LOGOTERAPIA HOY Revista Peruana de Logoterapia Clínica y

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LOGOTERAPIA HOY
Revista Peruana de Logoterapia Clínica y enfoques afines
Año I. Número 001. Octubre 2012
ARTÍCULO # 05. MAX SCHELER: FILÓSOFO DE LA PERSONA
Y LOS VALORES. PARTE I: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA.
Por: PATRICK WAGNER GRAU1 (Perú)
INTRODUCCIÓN: Scheler es un fenomenólogo, la fenomenología ha sido desde
su conocimiento intuitivo de esencias, especialmente en las esferas del hombre y
de su vida, y en la esfera del valor. La gran falla de Scheler, su pensamiento
agudo y claro, no es metafísico, en sentido estricto, además esto tiene la
consecuencia de que carece de unidad sistemática. Sus visiones geniales
iluminan diferentes zonas de la realidad; pero le falta una coherencia superior, que
exige el saber filosófico. La verdad filosófica aparece en la forma de sistema, en
que cada una de las verdades está siendo sustentada por los demás. Y esto le
falta a Scheler, ya que es un semillero de geniales ideas en desorden faltos de
una raíz de la cual emerjan y que les dé plenitud en su sentido. El siguiente
artículo reúne una serie de fragmentos, basados en escritos del autor, sobre este
gran filósofo: 1. Max Scheler: Filósofo de la Persona y los Valores; 2. La
Fenomenología Axiológica de Max Scheler. 1986. y Max Scheler: Una primera
aproximación: Teoría de los Valores. 1984. Nos focalizaremos prioritariamente en
puntos centrales como: 1. Sus datos biográficos, 2. Su pensamiento, 3. Sus
aportes Antropológicos, 4. Su Teoría de los Valores, 5. La Fenomenología
Axiológica y 6. Su relación e importancia con el pensamiento de Viktor Frankl,
comentado por el Equipo de APAEL. Este artículo constituye una introducción a la
vida e ideas principales de Max Scheler, debido a su amplitud será desarrollada en
2 partes. Parte I: Antropología Filosófica (Logoterapia Hoy. Año 01. # 001. Octubre
2012) y Parte II: Teoría de los Valores (Logoterapia Hoy. Año 01. # 002. Febrero
2013).
1
Doctor en Filosofía (HEIDELBERG) y Medicina Humana (UNMSM). Médico cirujano (UCCL)
especialista en Medicina Interna y Nefrología. Licenciado en Filosofía (UCHILE) y Teología (FTCPL).
Docente Universitario de post-grado UNMSM, UNFV, UNIFÉ, etc. Director de la Clínica Maison de
Santé - Surco. Ha publicado diversos libros y artículos científicos en el campo de la medicina, la filosofía
y la bioética. Es una de las principales autoridades intelectuales en el campo de la filosofía existencial, la
antropología filosófica y axiología, con énfasis en el pensamiento de Max Scheler, Nicolai Hartmann,
Karl Jaspers y Martin Heidegger. Ha traducido al castellano "La ética material de los valores" de Max
Scheler (Unifé). Miembro de múltiples Sociedad Científicas y acreedor de diversos reconocimientos a su
trayectoria clínica y científica: Past-decano y Presidente del Comité de Ética del Colegio Médico del
Perú. Miembro de número y Presidente del Comité de Ética de la Academia Nacional de Medicina. PastPresidente de Sociedad Peruana de Hipertensión Arterial. Miembro titular de la Sociedad Peruana de
Medicina Interna. Miembro titular de la Sociedad Peruana de Nefrología. Miembro titular de la Sociedad
Peruana de Endrocrinología. Miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de Nueva York. Cofundador y Presidente Honorario Vitalicio de la Asociación y Sociedad Peruana de Análisis Existencial y
Logoterapia (APAEL/SPAEL). Co-fundador y Miembro Honorario de la Sociedad Peruana de
Psicoterapia.
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1. DATOS BIOGRÁFICOS.
Max Scheler nació en Munich, el 22 de Agosto de 1874, su padre era un
campesino bávaro que pertenecía a una familia protestante de la alta clase
media, conocido desde el siglo XVI. Su madre descendía de una familia judía
ortodoxa también arraigados en Fanconía desde hacía cinco siglos.
La colisión de tradiciones religiosas y culturales en su hogar, puede explicar en
parte las tensiones y conflictos que caractericen su personalidad y obra.
Tuvo Scheler estudios en Escuela y Gimnasio de Munich, en 1889 se hace
bautizar bajo la influencia del Capellán del Gimnasio.
En la Universidad de Munich siguió estudios de Filosofía y Ciencias Naturales.
Entre 1894 y 1895, estudió en la Universidad de Berín, Filosofía y Ciencias. Oye
a Dilthey, Stumpf y Simmel; entre 1896 y 1897, sigue estudios en la Universidad
de Jena, de Filosofía, Economía Política y Geografía, teniendo como maestros a
Otto Liebmann y Rudolf Eucken, recibe una fuerte influencia de este último, un
filósofo idealista, premio nobel de literatura, defensor del liberalismo cultural
protestante y promotor de la supremacía del espíritu sobre la materia.
En 1897, bajo la dirección de Eucken, escribe una disertación y obtiene el
grado de Doctor en Filosofía.
En 1898, contrae matrimonio civil con una divorciada.
En 1899, se habilita para la docencia en la Universidad de Jena. Fue,
posteriormente, docente, a partir del año 1900, en esta universidad. Ese año 1900 - aparecieron las "Investigaciones lógicas" de Edmund Husserl, que lo
entusiasmaron hasta tal punto por la Fenomenología, que profesó este
pensamiento filosófico en la universidad de Munich, donde fue catedrático, y lo
enseñó también como Privatdozent hasta el año 1910.
Su encuentro decisivo con Husserl surgió en una reunión de Kant-Gesellschaft.
Las características distintivas del pensamiento de Scheler no se pusieron de
manifiesto hasta su traslado a la Universidad de Munich en 1907. Fue en esta
Universidad donde asimiló el método fenomenológico; en ella enseñaba todavía
Franz Bentrano, que había sido maestro de Edmund Husserl y allí recibió Scheler
la influencia de eminentes discípulos de este, adhiriéndose al grupo de
fenomenológos: Pfander, Geiger, Conrad, Reinoch, entre otros. En este año
Scheler se divorcia.
En 1910, abandonó la cátedra universitaria, dando por terminada su relación
con la Universidad de Munich, por motivos personales y se traslada a Berlín,
donde vivió en adelante como escritor libre ("soy un animal filosófico que
necesita escribir", solía autodefinirse). Durante este periodo hace amistad con
Rathenau y con Sombart.
Sus primeras obras de importancia fueron escritas durante este periodo
berlinés.
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El estallido de la primera guerra mundial señaló un cambio en la carrera de
Scheler que se entregó con gran ardor a la defensa de las causas alemanas.
Sus libros y artículos en defensa de la “guerra alemana”, famosos y
apasionantemente nacionalistas, dieron a conocerlo a un público más vasto en
su país, que el que había logrado con sus escritos más eruditos y filosóficos.
Durante la primera guerra mundial, ejerció misiones diplomáticas en
Ginebra y la Haya. Durante los años de la guerra, y pese a su intenso
compromiso nacionalista con la “Patria”, Scheler se fue acercando a los valores
éticos cristianos, convirtiéndose finalmente al catolicismo.
En 1916, frecuenta la abadía benedictina de Beuron, “Segunda conversión”,
contrae matrimonio católico con Märit Frutwängler.
Al terminar el conflicto, en 1919, se hizo cargo de una cátedra en Colonia de
Filosofía y Sociología, donde enseñó hasta 1928. A lo largo de los próximos
cinco años de iniciada su cátedra iría desarrollando gradualmente su
“Sociología del Saber”.
En 1921, solicita a las autoridades católicas la anulación de matrimonio y le
es negada. En 1922, se divorcia y contrae matrimonio civil con su discípula
María Scheu.
En 1924, empieza a desligarse paulatinamente de su anterior adhesión al
catolicismo, por último abandonó la iglesia.
En 1925, cambió del teísmo al panteísmo evolutivo, comienza entonces a
trabajar en una vasta antropología, en la que trató de exponer una especie
de panteísmo vitalista que había acabado de adoptar. Sin embargo no pu do
desarrollar plenamente esta nueva concepción.
A comienzos de 1928 aceptó un puesto docente en la Universidad de
Frankfurt am Main como docente de Filosofía. Donde sería colega de Nicolai
Hartmann. Sin embargo el 9 de mayo del mismo año falleció en esta
ciudad, a los 54 años, de un ataque cardiaco, dos días después de tomar
posesión de su cátedra.
Las principales obras de Scheler son:
1) Contribuciones a la determinación de las relaciones entre principios
lógicos y éticos.
2) El método trascendental y el método psicológico.
3) Esencia y formas de la simpatía.
4) El resentimiento en la Moral.
5) Ética – 2 Volúmenes.
6) De lo eterno en el hombre.
7) La esencia de la filosofía y la condición moral del conocer filosófico.
8) Escritos para la Sociología del Saber y Teoría de la concepción del
mundo.
I)
Moral
II)
Noción y concepción del mundo.
III)
a) Confesiones
b) Problemas acerca de la población y del trabajo
9) La idea del hombre y la historia.
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10)El puesto del hombre en el cosmos.
11)El porvenir del hombre.
12)Concepción filosófica del mundo: El saber y la cultura.
Obras Póstumas:
13)Muerte y Supervivencia
14)El santo, el genio y el héroe
2. FASES DE SU PENSAMIENTO.
Max Scheler fue, durante toda su vida, un interrogador inquieto, un
verdadero revolucionario intelectual, una sensible antena del espíritu de su
tiempo, un brillantísimo escritor, un fervoroso predicador de una ideología,
varias veces convertido, un incontenido gozador de la vida en todos sus
aspectos y, a la vez, riguroso asceta, político y místico, religioso y panteísta,
rico en múltiples estímulos, innovador en diversos campos, encantador y
polifacético, sin madurar en ningún sistema. Probablemente, por ello, no dejó
escuela. Fue en su juventud, dirigente estudiantil por lo que pudo percibir
directamente la problemática de la universidad alemana y europea de su época.
Dedicó varios escritos a la misión de la universidad.
El pensamiento de Max Scheler ha pasado por diversas fases, incluyendo
dentro de ellas la fase católica y la personalista. Hacía el final de su vida
encontramos un cierto panteísmo, pero en todas sus fases adoptó y
transformó el método fenomenológico, siendo considerado uno de los más
eminentes discípulos de Husserl. En la evolución de su pensamiento, resulta
posible distinguir claramente tres períodos:
El período primero, aún bajo la influencia de su distinguido maestro Rudolf
Eucken, con quien le emparentaba profundamente su propio talante espiritual.
Con grande entusiasmo y en un lenguaje de sublime elevación poética (Rudolf
Eucken había sido galardonado en 1902 con el Premio Nóbel de Literatura),
había anunciado Eucken, contra el materialismo, un superior imperio del
espíritu al que se eleva nuestra personal vida del espíritu y del que recibimos
todas las inspiraciones. Contra la fría lógica, Eucken había apuntado a Agustín
- San Agustín - el gran heraldo del amor, y a Pascal, maestro de la "lógica del
corazón" como inspiradores de su propio pensamiento filosófico. Eucken vio,
finalmente en la religión aquella suprema espiritualidad que otorga a nuestra
vida espiritual su garantía última. Este mensaje no se extinguió ya jamás en
Max Scheler. Es la fase idealista.
El período de la Filosofía idealista de los valores o axiología, que puede
considerarse su primavera, totalmente bajo la influencia de Edmund Husserl,
de tal modo que es posible sostener que Edmund Husserl, Martin Heidegger y Max
Scheler son los tres exponentes más importantes de la Fenomenología europea.
El reino de las denominadas "esencias ideales" otorgó a Scheler la base para
elaborar diversas doctrinas de la Filosofía cristiana católica, habiéndose
convertido al catolicismo en 1916 y siendo, durante un tiempo, ardiente y
apasionado seguidor de la doctrina católica. Karol Wojtyla, el papa Juan Pablo II,
se doctoró con una tesis sobre el pensamiento de Max Scheler y puede ser
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considerado un Scheleriano con proyección teológica. Dietrich von Hildebrand,
Romano Guardini, Viktor Frankl, entre otros, han recibido de nuestro filósofo estímulos
decisivos.
Dentro de su fenomenología, Scheler desarrolló también diversas fases:
1) La Fenomenología de la res, es decir, donde se captan las esencias de
los actos, dados en determinadas realidades.
2) La fenomenología de los actos o de los orígenes, en ello se capta la
esencia de los actos mismos y sus fundamentos.
3) La fenomenología de las combinaciones esenciales entre la esencia de
los actos y la esencia de la realidad.
El período de madurez o "vejez, que se inicia a partir de 1924, en que Scheler,
viendo más y más la fuerza bruta de las potencias biológicas, sociológicas y
económicas, que bloquean la vida del espíritu, se desliga del cristianismo y se
aproxima a las concepciones de Schopenhauer y Spinoza. A pesar de haber
afirmado textualmente: "Quiero vivir y morir en la Iglesia, a la que amo y en la
que creo," entre 1924 y 1925 se sale de la Iglesia y escribe que jamás ha
sido en realidad, "católico creyente", por lo menos, "según el criterio de
los teólogos". La creciente desvaloración del cristianismo, fenómeno propio
de la época, en que el amor a Dios y al prójimo pasa a ser humanidad, la
caridad cristiana se convierte en socialismo, el sentido religioso, en codicia de
dinero, el temor de Dios, en indiferencia, despiertan en nuestro filósofo fuertes
dudas acerca de la fuerza e importancia del cristianismo.
Max Scheler considera, con Jakob Boehme, q ue e n n u e s t r a conciencia se dan la
mano el ciego impulso y la lúcida razón. Prepara así, en esta época, una
nueva antropología que, por la relativa brevedad de su vida - 54 años - no
logra escribir completamente. La muerte lo sorprende saliendo de su casa para
dirigirse a la universidad a dictar su curso recién iniciado.
3. MAX SCHELER: FILÓSOFO DE LA PERSONA.
3.1.
APORTES ANTROPOLÓGICOS: UNA NUEVA IDEA DEL HOMBRE.
Entre todos los problemas filosóficos, el que preocupó a Scheler de modo más
directo y esencial ya desde el despertar de su conciencia filosófica fue el problema
del hombre. En casi todas sus obras habían sido abordados siempre aspectos
parciales de él. Pero desde 1922, Scheler centra su meditación en torno de éste,
estudiándolo por todos sus lados, y concediéndole una importancia primordial al
advertir que muchos de los problemas filosóficos convergían en él; a pesar del
inmenso cúmulo de conocimientos que diversas ciencias han aportado sobre el
tema del hombre. Scheler opina que en ninguna época las teorías sobre la esencia
y el origen del hombre han sido más inciertas, imprecisas y diversas como en su
tiempo, al punto de que por primera vez el hombre se ha vuelto totalmente
problemático y ya no sabe lo que es. Pero sabe que no lo sabe y esto conduce a
plantearse el problema con nueva lucidez.
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Cabe indicar que Scheler consideraba la cuestión de la Antropología Filosófica,
como fundamental para el saber de su época. Expresó en “La idea del hombre
y la historia”: “No hay problema filosófico, cuya solución reclame nuestro tiempo
con más peculiar apremio, que el problema de una Antropología Filosófica”,
luego agrega: “Al cabo de unos diez mil años de “historia”, es nuestra época la
primera en que el hombre se ha hecho plena, íntegramente, “problemático”, ya
no sabe lo que es, pero sabe que no lo sabe”. De ahí que surja como punto de
partida e inquietud sobre la pregunta ¿Qué es el hombre? en sus tres obras de
mayor relevancia antropológica: 1. La idea del hombre y la historia; 2. El Puesto
del hombre en el cosmos y 3. De lo divino en el hombre, irá esbozando las
líneas generales de una nueva antropología.
Él planteaba que si bien es cierto a lo largo de la historia se habían presentado
diversas formas de comprender al Ser Humano:
1. Desde una perspectiva deísta, en la cual existe la fe religiosa, se destaca el
carácter divino del ser humano y se le ve como creación de los dioses.
2. La idea del Homo Sapiens, originada en grecia, que separa al hombre de la
animalidad, en cuánto a su capacidad racional o de conocer. La idea de que
el hombre lleva en sí un agente divino que la naturaleza no contiene
subjetivamente. Ese agente divino se identifica ontológicamente, como la
capacidad de conocer el mundo, capacidad que tiene fuerza y poder aún sin
los instintos y sin la sensibilidad común del hombre y los animales para
realizar sus contenidos ideales. Es además una capacidad constante en
todos los pueblos y clases. En este momento ya surge una división:
 La idea del hombre dionisiaco, que aspira a anular el espíritu en
cuanta razón, para sentirse uno.
 La idea del homo faber; que basándose en su capacidad de pensar y
obrar en base a la realidad, niega en absoluto la existencia en el
hombre de un agente nuevo y esencialmente espiritual.
3. Finalmente la modernidad y desarrollo científico, así como las teorías
evolutivas plantean una nueva imagen del Ser Humano, en cuánto ya no un
ser divino o que se distancia de la animalidad en base a una característica
propia y esencial, dado que su racionalidad y capacidad de conocer el
mundo posee una causalidad biológica-natural, que se diferencia de los
animales únicamente en términos de complejidad y evolución.
Así Scheler concluye que: “Poseemos, pues, una antropología científica, otra
filosófica y otra teológica, que no se preocupan una de la otra. Pero no
poseemos una idea unitaria del hombre. Por otra parte, la multitud siempre
creciente de ciencias especiales que se ocupan del hombre, ocultan la esencia
de éste mundo más de lo que la iluminan, por valiosas que sean”. De ahí su
intento de poder plantear una Nueva Visión del Ser Humano, capaz de integrar
la Filosofía y la Ciencia para poder plantear una imagen no reducida de la
Antropología, en sus propias palabras: “En dicha ciencia hállase contenido el
problema psicofísico del cuerpo y el alma, así como el problema noético-vital.
Así nació la idea Scheleriana de la “Antropología Filosófica”. Bajo este nombre
entiende una ciencia “de la esencia y de la estructura esencial del hombre; de su
relación con los reinos de la naturaleza… y con el fundamento de todas las cosas;
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de su origen metafísico y de su comienzo físico, psíquico y espiritual en el mundo;
de las fuerzas poderes que lo mueven y que él mueve; de las direcciones y leyes
fundamentales de su evolución biológica, psíquica, histórico-espiritual y social,
tanto de sus posibilidades esenciales como de sus realidades.
Respecto a todas las ciencias que se ocupan del hombre, la antropología
filosófica debe constituir su fundamento último y, al mismo tiempo, indicar
determinados objetivos seguros para sus investigaciones. Por otro lado, esta
Antropología debe contribuir también a resolver el problema de lo absoluto.
Pero a pesar de la importancia fundamental que le concede la Antropología
Filosófica no se ha convertido para Scheler en la Philosophia prima. La filosofía
primera continúa siendo la Ontología de las esencias del mundo y de sí mismos.
Esta Ontología no es la Metafísica sino un punto de apoyo para ésta en conexión
con los resultados de las ciencias positivas y de la Axiología y de sus diversas
ramas. La Metafísica es dividida ahora en dos sectores: la “Metafísica de primer
orden”, que estudia los problemas límites de las ciencias positivas, y la “Metafísica
de segundo orden”, cuyo objeto es lo Absoluto. Entre ambas partes de la
metafísica se inserta la Antropología Filosófica. Sólo partiendo de la imagen
esencial del hombre, investigada por ella, puede inferirse una conclusión sobre los
atributos verdaderos del fundamento supremo de todas las cosas. Esta inferencia
llamada “inferencia trascendental”. Luego veremos cuál es su ley. Pero desde ya
podemos decir que si el hombre es el punto de partida para conocer los atributos
de lo absoluto, es porque el hombre es un microcosmos. Microcosmos es el
hombre, no sólo en el sentido clásico, en cuanto puede conocer todas las esencias
de las cosas del mundo y de sí mismo, sino también en cuanto en su ser mismo se
encuentran y cruzan todos los grados del ser: lo físico, lo químico, lo viviente y lo
espiritual.
No conocemos la Antropología Filosófica, que Scheler estaba preparando cuando
falleció y cuya publicación él mismo anunció para inicio de 1929. Aun cuando no
llegó a acabar su proyecto antropológico, elaboró, sin embargo, algunas
partes importantes del mismo. Sintetizaremos las más representativas.
Este intento de una Nueva Antropología que integre lo biológico, lo psíquico y
lo espiritual (noético), será una inquietud que de alguna manera tomará Viktor
Frankl, aplicándola de manera general al campo de la salud y de manera
particular y específica al campo de la Psicoterapia posterior a Freud y Adler.
3.2.
¿QUÉ ES EL HOMBRE?
Como mero ser natural (naturaleza humana), el hombre es, a la vez, un callejón sin
salida y un término. No ha derivado del animal sino que sigue siendo animal y lo será
siempre ya que es, esencialmente, un ser animado ("provisto de animación"). Más
aún, dentro del mundo, es de hecho el animal peor adaptado, el más indefenso y el
más desgraciado: se halla en clara desventaja biológica frente a la mayoría de otros
animales. Pero, se trata de un ser espiritual, la presencia del espíritu lo define y es, por
ende, un ser trascendente; en realidad, dice Scheler es "el ser que ora y busca a
Dios". Considerado de esta manera, es la alabanza objetiva que la naturaleza tributa a
su Creador: "No es que el hombre ore sino que es él la oración de la vida y de la
materia toda" Sólo en cuanto buscador de Dios rompe el hombre las barreras de la
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naturaleza, sólo como tal se eleva a la dignidad de persona. La persona es,
finalmente, "la expresión resplandeciente del ser". "Se ve claro que lo verdaderamente
humano, en el bípedo que camina erecto, es sólo lo que hay en él de divino".
No tiene sentido, entonces, decir que el hombre se imagina a Dios a la manera
humana; el hombre es, a la inversa, la expresión de lo divino ("De lo eterno
en el hombre"). La trascendencia y la existencia se dan la mano en el
hombre, el ser que es persona. Por eso él (el hombre) tiene vocación de infinito
y de eternidad. Es su espiritualidad lo que lo define y le confiere su esencia.
Scheler sostiene que el hombre ocupa en el mundo un puesto “aparte”
(Sonderstellung) tanto por su esencia como por su misión. Para aclararlo comienza a
estudiar todos los grados del ser. El hombre en Scheler es mezcla de materialidad
y de divinidad, nos presenta en su famosa obra “El puesto del hombre en el
cosmos”, por primera vez su composición en cuánto:
 SER INORGÁNICO:
Compuesto por una estructura química, material, orgánica. Dimensión de los
procesos fisiológicos. En el mundo inorgánico lo real son centros inespaciales de
fuerzas, pero que sientan el fenómeno de la extensión en el tiempo y que necesitamos
suponer como base metafísica a las imágenes-cuerpos. Son centros de fuerza que
actúan recíprocamente unos sobre otros, puntos en que convergen las líneas de
fuerza de un campo. Por eso las cosas carecen de todo centro óntico y de ser íntimo y
propio. La planta
 SER VIVO - PSÍQUICO:
Compuesto por cierta voluntad y orientación guiada por el afecto, ya presente
de forma muy rudimentaria en las plantas en forma de “Impulso afectivo”
(Gefüblsdrang) o la capacidad de acercarse o alejarse de algo. En este ímpetu
aún no están separados el impulso y el sentimiento, carece de sensación y de
consciencia, es estático y dirigido a su crecimiento y reproducción. Ejemplo:
acercarse a la Luz, la raíz que se acerca al agua, de la misma manera en que
se alejan de la sequedad o de la sombra. Pero la planta, como ser vivo, es un
algo que se limita a sí mismo, tiene un centro óntico que forma su unidad, un
mundo circundante con que está en interacción y un ser íntimo dejan lugar a
duda sobre su existencia. Incrementando su complejidad y mundo circundante
en los animales y el hombre, lo psíquico se expresa en forma de instintos,
memoria asociativa, conducta habitual, conducta inteligente y/o inteligencia
práctica, que es una inteligencia dirigida a la acción, capaz de renovarse y
responder a situaciones nuevas y problemáticas. El hombre posee desde luego
todos esos grados del ser: centros de fuerza, ímpetu afectivo, sensación,
instinto, memoria asociativa, consciencia e inteligencia práctica. Pero acá se
plantea una cuestión decisiva: ¿Tiene o no el hombre algo más que la
inteligencia práctica? Si no la tiene, no hay entre él y el animal una diferencia
esencial, pues entre el procedimiento de un mono para resolver una situación
nueva y la inteligencia más penetrante que construya una complicada obra de
ingeniería, no hay más que una diferencia de grado.
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La conducta de un animal con su mundo circundante ocurre en tres momentos:
1. Toda acción o reacción procede de un estado fisiológico de su sistema
nervioso provocado por impulsos y necesidades. Lo que no es interesante
para sus impulsos no le es dado, pues su mundo circundante se
corresponde perfectamente con el sistema de impulsos.
2. El animal produce una modificación del mundo circundante, dirigida por el
objetivo de sus impulsos.
3. Se origina en él un nuevo estado fisiológico (satisfacción vital), producido
por aquella modificación.
 DIMENSIÓN HUMANA (LO NOÉTICO).
La tesis de Scheler es que hay una diferencia esencial, porque el hombre
posee algo que, estando por encima de la inteligencia práctica y de la facultad
de elegir, es un principio ajeno y opuesto a la vida: es el espíritu. Muchas cosas
que Scheler explica sobre el espíritu y la persona ya son conocidas. Por eso
sólo destacaremos lo nuevo y lo que modifica a su concepción anterior. Lo
Noético constituye para Scheler, un aspecto que diferencia al Ser Humano de
los Animales, algo no material, que le confiere sus características espirituales y
personales. Identifica como principales atributos de lo noético: 1. Un Núcleo
Espiritual Libre: Capaz de oponerse a lo determinado por lo psicofísico e
instintivo; 2. El Acto Ideatorio: A través del cual puede descubrir las esencias y
realizar abstracciones y 3. La Autoconsciencia reflexiva o Consciencia de sí
mismo. Como se trata de señalar el “puesto aparte” del hombre, Scheler
comienza por describir el espíritu como un comportamiento opuesto al del
animal. El saber y la función de saber propios del espíritu, suponen en éste una
desvinculación, la libertad o separabilidad existencial frente a la presión
orgánica de la vida. El espíritu no está ligado a sus impulsos ni al mundo
circundante. En cambio, está “abierto al mundo”, lo cual significa que puede
hacer de los centros de resistencia a sus impulsos (que ya sabemos que es el
modo como se da la realidad), objetos y aprehender el ser-así de esos objetos.
Un ser dotado de espíritu, empero, se conduce de modo diametralmente
opuesto al animal:
1. Su conducta es motivada por el puro ser-así del objeto, con prescindencia
de sus impulsos y de su estado fisiológico.
2. Frena o desenfrena libremente un impulso.
3. Modifica la objetividad de la cosa vivenciada como definitiva y con valor
propio.
Gracias a ese alejamiento y distanciamiento que puede ejecutar el hombre de
los centros de resistencia convierte a éstos en objeto de un mundo abierto.
Esto es lo que no puede ejecutar el animal, que vive como incrustado y sumido
estáticamente en la realidad. La objetividad (Sachlichkeit) es, así una categoría
del espíritu… es, la posibilidad de ser determinado por el ser-así de las cosas
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mismas. El hombre, que como ente de la naturaleza es un callejón sin salida,
es por virtud del espíritu la salida del callejón.
El espíritu puede también recogerse y concentrarse a sí mismo, esto es, tiene
consciencia de sí. El animal tiene conciencia de las cosas, pero no conciencia
de sí. Sabe de su mundo circundante, pero no sabe lo que sabe. El hombre,
pues gracias al acto reflejo del espíritu, posee el más alto grado de intimidad
con su propio ser, y puede por ello objetivar su propia constitución fisiológica y
psíquica, así, modelar libremente su vida.
Una tercera característica del espíritu es que ese centro desde el cual el
hombre objetiva el mundo, su cuerpo y su propia psique no puede ser parte del
mundo ni estar localizado. El espíritu no puede ser nunca objeto, es actualidad
pura, su ser es la libre ejecución de actos. El centro del espíritu, la persona, no
es ser substancial ni objetivo, sino sólo un orden estructural de actos que se
ejecuta a sí mismo. Es preciso notar que aquí Scheler ha radicalizado
totalmente su concepción anterior.
La caracterización que se hizo del espíritu en términos de “comportamiento”
significa filosóficamente que el acto específico del espíritu es la ideación, esto
es, el conocimiento de la esencia. Ya sabemos lo que esto significa y que el
saber de la esencia requiere la “reducción” de la existencia. Pero ahora este
acto de separar la esencia de la existencia adquiere más importancia capital
porque constituye la nota fundamental del espíritu, que funda a todas las
demás. Por otra parte Scheler critica el método de reducción empleado por
Husserl y que él mismo había aceptado antes. Husserl entendía la reducción
como la suspensión del juicio de existencia. Pero el juicio de existencia es un
juicio sintético paradojal, porque no expone ninguna nota nueva del objeto. Lo
que le concede impleción y, por tanto, lo justifica, es el momento de la realidad
y los actos que lo dan. Pero como sabemos que el momento de la realidad se
da en la vivencia de una resistencia contra nuestra vida impulsiva, la ideación,
la intuición de las esencias, requerirá la abolición del momento de realidad en
los objetos. Pero para esto no es suficiente la mera suspensión del juicio, que
es un procedimiento del pensamiento, sino la inhibición de los actos que dan la
realidad. Esto requiere una técnica, es decir, una acción interna.
En esta técnica queda en descubierto el logos de las esencias antes
encubierto por el mundo concreto y sensible de las cosas: “La realidad… con
indiferencia de lo que ella sea, es ante todo para cualquier ser vivo una presión
inhibidora, encogedora y su correlato la angustia “pura” (sin ningún objeto)”. La
técnica que elimina el momento de realidad, elimina también esa “angustia-delo-terreno” y así no deja ver la región de las formas puras. Scheler no ha
descrito en detalle esa técnica, pero nos ha dicho en qué consiste su acto
fundamental: Si la realidad se da como resistencia a nuestros impulsos, la
abolición del momento de realidad sólo puede ocurrir por la aniquilación de un
dejar sin fuerza, de aquel ímpetu vital por el cual el mundo se presenta como
resistencia y que es condición de toda percepción sensible. Pero sólo el
espíritu puede inactualizar ese centro de impulsos vitales, que es el acceso al
ser real de lo real. La forma espiritual de la voluntad, la voluntad pura ejecuta
ese acto.
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Notemos de paso que Scheler ha invertido totalmente la función de la Voluntad
pura. Puesto que la realidad se da a los impulsos vitales, la voluntad pura es la
que anula esa experiencia.
El hombre, pues que tiene espíritu, es el ser vivo que puede decir “no” a la
realidad, porque adoptar una conducta ascética frente a la vida al reprimir sus
propios impulsos. “Comparado con el animal que siempre dice “si” a la realidad.
Incluso cuando la abomina y la rehúye, el hombre es “el que puede decir no”, el
asceta de la vida, el eterno protestante contra toda la mera realidad”. Y así, por
medio de ese “no” constitucional opuesto al impulso, puede el hombre edificar
sobre el mundo de su percepción un reino de ideas y “sublimar”, así, la energía
de sus impulsos en actividad espiritual.
Pero el ser mismo del espíritu y sus productos culturales no nacen de la vida
por consecuencia de la anulación de la voluntad o de vivir o de la represión de
los impulsos, como lo han sostenido Buda, Schopenhauer, Alsberg y Freud. A
esta “teoría negativa” del hombre objeta Scheler que carece de la más mínima
respuesta a estas preguntas:
 ¿Qué es lo que anula la voluntad de vivir?
 ¿Qué es lo que reprime los impulsos?
 ¿Para qué se sublima, se reprime, se niega la voluntad de vivir o los
impulsos?
 ¿Cómo es posible que un ser tan mal-dotado biológicamente, que ese
animal enfermo y retrasado no haya perecido?
 ¿Cómo se salvó de ese callejón sin salida?
Según estas teorías no pudo ser por la razón o el espíritu, que justamente,
según ella debió surgir de la ascesis, de la represión. Y sin embargo, es un
absurdo suponer que la negación de la voluntad de vivir la represión de los
impulsos pueda provenir de la vida misma. Por consiguiente la teoría negativa
supone siempre lo que pretende explicar: el espíritu, la razón y sus leyes
autónomas. Por otra parte, la autonomía del espíritu en su esencia y en sus
leyes es el supuesto supremo de la idea de la “verdad” y de su posible
cognoscibilidad: “El espíritu es el que introduce la voluntad espiritual, guiada
por ideas y valores, rehúsa a los impulsos opuestos a ideas y valores las
representaciones necesarias para una acción impulsiva y por otro lado ofrece
como un cebo ciertas representaciones conformes a ideas y valores, a los
impulsos que acechan para coordinarlos de modo que ejecuten el proyecto de
la voluntad dictada por el espíritu”.
Con esta tesis de la autonomía del espíritu frente a la vida Scheler está de
acuerdo con el espiritualismo clásico y rechaza con éste todo naturalismo, sea
materialista, sensualista o vitalista, para explicar el espíritu.
3.3.
DIFERENCIAS ENTRE LA VISIÓN ESPIRITUAL DE SCHELER Y EL
ESPIRITUALISMO CLÁSICO.
Existen sin embargo dos puntos de diferencia entre los planteamientos de Scheler
y la doctrina clásica de espíritu.
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1) El primero se refiere a la relación del cuerpo y del alma. Scheler rechaza el
dualismo cartesiano y no lo hace sólo por razones filosóficas, sino también en
razón de los resultados más recientes de la biología del hombre. El alma y el
cuerpo son dos caras de un mismo ente. El alma sea centro de todos los
procesos, nerviosos. Por otra parte, lo psíquico coincide con la vida. Las
glándulas endocrinas son el intermediario entre el cuerpo y la consciencia. La
vida misma es su ser íntimo vista ontológicamente lo psíquico y lo fisiológico
son idénticos. Sólo fenomenológicamente son distintos, dos aspectos de un
mismo proceso vital. De ahí que ya no tengan sentido las teorías del
paralelismo, de la acción recíproca del Hylemorfismo.
Pero la supresión de la diferencia entre el cuerpo y el alma, deja en pie la
diferencia radical entre la vida y el espíritu.
La diferencia fenomenal del cuerpo y alma y su identidad óntica pertenecen a
la esfera de la vida. Pero es posible considerar como distintos esos dos
aspectos de un mismo ente y proceso: entonces la que ejecuta esos modos de
consideración tiene que ser necesariamente superior a esa oposición. Por este
otro camino somos conducidos nuevamente a admitir el espíritu, que lo
objetiva todo pero que es él mismo inobjetivable.
2) El segundo punto en que Scheler difiere de la doctrina clásica atañe a la
relación del espíritu con la fuerza y el poder. Según ésta las ideas y el
espíritu poseen una fuerza y poder propios y cuanto más alta es la altura de
valor de un ente tanto mayor es su fuerza: Dios, es el ser supremo y perfecto,
que es puro espíritu, es omnipotente cabalmente en virtud de su espíritu. Tal
había sido también la primera concepción de Scheler como lo muestran sus
doctrinas: a) de la creación por la voluntad divina; de “en todos los estratos
de nuestra existencia psíquica, empezando por la sensación hasta los actos
más altos del espíritu, b) hay una cantidad independiente de energía
psíquica, que no está tomada en absoluto a la energía impulsiva de la libido”,
c) de que la relación entre la vida y la persona es dinámica. Luego Scheler
negará todo eso y sostendrá la tesis de la impotencia originaria del espíritu.
En mi opinión es la tesis más importante y de más graves consecuencias y la
que, junto con las implicaciones de la unificación efectiva, ha determinado su
nueva concepción de lo Absoluto. La nueva idea debió, sin embargo, rondarla
desde tiempo atrás, porque en medio de un contexto absolutamente
contrario, mencionó ya “los actos en sí se dan, sin fuerza del espíritu”.
3.4.
IMPOTENCIA DEL ESPÍRITU.
El espíritu crea todas las ideas y todos los valores que constituyen la
grandeza de una cultura, pero no tiene el poder de realizarlos en la vida
diaria. Cuanto más nos elevamos jerárquicamente desde la sensibilidad al
espíritu, tanto más disminuye la corriente de la energía necesaria para
imponer los productos del espíritu al entorno o realidad que nos rodea. Lo
que en el reino de las ideas es lo más potente es, en el reino de la realidad, lo
más impotente. En efecto, cuanto más puras sean las ideas menos intervienen
en el acontecer universal. Sólo donde las ideas se vinculan con el instinto de
la nutrición, del sexo o de la misma belleza, se convierten en potencia
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histórica, capaz de forjar el curso de la Historia. Acuñó así Max Scheler la
fórmula de la "impotencia del espíritu".
En los escritos del último periodo esta teoría es neta: el espíritu en su forma
pura carece originalmente de todo poderío, fuerza, actividad. Por naturaleza el
espíritu consiste sólo en un grupo de puras intenciones. Consiguientemente, la
Voluntad pura, que pertenece al espíritu, no posee un poder positivo para
producir algo, sino es sólo un frenar o desenfrenar los impulsos y los procesos
nerviosos correlativos. Toda acción positiva pertenece a los impulsos, y a la
voluntad, sólo en cuanto esta mezclada con ellos, de modo que el querer puro
es siempre negativo, un non fiat 2 o un non non fiat dado a los impulsos. Sólo
respecto al proyecto como relación ideal de valor, es el querer un positivo fiat o
non fiat.
Pero el espíritu puede aprovisionarse de energía mediante el acto ascético de
la represión de los impulsos. Entonces la energía de la vida pasa al espíritu, se
“sublima” en éste. Esta sublimación de la energía de los impulsos es la única
que admite Scheler, puesto que niega que el ser del espíritu sea una
sublimación (Freud). De este modo resulta también algo positivo la adquisición
de poder y actividad, la liberación y emancipación, esto es, la vivificación del
espíritu. Pero lo que el espíritu no puede es engendrar o anular, aumentar o
disminuir, por sí mismos energía impulsiva alguna.
Scheler no ha suministrado una demostración específica de la impotencia
originaria del espíritu. Dice que la psicología y la fisiología la confirman, pero
no indica cómo. En realidad su tesis es presentada como un caso de aplicación
de un principio universal del ser: “las categorías superiores del ser y del valor
son por naturaleza más débiles” (Nicolai Hartmann). La corriente de fuerzas y
causas no corre en el mundo de arriba hacia abajo, como piensa la teoría
clásica, sino de abajo hacia arriba. Así el mundo inorgánico es independiente
de todo; la planta, independiente del animal; el animal independiente del
hombre; la masa, independiente del hombre superior. Lo originariamente
inferior es poderoso, lo superior impotente. Toda forma superior del ser es con
respecto a las inferiores relativamente inerte y sólo se realiza mediante las
fuerzas de las inferiores. Por ejemplo, la vida es una forma propia, pero sólo se
realiza por medio de las fuerzas del mundo inorgánico. Y bien: la relación del
espíritu frente a la vida es análoga. El espíritu puede lograr por la sublimación
fuerza proveniente de los impulsos vitales y así dirigirlos de acuerdo a sus
ideas y valores, pero originariamente no tiene energía propia.
El espíritu es la forma superior del ser y como tal determina la esencia y las
regiones esenciales de la configuración del mundo, pero no puede realizarlas.
El “ímpetu” (Drang) es la forma inferior del ser. No puede intuir esencias, ni
valores, pero mediante su fantasía creadora, crea una realidad, plasma las
imágenes contingentes (cosas) y así es el que realiza las esencias. Lo más
poderoso que hay en el mundo son los centros de fuerza del mundo inorgánico,
ciegos para las ideas y las formas que constituyen los puntos de acción
inferiores de aquel ímpetu.
2
Fiat: Consentimiento o mandato para que una cosa tenga efecto.
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Según esto, el proceso del mundo puede ser considerado como una gran
sublimación mediante la cual las fuerzas de una forma inferior del ser se ponen
al servicio de un ser y de un proceso de forma superior. El hombre es el último
proceso de esa sublimación, en el cuál la energía impulsiva se transforma en
actividad espiritual.
En síntesis, el espíritu y la vida están en el hombre en relación mutua: “El
espíritu idea la vida; y la vida es la única que puede poner en actividad y
realizar el espíritu, desde el más simple de sus actos hasta la ejecución de una
de esas obras a que atribuimos sentido espiritual”.
La idea Scheleriana del hombre coincide, pues, con la clásica en el ser y
autonomía del espíritu y en su absoluta irreductibilidad a toda otra forma del
ser. Pero defiere de ella en que ese espíritu es insustancial, un orden
estructural de actos, y originariamente impotente. Sólo la vida le presta fuerzas.
El espíritu ve pero no puede caminar, la vida empuja y camina pero no sabe
hacia dónde. Pero como ambas formas del ser componen al hombre, “el ciego
lleva a cuestas al tullido” es una imagen muy adecuada de su esencia.
No hemos de discutir aquí la posible motivación psicológica de esa tesis de la
impotencia del espíritu: si ella fue el resultado de las experiencias de la gran
guerra de 1914-1918 (Buber) o de la experiencia de su propia vida (Hildebrand)
en lo que respecta al posible poder del espíritu de realizar valores positivos
superiores. Pero objetivamente, la tesis de la impotencia del espíritu sucumbe
ante la objeción que frecuentemente se le ha hecho desde distintos lados
(Haecker, Buber, Przywara, etc.): Si el espíritu puede reprimir los impulsos, si
los impulsos son la fuerza ante la cual oponen resistencia los centros
dinámicos de las cosas, el espíritu ha de poseer fuerza originaria.
Es importante reconocer que el concepto de impotencia, es a la vez paradójico,
pues siendo el espíritu potencia pura, requiere de la materia del organismo
psicofísico para instrumentalizarse en actos. Sólo los actos concretos pueden
manifestar el espíritu, más este no puede manifestarse así mismo en cuanto
dimensión espiritual, independiente del cuerpo. Más este mismo espíritu tiene la
facultad de ejercer dominio sobre el mismo cuerpo, que lo instrumentaliza, tal es
el caso de la oposición que este ejerce frente a los instintos.
En Scheler el espíritu posee la fuerza de la abstracción, capaz de separar
idea y realidad. De este modo, "ideíza" al mundo. Por ello, el espíritu es,
por contradicción, el "protestante" del mundo, el asceta de la realidad, el
enaltecedor de ésta. Gracias al esp íritu, la vida adquiere verdadera
trascendencia. El instinto no puede actuar sin representaciones ni ideas,
aquél depende de éstas. Es por ello que el ser humano se define,
esencialmente, como ser espiritual y no como ser animado. El espíritu le
"echa al instinto una idea, como un cebo, y le sustrae hábilmente otra". De
este modo, indirectamente, rige el espíritu la furia del instinto ciego. Resulta,
por ejemplo, posible que el hombre se quite la vida, cosa que no realiza,
probablemente, ningún animal: es el espíritu quien, superando el fortísimo
instinto de conservación, hace que la persona - desesperada, angustiada o
simplemente, trastornada - recurra al suicidio como "solución" de su grave
extravío existencial.
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Desde este punto de vista, resulta posible afirmar que el hombre no
pertenece al mundo, no es verdaderamente mundo, sino que posee o tiene
mundo.
3.5.
LA PERSONA.
Esa expresión resplandeciente del ser, que es la persona, no es de modo
alguno un "objeto de orden superior", que pudiera aprehenderse por una "visión
de la esencia". La persona, gracias al conocimiento, produce todos los objetos y,
por tanto, no puede ser ella también un objeto.
La persona - el sujeto personal - es el foco de todas nuestras experiencias
y actos; ella es el centro metafísico de los actos. La cualidad de la existencia
de la persona no está nunca acabada, permanece inacabada: la existencia
deberá dibujarse y plasmarse constantemente en sus actos. De ahí que no sea
posible conocer a la persona a la manera de una cosa u objeto. Su esencia
sólo podrá barruntarse realizando con ella sus actos. Así, los que mejor conocen
a Jesús no son, en realidad, los teólogos que han escudriñado su vida y
analizado sus discursos. Sólo a sus discípulos que lo siguen y lo imitan
aparece lo peculiar de esta divina personalidad.
Sólo sintiendo lo que ella siente, podremos aprender aquellos valores por
los que una persona configura su vida. A la inversa también, sólo a través de
personas, a través de héroes y de santos, podrán los valores operar en lo más
íntimo del mundo. La persona es el ser axiológico por excelencia y por
antonomasia.
Lo que constituye a la persona son los actos que realiza y lo que motiva los actos,
son los valores objetivos que en ellos se realizan. Es así como la esencia del
hombre se define en relación a los valores y/o desvalores que este realiza en cada
situación concreta. Un hombre no puede tener un valor como propiedad estática,
dado que un solo acto contrario anularía dicha cualidad. Así, un hombre que haya
obrado con honestidad o justicia durante toda su vida, podría caer en un momento
cualquier en deshonestidad o injusticia. Es así que el hombre va definiendo en la
realización de los valores situaciones con actos concretos, su propia esencia.
3.6.
LA COMUNIDAD.
Como todo acto espiritual tiene su propio ser y procede, sin embargo, de la
unidad de la persona, así también todo individuo humano es una persona por sí y,
a la par, miembro de una persona total. Por esta vinculación se explica la
comunidad.
Es posible así, distinguir dos formas o modos de asociación de las personas: la
primera es la comunidad en la que permanecen unidos los individuos a pesar
de toda separación y la sociedad, la segunda, en que permanecen separados a
pesar de toda vinculación. La familia y la amistad forman comunidad; la
fábrica, el cuartel y el Estado forman sociedad. Aquélla se estructura por una
"voluntad esencial", ésta, por mera "voluntad de elección".
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Max Scheler ve en la sociedad sólo un producto de descomposición y
decadencia de la auténtica comunidad. El estado, sostiene Scheler, es el
gran pecado de la humanidad, es la encarnación de la voluntad de poder (que
diría Nietzsche), su historia está escrita con violencia y sangre, sus parlamentos
son cavernas en las que se cuelan la cobardía y la irresponsabilidad humanas. El
sentido o fin de la evolución es que la humanidad se libere del Estado,
fuente de corrupción, de hipocresía, de cinismo y de maldad, es decir, de
lo peor del ser humano, de su lado más oscuro.
Por ello, nuestro filósofo predica la revolución en todos los terrenos: la
emancipación plena de la mujer, la del hombre, la de los jóvenes y la de los
ancianos de todas aquellas estructuras anquilosantes y asfixiadoras
creadas por el Estado para mantenerse. Pero también, la emancipación
de los trabajadores de la clase capitalista y de los pueblos de color de sus
amos coloniales, de cualquiera y de toda forma de esclavitud tanto física
como espiritual.
Sólo la nación y la Iglesia son auténticas comunidades por cuanto sus
miembros se hallan íntimamente unidos por las mismas ideas y l os mi smos
val o res. El suj e to de l a cul tu ra es l a Naci ón, comunidad en la que se
cultivan los más altos valores del espíritu. Sin embargo, la cultura nacional ha
de dilatarse y extenderse en una gran cultura europea, cultura occidental en
último término, que marca y define al hombre de hoy en el ámbito de lo que
llamamos occidente.
La misión, la verdadera misión de la universidad consiste en crear y elaborar
cultura.- La creación de cultura se logra a través de la investigación y la
elaboración de cultura, a través de la docencia.
Entre verdaderas comunidades - como lo son las naciones - todos los
conflictos que puedan presentarse habrán de resolverse necesariamente
por vía pacífica, a través del verdadero diálogo interpersonal. La guerra es
un evento anticuado, carente de todo fundamento, perteneciente a un
pasado que ya no encuentra actualmente vigencia así como lo son,
asimismo, la esclavitud y la creencia en brujos o brujas.
3.7.
DIOS.
En su pensamiento filosófico tardío, en el llamado periodo de vejez, ve Max
Scheler en Dios a un ser de tensiones máximas. Dios, en efecto, desciende
hasta lo más bajo, a la oscuridad de los instintos demoniacos, pero asciende,
asimismo, hasta lo más alto, al reino de las ideas purísimas. Sólo en cuanto
es espíritu claro, clarísimo, puede ser llamado "Dios". Pero, siendo espíritu puro, como
tal es impotente. Por ello, Dios sólo pudo haber creado el mundo en cuanto es también
impulso ciego y voluntad demoníaca. El instinto oscuro, sin embargo, se espiritualiza
cada vez más en Dios, hasta que, al fin, desaparece todo lo oscuro y se vuelve así el
Dios de nuestra religión, aquél que adoramos y nos sometemos. Así también es tema
nuestro - de la humanidad - espiritualizar cada vez más en nosotros el instinto,
haciéndonos cada vez más humanos en sentido pleno y, por ende, más semejantes a
Dios. El lugar de esta edificación es el corazón, no la Razón; la realización de Dios, del
espíritu divino, por el hombre es la verdadera finalidad de la historia universal: los
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designios divinos, realizados imperfectamente por la humanidad constituyen el curso
de la Historia.
3.8.
MUERTE E INMORTALIDA D.
A partir de Kant, la "vida del mundo" se ha desprendido totalmente de la
esfera religiosa y se ha encerrado y aislado en su propia "interioridad". El
hombre actual requiere adoptar una nueva postura ante la muerte. Hoy en
día nadie vive ya de cara a la muerte, ni se habla jamás de ella.
La dedicación sin reservas a la economía vuelve indeseable a la muerte, que
viene a cortar las ganancias y frena el crecimiento económico individual y, a
veces también, colectivo.
Es menester, fundamentalmente, asegurarse para el caso de muerte.
Pero, como la muerte pertenece a la vida y es parte de ella, sin la primera le
falta a la segunda su totalidad. El no considerar a la muerte", "amputa" a la
vida, le sustrae esencia y realidad.
Desde que el hombre se ha hecho extraño a sí mismo (se ha alineado), el
mundo se le ha tornado también extraño y hostil y la inevitable consecuencia
es la angustia o temor al mundo. En su póstuma obra, "Muerte y
pervivencia", Max Scheler no ve otra solución que la incorporación de la
esencia del hombre, después de la muerte, a la estructura divina, panteísta
que rige al mundo.
De esta manera, se identifica Scheler con la Filosofía de Baruch de Spinoza
para quien Dios es la naturaleza (Deus sive natura), Dios es el océano del
ser: todas las cosas son sólo olas transitorias, las gotitas de agua que
salpican. La muerte no es otra cosa según Spinoza - que el paso de la ola a
otra en ese inmenso océano que denomina Dios. Así, Scheler, al final de su vida,
se sume plenamente en el pensamiento panteísta
3.9.
FACTORES HISTÓRICOS RELACIONADOS.
La teoría antropológica Scheleriana tenía que incidir en la concepción de la
historia, puesto que ésta es historia del hombre. Por eso el problema de los
factores de la historia encuentra un esquema de solución en la fundamental
separación del espíritu y la vida. Scheler distingue una actividad del hombre
dirigida a fines espirituales, ideales (historia de la cultura) y una actividad
dirigida a fines reales, a la modificación de la realidad (historia política,
económica, etc.). Partiendo de aquí, Scheler pretende hallar una ley del orden
de sucesión en la actuación de los factores ideales y reales determinantes del
contenido de la vida total de los grupos humanos. Esta ley es compleja y
abarca distintos aspectos estáticos y dinámicos. La ley determina ante todo la
forma de cooperación en el curso histórico de los factores reales e ideales, la
estructura del espíritu de los impulsos. La tesis de Scheler es complicada
porque tanto los factores reales e ideales, intervienen de algún modo en las
dos historias, si bien en forma diferente:
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1. En la historia ideal, el espíritu, tanto el subjetivo como el objetivo, el
individual como el colectivo, determinan sólo la esencia de los
contenidos de la cultura, los cuales, así determinados pueden llegar a
ser. Pero como el espíritu no tiene fuerza, no puede dar existencia a
aquellos contenidos. Para su realización deben intervenir otros factores.
Scheler distingue así entre factores negativos y positivos. Factores de
realización negativos o factores reales de selección de lo posible para
una obra espiritual son siempre las relaciones reales de la vida
condicionadas por los diversos impulsos del hombre y los factores
geográficos y geopolíticos. Sólo donde las ideas se unen con intereses,
impulsos y tendencias son históricamente eficaces. Aquí reside la
verdad parcial de todas las interpretaciones realistas de la historia. Pero
los factores de realización positivos son siempre los actos libres y la libre
voluntad del pequeño número. Son los “jefes y modelos” los que realizan
y son imitados luego (según leyes de limitación formuladas por Tarde)
por las masas.
2. En la historia real, en las relaciones internacionales, económicas, etc. la
relación entre los factores reales e ideales es diferente. El ámbito de su
devenir posible y real no está determinado ni en su existencia ni en su serasí por los factores ideales sino exclusivamente por los reales. En esta
esfera, el espíritu (a la inversa que en la esfera de la cultura) sólo es un
“derivador” negativo, es decir tiene la significación de realización o de
supresor de obstáculos y además una significación de realización sólo
negativa, pero no tiene ninguna significación como determinante del serasí. El espíritu humano sólo puede aquí frenar o desenfrenar aquello que
quiere entrar en la existencia en virtud de la casualidad real pero ciega para
el sentido. Si el espíritu se propone fines que afecten el ser-así y a la
transformación de los factores reales, es como si mordiese en granito, por
ejemplo, si pretende planear la economía o dictar una legislación la
selección racial.
Así la doctrina de Scheler se opone tanto al naturalismo, que quisiera
explicar incluso el contenido de la historia espiritual por los factores reales
(Marx, Buckle, etc.) como al idealismo que pretende explicar incluso la
historia real como un proceso puramente espiritual (Hegel, Comte, etc.).
En verdad, en la esfera cultural existe una liberté modifiable 3:
potencialmente hay libertad de los acontecimientos en cuanto a su ser-así,
sentido y valor, pero susceptible de suspensión en su expresión real por la
causalidad de la “infraestructura”. En la esfera real por el contrario, rige una
fatalité modifiable4: el espíritu actúa suspensivamente aplazando lo que
corresponde a la marcha fatal de las tendencias históricas. Scheler
pretende además una ley que enlace tres formas y relaciones estáticas y
dinámicas: las relaciones de los factores ideales entre sí, las de los factores
reales entre sí y la de los factores reales con los ideales.
1. En la esfera del espíritu objetivo se hallan el mito, la religión, la metafísica,
la ciencia, la leyenda, la historiografía, el arte, la mística. Entre ellos no
3
4
Libertad modificable.
Destino modificable.
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existe una interacción arbitraria, sino un orden de fundamentación,
dependencias esenciales de acuerdo a una ley que corresponde al orden
genético y estructural de los actos dados con la esencia del espíritu
humano. Scheler no ha expuesto sistemáticamente esas dependencias.
Un punto interesante merece destacarse aquí en su sustitución de la
pretendida “Ley de los estados” de Comte. Scheler presenta una ley de
diferenciación e integración de las formas de la cultura, según la cual de la
originaria forma mítica natural surgen simultáneamente el saber religioso,
el metafísico y el positivismo, que luego emprende una evolución regida
por leyes propias.
2. Los Factores reales son la sangre, el poder político, y la economía que
corresponden a los tres impulsos fundamentales de la reproducción, el
poder y la nutrición. Son erróneas tanto las teorías que sostienen que ellos
influyen sin ningún orden como las que opinan que entre ellos existe
siempre el mismo orden en el curso histórico. La obra de los etnólogos ha
descubierto la existencia de sociedades pre-estatales, edad en que
predominan la asociaciones familiares. El estado se ha impuesto sólo en
una lucha contra esas asociaciones familiares y, por consiguiente, es
posterior a ellas. Por otra parte, Sombart mostró para la historia occidental
que el mundo pre-capitalista europeo no estaba determinado por el
primado de los factores económicos, sino por otra ley de los procesos
genéticos entre el estado y la economía. Por eso el economismo de Marx
sólo es válido para una época muy definida de la historia occidental
moderna.
Por su parte Scheler llegó a la conclusión de que no hay en la historia una
variable independiente entre los tres factores, sino una orden que
corresponde a cada uno el primado de su influencia, orden diferente para
cada fase del curso histórico. Este orden tiene un fundamento para cada
fase del curso histórico. Este orden tiene un fundamento antropológico:
Corresponde exactamente al orden de evolución de los impulsos humanos
que, como hemos visto es: 1) El sexual y de reproducción, 2) el de poder y
3) el de nutrición y conservación.
Según esto Scheler ve en el curso del desarrollo histórico un proceso de
tres grandes fases (bajo el supuesto ideal que estuviera sólo condicionado
por causas intrínsecas y no intervinieran causas catastróficas, guerras,
terremotos, etc.).
a) Fase en que las relaciones de sangre y las instituciones que las regulan
(forma del matrimonio, mezcla y separación de razas) constituyen la
variable independiente del proceso, determinan primariamente, por lo
menos, la forma de agrupación de los grupos, esto es, el espacio de
juego de lo que puede suceder por obra de los otros factores reales.
b) Fase en que este primado causal se traslada a los factores políticos del
poder, especialmente al Estado.
c) Fase en que ese primado causal lo obtienen los factores económicos y
este orden del primado de los factores reales es también el orden
sucesivo en que ellos frenan o desenfrenan la expansión real de las
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potencias espirituales en la historia de la cultura. Pero la ley no debe ser
extendida como si valiese para tres fases de una sola historia universal
que se extendiese desde el comienzo hasta el fin de los tiempos, sino
para cada proceso de unidades históricas más pequeñas, cada una de
las cuales forma un ciclo.
3. En lo que se refiere a la relación entre los factores ideales y reales,
Scheler especifica lo establecido en su primera ley. Señala que en la
historia de la cultura hay siempre una diferencia entre los planes y
aspiraciones, y lo realizado de ellos en la realidad; ésta es siempre una
mínima parte con respecto a aquellos. Es la diferencia entre la historia
potencial y deviniente y la historia que ha devenido en acontecimiento,
obra y estado real. Esta diferencia es el lugar en dónde incide la eficacia
de los factores reales sobre la historia del espíritu: ya excluyen de toda
realización lo que era de esperar según la lógica del sentido, ya desgarran
y hacen saltar su “continuidad de sentido”, ya la favorecen y propagan.
Excluidas tanto la interpretación naturalista como la idealista, la relación
de ambos grupos de factores es esta:
a) Lo único que el espíritu y la voluntad humana pueden hacer frente a la
historia real es dirigir y derivar (Lenken) una serie ordenada y fija de
fases y sucesos sometidos a leyes propios, independientes de la
voluntad del hombre y ciegos para los valores del espíritu. Pero donde
las ideas no encuentran fuerzas y pasiones carecen de significancia para
la historia real. Y la historia real es (diferente) indiferente frente a las
exigencias de la lógica de sentido que rige la producción espiritual.
b) Pero tampoco la historia real determina de modo unívoco el contenido de
sentido y valor que tiene la cultura espiritual. Se limita a desenfrenar, o
frenar la especie y medida de la expansión real de las potencias
espirituales. Lo que del espíritu se expande realmente, cuando puede
hacerlo, es siempre más complejo y más rico que lo que respondería a
una determinación “unívoca” de los factores reales. Esto quiere decir que
lo que puede explicarse por la historia real en la historia del espíritu es
sólo la diferencia entre la obra posible según las leyes del sentido y la
obra real. La fatalité modifiable de la historia real no determina pues, el
núcleo de sentido positivo que haya en las obras del espíritu, pero sí
impide o desenfrena, retrasa o acelera la realización de este núcleo de
sentido. Con una imagen: Scheler abre y cierra en determinada forma y
orden las “esclusas” de la corriente del espíritu.
A pesar de combatir el biologismo de Spengler, Scheler admite que la historia
de los grupos humanos presenta fases de juventud, de florecimiento y de
decadencia. Pues bien, la influencia del espíritu sobre la historia real no es la
misma en todas las épocas: Es mayor en las fases primeras y va decreciendo
en las postreras, al mismo tiempo que crece la fatalidad de los factores reales.
Cada ciclo termina en una masificación de la vida, el espíritu la puede dirigir y
derivar cada vez menos, pero, en cambio, puede existir más para sí mismo en
esas fases terminales.
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LOGOTERAPIA HOY
Revista Peruana de Logoterapia Clínica y enfoques afines
Año I. Número 001. Octubre 2012
Scheler anunció reiteradas veces que había escrito una Filosofía de la Historia,
de la cual lo expuesto no es más que una parte. Faltábale tratar el grave
problema de cuál es el sentido de lo que ocurre en la h historia y si ésta tiene
tal sentido. Pero esa obra ha quedado siempre entre papeles póstumos aún no
publicados. Sin embargo, algo se ha traslucido en sus pequeños escritos de
este último periodo.
Este artículo continuará con la Parte II. Teoría de los Valores. A publicarse en la
Revista Peruana de Logoterapia Clínica y Enfoques Afines “Logoterapia Hoy” –
Febrero 2013.
BIBLIOGRAFÍA.
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Frankl, Viktor E. La Voluntad de Sentido. Ed. Herder
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