INTELIGENCIA Y EDUCACIÓN EN EL SOBREDOTADO Rosa Ma. Espriu* Piaget estableció que la inteligencia depende de la totalidad de las estructuras que tiene a su disposición un organismo vivo, aunada a su capacidad de funcionamiento. Ambos aspectos son heredados, y sus características varían dependiendo de la especie de que se trate. Las estructuras heredadas son: por un lado los aspectos físicos de un individuo y, por el otro, las reacciones conductuales de este, que en un principio son reacciones reflejas automáticas que responden a las necesidades básicas de un ser vivo. Estas se van modificando desde los primeros días de vida, como producto de la interacción del sujeto con su medio ambiente, transformándose en estructuras psicológicas, que son la base de la actividad intelectual. Las estructuras psicológicas del ser humano siguen modificándose a través de su vida en forma sistemática, en un sentido aditivo en forma de espiral, donde estructuras más complejas subsumen otras más simples, en un proceso de construcción de conocimiento por parte del sujeto. El sujeto humano, como todo organismo vivo es un ser en permanente búsqueda de equilibrio que funciona bajo dos principios generales básicos: un principio de organización y un principio de adaptación que representan las funciones del intelecto, y que son invariantes. La organización se refiere a la tendencia de todas las especies a sistematizar y organizar sus procesos en un sistema coherente, ya sea físico o psicológico. La adaptación es también inherente a todo organismo vivo, como una tendencia a modificar estructuras para adaptarse al medio. A través del principio de organización se transforman las estructuras básicas heredadas por el individuo en esquemas cada vez más complejos que son la base de la formación de sus conceptos y de las operaciones formales. La mayoría de los esquemas que utiliza el bebé no son ya conducta innata, sino un producto de la interacción de éste con su medio, de sus posibilidades de experimentación. Estos exigen actividad por parte del niño, cada vez más propositiva y más consciente y un ambiente proclive que provea oportunidades para la ejercitación constante y el desarrollo intelectual. El segundo principio funcional es la adaptación, que implica aspectos físicos e intelectuales. Para Piaget, la adaptación intelectual es producto de dos procesos complementarios: /a asimilación y la acomodación. A través de la asimilación el sujeto incorpora a * Facultad de Psicología, División de Estudios de Posgrado. su intelecto rasgos nuevos de su realidad externa y, a su vez, las estructuras psicológicas con las que ya cuenta se modifican o acomodan para enfrentarse al reto que representa la nueva información asimilada. La asimilación implica una interacción del sujeto con su medio ambiente, la acomodación implica la transformación de sus estructuras físicas e intelectuales en respuestas hacia el medio ambiente. Esto significa que el ser humano no hereda las reacciones intelectuales concretas, sino que hereda una tendencia a organizar sus procesos intelectuales y a adaptarlos al medio ambiente de una manera diferente, particular, que depende tanto del medio, como de las propias posibilidades del individuo; siendo éste un proceso creativo en el que cada intento de ejercitación de un esquema es una creación individual del sujeto, a pesar de ser similar a las que manifiestan otros miembros de su misma especie. Resumiendo, las estructuras básicas heredadas marean los límites del desarrollo intelectual del niño, y las características del medio en el que éste se desarrolla, y determinan que se aprovechen las posibilidades innatas del niño. Se advierte la importancia que para el desarrollo de la inteligencia del niño tiene la educación a la que se ve expuesto, entendiendo como tal al proceso continuo, tanto formal como informal, en el que el sujeto se ve inmerso a lo largo de su vida, como ser humano y como miembro de un grupo social (Suárez, 1980). El estudio de los sujetos que poseen inteligencia superior ha sido una preocupación importante en la historia de la humanidad, sin embargo durante mucho tiempo estuvo centrado alrededor del concepto de inteligencia fija, medida a través de pruebas psicométricas. Es a partir de 1950, con Guilford que este concepto se ve ampliado, identificándose dentro del mismo, series de factores que hasta esa fecha habían sido ignorados como componentes importantes del intelecto humano, los factores de la producción divergente. Los estudios do Guilford (1956), marean la pauta para el desarrollo de la investigación en el campo de la creatividad y de la inteligencia, dando al término una acepción más amplia que engloba aspectos importantes del pensamiento creador, identificándolo como un proceso de pensamiento que se desencadena a causa de la entrada de un sujeto a un problema, ante cuya solución utiliza ciertas habilidades, que son características del proceso creativo, las cuales coadyuvan al enriquecimiento de la conducta inteligente y optimizan el rendimiento del sujeto. Los estudios do Guilford (1956), Torrance (1984), y Getzels y Jackson (1962), representaron grandes avances dentro del trabajo con niños sobredotados al ampliar el concepto de inteligencia y sugerir formas de evaluar los productos de pensamiento divergente, dentro de los cuales se ubica la creatividad. Estos autores marcan el inicio del estudio sistemático de la capacidad creativa como un concepto inherente a la naturaleza del ser humano, susceptible de ser desarrollado en beneficio de un aprovechamiento más completo de las capacidades intelectuales y físicas del individuo. A pesar de los avances y aportaciones de estos autores, y de los diversos trabajos que se han generado como consecuencia, se ha planteado, dentro del campo educativo, una aparente dicotomía entre el ya tradicional concepto de proceso intelectual y el concepto de pensamiento creativo, separándolos de tal manera que al diseñar la instrucción casi se siente la obligación de definir a cuál de los dos se va a privilegiar. Passow (1973) llama la atención sobre la gran cantidad de investigaciones que se realizaron en la década de 1960 en relación a la naturaleza y medición de la creatividad y la solución de problemas, a pesar de los cuales, la mayoría de los educadores seguían sin tomar en cuenta este aspecto al diseñar e impartir educación a los niños sobredotados. No se estimulaba, ni se permitía la exploración de nuevas formas de pensamiento en la solución de problemas, ni la utilización de formas divergentes al abordar los tópicos tradicionales. Las aportaciones de Piaget (1961), resultan en este sentido elementos teóricos conciliadores, que sirven de marco de referencia para resolver esta dicotomía y poder visualizar ambos aspectos como elementos de un mismo proceso. Según este autor: “la imaginación creadora, que es la actividad asimiladora en estado de espontaneidad, gracias a los progresos correlativos de la acomodación se reintegra gradualmente a la inteligencia, la cual se amplía en la misma proporción" (p. 393). En su libro La formación del símbolo en e/ niño, Piaget amplía su concepto sobre la imaginación creadora: "La asimilación simbólica es fuente de imaginación creadora, es decir de actividad constructiva espontánea, por oposición a la acomodación a lo real y a la verificación, tanto lógica (coherencia regulada) como experimental”. Según Piaget, es en este sentido que Baldwin veía en el juego el principio de la deducción, es decir, de la libre construcción del pensamiento. Sin embargo, para él el juego simbólico no concluirá en su forma final de imaginación creadora sino a condición de reintegrarse, por decirlo así, en el pensamiento entero. "Nacido de la asimilación, que es uno de los aspectos de la inteligencia inicial, el simbolismo dirige primero esta asimilación en un sentido egocéntrico, después con el doble progreso de una interiorización del símbolo en la dirección de la construcción representativa y de un ensanchamiento del pensamiento en la dirección conceptual, la asimilación simbólica se reintegra en el pensamiento bajo forma de imaginación creadora". (pág. 212). El desarrollo de la capacidad creativa se inicia desde el nacimiento y debiera estimularse durante toda la vida del individuo como ingrediente básico en la educación para lograr optimizar las potencialidades de cada ser humano, que son sus herramientas más importantes en la solución de sus problemas y en su desarrollo intelectual. La creatividad está inmersa en todas las conductas del individuo, su presencia, en mayor o menor grado, o su desarrollo se manifiestan de diferentes formas según la actividad en que esté involucrado y los problemas a que se enfrente. Una persona creativa es aquella que puede procesar de maneras nuevas la información de que dispone, los datos sensoriales que todos recibimos. Es una persona que ve, instintivamente, posibilidades de transformar los datos ordinarios en una nueva creación trascendiendo la materia prima empleada. Según Piaget (ibid), ”...el juego constituye el polo extremo de la asimilación de lo real al yo, haciendo participar como asimilador a la imaginación creadora que permanecerá como motor de todo pensamiento ulterior y aun de la razón”. El tratar de entender la diferencia entre los dos procesos, el de recoger datos y el de transformarlos creativamente, nos lleva al entendimiento del funcionamiento cerebral como un proceso dual que resulta de la creación diferencial de sus dos hemisferios, el derecho y el izquierdo. La cuestión principal, según lo expresa Roger Sperry (1973), es que parecen existir dos modos de pensar, el verbal y el no verbal, representados respectivamente por el hemisferio izquierdo y el derecho. Este científico opina que nuestro sistema educativo tiende a despreciar la forma no verbal del intelecto, dando como resultado una manifestación discriminatoria en la sociedad moderna, contra el hemisferio derecho. Aún hoy, a pesar de que los educadores son cada vez más conscientes de la importancia del pensamiento intuitivo y creativo, los sistemas escolares, en general, siguen estructurados al modo del hemisferio izquierdo: la enseñanza es secuencial, los estudiantes progresan ascendiendo grados (cursos) en una dirección lineal, las principales materias de estudio son verbales y numéricas (lectura, escritura, aritmética), se siguen horarios estrictos; los pupitres están ordenados en filas, se pregunta y se responde en forma convergente, se entregan diplomas; y sin embargo, en este aparente orden, el educador consciente y creativo sigue teniendo la sensación de que algo anda mal. El hemisferio derecho, el soñador, el artífice, el artista se pierde casi totalmente en nuestro sistema educativo tradicional. Hay unas pocas clases de arte, uno que otro taller, un curso de música; pero es muy improbable que encontremos cursos de imaginación, de visualización, de percepción espacial, de inventiva, de estrategias para la solución de problemas. Sin embargo, los educadores valoran estas cualidades y aparentemente esperan que los estudiantes desarrollen la imaginación, la percepción y la intuición como consecuencia natural de un entrenamiento verbal y analítico. Según lo expresa Betty Edwards (1979), afortunadamente este desarrollo se produce a menudo, casi a pesar del sistema escolar, asombrándonos ante la capacidad de supervivencia del hemisferio derecho; pero nuestra cultura tiende de tal modo a recompensar las habilidades del izquierdo, que sin duda estamos perdiendo una gran proporción de la capacidad potencial del cerebro de nuestros niños. Según una visión desarrollista en relación al sobredotado, planteada por Horowitz (1987), los niños tienen diferentes grados de dependencias en relación al medio ambiente y sus efectos en su desarrollo personal. Hay niños que manifiestan un excelente desarrollo personal. Hay niños que manifiestan un excelente desarrollo cognoscitivo aunque se encuentren en medios poco facilitadores. Estos niños pueden describirse como “invulnerables” o “resistentes”. Este autor analiza este aspecto dentro de un continuo, asegurando que en algunos casos el desarrollo óptimo va a depender más de las características del niño que de las facilidades del medio. Esto quizás explique el cuestionamiento planteado por Edwards. Sin embargo esto no es aplicable a todos los niños y quizás sólo sea para un porcentaje mínimo de ellos. Horowitz aporta al análisis del problema otras dos reflexiones que vale la pena mencionar: a) la combinación estructural existente en un periodo del desarrollo puede no ser la misma que en otro periodo, en relación a la “invulnerabilidad” de los niños, y b) en la medida en que se conozcan mejor las condiciones medio ambientales necesarias para mantener la conducta sobredotada, a través de los diferentes periodos del desarrollo, será posible apoyar estos elementos para lograr un máximo efecto en el mismo. La educación del niño sobredotado se ve inmersa en la misma problemática que la educación en general, agravada por la forma en la que se visualizó a estos sujetos a partir de los trabajos de Terman y col. (1926) sobre individuos “geniales” o sobredotados, los cuales fueron definidos como: “el uno por ciento de sujetos que caen en el nivel superior de habilidad intelectual general, medida con las escalas de inteligencia Stanford-Binet, o con escalas comparables”. Este criterio prevaleció durante muchos años en los Estados Unidos de Norteamérica −y por extensión en nuestro país−, a pesar de los avances en relación al estudio de los procesos creativos como parte importante de la estructura del intelecto y del énfasis en plantear una apertura al concepto de inteligencia fija, medida con tests de inteligencia. La atención del sobredotado seguía supeditada a la medida de coeficiente intelectual corno criterio único, establecido en forma local por las autoridades administrativas de cada Estado, pudiendo resultar como consecuencia que un niño con un C. I. de 130 fuera considerado sobredotado en un Estado y en otro fuera excluido de la atención especial proporcionada a estos niños. Así surge la necesidad de unificar los criterios en relación a la definición de estos sujetos, estructurándose una definición oficial (Marland, 1972) avalada por la Oficina de Educación de los Estados Unidos (USOE), la cual fue adoptada por numerosos distritos escolares como base para sus programas. Según lo cual los niños sobredotados y talentosos son: “aquellos sujetos identificados por profesionales calificados, cuyas habilidades les capacitan para ejecuciones de nivel superior. Incluye niños que demuestran logros y/o potencialidades en alguna o varias áreas (habilidades intelectuales generales, aptitudes académicas especificas, pensamiento creativo o productivo, habilidad de liderazgo, habilidades psicomotoras o artísticas). Estos niños requieren programas educativos diferentes y servicios adicionales a los que proveén las escuelas regularmente, para poder realizar contribuciones a la sociedad y personales”. Renzulli (1979), apoyando la necesidad de contar con una apropiada definición del término “sobredotado”, analiza y enriquece la definición y puntualiza ciertos criterios que cualquier definición debería cubrir, como punto de partida para la atención de los sujetos sobresalientes: la definición debe estar basada en la mejor investigación disponible acerca de las características de los sobredotados; debe proporcionar guías en la selección y/o desarrollo de instrumentos y procedimientos que puedan ser utilizados como sistemas de identificación defendibles; debe proporcionar dirección y estar relacionada en forma lógica a la programación y práctica de materiales y métodos instruccionales, a la selección y entrenamiento de los maestros, y a la determinación de los procedimientos que pueden ser utilizados para evaluar los programas. Este autor propone una definición operacional del sobredotado que cumple con los criterios mencionados. Según él, “los niños sobredotados y talentosos son aquellos que poseen o son capaces de desarrollar comportamientos sobresalientes y aplicarlos a algún área del comportamiento humano. Los niños que manifiestan estos comportamientos como producto de la interacción de tres componentes: habilidades generales por arriba de la media, orientación a metas y un alto grado de creatividad, requieren una amplia variedad de oportunidades educacionales y servicios que no se proporcionan normalmente en los programas instruccionales. Requieren de sistemas educativos que sean susceptibles de adaptarse a las necesidades e intereses particulares de cada sujeto, permitiéndoles desarrollar al máximo sus capacidades. Marca la necesidad de contar con personal docente capacitado en forma especial, que sea capaz de fungir como un conductor en la construcción del conocimiento del niño sobredotado; y con un medio ambiente estimulante que enriquezca su ámbito social y cultural y le brinde oportunidades de desarrollo. Para la atención del sobredotado se propone el establecimiento de un “salón de recursos” en el que se ofrece a los niños diversas opciones de trabajo, dentro de las cuales cada uno seleccionará aquellas que le interesan y para las que posea habilidades suficientes; y que al mismo tiempo le representan un reto cognoscitivo que estimule la construcción de su conocimiento. En el salón de recursos se ofrecen actividades de tres diferentes niveles: tipo 1 (información), tipo 11 (entrenamiento), y tipo Ill (investigación). La propuesta para el maestro que atiende un salón de recursos es la de un facilitador del aprendizaje, la de una persona que apoya al niño como producto de una observación previa, capaz de estimular y retar al niño cognoscitivamente. El reto para el educador del niño sobredotado sigue siendo el mismo que plantearon los estudios psicogenéticos de Piaget y todo el movimiento de “la nueva educación” representado por educadores como Dewey, Freinet, Decroly, etc.: ¿Cómo lograr atender las necesidades individuales e intereses de los educandos, estimulando y manteniendo el ingrediente más importante para el aprendizaje significativo y perdurable: la motivación intrínseca del estudiante? Se plantea así un tipo de enseñanza que permita a cualquier niño ser un sujeto activo y participativo en el proceso enseñanza aprendizaje; una enseñanza que valore los atributos, potencialidades y necesidades individuales y les dé cabida dentro del proceso educativo, permitiendo a su vez la emergencia del mismo. De una propuesta educativa que se basa en que el niño construye sus conocimientos a través de encuentros activos con su realidad, mediante un proceso de experimentación y reflexión. En este proceso, el maestro tiene el importante papel de proporcionar al educando oportunidades para el aprendizaje y apoyo en la construcción del conocimiento; oportunidades para apoyar su motivación intrínseca hacia el aprendizaje y desarrollar metas personales; oportunidades para desarrollar y utilizar sus propias estrategias de solución de problemas. La orientación hacia metas, incrementando la propia motivación, es prácticamente el aspecto más importante dentro del proceso educativo y debiera ser apoyado con una mayor conciencia dentro del ámbito escolar. Como ya se mencionó, Renzulli (1979) confiere a este componente, junto con el desarrollo de la capacidad creativa del individuo, espacios equivalentes al que ocupa la capacidad intelectual en la manifestación de comportamientos sobredotados”. La creatividad juega aquí un importante papel, referida tanto a la posibilidad del sujeto para emplearla y desarrollarla en el curso de sus actividades; como a la necesidad de un profesor a su vez creativo, que sea capaz de fungir como un facilitador para el niño sobredotado. Según lo expresa Torrance (1962), se requiere de maestros creativos que sean capaces de reconocer las capacidades, habilidades e intereses de los niños. Maestros que sean capaces de apoyar el desarrollo de la creatividad como un elemento básico para la solución de problemas, y la transferencia del aprendizaje. Según este autor, vivir significa afrontar problemas, y resolverlos significa crecer intelectual y moralmente, ya que en ninguna época como ahora, el mundo se ha visto habitado por un número tan grande de personas informadas e intelectualmente capacitadas; pero, sin embargo, los problemas por resolver resultan prácticamente abrumadores. Un tipo de educación que aborde las habilidades de solución de problemas desde edades muy tempranas, parece ser no sólo deseable, sino necesario. Se requiere de personas que sean capaces de entender los problemas e involucrarse en la búsqueda de soluciones; de hombres y mujeres autónomos; de hombres y mujeres creativos. La enseñanza creativa es aquella que va a permitir al niño vivir una serie de experiencias personales, probando, experimentando, indagando, preguntando, acomodando y reacomodando, buscando similitudes y diferencias, etc.; apoyado por un maestro que le proporcione la posibilidad de un sin número de experiencias de aprendizaje activo. Entendiendo por aprendizaje activo aquel en el que el niño desde el inicio tiene alguna posibilidad de elección sobre la clase de tarea a desarrollar y el proceso a través del cual la abordará; donde hay posibilidades de experiencias directas con materiales, personas y situaciones; y que hay un componente de reflexión por parte del niño, mostrada a través de la representación o el lenguaje (Hohman, Banet y Weikart, 1984). No se requieren métodos ni actividades sofisticadas, se requiere presentar una actitud diferente hacia el proceso de enseñanza aprendizaje, basado en la creencia de que un niño es capaz de construir su concepto de la realidad a través de la oportunidad de experimentar y resolver problemas directamente en la práctica. Si se quiere forjar hombres con capacidad de tomar decisiones y responsabilizarse de ellas, es necesario hacer un cambio en la educación, un cambio personal del educador en la forma de aproximarse a la práctica educativa. Un cambio hacia la enseñanza creativa que fomente y estimule el desarrollo de la creatividad en los niños. Bibliografía Clark, B. (1986), Growing up Gifted, Third Edition, Developing the Potential of Children at Home and at School, Merrill Publishing Co. A Bell & Howell Information Co. Columbus Toronto, London, Melbourne (págs. 175-216). Dewey, J. (1951), How we Think, New York, D.X. Heath & Co9., 1910. 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