EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO Y DE LA REALIDAD Según Kant, la filosofía va unida a la naturaleza humana y aspira a responder cuatro preguntas que siempre han interesado e interesarán al hombre: 1ª. ¿Qué puedo conocer? Al responder a esta pregunta se establece de manera rigurosa el origen, la naturaleza y, sobre todo, los límites (en caso de que los haya…) del conocimiento humano sobre la realidad. 2ª. ¿Qué debo hacer? En esta pregunta se investiga acerca de los principios generales que han de dirigir la conducta humana para que sea auténticamente moral, y se trata también de determinar en qué medida la razón humana puede y debe intervenir en dicho proceso. 3ª. ¿Qué me cabe esperar? En este caso el objetivo es señalar los fines que debe perseguir el ser humano y que sean acordes con su condición racional. 4ª. ¿Qué es el hombre? Según Kant, esta última pregunta resume o sintetiza las tres anteriores, por lo que sería la gran pregunta de la filosofía. PREGUNTA ¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? ¿Qué es el hombre? ÁMBITO FILOSÓFICO Teórico-especulativo Práctico-moral Teórico-Práctico Teórico-Práctico DISCIPLINA Metafísica Ética Política y Religión Antropología La primera de las preguntas la responde Kant en la más célebre de sus obras: La Crítica de la razón pura. Al principio de su formación filosófica, Kant fue defensor de las ideas racionalistas, manteniendo una actitud optimista sobre el conocimiento humano. Sin embargo, cuando leyó las obras de Hume, en una época ya tardía de su vida, modificó radicalmente su postura. Él mismo reconoció que la lectura del filósofo escocés le despertó del “sueño dogmático”, es decir, le hizo dudar del optimismo ingenuo y dogmático del racionalismo con su confianza plena en las capacidades cognoscitivas humanas para conocer la realidad tal y como es en su totalidad. Sin embargo, tampoco le convenció la actitud escéptica derivada del empirismo, que reducía la realidad a los fenómenos que aparecen ante el sujeto y otorgaba un estatus de simple creencia al conocimiento de las cuestiones de hecho, incluyendo aquí las ciencias naturales. El proyecto kantiano intenta ser una síntesis de las dos grandes corrientes filosóficas de la modernidad y busca armonizar las ideas de ambas sin caer en sus posiciones extremas e irreconciliables. El filósofo de Könisberg parte de una tesis fundamental: la razón es un instrumento útil y absolutamente necesario para conocer la realidad y orientar la vida humana, pero no puede depositarse en ella una confianza ciega. Hay que investigarla, analizarla, criticarla para establecer de manera rigurosa y definitiva su funcionamiento y sus posibles límites. Y esa crítica ha de ser realizada por la propia razón. Así pues, la razón es el objeto de la crítica y, a la vez, el sujeto. Por consiguiente, el título Crítica de la razón pura ha de entenderse como una labor de análisis de la razón llevado a cabo por la propia razón. A. La metafísica como problema: En el prólogo a la primera edición de la Crítica de la razón pura, después de explicar brevemente los avatares sufridos a lo largo de la historia por la metafísica, que la llevaron de ser considerada la reina de las ciencias a ser objeto de desprecio, nos expone Kant el objetivo fundamental de sus investigaciones: "Se trata, pues, de decidir la posibilidad o imposibilidad de una metafísica en general y de señalar tanto las fuentes como la extensión y límites de la misma, todo ello partir de principios". Es el llamado problema crítico: mientras la lógica, las matemáticas y la física han ido encontrando el camino seguro de la ciencia, la metafísica, la más antigua de todas ellas, no lo ha conseguido. ¿A qué se debe entonces que la metafísica no haya encontrado todavía el camino seguro de la ciencia? La metafísica, sin embargo, parece inevitable como disposición natural, en la medida en que el hombre se siente inclinado a buscar las primeras causas y principios de la realidad; a pesar de ello, dado que después de siglos de investigaciones en ese terreno, la metafísica no ha conseguido entrar en el camino seguro de la ciencia, quizá sus esfuerzos hayan sido vanos porque pretenda lo imposible, por lo que es necesario preguntar: ¿es posible la metafísica como ciencia? Dado que la metafísica pretende obtener un conocimiento a priori, independiente de la experiencia, la respuesta a la pregunta por su posibilidad exige responder previamente a la pregunta de si es posible el conocimiento a priori. "No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia", nos dice Kant en el primer párrafo de la introducción de la Crítica de la razón pura, y añade inmediatamente "pero, aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia". A diferencia de lo que habían afirmado los racionalistas y los empiristas, para quienes había sólo una fuente del conocimiento, la razón para unos, y la experiencia para los otros, para Kant habrá dos fuentes del conocimiento: una, la sensibilidad, que suministrará la materia del conocimiento procedente de la experiencia, y otra, el entendimiento, que suministrará la forma del conocimiento, y que será independiente de la experiencia. Podremos hablar, por lo tanto, de un conocimiento a priori y de un conocimiento a posteriori. El primero es absolutamente independiente de toda experiencia, el segundo sólo es posible a través de la experiencia. El conocimiento científico se caracteriza por dos rasgos muy determinados: universalidad y necesidad. Ahora bien, ningún conocimiento que proceda de la experiencia puede tener esos rasgos, como ya había señalado Hume. Por lo tanto, la necesidad y universalida han de ser, a priori, independientes de la experiencia. El conocimiento científico exhibe, pues, esos dos rasgos que permiten el acuerdo y el progreso. ¿Son posibles en el conocimiento metafísico? El método elegido por Kant para investigar si la metafísica será, algún día, ciencia consiste en averiguar las condiciones que han hecho posible que disciplinas como las matemáticas o la física se convirtieran en ciencias. Una vez establecidas tales condiciones, bastará con ver si la metafísica puede cumplirlas o no. ¿Qué es la ciencia? Una ciencia es un conjunto de juicios o proposiciones. Por lo tanto, averiguar qué condiciones cumplen las matemáticas y la física para ser ciencias, significa averiguar las condiciones que cumplen los juicios de los que se componen estas disciplinas. Para ello, es necesario analizar y diferenciar los tipos de juicios existentes e identificar los juicios científicos. Clasificación y análisis de los juicios Siguiendo la distinción que había hecho Leibniz entre verdades de razón y verdades de hecho y Hume entre conocimiento por relaciones de ideas y conocimiento de hechos, Kant distinguirá dos tipos de juicios: los juicios analíticos y los juicios sintéticos. En los juicios analíticos el predicado está comprendido en la noción del sujeto y son, por lo tanto, juicios explicativos, es decir, juicios que no aumentan mi conocimiento, sino que explican una determinada relación entre sujeto y predicado. En este sentido, los juicios analíticos son siempre verdaderos y, al no depender de la experiencia, son a priori. Como ejemplo de juicio analítico pone Kant el siguiente: "Todos los cuerpos son extensos". Para hallar el predicado de este juicio, dice Kant, no necesito sino descomponer el concepto del sujeto, analizarlo, dado que no tengo que ir más allá del concepto de cuerpo para hallar el de extensión. Los juicios sintéticos, por el contrario, son aquellos en los que el predicado no está comprendido en el sujeto, como cuando digo "todos los cuerpos son pesados". Como la relación entre sujeto y predicado añade algo al sujeto que no está comprendido en su noción (el concepto de cuerpo no contiene la idea de peso) ese tipo de juicios son extensivos, dado que amplían mi conocimiento. Todos estos juicios son a-posteriori pues su verdad depende de la experiencia. Sin embargo, Kant distingue entre dos tipos de juicios sintéticos: los juicios sintéticos a priori y los juicios sintéticos a posteriori. Mientras que los segundos serían contingentes y dependerían totalmente de la experiencia, los primeros, los juicios sintéticos a priori, contendrían, siendo a priori, un conocimiento universal y necesario, y sin embargo, siendo sintéticos, aumentarían mi conocimiento. Como ejemplo de juicio sintético a priori propone Kant el siguiente: "todo lo que ocurre tiene una causa", y se refiere además a la existencia de otros juicios sintéticos a priori en las diversas ciencias, como, por ejemplo, la proposición “7 + 5= 12”, en matemáticas, (12 no estaría comprendido en la idea de sumar 7 + 5, por lo que el juicio sería sintético, aumentaría mi conocimiento; y, sin embargo, que "siete y cinco suman 12" no deja de ser una proposición universal y necesaria, a priori, por lo tanto). Kant considera que los juicios sintéticos a priori constituyen el fundamento de las ciencias. Esta afirmación de que existen juicios sintéticos a priori constituye, pues, la novedad de la filosofía kantiana. ¿Cómo es posible que existan juicios que amplían mi conocimiento y que, sin embargo, no dependan de la experiencia? Es decir, ¿cómo podemos saber algo a priori acerca de la realidad? Es necesario justificar esta afirmación, por lo que Kant se verá obligado a responder a la pregunta: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? B Origen y estructura del conocimiento humano: la “revolución copernicana” de Kant Si la necesidad y la universalidad de nuestros conocimientos no proceden de la experiencia tenemos que aceptar que son los objetos los que se adecuan al sujeto que conoce. Se produce así la famosa revolución copernicana de Kant. El sujeto no es un elemento pasivo que se limita a recoger los datos procedentes de los objetos, sino que desempeña un papel activo a la hora de configurar y estructurar la realidad. Las teorías epistemológicas anteriores a Kant habían sido realistas en mayor o menor medida porque pretendían conocer una realidad que se suponía existía en sí misma de modo anterior y externo al sujeto. Kant, en cambio, considera que hay que centrar el proceso de conocimiento en el sujeto, de manera que en lugar de girar el sujeto en torno al objeto, sea este el que gire en torno al sujeto . Es el objeto el que se amolda a estructuras a priori que son trascendentales y nos permiten interpretar la experiencia. Dicho de otra forma, ya no es la realidad la que impone sus esquemas a la mente, sino la mente la que impone sus esquemas a la realidad. El hombre interroga la realidad provisto de esas estructuras apriorísticas que son previas a toda experiencia y que dimanan de la propia naturaleza humana. Esas estructuras trascendentales actúan como un "molde" al que se tienen que someter los datos recibidos por la sensibilidad y los conceptos formados por el entendimiento. Así pues, para Kant el conocimiento es siempre una síntesis de dos elementos que él denomina respectivamente lo dado (materia del conocimiento) y lo puesto (forma del conocimiento). Lo dado es exterior e independiente del sujeto. Por el contrario, lo puesto, como su mismo nombre indica, es puesto por el sujeto. Si uno de estos dos elementos falta (como sucede en la metafísica), entonces no es posible el conocimiento. ¿Cuáles son esas estructuras previas que el sujeto impone a la realidad? Responder a esta cuestión obligó a Kant a realizar un análisis pormenorizado de las distintas facultades de conocimiento humano, relacionando cada una con el conocimiento científico correspondiente. Esta labor será desarrollada en la Crítica de la razón pura. A la pregunta por las condiciones que hacen posible las matemáticas, responderá Kant en la Estética Trascendental. A la pregunta por las condiciones que hacen posible la física en la Analítica Trascendental. A la pregunta sobre la posibilidad de la metafísica como ciencia en la Dialéctica Trascendental. C. Análisis de las facultades de conocimiento: 1º. Estética Trascendental: la sensibilidad Por sensibilidad entiende Kant la capacidad de recibir representaciones, al ser el sujeto afectado por los objetos. Esta capacidad es meramente receptiva. El modo mediante el cual el conocimiento se refiere inmediatamente a un objeto es llamado por Kant intuición; y el efecto que produce un objeto sobre nuestra capacidad de representación sensible es llamado por Kant sensación; en el caso, pues, de la sensibilidad, esa referencia inmediata a un objeto es llamada intuición sensible o empírica. Y el objeto captado por la intuición empírica es llamado fenómeno. Con esta expresión, Kant quiere dejar constancia de que lo que el sujeto conoce y capta no es la cosa misma o la cosa en sí (el noúmeno), sino una manifestación suya ajustada a las formas apriorísticas del sujeto. En todo fenómeno podemos distinguir una materia y una forma. La materia es el contenido mismo de la sensación y es dada a-posteriori. La forma es el modo como el sujeto capta esa materia, por lo tanto, no procede del objeto conocido (la sensación no puede ser ordenada por otra sensación), sino del sujeto de conocimiento. La forma del fenómeno la poseemos a-priori, son las estructuras puestas por el sujeto para ordenar la materia. Así pues, nuestra sensibilidad posee una determinada estructura que se impone sobre la materia de las sensaciones, informándola y constituyendo el fenómeno. Esa forma de las intuiciones sensibles está constituida, según el filósofo alemán, por dos elementos: espacio y tiempo. Espacio y tiempo no son realidades exteriores al sujeto, sino formas de la sensibilidad. El ser humano capta las cosas en el espacio y en el tiempo no porque estén determinadas espacio-temporalmente, sino porque ese es su modo de captarlas. Son estructuras del sujeto que se imponen a los objetos para que estos puedan ser captados. Dado que están en él antes de que se produzca cualquier sensación, son a-priori. Por eso, Kant denomina al espacio y al tiempo formas a-priori de la sensibilidad. Llegados a este punto se puede explicar cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las matemáticas. Las matemáticas tratan de las determinaciones del espacio y del tiempo, en la geometría y en la aritmética, respectivamente. Lo que hace la geometría es analizar las propiedades del espacio, que es lo que hace la aritmética con respecto al tiempo. Ahora bien, dado que el espacio y el tiempo son las condiciones en las que ha de darse todo fenómeno, las propiedades del espacio y del tiempo han de transmitirse necesariamente a todo fenómeno que pueda darse en ellos. De este modo, todos los conocimientos de las matemáticas han de ser universales y necesarios, puesto que todos los fenómenos han de darse necesariamente en el espacio y en el tiempo. Por eso son posibles los juicios sintéticos a priori en las matemáticas, es decir juicios que aumentan mi conocimiento y que sin embargo son independientes de la experiencia y, por ello, universales y necesarios. 2. La Analítica Trascendental: el entendimiento. La sensibilidad suministra las intuiciones del conocimiento; el entendimiento suministra los conceptos. Las intuiciones sensibles si no son pensadas a través de un concepto, (subsumidas en un concepto, dice Kant), no nos ofrecerían conocimiento alguno: equivaldrían a un torrente inconexo de sensaciones. Los conceptos, por su parte, si no se remitiesen a una intuición sensible, nos ofrecerían un conocimiento vacío de contenidos. Esta idea la expresa Kant en una famosa frase: "Las intuiciones, sin conceptos, son ciegas; los conceptos, sin intuiciones, son vacíos". El entendimiento es la facultad de pensar y, como tal, pura actividad, frente a la receptividad de la sensibilidad. El entendimiento realiza una doble tarea: por una parte, construye juicios y, por otra, los encadena formando razonamientos Esa actividad se identifica con la formación de conceptos, es decir, con la creación de formas bajo las cuales se pueden ordenar diversas representaciones bajo una sola común a todas ellas. Los conceptos unifican lo que llega al entendimiento de modo múltiple y diverso. Si realizamos con el entendimiento la misma operación que hemos realizado con la sensibilidad, es decir, separar la materia de la forma, podremos distinguir dos tipos de conceptos: los conceptos empíricos y los conceptos puros o categorías. Los primeros son creados por el entendimiento a partir de los datos suministrados por la experiencia sensible, son, pues, conceptos a-posteriori (por ejemplo, el concepto “mesa”, “casa”, “árbol”…). Por su parte, los conceptos puros o categorías son aquellos que se encuentran en el entendimiento con carácter previo a cualquier experiencia. Estos conceptos representan las distintas formas generales que el entendimiento tiene de unificar lo proveniente de la experiencia. Son, pues, conceptos a-priori. ¿Cómo podremos determinar cuáles son esas categorías o conceptos puros del entendimiento?, ¿cuáles y cuántos son dichos conceptos? Kant consideró que había una categoría por cada forma de unificar lo dado en la experiencia. Pensar equivale a formular juicios, por lo que todos los actos del entendimiento pueden ser, pues, reducidos a juicios. Ahora bien, si determinamos cuáles son las formas del juicio, podremos identificar cuáles son las funciones de unidad que operan en los mismos, que no serán otras que las categorías. A esta operación la llamará Kant deducción trascendental de las categorías. Tras realizarla, Kant estableció que había doce categorías. Algunas de ellas son: totalidad, unidad, realidad, sustancia, causa, posibilidad, existencia, necesidad… Tales categorías, en la medida en que son las formas a priori o trascendentales del entendimiento, solo tienen validez aplicadas a las intuiciones suministradas por la sensibilidad. En sí mismas no proporcionan ningún conocimiento, sino simplemente la forma trascendental, a priori, de todo conocimiento. Si el entendimiento limitase su acción a la producción de conceptos a partir de las categorías, sin aplicar esos conceptos a los contenidos que suministra la sensibilidad, tales conceptos estarían vacíos y no nos proporcionarían ningún conocimiento. Pero además eso supone que no hay posibilidad de conocer ningún objeto si no se somete a la acción de las categorías, por lo que, del mismo modo que la sensibilidad impone al objeto las estructuras trascendentales del espacio y del tiempo, el entendimiento impone al objeto las formas trascendentales del entendimiento o categorías. En consecuencia, no podremos conocer nunca los objetos tal como son en sí mismos, como noúmenos, sino solamente tal como se presentan a nosotros a través de esas estructuras trascendentales de la sensibilidad y del entendimiento es decir, como fenómenos. Estamos ahora en condiciones, pues, de comprender cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las ciencias naturales. Recordemos el ejemplo que nos ponía Kant: "todo cambio ha de tener una causa". Es un juicio sintético, ya que la noción de cambio no incluye la de causa; y es un juicio a priori, independiente de la experiencia, y por lo tanto universal y necesario, porque se funda en la categoría de causalidad y dependencia (causa y efecto). Dado que las categorías unifican toda la diversidad de la realidad "fenoménica", no hay nada en ella que no dependa directamente de las categorías. Cuando descubrimos en la realidad una ley o una regla universal buscamos en esa realidad su causa, sin darnos cuenta de que esa regularidad se encuentra en la realidad porque la hemos puesto nosotros, al configurar la realidad a través de las categorías. 3º. Dialéctica Trascendental: la razón Hemos visto que las matemáticas y la física pueden formular juicios sintéticos a priori y, por ello, proporcionan un conocimiento universal y necesario, un conocimiento científico. ¿Puede la metafísica formular tales tipos de juicio y llegar a ser una ciencia? En la Dialéctica Trascendental, Kant analizará esta cuestión estudiando las características de la razón que, en su actividad pura, es la que pretende alcanzar tal conocimiento. La razón es la capacidad suprema de pensar y como tal elabora razonamientos, es decir, inferencias o silogismos relacionando juicios. El razonamiento consiste, pues, en enlazar juicios mediante la formulación de silogismos. Con estos silogismos la razón busca la construcción de juicios cada vez más generales, en busca de principios o leyes que abarquen el mayor número posible de fenómenos. Esta búsqueda de los principios últimos bajo los cuales se pueda comprender toda la realidad es llamada por Kant búsqueda de lo incondicionado, ya que se supone que ese principio último es la condición de todos los fenómenos y, a su vez, no depende de ninguna otra causa, es decir, de ninguna otra condición. A estos conceptos puros a priori de la razón, les llamará Kant ideas trascendentales: alma, mundo y Dios. Mediante la idea de alma, dice Kant, unificamos todos los fenómenos del psiquismo; es la condición incondicionada de todos los fenómenos psíquicos (es decir, todos los fenómenos que tienen lugar en mi psiquismo han de ser remitidos a un yo). Mediante la idea de mundo unificamos todos los fenómenos de la experiencia; la idea de mundo es la condición incondicionada de todos los fenómenos de la experiencia (es decir, todos los fenómenos de experiencia tienen lugar en el mundo). Mediante la idea de Dios unificamos la totalidad de los fenómenos psíquicos y de la experiencia en una única causa de la que dependen y por la que son explicados (Dios es la condición incondicionada de la existencia del alma y el mundo, su causa última). Pero si bien las ideas trascendentales nos ayudan a unificar en el pensamiento la totalidad de los fenómenos, sin embargo, al no poseer intuición ninguna de las realidades a las que refiere la unidad de los fenómenos (Dios, alma, mundo) esas ideas trascendentales no nos ofrecerán ningún conocimiento. Son conceptos puros, sin ningún contenido, que solo sirven para unificar los conocimientos del entendimiento, pero que nos proporcionan ellos mismos conocimiento alguno. La razón, sin embargo, entusiasmada por el avance del razonamiento, se cree capaz de alcanzar el conocimiento de esos principios últimos, incondicionados, de todo lo real; y cae en todo tipo de contradicciones: son las antinomias y paralogismos de la razón pura, que Kant analizará posteriormente desmontando todas las ilusiones metafísicas concebidas por la razón acerca de la posibilidad de su conocimiento. La metafísica, pues, aunque posible como disposición natural es imposible como ciencia: para que haya conocimiento, un contenido empírico (la materia del conocimiento) tiene que ser subsumido bajo una categoría; pero de los objetos de la metafísica (Dios, mundo, y alma) no poseemos ningún contenido empírico. Son conceptos puros de la razón, ideas trascendentales, por lo tanto las formas a-priori no pueden aplicarse a ellos. Cuando se intenta se está realizando un mal uso, un uso ilegítimo de las categorías. Así, al afirmar “Dios es la causa de todo lo que existe”, se estaría haciendo un uso ilegítimo de la categoría “causa”, pues se aplica a un concepto puro, sin contenido empírico. Como resultado de la Estética Trascendental y de la Analítica Trascendental se sigue la distinción de todos los objetos en fenómenos y noúmenos. Por fenómeno entiende Kant el objeto tal como es percibido por nosotros una vez que los contenidos de la sensación han sido sometidos a las formas trascendentales del espacio y el tiempo, por lo que respecta a la sensibilidad, y a las categorías por lo que respecta al entendimiento. La única forma posible de conocimiento, para nosotros, es el conocimiento de la realidad como fenómeno. Lo que sea esa realidad considerada "en sí misma", en cuanto noúmeno, es decir, independientemente de nuestro modo de conocerla, es algo que está fuera de nuestro alcance. ¿Qué ocurre, pues, con esas supuestas realidades que están más allá de la experiencia posible?, ¿qué ocurre con Dios, con el alma, con el mundo como totalidad, realidades sobre las que la metafísica ha pretendido siempre tener un conocimiento cierto y seguro? Los conceptos de la razón pura, en la medida en que no pueden ser aplicados a ninguna intuición empírica, son vacíos. Las ideas trascendentales no nos ofrecen ningún conocimiento. Pero ello no significa que Kant no les conceda valor. No tienen un uso cognoscitivo, pero sí tienen un uso regulativo: señalan, negativamente, los límites que el conocimiento no puede traspasar. Y positivamente impulsan al ser humano a seguir investigando, tratando de encontrar una mayor unificación y coherencia entre todos sus conocimientos. El minucioso análisis de las facultades de conocimiento desplegado en la Crítica de la razón pura termina, como se ha visto, proporcionando una respuesta negativa a las aspiraciones de la metafísica de convertirse en ciencia. Jamás podrá convertirse en ciencia porque la razón humana tiene unos límites constitutivos, que son insuperables. El conocimiento es siempre síntesis de lo dado y lo puesto, de la materia y la forma, de lo apriori y lo a-posteriori, y en el conocimiento metafísico tal síntesis es imposible al faltar el contenido empírico (la materia).