II Congreso Nacional de Políticas Sociales (Mendoza, septiembre 2004) María Laura Pagani Mauricio Schuttenberg Naturaleza, alcances y limitaciones de la participación ciudadana. Estudio de caso del municipio de La Plata. Introducción En los últimos años el tema de la participación ciudadana ha tenido una presencia creciente en el ámbito de la investigación y en los debates técnico-administrativos. Se supone, en principio, que esta práctica reafirma la democracia, produce consensos más allá de la crisis de representatividad política, recompone el lazo entre el Estado y la sociedad y se la plantea como una de las soluciones ante la ineficacia del Estado. Asimismo, la participación aparece vinculada a la escala local a partir de los procesos de descentralización producto de la Reforma del Estado. El municipio por ser la cara del Estado más próxima a los ciudadanos, surge como lugar privilegiado para la aplicación eficiente de las políticas públicas. En este marco, nos proponemos analizar algunas líneas iniciales respecto al impacto de las experiencias de participación ciudadana que se vienen promoviendo desde el ámbito municipal. Interesa especialmente indagar la incidencia de estas prácticas en la gestión municipal y en las formas de organización de la sociedad, reflexionando sobre las significaciones que adquieren estos procesos en los diferentes actores sociales y plantear interrogantes acerca de las potencialidades y límites de la participación. En el presente trabajo se analiza el caso de la participación ciudadana en el marco de la política pública municipal de la ciudad de La Plata, abordando la experiencia desde el diseño de la misma hasta el momento de la implementación. En este sentido, se toman como experiencias la dinámica de las Juntas Comunales, desde su creación hasta su contribución en la elaboración del Presupuesto Participativo del año 1999, que se plasma en el Plan de Desarrollo Local y el Plan Estratégico La Plata 2001/2010. Este estudio de caso se realiza a través de un diseño cualitativo basado en entrevistas en profundidad (desarrolladas a los principales actores sociales que intervinieron en estos procesos), observación no participante y análisis documental. Aproximaciones al concepto de participación ciudadana La participación ciudadana comprende un tipo de práctica social que supone una interacción expresa entre el Estado y actores de la sociedad civil, a partir de los cuales estos últimos penetran en el Estado. (Cunill, N., 1991). Desde esta perspectiva, un documento de la CEPAL (1985) resalta que la participación debe permitir a la población influir en la adopción y ejecución de decisiones de desarrollo y, agrega, que esta práctica se relaciona con las aspiraciones de todos los individuos a su autodeterminación. En este documento se detalla que la participación implica: - un acto de voluntad individual, puesto que no se puede imponer como un acto de coerción, no es posible calificar de participativo a un proceso que no permite a los individuos la decisi ón de no participar; - que es necesaria una acción colectiva y organizada que adquiera un sentido de pertenencia; - intervenir en el curso de una actividad pública, es decir, no asistir al resultado acabado de algo para lo cuál no contribuyó en absoluto; - la intervención en igualdad de condiciones con los agentes del gobierno en la toma de decisiones. Por otra parte, es importante aclarar que la participación no representa un estado estable, ni uniforme de carácter definitivo. La participación es una construcción social que se relaciona con los valores y circunstancias contextuales que surgen en un determinado momento histórico. De este modo, como lo reconoce Alayón la participación “puede conducir indistintamente a la integración o al cambio social, según sea el encuadre teórico que oriente su acción. El problema no es entonces, que la comunidad se organice y participe, lo que varía es para qué y a qué niveles.” (Alayón, N., 1998 : 16). En este marco, es necesario tener en claro cuáles son los diferentes niveles de la participación y qué implica cada uno para evitar generar falsas expectativas por parte de los actores que participan. Los distintos niveles en los cuales la sociedad puede participar son: Informativo: implica transferencia de información o conocimiento sobre un determinado tema. La comunidad provee información al Estado y éste a la comunidad. Esto permite tomar decisiones en base a un conocimiento más cercano a la población, posibilitado optimizar el uso de los recursos. Consultivo: se busca la expresión de la opinión y voluntad de los actores acerca de un problema o decisión. En la mayoría de los casos, esta modalidad no implica que los resultados obtenidos sean directamente vinculantes para las autoridades (audiencias públicas, consulta popular, foros, etc). Decisoria, Protagónica o Real: implica ejercicio de poder y responsabilidad en los procesos de toma de decisiones por parte de la comunidad. Apunta a una gestión compartida. Algunos autores (Sirvent, M. T., 1999; Pírez, P., 2000) remarcan que sólo en este último caso nos encontramos ante “verdaderos” procesos participativos donde los ciudadanos son sujetos activos, protagonistas del destino de la propia comunidad. Esta participación “real” se opone a otros procesos que se identifican como “pseudoparticipación” (Cortazzo, I. , 1996), o “participación simbólica” (Sirvent, M. T., 1999) que refiere a acciones que ejercen poca o ninguna influencia sobre la política y gestión institucional y generan una ilusión de poder inexistente, donde los sujetos se convierten en observadores pasivos de la gestión. Un “verdadero” proceso participativo requiere de ciertas condiciones sociales y político- institucionales para poder desarrollarse (Pírez, P., 2000): Acceso a la información : La participación para que llegué a la mayoría de la población debe ser transmitida de manera ágil y sencilla. El proceso de participación se inicia desde la convocatoria y que ésta determina en gran medida la calidad del proceso. Se debe tener en cuenta el mensaje, el medio, el lugar de convocatoria, la hora. (Trincheri, M., 1996). Para que exista continuidad es preciso la formalización de los canales y procedimientos de participación; es decir, de alguna forma de institucionalidad que sustente el proceso participativo. Para Cunill (1997) esta condición es fundamental ya que sostiene que “la constitución de una institucionalidad de representación social requiere que el Estado reconozca la autonomía política de las asociaciones que interactúan entre el Estado y la sociedad.” (pág. 168). Es importante la éstos logren incorporación heterogénea de los actores sociales y que cierta capacidad de organización y de presencia social y política. La exhaustiva incorporación de los actores afectados es fundamental en el proceso adquiera legitimidad ante los interesados. Voluntad Política del poder ejecutivo y legislativo para generar espacios y promover la participación y de todas las partes involucradas en las distintas etapas del proceso participativo para finalmente poder implementarlo. Esto implica un cambio cultural en la gestión, “exige la consolidación de una cultura política basada en la evaluación y la rendición de cuentas, sostenida en una visión que supere el cortoplacismo y promueva una visión de conjunto de los problemas y de las estrategias de resolución.” (Cardarelli, G., y Rosenfeld, M., 2002 : 10). Por último, para cerrar con este tema consideramos relevante la perspectiva de Cunill, quien aclara que “en un contexto de pobreza y desigualdad, el fortalecimiento de la sociedad civil no puede favorecerse apelando sólo a reformas jurídicas y políticas-institucionales. Los obstáculos a la participación de la sociedad civil no son sólo de índole política-institucional, sino igualmente de carácter económico y cultural.” (Cunill, N., 1997 : 194). Algunos antecedentes de la participación hasta su relevancia en la escala local El planteo de la participación no es nuevo en América Latina, según señalan Menéndez (1998) y Ugalde (1987), estas experiencias se remontan a los años ’50 y aparecen ligadas a los organismos internacionales como una actividad necesaria respecto de una diversidad de campos (salud, educación, cultura, economía) y como base fundamental de los proyectos de desarrollo tanto urbanos como agrícolas. Ello dio lugar a la propuesta y/o implementación de proyectos específicos de participación impulsados tanto desde la sociedad civil como desde el Estado. En el marco de la teoría del desarrollo la idea de participación se vinculó al Desarrollo de las Comunidades. Esta concepción dicotomizaba a la estructura social en sociedad moderna y polo de atraso, sosteniendo que el desarrollo proporcionaría el crecimiento económico. Por lo tanto, las políticas sociales se perciben subordinadas a las productivas. Es decir, la pobreza era vista como residual, como algo que el crecimiento económico permitiría resolver. En este contexto se elaboraron proyectos locales participativos que en la mayoría de los casos convocaban a la población a aportar mano de obra. El eje de los planes era desencadenar en las comunidades procesos educativos que modificaran las conductas y actitudes resistentes al cambio para promover capacidades favorables al desarrollo. Surge la planificación regional como instrumento central de política económica a partir del cual se crean órganos consultivos que integran la representación de intereses particulares (asociados especialmente al capital y al trabajo). Mediante la utilización de estos mecanismos, el Estado adquirió un rol preponderante en la dirección del proceso de crecimiento económico. El Desarrollo de Comunidades representó para la dirigencia argentina la garantía de estabilidad y de control social. El gobierno militar se organizaba como un Estado “apolítico” sosteniendo que las comunidades y las asociaciones intermedias debían ocupar el lugar de los partidos políticos (Golbert, L., 1996). En efecto, durante el gobierno de Onganía se crea la Secretaría para la Acción Comunitaria, dependiente del Ministerio de Bienestar Social, que tenía como funciones el diseño y la implementación de programas de desarrollo comunitario que promovieran la participación de la población. La dictadura de 1976 profundizará la idea de la participación de la comunidad a nivel de microproyectos como sustituto de la participación política. Surge como nuevo paradigma el pensamiento neoliberal que propugna un “Estado mínimo y subsidiario”. Esto implica que en el nivel de las políticas públicas se instala una concepción que promueve la articulación y asignación de funciones especificas al sect or privado, al sector no gubernamental (organizaciones comunitarias, a la propia familia, etc) y al sector público en los niveles provinciales y municipales. (Cardarelli, G. y Rosenfeld, M., 2002). Estas reformas que comenzaron a vislumbrarse en el ´76 se consolidaron durante los `90 cuando nuestro país atravesó por cambios estructurales que implicaron una reducción del rol estatal, de sus ámbitos de intervención y una modificación en la relación entre el Estado y la Sociedad Civil. Una de las consecuencias indiscutibles de estos procesos fue la valorización que adquirió el ámbito municipal a partir de la reforma estatal, con base en el achicamiento de la administración central, los procesos de descentralización y focalización de las políticas sociales con implementación a nivel local. Adriana Clemente (2003) resalta el importante rol que cumplieron los organismos de cooperación externa, en particular los Bancos Multilaterales de Desarrollo (BMD) en impulsar el proceso de descentralización al igual que el resto de las políticas de reforma (privatización, focalización de políticas sociales, ajuste fiscal, desregulación, etc). Los argumentos apuntaron a la posibilidad de aumentar el impacto del gasto social en términos de la reducción del déficit del Estado e incrementar los niveles de desarrollo. En este marco, el municipio se ha visto obligado a modificar algunas de sus funciones y formas de actuación. Su intervención durante años se redujo a regular el uso y la producción del suelo urbano, a construir infraestructura y equipamientos colectivos, como a prestar servicios de limpieza de la vía pública, alumbrado, disposición de los residuos urbanos, desagües, etc. Bajo esta lógica, el municipio aparece como una dimensión residual; es decir, que los gobiernos municipales se ocupaban de aquellos servicios que por alguna razón económica o técnica no se justificaba que las preste el Estado nacional o provincial. En la actualidad el municipio comienza a incorporar en la agenda nuevas cuestiones entre las que se destacan “las referidas al bienestar de la población (políticas sociales), la puesta en valor de sus sociedades y territorios a efectos de atraer, retener y alentar la inversión y el empleo (promoción económica) y el mejoramiento de la calidad ambiental, todas éstas actividades reflejan una reorientación de la intervención municipal hacia la gestión de desarrollo local.” (Tecco, C., 1997 : 108). Para enfrentar estas nuevas problemáticas y responsabilidades algunos municipios implementaron modelos de gestión más descentralizados y participativos, a partir de la creación de órganos vecinales, planes estratégicos, presupuesto participativo, audiencias públicas, consulta popular, etc. La participación en la ciudad de La Plata [1] La Plata es la capital de la provincia de Buenos Aires, con una población que asciende a un poco más de 600.000 habitantes, asentados en una superficie de 942 km2 que se distribuyen en un casco urbano, diseñado y planificado aún antes de asentarse la ciudad y barrios periféricos que fueron producto de un rápido crecimiento sin planificación. Desde el año 1991 el intendente es el Dr. Julio Alak, perteneciente al partido justicialista. Este municipio desde los `90 viene desarrollando un Programa de Descentralización y Participación, que incluyó los siguientes procesos: 1. creación de nuevos Centros y Subcentros Comunales; 2. creación de las Juntas Comunales; 3. Presupuesto Participativo 1998/9; 4. Plan Estratégico 2001/2010. La mayoría de los Centros comunales, que se crean mediante el decreto 741/92, se encuentran en la periferia de lo que se llama el casco urbano, son órganos ejecutivos descentralizados, más comúnmente conocidos como Delegaciones. Están integrados por un órgano ejecutivo -a cargo del Delegado Administrador[2]- y un órgano participativo colegiado: las Juntas Comunales. Las Juntas Comunales conforman una red de foros independientes que están integrados por entidades de bien público, colectividades y cooperativas, uniones vecinales y otro tipo de organizaciones sociales que tienen domicilio en el ámbito de la delegación (centro comunal), que estén registradas como tales en la Dirección General de Entidades de Bien Público. También pueden participar vecinos con “arraigo y prestigio”. Los miembros de la Junta son elegidos democráticamente en asamblea comunitaria, que se renueva anualmente. Las Juntas ac túan en los Centros Comunales, salvo dos que funcionan en el casco urbano de la ciudad. Sus funciones son entre otras: promover la participación ciudadana; presentar propuestas; relevar necesidades del vecindario; fiscalizar obras y servicios; emitir opinión sobre temas que el delegado requiera. Respecto al surgimiento de las Juntas comunales no existe un acuerdo sobre el origen. Tanto radicales (partido que gobernó el municipio hasta 1991) como justicialistas (gobiernan el partido desde esa fecha) se reconocen como pioneros en la introducción de la participación de la comunidad en la gestión municipal. Los partidarios radicales manifiestan que ellos fueron los primeros en plantear el tema. El ex intendente radical relata cómo surgió el tema de la participación: “La idea fue mía, yo había leído bastante con relación a esto, sobre la experiencia que habían hecho los españoles con la participación a través de entidades. El tema siempre me interesó. Yo había escrito cosas incluso antes de las elecciones sobre la participación y descentralización, sobre cómo buscar que la gente participe, crear mecanismos de control.” Durante el gobierno radical se aprueba la ordenanza 7162/89 que trata sobre la creación de los Consejos Vecinales, que en general señalaba como funciones casi las mismas competencias de las actuales Juntas Comunales. Estos órganos participativos, según el ex intendente, encontraron la resistencia de los delegados y de otros militantes políticos “(los delegados) no querían funcionar teniendo que consultar con la gente, querían consultar ellos de acuerdo a su entender y saber (…) Pero fue un inicio en aquella época había que pelear con los delegados y con gente del ambiente político que no cre ía en esto. Me decían que era mejor no tener que lidiar con la gente, lo resolvemos nosotros y ya está.” Por su parte, un delegado municipal del partido justicialista del año `96 reconoce otro origen: “las Juntas Comunales se crearon por un decreto, iniciativa del intendente Alak, la ordenanza del ’89 no se ejecutó (…) antes los delegados nos reuníamos con la gente del barrio informalmente, cada vecino pedía al delegado por su cuadra, por lo próximo. Entonces si le arreglabas la calle a uno, después venía el otro a cuestionarte el por qué de esa decisión. Las Juntas Comunales, surgen por la necesidad de ordenar las demandas de los vecinos, ellas son ahora las que priorizan reclamos y planifican”. Esta opinión revela que la participación podría significar para los políticos la solución a muchos conflictos que se generan al momento de comunicar cuales serán las obras públicas a realizar en la gestión. La opinión del ex delegado nos permite analizar las consecuencias sociales y políticas de la participación desde dos perspectivas. Por un lado, la actividad participativa como mecanismo de transformación Contrariamente, del propio podemos sujeto, tomarla facilitando como el desarrollo mecanismo de sustitutivo la de autonomía la de los actores. responsabilidad pública, desplazando la responsabilidad de resolver los conflictos desde el ámbito gubernamental al resto de la sociedad. Respecto a esta última posición, un dirigente partidario del Frente Grande opina que “no se trata de que el Municipio se saque los problemas de encima y los transfiera, y mucho menos de atomizar o desarticular el gobierno local.” (El Día, 23/3/00). El tema de la participación de las Juntas Comunales en la gestión municipal se revitaliza en 1998 cuando se realizaron en los distintos Centros Comunales una serie de reuniones donde surgieron demandas que se canalizarían mediante el Presupuesto Municipal que para el año 1999 adoptó la metodología de Presupuesto Participativo[3]. El Presupuesto Participativo es el resultado de un proceso de debates y consultas con la comunidad, donde se somete a la decisión de la población la determinación de cuáles son las prioridades para gastar los recursos, dónde y cuándo realizar las inversiones y mediante qué acciones debe llevarse a cabo el gobierno. Con esta metodología se pretende establecer nuevos patrones de articulación entre los intereses de la sociedad civil y el Estado y se supone que a partir de su implementación se desarrollarán transformaciones tanto de la estructura político-administrativa del gobierno local, como en las modalidades de acceso de la población al campo de las políticas públicas. (Clemente, A., 1998). La experiencia platense se sustenta en la búsqueda de la participación social, permitiendo que los vecinos encuentren las respuestas a sus necesidades más sentidas, comenzando a modelar su propio barrio, con las formas propias de su cultura e identidad (Municipalidad de La Plata, 1999). Por otra parte, integrantes del equipo técnico municipal señalan que “es la propia comunidad quién define cómo, dónde y cuándo realizan las inversiones, cuáles son las prioridades y cuáles son los planes y acciones que debe llevar adelante el gobierno municipal.” (Martino, H. y Pintos, P., 1999: 7). El Presupuesto Participativo (PP)/ Plan de Desarrollo Local se desarrolló con el siguiente esquema metodológico: FASE 5: tras la evaluación técnica económica hacia el interior de la gestión municipal = PP El coordinador del equipo técnico explica que finalmente, luego de las discusiones con las Juntas Comunales y del diseño del Presupuesto participativo, “se formuló el Plan de Desarrollo Local para cada localidad, basado en cuatro programas: 1) de mejoramiento del hábitat urbano (agrupa las demandas de pavimento, iluminación, etc.); 2) fortalecimiento del equipamiento urbano, (donde se reúnen por ejemplo las demandas de Centros de Salud); 3) seguridad urbana y tránsito; 4) mejoramiento de las condiciones medioambientales (que implicaba el saneamiento de arroyos, la erradicación de basurales, etc.)” Es interesante resaltar, según el comentario del profesional, que en este Plan de Desarrollo no hay un programa que integre la preocupación por las temáticas sociales vinculadas a educación, niñez, tercera edad, alimentación, salud, etc. Esta misma observación se traslada al momento de analizar las demandas que se priorizan en el Presupuesto Participativo que en su mayoría se refieren a obra pública. Sin embargo, en un informe realizado por el equipo técnico se aclara que se identifican diversas problemáticas si se comparan las demandas entre las distintas localidades y barrios del partido. Por un lado, la población de los barrios periféricos demandan pavimento y alumbrado, en cambio los vecinos del casco urbano, cultura y educación. Con esta división temática de las necesidades según el ámbito territorial, se justifica la elección del eje “obrista” del Presupuesto Participativo. En el caso abordado es interesante analizar en función de los resultados la conformación del equipo técnico y del nivel de convocatoria, partiendo del supuesto de que en éstos influyen el perfil y la capacidad técnica, los estilos de gestión pública y los niveles de participación de las organizaciones de la sociedad civil (Spinelli, G.; 2001), El equipo técnico estaba compuesto por arquitectos que coordinaron el grupo y realizaron el trabajo de campo, una licenciada en geografía que se desempeñaba en el área de coordinación técnica (redacción y descripción del área) y una psicóloga social que capacitó al grupo de arquitectos para que puedan desempeñar el rol de coordinadores en los talleres. Al momento de indagar sobre el perfil técnico se recogieron las siguientes apreciaciones: “Un arquitecto además de contar con las cualidades de ser neutral y objetivo, es lo más semejante a un planificador urbano.” (Delegado municipal). “Hay una gran cantidad de demanda que tiene que ver con lo que la gente identifica con el perfil de la gestión municipal actual, que es la obra pública, el perfil de la demanda apuntaba a buscar una persona que tenga que ver con el medio construido.” (Integrante del equipo técnico). Finalmente, es importante resaltar que la participación de los vecinos en esta experiencia fue baja y que dejó fuertes marcas de desencanto y frustración en la memoria de la población que como veremos en la experiencia siguiente vuelven a relucir. Algunas expresiones en torno a la participación en esta experiencia fueron: “la gente no viene porque surgen discusiones que uno las intenta esquivar, sobre temas políticos, y siempre es lo mismo, no se discuten sobre los problemas que le interesan a la gente (...) antes el ámbito de participación del político era el partido, cuando se le perdió confianza a los políticos, y la gente encontró un lugar de participación, la muchachada descubrió, como si alguien descubre que para qué vas a vivir en una casa si podes vivir en la colina. Entonces descubren el tercer sector y gran parte de esa muchachada política que no supo trabajar en política, vio la veta del tercer sector, esos son los que levantan la mano y dice cooperadora M. (...), el problema los tenés con las organizaciones de base, con las entidades chicas, porque es donde más fácil acceso tienen los punteros políticos.” (Presidente de una Junta Comunal). “Son situaciones cortoplacistas, electoralista, donde puede haber buena voluntad por parte de los vecinos, pero cuando ven que son usados, este es el término que ellos usan, dejan de participar.” (Especialista técnico). “El Presupuesto Participativo tiene éxito en la comunidad en tanto y en cuanto se garantice la representatividad (…) si en ese proceso algo se quiebra, porque no estuvieron representados todos los sectores e instituciones, se quiebra esa horizontalidad o transparencia. Yo participé, la convocatoria fue buena, pero se quiso manejar esto políticamente. No hubo coordinación para que esto tuviera éxito. Esto es marketing como muchas otras cosas, que se anuncian publicitariamente, se hace un show de campaña. Yo creo que son peligrosas, porque lo que hicimos para movilizar una comunidad se torna en un fracaso y esto va a ser que la comunidad este desmovilizada por mucho tiempo.” (Concejal). Algunas de las opiniones aquí expuestas y otras que no se citaron por falta de espacio, demuestran que la participación que se desarrolló en esta experiencia fue concebida para un tipo de propuesta que no iba más allá de las demandas inmediatas, desarrollándose una participación limitada al tema de la obra pública. La distancia entre la teoría del proyecto participativo del municipio y sus prácticas concretas, demostró ser frustrante para la sociedad que apostó a este proyecto. En este marco, es importante aclarar que en la implementación del presupuesto no se cumplió con la totalidad de las prioridades acordadas y que esta modalidad no se volvió a repetir al año siguiente. El periodismo interpretó que esta apertura a la participación de la comunidad se debía a una decisión del intendente de poner mayor énfasis en la atención de las demandas en la periferia y era parte de una estrategia política ante el avance electoral de la Alianza. Incluso en uno de los medios locales se afirma que la propuesta de presupuesto participativo había sido concebida originariamente por este grupo político, “la idea del presupuesto participativo fue uno de los planteos de campaña de la Alianza en 1997 y que el Ejecutivo comunal rápidamente tomó para articular una estrategia de cara a enfrentar sus dos últimos años de gestión.” (Diario El Día, 30/8/98). Pasados tres años del Presupuesto Participativo se lanza en la ciudad el Plan Estratégico 2001/2010. La planificación estratégica es una herramienta de gestión que comprende simultáneamente una actividad técnica y política. Ofrece una perspectiva integral de las situaciones problemáticas a resolver y constituye un enfoque capaz de abordar problemas estructurales y complejos. Es un proceso sociopolítico que responde a la búsqueda democrática de un proyecto integral de ciudad. Según Catenazzi y Reese (2000) con este instrumento metodológico y herramienta de gobernabilidad “se trata de construir un proceso de abajo hacia arriba donde las organizaciones de la sociedad civil y el Estado asuman, fijación de prioridades, la adopción de estrategias y por último, la ejecución y control de procesos.” (p. 32). Para el arquitecto que coordina el Plan Estratégico de La Plata el objetivo del Plan es “orquestar acciones coordinadas y tendientes al funcionamiento de la ciudad, su mayor integración con el territorio y el mundo, su capacidad para generar empleo, para generar conocimiento. Un crecimiento ordenado es necesario entenderlo a través de la existencia de un Plan donde los lineamientos básicos sean comunes y compartidos.” Un punto de diferencia con la experiencia anterior es que el Plan Estratégico no se diseña como una política del municipio. En este sentido, en el mensaje que el intendente da en la página web del municipio se aclara que el mismo “no es un plan de gobierno y, aunque deba articularse con él y esto deba quedar muy claro, lo construyen sus habitantes, al gente, sus representantes. Es un espacio de concertación entre el poder político y la sociedad civil. Debe así trascender los gobiernos, los nombres propios, la filiación partidaria, para transformarse en la herramienta fundamental del desarrollo local, y por supuesto, también regional.” (www.planestrategico.laplata.gov.ar). En septiembre de 2001 se convoca a la ciudadanía para proponer la estructura organizativa del Plan que fue la siguiente: Consejo General: formado por las instituciones, personalidades, empresas de la ciudad, se encuentra precedida por el intendente. Su función es la aprobación del Plan Estratégico. Comité Ejecutivo: formado por los representantes de las instituciones que constituyen el núcleo promotor del Plan, está precedido por el presidente de la UNLP. Su función es elaborar el Plan. Área de coordinación y asesoramiento: integrado por tres arquitectos, como su nombre lo indica coordinan el proceso de elaboración del Plan y su implementación. Durante octubre de ese año se organizaron talleres participativos con la invitación a presentar proyectos a vecinos e instituciones sociales, de corto plazo y costo mínimo para dinamizar la primera etapa del Plan. En el mes de noviembre del 2002 se instrumentaron talleres participativos para diseñar un diagnóstico consensuado en las delegaciones. Los mismos se desarrollaron en instituciones sociales y la convocatoria fue variada, con un promedio de asistencia de 40 personas. Respecto a esta convocatoria el coordinador del Plan Estratégico opina que “el resultado de esa convocatoria fue interesante, fue más que numerosa representativa, acá no se trata de números, se trata de juntar a las personas que son verdaderos actores sociales.” Personalmente asistimos a algunos de estos encuentros y en un barrio periférico de la ciudad percibimos que gran parte de las personas presentes en realidad no sabían para qué habían sido convocadas. En una de las ocasiones una señora que cumplía funciones en la delegación por medio de un plan social relató “a mi me dijo el delegado que hoy no fuera a trabajar que viniera directamente acá y me lo contabilizaban como un día de trabajo. ¿Saben para qué vinimos?” Por otra parte, también se hicieron presentes distintas agrupaciones sociales preocupadas por problemáticas específicas que aprovecharon el espacio para realizar sus reclamos y propuestas. En otra de las oportunidades, en un barrio no tan alejado del centro de la ciudad una participante perteneciente a un grupo sindical cuenta “en realidad no soy del barrio pero yo vengo trabajando desde hace un tiempo el tema de la planificación familiar y como el municipio nunca nos abrió la puerta, aprovecho este lugar para dejar sentada cual es nuestra posición.” En tanto, el intendente de la ciudad se refirió a la participación como un éxito y manifestó “estamos muy satisfechos por la concurrencia, a la que llegamos al límite. No hay más vecinos interesados en participar del debate. No es necesario que miles y miles participen.” (Discurso del intendente realizado en la apertura de los talleres temáticos, 26/11/02, Pasaje Dardo Rocha). En el ámbito de los talleres barriales asistieron los coordinadores técnicos que presentaban el Plan y un grupo de profesionales de la Facultad de Humanidades[4] que instrumentaron la modalidad de taller. El objetivo era que los vecinos expusieran las problemáticas de cada barrio y propuestas en relación a diferentes temas. “Necesitamos empezar a conocer como estamos. La situación del partido. Con qué contamos para salir adelante. Pensar en los próximos 5 o 10 años.” (Arquitecto del equipo coordinador). Uno de los presentes pregunta “¿Cuál es la finalidad de esto?, ¿Esto se va a cumplir?” Esta intervención generó en el resto de los participantes apoyo, gente que opina que la persona que habló anteriormente tiene razón, “que siempre es lo mismo”. Otro de los participantes expresó “los problemas los tenemos hoy, no podemos imaginarnos el futuro, ¿Qué futuro?”. Otra de las voces que se escucharon en esta misma tendencia explicó “la mayoría de los vecinos que hoy están acá ya se han quemado con leche más de una vez. La planificación hay que hacerla, pero nos es difícil olvidarnos de lo urgente. Esto es como un cuartel de bomberos, nosotros estamos atrás de los incendios con una manguerita, ustedes nos piden, y quizás tengan razón, que podemos organizarnos y tener un camión con bomba de agua … pero nosotros no podemos ocuparnos de eso porque ¿mientras tanto quien apaga los incendios diarios?, no puedo dejar que la gente hoy se muera quemada para organizarme de acá a diez años.” (Funcionario de la delegación municipal). En una entrevista realizada recientemente, el coordinador del Plan reflexiona sobre este punto de tensión que se evidenció en varios barrios entre lo urgente y lo de mediano y largo plazo, “el vecino quiere la resolución inmediata, de un problema que le está ocurriendo en ese momento. Acá la tarea fue encontrar el punto donde se termine ese tipo de reclamo, justo y necesario de atención inmediata, y que es responsabilidad del municipio. Y entonces empezar a entender que se puede ir pensando en las propuestas de generar no solamente obras, sino también acciones. Es importante pensar en el tema de la desnutrición infantil, en la atención de los ancianos, en la recuperación de los espacios verdes. No son solamente obras, las que propone el Plan.” En el desarrollo de los talleres locales los vecinos se dividieron en grupos y señalaron cuales eran las dificultades y potencialidades de los barrios. En este punto, es importante destacar que a diferencia del Presupuesto Participativo surgieron todo tipo de problemáticas: capacitación, educación, identidad, señalización, salud, alimentación, transporte, infraestructura, medioambiente, empleo, seguridad, asentamientos, producción y comercialización, servicios públicos y sobre la gestión local (descentralización presupuestaria para las delegaciones, mayor participación y control, etc). Incluso en algunos talleres se hizo mención a que no se cumplió lo pautado en el Presupuesto Participativo. Luego se desarrollaron talleres temáticos en un centro cultural ubicado en el casco de la ciudad (zona céntrica). La idea era trabajar en tres ejes propuestos: urbano/ambiental, socio/cultural, económico/productivo, teniendo en cuenta lo producido en los talleres locales. En el eje socio/cultural, en realidad no se pudo trabajar sobre la temática específica porque nuevament e los asistentes aprovecharon el espacio para expresar su descontento con la organización de esta experiencia y demostraron la desconfianza debido a pasadas frustraciones: “Soy integrante de una Junta Comunal, esto ya nos pasó una vez, participamos y no nos devuelven la información. Cada vez que venimos nos encontramos con lo mismo.” “Hace años que los que participamos discutimos sobre lo mismo. Nosotros venimos, escuchamos a todos los funcionarios, escuchamos las explicaciones. Se nombra al Presupuesto Participativo y sólo queda en el librito (por las revistas de Desarrollo Local).” Finalmente, en base a los antecedentes históricos y al diagnóstico producido en los talleres locales y temáticos se definieron las líneas estratégicas y sus correspondientes escenarios deseables en un horizonte temporal de entre 7 y 10 años. Los lineamientos estratégicos son: “La Plata, ciudad región abierta al mundo; La Plata capital, puerta del MERCOSUR; La Plata, capital ambiental del Sur; La Plata, capital del conocimiento; La Plata, ciudad educadora y saludable; La Plata, ciudad solidaria; La Plata ciudad integrada, La Plata, escenario de igualdad de oportunidades para todos sus habitantes; La Plata, espacio de construcción de los valores humanos fundamentales; La Plata, municipio participativo y descentralizado” (Municipalidad de La Plata/UNLP, 2003). La publicación donde se describe el Plan Estratégico no menciona cuales serán las acciones para concretar estas líneas, simplemente las enuncia en forma declamativa. Al interior del Plan se reconoce que por el momento “esto está parado” o “esta funcionando lentamente” algunos hacen hincapié en los cambios de autoridades por parte de la Universidad y otros en el bajo compromiso de las distintas áreas de la municipalidad. Al mome nto de preguntar sobre la concreción de los proyectos se aclara que “todos estos programas del municipio tienen vinculación con los proyectos presentados. En realidad hay algunos se han caído, otros no se han desarrollado.” (Coordinador del Plan Estratégico). En este sentido, resulta paradigmática la opinión de un vecino en una de las últimas reuniones que se realizaron en el marco del diseño del Plan pues marca que muchas ideas quedan sólo en el plano discursivo no teniendo una real implementación: “yo participe el año pasado y me aprobaron dos proyectos y no están en marcha.” Algunas reflexiones finales Del análisis de estas experiencias surge la idea de que estos procesos y espacios de participación creados desde el Estado municipal tienen un peso frágil y difuso en su presencia efectiva dentro del juego político de decisiones de la gestión municipal y no son reconocidos por parte de los vecinos. Una prueba de ello es que en su mayoría los ciudadanos eligen participar de otros ámbitos. En este sentido un ex concejal y actual funcionario reflexiona que “el resultado fue un efecto boomerang, los mismos que quisieron politizar los espacios de participación ciudadana genuinos, que quisieron especular sobre esto, produjeron descreimiento. Lo que está pasando ahora es que surgen otros espacios de participación ciudadana que son paralelos a lo que nosotros pudimos haber canalizado. Ahora tenemos que tratar de recaptar esa participación ciudadana. Cuando se ve que un proyecto baja desde la cabeza, la gente no quiere seguir legitimando con su presencia cosas con la que no está de acuerdo y si están de acuerdo hubiese querido participar en forma mayor.” Por otra parte, se observa que entre el discurso de los funcionarios políticos y de algunos técnicos y la propuesta real, existió una brecha que no fue satisfactoria frente a las expectativas de la participación y frente a la necesidad de eficiencia que hoy se espera del gobierno local. De esta forma, muchos programas de participación no tienen como eje la preocupación de los vecinos, desarollando procesos de “participación simbólica” donde la mayoría de las prácticas se reducen a actos consultivos cuyos resultados no son tomados en cuenta por los gobernantes, sino que operan como una suerte de condición de legitimidad para sus decisiones. “En estas situaciones se da la participación casi como una ficción o como un mecanismo para legitimar procesos políticos.” (Pírez, P., 2000 : 69). En definitiva, se consulta a la comunidad sobre temas puntuales, mientras se mantiene intocable el sistema global, generador de esas distorsiones, se abre paso a una participación pero limitada a ciertas cuestiones, como una forma de aliviar tensiones y presiones (Cornely, S., 1978). En este sentido, se percibe que uno de los principales obstáculos para el diseño de mecanismos de participación vecinal es el enfoque de corto plazo que caracteriza a las gestiones municipales que priorizan la búsqueda de efectos políticos inmediatos y continúan vinculando la práctica de la gestión local con lo “cementocrático”. En este sentido, creemos que el perfil del equipo técnico no es casual sino que responde a un tipo de gestión municipal basado en la obra pública. El tema de la obra pública, por otra parte, muchas veces se traduce en un tironeo entre Juntas Comunales, alejándose de la demanda inicial del vecino que pide por los problemas que le afectan en su vida cotidiana, para convertirse en trofeo que simboliza cuánto poder y peso tiene una Junta en el Municipio. La psicóloga social realizó un análisis muy interesante sobre esta relación que se genera entre las Juntas, ”los integrantes de la Junta todavía no ven que uniéndose y armando redes es posible lograr que se cumplan necesidades básicas y poder pelear otras, sino que están siempre con el asfalto, y hay otras necesidades que son básicas en las cuales no avanzan, entonces están siempre con cuántas cuadras, cuántas pavimentaron en Tolosa y cuántas en Villa Elvira”. Ahora bien, no es nuestro interés plantear que realizar obras públicas se contradiga con la participación. Sin embargo, creemos que no debe reducirse a ello, hay otros aspectos más globales en los que se tendría que avanzar con herramientas participativas, como ser en los programas de política social, culturales, productivos, de medioambiente, entre otros. Es importante retomar la idea que la participación “real” implica la capacidad de influir en la toma de decisiones y en la posibilidad de beneficiarse del curso de una política, siendo verdaderos sujetos activos en el diseño y gestión de la misma. Creemos que para que ello sea posible no basta con la intención por parte del Estado de crear espacios de participación, sino que debe existir una verdadera voluntad política de “abrir el juego de poder” de dejarse “traspasar”. De lo contrario, se legitima la delegación de la resolución de problemas en la propia comunidad, reproduciendo viejas formas de participación como medio de control social, que lejos están de recomponer el vínculo entre el Estado y la sociedad. Bibliografía: ALAYON, Norberto, “Participación: mitos y alternativas”, en Revista de Trabajo Social, Editada por Ediciones Populares para América Latina, Uruguay, Año II, N°6-7, 1998. 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En la actualidad se esta reviendo este último avance y la próxima elección estaría a cargo nuevamente del intendente de la ciudad. [3] El Presupuesto Participativo se llevó a cabo a través de varios Planes de Desarrollo Local compuestos para cada barrio o localidad. [4] Es importante aclarar que los profesionales de esta facultad fueron convocados para desarrollar la modalidad de los talleres barriales y temáticos pero que luego de esta actividad concreta no continuaron teniendo presencia.