LA MENTIRA TRANSFORMADA.

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LA MENTIRA TRANSFORMADA.
(The transformed lie.)
Carlos Sirvent*; Pilar Blanco Zamora**.
* Psiquiatra. Fundación Instituto Spiral. Madrid.
** Médico Psicoterapeuta. Fundación Instituto Spiral. Madrid
Querido mentiroso que estás dentro de todos nosotros, no creas que mientes bien porque no
enrojeces al decir que te has quedado otra vez sin gasolina, ni tampoco que eres sincero porque
tus palabras sean ciertas. Mientas por necesidad o por juego, por compasión o por profesión, seas
astuto como Ulises o ingenuo como Pinocho al instruirte sobre la mentira comprenderás que no
eres más que un aficionado
(María Bettetini, Breve historia de la mentira).
PALABRAS CLAVE: Mentira, Sinceridad, Engaño, Falsedad, Negación, Embaucamiento,
Mixtificación, Bullshitting, Humbugging.
KEYWORDS: Lie, Sincerity, Deceive, Deceitfulness, Denial, Deception, Mixtificación, Bullshitting,
Humbugging.
RESUMEN:
¿Qué significado tiene la mentira en la vida del sujeto adicto? Las fuertes connotaciones de la
insinceridad, no deben impedirnos profundizar sobre el significado de la misma: falsedad, negación,
engaño, embaucamiento, fabulación pseudológica y mixtificación son peldaños de una misma
escalera. Los americanos distinguen el bullshitting y el humbugging como caras de este mismo
poliedro.
Partimos de la hipótesis (Sirvent, 1989) de que el engaño forma parte de la constelación
sociopática general del adicto, condición aprendida y desarrollada a lo largo de una vida azarosa.
La mixtificación se gesta durante la etapa pre-adictiva del sujeto, cuando -para justificar su
comportamiento- el sujeto se ve obligado a engañar. Es importante matizar que estos primeros
engaños deben suponer un cierto esfuerzo activo, incluso un conflicto que periódicamente se
reproducirá en tanto se mantenga el comportamiento adictivo. Sería el clásico ejemplo de un joven
que empieza a consumir drogas y se ve obligado tarde o temprano a mentir para disimular su
condición o por justificarse (hurtos domésticos, estafas). Al principio le cuesta engañar y sufre por
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haber mentido a seres queridos o allegados. Poco a poco, y a base de repetir dicho
comportamiento termina no costándole engañar (o si se prefiere extinguiendo la ansiedad asociada
al acto de mentir) y con el tiempo acaba por no distinguir verdad de mentira; simplemente se limita
a decir con toda naturalidad aquello que más le conviene, sea o no veraz.
La mixtificación no solo determina el grado de sinceridad o veracidad de una persona, sino que se
refiere fundamentalmente a una falta de capacidad para decir las cosas como son. El
drogodependiente mixtificado tiende a expresar aquello que más le convienea sus intereses,
prefiriendo decir lo que el otro quiere oír antes que una verdad que le puede resultar incómoda.
Se trata de un aprendizaje caracteropático, fenotípico, vehiculado por el tipo de vida que en caso
del sujeto adicto contribuye a agravar la mistificación, la cual en el fondo es una coraza protectora
adaptativa que protege al sujeto de un medio supuestamente hostil que a la postre acaba
esgrimiendo de manera indiscriminada. Es decir, la misma mistificación que exhibe el adicto frente
a un presunto enemigo, mostrará de manera automática delante de un ser querido, aunque
obviamente se exteriorizará de distinta forma. El adicto está tan habituado a la mixtificación que su
única verdad es la emocional: su corazón le dicta la "veracidad" en función de lo que le interesa
decir. Esto es, aunque mienta, seguirá siendo congruente con su discurso, y la objeción externa la
percibirá hostilmente. Es tan acuciante la necesidad de que esa expresión veraz (para él) sea
admitida que no tolerará que se le impute insinceridad aunque esta sea obvia. La pueril negación
de lo evidente no es una simple respuesta cínica, sino el trasunto de un sistema de referencia
cognitivo alterado por la mistificación
En definitiva, el sujeto adicto aprende a mentir como respuesta adaptativa a su difícil vida en la que
debe justificar (falazmente) comportamientos socialmente inaceptables. A base de repetir y
sofisticar engaños, el sujeto los interioriza de forma que acaba amalgamando realidad y ficción en
un todo confuso guiado por la ley de "responder siempre lo que más convenga" sea o no verdad. El
siguiente paso es la transformación de la mentira en autoengaño (que tiene un carácter puramente
acomodaticio). El autoengaño -finalmente- puede diferenciarse más aún transformándose en
mixtificación.
Abstract
The addict subject learns to lie as an addaptative response to his difficult life in which he must
justifie socially unacceptable behaviours. From repeating and sophisticated deceits, the subjet
internalizes them so that he finishes amalgamating reality and fiction in a confused whole guided by
the law of "always answering which is most convenient" (being true or false). The next step is the
conversion of lie into self-deception (which has a purely accommodated disposition). Self-deception
-finally- may be differenciated even more transformed into mixtification.
Introducción.- Memorandum histórico- descriptivo
¿Qué se aprende antes, la veracidad o el engaño? Marie-France Cyr1 afirma que el primer motivo
para mentir es evitar el castigo (incluso antes de saber hablar). Al crecer ese temor es reemplazado
por la necesidad de ser honesto. El papel de los padres en el aprendizaje de la honestidad es
primordial, asumiendo las consecuencias de los actos y aprendiendo de los errores. La
deshonestidad paterna es indicador de la de los hijos. Sin embargo la sinceridad paterna no
garantiza la filial. Los padres restrictivos enseñan sin querer que el engaño eficaz es un excelente
método para obtener lo que se desea.
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Spinoza (Ética 1661) afirmaba que "aquel que tiene una idea sabe, al mismo tiempo, que la tiene y
no puede dudar de la verdad de la cosa, nuestra mente es parte del intelecto de Dios; por tanto, es
necesario que las ideas claras y netas de la mente humana sean verdaderas", y la voluntad no
puede hacerlas pasar por falsas, porque "voluntad e intelecto son una misma cosa". Si la mentira
está connotada por la voluntas fallendi, o voluntad de engañar, quizá debamos añadir por la
voluntas nocendi, es decir, la voluntad de hacer mal, independientemente de la veracidad de lo que
se afirma, pero utilizando las palabras como armas para que se crea algo distinto. En
consecuencia, habrá mentira cuando haya intención de engañar a un tercero.
Platón en El Sofista dice que "la falsedad que se genera en las palabras" procede de la falsedad
que se forja en el pensamiento, y que ambos derivan del "pensar o decir lo que no es". Aunque no
ofrece una definición en sí de la mentira, Aristóteles no duda en considerarla el "acto" que cumple
aquel que decide ser sincero o mentiroso en sus palabras o actitud.
S. Agustín define así el embuste: "Miente quien piensa una cosa y afirma algo distinto con las
palabras o con cualquier otro medio de expresión". La mentira depende de la intención del ánimo,
no de la verdad o falsedad de las cosas: "De ello se desprende que se puede decir una falsedad
sin mentir, si se cree que la cosa es como se dice, aunque no sea así, y que se puede decir la
verdad mintiendo, si se piensa que es falso y se afirma en lugar de la verdad, aunque sea tal y
como se afirma". Por tanto, miente quien tiene algo in animo y enuncia con palabras o con
cualquier medio de expresión algo distinto (aliud) a eso que tiene in animo. Miente quien tiene un
"corazón doble" y sabe que miente, al margen de la verdad de lo que dice y lo que hace.
Jean Gervais (Univ. De Québec) (1991) diferencia a los mentirosos entre quienes buscan el placer
y se burlan de la aprobación de los demás (no se sienten culpables al mentir) y aquellos que
buscan evitar el dolor y mienten para evitar sufrir y hacer sufrir a los demás (para encubrir a, por
dar gusto o agradar, protegerse de un rechazo). En el fondo subyace la protección de la propia
imagen. Carl G. Jung -bajo el epíteto persona- significó el "yo social" adaptado a normas sociales y
morales del medio mediante una máscara social que le armoniza las relaciones. La persona sirve
para proteger nuestra intimidad y vulnerabilidad en público ante gente poco o nada conocida. Pero
es trágico mantener la máscara constantemente hasta en las relaciones íntimas.
En De Mendacio, Agustín de Hipona clasifica las mentiras en virtud de la contrición. Durante el
medievo los malos serían los mendaces; ir al paraíso exigiría haber respetado la verdad, ese valor
supremo. En todos los planos de las relaciones humanas, pues, la mentira significaría una gran
ruptura con el modelo idealmente deseado por la colectividad. (Le Goff 2). Para hablar de la
mentira habría que hablar de todo: por ejemplo, de la difícil verdad de los hechos percibidos o
reconstruidos o de la verdad incierta del poder, o incluso de nuestra esencial duplicidad (Agustín de
Hipona3)
Martínez Selva4 asegura que "el mentiroso alberga miedo, fundado o no, a que la verdad se sepa,
que puede obedecer a motivos justificados a corto plazo, pero no a largo plazo. Existe otro miedo
tan importante o más que el anterior, y es el miedo al castigo añadido que se puede recibir si se
descubre la mentira. Por fin, un tercer sentimiento se asocia a que las consecuencias del hecho
sean severas o graves". Las principales actitudes del mentiroso según dicho autor son:
o Negación: negar como respuesta defensiva
o Minimización: devaluar la gravedad de lo sucedido
o Racionalización: disculpar y justificar el hecho
o Distanciamiento: no implicarse personalmente valorando a distancia
o Autoengaño: no admitir lo hecho y hacer lo posible por olvidarlo
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o Controlar la situación: intentarlo limitando cualquier conducta derivada
o Contraatacar al interlocutor
Respecto al correlato psicofisiológico de la mentira, cuando un sujeto normal miente hay activación
bilateral de la corteza prefrontal (Yaling Yang & Adrian Raine et all 5. Los mentirosos patológicos
mostraron aumento del 25% materia blanca prefrontal y una reducción del 40% en el cociente
materia gris/blanca prefrontal.
Las emociones más frecuentes del mentiroso (Ekmann, 1999) son:
o Miedo a las consecuencias, al castigo añadido si se descubre la mentira
o Miedo al hecho de ser descubierto: vergüenza pública, reprobación. Razones: Salvar la propia
imagen: evitar deterioro de la reputación.
o Sentimientos de culpa por el acto de mentir.
¿Por qué está tan castigada socialmente la mentira? Existe una doble tendencia a la credulidad y
conformidad social necesaria para la viabilidad de las relaciones; un sujeto modifica su
comportamiento para armonizarlo con el del grupo que se hace mayor en situaciones difíciles
cuando el sujeto se siente menos competente. Tendemos a creer cosas que no vemos y que solo
conocemos por referencias de los demás. La necesidad de predecir la conducta de los otros, de
saber lo que piensan, nos lleva a construir hipótesis con poco fundamento (fuente de engaño).
¿Es la mentira algo privativo de la especie humana? Whiten &Byrne 1997 de la Cambridge
University alude a la Inteligencia maquiavélica, observada en primates como estrategias sociales
ventajosas para la supervivencia recurriendo al uso convenenciero de comportamientos
cooperativos. Sintieron la necesidad de dominar formas cada vez más refinadas de manipulación y
defraudación en el medio social, con estrategias de disimulo, mentira y engaño táctico. La
inteligencia maquiavélica provocó en nuestros antepasados la tendencia a cambiar de opinión,
cerrar tratos y farolear y confabularse con otros de ahí que se estime que los humanos somos
mentirosos natos (Smith, Mente y Cerebro, 2005). Humberto Eco definió el signo como "todo
aquello que puede utilizarse para mentir" y a la semiótica general como teoría de la mentira, porque
"si algo no puede utilizarse para mentir es que tampoco sirve para decir la verdad: de hecho, no
sirve para decir nada".
Introducción al autoengaño o mistificación
(sinónimos en inglés self deception, mystification o self deceive)
Una sencilla definición de autoengaño sería "ver lo que existe y rechazar su significado".(Clément
Rosset). Típicamente, el autoengaño se utiliza para mantener falsas creencias o ilusiones a las que
uno tiene apego. Sería el "proceso de negar o no racionalizar la relevancia, significado o
importancia de oponer la evidencia al argumento". Mientras que la mentira es engañar al otro, el
autoengaño es mentirse a uno mismo. (Evelyn Sullivan)
Los trastornos mentales en su mayor parte mantienen alguna forma de autoengaño: una anoréxica
ignora su temor al rechazo público. El autoengaño es un modo de dirigir nuestra vida cuando no
solo ignoramos lo que comporta la dirección elegida sino, sobre todo, cuando ignoramos o
pretendemos ignorar que en realidad, sin remedio, hemos tomado algún camino que tiene
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aparejadas unas consecuencias (Porcel M., y González R 6)
Componentes del autoengaño (Carlos Sirvent, 2003).
Citaremos los siguientes:
· Manipulación
· Reiteración
· Mecanismos de negación y no afrontamiento
· Autoengaño propiamente dicho
La manipulación emocional equivale al intento de modificar los auténticos sentimientos del
interlocutor. El diccionario de la RAE define manipular como "Intervenir con medios hábiles y, a
veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la
justicia, y al servicio de intereses particulares".
La reiteración es la repetición de una cosa que se ha dicho o ejecutado antes. Reiterar sería volver
a decir o hacer algo. Y la reincidencia es la reiteración del mismo error.
Respecto a los mecanismos de negación y no afrontamiento, el diccionario de la RAE describe la
negación como el rechazo de la veracidad de una cosa. Decir que algo no existe, no es verdad, o
no es como alguien cree o afirma.
Dejar de reconocer algo, no admitir su existencia. La negación de la realidad puede ser un
mecanismo de defensa del yo frente a la realidad: el yo niega hechos evidentes o situaciones
reales, cerrando el paso a la percepción de cosas que no acepta. El diccionario Dorsch cita el
ejemplo de una mujer que ignoraba (no percibía) el engaño de que la hacía víctima su marido. La
American Psychiatrist Association califica la negación (denial) como un mecanismo de defensa que
actúa inconscientemente, utilizado para resolver un conflicto emocional y aliviar la ansiedad
rechazando los pensamientos, sentimientos, deseos, necesidades o factores de la realidad externa
que son conscientemente intolerables. Stephen Marmer (Universidad de California) afirma que
"mediante la negación se invalida una parte desagradable o no deseada de la información o de la
experiencia vital como si no existiera, y se observa en muchos pacientes con adicciones que no
son conscientes de las consecuencias de sus conductas. Se diferencia de la represión en que
existe una cierta conciencia y se niega una parte de la realidad, no un simple contenido mental. La
negativa persistente a dejarse influir por las evidencias externas también indica el funcionamiento
del mecanismo de negación".
Algunas formas de negación serían: evitar asociaciones, forzar la insensibilidad de la atención ("no
tener sentimientos"), el ofuscamiento (menor nivel de arousal), la rigidez mental, la amnesia
selectiva, el rechazo (negar la evidencia) y la fantasía (para evitar la realidad).
Daniel Goleman7, 1997 afirma que percibir es seleccionar información. Dicho filtrado es
esencialmente positivo, aunque la atención está gobernada por fuerzas conscientes e
inconscientes. Hay una relación sufrimiento / atención donde la mente se protege de la ansiedad
mediante la disminución de conciencia, lo cual puede bloquear la atención. La focalización de la
atención disminuye las distracciones pero a su vez estrecha el campo de conciencia, lo cual es
evidente en ciertas patologías (por ejemplo en la esquizofrenia). Este autor postula que el déficit de
atención y la mayor tolerancia al dolor que tienen estos sujetos traducen una anormalidad del
sistema endorfínico. Por el contrario, la hipervigilancia el incremento del arousal y la atención
amplifican la respuesta dolorosa y la tensión asociada hasta dar lugar a un estado de ansiedad
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agudo, del que el sujeto se defiende mediante un déficit de la atención. En el cuadro 1 se describe
lo anterior:
La mentira transformada del adicto
Si pudiéramos dar un salto en el tiempo y observar a un adicto cualquiera en su etapa pre-adictiva,
cuando el sujeto realiza sus primeros consumos y éstos se van haciendo cada vez más
importantes, llega un momento en que -para justificar su conducta- se ve obligado a engañar. Lo
necesita para poder consumir.
Es importante matizar que estas primeras mentiras le suponen un cierto esfuerzo activo, incluso un
conflicto que periódicamente se reproducirá en tanto se mantenga el comportamiento adictivo.
Sería el clásico ejemplo de un joven que empieza a consumir drogas y se ve obligado tarde o
temprano a mentir para disimular su condición o para justificarse (hurtos domésticos, estafas). Al
principio le cuesta ser insincero y sufre por haber engañado a seres queridos, amigos, pareja,
allegados, etc. Estas primeras mentiras aisladas le generan culpa y ansiedad aguda asociada. (Ver
cuadro 2)
Si el consumo se acrecienta el sujeto tendrá que volver a mentir en reiteradas ocasiones y
-subsiguientemente- sufrirá culpa, remordimiento pudiendo entrar en un estado de ansiedad aguda
continua o intermitente (amortiguada probablemente por el consumo de sustancias en unos casos
o agravada en otros).
Poco a poco, a base de repetir el engaño por perpetuarse su necesidad de mentir, termina
engañando sin esfuerzo (o -si se prefiere- extinguiendo la ansiedad asociada) y con el tiempo
acaba por no distinguir la verdad de la mentira; simplemente se limita a decir con toda naturalidad
aquello que más le conviene a sus propósitos, sea o no veraz lo dicho.
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Aunque la reiteración de la mentira consigue extinguir (al menos paliativamente) la ansiedad
aguda, ésta se cronifica en forma de inculpación insidiosa, de remordimientos que forman parte de
esa constelación sindrómica distímica peculiar del adicto en sus primeros estadíos (son típicas la
irritabilidad, la defensividad y las osicliaciones tímicas).
Un paso más y la mentira se automatiza (Ver cuadro 2). A partir de este momento el sujeto entra en
pleno desarrollo del autoengaño, que emerge como elemento compensatorio de síntomas
insoportables, como la culpa, aunque el precio que paga por ello es elevado. Pasar de la categoría
de "mentiroso simple" a "autoengañado" significa no perder el status anterior (ya que sigue
mintiendo) adquiriendo una nueva, peligrosa y difícilmente erradicable psicopatología: el
autoengaño con las consecuencias que más adelante veremos.
El autoengaño comporta una caracteropatía adaptativa que se explica en el cuadro 3. A la
necesidad de mentir inicial del pre-adicto el sujeto responde con ansiedad aguda, la cual es
egodistónica y perturbadora. Pasado el tiempo, cuando la acuciante necesidad de mentir hace que
el sujeto reitere en el engaño, la ansiedad aguda se convierte en estado de ansiedad crónica,
síntoma también perturbador y -en consecuencia- egodistónica. Como mecanismo adaptativo
traduce un cambio cualitativo patológico egodistónico que genera culpa y provoca malestar. A este
nivel la mistificación todavía es fácilmente reversible, el sujeto se siente mal, éticamente se
autorreprueba en la conciencia de que obra mal engañando a sus allegados. (ver cuadro 3)
Cuando el proceso avanza la función adaptativa de la mistificación cumple su papel; desaparece la
culpa y el malestar porque cesa la autorreprobación; el sujeto pasa a ser un perfecto mentiroso
(más bien un perfecto mistificado), tornándose la egodistonía en egosintonía. Cuando el proceso de
transformación concluye el sujeto y alivia e ansiedad acaba convirtiéndose en un cambio cada vez
más egosintónico, el sujeto va percibiendo
Por fin, cuando la fuerza de los hechos y la repetición automática de la mentira se transforma en
aprendizaje del autoengaño el sujeto se libera de ansiedad. El síntoma neurótico (ansiedadestado) da paso al síndrome caracterial (rasgo caracteropático) que ya no es egodistónico sino que
sintoniza perfectamente con la personalidad del sujeto. El sujeto autoengañado es un perfecto
mentiroso, no porque lo haga (mienta) bien, sino porque no se siente como tal, cree sus propias
mentiras de manera acomodaticia y egosintónica (ver cuadro 3). La mistificación o autoengaño no
solo determina el grado de sinceridad o veracidad de una persona, sino que se refiere
fundamentalmente a una falta de capacidad para decir las cosas como son . El drogodependiente
mistificado tiende a expresar aquello que más le conviene, prefiriendo decir lo que el otro quiere oír
antes que una verdad que le puede resultar incómoda (ver cuadro 3)
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Otros elementos concurrentes para el aprendizaje mistificador del autoengaño son los derivados
del tipo de vida que cada adicto lleva (solitaria el ludópata, atormentada el alcohólico, de
supervivencia marginal el heroinómano, intensa e hiperestimulativa el cocainómano, etc.).
Naturalmente no todos los afectados viven así; existen diferentes grados de mistificación según la
forma de vivir y las experiencias y acontecimientos biográficos habidos, aunque a este respecto
cuenta más la cantidad (la repetición de pequeños aprendizajes) que la calidad.
La mistificación es una coraza protectora adaptativa que preserva al sujeto de un medio
supuestamente hostil que a la postre acaba esgrimiendo de manera indiscriminada. Es decir, la
misma mistificación que exhibe el adicto frente a un presunto enemigo, mostrará de manera
automática delante de un ser querido, aunque obviamente se exteriorizará de distinta forma. Por
ejemplo un sujeto adicto le dirá a un hipotético rival que se encuentra fenomenalmente y le mentirá
sobre su grado de adicción. A continuación también mentirá a su novia aunque con distintos
argumentos. En ambos casos actuará de manera automática, refleja y casi inconsciente y se
indignará si se le dice que no es sincero. Está tan habituado al autoengaño que su única verdad es
la emocional: su corazón le dicta la "veracidad" en función de lo que le interesa decir. Esto es,
aunque mienta, seguirá siendo congruente con su discurso, y la objeción externa la percibirá
hostilmente. Es tan acuciante la necesidad de que esa expresión veraz (para él) sea admitida que
no tolerará que se le impute insinceridad aunque esta sea obvia . La a veces pueril negación de lo
evidente no es una simple respuesta cínica, sino el trasunto de un sistema de referencia cognitivo
alterado por la mistificación.
Las funciones compensatorias del autoengaño básicamente son dos:
1.- Separar al adicto a la conciencia de las consecuencias que la adicción tiene en su vida; y 2.- Se
reduce la ansiedad. Se protege el sistema adictivo y se establece equilibrio enfermo. El
psicoterapeuta debe saber situarse en el plano comunicacional del adicto para atajar el nudo
gordiano mistificador que como más adelante veremos, pese a su apariencia o morfología
caracteropática, luego no resulta tan difícil aunque suele requerir una intervención multifactorial.
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Consecuencias de la mistificación o autoengaño
(Sirvent8 2005)
La principal consecuencia tanto inmediata como tardía de la mistificación o autoengaño es el
desarrollo de una constelación de síntomas- satélite entre los que se incluyen la desconfianza, el
enquistamiento caracterial, la misantropía, la negación de la realidad, el autoengaño, etc., que
aboca hacia el definitivo y peculiar trastorno caracteropático: el síntoma-mentira se convierte en
rasgo-autoengaño y a su vez este rasgo (conjunto de rasgos) anula y desplaza a los anteriores. La
primitiva personalidad del sujeto queda hibernada o solapada por una serie de caracteres
adquiridos: no solo por la mistificación sino por otros muchos que forman parte de la denominada
caracteropatía adquirida, de la que la mistificación es tan solo un elemento más (eso sí elemento
nuclear y de definitiva importancia).
Por eso los adictos se parecen tanto entre sí, porque la mistificación y demás rasgos caracteriales
aprendidos adocenan a dicho colectivo infundiéndoles un talante sociopático: mistificación,
desvitalización, personalidad dependiente, etc. En definitiva, cambia la personalidad, sometiéndose
y anulando el verdadero carácter hasta convertirle en un sujeto insincero, que manipula
sistemáticamente tanto a los demás como a sí mismo y que, a fuerza de engañar y engañarse, se
vuelve desconfiado, huraño e incrédulo: Prácticamente no se cree nada y no ve nada porque un
velo de mixtificación cubre sus ojos.
Esa desconfianza impide al adicto comprender muchas cosas que le serían beneficiosas, y a base
de no creerse nada se esconde en una coraza de incredulidad y escepticismo que además no
suele admitir por lo que resulta más difícil llegar a su interior, a su psique. Dicho de otra manera: es
tan incrédulo y desconfiado, que llega a negar la evidencia por más flagrante que esta sea, lo que
ocurre en proporción directa al tiempo que lleva inmerso en ese mundo y en consecuencia mayor
será la coraza de incredulidad que le cubre hasta el extremo de vivir años y años, incluso toda una
vida, víctima de sí mismo y sin llegar a un mínimo autoconocimiento porque no acepta nada de los
demás. Aquí a la mistificación se uniría la suspicacia paranoide, apartándole de una realidad que
vislumbra como él quiere que sea, confundiendo sistemáticamente deseos con circunstancias
objetivas: es el denominado desrealismo o falta de sentido de la realidad.
El adicto, por tanto, se desconoce, incluso se ignora, comportándose de acuerdo con patrones que
le resultan cómodos pero que le son ajenos. En efecto, la conducta del drogodependiente, los
gustos, el carácter, etc., está regida por el tipo de vida que lleva y resulta muy difícil de modificar
debido precisamente a la mistificación, que le hace adoptar falsamente estas pautas (patrones) de
comportamiento. Además, la propia desconfianza provoca un rechazo reactivo cada vez que los
allegados intentan hacerle ver las cosas con objetividad, de manera que muchos
drogodependientes parecen recubrirse simbólicamente de una piel isomórfica en color y textura
que asemeja o hace parecidos a todos los adictos, los cuales además no quieren cambiarla porque
su desconfianza y autoengaño, les impide ver la piel verdadera que esconden debajo de la piel
falsa que no es otra cosa que la mistificación.
El drogodependiente vive en un mundo propio dominado por la falta de pragmatismo, alejado
virtualmente del entorno normal y con pérdida del sentido práctico y de la capacidad para
desenvolverse con normalidad, de manera que sus proyectos de vida se alejan de sus
posibilidades reales para entrar de lleno en el terreno de lo imaginario: cuando se le habla de
planteamientos, prefiere el cuento de la lechera a tener los pies en el suelo ya que esto último le
supondrá un esfuerzo que deberá mantener día a día, lo que le resulta muy costoso, cosa que se
comprueba con facilidad a la hora de analizar proyectos (de trabajo, de salida, de reinserción, etc.)
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que realizados por personas en rehabilitación que no tienen sentido de lo práctico, oscilando entre
la simpleza extrema y la fantasía irrealizable. "Lo falso es una disonancia que no concuerda
siquiera con lo falso" (Erasmo9).
Además encontramos al otro fenómeno curioso, fruto de la vida mistificada que lleva el adicto, que
consiste en la adopción de un estilo de relación peculiar que acaba despersonalizándole, o, lo que
es igual, revistiéndole con otra apariencia que no es la propia, de ahí que se diga que "todos los
toxicómanos son iguales o se parecen", concepto que se hace extensivo a aquellos que se
consideran diferentes a los demás con razones como "yo nunca fui tan marginal", "yo no me
relacionaba con ellos, únicamente iba a pillar y me lo montaba yo solo", o "mi vida, mis estudios y
mi educación me hacen distinto de los demás toxicómanos, yo no soy como ellos. Nunca he hecho
vida marginal...". Estos argumentos no son sino variantes de un mismo autoengaño, ya que el estilo
de vida mistificado no lo da únicamente la marginalidad o el estar tirado, sino que lo produce el
permanente clima de insinceridad hacia los demás y el propio autoengaño propio que acaban
volviendo al adicto un ser desconfiado y con una personalidad mistificada o distorsionada. En el
fondo el adicto odia esa forma de ser. (Stevenson en "La verdad en el trato", se refiere al papel de
la ficción en la vida y todas las formas del engaño, de la duplicación desgarradora ("yo odio a mi
otro yo") y del disfraz caracterial.
Conclusiones
Sería injusto e incierto atribuir autoengaño únicamente a quienes -como los adictos- sufren un
trastorno o menoscabo psíquico o volitivo. La afirmación: "todos tenemos un quantum de
autoengaño más o menos grande o grave que echarnos a la espalda", significa que solo cuando el
autoengaño supone una traba o handicap hay que neutralizarlo. Los hinchas (supporters), fans,
políticos, adeptos, etc. son colectivos amplios con un grado de autoengaño que no les suele
invalidar. Pero un drogodependiente no puede permitirse el lujo de mantener el autoengaño en lo
relativo a su dependencia. Las onerosas asociaciones del calificativo "mentiroso" no debieran
impedirnos profundizar en un asunto crucial para el devenir del adicto cual es la errónea percepción
del entorno de consumo. Esa errónea percepción del mundo, le puede suponer un eterno retorno a
la recaída sin siquiera darse cuenta. Precisamente en ese "no darse cuenta", en la conciencia del
problema es donde el autoengaño es más nocivo y mórbido.
El sujeto adicto aprende a mentir sistemáticamente como respuesta adaptativa a su difícil vida, en
la que debe justificar (falazmente) comportamientos socialmente inaceptables o que le provocan
problemas. Además tiene alterados todos los circuitos cognitivos: el perceptivo-aferencial, mediante
un registro sesgado e interesado de la realidad exterior y el elaborativo: conjunto de creencias
distorsionadas que pueden llegar a ser irracionales, aunque -curiosamente- no es la irracionalidad
una característica destacable, ya que numerosos adictos emplean la lógica para manipular y son
hábiles argumentando lo que el interlocutor quiere oír.
En síntesis, el autoengaño sería como un lenguaje automático regido por un impulso mediatizado
por necesidades concretas que modulan la respuesta del sujeto de forma irracional e irreflexiva.
Los adictos se parecen tanto entre sí porque el autoengaño cambia la personalidad, sometiendo y
anulando el verdadero carácter para convertir al adicto en un sujeto insincero, que manipula
sistemáticamente tanto a los demás como a si mismo y que, a fuerza de tanto engañar y
engañarse, se vuelve suspicaz, huraño e incrédulo, llegando a negar las evidencias. El sujeto, por
tanto, se desconoce, incluso se ignora, comportándose de acuerdo con patrones que le resultan
cómodos pero que le son ajenos. Vive en un mundo propio dominado por la falta de objetividad y
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con pérdida del sentido práctico, de manera que sus proyectos de vida se alejan de sus
posibilidades reales para entrar de lleno en el terreno de lo imaginario o utópico. En consecuencia,
el engaño y el autoengaño forman parte de la constelación caracteropática general del sujeto,
condición aprendida y desarrollada a lo largo de la vida adictiva.
Referencias bibliográficas básicas
1. Cyr, M-F. ¿Verdad o mentira? Los cuatro códigos para detectar el engaño. Paidós. 2005.
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