Chistes y buen humor Ellos llegan sin haberse ido jueves, 22 de febrero de 2007 Envidio a los hombres. Es que la sencillez con que alcanzan los orgasmos es para sentir celos. Para ellos es una cosa de toma y dale, una faenita de 20 segundos y listo. Después no quieren que los miremos ni los toquemos. Nosotras, en cambio, tenemos que ser unas expertas en ortografía, cartografía y ergonomía: que las posturas para la estimulación de allí, que excursiones para encontrar el punto G, que nos digan cosas al oído, que si nos aman, que aguanten media hora... Todo un operativo. Lo peor es que muchas veces, a pesar del entrenamiento, de la ilustración y del empeño, terminamos blanqueadas. Incluso para algunas el orgasmo es un mito urbano. Si en estas condiciones por fin alcanzamos esa sensación placentera que aprieta todos los músculos, eleva la tensión arterial, enajena y hasta provoca desmayos, tenemos que gritar de júbilo y destapar champaña. Todo parece tener un precio. Y si bien ellos pueden lograr orgasmos incluso mirando la sota de bastos, es claro que a cambio la euforia no les dura más de cinco segundos. En nosotras, por el contrario, la escasez de esa ricura en ocasiones se premia con verdaderas maratones de hasta horas, uno detrás de otro. Así es, tanto que los señores podrían ir hasta el banco y al volver todavía estaríamos en condiciones de servirles de fiadoras, del puro frenesí. Tal vez por eso, al terminar, a nosotras nos entra el mal de San Vito, queremos arrumacos, besitos, abracitos (así en diminutivos), que nos digan que nos aman, ponerles nombres a los niños y empezar de nuevo. En realidad es un diálogo de sordos, porque ellos, en ese momento, apenas coordinan para darse vuelta, balbucear ujumm a todo y transformarse en marmotas. Ahí quedamos como para repartir cartas. Mientras, los caballeros cursan el trámite obligado de su periodo refractario, que no es otra cosa que el tiempo que tenemos que esperarlos para que levanten de nuevo la moral. Ese tiempo es variable. En algunos dura algunos minutos, en otros horas y en no pocos días y hasta meses. En ese punto no hay nada que hacer además de esperar y mirar People and Arts. Por lo anterior, a riesgo de ser despescuezada por mis amigas feministas, reitero que envidio a los hombres, porque siempre llegan, no tienen que esperar, siempre se duermen, no se neurotizan, no reclaman más y siempre quedan satisfechos. Solo cuestiono su estúpida pretensión de hacernos creer que pueden con más de tres polvos por jornada. Eso es carreta, por no decir que eso sí es un mito urbano. Hasta luego. ESTHER BALAC Especial para EL TIEMPO [email protected] http://www.humor.al-dia.info Potenciado por Joomla! Generado: 21 November, 2016, 08:27