22-96 Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, San Salvador, a las catorce horas del día uno de febrero de dos mil uno. El presente proceso constitucional ha sido promovido por el ciudadano Ulises Flores, a fin que este tribunal declare la inconstitucionalidad, por vicio en su contenido, de los arts. 3, 29, 31, 74, 75 y 100 y, por vicio en su forma, de la totalidad del Decreto Legislativo N° 746, de 12-IV-1991, publicado en el Diario Oficial N° 80, Tomo 311, correspondiente al 3V-1991, por medio del cual la Asamblea Legislativa emitió la Ley Orgánica del Banco Central de Reserva de El Salvador (LOBCR). Las disposiciones impugnadas por vicio en su contenido, prescriben: "Art. 3. El Banco Central tendrá por objeto fundamental velar por la estabilidad de la moneda y será su finalidad esencial promover y mantener las condiciones monetarias, cambiarias, crediticias y financieras más favorables para la estabilidad de la economía nacional. --- Al efecto corresponde al Banco: a) Ejercer con carácter exclusivo la facultad de emitir moneda, de conformidad con la delegación a que se refiere el Art. 35 de la presente ley; b) Mantener la estabilidad del valor interno y externo de la moneda y su convertibilidad; c) Prevenir o moderar las tendencias inflacionarias y deflacionarias; d) Mantener la liquidez y estabilidad del sistema financiero; e) Propiciar el desarrollo de un sistema financiero eficiente, competitivo y solvente; f) Regular la expansión del crédito del sistema financiero; g) Velar por el normal funcionamiento de los pagos internos y externos; h) Adecuar el nivel de los medios de pago al desarrollo de las actividades productivas; i) Administrar las reservas internacionales del país y el régimen de operaciones de cambios internacionales; j) Dictar las políticas y las normas correspondientes en materia monetaria, crediticia, cambiaria y financiera; k) Coordinar sus políticas, con la política económica del Gobierno; y l) Realizar las actividades, operaciones y servicios que establecen las leyes y demás disposiciones compatibles con su naturaleza de Banco Central". "Art. 29. El Banco realizará sus operaciones monetarias y financieras con base en el Programa Monetario anual, en el cual se estimarán las necesidades de medios de pago y de crédito del país y contendrá en forma explícita los objetivos y metas que se persigan para el período de que se trate; así como las medidas que se estimen necesarias para asegurar su consecución. --- El Programa Monetario se presentará al Presidente de la República y se hará del conocimiento del público en la forma que el Consejo establezca". "Art. 31.- El Banco deberá informar al Presidente de la República, sobre las políticas y normas generales que dicte en el ejercicio de sus atribuciones. Asimismo, deberá asesorar al Presidente de la República, cuando éste lo solicite en todas aquellas materias que tengan relación con las actividades del Banco". "Art. 74. El Banco no podrá financiar directa o indirectamente al Estado, ni a las instituciones y empresas estatales de carácter autónomo, ni adquirir documentos o valores emitidos por el Estado y las mencionadas instituciones. El Banco no podrá otorgar avales, fianzas o garantías por obligaciones contraídas por el Estado y las instituciones y empresas estatales de carácter autónomo". "Art. 75.- Se prohíbe al Banco pagar cualquier obligación en colones o en moneda extranjera, por cuenta del Estado, Instituciones y empresas estatales de carácter autónomo, sin que previamente se hayan depositado los recursos correspondientes". "Art. 100. El Estado deberá restituir las pérdidas del Banco, derivadas de las operaciones establecidas en la Ley de Saneamiento y Fortalecimiento Financiero de Bancos Comerciales y Asociaciones de Ahorro y Préstamo, en la forma que lo determine el Ministerio de Hacienda". Han intervenido en el proceso, además del mencionado ciudadano, la Asamblea Legislativa, el Presidente de la República y el Fiscal General de la República. Analizado el proceso; y, considerando: I. En el trámite, los intervinientes expusieron lo siguiente: 1. En su demanda, el ciudadano Flores sostuvo que la emisión del D. L. N° 746/1991 concretó "graves violaciones" a las disposiciones constitucionales que norman el procedimiento de formación de la ley y, además de esa inconstitucionalidad formal, su texto incluye preceptos que constituyen violación material a varias normas constitucionales. Para fundamentar dicha afirmación, dividió la demanda en dos secciones: la primera comprende la exposición de motivos que justifican –según el demandante– la declaratoria de inconstitucionalidad por vicio en el contenido; la segunda se refiere a los motivos de forma, por vicios en el procedimiento de formación de dicha ley. A. En cuanto a la inconstitucionalidad de contenido, el demandante manifestó: a. En primer lugar, que existe violación al art. 86 Cn., pues en el decreto impugnado se han delegado al Banco Central de Reserva de El Salvador –BCR– facultades políticas en materia monetaria que son propias del Órgano Ejecutivo, delegación que consiste en otorgar a dicho banco la calidad de entidad "rectora del régimen monetario, bancario y crediticio", con lo cual se le quitaría al Presidente de la República y a sus Ministros el control político que sobre la materia les corresponde. Además, señaló que la ley impugnada no ha cumplido ni con lo establecido en la Constitución ni con lo establecido en su propio Considerando I, el cual –reproduciendo lo prescrito en el art. 111 inc. 2° Cn.– señala que "El Estado debe orientar la política monetaria con el fin de promover y mantener las condiciones más favorables para el desarrollo ordenado de la economía nacional". Lo anterior se evidencia, según el mencionado ciudadano, en que el resto de la ley "se ocupa de ignorar tal precepto constitucional y de construir un edificio que ignora el texto mismo de la Constitución"; así, ya en el Considerando III se dice que "es necesario otorgar al Banco Central de Reserva de El Salvador suficiente autonomía institucional y preservar su carácter técnico, para formular y ejecutar dentro del Programa Monetario las políticas monetaria, cambiaria y crediticia que aseguren la estabilidad y crecimiento de la economía", lo cual se concreta más adelante en el art. 3 de dicha ley. Con ello –señaló–, se vulnera la primacía constitucional, pues no se comprende "cómo un ente autónomo de carácter técnico pueda tener las facultades de formular y ejecutar las políticas monetaria, cambiaria y crediticia que, como el mismo Considerando [III] reconoce, son atribuciones políticas, es decir, del Órgano Ejecutivo, o sea indelegables". También dijo que el BCR es un ente que carece de personalidad jurídica, pues en la ley no se establece el patrimonio con el que ha de contar dicho banco, únicamente se menciona en el art. 4 que el patrimonio estará formado por el capital, reservas y fondos que se establezcan, sin saberse en concreto cuáles son; razón por la cual, y considerando que "la persona jurídica creada por la ley [impugnada] es un patrimonio tangible con personalidad jurídica", concluyó que "si el patrimonio no existe no hay personalidad jurídica". Argumentó asimismo que a través de la supuesta delegación señalada, se ha marginado a los funcionarios electos por el pueblo, ya que de acuerdo con lo establecido en el Capítulo V de la ley impugnada –que comprende los arts. 29 a 34–, los mas altos funcionarios del Órgano Ejecutivo están separados de sus facultades en cuestiones monetarias, que les otorgan las disposiciones constitucionales. Así, el Presidente de la República únicamente tiene la facultad de recibir el Programa Monetario y ser informado de lo que haga el BCR, "pero no puede hacer nada más", con lo cual está "anulado totalmente como mandatario en su función política en materia bancaria, monetaria y crediticia". Lo mismo cabe decir –continuó– de los Ministros y Viceministros, quienes pueden asistir a las sesiones del Consejo Directivo del banco, con voz pero sin voto. "En definitiva, se ha pretendido una delegación total. El Órgano Ejecutivo, el Presidente de la República y los Ministros y Viceministros quedan totalmente marginados de participar en áreas de su competencia por mandato constitucional. De lo cual resulta que tienen la responsabilidad conforme a disposiciones constitucionales, pero están privados de las facultades necesarias para cumplir con esa responsabilidad". Por otro lado, señaló que aparentemente el Ejecutivo ha delegado sus funciones en el Consejo Directivo del banco, pero "en realidad la delegación ha sido hecha a una sola persona". Ello porque el art. 10 de la LOBCR regula la forma de integrar el mencionado Consejo, y de él se deriva que el mismo Presidente del banco es quien propone las ternas para nombrar a los dos Vicepresidentes, y considerando que el art. 13 de la misma LOBCR prescribe que pueden válidamente celebrarse sesiones con cuatro directores y que para adoptar resoluciones puede hacerse con tres votos conformes, resulta que tales resoluciones pueden ser tomadas con los votos "del Presidente y los dos Vicepresidentes nombrados por él". Ello se evidencia –continuó– con lo dispuesto en el art. 23 letras (p) y (q), las cuales, aun cuando son atribuciones del Consejo Directivo, este puede delegarlas en el Presidente, por lo cual el demandante concluyó que dicho funcionario puede proponer, nombrar y remover a los funcionarios y empleados de carácter permanente del banco, así como contratar a los profesionales o técnicos que realizan estudios o trabajos especiales y al personal temporal del banco. Asimismo, dijo que la remoción de los miembros del Consejo Directivo del BCR, concretamente la de su Presidente, se lleva a cabo con base en el procedimiento que establece el art. 22 de la referida ley, en donde se faculta únicamente al Consejo de Ministros para que lo pueda remover y por las causas ahí mencionadas, con lo cual, el Presidente de la República, que es quién lo nombró, no puede removerlo; con ello –a su juicio– se contraviene el Derecho Administrativo y la sana práctica de la representatividad que informa la constitución de los órganos directivos de las entidades autónomas. Por tanto, el ciudadano Flores afirmó que, si bien la Constitución habilita cierta delegación de funciones de acuerdo a lo establecido en el art. 111 inc. 1°, ocurre que en el presente caso esa delegación debió hacerse por medio de una ley que lo dijera expresamente, y que además se hiciera dentro de las limitaciones naturales y formales que establece la Constitución y no de forma tácita, como ha ocurrido en la LOBCR. Por tanto, dijo que por tal delegación de funciones a favor del BCR, el D. L. N° 746/1991 vulnera el art. 86 Cn. b. Otro motivo de inconstitucionalidad por vicio de contenido alegado por el ciudadano Flores, es la violación al art. 226 Cn., cuyo texto prescribe "El Órgano Ejecutivo, en el Ramo correspondiente tendrá la dirección de las finanzas públicas y estará especialmente obligado a conservar el equilibrio del Presupuesto, hasta donde sea compatible con el cumplimiento de los fines del Estado". Al respecto señaló el demandante que corresponde al Presidente de la República por medio del Ministerio de Hacienda estructurar la política tributaria, presupuestaria y del gasto público, así como verificar los otros ingresos públicos no tributarios como son: precios públicos, crédito público, etc.; por lo tanto, para que la dirección de las finanzas públicas sea eficaz es necesario que el Ejecutivo, por medio de su Ministro de Hacienda disponga, planifique y formule los programas del crédito público. Sin embargo –señaló–, este crédito en su aspecto probablemente más importante, solamente puede obtenerse por medio del BCR que por ley es el agente financiero del Gobierno, pero al no proporcionarle recursos al Estado –debido a que la ley impugnada lo prohíbe, en los arts. 74 y 75– este tendrá que recurrir a la Bolsa de Valores y asumir las consecuencias respectivas. En definitiva, esa limitación al presupuesto sería, según el demandante, claramente inconstitucional en cuanto contradice el art. 226 Cn. c. Como último vicio de contenido, el ciudadano Flores señaló que la LOBCR vulnera el art. 225 Cn., ya que de acuerdo a sus arts. 80 y 100 el Estado tiene la obligación de restituir las pérdidas del banco derivadas de las operaciones establecidas en la Ley de Saneamiento y Fortalecimiento financiero de Bancos Comerciales y Asociaciones de Ahorro y Préstamo, en la forma que determine el Ministro de Hacienda, lo cual atentaría contra la Constitución porque "el Ministerio de Hacienda no puede echar mano de los fondos públicos cada vez que el BCR le informe que tiene que pagarle las pérdidas en que incurra"; pues, de acuerdo al art. 225 Cn. sólo cuando la ley lo autorice, el Estado para la consecución de sus fines podrá separar bienes de la masa de la Hacienda Pública o asignar recursos del fondo general para constitución o incremento de patrimonios especiales destinados a instituciones públicas. En conclusión, el demandante sostuvo que la LOBCR adolece de inconstitucionalidad de contenido en tanto que sus arts. 3 y 29 a 34 vulneran el art. 86 Cn. que prohíbe la delegación de funciones, así como los arts. 111 inc. 2° y 226 Cn., que otorgan al Órgano Ejecutivo la dirección de la finanzas públicas; también porque sus arts. 74, 75, 80 y 100 vulneran el contenido del art. 225 Cn., que establece cuando y para qué se pueden separar bienes de la masa de la Hacienda Pública. B. En cuanto a la inconstitucionalidad por vicio de forma, son básicamente dos los puntos que alega el demandante; en el primero, lo referente a la problemática de la iniciativa de ley, y en el segundo, lo relativo al acto del refrendo ministerial. Ambos actos, a su juicio, fueron hechos por un ministro que no era competente. a. Respecto del primero, dijo que la LOBCR se dictó a iniciativa del Presidente de la República por medio de la entonces Ministra de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Social, lo cual en su opinión es inconstitucional porque "en el caso de leyes que incidan en la Hacienda Pública la iniciativa de ley le corresponde al Presidente de la República por medio de su ministro de Hacienda". b. Respecto del segundo, manifestó que, en el presente caso, el refrendo al que se refiere el art. 163 Cn. fue realizado por la misma Ministra, con lo cual hubo exceso de sus facultades, al haber efectuado un acto que correspondía al Ministro de Hacienda. Por ello afirmó que los procedimientos seguidos para la emisión de la LOBCR son atentatorios a la Constitución, ya que el decreto ejecutivo que contiene la iniciativa de ley, así como el de la sanción, son nulos, al tenor de lo dispuesto en el art. 164 Cn. De ahí que también la LOBCR, al no llenar los requisitos que establece el art. 1 del Código Civil –en el sentido de ser "manifestada en la forma prescrita por la Constitución"–, sea inconstitucional y por lo tanto no es ley de la República. En consecuencia –señaló–, existe inconstitucionalidad de forma o procedimiento del D. L. N° 746/1991, porque vulnera el art. 163 Cn. y la seguridad jurídica. 2. La Asamblea Legislativa, al contestar el informe prescrito en el art. 7 Pr. Cn., expuso que el contenido de la LOBCR no vulnera la Constitución en los artículos señalados por el demandante, y por lo tanto no se debe declarar la inconstitucionalidad alegada. Para justificar tal afirmación dijo que, con fecha 12-IV-1991, emitió la LOBCR a iniciativa del Presidente de la República por medio de la Ministra de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Social, con lo cual la Asamblea "cumplió con el precepto constitucional establecido en el art. 133 ord. 2º Cn.", pues dicha disposición se refiere a los Ministros en general, no importando a qué ramo de la Administración Pública corresponda determinado proyecto de ley. De igual forma, aseguró que no ha violado el art. 163 Cn., pues en el momento de la emisión de dicha ley "el orden económico también correspondía en aquel entonces al Ministerio de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Social, ya que había dualidad de funciones con el Ministerio de Hacienda, por lo que el decreto refrendado está acorde al precepto constitucional antes expuesto". Tampoco existe –dijo– vulneración al art. 111 Cn., sino todo lo contrario, pues con la emisión de la LOBCR se ha desarrollado el señalado precepto constitucional al tener un instituto público que tenga por objeto velar por la estabilidad de la moneda y cuya finalidad esencial es promover y mantener las condiciones monetarias, cambiarias, crediticias y financieras más favorables para la estabilidad de la economía nacional. Finalmente, dijo que no existe transgresión al art. 86 Cn., pues "en ningún momento el Estado a través del Órgano Ejecutivo ha delegado funciones a otro órgano, razón por la cual, no existe la inconstitucionalidad alegada". Concluyó su informe solicitando a este tribunal se sobresea en el presente proceso, pues no existe la inconstitucionalidad alegada por el ciudadano Flores en su demanda. 3. Por su parte el Presidente de la República Dr. Armando Calderón Sol, al rendir su informe expuso lo siguiente: A. Con relación a la supuesta inconstitucionalidad por vicio de forma, dijo que la materia relativa al proceso de formación de la ley no ha sido desarrollado por la legislación secundaria en forma detallada y minuciosa; las únicas disposiciones relativas al tema se encuentran contenidas en el Código Civil, en el Capítulo Segundo del Título Preliminar, bajo la denominación Promulgación de la Ley, que poco o nada ayudan a la solución de la problemática planteada, de tal manera que "serán los preceptos constitucionales los únicos que deben invocarse e interpretarse para buscar, localizar y encontrar los argumentos que concluyan acerca de la inconstitucionalidad que se alega". En torno a lo prescrito en el art. 133 ord. 2° Cn., advirtió que la iniciativa de ley del Presidente de la República se ubica en la Sección Segunda del Capítulo I correspondiente al Título VI de la Constitución, denominada La ley, su formación, promulgación y vigencia; por lo que "tiene un carácter especial que le confiere primacía o prioridad sobre las normas generales establecidas en el capítulo relativo al Órgano Ejecutivo". Continuó argumentando que la iniciativa de ley otorgada por la Constitución al Presidente de la República, no exige ni reclama ningún tipo de requisito o cualidad del Ministro por medio del cual se haga uso, no pudiendo interpretarse su actuación con un rigor mayor y obligar a lo que el texto constitucional no contempla. La iniciativa de ley –dijo– no tiene relación alguna con los negocios públicos que manejan y gestionan los diferentes ministerios, según el art. 159 Cn., como tampoco puede entenderse que éste "acto legislativo" del Presidente de la República mediante uno de sus ministros tenga la calidad de decreto, orden y providencia, en los que se prescribe la participación del ministro del ramo respectivo. "La disposición constitucional únicamente obliga a que la iniciativa de ley se canalice por medio de los ministros, a los que no se les exige cualidad o situación alguna para que puedan verificarla. El intérprete de la Constitución no puede demandar cualidades o requisitos que no se encuentren establecidos y consagrados en la misma". No obstante lo anterior, y aun dando por sentado que efectivamente a los proyectos de ley debe dárseles iniciativa a través del ministro del ramo competente en razón de la materia, dijo que "la Presidencia de la República cumplió, tratándose de la LOBCR, con todos y cada uno de los mandatos que comprende la normativa constitucional, en especial con el art. 163". Con lo cual afirmó que no cabe la argumentación del demandante en el sentido que la iniciativa de ley debió encauzarla el Presidente de la República a través del Ministro de Hacienda, pues dicha afirmación parte de una base errónea, ya que "el concepto de banca central ha evolucionado en los últimos veinte años y es el que recoge la LOBCR, al atribuirle a tal ente, como su finalidad esencial, la de promover y mantener las condiciones monetarias, cambiarias, crediticias y financieras más favorables para la estabilidad económica". Nada tiene que ver –aseveró– la moderna y actual banca central con las finanzas públicas, ya que en los países que viven a plenitud una economía social de mercado sana y vigorosa, es un recuerdo histórico que la banca central sea un banco prestatario del Estado, que lo financie con préstamos y que eventualmente cubra su déficit fiscal, así como que en algunas ocasiones constituya cauciones para obligaciones del Estado y entes descentralizados. Sobre el particular citó a Giuliani Fonrouge, quien en su Derecho Financiero sostiene que el objeto de las finanzas públicas lo constituyen manifestaciones fundamentales de la actividad financiera, los ingresos, los gastos y la conservación de los bienes o gestión de los dineros públicos; y que, si bien la materia sobre la cual se desarrolla es económica, corresponde a un sujeto político, que es el Estado, y a un objeto de la misma índole. Finalizó en este punto diciendo que la iniciativa del proyecto de la ley que se impugna, fue ejercida a través de la titular del extinto Ministerio de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Social, quien tenía competencia en cuestiones relacionadas con el desarrollo económico, del cual la estabilidad económica, mediante la promoción y mantenimiento de las condiciones monetarias, cambiarias, crediticias y financieras, no es más que una faceta. Por tanto, dijo que la iniciativa de ley que dio el Presidente de la República tuvo su base en el art. 33 ord. 1º del Reglamento Interno del Organo Ejecutivo, el cual antes de las reformas emitidas por el D. E. N° 113, de 20-XII-1995, publicado en el D. O. N° 239, Tomo 329, correspondiente al 23-XII-1995, prescribía: "Compete al Ministro de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Social: 1. Asistir y asesorar al Presidente de la República, Consejo de Ministros y demás entes del Sector Público en materia de políticas, estrategias, planes, programas y proyectos económicos, sociales e institucionales para el desarrollo". Al referirse a la supuesta transgresión al art. 163 Cn., dijo que el art. 135 Cn. ordena la sanción del Presidente de la República para que una ley complete su procedimiento de formación, "no requiriendo la refrenda ministerial, ya que se trata de un acto sui generis que complementa la actividad legislativa, sin relación alguna con los actos de gestión de los negocios públicos que corresponde al Órgano Ejecutivo". Y es que –dijo–, entender que esos actos del Presidente de la República deben acomodarse a las formalidades prescritas en el art. 163 Cn., no es mas que una forma de exigir requisitos o recaudos no contemplados en la Constitución, debido a que se trata de materias especiales que atañen a relaciones interorgánicas, es decir, entre dos órganos fundamentales del Gobierno –Ejecutivo y Legislativo–. No obstante, "y aún en la circunstancia de que la Constitución exige la refrenda ministerial, la Presidencia de la República ciñó su actuación a la Constitución puesto que la sanción y promulgación fue autorizada por el Ministro del ramo correspondiente, es decir el de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Social". B. En cuanto a la supuesta inconstitucionalidad de contenido, el Presidente de la República dijo: a. En primer lugar, que el demandante parte de una tesis errónea al considerar que se ha delegado al BCR la función rectora del régimen monetario, bancario y crediticio que, a su entender, por mandato constitucional corresponde al Órgano Ejecutivo, lo cual dijo el Jefe de Estado que no es cierto. En ese sentido, señaló que de acuerdo al principio de división o separación de poderes establecido en el art. 86 Cn., se exige que las atribuciones que a cada uno de ellos se encomiendan sean ejercidas de manera independiente; además, dicha disposición constitucional establece que ningún órgano fundamental del Gobierno puede delegar o encomendar a otro las funciones o actividades que le han sido atribuidas, lo cual no sucede en todas partes, ni siempre ha acontecido así en El Salvador, y a título de ejemplo citó el caso del Código Civil, que debe su legal existencia a una delegación de funciones legislativas realizada por el entonces Poder Legislativo al entonces Poder Ejecutivo. Para que opere la delegación de funciones –afirmó– se debe cumplir escrupulosamente con ciertos requisitos, entre los cuales mencionó: que el órgano delegante manifieste expresamente su voluntad de encomendar determinado asunto a otro órgano, llamado delegado; que el órgano delegante tenga dentro de su esfera de competencia o atribuciones el acto o actos objeto de la delegación; y, que el órgano delegado no tenga competencia, pero que la adquiera en virtud de la delegación efectuada. La delegación –dijo– no tiene asidero constitucional en El Salvador; no obstante, si lo tuviera, tendría que darse en las condiciones y requisitos anteriormente señalados. Sin embargo, concluyó que la delegación de funciones nada tiene que ver con la ley, que únicamente debe autorizarla dentro de determinado marco. Las competencias y atribuciones del BCR –continuó– no se relacionan en forma alguna con el fenómeno de la delegación, ya que tienen su origen en el principio de legalidad que determina que los funcionarios del Estado son delegados del pueblo y no tienen más atribuciones que las que expresamente les da la ley. En tal sentido, la Asamblea Legislativa, al emitir la LOBCR ha hecho uso de las facultades constitucionales que le confiere el art. 131 ord. 21° Cn., según el cual "Corresponde a la Asamblea Legislativa: (...) 21° Determinar las atribuciones y competencias de los diferentes funcionarios cuando por esta Constitución no se hubiese hecho". Por tanto, la creación mediante ley de ciertas competencias no es –según el entonces Presidente de la República– un acto de delegación, sino una consecuencia del principio de separación de poderes, en virtud del cual un órgano, en este caso el Legislativo, emite una ley, y otro, el Ejecutivo se encarga de darle debido cumplimiento, de tal forma que sus funcionarios mandan y ordenan por la autoridad de la ley les confiere; por ello, cada uno de los actos de la administración pública quedan legitimados si se actúa de conformidad al principio de legalidad. En este punto hizo referencia a la doctrina del Derecho Constitucional y Administrativo, según la cual la competencia que deriva de la ley puede ser: centralizada, cuando está conferida a los órganos superiores del Poder Ejecutivo, Presidente de la República, Ministros y Viceministros del Estado; desconcentrada, cuando se atribuyen porciones de la misma a órganos medios o inferiores de la administración del Estado; y descentralizada, cuando la competencia se ha atribuido a un nuevo ente, separado de la administración del Estado, dotado de personalidad jurídica propia. Con base en ello, afirmó que la atribución de competencia descentralizada trae la necesaria consecuencia de dar vida a una persona jurídica estatal, y que tal es el caso del BCR que se convierte en un ente descentralizado o autónomo que se integra a la Administración Pública. A lo cual agrego que, según el art. 2 de la Ley de la jurisdicción contenciosoadministrativa, para los efectos de dicha ley se entiende por Administración Pública el Poder Ejecutivo y sus dependencias, inclusive las instituciones autónomas, semiautónomas y demás entidades descentralizadas del Estado. Continuó argumentando que los entes descentralizados representan una parte significativa y de la mayor importancia de la Administración Pública; no se trata de particulares o administrados sino de personas jurídicas estatales u órganos personalizados, cuyos fines y patrimonio son públicos, las personas que les prestan sus servicios son empleados y funcionarios públicos y las tareas que desempeñan son funciones públicas, sustentadas exclusivamente en la ley; la creación de entes descentralizados obedecería, entonces, a una técnica operacional para un mejor desempeño de las tareas encomendadas al órgano respectivo. Las reflexiones expuestas –dijo– se enlazan y entremezclan con la argumentación del demandante, quien sostiene que la LOBCR contiene una violación al art. 111 inc. 2º Cn., ya que no es el Órgano Ejecutivo el que administra la política monetaria. Sobre ello, dijo el Presidente de la República que en el precepto indicado se alude al Estado, no al mencionado órgano, y esto por la circunstancia de que varios órganos estatales deben concurrir en orientar la política monetaria; para el caso, la Asamblea Legislativa, mediante la LOBCR y otros instrumentos legales, crea el marco jurídico dentro del cual la banca central deberá efectuar este cometido. Ahora bien, dijo que la Asamblea Legislativa, como organizador y dispensador de competencias y en uso de las potestades que le confiere la Constitución puede, previa evaluación de los intereses públicos, asignar y determinar el órgano estatal que diseñará en detalle e impulsara la política monetaria. Y es así que decidió por conveniencia pública que un ente descentralizado al que denominó Banco Central de Reserva de El Salvador –BCR–, estructurado de una manera técnica y alejado de las pasiones de la política partidista, gestionara los intereses nacionales de la política monetaria. Finalmente, en cuanto a este punto dijo el Presidente de la República que existen diferencias entre delegación de funciones y otorgamiento de competencia a un ente descentralizado, las cuales son: que la descentralización es permanente y constitutiva, general, abstracta y normal, mientras que la delegación es una técnica organizativa de carácter transitorio y para competencias determinadas; la desconcentración es una forma de organización administrativa de carácter estable y permanente, mientras que en la delegación no se modifica la organización administrativa del Ejecutivo, sino solo su dinámica. b. En cuanto que el BCR carece de patrimonio, señaló que todo ente descentralizado, como persona jurídica que es, dispone de un patrimonio, sin interesar los bienes que lo conforman. El BCR –dijo– por ley tiene un patrimonio y no solamente en el sentido que es poseedor y titular de bienes, sino porque también tiene la aptitud de adquirir derechos y contraer obligaciones. c. Respecto de la supuesta marginación de los funcionarios electos por voto popular en la gestión de los intereses públicos en la banca central, sostuvo que, de acuerdo al art. 150 Cn., únicamente el Presidente y Vicepresidente de la República son funcionarios de elección popular y, por lo tanto, solamente esos funcionarios podrían manejar la política monetaria, por lo cual los Ministros y Viceministros de Estado quedarían incapacitados, no obstante que integran el Órgano Ejecutivo. Por otra parte, dijo que de acuerdo al inc. 2º del art. 111 Cn. es el Estado el que orienta la política monetaria, "quedando a discreción del Órgano Legislativo designar a través de la ley el órgano encargado de delinearla en detalle y luego ejecutarla". d. Sobre la supuesta inconstitucionalidad de los arts. 10 y 22 de la LOBCR por contravenir el art. 167 Cn., que enumera las atribuciones del Consejo de Ministros, argumentó que tal disposición constitucional establece las atribuciones de dicho consejo de manera diversa a la que consagra las competencias y obligaciones del Presidente de la República y otros funcionarios; ya que el texto de dicha disposición en lo pertinente reza: "Corresponde al Consejo de Ministros", término que "denota la idea de asignación de una atribución, de que tiene la obligación de realizarla, sin que ello signifique que solo esas atribuciones son las que puede legal y jurídicamente realizar". A ello agregó que la idea anterior debe complementarse con los instrumentos constitucionales de que dispone la Asamblea Legislativa, entendiéndose por tal la potestad de dictar leyes que originan competencias a diferentes funcionarios del Estado, y que no se encuentren establecidas en la Constitución. e. Con respecto a la vulneración al art. 226 Cn. por los arts. 74 y 75 de la LOBCR, señaló que de la lectura de los argumentos este tribunal puede formarse una opinión sobre el "concepto arcaico y vetusto que el Doctor Flores posee de la banca central. Las innovaciones y cambios que orientan esta temática son precisamente en ese sentido: que la banca central no maneje el crédito público". En este punto citó al mencionado Giuliani Fonrouge, quien sostiene que "por crédito público puede entenderse la aptitud política, económica, jurídica y moral de un Estado para obtener dinero o bienes en préstamo, basada en la confianza de que goza por su patrimonio, los recursos de que puede disponer y su conducta". El crédito público –continuó– tiene por finalidad obtener los fondos indispensables para que el Estado pueda hacer frente a sus necesidades; antiguamente –reseñó–, cuando se confiaba la administración del crédito público a la banca central, ésta, al carecer de fondos, recurría a la emisión de moneda para satisfacer los requerimientos del Estado, con lo cual el déficit fiscal, con sus incidencias negativas desde el punto de vista económico y social, era financiado y cubierto con la emisión de nueva moneda que carecía de respaldo económico adecuado, provocando la inflación. "Para evitar estos yerros que tan caro han pagado la población de los estados y que ha repercutido negativamente en la sanidad de las economías, la banca central moderna no maneja ni gestiona el crédito público". Nuestro régimen jurídico –dijo– sigue esta línea de pensamiento. El art. 226 Cn. encomienda las finanzas públicas al Órgano Ejecutivo; luego, la legislación secundaria a través de la Ley Orgánica de la Administración Financiera del Estado (conocida como Ley SAFI) encomienda a la Dirección General del Crédito Público el manejo y administración del crédito público, que tiene por finalidad obtener, dar seguimiento y controlar recursos internos y externos originados por vía de endeudamiento público, regulando y reglamentando el Título V de dicha ley ampliamente la materia. Por lo tanto, dijo que puede comprobarse que la legislación secundaria cumple con la normativa constitucional, específicamente la LOBCR y la Ley SAFI. f. Por otra parte, se refirió a la custodia de las reservas internacionales, diciendo que por medio de la administración de las mismas el BCR ejerce su función de preservar la estabilidad del valor externo de la moneda. Así, las reservas internacionales constituyen una reserva de divisas para atender posibles demandas de moneda extranjera, sin las cuales se afectaría la estabilidad del valor externo del colón. La administración de estas incluye –dijo– la compra y venta de moneda extranjera, así como la de instrumentos financieros y metales preciosos. Sin embargo, llamó la atención a que el peticionario no invoca ninguna disposición constitucional que resulte transgredida por el art. 3 ord. 1º de la LOBCR. g. Finalmente, dijo que la demanda del ciudadano Flores trata de demostrar la inconstitucionalidad de los arts. 80 y 100 de la ley impugnada porque considera que vulneran el art. 225 Cn., el cual prescribe que sólo cuando la ley lo autorice, el Estado para la consecución de sus fines podrá separar bienes de la masa de la Hacienda Pública o asignar recursos del fondo general para la constitución o incremento de patrimonios especiales destinados a instituciones públicas. Al respecto, dijo que el precepto constitucional y las disposiciones legales mencionadas no guardan relación entre sí, y resulta imposible armonizarlas debido a que se refieren a fenómenos o eventos distintos. Los preceptos legales tratan la disminución o pérdida del patrimonio del BCR y la disposición constitucional se refiere a la asignación de fondos destinados a crear entes descentralizados o a incrementar sus patrimonios; las pérdidas o disminuciones patrimoniales de los entes descentralizados no son objeto de un tratamiento constitucional. Con base en las anteriores razones, el Presidente de la República concluyó que no existe la inconstitucionalidad de contenido alegada por el demandante, por lo que pidió a este tribunal que se declare sin lugar la inconstitucionalidad del D. L. N° 746/1991, por el cual la Asamblea Legislativa emitió la Ley Orgánica del Banco Central de Reserva. 4. Al contestar el traslado de ley, el Fiscal General de la República, Dr. Manuel Córdova Castellanos, se refirió por separado a cada uno se los vicios de inconstitucionalidad alegados por el demandante, de la siguiente forma: A. Sobre la inconstitucionalidad por vicio de forma, procedió a examinar el capítulo de la Constitución relativo a la hacienda pública, y comenzó por referirse al art. 223 Cn. que define los elementos que conforman la misma, diciendo que tal concepto es diferente del concepto de finanzas públicas. El art. 223 Cn. menciona los bienes que forman la Hacienda Pública, es decir, el patrimonio del Estado y las obligaciones a su cargo, de lo cual se establece que bajo tal concepto se entiende el conjunto de bienes que pertenecen al Estado. En cambio, finanzas públicas es, según el mencionado funcionario, un galicismo que se identificó incorrectamente con hacienda pública, pero que en realidad es un concepto diferente y más amplio, "una ciencia que implica la fijación de políticas financieras para el mantenimiento y desarrollo del Estado y de la propia Hacienda Pública, así como la administración y manejo de ésta, pero que comprende también aspectos relacionados con la economía privada, los incentivos y correctivos de la misma, como formando parte de la situación económica del Estado". En ese orden, afirmó que la dirección de las finanzas públicas –en su sentido amplio y restringido– le corresponde al Órgano Ejecutivo "en el Ramo respectivo", que puede desarrollar a través de varios Ministerios, como podrían ser el de Economía, Hacienda, Agricultura y Ganadería o anteriormente el de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Social. Por consiguiente, al no referirse la LOBCR a la "Hacienda Pública", en su sentido restringido, pudo legalmente someterse el proyecto a conocimiento de la Asamblea Legislativa por medio del Ministerio de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Social. Por otro lado, opinó que el art. 226 Cn. únicamente determina que la dirección de las finanzas públicas le corresponde al Órgano Ejecutivo, pero en ninguna forma determina cuál ramo del Ejecutivo debe ejercer tal dirección pues sólo menciona el "Ramo correspondiente". Y es que, de conformidad con el art. 150 Cn. el Órgano Ejecutivo está integrado por el Presidente de la República, el Vicepresidente, los Ministros, Viceministros y sus funcionarios dependientes; por su parte el art. 159 Cn. establece que "para la gestión de los negocios públicos habrá las Secretarías de Estado que fueren necesarias, entre las que se distribuirán los diferentes Ramos de la Administración". Con sólo estas dos disposiciones –dijo– queda claro que la Constitución no estableció las atribuciones que le corresponderían a cada Secretaría de Estado y únicamente hizo una referencia en el caso de la Defensa Nacional y la Seguridad Pública, que ordenó que estuvieran adscritos a Ministerios diferentes. La decisión le corresponde al Presidente de la República que, por asignar el art. 226 Cn. la dirección de las finanzas públicas al "Organo Ejecutivo, en el Ramo correspondiente", puede designar a cualquier Ministerio que sea adecuado, sin romper la lógica administrativa de la competencia que le corresponde a cada uno, a veces compartida. Por otro parte –señaló–, el art. 133 ord. 2º Cn. establece que tiene iniciativa de ley "el Presidente de la República, por medio de sus Ministros"; de ahí que, si el Presidente de la República es la cabeza del Órgano Ejecutivo y es quien tiene iniciativa de ley, a él le corresponde decidir por medio de qué Ministerio propone determinado proyecto de ley a la Asamblea Legislativa, siempre que con ello no violente los campos específicos que constitucionalmente se pueda haber asignado como pertenecientes al Ministerio de Trabajo, Ministerio de Economía o el Ministerio de Hacienda, que tienen apartados especiales en la Constitución, aunque a ninguno de éstos les corresponde directamente, por mandato constitucional, la dirección de la Finanzas Públicas ni tienen iniciativa de ley. En consecuencia, dijo que la LOBCR no le otorga a dicho banco "la dirección de las finanzas públicas", que según el art. 226 Cn. le corresponde al Ejecutivo, en el ramo correspondiente, sino que en el art. 3 únicamente se le ordena velar por la estabilidad de la moneda y mantener las condiciones financieras más favorables para la estabilidad de la economía nacional; sólo se le está imponiendo la obligación de "mantener" esas condiciones, pero no la facultad de tener la dirección de las finanzas públicas, la que siempre le corresponde al Órgano Ejecutivo, al Presidente de la República. También dijo que la moneda no es patrimonio exclusivo del Estado, en el sentido que lo es la Hacienda Pública, sino que también pertenece a los particulares en la medida en que la poseen legalmente. La inestabilidad de la moneda afecta la economía en general, privada o pública de la Hacienda Pública, por consiguiente, dijo que la LOBCR no es propiamente de la Hacienda Pública y podía someterse a conocimiento de la Asamblea Legislativa por medio del Ministerio de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Social. Por tanto, sostuvo que sobre este vicio no existe la inconstitucionalidad alegada por el ciudadano Ulises Flores. B. En cuanto a la inconstitucionalidad por vicio de contenido señaló que la dirección de las finanzas públicas le corresponde efectivamente al Presidente de la República como cabeza del Ejecutivo, y que la asignación al BCR de la atribución de "velar por la estabilidad de la moneda" y "mantener (...) las condiciones monetarias, cambiarias y crediticias y las financieras más favorables para la estabilidad de la economía nacional", no implica delegar la atribución del Ejecutivo de dirigir la "política financiera", sino que únicamente se le asigna al BCR una función administrativa o de ejecución de determinada política financiera ya señalada en el Programa de Gobierno que elabora el Ejecutivo. Señaló asimismo que el Considerando III de la ley impugnada justifica que dicho banco debe tener suficiente autonomía institucional y preservar su carácter técnico para formular y ejecutar dentro del programa monetario las políticas monetaria, cambiaria y crediticia que aseguren la estabilidad y crecimiento de la economía". Ese programa, de conformidad con el art. 29 de la referida ley, es presentado al Presidente de la República, pero esa presentación no puede ser un mero acto de cortesía o de comunicación de una decisión final ya formulada, como lo pretende el demandante, al señalar que el Presidente de la República "no puede hacer nada más", pues la facultad constitucional de dirigir las finanzas públicas es de mayor jerarquía que cualquier ley secundaria y por consiguiente, la interpretación correcta y constitucional de aquella disposición es que, al ser presentado el Programa al Presidente de la República, éste pueda ejercer la dirección de la política financiera, como lo ordena la Constitución, haciendo las observaciones y correcciones que crea convenientes, que puede formular directamente o por medio del Presidente o los miembros del Consejo Directivo nombrados a propuesta de los Ministerios señalados. La afirmación hecha por el demandante de que el Órgano Ejecutivo, el Presidente de la República y los Ministros "quedan totalmente marginados de participar en áreas de su competencia por mandato constitucional" porque "tienen la responsabilidad (...) pero están privados de las facultades necesarias para cumplir con ea responsabilidad", es ilógica gramatical y constitucionalmente, según el Fiscal General de la República. Y es que, el Presidente de la República, desarrollando la facultad que le conceden los arts. 226 Cn. –dirección de las finanzas públicas– y 168 ord. 15° Cn. –velar por la eficaz gestión y realización de los negocios públicos–, traza la dirección política financiera del Estado, comprendida la monetaria, que posteriormente debe desarrollar el BCR en cumplimiento de sus objetivos primordiales. Por otra parte dijo que, como el propio demandante lo reconoce, la política financiera comprende otros campos que exceden al de la mera estabilidad monetaria; por consiguiente, el objetivo o finalidad asignada al BCR no es inconstitucional por no implicar delegación de la facultad que le corresponde al Ejecutivo de conformidad con el art. 226 Cn., quien puede ejercerla en uso de la jerarquía constitucional de la misma. En cuanto a que el Presidente del BCR sea inamovible, dijo que ello carece de implicaciones constitucionales, y por tanto afirmó únicamente que no es cierto, y el hecho que la misma ley establezca que pueda ser removido por el Consejo de Ministros no es inconstitucional, ya que las atribuciones constitucionales de dicho consejo son exclusivas de él, pero no excluyentes de otras que se le otorguen por ley secundaria. Al referirse a la violación del art. 226 Cn. dijo que la ley que establezca una prohibición de proporcionar recursos al gobierno, no es inconstitucional si no existe una disposición constitucional que le ordene hacerlo; es más, doctrinariamente puede ser considerado hasta conveniente. No es cierto entonces –afirmó– que haya oposición con el art. 226 Cn., por el contrario, tiene por objeto conservar el equilibrio del presupuesto y la estabilidad financiera, porque sería fácil elaborar presupuestos excesivos acudiendo a prestamos del BCR para establecer el equilibrio presupuestario. Por otro lado, dijo que el argumento del demandante que en el art. 100 de la LOBCR se establece que el Estado debe restituir las pérdidas del banco derivadas de las operaciones establecidas en la Ley Saneamiento y Fortalecimiento Financiero de Bancos Comerciales y Asociaciones de Ahorro y Préstamo, no es un caso que esté relacionado con el art. 225 Cn. En el caso de la ley impugnada –opinó–, se trata únicamente del hecho que el Estado ha tomado a su cargo la obligación de restituir esas pérdidas dentro de un contexto global de saneamiento y fortalecimiento del sistema financiero que le corresponde al Estado, pero en ninguna forma se esta haciendo la separación de bienes o asignación de recursos, sino únicamente establece la obligación. En todo caso, estando consignado en una ley secundaria, se estaría en la situación prevista por el art. 225 Cn. es decir, que "la ley lo autorice". Concluyó diciendo el Fiscal General de la República que no hay inconstitucionalidad en el proceso de formación de la ley por haberse propuesto el proyecto por medio de la Ministra de Planificación y Coordinación Económica y Social, pues no se trata de una ley que regule cuestiones propiamente relativas a la Hacienda Pública, como patrimonio del Estado de acuerdo al contenido del art. 223 Cn. Y que tampoco existe inconstitucionalidad material por cuanto no hay delegación de la facultad del Ejecutivo de tener "la dirección de las finanzas públicas" al BCR, ya que únicamente se le ha otorgado la finalidad de "velar por la estabilidad de la moneda" y "mantener las condiciones financieras más favorables para la estabilidad de la economía nacional", lo que constituye una actividad sometida a la dirección política financiera del Órgano Ejecutivo, que comprende los aspectos económicos referidos a la actividad privada y los propiamente financieros. II. Expuestos los argumentos del demandante para evidenciar la inconstitucionalidad de la ley impugnada, las razones aducidas por la Asamblea Legislativa y el Presidente de la República para justificar su emisión y la opinión del Fiscal General de la República, previo a decidir en el fondo sobre lo planteado por el peticionario, es necesario hacer una ordenación de los argumentos esgrimidos en su demanda, a fin de examinarlos lógicamente. En lo que el peticionario llamó primera sección de la demanda, expuso los motivos advertidos por él sobre la supuesta inconstitucionalidad de contenido, diciendo que los arts. 3, 29, 30, 31 y 32 del D. L. N° 746/1991 vulneran la Constitución en su art. 86 –prohibición de delegación de atribuciones–, y arts. 111 inc. 2° y 226 Cn. –que según el actor otorgan al Órgano Ejecutivo la dirección de la finanzas públicas–; los arts. 74 y 75 del decreto impugnado vulneran a su entender el 225 Cn.; y los arts. 80 y 100 violan el art. 226 Cn. Luego, en lo que denominó segunda sección de la demanda constan los motivos que advirtió sobre la inconstitucionalidad de forma, los cuales a su juicio son: primero, vicio en el procedimiento de formación en tanto el decreto impugnado fue propuesto por el Presidente de la República a través de un ministro que no era el competente, con lo cual se ha vulnerado el art. 163 Cn.; y segundo, el refrendo del mencionado decreto se dio por un ministro que no era el apto, con lo cual también se viola el art. 163 Cn. Se advierte que, en relación con el esquema propuesto por el demandante, esta Sala puede examinar dichos motivos de acuerdo a un orden más conveniente, a fin que los efectos de su pronunciamiento sean lógicos y coherentes con los vicios planteados. Razón por lo cual en la presente decisión se examinará en primer lugar el motivo de inconstitucionalidad que se fundamenta en vicio de forma, pues si este se llega a establecer, la consecuencia sería expulsar todo el decreto del ordenamiento jurídico, haciendo innecesario el examen de los motivos de contenido; si, por el contrario, se establece que no existe la inconstitucionalidad alegada, corresponderá entonces examinar los vicios de contenido planteados en la demanda, cuyas consecuencias no serán extensivas a todo el decreto, sino únicamente a las disposiciones específicas señaladas. III. Aclarado lo anterior, es procedente pasar a anotar ciertos aspectos que son propios de la inconstitucionalidad por vicio de forma, y que resultan relevantes para efecto de la presente decisión: 1. En la jurisprudencia de esta Sala se ha distinguido entre una inconstitucionalidad por vicio de forma y una por vicio de contenido –sobre la cual se hará referencia más adelante–, y se ha dicho que el objeto del proceso de inconstitucionalidad, entendido dicho concepto como la materia o el sustrato sobre el cual recaen las actuaciones de los sujetos procesales, está constituido, cuando se refiere a vicio de forma o procedimiento, por la pretensión que esta Sala invalide la disposición estimada inconstitucional, por no cumplir la misma con los requisitos formales establecidos por la disposiciones constitucionales que rigen su validez. Es pertinente aquí recordar que, para que una disposición sea conforme a la Constitución deben cumplirse dos aspectos básicos: uno formal, en tanto que su producción debe verificarse por los órganos y conforme al procedimiento que la misma Constitución prescribe, además que debe respetarse la distribución de materias cuya regulación la Ley Suprema asigna a diferentes órganos y entes; y otro material, que se deriva del hecho que la Constitución condiciona normativamente el contenido del ordenamiento jurídico. Ello implica un condicionamiento positivo, pues desde la misma Constitución se establece una disciplina constitucional de las fuentes al determinar cuáles son los actos normativos válidos y cuál la relación entre ellos. En tal sentido, la Constitución establece una doble limitante para los órganos encargados de la producción normativa: por un lado, sólo podrán producir normas jurídicas conforme a los procedimientos constitucionales establecidos para tal efecto; y por otro, únicamente podrán formar parte del ordenamiento jurídico aquellas normas que no contraríen el contenido de la Constitución. 2. Por otro lado, debe señalarse también que la pretensión –en este caso la pretensión de inconstitucionalidad– ejerce una importante función determinadora del proceso de inconstitucionalidad, ya que éste se inicia, mantiene y concluye para decidirla, vale decir, para desarrollar los actos procesales pertinentes que permitan a este tribunal conocer suficientemente el asunto que se va a decidir y, consecuentemente, emitir un pronunciamiento sobre la conformidad o disconformidad de la disposición impugnada con la Constitución. El proceso de inconstitucionalidad, dada su configuración legal como control abstracto de constitucionalidad de las normas, no exige como fundamento de su pretensión la existencia de hechos concretos que afecten la esfera jurídica del pretensor, por lo que la causa o título de la pretensión en este proceso radica en los motivos de inconstitucionalidad que alega el demandante; en tal sentido, en la pretensión de inconstitucionalidad los motivos alegados por el demandante vienen a configurar el aspecto fáctico o material que constituye su causa. 3. Asimismo, es necesario reiterar lo que antes se ha señalado en la jurisprudencia de este tribunal, en el sentido que la pretensión de inconstitucionalidad fundada en un vicio de forma o de procedimiento, no debe basarse en cualquier inobservancia a las formas de ese procedimiento; es decir, que la inconstitucionalidad por vicio de forma no radica en cualquier transgresión en el proceso de formación de la ley, sino sólo aquéllas que con su inobservancia inciden negativamente en lo que la Constitución establece a través de los principios democrático, de pluralismo, de publicidad, de contradicción y seguridad jurídica, que condicionan el proceso de formación de la ley –Sentencia de 30-VI-1999, dictada en el proceso de Inc. 8-96, Considerando II 1–. Y es que, lo que se pretende proteger son las formas, no por las formas mismas sino por los principios que subyacen a ellas, por lo que no toda transgresión al procedimiento de formación de la ley produce la inconstitucionalidad formal de ésta. No se trata de reconocer que por medio del proceso de inconstitucionalidad se deban proteger simples estructuras formales de procedimiento, ya que en tal caso se estaría desnaturalizando el verdadero sentido de la defensa de la Constitución hecha a través de este proceso, la cual en su dimensión esencial significa la protección del orden constitucional –Sentencia de 26-IX2000, dictada en el proceso de Inc. 24-97, Considerando V 1–. En definitiva, si bien esta Sala se encuentra habilitada para conocer sobre la inconstitucionalidad de disposiciones generales, impersonales y abstractas por vicios de forma, no pretende proteger cualquier infracción a los requisitos formales del procedimiento de formación de leyes, sino solo aquellas de tal trascendencia que vulneren principios fundamentales del orden constitucional. IV. Establecido lo anterior, es procedente determinar la significación de algunos conceptos básicos relacionados con la decisión a tomar en cuanto a este motivo, para lo cual, en el presente Considerando, habrá de establecerse el sentido de la iniciativa de ley que el 133 ord. 2° Cn. confiere al Presidente de la República, por medio de sus ministros (1); y determinarse la incidencia del refrendo ministerial a que se refiere el art. 163 Cn., como condición de validez de los decretos, acuerdos, órdenes y providencias del Presidente de la República (2). 1. A. En relación con el tratamiento que la Constitución da a la iniciativa de ley en su art. 133, especialmente en el ord. 2°, es de recordar que la ley no es un acto aislado, sino el resultado de un procedimiento que conlleva una serie de actividades ordenadas a la consecución de un fin, y que implican el ejercicio de la potestad legislativa; dentro de este proceso de formación de la ley se comprenden las fases de iniciativa, discusión y aprobación, sanción, promulgación y publicación, siendo que –como ha sostenido este tribunal en la Sentencia de 19-VI-1987, dictada en el proceso de Inc. 1-87, Considerando IV–, "la falta de uno de esos pasos o el realizarlos en violación a las regulaciones constitucionales acarrea la inconstitucionalidad de una ley por defectos en la forma". De estas fases, las que se desarrollan ante o por el Órgano Legislativo son: iniciativa, discusión y aprobación; mientras que, las que se ejecutan por el Órgano Ejecutivo son las de sanción y promulgación. Además, a este último le corresponde la publicación como uno de los requisitos de vigencia, el cual eventualmente puede realizarlo también el Órgano Legislativo. B. La iniciativa como primera fase del proceso de formación de la ley, presenta dos subfases: la primera, relativa a los trabajos preparatorios, la cual no es considerada formalmente como parte del procedimiento antes dicho, sino es la fase final del proceso de formación de la voluntad política, la cual en buena parte es extrajurídica y prácticamente no juridificable; la segunda, denominada sub-fase de iniciativa, es la fase introductoria e instauradora del proceso de formación de ley, constituye el requisito necesario para que el procedimiento se origine y consiste en la facultad que tienen ciertos funcionarios, órganos o entidades del Estado para presentar a la Asamblea Legislativa un proyecto de ley sobre una cuestión determinada, con la obligación de esta de discutir y decidir la aprobación o no del proyecto. La Constitución confiere iniciativa de ley sólo a los funcionarios, órganos o entidades públicas que taxativamente se indican en el art. 133, quienes son los únicos facultados para hacerlo. Esta circunstancia responde a la finalidad de someter la iniciativa legislativa a los requerimientos jurídicos del Estado de Derecho, en el sentido de impedir el abuso en la producción de leyes, limitando y controlando a quienes pueden promover e impulsar el procedimiento de formación de tales, considerando que el Derecho es la única forma en el Estado Constitucional de legitimar el ejercicio de las potestades derivadas del poder público. Además, el sistema salvadoreño de iniciativa de ley presenta las siguientes características: difuso, dada la pluralidad de sujetos con capacidad para iniciar el procedimiento legislativo; cerrado, pues no existen otros titulares de iniciativa legislativa que los que expresamente señala la Constitución; e integrador, si se consideran generales las iniciativas de los diputados y del Presidente de la República por medio de sus ministros, y específica la iniciativa concedida a otros titulares, tales como la Corte Suprema de Justicia y los Concejos Municipales. C. Debido a que la iniciativa de ley conferida al Presidente de la República –ord. 2° del art. 133 Cn.– se encuentra revestida de algunas particularidades que le diferencian de la conferida a los otros funcionarios o entes públicos, y tratándose de uno de los aspectos que analiza el demandante en el presente caso, es necesario hacer algunas consideraciones sobre la misma. a. Así, se tiene en primer lugar que el referido ordinal establece que el Presidente de la República tiene iniciativa de ley por medio de sus ministros; lo cual claramente significa que no puede ejercerla directamente, sino que en la presentación del anteproyecto de ley que ha de someter a la Asamblea Legislativa necesariamente debe intervenir otro funcionario del Ejecutivo, específicamente un Ministro. b. Ahora bien, debe considerarse que la mencionada disposición no implica que el acto de presentar el anteproyecto de ley deba hacerse a través de todos los ministros, sino basta que lo haga a través de uno de ellos; además, tal dicha disposición no especifica que deba ser un ministro determinado quien deba presentarlo a la Asamblea Legislativa, de lo cual puede inferirse que cualquiera de ellos puede hacerlo; distinto al caso del art. 163 Cn., según el cual el refrendo y comunicación de los actos mencionados en tal disposición corresponde hacerlo a los ministros "en sus respectivos ramos". Lo dicho basta para concluir que, en el caso de la iniciativa de ley, el Ministro por medio del cual el Presidente de la República la ejerce no necesariamente tiene que ser el que esté relacionado con el contenido de la materia que se pretende regular en esa ley. Lo que exige el art. 133 ord. 2° Cn. es que, en la presentación del anteproyecto de origen ejecutivo a la Asamblea Legislativa –cuya iniciativa corresponde al Presidente de la República–, haya intervención de por lo menos un Ministro. 2. Por otra parte, el ciudadano Ulises Flores sostiene que existe inconstitucionalidad por vicio de forma del D. L. N° 746/1991, al haber sido refrendado por autoridad no competente –Ministra de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Social– . Sobre ello, esta Sala hace las siguientes consideraciones: A. El art. 150 Cn. prescribe que el Presidente y el Vicepresidente de la República, los Ministros y Viceministros de Estado y sus funcionarios dependientes, integran el Órgano Ejecutivo; luego, el art. 159 señala que para la gestión de los negocios públicos habrá Secretarías de Estado, entre las cuales se distribuirán los diferentes ramos de la Administración, y se establece además que cada secretaría estará a cargo de un Ministro que podrá actuar en colaboración de uno o más Viceministros. No sobra aquí advertir que en la última de estas disposiciones citadas, la Constitución utilizó el concepto de "Secretarías de Estado" y no de Ministerios; sin embargo, dichos términos han de entenderse como sinónimos, ya que ambos se refieren a los despachos o unidades administrativas por medio de los cuales se cumplen las principales tareas administrativas encargadas al Ejecutivo. B. Por otra parte es de señalar, que en un sistema presidencialista como el salvadoreño, los ministros son nombrados y removidos por el Presidente de la República, de acuerdo a lo que establece el art. 162 Cn.; estos funcionarios, además de cumplir con los requisitos de idoneidad que para ellos prescribe la Ley Suprema, deben ser personas de confianza del Presidente, con lo cual, la designación y suspensión de estos queda librada a la plena discreción del Jefe de Estado. En cuanto a las áreas funcionales en las que estos Ministros actúan, básicamente son dos: la primera, de carácter meramente administrativo, que comprende las funciones ministeriales tales como la jefatura, dirección, control y superintendencia de las oficinas, emitir circulares e instrucciones y manejar el régimen económico-financiero de sus departamentos; la segunda, de tipo político, implica la ejecución o puesta en marcha del proyecto político que se impulsa desde el Ejecutivo. Esta última comprende un componente de control, que opera frente a otros funcionarios públicos, tal es el caso del refrendo ministerial establecido en el art. 163 Cn., que viene a constituir un ejemplo de control intraorgánico. a. Partiendo de esta segunda área funcional, es preciso referirse a la teoría de los controles constitucionales, teoría que presupone el tema de la organización o estructura del Estado conforme a la Constitución. Efectivamente, el punto de partida es que el control es un elemento inseparable del concepto de Constitución, pues si se pretende dotar de operatividad y de eficacia a dicha norma, ha de entenderse entonces que está estrechamente vinculada a la teoría del control. La Constitución ordena los cometidos de los distintos órganos y entes que ejercen el poder público de manera que se posibilite la complementariedad de éstos entre sí y que se garantice la responsabilidad, el control y la limitación del poder en el proceso de adopción de las decisiones estatales, con lo cual puede decirse que la Constitución al distribuir las atribuciones y competencias entre los distintos órganos por ella creados, y al establecer la obligación de ejercicio conjunto en la formación de la voluntad estatal, limita al mismo tiempo el ejercicio del poder. Es en esta dinámica de interacción en el proceso político que se desarrolla la teoría de los controles constitucionales. b. Básicamente dos son los tipos de control constitucional: el control intraorgánico y el control interorgánico; por el primero se entiende el que opera dentro de la organización de un mismo titular del poder; mientras que por el segundo se concibe al que funciona entre diversos titulares del poder que cooperan en la gestión estatal, vale decir que se trata de un control entre diferentes órganos, v. gr., la intervención del Órgano Ejecutivo a través del Presidente de la República en el proceso de formación de la ley, en su fase final. Es decir, en este segundo caso se trata de un control de colaboración entre órganos –pues están acoplados constitucionalmente y sólo actuando en conjunto podrán llevar a cabo determinadas tareas– cuya naturaleza es política; tal atribución deriva de un mandato constitucional al distribuir las atribuciones y competencias entre los distintos órganos en ella creados, por la existencia de una necesidad de colaborar en la formación de la voluntad estatal, con lo que se limita el ejercicio del poder. C. En el presente caso se ha señalado por el demandante que el D. L. N° 746/1991 adolece de inconstitucionalidad por vicio de forma, en tanto fue refrendado por un Ministro que –a su juicio– no era el competente, y fundamenta su argumento en el art. 163 Cn. cuyo texto prescribe: "Los decretos, acuerdos, órdenes y providencias del Presidente de la República deberán ser refrendados y comunicados por los Ministros en sus respectivos Ramos o por los Viceministros en su caso...". Partiendo de lo establecido en dicho artículo, es necesario delimitar qué se entiende por refrendo ministerial en la Constitución Salvadoreña. a. Se entiende que la naturaleza del refrendo ministerial es la de ser un control constitucional. Es un mecanismo por el cual los Ministros, al consentir un acto del Jefe de Estado –refrendo material–, no solo asumen cierto grado de responsabilidad mediante la firma que estampan al pie del documento en que normalmente se concreta –refrendo formal–, sino que además ejecutan el requisito que da autenticidad legal a los actos del Jefe de Estado o Presidente de la República –decretos, acuerdos, órdenes y providencias–. La firma del Ministro puesta al pie del documento es un acto "certificante" del actuar del Jefe de Estado, que tiene por objeto limitar –pero no anular– el poder personal del que goza aquél. Es decir, que el poder asignado al Presidente de la República se ejercita realmente a partir de la firma puesta por el Ministro, lo cual se deduce claramente de lo prescrito por el art. 163 Cn., según el cual sin los requisitos de refrendo y comunicación del Ministro correspondiente, los actos del Presidente –decretos, acuerdos, órdenes y providencias– no tendrán autenticidad legal. b. Por otra parte, debe tenerse en cuenta que en ocasiones el refrendo se configura por la concurrencia de varios ministros, lo cual podría dar lugar a creer que se trata de un acto complejo, formado por el concurso de varios órganos, sujetos o voluntades que se funden y unifican en una sola, con unidad de contenido y unidad de fin. Sin embargo, el acto del Presidente de la República que ha sido refrendado por más de dos ministros no es un acto complejo, no es un acto que se forma con el concurso de varios órganos o sujetos con unanimidad de contenido y de fin, sino que se trata de un acto colectivo que se forma con distintas voluntades concurrentes, pero todas ellas radicadas en el Órgano Ejecutivo. c. Finalmente debe mencionarse que el refrendo, ya sea que se emita por un solo ministro o por varios, debe serlo por el o los ministros del ramo correspondiente, de acuerdo a lo prescrito por el art. 163 Cn., es decir, por el o los Ministros directamente relacionados con el contenido de la materia que se pretende regular en esa ley; aunque esto no debe interpretarse como un mandato que implique la concurrencia de todos los ministros que estén vinculados con el contenido de la norma que haya de refrendarse, pues basta la concurrencia de uno de ellos para que dicho acto del Presidente de la República tenga autenticidad legal. V. Expuestas las anteriores consideraciones, corresponde ahora decidir en el fondo sobre los motivos de inconstitucionalidad por vicio de forma planteados por el peticionario en su demanda. 1. En primer lugar, debe fallarse sobre el motivo de forma relativo al vicio en la iniciativa de ley al emitir la Ley Orgánica del Banco Central de Reserva. El peticionario ha dicho que el D. L. N° 746/1991, que contiene la LOBCR, es inconstitucional en su forma porque fue propuesto a iniciativa del Presidente de la República por medio de la Ministra de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Social y no por el Ministro de Hacienda, con lo cual se vulneró el art. 163 Cn. De acuerdo a lo expuesto en el parágrafo 1 del Considerando anterior, se advierte que la Constitución no impone en el art. 133 ord. 2° que el Presidente de la República esté obligado a presentar un proyecto de ley a través del ministro del ramo correspondiente, es decir, a través del ministro que conoce del área a la cual el proyecto de ley esta destinado regular; pues tal disposición únicamente señala que debe hacerlo a través de sus ministros, sin agregar el calificativo de "ramo correspondiente". En tal sentido, desde el punto de vista constitucional la iniciativa puede realizarla el Jefe de Estado por medio de cualquier ministro, pues dicha fase del procedimiento de formación de la ley tiene una regulación diferente a lo que establece el art. 163, que en el refrendo ministerial exige la participación del ministro del ramo correspondiente, condicionando a que si no interviene este, los actos del Presidente no tendrán autenticidad legal. Se concluye, entonces, que el anteproyecto del D. L. N° 746/1991, al haber sido presentado a la Asamblea Legislativa por la titular del entonces Ministerio de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Social, en nada contradice al art. 133 ord. 2° Cn. En consecuencia, respecto de tal vicio de forma, la Ley Orgánica del Banco Central de Reserva no es inconstitucional, y así debe declarase en la presente sentencia. 2. El segundo motivo de inconstitucionalidad por vicio de forma sobre el cual debe fallarse radica en que el decreto impugnado –de acuerdo al demandante– no fue refrendado por el ministro del ramo correspondiente, vulnerándose así el art. 163 Cn. Al respecto consta en el Considerando que antecede, parágrafo 2, el análisis que sobre el tema del refrendo ministerial ha hecho esta Sala, en donde efectivamente se ha establecido que en el art. 163 Cn. existe un mandato para que los actos del Presidente de la República, a saber decretos, acuerdos, órdenes y providencias –entre los cuales se incluye la sanción de un decreto legislativo– sean refrendados por el ministro del ramo correspondiente, a efecto de que estos tengan autenticidad legal. En el presente caso, se tiene que el D. L. N° 746/1991 fue refrendado por la entonces Ministra de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Social. Aunque dicho Ministerio no existe en la actualidad debido a que fue suprimido del Reglamento del Órgano Ejecutivo por el decreto ejecutivo que supra se ha mencionado, durante su existencia tenía, entre sus atribuciones, la de asistir y asesorar al Presidente de la República, al Consejo de Ministros y a los demás entes del Sector Público en materia de políticas, estrategias, planes, programas y proyectos económicos, sociales e institucionales para el desarrollo. En tal sentido no resulta contrario a la Constitución el refrendo hecho por la entonces Ministra de Planificación, pues según el régimen jurídico que regulaba su funcionamiento existía relación entre sus atribuciones y el contenido del decreto refrendado, ya que la ley que regula al BCR tiene un nexo material con lo que genéricamente el Reglamento Interior del Órgano Ejecutivo denominaba políticas, estrategias, planes, programas y proyectos económicos, sociales e institucionales para el desarrollo. En consecuencia, se concluye que, en el caso de la LOBCR, no se ha violentado lo prescrito el art. 163 Cn., por lo cual, respecto de tal vicio de forma, la Ley Orgánica del Banco Central de Reserva de El Salvador no es inconstitucional, y así debe declararse en la presente sentencia. VI. Habiéndose establecido que no ha existido la inconstitucionalidad de forma en el procedimiento de formación de la LOBCR, corresponde ahora pasar a estudiar la inconstitucionalidad de contenido alegada por el ciudadano Ulises Flores. Al respecto y previo a efectuar un análisis de fondo sobre tal motivo, es pertinente efectuar algunas consideraciones en relación a la configuración de la pretensión del demandante. 1. Debe recordarse que cuando se trata de vicio de fondo, la pretensión tiene como fin lograr de esta Sala un pronunciamiento por el cual se invalide una o varias disposiciones infraconstitucionales que el demandante estima incompatible con la Constitución, en virtud de contener un mandato que, considerado en abstracto, posee un sentido opuesto al mandato de la disposición constitucional propuesta como parámetro de control. En tal sentido, se ha venido perfilando a través de la jurisprudencia de este tribunal la existencia de una serie de requisitos y elementos que deben concurrir a formar la pretensión de inconstitucionalidad –sobre la cual girará toda la actividad a que da lugar un proceso de inconstitucionalidad–, pues con ello se respetan los parámetros de competencia que la Constitución y la misma Ley de Procedimientos Constitucionales otorgan a esta Sala; especialmente en lo relativo a que la configuración de la pretensión de inconstitucionalidad depende de la parte actora, y por ello no es dable que sea el tribunal juzgador el que entre a configurar la misma, pues en tal caso estaría violando el principio de imparcialidad judicial. Por tanto, en todos los casos corresponde a esta Sala únicamente pronunciarse sobre la existencia o no de la inconstitucionalidad alegada por los demandantes, siempre que los argumentos esgrimidos por los mismos lleven a la indubitable conclusión que es imposible encontrar alguna vía alterna que permita dar paso a una interpretación conforme a la Constitución y con ello mantener la disposición dentro del sistema jurídico. A. Entre los elementos que deben concurrir en la conformación de la pretensión de inconstitucionalidad –especialmente los que dependen de la actividad del actor– para tenerla por plena y adecuadamente configurada, está que el actor presente una confrontación internormativa de cuyo resultado pueda establecerse la compatibilidad o incompatibilidad entre la disposición legal y la Constitución; es decir, para que el control recaiga sobre el fondo o contenido de ciertas disposiciones, es indispensable que el pretensor en procesos de inconstitucionalidad señale de forma específica la norma que pretenda sea objeto del control jurisdiccional de constitucionalidad, y al mismo tiempo, en la configuración de la confrontación internormativa, señale la disposición constitucional –y especialmente la norma que emana de la misma– cuyo contenido supuestamente viola la norma inferior. Se trata pues de que los argumentos giren en torno a demostrar la supuesta inconstitucionalidad y que la petición que se haga al final de la demanda guarde la debida coherencia con lo argumentado en la misma. Esto implica que la actividad del peticionario plasmada en la demanda, debe reflejar un esfuerzo intelectual para determinar específicamente cuáles de todas las disposiciones de un cuerpo normativo se encuentran supuestamente conculcando el orden constitucional, para conseguir la individualización de las mismas y para que sean esas disposiciones infraconstitucionales las específicamente sometidas al control jurisdiccional. B. En ese orden de ideas, cuando el demandante argumenta una supuesta inconstitucionalidad en su contenido de algunas de las disposiciones de un cuerpo legal, no puede pretender –en la parte petitoria de la demanda– que esta Sala declare inconstitucional todo el cuerpo normativo, pues no es dable tal pronunciamiento en tanto hay ausencia de argumentación sobre el resto de las disposiciones legales; de manera que, la petición en concreto debe guardar coherencia con las confrontaciones internormativas expresamente señaladas y los argumentos o fundamento fáctico de la pretensión relacionados directamente con las mismas, de lo contrario existe un vicio en la pretensión por la ausencia de coherencia entre la petición de la parte actora y las confrontaciones internormativas que puedan haber dado origen a los mismos. 2. Con base en la anterior exposición, al analizar la pretensión del ciudadano Ulises Flores en lo referente a la inconstitucionalidad por vicio de contenido de la LOBCR, se advierte que la misma presenta ciertas deficiencias que obligan a esta Sala apuntar lo siguiente: En el caso planteado, se puede advertir que existe disconformidad entre los argumentos del demandante tendentes a evidenciar la inconstitucionalidad de ciertas disposiciones de la LOBCR y la parte petitoria de su demanda, pues sólo confronta algunas de ellas con la Ley Suprema y sin embargo solicita se declare inconstitucional la totalidad del cuerpo normativo. Situación que se puede advertir de la simple lectura de su demanda, ya que al finalizar la primera sección de la misma –referida al vicio de contenido– concluye: "la Ley Orgánica del Banco Central de Reserva viola los siguientes artículos constitucionales....", luego al finalizar todos sus argumentos dice: "reitero mi petición de la declaratoria de inconstitucionalidad de la Ley Orgánica del Banco Central de Reserva". La pretensión de inconstitucionalidad planteada por el ciudadano Ulises Flores, en lo que se refiere al vicio de contenido, adolece entonces de las siguientes deficiencias en su estructuración: (i) el demandante ha hecho referencia expresamente a los arts. 3, 4, 10, 22, 23, 29, 31, 32, 33, 34, 74, 75, 80 y 100, que señala como las disposiciones que contravienen los arts. 86, 111, 163, 225 y 226 Cn.; (ii) las confrontaciones internormativas que ha configurado en su demanda, no comprenden todas las disposiciones mencionadas, es decir, el actor ha presentado en su demanda solo algunas que no están en relación con el total de las disposiciones citadas como inconstitucionales; (iii) finalmente, solicita se declare inconstitucional la totalidad del D. L. N° 746/1991, que contiene la LOBCR. 3. No obstante lo anterior, puede advertir esta Sala que el ciudadano Ulises Flores ha planteado las siguientes confrontaciones: la de los arts. 3, 29, 31 de la LOBCR, que en su opinión son las disposiciones que contravienen los arts. 86 y 111 inc. 1° Cn., al establecerse en ellas facultades para el BCR que por mandato constitucional, y en opinión del demandante, no pueden delegarse a un ente como el referido banco; los arts. 74 y 75 del la LOBCR serían las disposiciones que contravienen el 226 Cn., en cuanto que la dirección de las finanzas públicas corresponde al Órgano Ejecutivo y sin embargo, este no puede acudir al BCR para obtener crédito público, debido a la prohibición contenida en esos artículos; finalmente el art. 100 de la LOBCR estaría en oposición al art. 225 Cn., por establecer una obligación al Estado de restituir las pérdidas del BCR. En consecuencia, el análisis a efectuarse por esta Sala se limita a lo arriba mencionado; en cuanto a las otras disposiciones citadas –arts. 4, 10, 22, 23, 32, 33, 34 y 80 de la LOBCR–, a pesar que se ha hecho una ordenación de los motivos, no fue posible encontrar un objeto sobre el cual emitir pronunciamiento de fondo, por lo que se tiene por no configurada adecuadamente la pretensión, y sobre tales se sobreseerá en este proceso. VII. Habiéndose establecido, por una parte, que el D. L. N° 746/1991 no es inconstitucional en su forma, y, por otra, delimitadas que han sido las confrontaciones internormativas que se conocerán por esta Sala en relación a la inconstitucionalidad de contenido; previo a pronunciarse sobre el fondo de estas últimas, es pertinente referirse a ciertos conceptos y/o aspectos que operan como presupuestos de la decisión que se emitirá, lo cual se hará bajo el siguiente iter: luego de establecer el contenido y alcance de los incs. 1° y 3° del art. 86 Cn., que consagran los principios de separación e independencia de órganos e indelegabilidad de atribuciones, y de juridicidad (1); se determinará también el contenido y alcance del inc. 1° del art. 111 Cn., en referencia al poder de emisión de especies monetarias conferido al Estado y la facultad dada a este para delegarlo a un instituto emisor de carácter público (2); luego se hará un análisis de lo preceptuado en el art. 226 Cn. en cuanto a la dirección de las finanzas públicas –en donde debe analizarse también lo relativo al crédito público– (3); y finalmente se hará análisis del contenido del art. 225 Cn., en lo relativo a la autorización, mediante ley, para que el Estado pueda separar bienes de la Hacienda Pública (4). 1. A tenor de lo prescrito en el inc. 1° del art. 86, "el poder público emana del pueblo. Los órganos del Gobierno lo ejercerán independientemente dentro de las respectivas atribuciones y competencias que establecen esta Constitución y las Leyes. Las atribuciones de los órganos del Gobierno son indelegables, pero éstos colaborarán entre sí en el ejercicio de las funciones públicas (...)"; en esta disposición se contienen los principios de separación e independencia de órganos y de indelegabilidad de atribuciones. A. Se ha entendido –Sentencia de 17-XII-92, dictada en el proceso de Inc. 3-92, Considerando V, y Sentencia de 1-XII-98, dictada en el proceso de Inc. 16-98, Considerando III 2– que la separación e independencia de órganos es el principio que conlleva la obligación para que las diferentes funciones estatales se ejerzan por órganos distintos; dicho principio pretende, en esencia, crear un sistema de ejercicio moderado y controlado del poder, mediante la distribución y coordinación de las funciones o competencias entre diferentes órganos o entes estatales, todo ello como garantía genérica de la libertad y como medio coadyuvante en el mantenimiento de un régimen democrático. En definitiva, la separación e independencia de órganos aparece como una garantía de la libertad y como un limite al poder, preservándose así la estructura del régimen democrático del Estado. B. Sobre el principio de indelegabilidad de atribuciones –estrechamente vinculado al anterior–, es necesario indicar que el poder público del Estado se concreta por medio del Gobierno, cuya actividad se halla distribuida en una serie de órganos constitucionales. Así, de acuerdo al inc. 2° del art. 86 Cn., los órganos fundamentales del Gobierno son el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial, dejando entrever dicha disposición que existen otros órganos que, si bien no ostentan el carácter de fundamentales, también forman parte del gobierno y que por lo tanto participan en la dirección jurídica y política del Estado; se trata en todo caso de órganos impersonales a quienes corresponden atribuciones concretas y a sus funcionarios facultades específicas. Las potestades otorgadas a los órganos estatales lo han sido para el normal funcionamiento y cumplimiento de su cometido. Dicha acción se caracteriza por ser: obligatoria, en el sentido que se trata de un poder que deben ejercitarlo en los casos que corresponda, razón por la cual no pueden elegir a su arbitrio actuar o no actuar bajo determinado contexto, sino que deben actuar cumpliendo con un deber; improrrogable, en tanto ese conjunto o parte de atribuciones que han sido asignadas no pueden ser transferidas a otro órgano, salvo aquellos casos en que tal posibilidad este expresamente autorizada legal o constitucionalmente – delegación–; e irrenunciable, ya que los órganos no puede decidir privarse de una competencia fundamental atribuida, o de una parte de ella, ni del ejercicio de esa competencia debido al carácter obligatorio que le reviste. De estas tres características, es necesario contraponer a las de improrrogabilidad e irrenunciabilidad la delegación de funciones o de atribuciones, pues esta última opera como excepción de aquellas, en tanto es una figura por la cual se permite que ciertas atribuciones conferidas a un órgano determinado las pueda trasladar a otro para que las ejerza. Se trata de un acto en virtud del cual un órgano determinado se desprende de una parte de la competencia que tiene atribuida y la transfiere a otro, al cual no le ha sido asignada en principio. Desde el punto de vista del Derecho Administrativo y del Derecho Constitucional, tal figura tiene cabida, pues lo que se pretende con ello es mejorar la organización y dinámica de la administración pública. Ahora bien, esta delegación no implica que cualquier función o atribución pueda ser delegada, sino que en ella solo pueden estar comprendidas aquellas atribuciones que no sean propias a la naturaleza jurídica de cada uno de los órganos del Gobierno y que a su vez no produzcan afectación al orden fijado por la Constitución y las leyes en su consecuencia dictadas. No implica violación a la Constitución la asignación de competencia a un ente descentralizado, separado de la administración del Estado, dotado de personalidad jurídica propia, siempre que la delegación se concrete a partir de normas jurídicas por las cuales se habilite a determinado órgano o ente estatal efectuar dicha delegación, y que se trate únicamente de funciones o competencias que no sean propias del núcleo funcional de ese órgano. Será entonces desde esta perspectiva que ha de interpretarse el inc. 1° del art. 86 Cn., en cuanto señala que "Las atribuciones y competencias de los órganos del Gobierno son indelegables.."; es decir, los diferentes órganos o entes que conforman el gobierno no pueden conceder ni otorgar competencias si no están habilitados normativamente, no pueden ceder u otorgar más de las competencias que poseen, como tampoco pueden delegar aquellas potestades o atribuciones que son inherentes a su núcleo funcional. En definitiva, el principio de indelegabilidad de atribuciones delimita que los órganos estatales no pueden desprenderse de aquellas competencias que son inherentes a la existencia del mismo, aunque esto no impida que puedan delegar otras atribuciones, si con ello no se afecta lo dispuesto por la Constitución y además existe habilitación normativa. C. Finalmente en el inc. 3° del referido art. 86 Cn. –texto que prescribe: "Los funcionarios del Gobierno son delegados del pueblo y no tienen más facultades que las que expresamente les da la ley"– se contiene el denominado principio de juridicidad. Principio que de acuerdo a la jurisprudencia de esta Sala –entre otras, la Sentencia de 16-XII-1997, dictada en el proceso de Amp. 117–97– implica el sometimiento de la administración al cumplimiento de las atribuciones y competencias que por ley se le establecen; es decir, todos los entes que conforman la administración se encuentra vinculados por el principio de legalidad en tanto que toda actuación de estos ha de presentarse necesariamente como el ejercicio de un poder atribuido previamente por la ley, la que le construye y limita. En ese orden de ideas, el principio de juridicidad no hace referencia sólo a la legalidad ordinaria, sino que se extiende al sistema normativo como unidad, es decir, la legalidad supone respeto al orden jurídico en su totalidad, lo que comprende a la Constitución. Por ello, la legalidad no es sólo sujeción a la ley, sino también –de modo preferente– a la Constitución. Y es que, no debe olvidarse que, en virtud de los principios de supremacía constitucional, jerarquía normativa y regularidad jurídica, la disposición legal debe ser conforme, en forma y contenido, a la normativa constitucional. En síntesis, puede decirse que estos principios –separación e independencia de órganos, indelegabilidad de atribuciones y juridicidad– no sólo son necesarios sino fundamentales en la existencia del Estado Constitucional de Derecho, pues son, por una parte, mecanismos jurídicos que sirven como limites del poder; y, por otra, coadyuvan en la conservación y garantía de la libertad, la existencia y mantenimiento de un régimen democrático. 2. El segundo de los aspectos a analizarse es el relativo al contenido y alcance del inc. 1° del art. 111 Cn., cuyo texto prescribe: "El poder de emisión de especies monetarias corresponde exclusivamente al Estado, el cual podrá ejercerlo directamente o por medio de un instituto emisor de carácter público. El régimen monetario, bancario y crediticio será regulado por la ley." A. Al respecto, lo primero que debe señalarse es que no es cierto que la Constitución prescriba en el inc. 1° de dicha disposición que el poder de emisión de especies monetarias corresponda al Órgano Ejecutivo; lo que ha hecho es establecer que esa potestad corresponde exclusivamente al Estado, es decir, al titular del poder público. Y es que, no puede entenderse que cuando la Ley Suprema se refiere a Estado se esté refiriendo al Órgano Ejecutivo, pues este es parte de los diferentes órganos que integran el Gobierno. Lo que la Constitución ha hecho es establecer que se trata de una competencia privativa de la función estatal, aunque no delimite qué órgano o ente es el que va a ejecutarla, se trata de una función que jamás podrá encomendarse a un ente de carácter privado. Por ello, cuando el constituyente habilita al Estado para que la pueda ejercer a través de un instituto emisor de carácter público, sigue haciendo hincapié en lo apuntado; es decir, que debe ser un ente que forme parte del aparato de dirección jurídica y política del Estado, en sus instancias de decisión y acción –el Gobierno–. B. Por otro lado, no puede dejar de mencionarse lo establecido en la parte final del inc. 1° del art. 111 Cn. cuando señala que todo lo relativo al régimen monetario, bancario y crediticio será regulado por la ley; es decir, corresponderá al legislador –dentro de su libertad de configuración– determinar por medio de la ley qué ente de carácter público ha de ejercer dicha actividad y/o vigilar su efectivo cumplimiento. De ahí que el BCR, entidad pública de carácter autónomo, como parte también del aparato de dirección jurídica y política del Estado, haya sido el ente al que la Asamblea Legislativa por medio del D. L. N° 746/1991 le ha encomendado como finalidad esencial, promover y mantener las condiciones monetarias, cambiarias, crediticias y financieras más favorables para la estabilidad de la economía nacional. Sin embargo, es claro que no corresponde única y exclusivamente a dicho banco el formular, establecer y ejecutar la política monetaria, ya que esta es parte de la política económica, que está destinada a dirigir la evolución de las variables monetarias en función de los objetivos generales de la política económica del Estado. La política monetaria, como parte de la política económica que es, no se establece en el caso salvadoreño únicamente por el BCR, sino que es una función estatal que por su naturaleza no puede depender del actuar de un ente estatal con carácter autónomo; se trata de una actividad en la que necesariamente deben participar otros entes estatales, sobre todo aquellos que controlan directamente las finanzas públicas. 3. El tercer punto a analizar, es el relativo al contenido y alcance de lo prescrito en el art. 226 Cn., cuando señala "El Órgano Ejecutivo, en el Ramo correspondiente, tendrá la dirección de las finanzas públicas...". A. Lo primero que debe mencionarse es que bajo la rúbrica finanzas públicas se comprenden los recursos, los gastos del Estado, los efectos que estos tienen en la economía de los particulares, el patrimonio público y los problemas de la administración financiera, que comprende a su vez, los problemas del presupuesto, el control y la labor legislativa con las modalidades propias de cada Estado. En ese orden de ideas, si bien dentro de la dirección de las finanzas públicas se encuentran los diferentes aspectos relativos al crédito público –entre ellos lo relativo a quién o quiénes pueden otorgar recursos que generen deuda pública a cargo del Estado–, resulta inadmisible concluir que necesariamente el órgano que planifica, formula y ejecuta los planes de crédito público deba decidir sobre los créditos otorgados por el Banco Central al Estado, pues el crédito público no únicamente se genera de éste. B. En tal sentido, resulta ilógico pensar que el Órgano Ejecutivo –director de las finanzas públicas– se encuentra supeditado a obtener crédito público únicamente del BCR, y que, al no recibir crédito del referido y no poder acudir a entes distintos de aquél para obtenerlo, necesariamente resultarían perjudicadas las finanzas públicas. Las razones de por qué el BCR no otorgue crédito al Estado, pueden ser de diferente índole y no necesariamente porque lo tenga prohibido por la ley. De ahí que el crédito público pueda generarse de dos formas: la primera porque efectivamente sea el BCR el que confiera crédito al Estado; y la segunda, que el correspondiente ente estatal encargado de contraer dichas obligaciones lo pueda hacer a partir de una habilitación normativa con cualquier otro ente, excluyendo al banco en mención. En consecuencia, el crédito público puede obtenerse por diferentes medios o entes, ya que a través de los correspondientes sujetos habilitados para ello, el Estado puede obligarse con otros Estados, con organismos internacionales o entes privados de carácter interno o externo. C. Por otro lado, y partiendo de lo señalado en el número anterior, no puede obviarse en el presente punto de análisis, lo establecido en el inc. 1° parte final del art. 111 Cn. –ya examinado en la presente sentencia–, cuyo texto prescribe que el régimen monetario, bancario y crediticio será regulado por la ley. Como consta, corresponderá al legislador dentro de su ámbito de competencia y libertad de configuración legal, determinar por medio de la ley qué ente o entes de carácter público han de ejercer y/o vigilar el régimen monetario, bancario y crediticio en El Salvador. Y es que, a pesar que la Asamblea Legislativa por medio del decreto impugnado haya establecido que el BCR será el encargado de la emisión de especies monetarias, así como el encargado de vigilar por la estabilidad de la moneda, esta es una actividad que no es exclusiva de dicho banco, porque es parte también de la política económica del Estado; política en la cual, necesariamente deben participar aquellos entes que controlan directamente las finanzas públicas. 4. Finalmente, es necesario referirse a lo que prescribe el art. 225 Cn., cuyo texto señala: "Cuando la Ley lo autorice, el Estado, para la consecución de sus fines, podrá separar bienes de la masa de la Hacienda Pública o asignar recursos del Fondo General, para la constitución o incremento de patrimonios especiales destinados a instituciones públicas". Al respecto, puede advertirse que el constituyente otorgó a través de dicho artículo la facultad al Estado para que, previa autorización de la ley, pueda separar bienes de los que conforman la Hacienda Pública; es decir, de aquellos fondos y valores líquidos, créditos activos, bienes muebles y raíces, derechos derivados de la aplicación de las leyes relativas a impuestos, tasas y demás contribuciones, así como los que por cualquier otro titulo le correspondan, para constituir o incrementar patrimonios especiales destinados a entes de carácter público; es decir, no cabe tal posibilidad cuando se trate de entes cuya naturaleza sea privada. Se trata de una facultad, que no implica per se la automática separación de bienes que conforman la Hacienda Pública, pues está condicionada, por una parte, a que medie ley, dentro de la cual se establezca el por qué y el para qué de esa separación de bienes; y, por otra, que sea efectivamente para constituir o incrementar patrimonios especiales de entes que forman parte del aparato de dirección jurídica o política en sus instancias de decisión y acción, es decir, que formen parte del Gobierno. En consecuencia, únicamente cabe entender en dicho texto que se trata de una habilitación que puede concretar el Estado si se trata de entes públicos, quedando excluidos los de carácter privado. VIII. Expuestas las anteriores consideraciones, debe ahora decidirse en el fondo sobre la inconstitucionalidad por vicio de contenido del D. L. N° 746/1991, planteada en la demanda por el ciudadano Ulises Flores. 1. En cuanto al primer motivo, relativo a que el contenido de los arts. 3, 29 y 31 de la LOBCR reflejan una inobservancia al principio de indelegabilidad de atribuciones prescrito en el inc. 1° del art. 86 Cn., y que como consecuencia de tal inobservancia se ha vulnerado también el inc. 1° del art. 111 Cn., debe decirse lo siguiente: A. En el presente caso, el demandante señala que, al establecer los arts. 3, 29 y 31 de la LOBCR que dicho banco tendrá por objeto fundamental velar por la estabilidad de la moneda y que será su finalidad esencial promover y mantener las condiciones monetarias, cambiarias, crediticias y financieras más favorables para la estabilidad de la economía nacional; y luego, al establecer el art. 29 que presentará al Presidente de la República el programa monetario, y el art. 31 que el BCR deberá informar al Presidente de la República sobre las políticas y normas generales que dicte en el ejercicio de sus atribuciones, se han delegado funciones que son propias del Órgano Ejecutivo, vulnerándose así no solo el principio de indelegabilidad de atribuciones consagrado en el art. 86 inc. 1° Cn. sino también el art. 111 inc. 1°, que prescribe que el poder de emisión de especies monetarias corresponde al Estado. B. Como se señaló en la presente sentencia –Considerando VII 1 B–, el principio de indelegabilidad de atribuciones establecido en el inc. 1° del art. 86 Cn., significa la imposibilidad que los órganos del Gobierno concedan u otorguen competencias si no están habilitados para ellos normativamente, así como ceder u otorgar más de las competencias que poseen, o delegar aquellas potestades o atribuciones que son inherentes a su núcleo funcional. Sin embargo, se ha dicho que la delegación es aceptable en los ámbitos del Derecho Administrativo y el Derecho Constitucional, entre otras formas a través de la descentralización de competencia, cuando esta se atribuye a un nuevo ente, separado de la administración del Estado, dotado de personalidad jurídica propia y con funciones específicas señaladas por la ley. C. En cuanto al contenido del inc. 1° del art. 111, se ha señalado en esta sentencia – Considerando VII 2– que no es cierto que la emisión de especies monetarias se haya otorgado al Órgano Ejecutivo; es decir, lo que la Constitución ha establecido en dicho inciso es que se trata de una competencia privativa de la función estatal, y que, independientemente de si ha delimitado qué órgano o ente estatal lo va hacer, se trata de una función que jamás podrán ejecutar entes de carácter privado. D. De lo dicho se concluye que, no es cierto que en el contenido de los arts. 3, 29 y 31 de la LOBCR se realice una delegación de funciones propias del Ejecutivo hacia el BCR, sino la creación de un ente descentralizado a quien se le atribuye la competencia prescrita en el art. 111 inc. 1° Cn. A lo cual cabe agregar que esta disposición constitucional no prescribe que el poder de emisión de especies monetarias, ni la dirección del régimen monetario, bancario y crediticio sean potestad exclusiva del Órgano Ejecutivo. En consecuencia, al no ser la potestad de emitir especies monetarias ni la de dirigir el régimen monetario, bancario y crediticio, potestades conferidas constitucionalmente al Órgano Ejecutivo, los arts. 3, 29 y 31 de la Ley Orgánica del Banco Central de Reserva de El Salvador no son inconstitucionales, y así debe declararse en la presente sentencia. 2. En cuanto al motivo relativo a la violación del art. 226 Cn., por el contenido de los arts. 74 y 75 de la LOBCR, se tiene: A. El demandante señala que al establecer los arts. 74 y 75 del D. L. N° 746/1991 que el BCR no podrá financiar directa o indirectamente al Estado ni a las instituciones y empresas estatales de carácter autónomo, como tampoco adquirir documentos o valores emitidos por el Estado o las referidas instituciones, se vulnera el art. 226 Cn., en tanto que el Órgano Ejecutivo tendrá que acudir a entes de carácter privado y, como consecuencia, tendrá que pagar onerosos intereses. B. Tal y como se ha señalado en la presente sentencia –Considerando VII 3– al analizar el contenido de lo dispuesto en el art. 226 Cn., se advierte que efectivamente la dirección de las finanzas públicas es atribución del Ejecutivo en el ramo correspondiente; dentro de la cual se comprende la respectiva evaluación de cómo y de dónde se obtiene el crédito público. En relación con la dirección de las finanzas públicas, en lo relativo a la obtención del crédito público, cabe decir que todo lo relativo al régimen monetario, bancario y crediticio es un régimen de configuración legal según lo establece el art. 111 en su inc. 1° Cn.; además –consecuencia de lo anterior–, el Banco Central de Reserva de El Salvador es una institución de carácter autónomo que no tiene rango constitucional ni tiene por mandato constitucional ser el Banco del Estado, mucho menos ser el único ente del cual el Estado puede obtener crédito público; y finalmente, si bien el Banco Central de Reserva puede otorgar crédito público al Estado, no es el único organismo que puede hacerlo En consecuencia, al no existir mandato constitucional alguno que prescriba que el Banco Central de Reserva sea el ente que deba conferir crédito público al Estado, no resultan inconstitucionales los arts. 74 y 75 del D. L. N° 746/1991 que contiene la Ley Orgánica del Banco Central de Reserva de El Salvador, y así debe declararse en la presente sentencia. 3. El último motivo de inconstitucionalidad es el relativo a la supuesta contravención del art. 100 de la LOBCR al art. 225 Cn. En cuanto al mismo, el demandante señala que no es posible que el Estado tenga que responder con sus bienes cuando el BCR se vea afectado en su patrimonio a consecuencia de que ha tenido que suplir las deudas de la banca privada y que por lo tanto acuda al Estado para que este proceda a separar algunos de los bienes que conforman la Hacienda Pública para recuperar el patrimonio perdido. Al respecto debe señalarse que el art. 225 Cn., es una disposición por la que se faculta al Estado para que, por medio de la ley pueda separar bienes de la Hacienda Pública para constituir o incrementar patrimonios especiales destinados a entes de carácter público; es decir, puede separar algunos de los bienes que conforman la Hacienda Pública y los puede usar para constituir o incrementar patrimonios especiales de instituciones del mismo Estado, con lo cual quedan excluidos los entes de carácter privado o patrimonios privados. En el presente caso, el art. 100 de la LOBCR lo que prescribe es una obligación del Estado de restituir las perdidas del patrimonio del BCR, como consecuencia de las operaciones establecidas en la Ley de Saneamiento y Fortalecimiento de los Bancos Comerciales y Asociaciones de Ahorro y Préstamo, en la forma que el Ministerio de Hacienda lo determine. En principio, es claro que la constitución de un ente descentralizado puede implicar –sin violar la Constitución– detraer fondos de la Hacienda Pública para la formación inicial del patrimonio de dicha persona jurídica de derecho público; por otra parte, dicho ente también puede utilizar parte de su patrimonio –si así lo dispone la ley y esa es su finalidad– para realizar actividades de inversión o saneamiento de actividades financieras. Sin embargo, lo que no cabe en el marco del art. 225 Cn. es que el Ministro de Hacienda decida discrecionalmente la cuantía y forma en que se habrán de restituir las pérdidas en que incurra el Banco Central de Reserva de El Salvador a consecuencia de tales actividades de inversión o saneamiento, pues ello lesiona no sólo la seguridad jurídica y el principio de legalidad que de ella deriva, sino los intereses generales representados financiera y económicamente por la Hacienda Pública. En consecuencia, al contravenir lo prescrito por el art. 225 Cn., el mandato establecido en el art. 100 de la LOBCR es inconstitucional, y así debe ser declarado en la presente sentencia. Por tanto: Con base en las razones expuestas, disposiciones constitucionales citadas y artículos 9, 10 y 11 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, en nombre de la República de El Salvador esta Sala Falla: 1. Sobreséese en el presente proceso en relación con la inconstitucionalidad promovida contra los arts. 4, 10, 22, 23, 32, 33 y 34 del Decreto Legislativo N° 746/1991, publicado en el Diario Oficial N° 80, Tomo 311, correspondiente al 3-V-1991, que contiene la Ley Orgánica del Banco Central de Reserva de El Salvador, por la supuesta violación al principio de indelegabilidad de atribuciones contenido en el art. 86 inc. 1° Cn. y al inc. 1° del art. 111 Cn.; pues, respecto de estos motivos, el demandante no expuso la argumentación suficiente para configurar la pretensión, y esa deficiencia imposibilita a esta Sala emitir un pronunciamiento de fondo. 2. Sobreséese en el presente proceso en relación con la inconstitucionalidad promovida contra el art. 80 del mencionado decreto legislativo por la supuesta violación al artículo 225 Cn.; pues, respecto de tal motivo, el demandante no expuso la argumentación suficiente para configurar la pretensión, y esa deficiencia imposibilita a esta Sala emitir un pronunciamiento de fondo. 3. Declárase que en el citado decreto no existe la inconstitucionalidad de forma alegada, consistente en el vicio en la iniciativa de ley y en el refrendo ministerial que certifica la sanción, pues dicho decreto fue emitido a iniciativa del Presidente de la República por medio de su entonces Ministra de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Social, quien también refrendó la sanción; ya que la iniciativa de ley la puede ejercer el Jefe de Estado por medio de cualquier ministro, y para la refrenda, puede considerarse a dicha funcionaria como la titular del ramo correspondiente, para los efectos del art. 163 Cn. 4. Declárase que en los arts. 3, 29 y 31 de la Ley Orgánica del Banco Central de Reserva de El Salvador no existe la inconstitucionalidad de contenido alegada, consistente en la violación al principio de indelegabilidad de atribuciones contenido en el 86 inc. 1° Cn., y como consecuencia tampoco existe violación al inc. 1° del art. 111 Cn., pues no es cierto que este último establezca que el poder de emisión de especies monetarias corresponde al Órgano Ejecutivo, sino al Estado, quien puede hacerlo por cualquier órgano o ente descentralizado. 5. Declárase que en los arts. 74 y 75 de la LOBCR no existe la inconstitucionalidad de contenido alegada, consistente en la violación al art. 226 Cn., pues el hecho que esas disposiciones establezcan que el Banco Central de Reserva no financiará directa o indirectamente al Estado, ni a las instituciones y empresas estatales de carácter autónomo, o por el hecho que el Banco no pueda pagar obligaciones en colones o en moneda extranjera por cuenta del Estado, no resultan atentatorias de lo establecido en el mencionado artículo de la Constitución; pues, el BCR no ostenta rango constitucional y tampoco tiene como mandato constitucional ser el banco con exclusividad para conferir el crédito público. 6. Declárase inconstitucional en su contenido, de un modo general y obligatorio, la expresión "en la forma que lo determine el Ministerio de Hacienda", contenida en el art. 100 del mencionado decreto, pues al autorizar que el Estado restituya las pérdidas ocasionadas al patrimonio del Banco Central de Reserva, derivadas de las operaciones establecidas en la Ley de Saneamiento y Fortalecimiento Financiero de Bancos Comerciales y Asociaciones de Ahorro y Préstamo, en la forma que lo determine el Ministerio de Hacienda, le concede a tal funcionario potestades discrecionales contrarias a lo establecido en el art. 225 Cn. 7. Publíquese esta sentencia en el Diario Oficial dentro de los quince días siguientes a esta fecha, debiendo remitirse copia de la misma al director de dicho órgano oficial. 8. Notifíquese la presente sentencia al demandante, a la Asamblea Legislativa, al Presidente de la República y al Fiscal General de la República. ---A. G. CALDERON---R. HERNANDEZ VALIENTE---J. E. TENORIO---MARIO SOLANO---J. ENRIQUE ACOSTA---PRONUNCIADO POR LOS SEÑORES MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN---S. RIVAS AVENDAÑO---RUBRICADAS.