la mentira transformada - Fundación Instituto Spiral

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LA MENTIRA TRANSFORMADA
Resumen:
¿Qué significado tiene la mentira en la vida del sujeto adicto? Las fuertes
connotaciones de la insinceridad, no deben impedirnos profundizar sobre el
significado de la misma: falsedad, negación, engaño, embaucamiento,
fabulación pseudológica y mixtificación son peldaños de una misma escalera.
Partimos de la hipótesis (Sirvent, 1989) de que el engaño forma parte de la
constelación sociopática general del adicto, condición aprendida y desarrollada
a lo largo de una vida azarosa. La mixtificación se gesta durante la etapa preadictiva del sujeto, cuando -para justificar su comportamiento- el sujeto se ve
obligado a engañar. Es importante matizar que estos primeros engaños deben
suponer un cierto esfuerzo activo, incluso un conflicto que periódicamente se
reproducirá en tanto se mantenga el comportamiento adictivo. Sería el clásico
ejemplo de un joven que empieza a consumir drogas y se ve obligado tarde o
temprano a mentir para disimular su condición o por justificarse (hurtos
domésticos, estafas). Al principio le cuesta engañar y sufre por haber mentido a
seres queridos o allegados. Poco a poco, y a base de repetir dicho
comportamiento termina no costándole engañar (o si se prefiere extinguiendo la
ansiedad asociada al acto de mentir) y con el tiempo acaba por no distinguir
verdad de mentira; simplemente se limita a decir con toda naturalidad aquello
que más le conviene, sea o no veraz.
La mixtificación no solo determina el grado de sinceridad o veracidad de una
persona, sino que se refiere fundamentalmente a una falta de capacidad para
decir las cosas como son. El drogodependiente mixtificado tiende a expresar
aquello que más conviene a sus intereses, prefiriendo decir lo que el otro
quiere oír antes que una verdad que le puede resultar incómoda.
Se trata de un aprendizaje caracteropático, fenotípico, vehiculado por el tipo de
vida que en caso del sujeto adicto contribuye a agravar la mistificación, la cual
en el fondo es una coraza protectora adaptativa que protege al sujeto de un
medio supuestamente hostil que a la postre acaba esgrimiendo de manera
indiscriminada. Es decir, la misma mistificación que exhibe el adicto frente a un
presunto enemigo, mostrará de manera automática delante de un ser querido,
aunque obviamente se exteriorizará de distinta forma. El adicto está tan
habituado a la mixtificación que su única verdad es la emocional: su corazón le
dicta la “veracidad” en función de lo que le interesa decir. Esto es, aunque
mienta, seguirá siendo congruente con su discurso, y la objeción externa la
percibirá hostilmente. Es tan acuciante la necesidad de que esa expresión
veraz (para él) sea admitida que no tolerará que se le impute insinceridad
aunque esta sea obvia. La pueril negación de lo evidente no es una simple
respuesta cínica, sino el trasunto de un sistema de referencia cognitivo alterado
por la mistificación
En definitiva, el sujeto adicto aprende a mentir como respuesta adaptativa a su
difícil vida en la que debe justificar (falazmente) comportamientos socialmente
1
inaceptables. A base de repetir y sofisticar engaños, el sujeto los interioriza de
forma que acaba amalgamando realidad y ficción en un todo confuso guiado
por la ley de “responder siempre lo que más convenga” sea o no verdad. El
siguiente paso es la transformación de la mentira en autoengaño (que tiene un
carácter puramente acomodaticio). El autoengaño –finalmente- puede
diferenciarse más aún transformándose en mixtificación.
2
Spinoza (Ética 1661) afirmaba que “aquel que tiene una idea sabe, al
mismo tiempo, que la tiene y no puede dudar de la verdad de la cosa, nuestra
mente es parte del intelecto de Dios; por tanto, es necesario que las ideas
claras y netas de la mente humana sean verdaderas”, y la voluntad no puede
hacerlas pasar por falsas, porque “voluntad e intelecto son una misma cosa”. Si
la mentira está connotada por la voluntas fallendi, o voluntad de engañar, quizá
debamos añadir por la voluntas nocendi, es decir, la voluntad de hacer mal,
independientemente de la veracidad de lo que se afirma, pero utilizando las
palabras como armas para que se crea algo distinto. En consecuencia, habrá
mentira cuando haya intención de engañar a un tercero.
Platón en El Sofista dice que “la falsedad que se genera en las palabras”
procede de la falsedad que se forja en el pensamiento, y que ambos derivan
del “pensar o decir lo que no es”. Aunque no ofrece una definición en sí de la
mentira, Aristóteles no duda en considerarla el “acto” que cumple aquel que
decide ser sincero o mentiroso en sus palabras o actitud.
S. Agustín define así el embuste: “Miente quien piensa una cosa y afirma
algo distinto con las palabras o con cualquier otro medio de expresión”. La
mentira depende de la intención del ánimo, no de la verdad o falsedad de las
cosas: “De ello se desprende que se puede decir una falsedad sin mentir, si se
cree que la cosa es como se dice, aunque no sea así, y que se puede decir la
verdad mintiendo, si se piensa que es falso y se afirma en lugar de la verdad,
aunque sea tal y como se afirma”. Por tanto, miente quien tiene algo in animo y
enuncia con palabras o con cualquier medio de expresión algo distinto (aliud) a
eso que tiene in animo. Miente quien tiene un “corazón doble” y sabe que
miente, al margen de la verdad de lo que dice y lo que hace.
Jean Gervais (Univ. De Québec) (1991) diferencia a los mentirosos entre
quienes buscan el placer y se burlan de la aprobación de los demás (no se
sienten culpables al mentir) y aquellos que buscan evitar el dolor y mienten
para evitar sufrir y hacer sufrir a los demás (para encubrir a, por dar gusto o
agradar, protegerse de un rechazo). En el fondo subyace la protección de la
propia imagen. Carl G. Jung –bajo el epíteto persona- significó el “yo social”
adaptado a normas sociales y morales del medio mediante una máscara social
que le armoniza las relaciones. La persona sirve para proteger nuestra
intimidad y vulnerabilidad en público ante gente poco o nada conocida. Pero es
trágico mantener la máscara constantemente hasta en las relaciones íntimas.
En De Mendacio, Agustín de Hipona clasifica las mentiras en virtud de la
contrición. Durante el medievo los malos serían los mendaces; ir al paraíso
exigiría haber respetado la verdad, ese valor supremo. En todos los planos de
las relaciones humanas, pues, la mentira significaría una gran ruptura con el
modelo idealmente deseado por la colectividad. (Le Goff 2). Para hablar de la
mentira habría que hablar de todo: por ejemplo, de la difícil verdad de los
3
hechos percibidos o reconstruidos o de la verdad incierta del poder, o incluso
de nuestra esencial duplicidad (Agustín de Hipona3)
Martínez Selva4 asegura que “el mentiroso alberga miedo, fundado o no, a
que la verdad se sepa, que puede obedecer a motivos justificados a corto
plazo, pero no a largo plazo. Existe otro miedo tan importante o más que el
anterior, y es el miedo al castigo añadido que se puede recibir si se descubre la
mentira. Por fin, un tercer sentimiento se asocia a que las consecuencias del
hecho sean severas o graves”. Las principales actitudes del mentiroso según
dicho autor son:
•
•
•
•
•
•
•
Negación: negar como respuesta defensiva
Minimización: devaluar la gravedad de lo sucedido
Racionalización: disculpar y justificar el hecho
Distanciamiento: no implicarse personalmente valorando a distancia
Autoengaño: no admitir lo hecho y hacer lo posible por olvidarlo
Controlar la situación: intentarlo limitando cualquier conducta derivada
Contraatacar al interlocutor
Respecto al correlato psicofisiológico de la mentira, cuando un sujeto
normal miente hay activación bilateral de la corteza prefrontal (Yaling Yang &
Adrian Raine et all 5. Los mentirosos patológicos mostraron aumento del 25%
materia blanca prefrontal y una reducción del 40% en el cociente materia
gris/blanca prefrontal.
Las emociones más frecuentes del mentiroso (Ekmann, 1999) son:
•
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•
Miedo a las consecuencias, al castigo añadido si se descubre la mentira
Miedo al hecho de ser descubierto: vergüenza pública, reprobación.
Razones: Salvar la propia imagen: evitar deterioro de la reputación.
Sentimientos de culpa por el acto de mentir.
¿Por qué está tan castigada socialmente la mentira? Existe una doble
tendencia a la credulidad y conformidad social necesaria para la viabilidad de
las relaciones; un sujeto modifica su comportamiento para armonizarlo con el
del grupo que se hace mayor en situaciones difíciles cuando el sujeto se siente
menos competente. Tendemos a creer cosas que no vemos y que solo
conocemos por referencias de los demás. La necesidad de predecir la
conducta de los otros, de saber lo que piensan, nos lleva a construir hipótesis
con poco fundamento (fuente de engaño).
¿Es la mentira algo privativo de la especie humana? Whiten &Byrne 1997
de la Cambridge University alude a la Inteligencia maquiavélica, observada en
primates como estrategias sociales ventajosas para la supervivencia
recurriendo al uso convenenciero de comportamientos cooperativos. Sintieron
la necesidad de dominar formas cada vez más refinadas de manipulación y
defraudación en el medio social, con estrategias de disimulo, mentira y engaño
táctico. La inteligencia maquiavélica provocó en nuestros antepasados la
tendencia a cambiar de opinión, cerrar tratos y farolear y confabularse con
otros de ahí que se estime que los humanos somos mentirosos natos (Smith,
4
Mente y Cerebro, 2005). Humberto Eco definió el signo como “todo aquello que
puede utilizarse para mentir” y a la semiótica general como teoría de la mentira,
porque “si algo no puede utilizarse para mentir es que tampoco sirve para decir
la verdad: de hecho, no sirve para decir nada”.
5
1. Introducción al autoengaño o mistificación
(sinónimos en inglés self deception, mystification o self deceive)
Una sencilla definición de autoengaño sería “ver lo que existe y rechazar su
significado”.(Clément Rosset). Típicamente, el autoengaño se utiliza para
mantener falsas creencias o ilusiones a las que uno tiene apego. Sería el
“proceso de negar o no racionalizar la relevancia, significado o importancia de
oponer la evidencia al argumento”. Mientras que la mentira es engañar al otro,
el autoengaño es mentirse a uno mismo. (Evelyn Sullivan)
Los trastornos mentales en su mayor parte mantienen alguna forma de
autoengaño: una anoréxica ignora su temor al rechazo público. El autoengaño
es un modo de dirigir nuestra vida cuando no solo ignoramos lo que comporta
la dirección elegida sino, sobre todo, cuando ignoramos o pretendemos ignorar
que en realidad, sin remedio, hemos tomado algún camino que tiene
aparejadas unas consecuencias (Porcel M., y González R 6)
Componentes del autoengaño (Carlos Sirvent, 2003).
Citaremos los siguientes:
•
Manipulación
•
Reiteración
•
Mecanismos de negación y no afrontamiento
•
Autoengaño propiamente dicho
La manipulación emocional equivale al intento de modificar los
auténticos sentimientos del interlocutor. El diccionario de la RAE define
manipular como “Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la
política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la
justicia, y al servicio de intereses particulares”.
La reiteración es la repetición de una cosa que se ha dicho o ejecutado
antes. Reiterar sería volver a decir o hacer algo. Y la reincidencia es la
reiteración del mismo error.
Respecto a los mecanismos de negación y no afrontamiento, el
diccionario de la RAE describe la negación como el rechazo de la veracidad de
una cosa. Decir que algo no existe, no es verdad, o no es como alguien cree o
afirma. Dejar de reconocer algo, no admitir su existencia. La negación de la
realidad puede ser un mecanismo de defensa del yo frente a la realidad: el yo
niega hechos evidentes o situaciones reales, cerrando el paso a la percepción
de cosas que no acepta. El diccionario Dorsch cita el ejemplo de una mujer
que ignoraba (no percibía) el engaño de que la hacía víctima su marido. La
American Psychiatrist Association califica la negación (denial) como un
mecanismo de defensa que actúa inconscientemente, utilizado para resolver un
conflicto emocional y aliviar la ansiedad rechazando los pensamientos,
sentimientos, deseos, necesidades o factores de la realidad externa que son
6
conscientemente intolerables. Stephen Marmer (Universidad de California)
afirma que “mediante la negación se invalida una parte desagradable o no
deseada de la información o de la experiencia vital como si no existiera, y se
observa en muchos pacientes con adicciones que no son conscientes de las
consecuencias de sus conductas. Se diferencia de la represión en que existe
una cierta conciencia y se niega una parte de la realidad, no un simple
contenido mental. La negativa persistente a dejarse influir por las evidencias
externas también indica el funcionamiento del mecanismo de negación”.
Algunas formas de negación serían: evitar asociaciones, forzar la
insensibilidad de la atención (“no tener sentimientos”), el ofuscamiento (menor
nivel de arousal), la rigidez mental, la amnesia selectiva, el rechazo (negar la
evidencia) y la fantasía (para evitar la realidad).
Daniel Goleman7, 1997 afirma que percibir es seleccionar información.
Dicho filtrado es esencialmente positivo, aunque la atención está gobernada
por fuerzas conscientes e inconscientes. Hay una relación sufrimiento /
atención donde la mente se protege de la ansiedad mediante la disminución de
conciencia, lo cual puede bloquear la atención. La focalización de la atención
disminuye las distracciones pero a su vez estrecha el campo de conciencia, lo
cual es evidente en ciertas patologías (por ejemplo en la esquizofrenia). Este
autor postula que el déficit de atención y la mayor tolerancia al dolor que tienen
estos sujetos traducen una anormalidad del sistema endorfínico. Por el
contrario, la hipervigilancia el incremento del arousal y la atención amplifican la
respuesta dolorosa y la tensión asociada hasta dar lugar a un estado de
ansiedad agudo, del que el sujeto se defiende mediante un déficit de la
atención. En el cuadro 1 se describe lo anterior:
Cuadro 1: “atención, ansiedad y autoengaño”
1.- Estado de ansiedad agudo
↓→ atención
Fuente de amenaza
↓→ perpetuación
Irrupción de pensamientos
↓
Intrusión de la ansiedad →
Respuestas de tensión → AMENAZA
Preocupaciones y pensamientos obsesivos
Ideas intrusivas
Sensaciones imposibles de detener
Hipervigilancia y tensa expectativa
Insomnio y malos sueños
Reacciones de sobresalto
↓
2.- Cómo enfrenta el organismo la amenaza →
Respuestas primitivas
Respuestas de ansiedad: intento de resolución
Fracaso en la resolución:
Respuestas intrusivas
Formas de negación →
Evitar asociaciones
Insensibilidad de la atención (“no tener
sentimientos”)
Ofuscamiento (menor estado de alerta)
Rigidez mental
Amnesia selectiva
Rechazo (negar la evidencia)
Fantasía (para evitar la realidad)
7
2. La mentira transformada del adicto
Si pudiéramos dar un salto en el tiempo y observar a un adicto cualquiera
en su etapa pre-adictiva, cuando el sujeto realiza sus primeros consumos y
éstos se van haciendo cada vez más importantes, llega un momento en que para justificar su conducta- se ve obligado a engañar. Lo necesita para poder
consumir.
Es importante matizar que estas primeras mentiras le suponen un cierto
esfuerzo activo, incluso un conflicto que periódicamente se reproducirá en tanto
se mantenga el comportamiento adictivo. Sería el clásico ejemplo de un joven
que empieza a consumir drogas y se ve obligado tarde o temprano a mentir
para disimular su condición o para justificarse (hurtos domésticos, estafas). Al
principio le cuesta ser insincero y sufre por haber engañado a seres queridos,
amigos, pareja, allegados, etc. Estas primeras mentiras aisladas le generan
culpa y ansiedad aguda asociada. (Ver cuadro 2)
Si el consumo se acrecienta el sujeto tendrá que volver a mentir en
reiteradas ocasiones y –subsiguientemente- sufrirá culpa, remordimiento
pudiendo entrar en un estado de ansiedad aguda continua o intermitente
(amortiguada probablemente por el consumo de sustancias en unos casos o
agravada en otros).
Poco a poco, a base de repetir el engaño por perpetuarse su necesidad de
mentir, termina engañando sin esfuerzo (o -si se prefiere- extinguiendo la
ansiedad asociada) y con el tiempo acaba por no distinguir la verdad de la
mentira; simplemente se limita a decir con toda naturalidad aquello que más le
conviene a sus propósitos, sea o no veraz lo dicho.
Cuadro 2: Transformación de la mentira en autoengaño (Sirvent 2002)
Necesidad de
mentir
Mentira
aislada
Culpa (ansiedad
aguda)
Más necesidad
de mentir
Mentira
repetida
Culpa (ansiedad
crónica)
Automatización
de la mentira
Autoengaño
Desaparición de
la culpa
8
Aunque la reiteración de la mentira consigue extinguir (al menos
paliativamente) la ansiedad aguda, ésta se cronifica en forma de inculpación
insidiosa, de remordimientos que forman parte de esa constelación sindrómica
distímica peculiar del adicto en sus primeros estadíos (son típicas la
irritabilidad, la defensividad y las osicliaciones tímicas).
Un paso más y la mentira se automatiza (Ver cuadro 2). A partir de este
momento el sujeto entra en pleno desarrollo del autoengaño, que emerge como
elemento compensatorio de síntomas insoportables, como la culpa, aunque el
precio que paga por ello es elevado. Pasar de la categoría de “mentiroso
simple” a “autoengañado” significa no perder el status anterior (ya que sigue
mintiendo) adquiriendo una nueva, peligrosa y difícilmente erradicable
psicopatología: el autoengaño con las consecuencias que más adelante
veremos.
El autoengaño comporta una caracteropatía adaptativa que se explica en
el cuadro 3. A la necesidad de mentir inicial del pre-adicto el sujeto responde
con ansiedad aguda, la cual es egodistónica y perturbadora. Pasado el tiempo,
cuando la acuciante necesidad de mentir hace que el sujeto reitere en el
engaño, la ansiedad aguda se convierte en estado de ansiedad crónica,
síntoma también perturbador y –en consecuencia- egodistónica. Como
mecanismo adaptativo traduce un cambio cualitativo patológico egodistónico
que genera culpa y provoca malestar. A este nivel la mistificación todavía es
fácilmente reversible, el sujeto se siente mal, éticamente se autorreprueba en la
conciencia de que obra mal engañando a sus allegados. (ver cuadro 3)
Cuando el proceso avanza la función adaptativa de la mistificación
cumple su papel; desaparece la culpa y el malestar porque cesa la
autorreprobación; el sujeto pasa a ser un perfecto mentiroso (más bien un
perfecto mistificado), tornándose la egodistonía en egosintonía. Cuando el
proceso de transformación concluye el sujeto y alivia e ansiedad acaba
convirtiéndose en un cambio cada vez más egosintónico, el sujeto va
percibiendo
Por fin, cuando la fuerza de los hechos y la repetición automática de la
mentira se transforma en aprendizaje del autoengaño el sujeto se libera de
ansiedad. El síntoma neurótico (ansiedad- estado) da paso al síndrome
caracterial (rasgo caracteropático) que ya no es egodistónico sino que sintoniza
perfectamente con la personalidad del sujeto. El sujeto autoengañado es un
perfecto mentiroso, no porque lo haga (mienta) bien, sino porque no se siente
como tal, cree sus propias mentiras de manera acomodaticia y egosintónica
(ver cuadro 3). La mistificación o autoengaño no solo determina el grado de
sinceridad o veracidad de una persona, sino que se refiere fundamentalmente a
una falta de capacidad para decir las cosas como son1. El drogodependiente
1
Montaigneen Los Mentirosos dice: -“La mentira en si misma y un poco por debajo la terquedad me
parecen ser los vicios que debieran combatirse en su raíz y en su desarrollo. Porque crecen. Y una vez que
se ha dado rienda suelta a la lengua, maravilla ver lo imposible que es retenerla. Por eso vemos hombres
honestos por lo demás sometidos y dominados por ese vicio. Sé de un buen aprendiz de sastre a quien
jamás he oído decir una verdad, ni siquiera cuando hubiera podido resultarle útil”.
9
mistificado tiende a expresar aquello que más le conviene, prefiriendo decir lo
que el otro quiere oír antes que una verdad que le puede resultar incómoda
(ver cuadro 3)
Otros elementos concurrentes para el aprendizaje mistificador del
autoengaño son los derivados del tipo de vida que cada adicto lleva (solitaria el
ludópata, atormentada el alcohólico, de supervivencia marginal el heroinómano,
intensa e hiperestimulativa el cocainómano, etc.). Naturalmente no todos los
afectados viven así; existen diferentes grados de mistificación según la forma
de vivir y las experiencias y acontecimientos biográficos habidos, aunque a
este respecto cuenta más la cantidad (la repetición de pequeños aprendizajes)
que la calidad.
Cuadro 3:
Génesis de la caracteropatía por autoengaño (Sirvent 2002)
Necesidad de
mentir
Repite necesidad de
mentir
Automatización
de la mentira
Mecanismo
adaptativo
egodistonía
Síntoma/
Estado
Rasgo
egodistonía
egosintonía
Trastorno caracteropático
adquirido
La mistificación es una coraza protectora adaptativa que preserva al
sujeto de un medio supuestamente hostil que a la postre acaba esgrimiendo de
manera indiscriminada. Es decir, la misma mistificación que exhibe el adicto
frente a un presunto enemigo, mostrará de manera automática delante de un
ser querido, aunque obviamente se exteriorizará de distinta forma. Por ejemplo
un sujeto adicto le dirá a un hipotético rival que se encuentra fenomenalmente y
le mentirá sobre su grado de adicción. A continuación también mentirá a su
novia aunque con distintos argumentos. En ambos casos actuará de manera
automática, refleja y casi inconsciente y se indignará si se le dice que no es
10
sincero. Está tan habituado al autoengaño que su única verdad es la
emocional: su corazón le dicta la “veracidad” en función de lo que le interesa
decir. Esto es, aunque mienta, seguirá siendo congruente con su discurso, y la
objeción externa la percibirá hostilmente. Es tan acuciante la necesidad de que
esa expresión veraz (para él) sea admitida que no tolerará que se le impute
insinceridad aunque esta sea obvia2. La a veces pueril negación de lo evidente
no es una simple respuesta cínica, sino el trasunto de un sistema de referencia
cognitivo alterado por la mistificación.
Las funciones compensatorias del autoengaño básicamente son dos:
1.- Separar al adicto a la conciencia de las consecuencias que la adicción tiene
en su vida; y 2.- Se reduce la ansiedad. Se protege el sistema adictivo y se
establece equilibrio enfermo. El psicoterapeuta debe saber situarse en el plano
comunicacional del adicto para atajar el nudo gordiano mistificador que como
más adelante veremos, pese a su apariencia o morfología caracteropática,
luego no resulta tan difícil aunque suele requerir una intervención multifactorial.
2
Luciano de Samosata se refería al mentiroso: “no sabes qué clases de cosas dijo, cómo se las creía, cómo
las confirmó la mayoría de ellas con juramento, poniendo por testigos a sus hijos hasta el punto de que,
mientras dirigía mi vista hacia el mi mente se llenaba de ideas pintorescas: bien que estaba loco y no
estaba en sus cabales, bien que se trataba de un impostor y que, durante mucho tiempo, no me había dado
cuenta de que un mono ridículo se escondía bajo una piel de león. Hasta ese punto eran absurdas las
historias que contaba (Luciano de Samosata, “El aficionado a la mentira” e “Historia verdadera”, Obras,
Madrid, Gredos, 1981-1992 tomos I-IV.
11
3. Consecuencias de la mistificación o autoengaño
(Sirvent 8 2005)
La principal consecuencia tanto inmediata como tardía de la mistificación
o autoengaño es el desarrollo de una constelación de síntomas- satélite entre
los que se incluyen la desconfianza, el enquistamiento caracterial, la
misantropía, la negación de la realidad, el autoengaño, etc., que aboca hacia el
definitivo y peculiar trastorno caracteropático: el síntoma-mentira se convierte
en rasgo-autoengaño y a su vez este rasgo (conjunto de rasgos) anula y
desplaza a los anteriores. La primitiva personalidad del sujeto queda hibernada
o solapada por una serie de caracteres adquiridos: no solo por la mistificación
sino por otros muchos que forman parte de la denominada caracteropatía
adquirida, de la que la mistificación es tan solo un elemento más (eso sí
elemento nuclear y de definitiva importancia).
Por eso los adictos se parecen tanto entre sí, porque la mistificación y
demás rasgos caracteriales aprendidos adocenan a dicho colectivo
infundiéndoles un talante sociopático: mistificación, desvitalización,
personalidad dependiente, etc. En definitiva, cambia la personalidad,
sometiéndose y anulando el verdadero carácter hasta convertirle en un sujeto
insincero, que manipula sistemáticamente tanto a los demás como a sí mismo y
que, a fuerza de engañar y engañarse, se vuelve desconfiado, huraño e
incrédulo: Prácticamente no se cree nada y no ve nada porque un velo de
mixtificación cubre sus ojos.
Esa desconfianza impide al adicto comprender muchas cosas que le
serían beneficiosas, y a base de no creerse nada se esconde en una coraza de
incredulidad y escepticismo que además no suele admitir por lo que resulta
más difícil llegar a su interior, a su psique. Dicho de otra manera: es tan
incrédulo y desconfiado, que llega a negar la evidencia por más flagrante que
esta sea, lo que ocurre en proporción directa al tiempo que lleva inmerso en
ese mundo y en consecuencia mayor será la coraza de incredulidad que le
cubre hasta el extremo de vivir años y años, incluso toda una vida, víctima de sí
mismo y sin llegar a un mínimo autoconocimiento porque no acepta nada de los
demás. Aquí a la mistificación se uniría la suspicacia paranoide, apartándole de
una realidad que vislumbra como él quiere que sea, confundiendo
sistemáticamente deseos con circunstancias objetivas: es el denominado
desrealismo o falta de sentido de la realidad.
El adicto, por tanto, se desconoce, incluso se ignora, comportándose de
acuerdo con patrones que le resultan cómodos pero que le son ajenos. En
efecto, la conducta del drogodependiente, los gustos, el carácter, etc., está
regida por el tipo de vida que lleva y resulta muy difícil de modificar debido
precisamente a la mistificación, que le hace adoptar falsamente estas pautas
(patrones) de comportamiento. Además, la propia desconfianza provoca un
rechazo reactivo cada vez que los allegados intentan hacerle ver las cosas con
objetividad, de manera que muchos drogodependientes parecen recubrirse
12
simbólicamente de una piel isomórfica en color y textura que asemeja o hace
parecidos a todos los adictos, los cuales además no quieren cambiarla porque
su desconfianza y autoengaño, les impide ver la piel verdadera que esconden
debajo de la piel falsa que no es otra cosa que la mistificación.
El drogodependiente vive en un mundo propio dominado por la falta de
pragmatismo, alejado virtualmente del entorno normal y con pérdida del sentido
práctico y de la capacidad para desenvolverse con normalidad, de manera que
sus proyectos de vida se alejan de sus posibilidades reales para entrar de lleno
en el terreno de lo imaginario: cuando se le habla de planteamientos, prefiere el
cuento de la lechera a tener los pies en el suelo ya que esto último le supondrá
un esfuerzo que deberá mantener día a día, lo que le resulta muy costoso, cosa
que se comprueba con facilidad a la hora de analizar proyectos (de trabajo, de
salida, de reinserción, etc.) que realizados por personas en rehabilitación que
no tienen sentido de lo práctico, oscilando entre la simpleza extrema y la
fantasía irrealizable. “Lo falso es una disonancia que no concuerda siquiera con
lo falso” (Erasmo9).
Además encontramos al otro fenómeno curioso, fruto de la vida mistificada
que lleva el adicto, que consiste en la adopción de un estilo de relación peculiar
que acaba despersonalizándole, o, lo que es igual, revistiéndole con otra
apariencia que no es la propia, de ahí que se diga que "todos los toxicómanos
son iguales o se parecen", concepto que se hace extensivo a aquellos que se
consideran diferentes a los demás con razones como "yo nunca fui tan
marginal", "yo no me relacionaba con ellos, únicamente iba a pillar y me lo
montaba yo solo", o "mi vida, mis estudios y mi educación me hacen distinto de
los demás toxicómanos, yo no soy como ellos. Nunca he hecho vida
marginal...”. Estos argumentos no son sino variantes de un mismo autoengaño,
ya que el estilo de vida mistificado no lo da únicamente la marginalidad o el
estar tirado, sino que lo produce el permanente clima de insinceridad hacia los
demás y el propio autoengaño propio que acaban volviendo al adicto un ser
desconfiado y con una personalidad mistificada o distorsionada. En el fondo el
adicto odia esa forma de ser. (Stevenson en “La verdad en el trato”, se refiere
al papel de la ficción en la vida y todas las formas del engaño, de la duplicación
desgarradora (“yo odio a mi otro yo”) y del disfraz caracterial.
13
4. Conclusiones
Sería injusto e incierto atribuir autoengaño únicamente a quienes –como los
adictos- sufren un trastorno o menoscabo psíquico o volitivo. La afirmación:
“todos tenemos un quantum de autoengaño más o menos grande o grave que
echarnos a la espalda”, significa que solo cuando el autoengaño supone una
traba o handicap hay que neutralizarlo. Los hinchas (supporters), fans,
políticos, adeptos, etc. son colectivos amplios con un grado de autoengaño que
no les suele invalidar. Pero un drogodependiente no puede permitirse el lujo de
mantener el autoengaño en lo relativo a su dependencia. Las onerosas
asociaciones del calificativo “mentiroso” no debieran impedirnos profundizar en
un asunto crucial para el devenir del adicto cual es la errónea percepción del
entorno de consumo. Esa errónea percepción del mundo, le puede suponer un
eterno retorno a la recaída sin siquiera darse cuenta. Precisamente en ese “no
darse cuenta”, en la conciencia del problema es donde el autoengaño es más
nocivo y mórbido.
El sujeto adicto aprende a mentir sistemáticamente como respuesta
adaptativa a su difícil vida, en la que debe justificar (falazmente)
comportamientos socialmente inaceptables o que le provocan problemas.
Además tiene alterados todos los circuitos cognitivos: el perceptivo-aferencial,
mediante un registro sesgado e interesado de la realidad exterior y el
elaborativo: conjunto de creencias distorsionadas que pueden llegar a ser
irracionales, aunque –curiosamente- no es la irracionalidad una característica
destacable, ya que numerosos adictos emplean la lógica para manipular y son
hábiles argumentando lo que el interlocutor quiere oír.
En síntesis, el autoengaño sería como un lenguaje automático regido por un
impulso mediatizado por necesidades concretas que modulan la respuesta del
sujeto de forma irracional e irreflexiva. Los adictos se parecen tanto entre sí
porque el autoengaño cambia la personalidad, sometiendo y anulando el
verdadero carácter para convertir al adicto en un sujeto insincero, que manipula
sistemáticamente tanto a los demás como a si mismo y que, a fuerza de tanto
engañar y engañarse, se vuelve suspicaz, huraño e incrédulo, llegando a negar
las evidencias. El sujeto, por tanto, se desconoce, incluso se ignora,
comportándose de acuerdo con patrones que le resultan cómodos pero que le
son ajenos. Vive en un mundo propio dominado por la falta de objetividad y con
pérdida del sentido práctico, de manera que sus proyectos de vida se alejan de
sus posibilidades reales para entrar de lleno en el terreno de lo imaginario o
utópico. En consecuencia, el engaño y el autoengaño forman parte de la
constelación caracteropática general del sujeto, condición aprendida y
desarrollada a lo largo de la vida adictiva.
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