LA EUCARISTÍA ES ACCIÓN DE GRACIAS (Demos gracias al

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LA EUCARISTÍA ES ACCIÓN DE GRACIAS (Demos gracias al Señor,
nuestro Dios)
Con estas palabras, la liturgia antigua judía comenzaba su acción de gracias.
Con las mismas palabras, la Iglesia de Cristo quiere mostrar que el Sacrificio de
Jesús es la acción de gracias que damos al Padre: esto es la Misa… Es sacrificio
de propiciación, de alabanza y de acción de gracias. Continuamos hoy lo mismo
que el Señor hizo en su última Cena: Él dio gracias (Cf Lc 22,19). Hoy nosotros
participamos en la acción de gracias de Cristo al Padre y, con la Cabeza de la
Iglesia, nosotros, sus miembros, también damos gracias. Tenemos el deber y el
derecho de dar gracias al Padre, dador de todo bien. Por eso, en el diálogo
previo al Prefacio, cuando se nos invita a la acción de gracias, contestamos: -Es
justo y necesario.

la misa es nuestra acción de gracias
Aquí no se trata de dar gracias a Dios “con ocasión de la Misa”, sino de
insertarnos en una realidad que es acción de gracias: damos gracias en y con
la Misa. Ésta es “el lugar” de una plena acción de gracias de Cristo y de su
Cuerpo místico. Este momento de la Eucaristía que hoy tratamos, debe traer a la
memoria de nuestra alma, tantos momentos en los que Nuestro Señor demostró
tener un corazón agradecido, momentos que fueron imitados por sus discípulos
y que son un incentivo para que nosotros también seamos agradecidos: -Padre,
te doy gracias porque me has escuchado (Jn 11,41). Jesús no tiene la menor
duda de que su Padre lo escucha. ¿Es semejante nuestra confianza…?
Cuando el Salvador constata las maravillas que Dios va a cumplir por su
intermedio (p.ej. resucitar a su amigo, Lázaro), no puede hacer otra cosa sino
darle gracias. Y esta acción de gracias tiene una fuerte dimensión de alabanza.
Cuando multiplique los panes, también pronunciará una oración de acción de
gracias (Cf Mc 8,6ss; Mt 5,37ss). En su última Cena pascual, la acción de gracias
crecerá hasta adquirir la forma de caridad en la cruz. Es la acción de gracias del
que ama hasta el fin y decide quedarse con nosotros, para que lo reconozcamos
en la fracción del Pan (Cf Lc 24,35).

Cristo: motivo principal de acción de gracias
Todo lo que sucede a los Apóstoles en orden a la salvación, es causa de que
vivan en acción de gracias. Pablo alaba la fe de los romanos (Cf Rom 1,8), lo
mismo que la gracia de Dios aceptada por los Corintios y también por su
testimonio cristiano (Cf 1 Cor 1,4). Ante el don extraordinario recibido (el don de
lenguas…), da humildes gracias a Dios (Cf Id 14,30). Al descubrir que la Muerte
nada puede contra la victoria de Cristo, la acción de gracias fluye de los labios
del Apóstol (Cf Ibid 15,57). Por el don de Cristo y por usarnos como
instrumentos aptos para el apostolado, da nuevas y renovadas gracias (Cf 2 Cor
2,14) Lo mismo por la caridad de los cristianos de Éfeso con sus hermanos en la
fe (Cf Ef 1,16). Igual actitud tiene porque los filipenses se prestaron gustosos a
servir al Evangelio (Cf Flp 1,3). También la acción de gracias brota de su alma y
de sus labios por haber sido hecho fuerte para Jesús y por haber recibido de Él
la misión, desde el ministerio sacerdotal (Cf 1 Tim 1,13).
También el Apocalipsis canta y da gracias, no por otro motivo, sino porque Dios
es Todopoderoso y porque ha querido establecer su Reino entre los hombres (Cf
Ap 11,17).
Cristo Jesús es la causa de nuestra acción de gracias, porque sabemos que Él con su Muerte y vuelta a la vida- es acción de gracias al Padre.
Pero, para no hablar sólo de Jesús y de sus primeros seguidores, hablaremos de
nosotros, los que Domingo tras Domingo celebramos la Misa. Si bien ellos son
privilegiados, lo son porque fueron fieles al Padre: se presentan como modelos
imitables, con un testimonio válido para los hombres y mujeres de todo tiempo
y lugar.

motivos cercanos de acción de gracias
¿Es distinta la fe del siglo I a la del XXI?
¿No vemos en nuestro entorno, a hombres, mujeres e Instituciones en los que la
presencia de Jesús nos mueve a testimoniar tal presencia, con gratitud de
ánimo?
¿No vive Cristo-Resucitado en cada bautizado, en cada iluminado por la luz de la
Vida?
¿No sabemos, en nuestro tiempo y en nuestras ciudades y países, que la Muerte
ha sido vencida y que ya nada puede contra Cristo-victorioso?
¿No es evidente que Jesús nos usa como instrumentos pobres pero dóciles, para
que su plan de salvación se lleve a cabo?
¿No tenemos, en la Iglesia, nuestro hogar, un cálido y hermoso lugar como hijos
y hermanos?
¿No pedimos a Dios, todos los días, que su Reino venga y… ¡el Reino viene!?
¿No son todos éstos, un motivo de profunda acción de gracias, motivo capaz de
abrir nuestros corazones, como quien abre una compuerta que está reteniendo
un caudal que pugna por salir con fuerza?
¿Y otros motivos…? La vida, la familia, el trabajo, la salud, la cultura, los
amigos?
¿ No seremos -con frecuencia- ciegos ante el paso del Señor y sordos ante su
voz?
¿No serían éstos, motivos para convertirlos en Eucaristía, en la acción de gracias
de Cristo y de su Iglesia?
Cuando en la Misa escuchemos: Demos gracias al Señor, nuestro Dios,
respondamos, con voz fuerte y el corazón puesto en cada palabra: Es justo y
necesario, porque faltaríamos a la justicia si no diéramos gracias, y porque
nuestro corazón ha sido elevado para ser sacrificado en acción de gracias.
Y esta “acción de gracias” es la Eucaristía, por la que la Iglesia agota sus
posibilidades de ofrenda agradable a Dios y de frutos buenos para los hermanos.
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