“Análisis comparado de las relaciones laborales en la administración pública latinoamericana”. CLAD, 2002 Argentina Estudio elaborado por José Alberto Bonifacio y Graciela Falivene, por encargo del BID 1. El contexto 1.1 Marco institucional 1 Argentina adopta para su gobierno la forma representativa republicana federal. El nivel político-administrativo intermedio está constituido por las provincias, las cuales conservan todo el poder no delegado por la Constitución al gobierno federal y el que expresamente se hayan reservado por pactos especiales al tiempo de su incorporación. Cada provincia dicta su propia Constitución, asegurando la autonomía municipal y regulando su alcance y contenido en el orden institucional, político, administrativo, económico y financiero. Los gobernadores de provincia son los agentes naturales del gobierno federal para hacer cumplir la Constitución y las leyes de la Nación. La ciudad de Buenos Aires tiene un régimen de gobierno autónomo, con facultades propias de legislación y jurisdicción. Su jefe de gobierno es elegido directamente por el pueblo de la ciudad. La autonomía que por la Constitución tienen las provincias, permite a éstas determinar las condiciones aplicables a las relaciones laborales en su respectivo sector público, no existiendo normas regulatorias que sean comunes entre la Nación y las distintas provincias o entre estas. No obstante, los procesos de transferencia de servicios nacionales como la educación y la salud, han dado lugar a estatutos particulares orientados, básicamente, a no vulnerar derechos adquiridos por los funcionarios públicos incluidos en las transferencias. Por otra parte, la Constitución Argentina consagra el principio de la estabilidad de los empleados públicos, el cual se reitera en constituciones provinciales, y si bien la doctrina constitucional no reconoce derechos absolutos, esta determinación juega un rol condicionante o restrictivo respecto de políticas vinculadas con las relaciones de empleo en el Estado. A partir del inicio del Plan de Convertibilidad en 1991, la economía argentina se ha ido transformando a través del establecimiento de un acuerdo de convertibilidad monetaria como parte de un conjunto radical de reformas que alteró el sistema monetario, mejoró la política fiscal y tributaria, liberalizó el comercio y reformó el sector público, incluido un programa de privatización rápida y cambios al sistema de seguridad social. Todo esto tenía el objetivo de revertir la tendencia a largo plazo de un lento crecimiento, dominación del Estado, bajo ahorro interno, débil inversión, alta volatilidad e inflación crónica que el país había sufrido durante los 25 años anteriores. Cuando en 1989 se desencadenó la hiperinflación, la tasa de pobreza del país representaba ya más del 40% de la población. El programa de reforma del gobierno fue seguido por un fuerte crecimiento económico en los años noventa y se estima que el tamaño de la economía se expandió de US$ 141 mil millones en 1990 a US$ 298 mil millones en 1998. En lugar de una hiperinflación, Argentina ahora tiene una de las inflaciones más bajas del mundo. La inflación de precios al consumidor fue negativa en 1999 y los precios mayoristas aumentaron sólo en un 1,2%. El déficit fiscal del Gobierno Federal se redujo de un promedio aproximado de entre 6% y 8% del PIB durante la mayor parte de los años ochenta a un 1,4% en 1998. Sin embargo, la recesión de 1999 elevó repentinamente el déficit federal al 2,6% del PIB (sin incluir los ingresos por privatización). La deuda externa, equivalente a un 51%, es moderada como porcentaje del PIB; sin embargo, la base de exportaciones del país es reducida, de modo que la deuda externa total representa más de cuatro veces la base anual de exportaciones de bienes y servicios y el servicio de la deuda ha alcanzado el 85% de las exportaciones totales de 1999. El elevado monto del endeudamiento externo y la dependencia de flujos de capital externos para financiar el aumento de los niveles de inversión ha dejado expuesta a la economía. Además, aunque muchos indicadores sociales han mejorado en los últimos diez años (por ejemplo, la mortalidad infantil ha disminuido de 25 muertes por cada 1000 nacidos vivos en 1991 a aproximadamente 18 muertes por cada 1000 nacidos vivos en 1998), no han logrado disminuirse los niveles de pobreza a pesar del rápido crecimiento económico: las últimas estimaciones del Banco Mundial apuntan a un índice de recuento de la pobreza de cerca un 29% de la 1 Los datos de la presente sección han sido tomados de la base “El Estado y la Administración Pública. Sus Perfiles Institucionales”, del Sistema Integrado y Analítico de Información sobre la Reforma del Estado, Gestión y Políticas Públicas (SIARE) del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo (CLAD), y de la Sinopsis sobre Argentina de septiembre de 2000, del Banco Mundial. 1 “Análisis comparado de las relaciones laborales en la administración pública latinoamericana”. CLAD, 2002 Argentina Estudio elaborado por José Alberto Bonifacio y Graciela Falivene, por encargo del BID población urbana. Esta situación encubre un aumento de la desigualdad del ingreso, lo que indica que los beneficios del crecimiento no se han compartido en forma generalizada. Por lo tanto, Argentina aún tiene que cumplir una extensa agenda social para seguir adelante con su programa económico. Los acontecimientos que llevaron a la renuncia del presidente De la Rúa en diciembre de 2001, a consecuencia de la incapacidad de sostener la gobernabilidad del país, son muy recientes para avizorar las perspectivas ante las cuales se halla la Argentina. Sí es posible, en todo caso, describir sucintamente la realidad que provocó la quiebra de la situación institucional, insuficientemente diagnosticada, no obstante el monitoreo constantemente ejercido por actores globales que, hipotéticamente, se esfuerzan por constituirse en una garantía para resguardar la institucionalidad que acaba de implosionar. Es posible aseverar, que no obstante haber consenso entre los observadores en una visión optimista frente a los resultados alcanzados hasta la mitad de la década pasada, las bases sobre las cuales fueron obtenidos no tenían la solidez requerida para sostener el modelo en el escenario global, además del hecho que este persistió y fue respaldado en esa perseverancia, en el constante endeudamiento para apuntalar el financiamiento del sector público. Las tasas de desempleo tocaron niveles de récord históricos, la pobreza se extendió como nunca antes, el deterioro de los indicadores de bienestar llegó a niveles inconcebibles, la economía entró en la recesión más larga de la historia del país, las exportaciones no crecieron. La convertibilidad, especie de clave de bóveda del modelo económico, y conformada por un conjunto de presupuestos entre los que la desregulación económica y la libre circulación de divisas son parte esencial, quedó herida de muerte ante al hecho incontrastable de la fuga de divisas del sistema financiero que constituían el respaldo de la moneda nacional. Los bancos, virtualmente quebrados, no están en condiciones de devolver los depósitos a los ahorristas, y los asalariados vieron restringida la posibilidad de hacer efectivos sus ingresos en un sistema totalmente bancarizado que sólo se los entrega hasta montos establecidos por la autoridad monetaria. En este marco el gobierno que se conformó en reemplazo del renunciante, declaró la imposibilidad de hacer frente al pago de las obligaciones de la deuda, y está en la necesidad de una profunda reforma económica que permita salir de la crisis, que se vio agravada por estallidos sociales, pacíficos y violentos. 2