La misión es desterrar el odio - Corporación Viva la Ciudadanía

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La misión es desterrar el odio
Hoy en día, el problema del odio generador de violencia tiene
seriamente preocupada a la comunidad internacional, y la
misión que se impone como necesidad, es el destierro del odio
de todas las culturas, trabajar modelos que permitan darle
salidas diferentes a las complejas contradicciones que
acompañan a las sociedades.
Alonso Ojeda Awad
Ex Embajador de Colombia en Europa
Quedamos nuevamente petrificados con la desgarradora noticia procedente de
los EE.UU. que informaba de un ataque, con más de cincuenta muertos, en una
discoteca de Orlando (Florida) donde al aparecer los móviles fundamentales del
atacante era su homofobia. Según la academia, Homofobia es el término que se
ha destinado para describir el rechazo, miedo, repudio, prejuicio o discriminación
hacia mujeres y hombres que se reconocen a sí mismos como homosexuales.
¡Esto es inaceptable! Como avanza el odio en el corazón de los hombres, hasta
el punto de perpetuar una masacre de estas dimensiones, solo por no tolerar ni
aceptar las diferentes opciones sexuales de los hombres y las mujeres
pobladores de este denso planeta llamado Tierra.
Que está sucediendo en las estructuras mentales de estos seres tan proclives al
terror y a la muerte, donde con escalofriante sangre fría y tras un período de
preparación mental deciden armarse hasta los dientes y arremeter contra
personas pacificas e inocentes por el simple hecho de no aceptarles su
inclinación sexual en algunos casos, mientras en otros es el color de la piel o sus
preferencias religiosas e inclinaciones políticas las que los lleva a terminar como
víctimas en este holocausto.
Es necesario hacer, y con urgencia, un balance estructural acerca de esta grave
y compleja patología social que avanza a un ritmo endiablado, sumergiendo a
las culturas en los más oscuros despropósitos de cómo aumentar la violencia,
para de esta forma incrementar las guerras fratricidas y llevarnos al desastre
como planeta, nación y pueblo. La masacre vivida en los Estados Unidos no es
un hecho más de esos que ocurren cíclicamente en dicho país, es más la
consecuencia de un discurso conservador reiterado, no solo contra los
homosexuales, sino además contra los inmigrantes, la xenofobia y rechazo a las
minorías, discursos que se han ido incorporando en la cultura, generando una
intolerancia a todo lo que sea diverso a la raza de la clase hegemónica.
Del mismo modo me atrevo a decir que este discurso conservador no es
patrimonio del gran imperio del norte, también lo vemos reiterada mente en
Colombia, quienes se ponen en divergencia y franca oposición a toda idea
renovadora que emerge en el panorama social y político, como la igualdad de
género, el respeto y reconocimiento a la tendencia LGTB, reconocimiento y
reivindicación de las minorías y muy especialmente la Paz. En este último caso,
me refiero a la sistemática campaña que vienen realizando grupos de
Representantes y Senadores afiliados al partido político Centro Democrático que
acaudilla el ex presidente de la república Álvaro Uribe Vélez. Ni siquiera la doble
generosidad de los colombianos al elegirlo dos veces presidente ha logrado
atenuar el odio profundo que el ex presidente y sus seguidores profesan contra
la Paz, cuando habla de enfilar todos sus esfuerzos para derrumbar esa pálida
luz que han encendido el Presidente Juan Manuel Santos y las Farc en los
diálogos de La Habana. Pero más dolor me producen los escritos y ponencias
de escritores y periodistas de provincia, muchos amigos míos, que sin el menor
recato hacen eco estridente al ex presidente en referencia, pidiendo cada quien
con más fuerza, ir afectados por el odio y la rabia en contra de la débil y frágil
paloma de la Paz.
Como médico que he sido, estudioso por más de cincuenta años de
comportamientos patológicos, no logro entender esta tendencia de “amor” por la
muerte. Viene a mi memoria la frase dilapidaría del general Millan-Astray, en la
guerra Civil Española, cuando en la Universidad de Salamanca y frente la
presencia emblemática del profesor Unamuno, se atrevió a gritar: !viva la
muerte¡, que las generaciones de hombres y mujeres del mundo recordamos
aterrados y sorprendidos. Quienes se reclaman dirigentes políticos de la nación
no pueden, bajo ningún presupuesto, hacer invocaciones camufladas o abiertas
contra la reconciliación nacional y muchas menos a favor de la violencia y de la
muerte. Los tiempos en que desde el Congreso de la República se llamaba a
desarrollar una política de sangre y fuego contra indefensos colombianos ya
terminó hace muchos años, para bien de la sociedad colombiana. Hoy deben
cesar los llamados a la guerra y la violencia. Quienes lo hacen y persistan deben
prepararse para responder ante el inapelable Tribunal Supremo de la Historia.
Hoy en día, el problema del odio generador de violencia tiene seriamente
preocupada a la comunidad internacional, y la misión que se impone como
necesidad, es el destierro del odio de todas las culturas, trabajar modelos que
permitan darle salidas diferentes a las complejas contradicciones que
acompañan a las sociedades. En este camino cobra mucha vigencia los aportes
que a nivel de la investigación de las emociones, han logrado neurofisiólogos
como Joseph LeDoux, del Center for Neural Sciences, de la Universidad de
Nueva York y Rodolfo Llinás, nuestro científico colombiano, quien ha sido
director del departamento de Fisiología y Neurociencia de la Escuela de Medicina
de la misma Universidad. Ellos entregaron investigaciones muy serias que
retoma Daniel Goleman, en su libro “Inteligencia Emocional”, quien plantea: “en
la medida en que la vida familiar está dejando ya de ofrecer a un número cada
vez mayor de niños un fundamento seguro para la vida, la escuela está
convirtiéndose en la única institución de la comunidad en la que pueden
corregirse las carencias emocionales y sociales del niño. Con ello no quiero decir
que la escuela, por si sola, pueda sustituir a todas las demás instituciones
sociales (que, por cierto, se hallan al borde del colapso con demasiada
frecuencia). Pero dado que casi todos los niños están escolarizados (por lo
menos en teoría), la escuela constituye el lugar privilegiado en el que se pueden
impartir a los niños las lecciones fundamentales para vivir en armonía, que
difícilmente podrán recibir en otra parte”.
De este modo, el compromiso de todos es con un consciente proceso de
“ALFABETIZACIÓN EMOCIONAL” que se inicie desde el mismo seno de la
familia, se profundice en la tarea fundamental de la escuela, para que con la
ayuda de los maestros, a quienes hay que reconocerles este trabajo adicional,
reforzado a su vez por los medios de comunicación, el cine y los programas
culturales, además de la presencia constante de la comunidad, de tal forma que
se pueda ir construyendo una nueva cultura cuya misión fundamental es
desterrar el odio fratricida de los corazones de los colombianos.
Edición 500 – Semana del 24 al 30 de Junio de 2016
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