ANALISIS DE LA SOCIEDAD ARGENTINA PRACTICO: Jueves de 19 a 21 hs FECHA: 18/04/00 Para caracterizar la segunda fase del modelo de industrialización sustitutiva de importaciones en la Argentina nada mejor que abordarlo desde el denominado círculo vicioso de la política sustitutiva, que comienza con un desequilibrio en la balanza de pagos y concluye de una manera similar. Mientras en el mercado interno, la demanda canaliza las nuevas inversiones hacia la industria, su desarrollo exige un incremento paralelo de la disponibilidad de divisas, para poder solventar la importación de materias primas, productos intermedios y bienes de capital. Pero, si las exportaciones primarias no alcanzan a desarrollarse a la par de estas nuevas necesidades, la disponibilidad de divisas se convierte en un nuevo tipo de limitación al crecimiento industrial, tanto más intensa cuanto mayor éxito tuvo la expansión del ingreso interno. Con vistas a evitar que la balanza de pagos se desequilibre, deteniendo el crecimiento, la alternativa es la política sustitutiva, que permite disminuir el porcentaje de las importaciones dentro del producto y, por tanto, obtener con la misma cantidad de divisas un producto mayor. No obstante, dado que el sector industrial no exporta sus productos, su expansión, a pesar de requerir una cantidad creciente de divisas, no contribuye a proveerlas. De este modo se produce un cortocircuito entre el desarrollo interno y la capacidad de generar divisas, que origina una tendencia permanente hacia los desequilibrios de la balanza de pagos. Con el fin de obviar la limitación externa que amenaza con paralizar la expansión interna, el país se ve forzado a seguir, cada vez en mayor profundidad, el proceso sustitutivo de importaciones. Pero, a medida que progresa, la sustitución abarca obligadamente etapas productivas en las cuales el reducido tamaño del mercado frente a la inversión mínima requerida, la creciente necesidad de tecnología compleja y, muchas veces, la falta de disponibilidad de recursos naturales hacen que la producción local se torne paulatinamente más costosa. Es decir, cada nueva sustitución significa una onda de aumento de costos que se propaga a través de toda la estructura productiva. Por lo visto, podemos decir que a medida que el incremento de las exportaciones del sector tradicional primario (el agro) logra compensar las necesidades cada vez mayores de divisas, el problema queda superado y el país puede seguir creciendo. Diamand dice que reducir las importaciones es difícil, pero ir disminuyéndolas de modo permanente, a un ritmo que compense el crecimiento del producto, es prácticamente imposible. El problema reside en que el país crece internamente, pero su capacidad de generar divisas no aumenta en proporción similar, déficit que tampoco alcanza a ser compensado por la sustitución de importaciones. Como consecuencia surge una tendencia autónoma al desequilibrio externo− originada en el seno de la estructura productiva− la que se materializa en forma de crisis periódicas de la balanza de pagos. A partir de esto podemos decir que la relación entre el capital agroexportador y el capital industrial se encuentra en constante conflicto. El problema no sólo es que el sector agrario tiene que financiar al sector industrial para que haya acumulación, sino también cuál es el destino de esa acumulación. También la presentaba cierto conflicto la clase obrera sindicalizada, ya que se veía referenciada en el 1 peronismo y no en el Estado. Estructuralmente, entonces, la Argentina presenta un grado de conflictividad extremo, conflictividad que se refleja en el sistema político. Cualquier sistema político necesita una hegemonía social clara, y en un sistema capitalista la hegemonía la pone el capital, el capital dominante. En Argentina la disputa de intereses un vacío en la hegemonía. El sector agrario tenía cierto poder (por el ingreso de las divisas), pero la política argentina de crecimiento pasaba por el sector industrial. Esta disputa provocaba cierta equidad de las fuerzas, pero esta equidad era contradictoria, ya que los intereses eran contrapuestos. Para decirlo con las palabras de Portantiero, la Argentina de los 60´ presentaba un empate hegemónico. Ninguno de los dos actores principales generaba políticas sociales referentes y empero se produce una crisis de dominación social. Al no existir, como dice Ruquie, un grupo social capaz de erguirse como dominante, puede aparecer un tercero y romper con este empate. Baste que esta crisis de dominación sea percibida y no real para que algún sector de poder actúe en consecuencia. Son las Fuerzas Armadas, junto con otros sectores, las que perciben esta crisis de dominación como real. El golpe de 1966 tiene como objetivo cerrar el ciclo de sustitución de importaciones. La gran paradoja es que este nuevo modelo económico necesitaba la presencia del sector obrero. El mercado de consumo era chico. Es un modelo autoritario que necesita pendular entre la inclusión y la exclusión de la clase asalariada. La necesita como fuerza asalariada y como actores de consumo pero no como actores políticos, es decir los excluye autoritariamente como actores políticos pero al mismo tiempo los necesita dentro del sistema. Como consecuencia de este modelo, se genera cierta estabilidad social (66´−67´), que era la condición que faltaba para que se produzca la inversión Multinacional. Pero a partir de las inversiones de las industrias extranjeras aparece un quiebre dentro de la Burguesía entre los que apoyaban al sector popular en defensa del mercado interno y los que van a tener una posición pendular. La heterogeneidad de la Burguesía Argentina provocó la inestabilidad social y el bajo crecimiento económico El Estado se vio fragmentado y con incapacidad de representación del bien común. Las diferentes fracciones sociales fueron conquistando lentamente las distintas partes del Estado. Como dice Ruquie había una presencia constante en la política de un ejército moderno en un contexto de ausencia de consenso social. 2