1 Prodavinci El arte de ofender; por Alberto Salcedo Ramos Alberto Salcedo Ramos · Wednesday, November 4th, 2015 Me encanta el sarcasmo, la frase afilada, hiriente, disparada como un dardo contra alguien. Por ejemplo, esta del escritor Truman Capote contra el músico Mick Jagger: “Es tan sexy como un sapo orinando”. O esta de la actriz Joan Rivers contra la cantante Madonna: “Es tan peluda. Cuando alzó sus brazos me pregunté si estaba Tina Turner en sus axilas”. O esta del compositor Tom Greenhalgh contra su colega Bono: “Si se es una de las neuronas del cerebro de Bono, se está muy solo”. En nuestro medio es muy raro encontrar este tipo de frases. Abundan en las redes sociales —a menudo proferidas por gente que se enmascara tras un nick— pero escasean en el debate público entre nuestros líderes, donde lo que prima todavía es o bien la cortesía aséptica —hipocresía mezclada con corrección política— o bien la histeria —agresividad sin elegancia. En otros países existe conciencia acerca de la necesidad de preservar el sarcasmo ofensivo, pues sirve para desarmar los espíritus y cerrarle el paso a instancias posteriores. Ojo: en esos sitios los agravios no generan violencia sino que, por el Prodavinci -1/3- 05.11.2015 2 contrario, ayudan a evitarla. Freud decía que la Civilización fue fundada por el primer hombre que insultó a su enemigo en vez de tirarle una piedra. Yo agregaría que solo se puede hablar de Civilización cuando la gente, además de proferir frases hirientes, tolera las del prójimo sin pensar en descalabrarlo. “Romario es un chiquito acomplejado”, dijo Pelé. “Cuando Pelé se queda callado es un gran poeta”, respondió Romario. Delicioso vivir en un país donde uno ve confrontaciones de este tenor y no gente agresiva maltratando a los patrulleros en las calles o convencida de que el color de la piel es un motivo de escarnio. Sueño con abrir la sección política de un periódico y encontrar notas en las que el reportero sea capaz de escribir los chistes sobre congresistas que les cuenta a sus colegas en las reuniones sociales. Algo anda mal cuando en algunas ciudades de Colombia los políticos corruptos le temen más a la lengua viperina de los taxistas que a los periodistas. En otras latitudes los políticos son el blanco del sarcasmo demoledor. El escritor Arnold Bennett comentó así un discurso de David Lloyd George: “Fue capaz de hablar sin interrupción durante ciento diecisiete minutos, y en todo ese periodo no fue pillado ni una sola vez utilizando un argumento”. Por cierto, David Lloyd George inspiró muchos gracejos de este tipo, debido a su incontinencia verbal. Su colega George Clemenceau se refirió a él con esta joya de la mala leche: “¡Ay, si yo pudiera orinar como él habla!”. Aquí todos aplicamos al pie de la letra aquellos versos del viejo Emiliano Zuleta: “Morales mienta mi mama/ solamente pa’ ofender/ para que también se ofenda/ ahora le miento la de él”. Mentamos la madre o gritamos “me lleva él o me lo llevo yo, pa’ que se acabe la vaina”, pues creemos que es necesario “acabar la vaina” llevándonos al otro por delante. Pero de sarcasmo elegante, pocón, pocón. Seríamos un mejor país si cultiváramos el olvidado arte de la maledicencia elegante y nos olvidáramos de los insultos ramplones. This entry was posted on Wednesday, November 4th, 2015 at 5:00 am and is filed under Actualidad You can follow any responses to this entry through the Comments (RSS) feed. You can leave a response, or trackback from your own site. Prodavinci -2/3- 05.11.2015 3 Prodavinci -3/3- 05.11.2015