La noche en que Jesús se sintió morir (código 2015-355)

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La noche en que Jesús se sintió morir (código 2015-355)
A todos nos ha tocado vivir muchas angustias en la vida, en lo personal me ha tocado vivirlas,
como una muy especial, mi hija pequeña tenía cuarenta días de nacida cuando fuimos juntos
con mi esposa y mi otro hijo Daniel a un centro comercial de la calzada Roosevelt, fuimos a
dejar un rollo de fotos – en esa época todavía se revelaban los rollos de las cámaras
fotográficas –, y luego salimos y nos fuimos a otros almacenes, cuando de repente y ¿Kristen?
Salgo corriendo a buscarla esquivando a la gente en época navideña. Miro su carruaje y pienso
que quizá ya se la llevaron. ¡Qué alivio! Allí estaba dormidita en el primer comercio que
habíamos visitado. Es posible que usted haya experimentado una angustia, hay de muchas
clases, de un segundo, de un minuto, de horas, de días, de semanas, de meses, inclusive de
años.
Siempre hay angustias que invaden. Esta semana conversaba con una persona que me decía
que es tal su angustia que no puede dormir. No son extrañas en nuestra vida, muchos han
pasado por esos momentos difíciles, es posible que esté usted pasando por una, pero quiero
decirle que la Biblia nos relata un pasaje, en el que el mismo Jesús dice que estaba
angustiado. Marcos 14:34 relata que Jesús les dijo a sus discípulos: «Es tal la angustia que me
invade que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y vigilen.» Jesús sintió angustia, esas
palabras Es tal la angustia que me invade, las podríamos resumir o traducir como afligido
profundamente. Jesús no sentía una aflicción que se le venía por un ratito y se le iba por otro
rato. No era una aflicción superficial, era profunda, afligido profundamente.
Las otras palabras que podríamos aplicar es extremadamente triste, sumamente afligido. Jesús
estaba extremadamente triste, sumamente afligido que “me siento morir”, eso era lo que
estaba sintiendo Jesús, y esas palabras puestas allí, divinamente inspiradas, nos consuelan en
momentos de aflicción. Esas palabras empleadas por Marcos y Mateo, Juan y Lucas describen
el momento, pero no describen lo que Jesús dijo, solo Mateo y Marcos describen divinamente
inspirados, puntualmente perfectas esas palabras puestas: Es tal la angustia que me invade
que me siento morir.
Esas palabras nos consuelan, porque las angustias llegan a nuestra vida. Jesús se sintió
angustiado. Muchas veces nos decimos que la angustia por la que pasamos es producto de
algún pecado. No, no es así, las angustias llegan a nuestra vida no porque Dios nos haya
abandonado sino porque son parte del proceso. Jesús sintió esa angustia, que muchas veces
vienen como las olas del mar, una tras otra y nos dan cada revolcada como si estuviéramos en
el mar y cuando nos reponemos de la sacudida no sabemos ni donde estamos parados. Así
son a veces las angustias. Hay una expresión popular que dice que a veces nos llueve sobre
mojado. Las angustias llegan una de tras de otra y este pasaje nos consuela y nos enseña
cómo podemos responder ante las angustias. Lo vamos a ver en el contexto en el que Jesús lo
estaba diciendo. ¿Cómo vamos a responder ante las angustias? Es posible que en este
momento no esté pasando por alguna, pero quiero ser claro que van a venir de todo tipo y
tenemos que saber cómo responder. Por eso Jesús les había dicho en Juan16:33 Yo les he
dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero
¡anímense! Yo he vencido al mundo. Observe que dice que en el mundo afrontarán aflicciones,
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está hablando en plural, no dice aflicción.
¿En qué contexto se los estaba diciendo? Vamos a Marcos 14:27-42, Jesús había celebrado la
Pascua con sus discípulos, esta es la fiesta que los judíos celebran para recordar la libertad de
los 430 años de esclavitud en Egipto y había instituido la Santa Cena con ellos. —Todos ustedes
me abandonarán —les dijo Jesús—, porque está escrito: »“Heriré al pastor, y se dispersarán las
ovejas.” Pero después de que yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea. —Aunque todos te
abandonen, yo no —declaró Pedro. —Te aseguro —le contestó Jesús— que hoy, esta misma
noche, antes de que el gallo cante por segunda vez, me negarás tres veces. —Aunque tenga
que morir contigo —insistió Pedro con vehemencia—, jamás te negaré. Y los demás dijeron lo
mismo. Fueron a un lugar llamado Getsemaní, y Jesús les dijo a sus discípulos: «Siéntense
aquí mientras yo oro.» Se llevó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a sentir temor y tristeza.
«Es tal la angustia que me invade que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y vigilen.»
Yendo un poco más allá, se postró en tierra y empezó a orar que, de ser posible, no tuviera él
que pasar por aquella hora. Decía: « Abba, Padre, todo es posible para ti. No me hagas beber
este trago amargo, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» Luego volvió a sus
discípulos y los encontró dormidos. «Simón —le dijo a Pedro—, ¿estás dormido? ¿No pudiste
mantenerte despierto ni una hora? Vigilen y oren para que no caigan en tentación. El espíritu
está dispuesto, pero el cuerpo es débil.» Una vez más se retiró e hizo la misma oración.
Cuando volvió, los encontró dormidos otra vez, porque se les cerraban los ojos de sueño. No
sabían qué decirle. Al volver por tercera vez, les dijo: « ¿Siguen durmiendo y descansando? ¡Se
acabó! Ha llegado la hora. Miren, el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de
pecadores. ¡Levántense! ¡Vámonos! ¡Ahí viene el que me traiciona!»
Este es el contexto en el que Jesús dice es tal la angustia que me invade que me siento morir.
¿Por qué sentía esta angustia, por qué sentía morir? ¿Qué era lo que le provocaba la angustia?
Hay varias cosas, una de ellas es que lo iban a abandonar sus discípulos. Marcos 14:27- 31
nos dice —Todos ustedes me abandonarán —les dijo Jesús—, porque está escrito: »“Heriré al
pastor, y se dispersarán las ovejas.” Pero después de que yo resucite, iré delante de ustedes a
Galilea. —Aunque todos te abandonen, yo no —declaró Pedro. —Te aseguro —le contestó Jesús—
que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante por segunda vez, me negarás tres
veces. —Aunque tenga que morir contigo —insistió Pedro con vehemencia—, jamás te negaré. Y
los demás dijeron lo mismo.
Vamos a los versículos 50-52, Entonces todos lo abandonaron y huyeron. Cierto joven que se
cubría con sólo una sábana iba siguiendo a Jesús. Lo detuvieron, pero él soltó la sábana y
escapó desnudo. Jesús estaba angustiado porque sabía que lo iban a abandonar. Algo muy
difícil de superar en una angustia es que nos abandonen, que nos dejen solos. Estar solos en
un momento de angustia es lo peor que nos puede pasar. En una ocasión unos amigos me
invitaron a un club campestre y por alguna razón nos distanciamos y me dejaron prácticamente
abandonado allí. Me preguntaba ¿cómo me voy a ir a mi casa? Un sentimiento horrible es
sentirse abandonado, que sus amigos, los que están con uno lo abandonen. Me propuse
empezar a caminar, salir a la calle principal y ahí pido jalón en una camioneta.
Caminaba, caminaba entre las curvas del camino, subidas y pendientes y al fin llegué al punto
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donde pasaban más vehículos. Ahí venía la camioneta, hice la señal de alto, se detuvo, me
subí y le dije al chofer que no tenía ni un solo centavo y si podía darme “jalón”. Y así llegué a
mi casa. Es horrible sentirse abandonado por sus amigos que me habían dejado prácticamente
tirado lejos. Mi papá se fue de la casa cuando yo tenía 11 años y me sentí abandonado, tuve
momentos de soledad, quería tenerlo cerca para hablarle, contarle mis asuntos, quería tener
esa figura masculina que llegara y pudiera abrazarme, que me preguntara como me iba; tener
un tiempo con él, tenerlo en los momentos de angustia, y no tenía a quien abrazar. Me había
abandonado. Los momentos de angustia son muy difíciles, cuando usted los vive solo, es
sentirse abandonado, sentir que no vale nada, pensar que no valía lo suficiente como para que
me papá se quedara en la casa. Hasta que un día Dios me abrazó.
Jesús en medio de ese momento de angustia sabía que sería abandonado, y lo abandonaron.
Todos se pararon y le dijeron que estarían con Él. Pedro dijo jamás te abandonaré y lo hicieron,
eso Él lo sabía, eso era lo que sentía, además sabía que lo iban a atrapar pecadores y que lo
iban a humillar. Miremos Marcos 14:41-42 Al volver por tercera vez, les dijo: « ¿Siguen
durmiendo y descansando? ¡Se acabó! Ha llegado la hora. Miren, el Hijo del hombre va a ser
entregado en manos de pecadores. ¡Levántense! ¡Vámonos! ¡Ahí viene el que me traiciona!»
Sabía que lo iban a traicionar, que sería atrapado por pecadores y que se iban a burlar de Él,
sabía que iba a morir en la cruz, sabía que esa muerte era la más vil que había en ese tiempo.
Sabía lo que le esperaba. Jesús sabía que tenía que morir por nosotros, eso era lo que le
angustiaba. Luego va al Padre y le dice: Señor, que se haga tu voluntad.
¿Qué podemos aprender de esto que Jesús estaba viviendo? Podemos aprender que las
angustias van a llegar a nuestra vida, si Jesús fue angustiado, usted y yo vamos a sufrir
angustias, porque van a llegar. Estaba una mañana, en mi casa cuando recibí el mensaje de un
amigo que me contaba que un día antes le había sido detectado cáncer a su esposa,
encargándome oraciones. Eso fue en junio, y ellos saben que están en las manos de Dios y Él
la va a sanar, llevan tres o cuatro meses de angustia. Cuando conversamos me dice que a
veces ya no tiene fuerza, pero el Señor lo levanta y le da nuevas fuerzas en medio de esa
angustia por la que está pasando. Puede que usted esté pasando por la angustia de un padre
alcohólico, esposo alcohólico, problemas en el matrimonio. Hay angustias, cada quien vive su
angustia, una mamá que va a dejar a su pequeño hijo por primera al colegio, ella llora más que
el niño, eso es angustia. Puede pasar por una situación económica difícil en su vida, en su
hogar. Es posible que esté pasando por la angustia que perdió el trabajo.
Todos vivimos una angustia. Jesús vivió una angustia, usted está viviendo una angustia, pero
aprendemos también que en medio de esas angustias, en medio de esos momentos difíciles lo
que hizo Jesús fue llamar a su círculo más íntimo, a sus amigos más íntimos, porque sabía que
en esos momentos no debía estar solo. Quiero detallarle cómo lo hizo Jesús. En Marcos 14:
32-34 Fueron a un lugar llamado Getsemaní, y Jesús les dijo a sus discípulos: «Siéntense aquí
mientras yo oro.» Se llevó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a sentir temor y tristeza. «Es
tal la angustia que me invade que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y vigilen.» Estas
palabras no se las dijo a todos los discípulos sino a Pedro, Jacobo y Juan. Hay que recordar
que ellos anduvieron mucho tiempo con Él, cuando fueron a sanar a la hija de Jairo entra solo
con Jacobo, Pedro y Juan, cuando está en el monte de la Transfiguración están Jacobo, Pedro
y Juan, es el momento cuando les dice Es tal la angustia que me invade que me siento morir.
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Buscó un círculo íntimo para abrir su corazón, porque no podía vivir la angustia solo y les
transmitió lo que estaba sintiendo.
Trabajaba en una empresa transnacional, eso hace ya varios años, y la situación se complicó
que era una angustia ir a trabajar, había problemas por todos lados. Viajaba por toda
Centroamérica, México me iba pensando en los problemas que se quedaban aquí, estando en
Costa Rica me angustiaba por dejar los problemas ahí y me iba a otro país encontraba otros
problemas, total que era una angustia. Resolvía problemas por teléfono y en esos momentos el
Pastor Alex me pregunta si estoy pasando por una angustia y le digo sí, estoy pasando por una
angustia. Me preguntó qué era lo que me estaba pasando y empecé a contarle. Obviamente
era un tema que no lo podía compartir a cualquier persona, me sentía mal, estaba a punto de
perder el trabajo, aunque trataba de hacer lo mejor de mi trabajo, pero se complicaba por
asuntos externos, estaba a punto de decir ya no más.
En ese tiempo el Pastor Alex llegaba con un grupo de líderes a mi casa todos los martes a las
9:30 de la noche, era cuando empezábamos a trabajar este proyecto de células en la forma en
la que las estamos trabajando aquí. Trabajábamos las células del grupo de jóvenes y entonces
llegaban doce líderes. A las 11 y media de la noche todos se iban, es decir, nos abandonaban.
Solo nos quedábamos los dos con el Pastor Alex que me preguntaba cómo iba como mi
problema y le empezaba a contar y empezaba a darme ánimo, con la Palabra de Dios, ánimo.
Entonces mi ánimo mejoraba. Algunas veces fue hasta donde trabajaba en la zona 18,
almorzábamos juntos, me sentía abatido, sin ánimo y entonces él me decía ánimo, en medio de
todo esto Dios tiene un propósito, entonces salía levantado, porque necesitaba ánimo en esos
momentos, no podía estar solo. Era la persona que estaba conmigo en esos momentos, al final
el problema se solucionó, ya no trabajo allí.
Dios tenía un propósito en medido de todo eso, todo lo que aprendí en medio de esa angustia:
uno no puede estar solo en medio de las angustias, por eso le decimos que vaya a una célula,
no esté solo. Si no asiste a una célula, pase al Centro de Información para que lo ubiquen, para
que estén con usted en medio de la angustia. Este martes estaba en una reunión de
Matrimonios Jóvenes, cuando recibí un mensaje del Pastor Alex que decía: hoy en la tarde
falleció Eduardo Jacobo, 42 años, tenía su esposa y dos hijos. Murió de un ataque al corazón.
Una persona muy alegre que siempre estaba animando a los demás. Inmediatamente tratamos
de establecer a que célula iba cuando me informaron que la célula de familiares ya estaba
atendiendo a la familia. Empezó a servir en los retiros de hombres, en los Desayunos de
Desarrollo Integral y todos ya estaban con la familia que no estuvo sola en esos momentos de
angustia.
Además aprendemos que Jesús en los momentos de angustia confió en los hombres, les dijo a
los hombres aquí estoy, les abro mi corazón pero ellos le fallaron y, sin embargo, a pesar de
eso no desmayó. Aprendemos que en los momentos de angustia no hay que desmayar. Sabía
qué debía hacer, tenía un propósito bien claro, morir en la cruz. Sabía que Dios lo había
enviado y tenía que cumplir el propósito, por eso no desmayó, siguió adelante. Llegó y los
encontró dormidos, y no solo una vez, sino en tres ocasiones, eso era para decir señores esto
se acabó, mejor tiro la toalla, no pudieron velar ni siquiera un rato. A pesar de lo que vio, a
pesar de las circunstancias no desmayó, por eso usted no desmaye porque tiene un Dios que
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está con usted y le da las fuerzas para seguir. Usted puede decir que ya no tiene fuerzas, pero
sabe, Dios da fuerzas donde ya no las hay, Él multiplica por cero y da resultado, multiplica
donde ya no hay fuerzas. El salmista dijo: a quién he conocido sino a ti, en esta tierra, ya nada
deseo, tú eres mi fuerza. Salmo 46:1 dice Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza. Jesús lo
sabía y por eso no desmayó, siguió adelante y cumplió lo que tenía que cumplir y por eso hoy
estamos adorándole y exaltándole, porque Él llegó hasta la cruz, venció a la muerte y resucitó
al tercer día.
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