LA ESCUELA, UN ESCENARIO PERFECTO PARA CONSTRUIR LA

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LA ESCUELA, UN ESCENARIO PERFECTO PARA CONSTRUIR LA PAZ
Por: Ma. Cristina Orozco Lugo
Secretaria de Asuntos Pedagógicos ADEC
[email protected]
Cel.3112828866
Ante la inminente y anhelada posibilidad de conquistar la paz para nuestro país, una vez se firmen
los acuerdos en La Habana, los y las colombianas debemos no sólo estar pendientes de esa firma,
sino que urge prepararnos para asumir lo que ello implica.
Tenemos claro que el gobierno nacional tendrá gran responsabilidad en el sentido de transformar
esas tradicionales prácticas excluyentes, discriminatorias e inequitativas que han mantenido vivo el
conflicto; que se debe cambiar el modelo económico, político y social que ha imperado…pero
también nosotros los y las colombianas tenemos un gran reto transformador en el escenario
político, electoral, participativo y en la convivencia.
Nosotr@s, los que William Ospina llama “la franja amarilla”, es decir la gran mayoría de habitantes
de éste hermoso y sufrido país, tenemos inmensos retos; primero, nos cabe gran parte de
responsabilidad en lo que ha pasado en ésta larga historia de violencia, por una actitud pasiva e
indiferente en muchos casos. Debemos entender, empoderarnos y vivenciar la democracia
participativa que promulgó la constitución de 1991. ¿Suena raro? Para nada, después de casi 25
años de expedida ésta nueva carta constitucional, seguimos pensando y actuando en democracia
representativa propia de la C.P. de 1886, seguimos votando como en el frente nacional: por los
mismos dos partidos tradicionales que siempre han gobernado, así se hayan cambiado el nombre y
atomizado en mil movimientos aparentemente nuevos.
Hemos crecido en medio de la violencia bipartidista, social, mafiosa, económica e intolerante, al
punto de in visibilizar y en el peor de los casos, elimina físicamente al que piensa distinto; todo ello
nos ha hecho indudablemente intolerantes ante la diferencia de pensamiento y generalmente nos
creemos dueños de verdades absolutas, que hace rato están mandadas a recoger. Hay que
reconocer que tenemos mucho por de construir.
Urge en nosotros una alta capacidad de resiliencia, entendida ésta como la habilidad de abrir o
mantener un sentido de esperanza; habilidad para recuperarse de y/o adaptarse a cambios
negativos; pero también como un sentido de éxito personal durante o después de situaciones tan
duras y difíciles. Nuestras escuelas, una vez firmado el acuerdo tendrán la presencia de mujeres y
hombres; niños, niñas y adolescentes que fueron forzad@s a convertirse en combatientes. Además,
muchos tienen lesiones físicas irreparables y/o fueron testigos de la tortura y el asesinato de sus
seres queridos, y en la mayoría de casos fueron obligados a dejar sus territorios y sus sueños.
Lo anterior nos invita a convertir las aulas y el patio de recreo de nuestras escuelas en espacios que
permitan romper lazos de violencia a través del apoyo solidario de maestr@s y compañer@s y por
ende, fortalecer la fraternidad haciendo de la institución educativa ese territorio de paz por
excelencia, donde se construya y se vivencie la emancipación y la esperanza necesarias para el
post-acuerdo.
Los maestr@s, la educación y la escuela seguiremos siendo el camino fundamental para salir de la
pobreza, pero también, la posibilidad de contribuir a desarrollar la resiliencia de nuestros
educandos. La escuela no solo se enseña a leer y a escribir o resolver pruebas, como últimamente
nos quieren hacer creer; lo más importante para la escuela es la posibilidad de que los niños, niñas
y jóvenes recuperen la autoestima y se resistan a volver a vivir cualquier tipo de violencia en sus
vidas. Esa sería la garantía de no repetición.
Desde esa perspectiva, el Proyecto Educativo Pedagógico Alternativo (PEPA) desde FECODE, a través
del CEID y su proyecto PEPA: ESCUELA CONSTRUCTORA DE PAZ, aspira a convertirse en la semilla
para la transformación social y en un escalón importante para el empoderamiento del derecho a la
paz, como un derecho fundamental que todos y todas tenemos. Por ello es tan importante valorar
todas esas Experiencias Pedagógicas Alternativas (EPAs) que se desarrollan en las Instituciones
Educativas del país, en procura de construir la paz desde nuestros corazones a partir de una
educación que forme a los ciudadanos que serán quienes orienten como dirigentes los destinos del
país o vivan como ciudadanos los futuros años de la patria. Allí en la infancia, allí en la escuela se
forjan las emociones de amor u odio hacia el país1.
Hoy más que nunca, urge que reivindiquemos y nos empoderemos como maestr@s de la
autonomía, la libertad de cátedra y la democracia escolar como los principios clave para hacer de
la escuela ese escenario donde verdaderamente se transforme la realidad vergonzante que hemos
vivido por más de 50 años y, en general en toda nuestra historia patria. No podemos seguir
creyendo, repitiendo y propagando un discurso de calidad educativa impuesto desde el MEN, que
coarta la autonomía, impone y transgrede el derecho de pensar, proponer y actuar desde los PEI y
que además desconoce la realidad que vive la escuela colombiana en cada uno de los contextos
regionales.
Pero por si fuera poco, no basta con juiciosamente asumir una cátedra de la paz impuesta, no
consensuada; aquí hay que rescatar al movimiento pedagógico colombiano cuando reclamó el
papel del maestro como profesional de la educación, trabajador de la cultura y ciudadano sujeto
de derechos; eso somos, no simples operarios a los que nos dicen desde arriba lo que debemos
hacer en las aulas, como si no tuviéramos capacidad propositiva. Los directivos docentes deben
recordar que tienen la misma connotación y no son simples gerentes o capataces, son los líderes y
lideresas del trabajo pedagógico en cada I.E. Los resultados de las pruebas externas son
importantes, pero no formamos para responder pruebas, esa no es la función ni la misión de la
escuela…formamos para la vida, para una vida digna, en paz y con derechos fundamentales
garantizados por parte del Estado.
Hacer de la escuela, el escenario perfecto para construir la paz, implica entonces reconocernos,
reivindicarnos, empoderarnos, emanciparnos a partir de la práctica dialógica en los círculos
pedagógicos, sistematizar nuestras experiencias, visibilizar nuestros logros y nuestras dificultades…
en consecuencia, tendremos unos ciudadanos distintos, una sociedad crítica y un país con las
garantías sociales, políticas, económicas y culturales que todos y todas nos merecemos.
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Educación Emocional y Postconflicto.- DÉNIX ALBERTO RODRÍGUEZ TORRES
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