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Tesoro de la Juventud
CÓMO SE HA DE MIRAR A LOS
OBJETOS QUE SE DIBUJAN
2003 - Reservados todos los derechos
Permitido el uso sin fines comerciales
Tesoro de la juventud
CÓMO SE HA DE MIRAR A LOS
OBJETOS QUE SE DIBUJAN
Del libro de los juegos y pasatiempos
LA BELLEZA DE LAS SILUETAS
TODO es relativo en la vida. Decimos que una persona es fuerte, porque conocemos a
otras que no lo son tanto, o quizás son débiles, y análogamente cada aserción que
hacemos es el resultado de una comparación. En consecuencia, nuestros juicios tienen
valor en cuanto hemos considerado lo desconocido a la luz de lo conocido.
Consiste el A, B, C del dibujo en la verdadera yuxtaposición de las líneas y en la armonía
de las formas en ellas encerradas. Sabemos ya que antes de poder trazar una forma, es
necesario estudiarla. El dibujo es una repetición de cosas conocidas, o en su más estricto
sentido, « un trazado de memoria n, ya que realmente no copiamos sino que nos referimos
al objeto más o menos conocido. Las manos han de llevar a cabo su tarea fielmente y con
galanura, si pretendemos representar el conjunto, sin entrar en pormenores.
Las líneas exteriores no solamente encierran dentro de sí las formas, sino que también
son líneas divisorias de superficies, y originan dos clases de formas, unas internas y
otras externas. Debemos, pues, al trazar unas, no olvidar las otras, sin dar suma
importancia, no obstante, a las últimas y a su contenido, y cuidando únicamente del
valor de la dirección de la línea o líneas exteriores.
Si nos fijamos en el espacio exterior vemos las líneas que limitan la forma interior,
gruesas y sencillas. Y así nuestro interés está precisamente en el objeto dibujado, sin
que por ello dejemos de prestar especial atención a los espacios exteriores. El objeto
dibujado forma sobre el fondo una especie de patrón, que es precisamente lo que
debemos trazar, siguiendo lo que llamaremos armonía de la forma.
Si ponemos de pie sobre la mesa una caja de cartón, y detrás de ésta una hoja de papel
blanco cubierta de líneas verticales, equidistantes de a 4 centímetros, y observamos la
posición de las esquinas de la caja con relación a las líneas, encontraremos que aquéllas
no están a la misma altura. Si, además, marcamos estos puntos en el fondo y los unimos
con una línea, veremos que el borde distante de la mesa, parece tocar el objeto una
tercera o cuarta parte lejos de la base. Señalemos, todavía, en el fondo la exacta
posición de la caja y tracemos el borde que sobresale en cada lado de ella: hecho esto,
oscurezcamos el fondo que queda fuera de la caja. Ahora nos alejaremos un tanto para
examinar nuestro trabajo. El efecto será ver la caja en blanco de pie contra el papel. Si
la separamos veremos su forma exterior aparecer como blanca sobre el fondo
ennegrecido; esto es lo mismo que veíamos sin quitar la caja. Examinemos ahora el
trazado de la forma externa de la caja y, en primer término, el valor de las líneas que la
limitan: ¿qué línea es la más larga, la de la mesa o la de la línea izquierda de la caja?
¿Tienen quizá la misma longitud? Si así no es ¿qué diferencia hay en el largo de una y
otra? El examen nos dirá que es la mitad, una cuarta parte, etc., etc. En esta forma
seguiremos comparando las longitudes de las demás líneas sobre el fondo. recordando
que la sola observación a la ligera no es de ningún valor.
Después estudiaremos las formas traza das en el fondo, para lo cual empezaremos por
el lado izquierdo. En él tenemos dos lados de una forma: el del borde de la mesa y el
izquierdo de la caja, que se prolonga hasta la base del fondo. ¿Es éste tan largo, como
ancho? ¿Es más largo? Y, si es así ¿cuánto? ¿Formará un cuadrado o un rectángulo? Se
trata, pues, de saber qué forma adoptaría. Hagamos otro tanto, con las demás líneas
exteriores, supliendo con la imaginación sus formas sugeridas. Lo importante es saber si
la forma completa sobre el fondo formará un cuadrilátero, un rectángulo o un triángulo,
siempre que aparezca un espacio fuera del objeto o grupo de objetos dibujados. Hemos
de comparar unos con otros y juzgar sus relativos valores al parangonarlos entre sí.
Después de haber trazado estas formas en el fondo, hallaremos que tenemos delante la
forma exterior perfecta del objeto en cuestión y que está representada con más exactitud
que si hubiésemos copiado el modelo de lejos.
Con nuestro sistema de dibujo es imposible un trabajo meramente mecánico y a veces
distraído, ya que durante el proceso del trazado juzgamos y apreciamos los diferentes
valores de las formas y somos, por decir así, no los juzgados, sino más bien dueños del
trabajo, al cual damos las debidas y exactas proporciones. En él, cada línea guarda
relación de dirección y longitud, y al trazarla, podremos juzgar de su inclinación,
dirigiendo nuestra vista más allá del objeto hacia cualquier cosa de la dirección de cuyas líneas estemos seguros, por ejemplo, las patas de una mesa, las líneas de los tapices
de las paredes, de los marcos de las puertas, etc. De este modo, prescindiendo del fondo
de papel rayado, y ensanchando nuestra perspectiva, podremos juzgar de la uniformidad
de nuestras líneas con las de los objetos con que las comparemos.
Siguiendo estas reglas, podemos dibujar otras muchas cosas; una caja abierta, sillas,
juguetes, etc. ya separadas, ya formando grupo. En este caso, trazaremos en el fondo su
patrón o silueta y después dibujaremos los pormenores que presentan por su
yuxtaposición.
Para dibujar una rama de un árbol o de una planta, la colocaremos sobre una hoja de
papel blanco y la copiaremos con lápiz negro o de color, o bien sobre papel en colores
con lápiz blanco. En uno y otro caso llenaremos los espacios entre tallos y hojas con el
lápiz correspondiente. El resultado será que al comparar uno y otro dibujo, las manchas
de color del papel blanco corresponderán a las blancas del otro papel. Análogamente
podremos dibujar otras hojas y flores. Si a veces las hojas se entrecruzan o forman grupo,
no las separemos, sino tracemos el perfil del conjunto sobre el papel.
Para apreciar la concepción armónica de un arquitecto antes de la construcción de un
edificio, no nos limitaremos a estudiar los detalles de su exterior, sino más bien la silueta
que aquél proyecta sobre el fondo del cielo. Si sus líneas son semejantes, su concepción
era pobre y monótona; si, por el contrario, múltiples y quebradas, su plan fue rico y
armoniosamente artístico.
Si reproducimos las líneas de tales siluetas sobre papel azul con lápiz negro y con él
rellenamos el espacio interior de las mismas, el resultado será una reproducción de la
silueta del edificio u objeto copiado en forma de masa negra, que resalta sobre el fondo
del cielo.
Un viaje en el imperial de un tranvía o de un ómnibus nos hará apreciar una multitud de
líneas quebradas, que forman los perfiles de torres, cúpulas, agujas, etc., dibujándose en
el cielo, y cuya belleza se nos pone de relieve al dirigir la vista a las calles, en que las
líneas son más monótonas.
Al ir de una ciudad a otra estudiaremos en las siluetas de sus edificios el carácter de sus
habitantes, los cuales serán indudablemente tanto más artistas cuanto más variadas sean
aquéllas.
Si de noche nos asomamos al balcón veremos las líneas de las casas vecinas, que
podremos trazar como recuerdo. Unos alrededores feos e inarmónicos nos llenan de
tristeza, amargándonos el placer estético que tenemos derecho a gozar en la
contemplación de los edificios que forman aldeas y ciudades. Ahora que sabernos dónde
radica la belleza de las formas, procuremos dárselas a nuestras edificaciones, y viviremos
rodeados de una atmósfera de belleza que influirá en la perfección de todas nuestras
acciones.
Bella silueta de un castillo, que tiene por
fondo un largo y una montaña.
Grabado que presenta las armoniosas
líneas de la silueta nocturna de una calle.
Estos grabados nos dan a entender cuán bellamente expresa
la silueta las diferentes actitudes de los personajes
En estos tres gravados vemos destacarse con limpieza en el fondo la figura de los objetos.
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W. M. JACKSON Inc., Editores
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