“La calidad de vida en el mundo de hoy a nivel físico, mental, social y familiar” Nuestra calidad de vida en los albores del siglo 21 está caracterizada por la rapidez; relaciones rápidas, citas rápidas, trabajos rápidos con despidos aun más rápidos, comida rápida, estupidez rápida, etc es como si una ansiedad colectiva nos mantuviera sujetos a un delirium por un estatus determinado, no siempre se acepta una caída de status con gracia y sentido del humor, casi todos vivimos alerta en el mejor de los casos o estamos aterrados ante un eventual cambio en nuestra posición, ubicación o rango social y no aceptamos fácilmente su desmejora. Adicional a esto, las enfermedades mentales tales como la bulimia o la anorexia son muestras de productos de estándares sociales y de estereotipos específicos como moda de última hora, y qué decir de las cirugías plásticas las cuales imparten patrones de lo que es bello o no, como si las belleza se pudiera homogenizar ignorando así la creatividad de Dios y peor aún, considerando irrespetuosamente errores en su prefecta creación. Todo lo anterior es solo un abreboca de las miles de variables que tributan al la paupérrima calidad de vida en nuestro mundo, y en cada una de ellas esta como común denominador la falta de conciencia espiritual, el poco conocimiento del hombre que busca conocer el exterior desconociendo de manera absoluta su interior, guiándose por lo que la vista le dice, imponiéndole ideas, pero sin capacidad de analizar, sintetizar, y luego de un cuestionamiento, innovar en su comportamiento nuevos patrones de conducta que lo desnaturalicen y lo lleven a el cambio. La calidad de vida de cada ser humano es directamente proporcional a su crecimiento espiritual, y lo que puede cambiar esta calidad de vida actual, es la mente colectiva de la sociedad en búsqueda de un desarrollo constante de su espíritu, evolucionando a conciencias elevadas en donde prime los valores humanos de integridad más que las acciones en la bolsa de valores.