• esfera cultural • MARIO VARGAS LLOSA, escritor ‘UNO SÓLO SE DEFINE HACIENDO TRAMPAS’ Desde el momento en que apareció, “Travesuras de la niña mala” se convirtió en un éxito, algo habitual en Mario Vargas Llosa, autor que combina la calidad con el interés masivo. Es ésta una historia de amor encendido, que trata de la ambición y del desengaño. Vargas Llosa nos lleva a plantearnos si es posible enamorarse de alguien que miente, que es infiel, que sólo busca su interés y que ese amor sea eterno; pregunta tramposa, pues ya sabemos que sí. M. Á. R. OVELISTA, académico, de vuelta de la política, columnista, tan amado como odiado, Vargas Llosa es una de las figuras claves de la literatura escrita en español en el siglo XX y principios del XXI. N –En “Travesuras de la niña mala” se puede encontrar reminiscencias de “Madame Bovary”? –No sé si al escribir “Travesuras de la niña mala” he tomado a “Madame Bovary” como modelo. Flaubert es un autor al que admiro muchísimo, al que leo y releo, así que no me sorprendería si hay una influencia suya en mi libro. Salvo en la intencionada alusión a la “Educación sentimental” en la novela, en verdad no he tenido presente a “Madame Bovary” muy conscientemente. Esta historia arranca, como lo hacen todas mis historias, de una imagen muy antigua, un recuerdo de mi infancia en Miraflores que no sé hasta qué punto es auténtico o sublimado. Han pasado muchísimos años y un buen día me dije que esa historia de amor que hace tiempo me daba vueltas podía empezar con ese episodio. –Usted asegura que se ha divertido mucho escribiendo esta novela, aunque la vida del protagonista no es precisamente alegre. –Indudablemente la vida del protagonista, Ricardo Somocurcio, es triste y rutinaria. Los períodos de exaltación por los que pasa con la mujer que ama son breves en comparación con los largos intervalos de frustración en los que trata de reconstruirse después de los fracasos. Me pareció que el humor podía suavizar en cierta medida el espanto que persigue como una sombra a Ricardo y a la niña mala. –Digamos que el ser humano de vida más rutinaria puede llegar a vivir un gran amor, a pesar de todo. –Efectivamente, lo más importante que le pasa al protagonista es esa pasión amorosa que le hace vivir en algunos momentos con intensidad, que le hace experimentar aventuras emotivas y sentimentales que de otra forma no hubiera tenido jamás. Aunque hizo realidad su sueño de vivir en París, realmente lo que fue su vida cotidiana es muy poca cosa comparado con lo que fue ese loco amor que guarda desde su infancia. –Hay en su novela dos chilenitas muy atractivas. –Esos arquetipos vivos a veces se vuelven muy fantásticos, en cierta forma se desnaturalizan, pero sucedió una historia muy parecida cuando yo era aún niño. Es interesante comprobar qué caminos tan curiosos tienen las ficciones, cómo se relacionan con la realidad, la distorsionan y la vuelven a construir. Ese fue el recuerdo, el punto de partida más lejano en mi experiencia, de esta novela. ¡Una historia que ocurrió hace cincuenta o quizá sesenta años y que no obstante sigue tan viva! –Su personaje protagonista, Ricardo Somocurcio, tiene un punto de apátrida, en cierta forma, algo parecido a usted, que tiene por casa el mundo. –Ricardo fue un personaje que al final de la obra se convierte casi en un fantasma. Hasta su propio trabajo de traductor lo va afantasmando, le va robando su personalidad para convertirle en otra cosa. Sucede en cierta medida lo mismo con el mundo que le rodea. Supongo que también en ese aspecto he volcado algo de mi propia experiencia. En algunas ocasiones tengo la sensación de haberme convertido en una especie de fantasma. El hecho de vivir “En algunas ocasiones tengo la sensación de haberme convertido en una especie de fantasma. El hecho de vivir tanto afuera tiene esas consecuencias” Escritura 50 PÚBLICA Escritura PÚBLICA 51 • esfera cultural • tanto afuera, cambiando constantemente de lugares, tiene esas consecuencias. Y en verdad no es una situación cómoda. –Recurre a un espacio y a un tiempo que tienen mucho que ver con sus recuerdos... –Estos amores errabundos ocurren en lugares que yo he conocido y en épocas en las que yo viví en ellos. Precisamente, en esas épocas y en esos lugares sucedieron cosas de enormes consecuencias que han dejado una secuela muy importante en nuestra historia contemporánea. Me dio la impresión que era interesante poner como telón de fondo de la historia esa época que transformó profundamente a la humanidad. Si se piensa en lo que es el mundo globalizado, los cambios extraordinarios en las costumbres que ha habido en los últimos años, en lo que se refiere al amor, a la pareja, al sexo, si se piensa en la emancipación de la mujer, las transformaciones de países como España... En este último medio siglo hemos vivido cosas absolutamente extraordinarias. Me pareció que ese telón de fondo podría servir para esta historia de amor. Lógicamente, es la parte que se puede considerar más autobiográfica de escribir “Travesuras de la niña mala”, en la que he volcado mis propios recuerdos y mi experiencia de los años sesenta en París; de los setenta en Londres y de los años ochenta en España. –El erotismo actual en la literatura, y en el cine, se basa en la carne y en los flujos, usted logra mantener el tipo y la medida de las cosas, ¿cómo se logra? –Se consigue con mucho trabajo, se trata de corregir, rehacer, hasta que no se pueda más. Ese es el secreto. Creo que ciertas escenas deben ser muy excitantes. Al igual que una escena muy triste debe entristecerte, una escena de alto erotismo tiene que ponerte incandescente. Eso es totalmente imprescindible, tienes que vivir aquello que estás tratando de crear para que la creación sea genuina. Precisamente, lo extraordinario del amor es que es una experiencia total, que compromete toda tu personalidad. Amas con tus sentimientos, tus deseos y tu instinto, vuelcas por completo tu personalidad en la pasión amorosa. El amor es como la vocación literaria. Eso es lo que hace del amor un acto creativo. –¿En qué se parece a su protagonista? –Es difícil decirlo. Decía Borges que uno se mira en el espejo y nunca sabe cómo es su cara. Cómo eres lo saben los otros. Uno sólo se define haciendo trampas. Sí que creo que soy algo fetichista, porque cuando uno ama, el amor se va convirtiendo en una serie de rituales. El fetichismo va muy unido a la pasión. Testigo y parte ARGAS LLOSA es un coleccionista de Premios. Tiene el Biblioteca Breve (1962), el Premio de la Crítica (1964 y 1967), el Rómulo Gallegos (1967), el Príncipe de Asturias (1986), el Planeta (1993) y el Cervantes (1994), entre otros. Es realista, y a veces incluso regionalista, con esa mirada a lo particular que se vuelve internacional. Sus obras reflejan la convulsa realidad social de Perú y de Hispanoamérica. Utiliza las técnicas narrativas más innovadoras de la novela contemporánea, como la multiplicidad de voces, el monólogo interior, el montaje de planos espacio-temporales, etc. Ha sido traducido a un gran número de idiomas. En 1995 fue elegido académico de número de la Real Academia Española de la Lengua y en 1996 leyó su discurso de ingreso sobre Azorín . En 1959 viajó a París y luego a Madrid, donde estudió y publicó su primer libro, “Los jefes”, una colección de cuentos. Pasó un largo tiempo en exilio voluntario, primero en París, después en Barcelona y en Londres. Alcanzó la fama al ganar el importante Premio Biblioteca Breve con su novela “La ciudad y los perros” (1963). Después llegaron: “La casa verde”, en la que aparecen los recuerdos de sus años en Piura para componer un gran mural de degradación sexual, y “Conversación en la catedral”, que transcurre durante los años de la dictadura de Manuel A. Odría. En 1967 publicó “Los cachorros”, obra a la que siguen “Pantaleón y las visitadoras”, la autobiográfica “La tía Julia y el escribidor” (1977) y una excelente incursión en el entorno social y político de Brasil de finales del siglo XIX, “La guerra del fin del mundo”. Otras de sus novelas son “Lituma en los Andes” y “Elogio de la madrastra”. En 1993 publicó sus memorias tituladas “El pez en el agua”. V –La vida ha cambiado mucho en el último medio siglo, y nos ha transformado. –Han cambiado los valores, los hábitos, las relaciones personales, el amor, la consideración del sexo, tanto en Lima, como en París, como en Londres, en Madrid o en Japón. Sin haber estado en los sitios en los que he estado y sin tener los recuerdos de ciertas experiencias pasadas, esta novela no hubiera sido posible. Al final, la novela escrita es tan importante como la vida misma, es la ex■ periencia totalizadora de la condición humana. “Es interesante comprobar qué caminos tan curiosos tienen las ficciones, cómo se relacionan con la realidad, la distorsionan y la vuelven a construir” Escritura 52 PÚBLICA