Perimenopausia. Alteraciones oseas y metabólicas

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Perimenopausia: alteraciones metabólicas y óseas: tto
Clases de Residentes 2008
Servicio de Obstetricia y Ginecología
Hospital Universitario
Virgen de las Nieves
Granada
PERIMENOPAUSIA: ALTERACIONES ÓSEAS Y
METABÓLICAS: TRATAMIENTO.
Jesús C. Presa Lorite
24 de Abril de 2008
INTRODUCCIÓN
El CLIMATERIO (término de origen griego que significa escalón) es un amplio
periodo de la vida de la mujer que se extiende desde la época de madurez y
plena capacidad reproductiva hasta la senectud (se enmarca, pues, entre dos
épocas bien diferentes: la madurez sexual y reproductiva por un lado, y la
senectud por otro). Este periodo sería semejante a la pubertad (en el otro
extremo de la vida), otra época de transición entre la infancia y la madurez
sexual y en ambos periodos existe una fecha clave: el inicio de la menstruación
(menarquia) en la pubertad, y la última menstruación (menopausia) en el
climaterio. Es un periodo amplio de tiempo que engloba todos los términos que
a continuación se describen.
La MENOPAUSIA es el periodo en que tiene lugar el cese permanente de la
menstruación tras la desaparición de la actividad ovárica. Menopausia deriva
de los términos griegos men (mes) y pausis (cese). Para considerar una
menstruación como la última deben transcurrir al menos 12 meses sin la misma
Es un término pues, retrospectivo y no sinónimo de climaterio, aunque en
ocasiones,
incluso
en
la
literatura
médica
especializada
se
utilicen
indistintamente. Los años que preceden a la menopausia y abarcan el cambio
desde unos ciclos ovuladores normales al cese de la menstruación se conocen
como años de la transición premenopáusica, que se caracteriza por
irregularidad de los ciclos menstruales.
Jesús Presa/José Luís Gallo
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La PREMENOPAUSIA es un periodo de tiempo anterior a la menopausia. Se
inicia cuando aparecen las primeras alteraciones hormonales, más que
clínicas, en el declinar de la función ovárica.
La POSTMENOPAUSIA comienza a partir del año desde la última
menstruación y se prolonga hasta la senilidad. También es un periodo incluido
en el climaterio.
La PERIMENOPAUSIA es en término de más reciente aparición y hace
referencia a los años previos y cercanos a la menopausia, cuando no sólo hay
modificaciones hormonales sino que son evidentes las manifestaciones
clínicas. Incluye también el año posterior a la última menstruación que no
estaba incluido en la postmenopausia.
Definición de transición perimenopáusica: sólo existe un marcador, la
irregularidad menstrual, que puede utilizarse para definir y establecer de forma
objetiva lo que se denomina transición perimenopáusica.
Cuando las mujeres se encuentran en el quinto decenio de vida, la anovulación
se torna más habitual y, antes de la anovulación, aumenta la duración del ciclo
menstrual, lo que se inicia dos a ocho años antes de la menopausia. Este
periodo de ciclos más prolongados precede de forma uniforme a la menopausia
con independencia de la edad en que cesa la menstruación, ya sea la
menopausia precoz o tardía.
La transición perimenopáusica:
-
Edad media de inicio: 46
-
Edad de inicio en el 95% de las mujeres: 39 a 51
-
Duración media: 5 años
-
Duración en el 95% de las mujeres: 2 a 8 años
CAMBIOS HORMONALES
Dentro de los 2 a 8 años previos a la menopausia, los folículos presentan una
tasa acelerada de pérdida que comienza cuando el número total de folículos
llega a los 25,000. Esto sucede normalmente a los 37 a 38 años. La correlación
en el laboratorio está dada por el aumento en la FSH y la disminución en la
inhibina. La pérdida acelerada es probablemente secundaria al aumento de la
estimulación con FSH. Estos cambios, incluyendo el aumento en la FSH,
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reflejan una disminución en la calidad ovocitaria y la disminución en la
secreción de inhibina producida por las células de la granulosa que ejerce un
importante feedback negativo en la secreción de FSH hipofisaria. Tanto la
inhibina A como la inhibina B pueden estar involucradas. Los niveles de
inhibina A en la fase lútea y los de inhibina B en la fase folicular disminuyen con
la edad y pueden preceder al aumento en la FSH. Todo ello con cifras
normales de lutropina (LH) y ligeramente elevadas de estradiol.
En contra de las ideas más antiguas (basadas en el estudio de Sherman y
cols.), las concentraciones de estradiol no descienden de manera gradual en
los años que preceden a la menopausia, sino que se mantienen en el intervalo
normal, aunque ligeramente elevadas, hasta cerca de un año antes del cese
del crecimiento y desarrollo folicular. De hecho, las mujeres que experimentan
la transición perimenopáusica tienen en realidad mayores concentraciones
globales de estrógenos, una respuesta que se explica de manera lógica por un
incremento de la respuesta folicular ovárica al aumento de la secreción de FSH
durante estos años.
La disminución de la producción de inhibina podría traducir la existencia de un
número cada vez menor de folículos, una capacidad funcional reducida de los
folículos más antiguos o ambos hechos. La relación inversa y estrecha entre
FSH e inhibina indica que esta última es un marcador sensible de la
competencia folicular ovárica y , a su vez, que la determinación de FSH
representa una evaluación clínica de la inhibina. Asimismo, la capacidad
ineficaz de suprimir las gonadotropinas con la hormonoterapia posmenopáusica
es consecuencia de la desaparición de inhibina y, por tal motivo, la FSH no
puede utilizarse clínicamente para ajustar la dosis de estrógenos en la
hormonoterapia posmenopáusica.
En la perimenopausia los niveles de FSH pueden ser >20 IU/L y, sin embargo,
la paciente continuar con sus menstruaciones. Los niveles de LH permanecen
normales. Ocasionalmente, se forma el cuerpo lúteo y puede quedar
embarazada. Incluso con valores de FSH >20 IU/L y de LH >30 IU/L, hay
fluctuaciones con períodos de falla ovárica seguidos de ciclos con función
ovárica normal. Sin embargo incluso en estas circunstancias, puede haber
fluctuaciones, con un periodo de insuficiencia ovárica seguido de una
reanudación de la función ovárica. Dado que la variabilidad es la norma, sería
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aconsejable recomendar el uso de anticoncepción hasta constatar de forma
definitiva la situación posmenopáusica.
Podemos clasificar los síntomas observados con frecuencia y relacionados con
la competencia folicular ovárica cada vez menor y por ende, con la
desaparición de estrógenos en este climaterio son:
1- Trastornos de la pauta menstrual
2- Inestabilidad vasomotora (sofocos y sudores)
3- Cambios atróficos
4- Sexualidad y esfera psicológica.
5- Enfermedad cardiovascular
6- Osteoporosis.
1.- Trastornos de la pauta menstrual
Durante el periodo perimenopáusico, existe una incidencia importante de
hemorragia uterina disfuncional. Aunque la máxima preocupación provocada
por este síntoma es la presencia de una neoplasia endometrial, el hallazgo
habitual consiste en tejido no neoplásico que muestra efectos estrogénicos sin
oposición por la progesterona. Esto es consecuencia de la anovulación en
mujeres premenopáusicas y de la producción de estrógenos extra-gonadales.
En todas las mujeres, ya sean premenopáusicas o posmenopáusicas, reciban o
no hormonoterapia, deben descartarse causas orgánicas específicas. En
cuanto al riesgo que pueden entrañar las alteraciones menstruales, los clínicos
no deben dejar de sospechar que pueden traducir situaciones patológicas,
distintas al cuadro endocrino de la perimenopausia. Deben descartarse con la
anamnesis, la exploración clínica y las exploraciones complementarias:
citología, ecografía, biopsia endometrial, histeroscopia, etc.
La biopsia es
innecesaria cuando el espesor endometrial es menor de 5 mm, que la biopsia
está indicada cuando los antecedentes clínicos señalan una exposición
prolongada a estrógenos sin oposición aun cuando el espesor endometrial sea
“normal” (5-12) y que ha de practicarse una biopsia cuando el espesor
endometrial es mayor de 12 mm aun cuando la sospecha clínica de
enfermedad sea baja.
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En ausencia de enfermedad orgánica, el tratamiento adecuado de la
hemorragia uterina depende de la edad de la mujer y de los hallazgos en el
tejido endometrial. En una mujer perimenopáusica con hemorragia uterina
disfuncional asociada a endometrio proliferante o hiperplásico, el tratamiento
periódico como progestágenos puede estar más que indicado, por ejemplo, 510 mg de acetato de medroxiprogesterona. Cuando el tratamiento con
progestágeno mensual corrija los cambios hiperplásicos ( lo que sucede en el
95-98%) y controle la hemorragia irregular, el tratamiento debe mantenerse
hasta cese la hemorragia menstrual.
Si se precisa anticoncepción, en una paciente no fumadora, sana y con una
presión arterial normal debe plantearse seriamente el uso de anticonceptivos
orales. En una mujer anovuladora no puede garantizarse que no se produzca
ovulación espontánea y embarazo. El uso de un anticonceptivo oral en dosis
bajas ofrecerá al mismo tiempo anticoncepción y profilaxis contra la hemorragia
anovuladora irregular intensa y el riesgo de hiperplasia y neoplasia endometrial.
Un dilema clínico frecuente es cuando cambiar de la anticoncepción con
estrógenos-progestágenos
a
la
hormonoterapia
posmenopáusica.
Es
importante cambiar porque, incluso con el anticonceptivo con estrógenos en
dosis más baja disponible, las dosis de estrógenos es cuatro veces mayor que
la dosis posmenopáusica habitual y, con el envejecimiento, los riesgos
relacionados con la dosis de estrógenos se tornan importantes. Un método
para determinar el inicio de los años posmenopáusicos consiste en medir la
concentración de FSH a partir de los 50 años de forma anual, con cuidado de
obtener la muestra de sangre el día 6 ó 7 de la semana sin estrógenosprogestágenos (cuando las concentraciones esteroideas han disminuido lo
suficiente para permitir la elevación de la FSH). Cuando la FSH es mayor de
20UI/l, es momento de cambiar a un programa hormonal posmenopáusico.
Debido al efecto favorable del progestágeno de liberación local en el
endometrio, el DIU con levonorgestrel resulta muy eficaz para tratar la
menorragia, tan eficaz como la administración de progestágenos orales (con
menos efectos secundarios) y se compara de manera favorable con la
resección o ablación endometrial.
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2.- Síntomas vasomotores
Constituyen la denominación genérica que se da al sofoco. Presenta una
relación temporal tan evidente con la transición menopáusica, que es
generalmente entendido como su marcador clínico por excelencia. Por igual
razón, representa el principal motivo de consulta de la mujer climatérica, y es
considerado como uno de los principales determinantes del menoscabo que la
calidad de vida sufre en el climaterio.
Descripción: Se describe como una oleada de calor, que se extiende por el
torso hacia la cara, y que se acompaña con frecuencia de enrojecimiento
cutáneo y transpiración. Tras él, puede aparecer una sensación de escalofrío,
consecuencia de la caída de la temperatura corporal.
Entre un 10% al 25% de las mujeres tienen sofocos en la perimenopausia. En
otros estudios sobre la transición perimenopáusica, un 58% de mujeres
presentaba sofocos en los dos años alrededor de la última regla. Es más
frecuente en mujeres que padecieron síndrome premenstrual cuando eran más
jóvenes. Los sofocos son más acentuados con el cese de las menstruaciones y
disminuyen significativamente a los 4 años de la menopausia.
La fisiología de los sofocos no es del todo conocida. Aparentemente se origina
en el hipotálamo y a partir de una disminución en los estrógenos que puede
documentarse por el aumento en las concentraciones de FSH. Siempre es
importante descartar otras causas de sofocos como la presencia de un
feocromocitoma, un carcinoide, una leucemia, un tumor de páncreas o una
alteración a nivel de tiroides. Los médicos deben ser sensibles a la posibilidad
de un problema emocional subyacente.
El déficit estrogénico está en la raíz del sofoco, y el umbral de cada mujer a
esta asociación es
variable. Eso determina que niveles ligeros
de
hipoestrogenismo, compatibles con cierta capacidad menstrual, puedan
condicionar una evidente clínica vasomotora en algunas mujeres.
En las mujeres premenopáusicas con sofocos hay que estudiar el perfil tiroideo
y descartar que no se trate de un problema emocional. Prescribir estrógenos de
manera inapropiada (en presencia de niveles normales de gonadotrofinas) no
sirve. En todo caso sólo retrasa de forma transitoria, por una respuesta
placebo, la resolución de los problemas subyacentes. Desafortunadamente, el
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sofoco es un síntoma psicosomático relativamente frecuente y las mujeres se
tratan a menudo de forma innecesaria con estrógenos.
Hay evidencia que muestra que los inhibidores de la recaptación de serotonina
son efectivos para el tratamiento de los sofocos. La administración diaria de un
comprimido con la dosis mínima equivale al tratamiento con estrógenos. Esta
es una terapéutica alternativa en los casos de pacientes que no pueden o no
quieren recibir TSH y tienen sofocos.
Se trata de una manifestación desencadenada por el descenso en los niveles
estrogénicos, y que se revierte con su reposición, de manera que hay una
relación dosis-dependiente entre estrógenos y control de sofocos. De tal
manera que tal y como afirman tanto la Sociedad Internacional de Menopausia
(IMS) como la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM),
"no existen alternativas que sean igual de eficaces que la TH". Por otro lado, el
efecto corrector de los estrógenos se manifiesta en un plazo relativamente
corto. No obstante, ese control tiene como particularidad su considerable
sensibilidad al placebo, lo que fue tomado durante tiempo pasado para
argumentar la naturaleza histeroide del sofoco, algo que no se sustenta en la
actualidad.
Al igual que la incidencia del fenómeno varía de unas mujeres a otras, también
la eficacia de la reposición estrogénica resulta variable. En algunas mujeres,
sobre todo coincidiendo con la forma más florida de los sofocos, puede llegar a
requerirse una dosis relativamente elevada. Incluso, hay casos aislados donde
los sofocos se presentan sin una relación evidente con el hipogonadismo, y de
igual manera resisten al tratamiento con estrógenos.
Numerosos estudios
aleatorizados y doble ciego han sido la base para considerar a la TH como el
tratamiento de elección de los síntomas vasomotores con una respuesta dosisdependiente. En el caso de la terapia combinada, dependiendo de su perfil, los
gestágenos pueden potenciar más o menos el efecto positivo estrogénico.
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3.- Cambios atróficos
El tracto urogenital es sensible a estrógenos, de forma que la caída estrogénica
se asocia con atrofia urogenital. Sequedad, prurito, sensación urente,
dispareunia y leucorrea, así como un incremento de síntomas urinarios,
incluyendo
disuria,
polaquiuria,
nicturia
y
sensación
de
urgencia
e
incontinencia, son consecuencia de este problema.
Frente al carácter precoz y florido de los sofocos, los síntomas vulvovaginales
presentan un inicio relativamente tardío y lento. Sin embargo, mientras que los
sofocos suelen ir reduciéndose, e incluso desaparecen con el tiempo, las
molestias genitales suelen agravarse a medida que pasan los años. En
realidad, debe hablarse de síntomas urogenitales para describir con exactitud
la naturaleza del problema. Poco a poco, su carácter progresivo acaba
convirtiéndose en un problema con repercusión considerable en la calidad de
vida.
Junto a la magnitud de la sintomatología, otro problema es su prevalencia, que
se incrementa con la edad. Un cuestionario enviado a 1.280 mujeres de 61
años,
habitantes
del
área
de
Uppsala,
para
que
lo
respondiesen
anónimamente, reveló que un 43% sufrían de sequedad vaginal y un 10%
llegaban a sentir una sensación más molesta, como de quemazón. La
dispareunia era un problema en el 59% de las que eran activas sexualmente, y
de éstas, un 22% rehuía el coito por ese motivo.
La sintomatología urogenital se refiere como la segunda causa más frecuente,
tras los sofocos, de consulta al ginecólogo de una mujer con sintomatología
climatérica. Así se refleja en una encuesta realizadas por la AEEM en el año
2003 a 500 ginecólogos españoles.
La reposición estrogénica es sin duda la medida más eficaz para la prevención
y tratamiento de los síntomas urogenitales. Aunque esto es así cuando se
administra el tratamiento por vía general, también es muy eficaz por vía local, lo
que constituye una ventaja, pues si bien la hormona es capaz de pasar a
circulación general a través de la mucosa vaginal, el gradiente que se crea
permite que se consigan niveles adecuados localmente sin que sea significativa
la concentración circulante. Más aún, el estriól, un tipo de estrógeno que no
induce proliferación, ha demostrado su eficacia localmente. Esto define una
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nueva ventaja, pues permite el tratamiento eficaz del problema local sin efecto
alguno fuera del ámbito urogenital. La eficacia de estas medidas se ve seguida
de respuesta que puede llevar algún tiempo, por lo que es importante instruir a
la usuaria en la necesidad de la continuidad en el tratamiento.
Aunque se ha sugerido que la incontinencia de orina puede ser condicionada
por la atrofia hipoestrogénica de la menopausia y que la reposición hormonal
podría mejorarla, no hay evidencia que sustente esa hipótesis. Sin embargo, en
el ensayo aleatorizado HERS se señaló un empeoramiento de la incontinencia
tanto de urgencia como de esfuerzo con la hormonoterapia y en el Nurse’s
Health Study se comunicó un pequeño aumento de la incontinencia con la
hormonoterapia. El efecto del tratamiento estrogénico sobre la incontinencia
sigue siendo una cuestión confusa sin resolver.
El descenso del contenido en colágeno de la piel, de la elasticidad y del
espesor
cutáneo
que
surgen
con
el
envejecimiento
puede
evitarse
considerablemente mediante el tratamiento estrogénico posmenopáusico. Los
datos del U.S. Firt Nacional Health and Nutrition Examination Survey indicaron
que el uso de estrógenos se asoció a una prevalencia inferior de arrugas
cutáneas y xerosis.
4.- Sexualidad y esfera psicológica
El fallo ovárico condiciona una disminución considerable en la ofertas
estrogénica, que se traduce en una lenta atrofia genital, factor determinante en
la dispareunia. La dispareunia rara vez lleva a las mujeres de edad avanzada a
nuestras consultas. En nuestra sociedad sigue habiendo una reticencia básica
a comentar la conducta sexual. Una indagación delicada puede dar lugar al
tratamiento estrogénico de la atrofia y el aumento del placer sexual. Algunas
determinaciones objetivas han demostrado que los factores vaginales que
influyen en el placer del coito pueden mantenerse mediante dosis adecuadas
de estrógenos. Raloxifeno y tamoxifeno carecen de efecto sobre el epitelio
vaginal. La propia actividad sexual mantiene la respuesta circulatoria de los
tejidos vaginales y potencia los efectos terapéuticos de los estrógenos.
Con el paso del tiempo tras la menopausia, la tendencia general es que los
ovarios se vuelvan fibróticos, con escasa capacidad esteroidogénica, de suerte
que la fuente androgénica queda reducida casi en su totalidad a las
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suprarrenales. Éstas, por su parte, sufren la acción imparable de la edad, lo
que determina una deficiencia clara en andrógenos en la mujer a medida que
se gana en edad, lo que se ha implicado en el deterioro de la función sexual,
junto con una disminución en energía y bienestar. Es importante insistir en que
la caída funcional de la suprarrenal se inicia relativamente pronto, lo que
condiciona que ya antes de la menopausia hay un descenso importante en la
masa androgénica circulante y que pueda entonces establecerse como
explicación potencial de la aparición de síntomas ya antes de la misma. Por
tanto, frente a la caída brusca de la producción estrogénica con la menopausia,
la androgénica es insidiosa y gradual, iniciándose ya años antes de la propia
menopausia.
Debe entenderse que la sexualidad resulta de muchos factores, donde las
hormonas sólo juegan una parte. El estudio longitudinal de Melbourne (
Melbourne Women’s Midlife Health Project) valoró la contribución relativa del
estado menopáusico, niveles hormonales y sentimientos hacia el compañero
sexual. El análisis multivariante encontró que, en efecto, había un efecto de las
hormonas sobre la líbido, pero el factor más potente era el sentimiento hacia el
compañero sexual.
La depresión es más prevalente en el sexo femenino. Los estudios que han
planteado una posible asociación de la depresión con la menopausia son poco
sólidos. Los cambios hormonales originan síntomas somáticos y psicológicos
que comprometen el estado de ánimo, la sexualidad y a veces incluso la
conducta, lo que puede hacer difícil distinguir entre estos síntomas y una
verdadera depresión.
5.-Enfermedad cardiovascular
Durante los años reproductores, las mujeres se encuentran “protegidas” de la
cardiopatía coronaria. Los motivos son complejos, pero una contribución
destacada a esta protección puede asignarse a las mayores concentraciones
de lipoproteínas de alta densidad (HDL) en las mujeres más jóvenes, un efecto
de los estrógenos y las concentraciones y las concentraciones inferiores de
testosterona. Las concentraciones de colesterol total y colesterol-LDL son
menores en las mujeres premenopáusicas que en los varones, aunque
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aumentan de manera gradual con el envejecimiento y se elevan con rapidez
tras la menopausia. Estos cambios pueden reducirse favorablemente mediante
modificaciones del régimen alimentario. Los estudios actuales han demostrado
clara y significativamente la ausencia de beneficios de la terapia hormonal en la
enfermedad coronaria. Mientras que en el HERS no se encuentra beneficio
pero tampoco un incremento del riesgo, en la rama del estudio WHI con
estrógenos más gestágenos se ha demostrado un incremento significativo de
infartos en las usuarias de TH combinada, con un R.R. de 1.29
El avance en la edad y el nuevo equilibrio hormonal (déficit estrogénico más
hiperandrogenismo relativo) son dos factores determinantes del aumento de
peso y la distribución adiposa del tipo masculino (grasa abdominal) que se
registra desde la transición y hasta avanzada la posmenopausia. La grasa
corporal se acumula durante la vida adulta, aumenta proporcionalmente con la
edad y se distribuye, preferentemente, alrededor de la cintura, lo cual es causa
de frecuenta queja por la mujer que transita la quinta o la sexta década de vida.
A esto debe agregarse la disminución de la actividad física, producto de la vida
más sedentaria que la mayoría de las mujeres lleva luego de los 50 años -o
aún antes- y, de algunos otros factores como el aumento de ingesta alimenticia
y el consumo de alcohol.
6.- Osteoporosis
En el concepto de patología del climaterio hay que introducir necesariamente la
osteoporosis por dos razones principales. Primero, porque la osteoporosis es
una de las patologías con perfil típicamente femenino, y ello es así porque la
supresión de la función gonadal condiciona una aceleración en el proceso de
pérdida ósea que en hombres y mujeres acontece con la edad. Los huesos
envejecen como todos los tejidos, y dicho envejecimiento se caracteriza por un
aumento del número de fracturas en ambos sexos, pero empieza a ocurrir
mucho antes en la mujer que en el varón. Tras la menopausia, se observa una
elevación importante en la frecuencia de fracturas, y la incidencia de fracturas
en mujeres posmenopáusicas es muy superior a la de los varones de la misma
edad, llegando a una proporción de 2-6:1 entre mujeres y hombres. Esta
diferencia es una prueba clara del papel de las hormonas sexuales y en
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concreto la falta de estrógenos, en el envejecimiento óseo. La osteoporosis es
un problema sanitario con implicaciones graves tanto por su morbilidad como
por el coste que conlleva. Se calcula que, por término medio, el riesgo vital
para fracturas atraumáticas en mujeres caucásicas de 50 años de edad es, al
menos, de un 30%, y probablemente se acerque al 40%.
•
Factores de riesgo de ostoporisis
Aunque se han apuntado numerosos factores de riesgo, existen pocas
evidencias sobre la mayoría de ellos. Los más importantes son:
• Sexo femenino
• Historia previa de fracturas
• Historia familiar de osteoporosis
• Origen caucásico o asiático
• Menopausia precoz
• Bajo índice de masa corporal
• Tabaquismo
• Estilo de vida sedentario
• Uso de esteroides prolongado (3 meses o más)
• Enfermedades que alteran la absorción o el metabolismo del calcio y la
vitamina
D:
hiperparatiroidismo,
gastrectomía,
cirrosis,
hipertiroidismo,
hipercortisonismo.
• Enfermedades que precisan de una inmovilización prolongada
El hueso está siempre en un proceso de remodelación, producto del balance
entre la formación y la resorción. Esta remodelación mantiene la arquitectura
ósea mediante la sustitución de hueso nuevo por el antiguo en las áreas del
hueso
denominadas
unidades
de
remodelación.
Se
remodela
aproximadamente un 25% del hueso trabecular y hasta un 5% del hueso
cortical cada año. Durante la remodelación ósea, las células de revestimiento
activan una unidad de remodelación. La resorción se inicia a partir de los
osteoclastos,
que
dejan
hendiduras
en
la
unidad
de
remodelación.
Posteriormente éstas son rellenadas por los osteoblastos. La formación del
hueso ocurre en dos fases: la formación de la matriz y la mineralización de
dicha matriz. En la totalidad de un hueso, dicho proceso de remodelación a
nivel de las diferentes unidades óseas no sólo altera la cantidad de hueso, sino
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también la calidad y microestructura del hueso, y todo este proceso es
gobernado por multitud de procesos hormonales, donde destaca el papel de los
estrógenos. Los estrógenos actúan sobre la remodelación ósea en dos áreas:
inhibiendo la producción de algunas enzimas de los osteoclastos, e inhibiendo
algunos de los factores que estimulan a los osteoclastos como pueden ser las
interleucinas. En estudios in vitro la progesterona natural estimula los
osteoblastos, y por lo tanto es posible que actúe de forma sinérgica con los
estrógenos. El equilibrio entre la resorción y la formación es lo que mantiene la
arquitectura ósea, y con la edad hay una tendencia a que haya más resorción
que formación (principalmente por la disminución de actividad de los
osteoblastos), lo cual da una cierta fragilidad fisiológica a los huesos con los
años. Tanto los hombres como las mujeres suelen empezar a perder hasta un
1% de su masa ósea por año desde que hacen su pico de masa ósea entre los
25 y los 35 años.
La osteoporosis, como tal enfermedad, es asintomática, y es un error muy
frecuente incluir el dolor como un síntoma osteoporótico, lo que lleva a que
muchas pacientes sean remitidas para valoración de osteoporosis por dolores
osteoarticulares diversos. Las fracturas más características relacionadas con la
osteoporosis son las fracturas vertebrales, las de la extremidad proximal del
fémur y la fractura de Colles. La fractura vertebral es la manifestación clínica
más común de la osteoporosis.
TRATAMIENTO
1. Medidas no farmacológicas:
a. Prevención de las caídas.
b. Dieta rica en calcio.
c. Ejercicio físico realizado con asiduidad, que produce un incremento de la
DMO y, por otra, potencia la musculatura. Preferentemente deben realizarse
ejercicios de carga aeróbica, siendo el ideal, por su sencillez, el caminar, al
menos durante una hora diaria y en llano.
d. Exposición moderada al sol
e. Se recomienda abandonar el hábito tabáquico y moderar la ingesta de
alcohol y cafeína.
2. Tratamiento farmacológico de fondo. Los fármacos utilizados en el
tratamiento de la osteoporosis se clasifican en:
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a. Fármacos de primera línea:
I. Bifosfonatos: alendronato, risedronato, ibandronato. Inhiben la
actividad osteoclástica, siendo potentes antirresortivos
II. Raloxifeno Es un modulador selectivo de los receptores estrogénicos
(SERM) actuando como agonista estrogénico en el hueso y el sistema
cardiovascular y como antagonista estrogénico en endometrio y mama.
El raloxifeno es el primer SERM disponible en todo el mundo para la
prevención y el tratamiento de la osteoporosis. Ha
demostrado
disminución del riesgo de fractura vertebral en mujeres osteoporóticas
postmenopáusicas con o sin fracturas previas, aunque no ha
demostrado eficacia en la prevención de las fracturas de cadera.
III. Ranelato de estroncio Tiene la particularidad de su mecanismo dual,
presentando tanto una actividad antirresortiva como osteoformadora. Ha
demostrado ser eficaz en la prevención de la fractura vertebral y, en
menor medida, en la no vertebral en mujeres postmenopáusicas
osteoporóticas
b. Fármacos de segunda elección:
I Calcitonina
II. Etidronato
III. Parathormona
IV. Estrógenos. THS. Sin embargo, en la mujer con sintomatología
climatérica el THS aporta como beneficio complementario la protección
ósea con un arma que ha demostrado claramente su eficacia
antifractura. Pero debido al limitado mantenimiento de su efecto en el
tiempo y al desfavorable balance riesgo-beneficio, no se recomienda
como tratamiento de primera línea.
La osteopenia definida por la densidad ósea está muy extendida. Los expertos
sostienen, sin embargo, que la mayoría de las mujeres con osteopenia
presenta sencillamente una masa inferior a la media y no una pérdida ósea
progresiva y que, en ausencia de factores de riesgo, el tratamiento depende de
la demostración de una pérdida ósea continua mediante determinaciones
seriadas de la densidad ósea. Se recomienda la farmacoterapia preventiva de
la osteopenia en presencia de uno o más factores de riesgo de osteoporosis o
pérdida ósea progresiva confirmada.
Jesús Presa/José Luís Gallo
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Clases de Residentes 2008
Perimenopausia: alteraciones metabólicas y óseas: tto
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Jesús Presa/José Luís Gallo
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