensiones y defensas. La defensa de la apelante, cuyo derecho reviste también trascendencia constitucional (art. 18 Constitución Nacional), no ha podido ni podrá ser ejercida en esta causa cuyo objeto no ha sido otro que la toma de diligencias preliminares que luego se convirtió en un control de la internación del paciente, con lo cual, el espacio de debate necesario no está dado. Es por ello que, en mérito a la necesidad de evitar que la cautela provisoria se prolongue sine die estando pendiente de promoción la causa que le da sentido, se fijará un plazo de caducidad de quince días para la medida cautelar dictada el 24/06/2010, el que se computará a partir de la notificación de la presente resolución, dentro del cual deberá ser promovida por la parte legitimada y ante el juez que por competencia material corresponda, la acción principal a la que se pudiere creer con derecho. La subsistencia de la medida estará luego supeditada a lo que establezca el magistrado que eventualmente conozca en tal acción principal. Las costas ante esta alzada deberán ser soportadas en el orden causado en atención al modo en que se resuelve, ya que no se observa que haya habido una parte objetivamente vencida (arts 68 y 69 del Codigo Procesal). Por lo precedentemente expuesto, luego de haber sido oída la Sra. Defensora de Incapaces ante esta segunda instancia, el tribunal RESUELVE 1 -Confirmar la medida innovativa dictada el 24/06/20 10 (fs. 27), dejando establecido que dentro del plazo de quince días deberá la parte legitimada promover la acción principal ante el juez que corresponda, bajo apercibimiento de caducidad de la cautela. La subsistencia de la medida estará supeditada a lo que establezca oportunamente el magistrado que eventualmente conozca en la acción principal. II.- Costas de la alzada en el orden causado II.- Regístrese, notifíquese a la Sra. Defensora Pública de Menores de Cámara y devuélvase. Notifíquese a los demás interesados en la instancia de grado (art. 135 inc. 7° Código Procesal). El Dr. Jorge A. Mayo no firma por hallarse en uso de licencia (Art. 22 R. L. M. F. y E. J. N.) Fdo. Liliana E. Abreut de Begher, Claudio M. Kiper.