UN VIEJO QUE LEÍA NOVELAS DE AMOR: CLAVES PARA EL COMENTARIO DE OPINIÓN: Se trata de una novela rica en fondo y aspectos a comentar. A continuación, destacaremos los temas que vertebran la narración. Disculpad la extensión, pero merece la pena. Algún visitante se ha quejado precisamente de la extensión. No obstante, en Selectividad aparece un fragmento que puede abordar distintos temas de los que aquí vamos a tratar, por lo que prefiero insertar una breve reflexión sobre cada uno de ellos. Es necesario insistir en que no hay un enfoque único para el comentario y lo que se nos pide es un comentario razonado sobre los aspectos más destacados del contenido del texto en concreto que nos aparece en el ejercicio. Para la organización de contenidos y desarrollo de la prueba, me remito a lo expuesto en Cómo se hace un comentario de textos (Berenice, 2009, 2ª ed.); esto nos llevará a la búsqueda de perspectivas encontradas con las que se exponen en el relato. A partir de ahí, cada lector debe encontrar su punto de contraste, reflexión, argumentación… hasta alcanzar su conclusión propia, aquella que va a conducir la estructura de su comentario. REFLEXIÓN PREVIA SOBRE LA NOVELA: Se trata de una gran novela que nos relata la vida accidentada de un personaje, sus vicisitudes, sus experiencias entre dos mundos enfrentados: el mundo de la naturaleza y el mundo “civilizado”. Ambos mundos entran en conflicto en una pequeña aldea (El Idilio) donde se traslada el protagonista con su esposa huyendo de la presión social a que son sometidos por no poder tener hijos; a partir de ahí podemos observar tres ciclos vitales en el viejo: el primero podríamos definirlo como la lucha por transformar el entorno para recrear una prolongación del mundo civilizado del que proceden (posesión de dos hectáreas de tierra para el cultivo, la lucha por desforestar y hacer apta la tierra para la siembra, la lucha por la supervivencia en un mundo hostil donde la fieras, los alimentos, los insectos… suponen una amenaza permanente para la vida de los colonos). En esta primera parte, el protagonista es un coadyuvante del sistema, no se cuestiona si lo que hace está bien o mal, es la única forma de vida que conoce y la única que concibe desde su experiencia. Al aceptar la propiedad con la finalidad de transformar la selva en tierra de cultivo, está aceptando el principio mismo de la propiedad y no se cuestiona si está bien o mal el acabar con una forma de vida autóctona y un medio –selva- determinado. Es un periodo de frustración, el entorno, la selva aún salvaje, el clima con sus lluvias torrenciales, los elementos extraños imponen sus condiciones deshaciendo todo cuanto hacen y exterminándolos poco a poco. La naturaleza es la fuerza actancial antagónica. Ninguno de sus esfuerzos sirven para nada. La segunda, el punto de inflexión, tras la muerte de la esposa, supone la experiencia de la adaptación al entorno: solo y sin motivo para seguir luchando, con el corazón lleno de odio contra la selva a la que culpa de la muerte de su esposa, se abandona y en este abandono encuentra a los shuar . A través de la convivencia sin prejuicios, el personaje va aprendiendo a convivir con el medio y va comprendiendo que, lejos de ser unos salvajes, poseen una visión del universo propia y un extraordinario conocimiento del entorno en el que viven, con el que interactúan en la aceptación de unas leyes ancestrales que les han permitido sobrevivir y ser felices. A través del conocimiento de la selva, el contacto con los shuar y la comprensión de su realidad encuentra el camino hacia la felicidad. La selva, conociéndola y aceptándola, te brinda cuanto necesitas para vivir sin necesidad de trabajar, y la bondad del pueblo shuar le proporciona el contacto humano imprescindible. El odio desaparece de su corazón, y es, entonces, cuando él mismo se siente parte de la selva. La tercera supone el regreso a la “civilización” una vez transformado y la convivencia con su anterior forma de vida pero desde su conciencia de la realidad profunda que le rodea, una realidad de la que ya forma parte y con la que identifica. En esta fase, el viejo ya no es coadyuvante de los poderes fácticos ni económicos –el Estado, el alcalde, los gringos, los buscadores de oro…- y su profundo conocimiento de la vida en la selva nos muestra cómo es la ignorancia y el orgullo de los recién llegados –colonos, buscadores de oro, aventureros…- el origen de los todos los males y peligros que acechan a quienes viven en este entorno sin intentar aprender y comprender sus reglas. Ya no trata de insertarse en un modelo social que le es ajeno y al que desprecia – comentarios sobre el Babosa, el alcalde, o los sistemas de votación comprados por una botella de ron, o la prepotencia de los gringos que dan por supuesto que vende por un puñado de billetes el retrato de boda, etc.-.Su transformación ya es irreversible. Se limita a vivir y dejar pasar el tiempo y a ayudar, como hacen los shuar, cuando no hay más remedio –porque era como ellos, pero no uno de ellos-. Es en esta tercera parte, donde vive en soledad rodeado de personas que le son ajenas, con las que apenas comparte nada, en la que aparece la necesidad de la lectura como forma de evasión de la realidad. Como vemos en esta breve introducción hay ya bastantes temas que nos pueden surgir para la reflexión en un comentario de texto. Además, los temas pueden mezclarse porque a lo largo del relato es frecuente la técnica del “salto atrás” a través de recuerdos más o menos prolongados que se insertan en la línea temporal de los acontecimientos. Si nos damos cuenta, el argumento –una tigrilla asesina amenaza el pueblo y el viejo es reclutado para su caza. Finalmente la mata- es una mera excusa para recrear las vivencias internas del protagonista a lo largo de una vida. La auténtica historia que tenemos en el libro es la de la transformación del personaje a través de la experiencia. Y, lo más interesante, la voz del narrador no juzga aparentemente la realidad que describe, es el protagonista quien a través de sus intervenciones y su conciencia -narrador omnisciente- nos muestra una forma diferente de percibir la realidad para que el lector saque sus propias conclusiones. Varios son los temas que podemos abordar, según el fragmento, en un comentario crítico; veamos algunos: TEMAS PRESENTES A LO LARGO DEL RELATO: 1. Defensa de la naturaleza (protección del Amazonas): La novela es un alegato que podríamos llamar “ecologista” en el sentido de que trata de despertar la sensibilidad del lector hacia la necesidad de proteger espacios naturales únicos en el mundo que corren el riesgo de desaparecer por la “voracidad” del hombre blanco, de “nuestra civilización occidental”. La novela está ambientada en la primera mitad del siglo XX como lo acreditan el autobús o la lancha planeadora que llega al pueblo. Desde ese momento hasta hoy, el problema no ha hecho más que empeorar. A la amenaza del hombre “civilizado” o que trata de imponer su modelo de civilización transformando y acabando con el mundo natural, hoy habría que añadir el problema del calentamiento global y el cambio climático como factores de riesgo para estos espacios naturales que constituyen auténticos pulmones para el planeta. Actualmente, los bosques amazónicos siguen desforestándose, indiscriminadamente nos dicen, para la explotación maderera. Su masa forestal se está reduciendo drásticamente –se menciona entre un 40 y un 60 % en los últimos 50 años- y, si no hacemos algo para evitarlo, puede que el daño sea irreversible. Aunque el problema se focaliza en la novela en el Amazonas, podríamos hacerlo extensible a otros lugares del mundo donde se sufre exactamente el mismo proceso como es África o India. Algunos pasos más o menos importantes se han dado en este sentido, por ejemplo, a través del protocolo de Kyoto se pretende regular la emisión de gases contaminantes a la atmósfera para frenar el efecto invernadero y el cambio climático; sin embargo, sabemos que los países más afectados (China y EEUU entre otros) no lo han firmado. En su lugar, han preferido crear una asociación (junto con los demás países no firmantes como India, Japón, Corea del Sur y Australia) que los compromete a colaborar pero sin obligarse en cantidades ni fechas. El hecho puede ser considerado contraproducente cuando más de 140 países ya se han coordinado a través de Kyoto Esta línea de pensamiento es incontestable. No obstante, creo que sería interesante plantearse el porqué de esta situación generalizada en el planeta. Nadie daña su propio entorno si no hay una razón para ello, ¿cuál es? Con buenas intenciones no vamos a solucionar la situación. Para responder a esta pregunta convendría informarse brevemente sobre algunos aspectos de Iberoamérica en general y de Brasil en particular, lo cual no nos resultará difícil gracias a Internet: ¿a cuánto asciende la deuda externa de Brasil?, ¿cómo se distribuye la población en Brasil?, ¿qué caracteriza su economía? A poco que investiguemos, nos daremos cuenta de que la deuda externa es muy elevada –préstamos adquiridos con organismos extranjeros para mantener su funcionamiento-; esta deuda externa están obligados a pagarla con sus intereses correspondientes y deben destinar a ello sus recursos propios. Por otra parte, existe una enorme concentración de la población en núcleos urbanos –Sao Paolo, por ejemploque vive en situación de miseria; y la situación es tan grave que el anterior Presidente, Lula da Silva, propuso como objetivo de su gobierno al llegar al poder el que todos los niños pudieran hacer tres comidas al día. Es un hecho que la madera es uno de sus recursos naturales explotables, y es más que posible que para ellos sea una necesidad para poder sobrevivir aunque les repugne, como a nosotros, poner en riesgo esos espacios naturales. Siempre habrá empresas exteriores que estén dispuestas a comprar la madera, a establecer convenios y contratos con el gobierno para adquirir esa producción. Para estas empresas del primer mundo –españolas, inglesas, alemanas o estadounidenses- lo que importa es el libre mercado en competencia. Cuanto mejores precios obtengan, mayores son sus beneficios; cuanto más necesitado de ingresos esté el país de origen, más podremos mejorar el precio… Creamos así una espiral en la que los beneficios obtenidos por un país dado solo bastan para satisfacer la deuda sin que exista posibilidad alguna de acometer reformas económicas estructurales de calado que les permitan salir de la situación de subdesarrollo en la que viven. Esto sin contar, además, con el apoyo financiero por parte de las empresas interesadas –a veces, lamentablemente, va mucho más allá- a aquellos partidos y organizaciones que son más proclives a sus intereses comerciales. A esto es a lo que llamamos “colonialismo económico”. Los consumidores somos colaboradores necesarios en esta cadena. A todos nos gusta acudir a una gran superficie y comprar un mueble al precio más económico sin preguntarnos cómo es posible lanzar determinadas ofertas, somos los destinatarios finales que nos beneficiamos del sistema. Si realmente queremos acabar con estas prácticas, solo podemos apelar al consumo responsable y estar dispuestos a pagar el costo necesario para avalar con nuestro consumo a empresas que garanticen el origen y el proceso de elaboración acorde a los criterios éticos que defendemos. Los movimientos internacionales de “consumo responsable” cada vez son más numerosos y están más organizados, sería importante apostar por ellos. Y, por último, debemos acabar con la doble moralidad, es decir, criticar lo malos que son los demás mientras que nosotros, ciudadanos del primer mundo, estamos tan fresquitos en casa con nuestro aire acondicionado y nuestros valores éticos a salvo. Si de verdad es tan importante para la humanidad preservar estos espacios que suponen unos ingresos imprescindibles para sus respectivos países, ¿qué está dispuesta a ofrecer la comunidad internacional a estas naciones a cambio de que preserven sus bosques y sus selvas? ¿Estaría dispuesta a condonar su deuda externa a cambio de blindar estos tesoros naturales? ¿Y nosotros? ¿Estaríamos dispuestos a que nos subieran los impuestos para lograrlo? Con frecuencia, cuando concretamos el problema en medidas prácticas que, inevitablemente, nos afectan económicamente, los ideales parecen desdibujarse en el horizonte y la selva amazónica o los bosques boreales acaban existiendo lejos, muy lejos de nuestra realidad inmediata. Y, en este sentido, creo que debemos ser muy humildes antes de emitir juicios de valor. Hablamos mucho, criticamos mucho, pero hacemos poco y no estamos dispuestos a sacrificar un ápice nuestro “estado del bienestar”. 2.- La bondad del hombre salvaje: Los shuar son idealizados en la novela, se convierten en arquetipo del ser “bueno por naturaleza”, como ya afirmara Sócrates, y que se corrompe con la civilización, como apostilló Rousseau. La contrapartida argumentativa nos lleva al año 220 antes de Jesucristo cuando Plauto afirmaba lo contrario, es decir, ”Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit” -el hombre es un lobo para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro-; el mismo pensamiento abreviado lo tenemos en Thomas Hobbes, ya en el siglo XVII y repetido por Francis Bacon en la misma época, quien ve en el Derecho la única vía de protección del hombre frente al propio ser humano. ¿Es el hombre bueno por naturaleza y la civilización lo corrompe, o es un ser violento capaz de devorarse a sí mismo en cualquier estado en que lo encontremos? La obra de Luis Sepúlveda defiende la primera tesis: en efecto, en la novela tenemos toda una alabanza de la cultura shuar: sus prácticas amorosas carentes de sentido de posesión, sus rituales, su apoyo al prójimo en el protagonista o con los demás colonos a quienes advierten de la inutilidad de sus esfuerzos, su tolerancia cuando evitan los enfrentamientos; el respeto por su enemigo, por sus ancestros, por la comunidad, por la selva… su caridad cuando curan al protagonista de la mordedura de serpiente o lo enseñan a cazar… su armonía vital con el entorno en el que viven, sus supersticiones… Todo es positivo. También en la novela aparece la corrupción del buen salvaje al entrar en contacto con la civilización del hombre blanco –Rousseau-, son seres desubicados que han perdido el respeto por sí mismos y de los demás, que se han corrompido por el alcohol sin ritual, los llamados jíbaros son el retrato en la novela. Estas bondades de la cultura shuar destacan por contraste con los representantes de la civilización del hombre blanco, personajes también arquetípicos –el alcalde, el sacerdote, los buscadores de oro, los prepotentes gringos, etc.- Todos los vicios están concentrados en esta vertiente de la obra: la avaricia, el orgullo, la violencia gratuita, la ignorancia… Hablando con un amigo, universitario, inició un panégirico sobre las bondades del mundo natural, de las culturas tribales, un canto de añoranza a este paraíso perdido. Solo le contesté: “Lamentablemente, el hombre tiene la manía de sobrevivir”. Aunque en la novela está patente la dureza del medio, nunca aparece orientada hacia los shuar. Siempre son los inadaptados “blancos” las víctimas o los verdugos en el relato por avaricia, negligencia o ignorancia: matan indiscriminadamente a las hembras y a las crías de los animales, dinamitan el río, arrancan los árboles para construir el desierto, maltratan a las mujeres, mueren por el ataque de los animales -como la tigrilla protagonista o la anaconda y el niño de los colonos-, de los insectos, envenenados por comer sin conocimiento, o a manos del propio hombre blanco –el anterior alcalde-. Como verdugos actúan contra el medio, los animales, la vegetación, los indígenas, contra sí mismos. En el relato, cuando el medio, la selva, mata es una muerte justificada, se mata para comer o como defensa; cuando el hombre blanco mata es una muerte injusta, sin criterio, mata por matar, por miedo, por vanidad, por ignorancia. Lo que de positivo tiene la novela es que nos sensibiliza hacia algunas prácticas seculares. No es mala la caza, sino la caza indiscriminada. El buen cazador, como nos decía Miguel Delibes en Diario de un cazador, o más tarde en su discurso de ingreso en la RAE, que se publicó con el título El mundo en agonía (1), es el mayor ecologista sobre la tierra. Porque los indios viven y se alimentan de lo que cazan saben que no pueden matar a las crías o a las hembras porque suponen su alimento para el futuro y hay que preservar la especie y el equilibrio; por eso no entienden la forma de proceder del hombre blanco. Porque tienen que preservar el equilibrio, sus asentamientos solo duran tres años, por ejemplo –la injerencia de la civilización los hará trasladarse de año en año e internarse cada vez más en la selva, nos dice la novela-. En definitiva, no aparece la crueldad de la vida en la naturaleza focalizada hacia experiencias vitales en la tribu. Leyendo el libro, da la impresión de que siendo shuar vives feliz en el paraíso. Se trata de una idealización porque focaliza la atención en los aspectos positivos de esta cultura. El contrapunto crítico sería hacer una sencilla reflexión: si tan fácil resultase vivir en la selva, la población de Brasil no viviría en los núcleos urbanos en situaciones infrahumanas. ¿Qué ha sucedido? La humanidad ha ido creando una sociedad al margen de la naturaleza y cada vez más alejada de su ciclo vital, está claro. Quizá el punto de inflexión apareciera con los primeros asentamientos agrícolas que fidelizaron al hombre con un enclave determinado –primeras aldeas o poblados estables- y especializaron su labor. La agricultura y la ganadería obligan al hombre a transformar el medio para adaptarlo a sus necesidades, a la vez que le obliga a especializarse: cada vez es menos cazador porque ya no depende de la caza. Y, sin embargo, este nuevo modelo de sociedad prospera porque brinda mayor seguridad al individuo al permitirle depender más de su esfuerzo y menos de los accidentes climatológicos o naturales. En este estadío, todavía hay un apego del ser humano a los ciclos naturales, a la lluvia, a la tierra… una relación estrecha entre esfuerzo y fruto, una economía de autosubsistencia. La última transformación social nos viene a partir de la Edad Moderna y, especialmente, la industrialización en el siglo XIX. El crecimiento de las ciudades y la masificación industrial nos ha acabado de apartar de este ciclo natural produciendo la “alienación” del hombre moderno que acaba por desvincularse inconscientemente de su propio ciclo natural y de la naturaleza. El hombre urbano e industrial no comprende su dependencia vital de fenómenos como la lluvia, el ecosistema, los espacios naturales… Y, sin embargo, necesita ser abastecido de materias primas para su funcionamiento. Importa encender el ordenador y que funcione, ir al supermercado y que haya fruta, que haya un coche o un autobús que me traslade, o que sigan llegando a la fábrica láminas de acero para que no paren las máquinas. Pero en este engranaje, desconocemos el origen de la energía, de los alimentos o de la materia prima que consumimos. Esta ignorancia se traduce en destrucción negligente del medio y, en esta ignorancia, cobra todo su sentido la afirmación de Plauto: somos lobos con quienes desconocemos, con la realidad -el campo, el bosque, la selva, las tribus- que no forma parte de nuestro mundo inmediato (2). El problema es que este alejarse del medio no ha reportado al hombre moderno mayores niveles de felicidad. Como afirmaba el recientemente fallecido José Saramago, hemos avanzado mucho en la tecnología y muy poco en los valores humanos que pueden llevarnos hacia mayores cotas de felicidad. Esa desafección o ruptura entre el trabajo individual honrado y el producto de nuestro esfuerzo es el concepto estricto que Carlos Marx introduce como la alienación de las masas en el mundo industrial perfectamente plasmada por Charles Chaplin en la película Tiempo modernos (1936). Bécquer lo enuncia así en su Rima IV: “…mientras el hombre siempre avanzando no sepa do camina…”. 3. El ser humano frente a los convencionalismos sociales -la presión de la colectividad hacia el individuo.Este tema, del que hará Federico García Lorca el eje central de buena parte de sus tragedias -La casa de Bernarda Alba, o Bodas de sangre, por ejemplo-, centra la atención en la lucha del individuo por su libertad, por su necesidad de realizar una vida siguiendo unos criterios propios e inalienables. Frente a sí, tiene a un colectivo genérico y anónimo cuya presión lo anula porque tiende a rechazar y a exterminar a todo lo que disiente o difiere de lo aceptado y establecido: “la sociedad”. En la novela aparece en el enfrentamiento entre el joven matrimonio y su pueblo ante el hecho de que, transcurrido un tiempo, la mujer no se queda embarazada. A partir de este hecho, los temas que pueden surgir para la reflexión y la argumentación se multiplican. Algunas de las ideas que pueden surgir son las siguientes: 3.1. La presión social que rechaza todo lo que se aleja de las normas establecidas y busca una homogenidad cómoda, ¿qué sentido tiene? ¿Hay alguna lógica en este comportamiento gregario? Con independencia de que estas normas puedan resultar “absurdas” en la sociedad industrializada moderna, desde siempre han sido procedimientos atávicos para garantizar la supervivencia de la especie en grupo. De hecho, los shuar en la obra respetan también normas establecidas en ritos ancestrales donde la magia, la religión y la superstición se solapan. El problema se produce cuando estas normas contravienen una necesidad vital del individuo, irrenunciable -el amor en el viejo, o en Adela con Lorca, la libertad con Mariana Pineda, por ejemplo-¿Cómo debe entonces reaccionar el individuo? ¿Está justificada la rebeldía en estos casos? En caso afirmativo, ¿hasta qué punto? En la novela, la salida del protagonista es el alejamiento, la huida. Cuando la relación en su poblado llega al límite -propuesta de ceder a su mujer en la Romería para que otros hombres la tomen y descartar de ese modo la impotencia del varón-, opta por abandonar la aldea. Cuando incumple las leyes de los shuar es exiliado del poblado, pero su decisión de abandonar a los shuar había sido tomada cuando no se siente preparado para afrontar la muerte como uno de ellos. El acontecimiento lo único que hace es precipitar el hecho. ¿La huida? ¿El sometimiento? ¿El enfrentamiento? ¿Hasta qué límites? ¿Cuándo? No creo que haya respuestas únicas a estas preguntas, lo que sí sé es que en las respuestas que demos nos estaremos definiendo como personas ante la vida. 3.2. Otro interesante tema es de la relación entre la ignorancia y la intolerancia. La sociedad, cuando es ignorante, tiende a inventar y creer leyendas a las que otorga una credibilidad absoluta. En el libro podemos observar bastantes de estos ejemplo: los rumores sobre la primera menstruación de la mujer estéril, el vestir de negro en señal de duelo por Atahualpa, la leyenda del shuar traidor que se transformó en mono para huir de sus perseguidores, el creer que el espíritu de Nushiño errará eternamente sin alcanzar la paz porque su enemigo murió de un disparo, la interpretación de la supervivencia del protagonista a la picadura de una serpiente equis como una señal de los dioses, etc. Cuanto mayor es la incultura, mayor crueldad puede haber en la respuesta social a la transgresión de las normas colectivas. Creo que llegados a este punto, traería el tema a lo que aún hoy ocurre. La ley del Talión del Antiguo Testamente sigue vigente en muchas culturas donde se corta un brazo por robar o se condena a la lapidación por adulterio; en otras épocas, hablar una lengua diferente te hacía sospechoso de herejía porque las palabras podían ser conjuros… ¡Cuánta barbarie se ha pertrechado detrás de las supersticiones alimentadas por la ignorancia y sancionadas por la religión! 3.3. Otro tema transversal en la novela es la “magia” de la lectura, tema que da título al libro. Mucho se puede argumentar sobre la importancia de la lectura: una puerta abierta a mundos desconocidos que nos permite fomentar la imaginación y generar inquietudes en la vida -los aldeanos tratando de imaginar cómo puede ser una ciudad sumergida, por ejemplo-, una marca social que puede establecer límites sociales -en la novela solo pueden votar quienes saben leer-, un refugio sentimental a través del que buscar la reflexión y el autoconocimiento -el viejo reflexiona sobre si alguna vez había dado un beso apasionado a su mujer, por ejemplo-, el poder multiplicar la vida a través de las vidas ajenas… o simplemente, el contraste entre el analfabetismo literal -no sabe leer- y el analfabetismo funcional -no se entiende lo que se lee- tan en voga en la educación actual; de ahí nos podríamos trasladar a la denodada lucha por la conquista de esta habilidad en el libro -la caza, el viaje, la permanencia en la escuela, el trato con el dentista, la lupa, la mesa alta, el deletrear las palabras hasta memorizarlas para poder leer de corrido y así entender el sentido del texto, etc.- en contraste con quienes poseen ya la habilidad pero no leen en un razonamiento que nos llevaría a la conclusión de que quien sabe leer pero no lee no tiene ninguna ventaja sobre quien es analfabeto. Espero que os sea útil; pero debemos recordar que cada fragmento, cada capítulo es una historia diferente. Hay que vaciar la mente y centrarla en aquello que se nos está transmitiendo en cada caso para seleccionar el tema y elaborar nuestra propia reflexión crítica. En cualquier caso, siempre será una aventura.