CARLOS LOPEZ CLAPES, INSTRUCTOR DESIGNADO POR LA

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DEONTOLOGIA PRACTICA (V)
Miguel Albertí Amengual
Presidente de la Comisión Deontológica.
Procedimiento disciplinario: errores más comunes.
Ante la tesitura de encontrarnos frente al inicio de un procedimiento con el objeto de depurar la
presunta responsabilidad disciplinaria en que pueda haberse incurrido, suelen ser recurrentes
varios errores de valoración o interpretación del vigente Reglamento de Procedimiento
Disciplinario (en adelante RPD) que bebieran ser evitados. Con tal finalidad, se señalan como
muestra los siguientes:
1. Identificar información previa con expediente disciplinario: tal y como determina el art.
7 del RPD, el órgano competente puede abrir un periodo de información previa, sin que
ello constituya presunción de irregularidad alguna, con el fin de conocer las
circunstancias del caso concreto del que se haya tenido conocimiento (bien por
denuncia, bien de oficio), tras lo cual, salvo lo que se dirá en el siguiente apartado, se
decretará el archivo de las actuaciones o la apertura de expediente disciplinario.
Exceptuando los casos en que procede el archivo directo (cfr. art. 6.1 RPD, denuncia,
“prima facie”, manifiestamente carente de contenido deontológico, inverosímil o
mendaz), la información previa supone dos ventajas: a) que el letrado pasa a conocer
la existencia de una queja frente a él, cuya presentación le resulta la mayoría de las
veces ignorada; y b) que puede dar su versión de los hechos, alegando en su defensa
lo que a su derecho convenga. No es plato de buen gusto para nadie el recibir la
notificación de la apertura de tal trámite, pero, como juristas, debemos comprender
que ni se está todavía ante la apertura de un expediente disciplinario ni puede
decretarse éste o, en su caso, el archivo de la queja “inaudita parte”.
2. Entender calificada la infracción al abrirse la información previa: cuando tal apertura se
produce, en el acuerdo se advierte al letrado que las alegaciones y descargos que
efectúe podrían servir, de derivarse la existencia de una infracción leve, para la
adopción del acuerdo resolutorio, en virtud de lo establecido en el art. 8.4 del RPD. No
son pocos los compañeros que, en una lectura superficial, interpretan que la Comisión
Deontológica ya ha procedido a calificar la presunta infracción como leve, lo que en
modo alguno es así. Lo que contempla el citado precepto es que, si tras la información
previa se llega a la conclusión de estarse ante una infracción leve, la Junta de Gobierno
puede sancionarla directamente mediante resolución motivada sin necesidad de
tramitar previamente un expediente disciplinario, al haberse dado la previa audiencia
del inculpado. Por ello, nada impide que, tras la información previa, sea dable la
apertura de expediente por infracción grave o muy grave.
3. Rechazar la mediación: en los casos en que el denunciante es un abogado, el art. 7.3
del RPD contempla la mediación del Decano, si éste lo estima conveniente, lo que
ocurre en la inmensa mayoría de los casos. Alcanzada la mediación a satisfacción del
denunciante, se procede al archivo de la información previa sin más trámites. En no
pocos casos se viene rechazando “en caliente” dicha mediación por parte de algunos
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letrados denunciantes -e, incluso, denunciados- , lo que debiera evitarse sin desechar
de antemano una rectificación o una disculpa del presunto infractor, todo ello en aras a
promover las relaciones de compañerismo que deben imperar en la profesión, en no
pocas ocasiones por algunos ignoradas.
4. No formular alegaciones: de entre los derechos que asisten al denunciado, recogidos en
el art. 5 del RPD, está el de abstenerse a declarar en el procedimiento seguido en su
contra, por lo que aquél podrá o no formular alegaciones o, en su caso, declarar de
resultar su citación, en función de la estrategia defensiva que estime más conveniente.
Como es obvio, de dar la “callada por respuesta” se ignorará por el órgano competente
cuál sea su versión de los hechos y la concurrencia o no de circunstancias que puedan
ser tenidas en cuenta en su descargo. Además, conviene destacar que en los casos en
que se denuncia una infracción por omisión (v.g. abandono de defensa, no devolución
de la documentación, falta de información, etc.) no puede imponerse al denunciante la
carga de tener que demostrar un hecho negativo, por lo que, en aplicación directa del
principio de facilidad probatoria, se invierte en tales supuestos el “onus probandi”,
correspondiendo al letrado denunciado el acreditar que, efectivamente, llevó a cabo tal
o cual acción. Por consiguiente, si por el denunciado no se formulan alegaciones,
ofreciendo en su descargo, cuando menos, una versión exculpatoria, dicha inactividad
no podrá en modo alguno beneficiarle, sino todo lo contrario.
5. No conformar los casos indiscutibles: en los supuestos en que, desgraciadamente,
hayamos incumplido alguna norma deontológica y ello resulte del todo punto manifiesto
e indiscutible, el RPD determina en su art. 8.1 la posibilidad de que el infractor pueda
reconocer su responsabilidad voluntariamente, en cuyo caso se impondrá la sanción en
su grado mínimo. Al respecto, ya puede entreverse que, de no formularse
expresamente dicha asunción de responsabilidad, o de hacerse de forma sesgada o
parcial, mal podrá el denunciado beneficiarse de tal reducción, lo que resulta absurdo
no aprovechar ante quejas que resultan del todo punto irrefutables y somos
conscientes de ello. En todo caso, reseñar que la referencia al grado mínimo a que
dicho precepto se refiere no implica, automáticamente, la aplicación de la sanción en su
mínima expresión (v.g. para las faltas graves, con suspensión en el ejercicio de la
profesión hasta tres meses, imponer sólo 1 día), sino que la misma se atemperará,
normalmente en su mitad inferior, atendiendo a los hechos, circunstancias resultantes y
asunción de responsabilidad, todo ello a la luz del principio de proporcionalidad.
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