I. Una época clave de la historia: 1848-1868 Javier Pérez Siller Una época clave en la historia l z El 12 de junio de 1864, en medio de muestras de algarabía y fiesta, llegaron los emperadores Maximiliano y Carlota a la ciudad de México. Las principales calles por donde pasaron engalanaron sus balcones y levantaron arcos triunfales. Uno de ellos se encontraba en la esquina de Plateros y Alcaicería. Era el arco de los Potosinos, hecho de follaje, con trofeos en las pilastras y la estatua de San Luis rey de Francia por remate. Eugène tenía casi diez años de estancia en el país y había visto cinco cambios de régimen, ¿qué actitud tendría ante ese espectáculo que pasaba frente a su casa? L Javier Pérez Siller E l contexto en ambos países El periodo que va de 1848 a 1868 es una época clave de la historia: se define el futuro del modelo de régimen —monarquista o republicano— que dividió la escena política de Occidente durante el siglo XIX. Francia transita de la Segunda República al Segundo Imperio, y de éste a la Tercera República. Mientras que en México, guardando las diferencias, sucede algo similar. Las historias de los dos países corren paralelas hacia ese proceso de maduración política y quedan unidas por la fracasada intervención francesa 1 en México. En la lucha por dar forma a esas direcciones, sus pueblos comparten, sin embargo, sensibilidades políticas comunes y 1 afirman modelos culturales semejantes. Ambas sociedades van hacia el progreso y procuran alcanzar un estadio superior de “civilización”. La revolución de 1848, “la primavera de los pueblos”, se expandió por Europa. Con ella llega a su fin la época que inició con la Restauración y el tratado de Viena, 1815 — que suprimió las conquistas de la Revolución francesa—, y se abre un periodo donde las luchas sociales y políticas buscan más igualdad y mejores condiciones de vida. Como trasfondo las revoluciones materiales: en la industria, los ferrocarriles y los bancos. Y la expansión de las potencias. En ese 48 inicia en Francia la segunda República, cuyo presidente electo fue Luis Napoleón Bonaparte. Al fin Los franceses prefieren calificarla de “Expedición”. Una época clave en la historia l de su mandato, Bonaparte exige continuar en el poder; como no lo logra da un golpe de estado, el famoso 2 de diciembre de 1852; instaura el régimen Imperial que le confiere el título de Napoleón III (calificado por Víctor Hugo como Napoleón “el pequeño”), con un régimen monárquico y hereditario; aplica una política represiva al interior —que provoca el destierro y exilio de miles de republicanos, anarquistas y comunistas—, fomenta el desarrollo económico y la modernización del país, y aplica un expansionismo —para recuperar el poder que tenía antes de la Restauración— que se tradujo en guerras de conquista o intervenciones políticas en los 2 cinco continentes. Con una economía floreciente, hacia 1865 el Imperio se torna “liberal”, más flexible frente a la presión de republicanos y socialistas, pero sucumbe ante la guerra contra los prusianos. Instaurada el 4 de septiembre de 1870, la Tercera República francesa tardará algunos años en consolidarse y durará hasta 1940. Mientras tanto, en el Nuevo Mundo la expansión viene del norte. La separación de Texas, 1836, la invasión de México por Estados Unidos, con la guerra y la pérdida de la mitad de su territorio, 1847-1848, dejó muy debilitado al gobierno centralista. La pujanza de los conservadores que veían en la monarquía y la tutela europea la única vía para gobernar el país y frenar la expansión norteamericana, ganan terreno. En 1849, éstos obtienen la mayoría en las Cámaras y conquistan el Ayuntamiento de la ciudad de México. Ya consolidados, aprovechan un 2 pronunciamiento en Guadalajara, septiembre de 1852, para exigir el cambio de gobierno y de Constitución. Así, una vez más, el general Antonio López de Santa Anna regresa al poder en abril de 1853, establece una dictadura, con un gobierno dirigido por Lucas Alamán, líder del partido conservador, y aplica una política represiva —lleva al exilio a numerosos liberales— e instaura un remedo de “monarquía” que confiere a Santa Anna el título de “Su Alteza Serenísima”. A la muerte del ilustre Alamán, la dictadura se torna militar. En respuesta, a principios de 1854, los liberales proclaman el Plan de Ayutla, al que se adhieren numerosos gobernadores, y logran derribar la dictadura en agosto de 1855. Con el triunfo de la Revolución de Ayutla se cierra un ciclo de la historia mexicana: termina el orden establecido desde la entrada del Ejército Trigarante a la ciudad de México, el 27 de septiembre de 1821; la generación que luchó por la Independencia se va; queda la vía libre para las nuevas generaciones de conservadores, ahora fervientes monarquistas, y de liberales, republicanos convencidos. Así, el periodo que se abre de 1854 a 1867, se caracteriza por una intensa lucha para enraizar un modelo social y político —inspirado en la historia francesa y norteamericana—, construir en el interior una autoridad reconocida en todo el país y conquistar en el exterior el respeto a la soberanía nacional. Este proceso tiene tres fases: la Reforma 1855 a 1857, donde se aplican leyes dirigidas a secularizar la vida social, se llama a un constituyente y termina con el establecimiento En Europa: Crimea, 1854-56; Italia, 1859; Polonia, 1866; Alemania, 1866 y España, 1869. En África: Argelia, 1857; Senegal, 1862, Obok, 1862; y el Canal de Suez, 1869. En Oriente: China 1857-1860, Saigón, 1862; Camboya, 1863; y la Conchinchina, 1867. En el Pacífico, Nueva Caledonia, 1853. Y en América: apoya financieramente a los Confederados del sur, e interviene militarmente en México, 1861-1867. L 12 Javier Pérez Siller Vista aérea del puerto de Veracruz. Desde el Virreinato, el puerto de Veracruz fue la puerta de entrada. Trescientos años mantuvo el monopolio del comercio, por lo que se construyó como ciudad amurallada. En el siglo XIX mantuvo su preponderancia y siguió siendo el lugar donde llegaban los emigrantes. de una nueva Constitución: liberal, republicana y federalista. La guerra de tres años, 1858-1861, que inicia con la reacción militar de los clericales contra la Constitución, se enfrentan dos gobiernos y termina con el triunfo de los juaristas y la separación de la Iglesia y el Estado. Y la tercera etapa, 18611867, donde conservadores y clericales favorecen la intervención francesa y la instalación del efímero Segundo Imperio contra el cual lucharán, con apoyo de los Estados Unidos, los republicanos. Este momento ter mina en drama, con el fusilamiento de Maximiliano en el Cerro de las Campanas; en algarabía, con la entrada triunfal de Juárez a la ciudad de México, el 17 de julio de 1867; en restauración, con el restablecimiento del gobierno y de las instituciones republicanas; y en reconocimiento externo a la soberanía nacional. Momento que los mexicanos de la época no dudaron en calificar de “Segunda Independencia”. La vida de Eugène Latapi en México, 1854-1868, coincide con ese torbellino cuyo vértice y vórtice se dio sin lugar a dudas en la ciudad de México, y sus alrededores, lugares donde se instaló nuestro personaje. I.-Viaje de Veracruz a México. ¿Qué podría percibir un emigrante francés que llegaba a México a fines de 1854?, ¿cómo era la vida entonces? Embarcado en el Havre, Eugène llegó a Veracruz entre la numerosa tripulación del vapor Léontine a fines de noviembre. Al acercarse a las costas del Golfo, como todos los viajeros de su época, se levantó de madrugada para ver con asombro el magnífico Pico de Orizaba, llamado por los nativos Citlaltépet, más alto que cualquiera de las montañas de su querido valle de Ossau o del famoso Mont Blanc. Pocas horas más tarde, entre el revoloteo de los pelícanos, notó la pequeña isla de Sacrificio y más adelante el sólido fuerte de San Juan de Ulúa, justo frente Una época clave en la historia 13 l a los embarcaderos de Veracruz. A lo lejos, percibió una línea recta del muro de la ciudad por encima de la orilla del agua, y visibles sobre ésta, los tejados planos de las casas, las torres y cúpulas de muchas iglesias. “Todo de piedra gris, sólo resaltaban las losas de colores españolas en los techos de las iglesias, y una o dos banderas en el puerto. No se veía ni un 3 fragmento de vegetación”. Una chalupa lo transportó al muelle y, junto a otros tripulantes desembarcó entre numerosos bultos. Caminó entre una multitud de cargadores descalzos, vestidos con pantalón blanco de manta y el dorso cubierto con un cuero de borrego, que llevaban en sus espaldas pesadas pacas de algodón y, rápida y silenciosamente, las depositaban en largas filas frente a la aduana. Todo era calma y algarabía, novedad y déjà vu por su experiencia en la Guadeloupe. La majestuosidad del puerto le impresionó. Como impresionó a su compatriota Ernest de Vigneaux, quien en su relato Viaje a México describe así la sorpresa: Veracruz se ha desarrollado poco, pero reina en ella cierto aire de opulencia que contrasta singularmente con su poca animación. Sus casas son grandes, elegantes, bien alineadas; hay algunas muy ricamente ornamentadas, balcones cubiertos de ligeras galerías cimbradas y sostenidas por graciosas columnitas, gárgolas gigantescas y curiosamente trabajadas. Sus calles son anchas y bien empedradas, generalmente flanqueadas de portales. El cuidado de su limpieza que no deja nada que desear, está sometido a esos buitres negros y zancudos llamados zopilotes […] Por las noches se posan en las cornisas de los edificios de la 3 manera más singular del mundo. Desde las ventanas de la fonda nos complacíamos todas las tardes en verlos colocarse sobre la cúspide de la catedral y en la torre del palacio del gobernador, dos viejos edificios de fisonomía morisca, situados en la plaza mayor. La plaza del muelle no es fea; sobre todo está muy animada, siendo la puerta que abre sobre el muelle la única comunicación con la rada. Este monumento, visto desde el mar, produce cierto efecto en medio de la aduana y la tesorería; parece una especie de arco triunfal, cuyo pórtico principal está flanqueado por cuatro puertas bajas, rectangulares, coronadas de escudos o bajorrelieves, y separadas por pilastras que sostienen el entablamento. Enfrente está la fonda de San Carlos o Gran Sociedad, la principal después de 4 la fonda de las Diligencias. Veracruz, fundada en la región donde Hernán Cortés desembarcó, fue el puerto que guardó el monopolio del comercio con España. Y durante la primera mitad del siglo XIX todavía concentraba cuatro quintas partes del intercambio mercantil. Por su importancia estratégica estaba rodeada por una muralla. Las defensas, como las murallas, los monumentos y la mayor parte de las casas, fueron hechas con piedra madrepórica, llamada de múcara, que existía en las cercanías. Solamente la cortina de San Fernando que se levanta frente a la ciudad para su protección, cuenta de Vigneaux, “es de piedra dura traída de España poco a poco, según se dice, en la época de la construcción del fuerte, por los barcos de comercio, a los cuales imponía el 5 gobierno este gravamen a título de lastre”. El fuerte de San Juan de Ulúa, completa la E. Burnet Tylor, “Anáhuac o México y los mexicanos, antiguos y modernos”, en Cien viajeros en Veracruz. Crónicas y relatos, T.VI, 1856-1874, Veracruz, Gobierno del Estado de Veracruz, 1992, p. 13. 4 E. de Vigneaux, “Viaje a México”, en Cien viajeros en Veracruz. Crónicas y relatos, T.V, 1836-1854, Veracruz, Gobierno del Estado de Veracruz, 1992, p.319-322. 5 E. de Vigneaux, Op. cit., p. 232. L 14 Javier Pérez Siller Una de las primeras vistas aéreas de la ciudad de México, tomada desde un globo en 1855. Dibujo editado en el taller del famoso litógrafo Joseph Decaen. La ciudad contaba apenas con 200 000 habitantes, se dividía en cuarteles y el clima político era muy activo; los liberales iniciaban la discusión para crear las leyes de Reforma. vigilancia y es la llave del puerto, como éste fue la llave de todo el país. Su población, numerosa a fines del siglo XVIII, se había reducido a la mitad, “menos de 6 diez mil almas”. Radicaban muchos comerciantes extranjeros, en su mayoría españoles, franceses e ingleses, numerosos corredores de bolsa, propietarios, y algunos hacendados o dueños de fábricas de textiles. Si bien era necesario arreglar sus asuntos en el puerto, el clima tropical invitaba a los extranjeros y gente adinerada a radicar una temporada del año en ciudades cercanas. Por su contacto con el exterior, los veracruzanos tenían el privilegio de enterarse de las noticias y adelantos antes que el resto del país. Muchos de ellos se inclinaban por el liberalismo y mantuvieron una participación activa y determinante en la política nacional: Santa Anna, Lerdo de Tejada y Payno fueron algunos ejemplos. Como todos los turistas, Eugène se dirigió a la Casa de las Diligencias para pasar la noche. Era “un verdadero palacio”, con un patio en medio rodeado por un andén con columnas de mármol. Desde ahí partían los carruajes 6 Según Juan N. Almonte en 1852, Veracruz tenía 8 228 habitantes, mientras que Antonio García Cubas, la calcula en 9 647 para 1856. Ver: INEGI, Estadísticas históricas de México, México, inah, 1986, T.1, p. 31. Una época clave en la historia 15 l hacia la ciudad de México. “Sus aposentos, están bien pavimentados y muy altos — comenta de Vigneaux—, viéndose en todo una limpieza admirable”. Este viajero, aristócrata bordelés, había sido secretario del famoso y desgraciado conde Gastón Rousset de Boulbon, quien al frente de doscientos mercenarios intentó varias veces apoderarse de Guaymas y proclamar la República de Sonora, pero fue derrotado y fusilado, ese mismo año de 1854, por el general José María Yánez. Una historia más de filibusteros e invasores que seguramente se comentaba con lujo de detalles en ese tiempo entre los numerosos turistas del hotel. Durante la espera, Eugène aprovechó para ver los más notables edificios del puerto: la aduana, la comisaría, la tesorería, el teatro, el mercado y el muelle. Y se enteró de que contaba con una línea de telégrafo, instalada en 1851, que lo podía comunicar a México, así como de un pequeño tramo de ferrocarril de veinte kilómetros. Por la noche se sorprendió con la iluminación de gas que le permitió admirar algunas iglesias maltratadas, constatar el estado desastroso de los conventos —el dominico, el franciscano, el agustino y el mercedario— y ver con sorpresa la solidez de varios hospitales, como el del ex convento de Belem, convertido en uno de los mejores lazaretos del país. Desde los años 1830, dos médicos franceses, Chavert y Castagné, habían sido encargados por Santa Anna de estudiar y combatir el vómito negro y la fiebre amarilla que, en la estación cálida, diezmaban la 7 población cada año. Esta circunstancia y las continuas guerras que asolaban al puerto, 7 fueron el origen de la crisis demográfica, y hacía que los miembros de la clase adinerada pasaran una temporada en ciudades más clementes como Jalapa, Orizaba o Córdoba. Y aunque la plaga era más peligrosa de junio a octubre, cuando Veracr uz merecía el sobrenombre de ciudad de los muertos, no era muy recomendable para los extranjeros detenerse mucho tiempo en ese lugar. Las diligencias salían todos los días hacia México, excepto los domingos. Los viajeros debían pagar 35 pesos con 4 reales por un asiento que les servía de refugio durante los tres días y medio que duraba el trayecto. A las cuatro de la tarde, movida por ocho caballos, la diligencia salía de Veracruz, y sin detenerse en ninguna parte más que para cambiar monturas, llegaba a Jalapa al día siguiente, a las siete de la mañana. Allí almorzaban los viajeros, y a las diez continuaban el viaje rumbo a Perote, donde llegaban entre las cinco o seis de la tarde para pernoctar. Al día siguiente, a las cuatro de la mañana, continuaba la diligencia a Puebla, para llegar a las cuatro de la tarde, no sin antes haber almorzado en el pueblo de Nopalucan. En Puebla se dormía, y el día siguiente a las cuatro de la mañana partían nuevamente para almorzar en Río Frío a las diez y media, y llegar a las cuatro de la tarde a la ciudad de México. Los viajeros aprovechaban el trayecto para recibir noticias sobre los lugares por donde pasaban. Se enteraban que, por la exuberante vegetación favorecida por su clima, Jalapa era calificada de “pedazo de cielo bajado a la tierra”. Un turista inglés decía que ahí “la naturaleza, madre de todos los arquitectos, ha concebido todos sus modelos de árboles más Sobre estos médicos ver J.Ch. Demard, Une colonie française au Mexique, 1833-1926. Río Nautla. Etapes d’une intégration, Langres, Dominique Guéniot, éditeur, 2000. L 16 Javier Pérez Siller En el Zócalo de la ciudad de México están representados todos los poderes: religioso, en la catedral y el arzobispado; político, en el palacio nacional y el del ayuntamiento; económico en los establecimientos comerciales instalados en los portales de las flores, diputación, mercaderes y las calles aledañas; y popular, con la masiva presencia de personajes representativos de la diversidad étnica y cultural del país. 8 exquisitos”. Al pasar por Perote admiraron la montaña de pórfido basáltico, de más de 4 mil metros, coronada con una roca cortada por la naturaleza en forma de cofre. Y visitaron el castillo; un basto paralelogramo flanqueado por cuatro bastiones y ceñido por un foso, situado en medio de una llanura. En su capilla se guardaban las cenizas del emperador José de Iturbide, fusilado el 19 de julio de 1824, a 9 su regreso del exilio. La impresión fue más honda al llegar a Puebla: ciudad que disputa el segundo puesto con Guadalajara. Al llegar, los pasajeros ven numerosas cúpulas o campanarios de iglesias y conventos que dominan majestuosamente las azoteas. Sus calles son anchas, rectas, limpias, cuidadosamente empedradas con guijarros redondos, dispuestos simétricamente y flanqueadas de buenas aceras. Las casas son altas y bien construidas; muchas fachadas, así como habitaciones particulares, y monumentos públicos o religiosos, están adornadas con azulejos. Ciudad industriosa, en ella se fabrican objetos de barro, de cristal, de cerámica, así como jabón y, sobre todo, textiles: hilos, telas, mantas y estampados confeccionados con máquinas movidas por la 10 fuerza hidráulica, las más modernas del país. Su población era de setenta mil 11 habitantes. Existían numerosas órdenes religiosas, archicofradías y cofradías como la de artesanos, orfebres y sastres, y una nutrida clase acomodada, formada por activos comerciantes, hacendados, clérigos y militares, muchos de ellos muy cultos, ya que, desde la colonia, se caracterizó por sus excelentes centros de educación. Por sus tendencias políticas, las familias ricas se parecían a las de los países europeos: católicas, de ideas avanzadas, algunos militaban por las ideas conservadoras, otros por las liberales, incluso pertenecían al clero o tenían algunos hijos en el ejército o en el convento. La fama de Esteban de Antuñano era conocida por todos los extranjeros. Nativo de Veracruz, hijo de un comerciante español, estableció en Puebla una tienda de telas, fundó la fábrica más moderna de México: La Constancia, y el primer banco de Avío para financiar a la industria. Tenía varias haciendas y, no obstante 8 R. A. Wilson, “México y su religión, con incidentes del viaje por ese país durante parte de los años 18511854”, en Cien viajeros en Veracruz. Crónicas y relatos, T.V, 1836-1854, Veracruz, Gobierno del Estado de Veracruz, 1992, p. p.300. 9 E. Vigneaux, Op. cit., p. 314. 10 E. de Vigneaux, Op. cit., p. 312. 11 INEGI, Op. cit., p. 30. Una época clave en la historia 17 l sus relaciones con el líder conservador Lucas Alamán, con quien compartió su celo por crear una industria, se inclinó por el 12 liberalismo. Sin embargo, numerosas fueron en Puebla las familias acomodadas que apoyaron a la Iglesia y que le heredaron cuantiosas fortunas. Por ello a la ciudad se le 13 calificaba de “la Roma mexicana”. Corrían proverbiales las historias de asaltos a las diligencias al pasar por Río Frío. Los extranjeros eran bajados a punta de pistola, los curas y mujeres maltratados; saqueadas sus pertenencias y, en algunas ocasiones, hasta despojados de sus vestiduras. Si al bandido le gustaban las botas, exigía que se las entregaran. Cuentan que mientras estaban desvalijando los baúles de una diligencia, un artista francés se puso a dibujar a los miembros de la banda. Advertido, el cabecilla le arrancó los dibujos y al verlos, en lugar de reprenderlo, le pregunto con buenos modales cuánto le costaría uno de tamaño entero... la respuesta fue: dejar pasar la diligencia sin pérdidas. Negocio concluido, todos partieron alegres. La ciudad de los Palacios Los viajeros y escritores de la época describen la entrada a la ciudad de México de manera apoteótica. Dejemos que uno de ellos, el arqueólogo y fotógrafo francés, Désiré de Charnay, nos guíe a su llegada en 1857: Al abandonar Río Frío, pasaje culminante de la cadena que separa Puebla de México, el viajero no ve sin aprehensión la diligencia lanzarse a triple galope por la terrible pendiente que lleva a la gran meseta del 12 Anáhuac. En medio de terribles sacudidas, lanzados de atrás hacia adelante y de adelante hacia atrás, los desdichados pasajeros atraviesan estos peligrosos desfiladeros gracias a prodigios de equilibrio, á la protección muy especial de la Providencia y terminan deshechos, molidos, listos para entregar el alma. Pero el primer claro entre los pinos indemniza ampliamente al turista de los sufrimientos pasados. Desde ahí, los ojos dominan todo el valle y éste es, les aseguro, un magnífico espectáculo. A la izquierda en segundo plano, por encima de los pinos de la montaña, el Iztlaccíhuatl deslumbra con el resplandor de su reverberación; el pico se haya por lo menos a cuatro leguas y sin embargo, parece, gracias á la pureza de la atmósfera, que podría tocarse con la mano. Más lejos, en el mismo lado el Popocatepetl, la cima más alta de México […] Más abajo se ve Chalco, contemplándose bajo el sol en las aguas de su laguna; á nuestros pies, Córdoba, Buena Vista y Ayotla. El Peñón, la gran calzada que separa la laguna de Ayotla del lago de Texcoco. En fin, después la reina de las colonias españolas: la ciudad de México, cuyas murallas brillan al sol y cuyas cúpulas centellean. Arriba, la mirada se pierde en los ribazos donde se extienden San Agustín, San Ángel y Tacubaya; un poco á la derecha, el velo de Nuestra Señora de Guadalupe se desprende del fondo negro de la montaña y, atravesando el lago, la sombra de la gran Texcoco nos arranca la última mirada. Por todos lados hay pueblos, villas, lagunas; un panorama espléndido, un reflejo increíble, una riqueza de líneas inaudita. Sobre todo, un sol brillante desparrama profundos tintes que harían desesperar a un pintor. En una palabra, se trata de una avalancha de colores que deslumbran los ojos y alegran el alma; agreguen á esto que estamos por 14 llegar. J. Bazant, Los bienes de la Iglesia en México. 1856-1875, México, Col-Mex, 1971, p.47. Según J. Bazant, en Puebla la Iglesia poseía la mitad de todos los bienes raíces. Op. cit., p. 50. 14 D. de Charney, Ciudades y ruinas americanas, México, CONCACULTA, 1994, p.50-51. 13 L 18 Javier Pérez Siller Fatigados por tres días de ruta, los viajeros llegan por detrás del zócalo de la ciudad, dan vuelta frente a palacio, cruzan el atrio de la catedral hacia el poniente y el carruaje se interna por la calle de Plateros (hoy Madero), para dar otra vuelta al sur en Coliseo (Isabel la Católica) y depositar a los pasajeros en el majestuoso Hotel Iturbide, propiedad de Manuel Escandón, promotor de la compañía de las Diligencias Generales. La carroza se interna en la casa de las Diligencias (16 de Septiembre y Gante), a un costado de la inmensa propiedad del convento de San Francisco. En ese año, la ciudad tenía 200 000 habitantes en el casco viejo, 250 000 con todos 15 los alrededores. Un Manual de viajero de 1857 nos dice que “se divide en 8 cuarteles mayores, 32 menores, 245 manzanas, 304 calles, 140 callejones, 12 puentes, 90 plazas y plazuelas, 12 barrios y cuenta con 4 100 casas 16 de piedra”. A principios de los años 1850 se hicieron muchos trabajos: se introdujo el agua entubada a lo largo del acueducto de San Cosme; se reconstruyeron los mercados de Iturbide y de Villamil; se inauguró el de Santa Catarina. También se embelleció el Palacio Nacional con balcones de bronce, en sustitución de los de hierro. En fin, a pesar de que ya había muerto su iniciador, el señor de la Granja, en 1854 la red de telégrafos ya conectaba la capital con Guanajuato, Querétaro, Celaya e Irapuato e iniciaba la conexión con Morelia. Calle de Roldan. En el siglo XIX la ciudad de México seguía siendo lacustre. Existían numerosos canales por donde transitaban canoas que traían las mercancías hasta el centro. Algunas convertidas en puestos de verduras y flores traídas desde Xochimilco o Texcoco. Uno de esos canales, bautizado acequia real (hoy calle 20 de Nov.) se adentraba en la ciudad y terminaba 20 metros antes del zócalo. México se ganó el calificativo de Ciudad de los Palacios por los numerosos y ostentosos edificios civiles y religiosos que se encuentran en su casco principal. Entre ellos destacan numerosas iglesias, conventos, seminarios, escuelas, etc. Muchos construidos durante los siglos XVI, XVII y XVIII, y pertenecientes a órdenes religiosas que se establecieron durante el virreinato. Entre ellas destacan la de los Franciscanos (1524), los Dominicos (1526), los Agustinos (1579), los Dieguinos (1579), los Carmelitas (1585), los Mercenarios (1593) y la Compañía de Jesús que, expulsada varias veces, fue restablecida por Santa Anna el 19 de septiembre de 1853, un año antes de la llegada de Eugène. También había numerosas congregaciones como la de San Vicente de Paul, establecida en 1844 y la de San Felipe 15 En 1852, Juan N. Almonte la calcula en 170 000, para 1856, Miguel Lerdo de Tejada da la cifra de 185 000, Mientras que Antonio García Cubas la pone en 200 000, para 1857 y 1862. En 1869, da una cifra de 230 000. Ver: INEGI, Op. Cit., T.1, p. 24. 16 Marcos Arróniz, Manual del viajero en México, París, Librería Rosa y Bouret, 1858, edición facsimilar, México, Instituto Mora, 1991, pp. 40-41 Una época clave en la historia 19 l Neri (1697). Además de veintidós conventos de religiosas, entre ellos los de las clarisas, de Santa Isabel, de Corpus Christi, de San Juan de la Penitencia, de Santa Catalina, las Hermanas de la Caridad, entre otros. Así, del mismo modo que las órdenes religiosas competían en la riqueza y monumentalidad de sus templos, conventos, colegios y monasterios, los prósperos mineros, los comerciantes ricos y los nobles de la incipiente aristocracia criolla o mestiza hacían lo mismo con sus mansiones y palacios. La traza urbana era también digna de una gran metrópoli que desafiaba su realidad lacustre. El manual citado describe: El aspecto que presenta la ciudad es hermoso […] Sus calles tan rectas que se descubren en muchas de ellas allá muy lejos los árboles del campo y las montañas del anchuroso valle; á los lados del transeúnte casas hermosas de arquitectura sólida y pintadas de colores muy claros, que por órdenes gubernativas tienen obligación sus dueños de renovar á menudo. Describe además algunos personajes que poblaban las calles, plazas y plazuelas: Las elegantes señoritas mejicanas que por la mañana salen á cumplir con sus devociones á los templos, y cuyo breve pié se mueve con gracia; y muchas van volviendo á renovar el uso de la graciosa mantilla que les da al mismo tiempo un aspecto grave y recogido. Los grupos de indios vendedores con sus trajes de lana azul; los aguadores con el suyo propio original; los rancheros con arreos de campo y sus caballos que lucen la montura mejicana que tiene alguna semejanza con la árabe; todo contribuye a dar un aspecto de grata novedad. 17 Y se detiene en una de las más lujosas calles del centro: En la calle de Plateros se hallan los cajones o tiendas de objetos de más lujo y de las últimas modas francesas, ostentándose en hermosos aparadores de cristales para tentar el apetito de las elegantes damas. Allí también lucen su habilidad en escogidas muestras las hábiles modistas francesas en tiendas notables por el buen gusto. Las peluquerías despliegan en la misma calle sus pomos abrillantados de esencias y pomadas y todas las curiosidades propias del tocador, y también pertenecen a franceses. A cada rato cruzan por allí elegantes y estrepitosos carruajes en que graciosamente reclinadas muestran sus encantos nuestras bellas paisanas, pero se pierden rápidamente como las ilusiones desvanecidas, de esperanza y amor; en México es tan necesario un coche a la aristocracia como en 17 Venecia una góndola. El trazo de la calle de Plateros, que continúa con el nombre de San Francisco (actual Madero), la hace atravesar la ciudad en línea recta de oriente a poniente; fue el eje que unía el Palacio Nacional con la Alameda y, para 1864, con el Castillo de Chapultepec, residencia imperial. Esa calle fue al mismo tiempo centro urbano del poder, símbolo de la opulencia económica y de modernidad cultural. En ella Eugène instaló sus estudios de fotografía durante varios años. Al inicio de la calle se encuentra el famoso Palacio de Romero de Terreros, conocido como Monte de Piedad. Frente a su estudio también se encontraba el Hospital del Espíritu Santo y, a un costado, sobre la calle del mismo nombre (hoy Isabel la Católica), la iglesia del Marcos Arróniz, Manual del viajero en México, París, Librería Rosa y Bouret, 1858, pp. 40-41 L 20 Javier Pérez Siller Mercado de Iturbide. La vida del México profundo se agita en los mercados. Desde su llegada al poder en 1853, Santa Anna inició un programa de obras públicas que incluyó la pavimentación de calles, renovación y creación de mercados. Eugène debió haber visitado alguno de ellos, como este de Iturbide, y admirado la variedad de productos que ahí se exponían a la venta. Espíritu Santo. Ambas fueron fundadas por los Hermanos Hospitalarios, o de San Hipólito. Orden que fue suprimida en 1820. Entonces, el edifico se destinó a una escuela primaria, bajo la dirección de Luis Octaviano Chousel, y luego la ocupó la excelente imprenta 18 de Vicente García Torres. En 1853, por decreto del 6 de julio, el general Santa Anna confiscó esa propiedad y la entregó a los padres de la misión de San Vicente de Paul, de origen galo. Por un tiempo, la iglesia se convirtió en centro de oración para muchos inmigrantes franceses. A un costado, en la esquina con Espíritu Santo (actual Isabel la Católica) se encuentra el Palacio de los Condes de Miravalle. A principios de los años 1840, en esa casa se instaló el Ateneo Literario, asociación fundada por don Ángel Calderón de la Barca, primer ministro plenipotenciario de España después de la Independencia. Su esposa, Fany, animaba las reuniones a las que asistían Juan N. Almonte, Andrés Quintana Roo, y muchos otros. Fany Calderón de la Barca fue cronistas 19 de esa época. Entre los mercados y tianguis que los extranjeros visitaban, destaca el de El Volador, renovado en 1853. Todos asistían para comprar víveres, conocer las frutas coloridas, las extrañas verduras, los insectos comestibles, la variedad de flores y frutas. Pero iban sobre todo para admirar el gigantesco mástil de más de 25 metros de altura, en el que se subían cinco indígenas, ricamente ataviados, para alcanzar una diminuta cruz, clavada en su punta, acomodarse en cada extremo y saltar al vacío, al ritmo de la flauta y un tambor, amarrados de una cuerda que se desenredaba y los depositaba boca abajo en el suelo, sin desnucarse. Como hombre letrado, Eugène no se privó de conocer las escuelas y colegios que había en la ciudad. Visitó el colegio de San Ildefonso, el de San Juan de Letrán, admiró el de Minería, la famosa casa de los Mascarones o de Nilpantongo, así como la Escuela de Medicina, en Santo Domingo, y la Academia Nacional de San Carlos donde se realizaban exposiciones anuales de pintura, escultura y grabado. Como fotógrafo y pintor, Eugène apreció el trabajo que Pelegrín Clavé y el maestro de grabado Jaime Baygally realizaban en la Academia. Seguramente vio algunas de sus obras en la Séptima Muestra, inaugurada en enero de 1855, donde se presentaron, por 18 Algunas viñetas y tipos que utilizamos en este libro fueron copiados del catálogo que usó García Torres en esa época. 19 La Marquesa Calderón de la Barca (Frances Erskine Inglis) mantuvo una correspondencia muy nutrida con su familia, de la que editó un libro: Life in Mexico, del que se han inspirado muchos autores. Una época clave en la historia 21 l segunda vez, los trabajos de grabado: una novedad en México. En ella había muchas obras de artistas franceses, entre los grabados en dulce, “La educación maternal”, de De la Roche, artista de l’École des Beaux Arts de París que presentó, además, grabados en lámina donde están “simbolizadas, dice un crítico en un artículo periodístico aparecido en enero de 1855, las diferentes épocas del arte: la griega, la romana, la gótica y la del renacimiento; y los hermosos grupos de personajes históricos”. Entre los paisajes destacó “El brillante golfo de Nápoles”, del artista francés M. Lapite, así como un cuadro de doña Paz Cervantes que es una vista del Molino de Flores, hermosa posesión de su 20 familia que se encuentra cerca de Texcoco. Tampoco debía desconocer el Museo Nacional, ubicado en el primer piso de la Universidad, a un lado de Palacio. Desde 1854 los objetos que se presentaban —de historia natural y antigua: cuadros de figuras jeroglíficas sobre la emigración de los aztecas; manuscritos en papel de maguey; armas, utensilios, objetos para el culto, ídolos, joyas, adornos, etc.- habían sido remodelados por el conservador José Fernando Ramírez, quien les dio un “verdadero y científico arreglo”. El corazón de la metrópoli Imaginemos un recorrido de Eugène hacia las oficinas de correos para enviar una carta a su padre Jacques. Acostumbrado al ruido de los caballos, del rodar de los coches y del crujido de los carros, del caminar de los paseantes y curiosos que transitan numerosos por la calle de Plateros en dirección a Palacio o a la 20 Alameda, en el zócalo lo invaden los ruidos de los vendedores ambulantes que gritan a todo pulmón y con timbre destemplado, sus mercaderías y los frutos de todas las estaciones. Desde el alba hasta el anochecer en ese lugar se oye el estruendo de mil voces discordantes de personajes vestidos con trajes tradicionales y multicolores que los distinguen unos de otros. Temprano se escucha a los carboneros: Carbosiú (carbón, señor), a las indias que vienen de los establos, mantequía... mantequía de a rial y dia medio...; los carniceros, ¡Cecina buena! ¡Hay sebooooooooo!!! A las indias que intercambian, Tejocotes por venas de chile!!... tequezquite por pan durooo!!! Al pasar por la puerta de catedral un pordiosero con voz mortificante grita blasfemias, mientras un ciego parafrasea una canción por un pedazo de pan. En las esquinas de catedral, señoras gordas de reboso ofrecen: ¿Gordiiitas de horno calieeentes,? Y a un lado se encuentran los poblanos que traen sus manufacturas, Petates de la Pueeeebla!.... jabón de la Pueeeeeebla!, mientras que los indios de Xochimilco les compiten: Petates de cinco vaaaras! Petates de a media y tlaco! Al doblar la calle de Seminario le sorprende una india que le rasga los oídos cuando anuncia: Melcuiiiii! (melcocha), y el quesero que con la fuerza de su gaznate publica: Requesooon y melado buenooo!... requesón y queso frescooo! Casi por alcanzar el Palacio, el meloso clamoreo del dulcero, que según su nomenclatura particular ofrece a dos palaquetaaas!... a dos condumiooos... caramelos de espelma... bocadillo de coco... Y, en la calle de Moneda, al llegar a las oficinas de correos, entonces administrada por Guillermo Prieto, se topa con la trémula y aguardentosa El Universal, México, enero de 1855, en I. Rodríguez Prampolini, La crítica de arte en México en el siglo México, UNAM, 1997, T.1, pp. 378-410. L 22 Javier Pérez Siller XIX, voz de un portador de fortuna que le ofrece hasta por medio real el último billete que me ha quedado para esta tarde... La ciudad con sus ruidos, la ciudad con sus olores, la ciudad con sus colores, la ciudad con sus personajes o tipos mexicanos que fueron verdaderas atracciones para los visitantes. Entre ellos tenemos: el aguador, el charro, el indio, el jaulero, el panadero, la frutera, el cargador, el pollero, el aguador, el velero; los diferentes vendedores: de petates, cabeza de horno, fruta, comida, carbón; así como los policías, el sereno, la china, el ranchero y los vendedores de café que se establecen en los arcos del portal de las Flores o de Diputación. Sin faltar las numerosas religiosas que pasan con hábitos y cofias distintivas de cada orden, así como los párrocos, curas, frailes, seminaristas y monaguillos vestidos impecables. Durante el siglo XIX, las imágenes de estos personajes fueron reproducidas en figurillas de barro para los turistas, así como en grabados y en litografías. Ya en 1860 algunos fotógrafos las retomaron a profusión 21 en las novedosas cartas de visita. Esa heterogeneidad de personajes, a la que se agrega la variedad de etnias indígenas que existían en esa época y pululaban en la metrópoli, fue vista por algunos viajeros y literatos de la época de manera más estructurada. Es el caso del viajero y novelista francés Lucien Biart, quien señala: El ojo menos avezado habría distinguido, entre los transeúntes, las tres clases en que tan marcadamente se divide la nación mexicana: las gentes decentes, Para ningún extranjero pasaba desapercibida la composición multiétnica de la sociedad mexicana. Algunos artistas la expresaron en dibujos y figurillas de barro donde representaban los tipos y trajes más llamativos que calificaron de “mexicanos”. Desde fines de los años 1850 los fotógrafos también los incluyeron en sus temas. Destacan las tarjetas de visita realizadas por Antioco Cruces y Luis Campa. vestidas á la francesa, bastón en mano, calzados y enguantados como lechuguinos parisienses; los artesanos, de chaqueta, sombreros de anchas alas y envueltos en mantas de abigarrado aspecto, y, finalmente, los indios y los mestizos, en calzones, sin camisa ni zapatos, envueltos en jirones de tela 22 horriblemente sucios. Por los mismos años 1850 otro observador, de origen vasco español, Niceto de Zamacois, también articuló la sociedad en grupos o clases según su trabajo y los comparó con los españoles, lo cual resulta ilustrativo: Los indios: corresponden a lo que en España son los leñadores, carboneros, pastores y peones ínfimos en labranza. Son gente tosca y sin instrucción [...] los léperos: 21 Al respecto ver: ¡Las once y serenooo! Tipos mexicanos. siglo XIX, México, FCE, 1994. Lucien Biart, La tierra templada. Escenas de la vida mexicana, 1846-1855, citado por J.E. Covarrubias, Visión extranjera de México, 1840-1867, México, UNAM/MORA, 1998, p.134. 22 Una época clave en la historia 23 l equivalen á los gitanos de otros países [...] la clase artesana: á la altura de la correspondiente europea en cuanto á su ilustración. Clase de los rancheros o labradores: gente robusta, honrada, digna y patriota. La alta o “fina”: sociedad muy educada, excelente en su 23 trato”. La heterogeneidad de la sociedad a la que llegó Eugène era tan amplia, que podemos preguntarnos sobre el medio social en el que se insertó. Y al conocer su origen, su cultura y su idioma, inferir que, al menos en los primeros meses, se relacionó con sus compatriotas, miembros de lo que entonces se denominó “la colonia francesa”. II. El paisaje de franceses en México Aunque gozaba de gran prestigio y algunos de sus miembros habían logrado colocarse en sitios estratégicos, la “colonia francesa” nunca fue numerosa. A fines del Virreinato contaba tan sólo con 800 miembros, pero ya para 1830 su número se había multiplicado y alcanzaba los 6 mil; llegó entonces a ser la primera minoría extranjera del país; los españoles habían sido excluidos de la administración 23 pública, perseguidos y expulsados, por su complicidad con los intentos de España por 24 recuperar su antigua colonia. En el decenio siguiente las cosas cambiaron: la famosa “Guerra de los pasteles” 1838-1839 y las expulsiones de que fueron objeto, provocaron la disminución de galos. Un Registre de la population française levantado por la Legación en 1849 indica que residían en la 25 república 1775 jefes de familia. Desde entonces hasta 1860 su número se estabilizó en 3 mil individuos. Esas cifras son, sin embargo, conservadoras; sólo incluyen a los que fueron reconocidos oficialmente, ya sea porque se inscribieron en la legación —para obtener protección de las autoridades francesas— o tramitaron su carta de seguridad en las oficinas mexicanas, y dista mucho de cubrir la totalidad de galos que radicaba en el país y que se puede calcular en el doble o triple: 26 de seis a ocho mil miembros. No obstante, en 1855, el ministro de Francia en México avanzó la cifra de 12 mil a 15 mil, que resulta 27 exagerada. En todo caso, después de la española, la “colonia francesa” era la minoría 28 extranjera más numerosa. N. De Zamacois, Historia de México, citado por J.E. Covarrubias, Op. cit., p. 149. En la década de 1820 el gobierno español, unido a la Santa Alianza, trató de recuperar las colonias y no reconoció la independencia hasta 1836. Ese clima provocó una reacción en los gobiernos nacionales que primero limitaron a los españoles el derecho a trabajar en puestos públicos, confiscaron sus bienes y terminaron por emitir los decretos de expulsión. 25 J. Pérez Siller (Ed.), Registre des Français au Mexique au 31 avril 1849, Puebla, ICSyH, 2003. 26 En un informe al ministro francés de Relaciones exteriores, el embajador en México, André Levasseur, indica que la cifra de 1737 franceses registrados en la legación en 1849 “no es, a mi parecer, ni la mitad del número de nuestros nacionales que habitan el país”. Ver la introducción al Registre des Français au Mexique au 31 avril 1849, Puebla, ICSyH, 2003, p. 15. 27 J. Covo, “Un grand jounaliste français au Mexique au XIXE siècle: René Masson et Le Trait d’Union”, en Caravelle, Cahiers du Monde Hispanique et Luso-brésilien, Toulouse, Université de Toulouse-le-Mirail, No. 78, 2002, p. 109. 28 Según algunas fuentes en 1855 vivían en el país: 5 141 españoles, 2 048 franceses, 615 ingleses, 581 alemanes, 444 norteamericanos y otros sin definir. Lo que nos da una idea de su importancia entre los inmigrantes de otras nacionalidades. 24 L 24 Javier Pérez Siller La actividad comercial de la ciudad se concentraba en el zócalo y sus calles aledañas. Desde 1830, algunos franceses establecieron en los portales sus cajones de ropa que, en los años 1850, se transformaron en tiendas. A ellos acudía lo más granado de la sociedad. Con base en el Registre... citado se puede hacer una radiografía socio-geográfica de los miembros de la colonia francesa, unos años antes de la llegada de Eugène a México, que comprende: origen, profesión, estado civil, número de hijos y lugar de residencia. En cuanto al origen, esa fuente indica que si llegan provenientes de todo el hexágono, la mayoría es nativa de tres polos: la Haute Saône y la Côte d’Or, 5%; París y sus regiones aledañas, 12%; y la región del sudoeste que comprende los Pirineos Atlánticos, los Altos Pirineos y la 29 Gironde, 29%. Es a este último grupo al que pertenece Eugène, lo que lo hace “representante” de la minoría gala más importante en el México de mediados del siglo XIX. Otro dato significativo es la distribución de sus compatriotas en el territorio mexicano. De acuerdo con el Registre... se asentaron principalmente en los puertos —Veracruz, 18%; Tampico, 8%; Mazatlán, 4%—, en la ciudades mineras —Zacatecas, 4%; Guanajuato, 2%; Chihuahua, 1%—, comerciales o fabriles —Puebla, 4%; Guadalajara, 4%; San Luis Potosí, 1%. Y, además de los colonos que fundaron Jicaltepec, 8%, al norte de Veracruz, un buen número decidió vivir en la metrópoli mexicana, donde se concentró más de un 30 tercio, 36%. En este sentido Eugène también sigue la gran tendencia. Los móviles de la inmigración de franceses hacia México son muy variados y responden a motivos demográficos, económicos, culturales, de coyuntura política, familiares y de relaciones. Es cierto que el siglo XIX se caracteriza por un formidable flujo de hombres, mercancías, capitales y modelos europeos hacia el Nuevo Mundo que se aceleró con las revoluciones de 1848 y los efectos de la industrialización. Para los franceses otro factor importante fue la represión que siguió al golpe de estado de Louis Napoleón, 1851, que significó expulsión y exilio para numerosos liberales, republicanos y socialistas. También los sueños de abandonar la pobreza individual o colectiva, para encontrar una tierra nueva donde “construir un futuro mejor” fue un elemento movilizador. ¡Venid y multiplicaos! La inmigración fue favorecida por una política muy ventajosa. Al igual que los demás gobiernos del Nuevo Mundo, en México se veía la inmigración como un medio para poblar el territorio, explotar sus riquezas y elevar la cultura de los indígenas, considerados 29 Los famosos Barcelonnettes, que para fines del porfiriato fueron la minoría más importante, en esta primera mitad del siglo XIX no llegan ni a 3%. 30 Ibid, p14. Una época clave en la historia 25 l como un obstáculo para el progreso y la civilización. Inspirados en esas ideas, los gobernantes diseñaron una política de “colonización” muy liberal que se fue restringiendo con los traumas vividos por la separación de Texas, 1836, y la guerra con Estados Unidos, 1847-48. Lucas Alamán sacó las lecciones de la historia y propuso que los colonos que desearan vivir en México no podían aspirar a la propiedad, ni instalarse cerca de las costas y fronteras, y añadió el requisito de “que profesen la religión católica, que tengan un oficio útil y que contribuyan a 31 mejorar la población”. La Ley General de Colonización, decretada el 16 de febrero de 1854 por el gobierno del general Antonio López de Santa Anna integró esas orientaciones. En ella se ofrecían ayudas a los grupos de colonos que desearan instalarse en el país: terrenos, auxilios pecuniarios para el viaje y hasta se nombró a un agente general de colonización en Europa, al que se le entregó cincuenta mil pesos para 32 enganchar familias de colonos. La citada ley estableció, además, la exigencia de inscribirse en las oficinas de la Secretaría de Relaciones Interiores y Exteriores para obtener una “carta de seguridad”. Trámite que fue obligatorio y que los extranjeros residentes en el país deberían cubrir para diciembre de 1854 (se 31 dio una prórroga hasta marzo de 1855), fecha en la que llegó Eugène a México. Acostumbrado a las normas, no le resultó difícil cumplir con esa formalidad. Y tal vez utilizó la vía que un periódico de la ciudad de México sugería en un anuncio, en francés, que apareció desde el 20 de diciembre de 1854 hasta febrero del año siguiente: El que suscribe suplica a los señores extranjeros que deseen encargarle el trámite de sus cartas de seguridad para el año 1855, que dejen sus nombres y direcciones en el depósito de vidrio de los señores Ollin y Cía, en la Primera calle de 33 San Francisco No 15. Firmaba un tal A. Dufour; posiblemente se trataba de Marie Auguste Dufour, un tapicero parisino que llevaba tiempo en México, tenía una familia de 5 hijos, estaba relacionado con un grupo de fabricantes de vidrio de Texcoco y hábilmente buscaba cualquier medio para salir adelante. En ese mismo periódico encontramos otro anuncio de M. Boyer que propone los mismos servicios en la calle de Zuleta (Carranza y Bolívar). El costo del trámite era de 4 pesos, ¡por lo elevado de los impuestos!, más los servicios del trámite. Ver el resumen de la política migratoria que hace el libro de Dieter George Berninger, La inmigración en México (1821-1857), México, SepSetentas, 1974. 32 En esa tónica, es importante señalar —para relacionarlo con las hipótesis sostenidas en el capítulo II— que por decreto del 31 de julio de 1856, Ignacio Comonfort estableció un contrato con el coronel italiano, Luis Massi, para traer hasta doscientos colonos de los estados Sardos —territorios controlados por los republicanos de Garibaldi— que fueron instalados cerca de Papantla, Veracruz. Una noche, los italianos desertaron hacia las grandes ciudades y algunos fundaron, no lejos del primer asentamiento, una pequeñísima colonia que llamaron Villa Luisa Salvador Quevedo y Zubieta, Manuel González y su gobierno en México.. Anticipo a la historia típica de un residente mexicano. Madrid, Espasa-Calpe, 1928, p. 182. 33 Le soussigé pris MM les étrangers qui voudront bien le charger de prendere leurs cartes de sûreté pour l’année 1855, de laisser leurs noms et adresse au dépôt de vers de MM. Ollin et Cie. première rue de San Francisco No 15, toute attention y sera apportée. Le Trait d’Union, 20 déc. 1854, No. 15, Vol. 12. L 26 Javier Pérez Siller La Antigua Fábrica de Francia. Los emigrantes franceses habían logrado establecer muchos negocios, los más importantes y numerosos fueron los cajones de ropa y novedades, donde se vendían productos importados de Europa. Ellos fueron imponiendo la moda en el bien vestir y el confort de una buena casa... Este negocio se encontraba en la misma calle que el estudio de Eugène. Giros, prácticas e influencias Además de la oferta de servicios para cumplir con las formalidades de una política migratoria “liberal”, en México se respiraba un clima muy favorable a la llegada de franceses. Desde la separación de España, las élites buscaron distanciarse de los modelos coloniales para construir un país original e independiente y encontraron en la cultura francesa inspiración para articular y dar forma a sus ideales. Así, los modelos franceses — monárquicos o republicanos— acompañaron la construcción de esos proyectos. Y, por extensión, cada francés que llegaba, aún cuando en su pueblo hubiera dejado colgado el bastón de pastor o sus sabots, era visto como símbolo de esos anhelos, representante de los valores infundidos por “la civilización y la modernidad” y fácilmente podía acceder e influir en las esferas más altas de la sociedad. 34 Así lo percibió Désiré de Charnay en sus memorias sobre la estancia que realizó en el país de 1857 a 1860. La sociedad francesa en México se halla compuesta de gente enérgica que, empezando desde abajo, llegó a la fortuna gracias a un trabajo obstinado y a sus facultades. Casi todos liberales, infunden en México principios que no son del todo del gusto de los 34 conservadores. Esos principios fueron difundidos a través de las prácticas que ejercían los inmigrantes en sus diversos giros y oficios. Muchos galos establecieron comercios en el primer cuadro de la ciudad, que además de ofrecer productos transmitieron modas, ideas, modelos y un estilo de vida. Entre ellos los comercios de ropa, sombreros, telas, paraguas, muebles y novedades fueron los más numerosos. Los hermanos Zolly, por ejemplo, tenían una sombrerería en los portales de D. Charnay, Ciudades y ruinas americanas, México, CONACULTA, 1994, p.58. Una época clave en la historia 27 l Mercaderes casi esquina con Plateros (Madero) que imponía la moda femenina. La firma Ebrard y Portolis con dos grandes tiendas en las calles de San Bernardo (V. Carranza) y en la esquina de Monterilla y Refugio (16 de Sep. y 5 de feb.): Al Puerto de Liverpool y A la Francia Marítima indicaban la forma de vestir y de ajuarear las casas. A ellos les hacía competencia el gran cajón de Jauffred y Ollivier, Ciudad de Londres, que se encontraba en Monterilla (16 de sep.), así como las tiendas, A la Ciudad de México, de Victor Jacod, y La Antigua Fábrica de Francia, que se encontraban en la esquina de Plateros con Mercaderes, y en la 2da calle de San Francisco (ambas en la actual calle de Madero), muy próximas al estudio de Eugène. Otros franceses se dedicaron al sector de servicios: hoteles, restaurantes, bares y cafés donde extranjeros y mexicanos podían conocer los ritmos de vida cotidiana, aprender a degustar productos franceses y reunirse en tertulias amistosas o políticas. Entre ellos destaca la Dulcería Francesa, ubicada en la calle de Puente del Espíritu Santo (I. la Católica y 16 de sep.), centro de reunión de damas beatas de la alta sociedad. Ahí, Thomas Devers proponía: Chocolats, bonbons, desserts, petits-fours, chocolats au vainille, liqueurs... Le competía en exclusividad la Dulcería francesa del Águila de Oro de L. Raynaud y Cía, donde además se podían comprar vinos y licores importados de Francia. Los restaurantes y cafés eran legión y muy apreciados. Los gourmet preferían el Restaurant français de Victor Eternaud, ubicado en la calle de Santo Domingo, así como el Ancien Café du Commerce, en el Portal de Coliseo Viejo (16 sep.). Para los viajeros lo mejor era el restaurante café y Hotel de Bordeaux, en la calle de Zuleta (V. Carranza), los sibaritas y L 28 Javier Pérez Siller tertulianos preferían asistir a La Belle-Union en Espíritu Santo, que proponía pensiones de “a 25 al mes, desayunos a 4 reales y comidas de a 6”. En fin, entre los hoteles más concurridos por los inmigrantes y viajeros se encontraba El Hotel de Paris, en la calle de Tiburcio (R. de Uruguay), que en 1855 había sido “ampliado y renovado”. Aunque existía competencia entre los establecimientos de giros similares, también practicaron la colaboración, ayuda y complicidad. Esto funcionaba según las regiones; entre paisanos del mismo pueblo o parientes se daban la mano. Se traspasaban sus comercios, se apoyaban con dinero o mercancías y hasta formaban sociedades para iniciar negocios, una práctica mercantil que se fue extendiendo y perfeccionando hasta convertirse, durante el porfiriato, en la base para la creación de sociedades anónimas por acciones. Un caso interesante es el de la Dulcería del Paraíso Terrestre, centro de reunión de madres de familia e hijas de los comerciantes del centro, ubicada en la calle del Coliseo Viejo (16 de Sep.), donde Charles Grammond —originario de Loiret, casado, padre de 4 hijos—, además de anunciar que tiene el mejor surtido de dulces, subraya que ha establecido un acuerdo formal con Charles Plaisant, famoso “pastelero egresado de la casa Jean Ricau, establecido en la segunda calle 35 de Plateros, y muy conocido por su trabajo”. Y, añadimos nosotros, apreciado por señoras de alta alcurnia... Cosa contraria sucedía en las cervecerías de Federico Beserrer, de la Plazuela de San Antonio, y en la de Couder y Cía, de la plazuela de la Candelaria, antros donde acudían numerosos tinterillos, empleados públicos, poetastros y trasnochados. Otros inmigrantes se dedicaron a las farmacias, droguerías o venta de productos químicos. Sólo en la calle de Plateros y San Francisco había dos: la de Auguste Frisac y la de Louis Meunier, donde las señoras iban a comprar sus cremas, productos de belleza y algunos remedios y pociones para conservar la salud. El establecimiento más famoso en este ramo fue el de Eugène Maillefert, calle de Tiburcio (R. de Uruguay). Fundado en 1845, era el más antiguo almacén de productos químicos, medicinas y farmacéuticos que también comprendía todos los efectos y enseres para laboratorios, boticas, hospitales, imprentas y las artes: pintura, grabado y hasta la fotografía. La trayectoria de Maillefert es ilustrativa de los pioneros. Originario de la Bourgogne, llegó a México en 1835 con dos hermanos, Charles y Laurent, se asoció a los hermanos Arnaud — famosos padres fundadores del mito de los barcelonnettes—, para crear un cajón de ropa y novedades, Las 36 Siete Puertas, que resultó muy próspero. Pronto se independizó y estableció la droguería, 1845, con sus ahorros se dedicó al mantenimiento de una librería francesa, 1856, en la esquina del Refugio y Puente del Espíritu Santo (Palma y 16 de sep.), y a la edición de obras prácticas. Una de ellas es el famoso 37 Directorio Comercial del Imperio Mexicano. En fin, para belleza los franceses habían ganado fama; sus peluquerías y perfumerías fueron las más concurridas de la ciudad. Entre ellas las mejores eran las de Enrique Escabasse, la de Léon Marcou y la de los Al Puerto de Liverpool. Si al principio la emigración gala a la ciudad de México se dio de forma individual, una vez que los establecimientos comerciales lograron éxito, se abrió la posibilidad de traer otros paisanos de Francia. Así, desde fines de los años cuarenta y principios de los cincuenta del siglo XIX inicia una emigración en cadena que continuará hasta fines del porfiriato. hermanos Macé, todas establecidas entre las calles de San Francisco y Espíritu Santo. A ellas acudía lo más granado de la sociedad, del gobierno y del cuerpo diplomático; encontraban los estilos más actuales para mantener una personalidad elegante y a la moda. No pocos franceses se dedicaron a la pintura, dibujo, grabado y la fotografía. Entre ellos destaca sin duda el nombre y la obra de Joseph Decaen; parisino que llegó a México en 1837 y trabajó en el taller litográfico de Federico Mialhe. Asociado con Auguste Massé, en los años 1840 realiza importantes ediciones ilustradas como: Don Quijote, Gil Blas, Historia de Napoleón, o la famosa obra de Pedro Gualdi, Monumentos de México. Para el decenio siguiente, en sociedad con Auguste 35 “patissier sortant de la maison Jean Ricau, seconde rue de Plateros, et si avantageusement connu par son travail”. Le Trait d’Union, 10 de janvier 1855, Num 21, Vol. 12. 36 Para la historia de los hermanos Arnaud ver: Les Barcelonnettes au Mexique. Récits et témoignages, Barcelonnette, 37 E. Maillefert, Directorio Comercial del Imperio Mexicano, México, 1867. Una época clave en la historia 29 l Debray, es director del Taller litográfico más prestigiado del país. En él se formaron jóvenes que marcarían el arte mexicano: Casimiro Castro, L. Campillo, Louis Aude, M. Serrano y J. Rodríguez. No es extraño que Eugène se haya enterado, en diciembre de 1855, que el ministerio de Fomento escogió una de las obras de Decaen, México y sus alrededores, para ser llevado a la exposición de París; “representará los adelantos que en México se 38 han logrado en el arte de la litografía”. Entre los fotógrafos, los franceses fueron introductores. J.F.L. Prelier, cuatro meses después de su difusión en París, trajo la primera cámara daguerriana a México y en 1840 vendió y rifó varios aparatos. Ya para la época de Eugène, la profesión se había consolidado y existían algunos estudios en el centro. En 1855, el daguerrotipista Emile Mangel Dumesnil abrió su estudio, La Fama de los Retratos, en la calle de Monterilla (hoy 5 de febrero). Mientras que el parisino Jules Michaud, librero, editor, vendedor de substancias químicas para fotógrafos y vistas estereoscópicas, tenía una doraduría, El Antiguo Correo, en la Primera calle de San Francisco (Madero), a una cuadra del de Eugène, donde instaló un estudio de retratos. En 1859 publicó el Álbum fotográfico mexicano, con varias vistas de la ciudad de México y sus alrededores tomadas por Désiré de Charnay, 39 así como un álbum de tipos mexicanos. Otro que coincidió en esa época fue el establecimiento fotográfico de Sangredo, Valleto y Cía, localizado, desde 1860, en la calle de Vergara, casi esquina con San Francisco (Bolívar y Madero). Es indudable que la experiencia de estos pioneros contribuyó a la creación de un oficio que, con el tiempo, empezó a ser valorado como arte. Entre los franceses que se dedicaron a los libros destaca Auguste Massé, originario de los Pirineos, con su célebre Librería Mexicana, ubicada en el ángulo de Mercaderes y Agustinos (16 de sep. y zócalo). Massé ofrecía una gran variedad de libros en francés, español, inglés y latín muy demandados por los establecimientos religiosos. A dos cuadras de donde atendía Eugène, en la Segunda de San Francisco, se encontraba el famoso Cabinet de lecture animado por el parisino Isidoro Devaux, donde se reunía un selecto número de personas, en su mayoría liberales, a intercambiar ideas sobre la literatura. También se hacían traducciones y se impartían cursos de idioma. El profesor Guillaume Langlois daba clases de español, francés e inglés, adaptadas especialmente para los franceses. El Cabinet ofrecía además las más recientes novedades de la edición francesa. En un anuncio aparecido en agosto de 1854 en un diario de la capital se lee: Isidoro Devaux previene a los amantes de la literatura francesa que acaba de recibir las novedades: Boucher — Le Quêteur de Cordouan, intrigues bordelaises. — La femme du Conviet. Molé— Laurence de Montmeylian, Al. Dumas— L’ingénue, moeurs de 1788. Michel— Le nouveau péché original. Lurine— Ici l’on aime, folies du jeun âge. Ferry— La chasse aux cosaques. Chaho— Safer, ou les houirs espagnoles, legendes 40 amoureuses. 38 Le Trait d’Union, 16 dec. 1855, No. 14, Vol. 12. 39 R. Casanova y Olivier Debroise, Sobre la superficie bruñida de un espejo, México, FCE, 1989, p. 54-60. 40 “Isidoro Devaux previent les amateurs de la literature française qu’il vient de recevoir les nouveautés de juillet, parmi lesquels on remarque...” Le Trait d’Union, 25 Nov.. 1854, No. 67, Vol. 12. L 30 Javier Pérez Siller Armería de Morel. Además de las tiendas de ropa y novedades, los emigrantes franceses incursionaron en tros ramos como: los hoteles, restaurantes, bares, chocolaterías, tocinerías, tiendas de vinos, perfumerías, farmacias, droguerías, plomerías, venta de aparatos científicos, maquinaria, etc. Aquí vemos la Gran armería de Morel, antigua de El Águila de Oro, fundada por Joseph Limantour, padre, quien amasó una respetable fortuna con la venta de armas a conservadores y liberales. No sabemos si Eugène era un amante de la literatura, pero por sus escritos suponemos que tenía un cierto nivel cultural que exigía estar al tanto no sólo de las novedades editoriales, sino también de la información de lo que sucedía en México y el mundo. Para satisfacer esa exigencia, es muy probable que haya acudido a la prensa francesa de México. Desde hacía más de veinte años algunos inmigrantes galos habían iniciado esa 41 tradición. El primer periódico en francés editado en la ciudad de México apareció en 1836, bajo el título de El Universal. Fue remplazado en 1838 por Le Courrier du Mexique y en 1849 por Le Trait d’Union. Fundado por René Masson, Le Trait se convirtió en el periódico más influyente, liberal y longevo de todos; llegó hasta 1897, con interrupciones, entre 1861 y principios de 1868, por censura 41 y dificultades económicas. Eugène pudo conocer al menos siete periódicos: L’Estafette, fundado por Charles de Barrès (1859-1866); la Gazette Officielle de l’Empire Mexicain (18631864); l’Ere Nouvelle, de E. Masseras (18641867); La France liberale, de A. Henry (1867); La Tribune, de E. Lefèvre (1867-1868); y Le 42 Nouvelliste de P.A. de Thier (1867). De todos ellos los más importantes e 43 influyentes fueron Le Trait y L’Estafette. El primero, de marcado signo republicano y liberal, cobró mucha influencia durante la Revolución de Ayutla, 1854-55, el periodo de elaboración de la Constitución, y la guerra de Reforma. Mientras que el segundo, animado por Charles de Barrès, antiguo colaborador de Masson y propietario de una imprenta en la calle de D. Juan Manuel (Rep. de Uruguay), compartía las ideas de su colega, pero era más tibio y pasó de la crítica hacia la política conservadora, 1859, al apoyo abierto de los René Masson dans le Trait d’Union. Journal français universel, Sélection et prologue Françoise Dasques, México, CEMCA, 1998. 42 Ver: Laurence Coudart, “Periódicos franceses en la ciudad de México: 1837-1911”, en J. Pérez Siller, México Francia: memoria de una sensibilidad común, siglos XIX-XX”, México, BUAP-CEMCA-El Colegio de San Luis, pp. 107-109. 43 En realidad el fundador de L’Estafette, Charles de Barrès fue colaborador de Le Trait d’Union. En 1856 lanzó el periódico L’Independant, que sólo apareció unos meses antes de fusionarse, el primero de diciembre, con Le Trait . Y que puede considerarse como el antecesor de L’Estafette, que apareció tres años más tarde. Una época clave en la historia 31 l intervencionistas. Se dice que sirvió de eco a 44 los proyectos del Mariscal Bazaine. Los libros, las litografías, las vistas y la prensa no sólo difundieron una sensibilidad en el arte y la cultura, sino que también participaron en la formación de una cultura política y, en cierta medida, contribuyeron al debate político. Reproducción de principios y valores Las prácticas de fotógrafos, libreros y periodistas tuvieron un gran impacto en la difusión de valores y principios. Pero su transmisión y, sobre todo aprendizaje, fue animado por los franceses que se dedicaron a labores educativas. En este sector encontramos profesores, preceptores y, sobre todo, institutrices que ofrecían cursos privados a individuos o familias pudientes. Es muy conocida la historia de Mathieu de Fossey, quien después de escapar de la tragedia de los colonos que se ahogaron en Coatzacoalcos, 1830, se pudo mantener durante algunos años 45 dando clases particulares de francés. Algunos se especializaron en ciertas disciplinas que podían ser útiles para los nuevos comercios. Así vemos a Gustave Desfontaine, por largos años profesor de francés, proponer clases especiales de comercio y fundar una escuela. 44 Para la juventud y la niñez de familias pudientes había verdaderas instituciones como: el Lycée Franco-Mexicano de San Cosme; el Instituto Franco-mexicano dirigido por M. Dalcour, o esta otra institución que recién se inauguró un mes después de la llegada de Eugène: M. Riboulet, nuestro compatriota, exalumno de la Escuela Normal de Macôn, habiendo realizado en Francia sus primeras incursiones en la instrucción pública, y honorablemente conocido, en esa función, en México, acaba de fundar un Colegio en la 2a calle de San Francisco No. 10, antigua casa de correos. 46 Abrirá el 2 de enero de 1855. Algunas mujeres participaron en la educación ofreciendo sus servicios de manera privada o creando también colegios. La decana en este ramo era Isaura de Saint-Vital, que desde los años 1830 fundó una escuela consagrada a la educación de señoritas que se convirtió en toda una institución. A su muerte, acaecida el 9 de febrero de 1855, acudieron numerosas francesas, pero también una legión de mexicanas. Muchas de sus alumnas ya eran madres de familia y exigieron a su hermana, Clemence Saint-Vital de Villard, que sustituyera a Isaura y continuara su labor. Se organizaron y aportaron recursos para la Ver: Laurence Coudart, “Periódicos franceses de la ciudad de México: 1837-1911¨, en J. Pérez Siller (coord.), México Francia: memoria de una sensibilidad común, siglos XIX-XX, México, BUAP-El Colegio de San LuisCEMCA, 1998, pp.103-141. 45 M. de Fossey, Viaje a México, México, CONACULTA, 1994. 46 M. Riboulet, notre compatriote, ancien élève de l’École Normale de Macôn, ayant fait en France ses premiers preuves dans l’instruction publique, et fort honorablemment connu, sous le même rapport à Mexico, vient de fonder un collège dans la 2a rue de San Francisco No. 10, ancienne maison de Courrier. Le Trait d’Union, 20 Dic. 1854, No.15, Vol. 12. 47 Le Trait d’Union, 17 de feb. 1855, No.32, Vol. 12. L 32 Javier Pérez Siller Algunos franceses fueron pioneros en la fotografía. En diciembre de 1839, cuatro meses después de su difusión en París, Prèlier trajo las primeras cámaras daguerrianas a México. Para la época de Eugène, 1855, ya existían algunos estudios como el de Dumesnil, La Fama de los Retratos, y el de Jules Michaud. En 1859 Michaud editó el Álbum fotográfico mexicano, con varias vistas de la ciudad de México y sus alrededores tomadas por Désiré de Charnay, que vemos en este retrato. Arriba, la foto del “Convento de la Merced” aparecida en su Álbum. 47 fundación de la Institución Saint-Vital. Frente a ese vacío, en marzo de 1855 se anunció la creación de otra Institución francesa, dirigida por la señora Esteva de Grammont, en el Portal de Agustinos. Se trataba de una escuela-internado para las jeunnes filles. Poco sabemos de los programas de dichas instituciones, ni del perfil de sus egresadas, pero es seguro que esas escuelas transmitieron saberes, valores y habilidades a jovencitas que, con el tiempo, se transformaron en madres y divulgaron su aprendizaje entre las nuevas familias. Además de esas prácticas, los franceses contaban ya con un lugar propio donde ejercer su sociabilidad. Desde 1842 habían fundado la Association française et suisse de Bienfaisance et de Prévoyance, que tenía el propósito de dar asistencia y ayuda, moral o pecuniaria, a los compatriotas que llegaban al país. Contaba con una Mutuelle que servía de caja de ahorros y de préstamos, y que en esos años resultó muy atractiva para aquellos que no tenían recursos. Estaba dirigida por un Consejo de Administración que se renovaba periódicamente. En 1855 apareció el informe anual del consejo saliente, firmado por su secretario, el comerciante Pierre Martin. En él se da la lista de los nuevos miembros electos del Consejo de Administración: Ch. de Barrès, E. Maillefert, L. Ricou, P. Chabrol, S. Lamy y Thomas Devers. Y se dice que de los antiguos sólo quedaron: J-B Vivent (originario de Oloron Saint Marie, Pirineos), A. Allan, Barbaroux, Gougaud, Fisch y J.B. Fortoul. El comité auxiliar quedó formado Una época clave en la historia 33 l 48 49 por los señores Prélier , I. Devaux y A. Hue. Una semana más tarde fue electa la mesa directiva de la Asociación y quedaron como presidente del Consejo de Administración, Stanislas Lamy, comerciante parisino con cuatro hijos; secretario, Charles de Barrès, nuestro periodista y editor; tesorero, Barbaroux, originario de Barcelonnette; y contable, Isidoro Dévaux, comerciante y animador del Cabinet de lecture. Las prácticas de la Association estaban inspiradas en los principios republicanos de solidaridad que se emparentaban con las teorías socialistas. Así lo vemos en la propuesta de crear una especie de bolsa de trabajo —donde se podían inscribir los que no estuvieran ocupados o presentar solicitudes para contratar según las necesidades— abierta para todos los franceses y suizos. El razonamiento es ilustrativo: “convencidos de que el objetivo de la institución no es solamente el de socorrer, sino también de prevenir la indigencia entre sus 50 miembros”. Pero si las prácticas de algunos de estos inmigrantes siguen la orientación sugerida por Désiré de Charnay, no todos los franceses de México eran liberales, también los había 48 conservadores y monarquistas. En esta primera mitad del siglo XIX la diplomacia francesa en México se caracterizó por tener un origen aristocrático y una actitud conservadora. Unos días después de la llegada de Eugène a Veracruz, desembarcó el nuevo ministro plenipotenciario, Vizconde JeanAlexis de Gabriac, quien presentó sus credenciales el 13 de diciembre de 1854 y ejerció el puesto hasta julio de 1860. Lo sustituyó el Conde Dubois de Saligny, quien fue reemplazado a los tres años por el Marqués de Montholon, acreditado como ministro el 12 de agosto de 1863. Alphonse Dano se hizo cargo de la embajada desde el 25 de febrero de 1865, hasta la caída de Maximiliano. De los cuatro diplomáticos que conoció Eugène, el más activo e influyente fue sin duda el vizconde Alexis de Gabriac; hombre ultra conservador que no tenía ninguna experiencia diplomática, ni conocía los países 51 latinoamericanos. Su correspondencia muestra a alguien preocupado por defender los valores y fueros de la Iglesia católica, y propagar las ideas monarquistas. Como representante del gobierno de Napoleón III, de Gabriac no era bien visto por muchos miembros de la colonia francesa. Sobre todo Es importante señalar que se trata de Louis Prélier, grabador en cobre, instalado en México desde 1837, quien trajo la primera cámara daguerriana en diciembre de 1839 y tomó las primeras vistas de Veracruz y de la ciudad de México. Ver: Rosa Casanova y Olivier Debrois, Op. cit., p.59. 49 Le Trait d’Union , enero 25, No. 26, Vol. 12. 50 En los informes publicados por Le Trait d’Union se dice que el consejo de administración, “convaincu que le but de l’institution est, non seulement de secourrir mais aussi de prévenir l’indigence, autant que possible, a l’honneur d’advertir les Français et Suisses établis à Mexico et dans l’intérieur qu’il est ouvert au Comité un bureau de resnseignements ou de placements ou ceux d’entreux qui sollicitent de l’ouvrage ou des emplois pourront se faire inscrire et donner tous les rénseignements qui leur paraitront convenables”, y añadía que debían dirigirse a M. Devaux, au cabinet de lecture rue de San Francisco. Le Trait d’Union, 17 feb. 1855, No. 32, Vol. 12. 51 Sobre Gabirac existe una interesante memoria de maestría. Ver: Anne-Juliette Chaudieu, “Le ministère de Jean-Alexis de Gabriac au Mexique (1854-1860)”, DEA d’etudes Ibériques, Paris-X Nanterre, 2002. L 34 Javier Pérez Siller por los republicanos, los socialistas y aquellos que creyeron en la “Primavera de los pueblos”, o que habían tenido que dejar su amada Francia exilados por la represión que desató el gobierno después del golpe de estado, del 2 de diciembre de 1851. Eso sugiere algunos motivos para comprender la deficiente relación que existió en este periodo entre los miembros de la colonia y los diplomáticos galos. Y eso sugiere el por qué muchos inmigrantes no hayan querido acercarse a su Legación y dejar huella en sus registros. La “colonia francesa” de Texcoco Sabemos que Eugène también vivió en Texcoco, donde trabajó en una fábrica de vidrio y formó una familia. Por lo que conviene examinar cuál era la situación de los franceses en esa comunidad que apenas en 1861 ganó el título de ciudad. No existe mucha información al respecto pero encontramos un registro de franceses en Texcoco para el año de 1886, que da algunas 52 luces al respecto. Y que permite ver retrospectivamente lo que era 18 años antes. En la lista se cuentan 53 miembros: 12 hombres, 10 mujeres y 31 niños. Una comunidad para nada pequeña, dadas las dimensiones del pueblo. La lista detallada contiene nombre, edad, lugar de nacimiento, estado civil, número de hijos, profesión y residencia. Ahí aprendemos que la colonia francesa cuenta con sólo 13 jefes de familia: siete hombres casados, una viuda y cinco solteros. Los niños son 26. Por medio de las prácticas de los inmigrantes galos, realizadas en sus negocios y actividades, no sólo se introdujeron saberes, técnicas y oficios nuevos, sino que además se transmitieron principios y valores que alimentaron a la sociedad mexicana. Los periódicos, las librerías y las escuelas, participaron también en la reproducción de valores y modelos de vida. De esta comunidad gala llama la atención que la mayoría manifiesta ejercer la profesión de vidriero, lo que hace suponer que trabajan para una fábrica de vidrio, en total ocho. Y de ellos cinco son originarios del mismo pueblo: Rive-de-Gier, en la Loire, cerca de Lyon y Saint Etienne, lo que supone una emigración 52 CADN, Legation française à Mexico, Serie B, carton 81, “Implantation française au Mexique au 30 mai 1886”, y “Recensement des Français et de leurs familles résidants à Texcoco et dans ses localités”. Una época clave en la historia 35 l en cadena. Los cuatro restantes son hijos de dos de ellos. La lista es ilustrativa: Zeller, Jean-Baptiste, 56 años, casado, tiene siete hijos no naturalizados Frantz, Victor, 53 años, casado con tres hijos naturalizados Baichot, Joseph, 44 años, casado, cinco hijos no naturalizados Baichot, Joseph jr., 21 años, nacido en España, naturalizado francés Baichot, Jacob, 19 años, nacido en España naturalizado francés Gagnier, Eugène, 30 años, casado, un hijo Raymond, Jean-Baptiste, 33 años, soltero Rapp, Achiles, 28 años (Aveyron), soltero Por sus edades podemos suponer que Jean Zeller, Victor Franz y Joseph Baichot llegaron en la época en que Eugène vivió en Texcoco (entre 1859 y 1865) y tendrían entre 20 y 30 años. Podemos suponer también que se casaron, tuvieron hijos y vivieron en ese lugar. Y que esas familias y esos niños convivieron con los de Eugène.... pero no dejan de ser suposiciones. En todo caso las preguntas son más numerosas que las respuestas y merece la pena formular algunas: ¿Cuál fue la actitud de Eugène frente a sus compatriotas en la ciudad de México y en Texcoco?, ¿cómo se insertó en ese mundo de inmigrantes al que no sólo pertenecía por cultura y lengua, sino también por complicidad en su auto exilio?, ¿cómo logró formar una familia?, ¿cuál fue el entramado de situaciones políticas y circunstancias en las que tuvo que tomar decisiones y posiciones? 53 III. El paisaje político: dos proyectos de nación En el largo trayecto desde Veracruz a la ciudad de México, Eugène se informó sobre la situación política. Notó la agitación y escuchó hablar sobre el levantamiento del general Juan Álvarez contra el gobierno. Le comentaron que Santa Anna era el hombre fuerte del país, que con principios políticos cambiantes —republicano, centralista, conservador, clerical, militarista y monarquista— pudo dirimir la confrontación entre los dos partidos más antiguos e influyentes: el conservador y el liberal, y pudo controlar los hilos del poder por más de treinta años. Desde marzo de 1854 enfrentaba una oposición armada que se extendía cada día más. Se trataba de un grupo de liberales, encabezados por el viejo insurgente Juan 53 Álvarez que apoyado en militares jóvenes, activos comerciantes, el bajo clero y sectores urbanos se oponía a las pretensiones monárquicas de Santa Anna. En el Plan de Ayutla, este grupo exigía regresar a las libertades civiles, cancelar los fueros de que gozaban el clero y los militares, eliminar la ingerencia de la Iglesia en la vida política, desamortizar sus cuantiosos bienes, dividir la propiedad agraria, garantizar la libertad de cultos y crear un gobierno representativo basado en la división de poderes. Para ello se proponían deponer al “dictador”, llamar a elecciones y establecer un constituyente que redactara una nueva Carta Magna. Las tropas del gobierno no habían podido acabar con ellos. En diciembre la situación era incierta. El general Juan Álvarez participó en la guerra de independencia al lado de Vicente Guerrero. L 36 Javier Pérez Siller la alta sociedad urbana— había alcanzado un gran prestigio. Después de la separación de Texas, 1836, José María Gutiérrez de Estrada había propuesto la idea de establecer una monarquía bajo la protección de alguna casa real europea. Creía que sin el respaldo del Viejo Mundo, el país caería víctima de la expansión de los angloamericanos. La invasión de los Estados Unidos y la pérdida de la mitad del territorio, 1846-1849, dieron razón a esas ideas y fortalecieron la popularidad del partido conservador. Apoyado en una sublevación militar, Santa Anna regresó al poder en abril de 1853 y formó un gobierno bajo la dirección de Lucas Alamán, líder de los conservadores. Alamán quería adoptar un modelo monarquista y apoyarse en Francia para lograrlo. En una conversación con el ministro de ese país, André Levasseur, reveló sus aspiraciones: Animados por sus partidarios, desde la independencia dos proyectos de nación se enfrentaron: el monárquista y el republicano. Ante la separación de Texas, 1836, Gutiérrez Estrada publicó una carta al presidente donde advertía que el país podría ser víctima de la expansión norteamericana y proponía establecer una monarquía católica y absoluta con un príncipe europeo, como remedio para salvar al país. Decía que ese sistema se “acomoda a las tradiciones, a las necesidades y a los intereses de un pueblo que desde su fundación fue gobernado monárquicamente”. También le dijeron que desde los años 1840 el partido conservador —formado por militares de carrera, alto clero, hacendados y …en Francia, sobre todo, fundamos nuestras esperanzas pues sabemos lo que ha hecho y aún puede hacer por nosotros. A la población francesa establecida en nuestro territorio debemos el desarrollo de todas las artes útiles [...] queremos alentar lo más posible la emigración francesa hacia México [...] pero para atraer a los franceses es necesario que les garanticemos una protección fuerte y justa [...] usted sabe cuáles principios políticos queremos hacer prevalecer aquí, son los que su ilustre soberano ha sabido imponer valientemente en Francia y fortalecido en Europa [...] Queremos calcar nuestras instituciones de las de Francia, incluso querríamos seguir su ejemplo hasta 54 el fin estableciendo aquí una monarquía hereditaria... 54 Lilia Díaz, Versión francesa de México. Informes diplomáticos, 1853-1867, México, El Colegio de México, Vol. 1, pp. 42-43. Una época clave en la historia 37 l Sin embargo, una pulmonía cortó la vida de Alamán, y fue remplazado por líderes militaristas que vaciaron de perspectiva sus proyectos: se acentuaron los rasgos represivos, se fortalecieron los fueros de la Iglesia y de los militares y, con la venta del territorio de la Mesilla a los Estados Unidos, por diez millones de pesos, de los cuales solo recibió siete, Santa 55 Anna perdido toda legitimidad. Al llegar a la capital, en esos primeros días de diciembre, Eugène fue testigo de un plebiscito donde se consultaba si Su Alteza Serenísima —título oficial atribuido al presidente Santa Anna— debería o no continuar a gobernar con los poderes y facultades dictatoriales que se le habían 56 atribuido. Los resultados oficiales fueron dados a conocer el sábado 3 de febrero de 1855. Para celebrar la continuidad la ciudad permaneció iluminada hasta el lunes 5, por ser el día de San Felipe de Jesús, beato mexicano... La Revolución, mientras tanto, ganaba adeptos y se extendía a todo el país. El coronel Ignacio Comonofort se había adherido a ella, así como algunos intelectuales de gran prestigio exilados en Nueva Orleáns. Las campañas que dirigieron Comonfort en Michoacán, los triunfos alcanzados por el general Santiago Vidaurri en el Norte y las tentativas de conspiración que estallaron en la ciudad de México, desde julio, obligaron a Su Alteza Serenísima a abdicar. Así, en medio de la algarabía popular que constató Eugène, el 16 55 de septiembre los revolucionarios entraron a la capital. Eligieron un gobierno provisional presidido, primero, por Juan Álvarez y luego por Comonfort, y nombraron ministros a Benito Juárez, Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga, Guillermo Prieto y José María Lafragua. El triunfo del Plan de Ayutla significó el inicio de la confrontación entre las nuevas generaciones de liberales y conservadores. Los viejos que habían participado en la independencia y dominado la esena política —representados por Santa Anna y Juan Álvarez— pasaban a la historia, mientras que los jóvenes, evocando modelos monarquistas o republicanos, se empeñaron en diseñar el futuro del país. El proceso abarca tres fases: la de Reforma, 1855 a 1857, donde se confrontan concepciones jurídicas para dar forma y sentido a la sociedad; la guerra de tres años, 1858 a 1861, donde se miden y enfrentan por la vía de las armas; y la de la intervención, 1861 a 1867, donde con el apoyo externo de Napoleón III los conservadores legitiman el Imperio de Maximiliano, y los liberales, apoyados en un complejo juego geopolítico, resisten y alcanzan el triunfo. La lucha por las leyes Una vez en el poder, entre noviembre de 1855 y noviembre de 1857, los liberales pusieron en marcha su reforma en tres frentes: el El 30 de diciembre de 1853 termina el arreglo de una disputa territorial que había “comenzado” en abril entre los gobiernos de Nuevo México y el de Chihuahua. Después de amenazas diplomáticas, movilización del ejército americano a la frontera, el gobierno firmó un tratado y recibió como indemnización 10 millones de pesos. 56 El plebiscito se organizó desde el 1ero de diciembre de 1854. En la Ciudad de México los resultados de la votación fueron: 12452 votos por el SI, y uno por el NO, cifras oficiales.... Le Trait Union, 12 de diciembre de 1854, No. 13, Vol. 12. L 38 Javier Pérez Siller jurídico, el político y el militar. En el terreno jurídico se diseñan, discuten, aprueban y aplican algunas leyes que tienden a separar la Iglesia del Estado —“Ley Juárez” que suprime los fueros militares y eclesiásticos, “Ley Lafragua” que da la libertad de imprenta, “Ley Lerdo” que impone la nacionalización y venta de bienes de la iglesia, “Ley Iglesias” que suprime los derechos y obvenciones parroquiales— , aseguran la secularización de la vida pública y permiten seamortizar algunos bienes de la Iglesia para minar su poder material y “hacer circular la riqueza”. Esta fase concluye el 5 de febrero de 1857 con la aprobación de la Constitución, liberal, republicana y laica; ¡día de San Felipe de Jesús! En el terreno político la agitación fue máxima: se llamó a elecciones para formar al constituyente —que inició sus trabajos el 17 de febrero de 1856—, se for maron numerosos clubes en la capital y principales ciudades del país donde se discutían todo tipo de proyectos. La prensa se convirtió en una generadora de opinión sobre los modelos a seguir. Es el momento de mayor actividad e influencia de los periódicos galos: Le Trait d’Union y L’indépendant. En los foros públicos se respiran las ideas emanadas de la Revolución francesa, sus modelos políticos y sociales, la Declaración de los derechos del hombre, las for mas de gobierno, la 57 distribución de la tierra. Pero también es el momento de mayor crítica por parte de la diplomacia gala hacia el proyecto liberal: se opone a la separación de la Iglesia y el Estado, a la secularización de la La habilidad del general Santa Anna le ayudó para convertirse en mediador necesario entre los partidos y mantener las riendas del poder. Sus posturas republicana, centralista, conservadora, clerical y hasta liberal dependían de las circunstancias. Ofreció apoyo a Maximiliano para combatir a Juárez, al ser rechazado, escribió a Don Benito para ofrecer su espada... vida social, y apoya las gestiones de conservadores —Gutiérrez Estrada, Almonte, Radepont, T. Murphy— que solicitan la intervención de Napoleón III para establecer una monarquía y crear un equilibrio 58 ante las pretensiones de Estados Unidos. En varias ocasiones Alexis de Gabriac acusa a sus compatriotas, en particular a René 57 Para la influencia de los modelos franceses en esta fase ver: J. Covo, Las ideas de la Reforma en México (18551861), México, UNAM, 1983. 58 Ver: Lilia Díaz, “Embajadores de Francia en la Intervención”, en Historia mexicana, México, El Colegio de México, Vol. XXXVIII, No.1, 1988, pp.5-42. Una época clave en la historia 39 l Masson y Charles de Barrès, de tener posiciones “republicanas exaltadas”, de favorecer “la lucha entre castas y grupos” y de ser financiados por Miguel Lerdo de Tejada, ministro de Hacienda.... al punto que el 10 de julio de 1856 un grupo importante de franceses hizo una manifestación, frente a las oficinas de la Legación, para protestar contra su actitud conservadora y la política expansionista de Napoleón III en Italia. El gobierno tuvo que hacer frente a la oposición clerical que se opuso usando todos sus medios para impedir la aplicación de las leyes reformistas. Se negaron a que los burócratas jurasen la Constitución, castigándolos hasta con la excomunión para aqullos que así lo hicieran. Algunos obispos alentaron la subversión y fueron amonestados; el de Puebla, Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos fue expatriado y la Compañía de Jesús fue suprimida. El Papa Pío IX —que enfrentaba las tropas republicanas de Garibaldi con la ayuda francesa— condenó las leyes “Juárez” y “Lerdo”, mientras que en Guadalajara, en una ceremonia solemne, el obispo decretó la excomunión al Presidente y a sus ministros. Los liberales trataron de negociar con la Iglesia, enviaron una representación a Roma para firmar un concordato (práctica que desde Napoleón I, 1803, se venía aplicando) pero no fue recibida por su Santidad. En medio de ese ambiente de oposición creciente, que seguramente constató Eugène, se realizaron las primeras elecciones presidenciales. El 18 de noviembre de 1857, el Congreso declaró presidente constitucional a Ignacio Comonfort y proclamó a Benito Juárez presidente de la Suprema Corte de Justicia. Agotado el terreno de las ideas, de las leyes y de la negociación, la confrontación se L 40 Javier Pérez Siller desplazó al campo militar. Después de dos sublevaciones fallidas —una encabezada por los generales Félix Zuloaga y Haro y Tamariz a fines de 1855, y la otra por el general Orihuela en Puebla, octubre de 1856— los conservadores lanzan el Plan de Tacubaya, en diciembre de 1857, que exige la suspensión de la Constitución y de las leyes reformistas, llama a un nuevo constituyente, pero reconoce la autoridad del presidente. Comonfort titubea, por unos días se unie al Plan, luego se arrepiente y Zuloaga aprovecha para sublevarse en la capital y hacerse cargo del poder Ejecutivo, derogar la Constitución y establecer un régimen conservador. Los republicanos, por su parte, contraatacan. En calidad de presidente de la Suprema Corte de justicia, Benito Juárez reclamó la presidencia —de acuerdo a la Constitución de 1857— y restableció el gobierno constitucional en Guanajuato. Rapidamente su autoridad fue reconocida por muchos gobernadores, pero su debilidad militar lo obligó a peregrinar, de una ciudad a otra, para refugiarse de las tropas conservadoras hasta que llegó a Veracruz, en mayo de 1858, restableció el gobierno y declaró al puerto capital de la República. Un país con dos presidentes Inicia así “la guerra de tres años”, en la que conservadores y republicanos se disputan pedazos de legitimidad y de territorio: los primeros desde la ciudad de México, bajo la presidencia, primero, de Zuloaga, luego, del joven general Miguel Miramón. Y los segundos desde Veracruz, con Benito Juárez y sus ministros. Los conservadores controlan la metrópoli y los estados del centro y el Bajío; los liberales Veracruz, los estados del Golfo “Fue tal el escándalo causado por la Constitución” (Justo Sierra). “Desde que llegó a mis manos […] sentí la necesidad de amonestar a los fieles... no podían prestar el juramento prevenido en ella sin hacerse reos de un pecado muy enorme” (Obispo Munguía). “Usaré todos los medios que caben a mis facultades, para sostener ese Código sagrado cooperando al desarrollo de los principios humanitarios que contiene, a fin de que eche raíces profundas en los corazones de los mexicanos” (Benito Juárez). y del norte. Ambos crean leyes favorables a su proyecto, dirigen la administración, buscan ganar batallas y negocian apoyos externos. La actitud de las potencias ante los dos gobiernos fue distinta. Mientras que España, Estados Unidos y Hamburgo reconocieron a Benito Juárez, las otras, encabezado por Francia, se iclinaron ante Zuloaga y Miramón. Este último negoció el tratado Mont-Almonte con España donde se comprometió a pagar exageradas reclamaciones españolas. A pesar de la protesta del gobierno de Juárez y de algunas potencias, el tratado fue aprobado y firmado en París. Los conservadores lograron así una victoria diplomática que coronaron con un préstamo concedido por el banquero 59 Jean-Baptiste Jecker; a cambio de reconocer una deuda de 15 millones de pesos, el gobierno de Miramón sólo recibió 723 mil en efectivo y 468 mil en vestuario y equipo militar usado. Los Estados Unidos, por su parte, reconocieron al gobierno de Benito Juárez y enviaron a su representante, Robert MacLane, a negociar un tratado que otorgó a Estados Unidos el derecho, a perpetuidad, de tránsito por el istmo de Tehuantepec. El tratado no fue ratificado por el Senado norteamericano, pero dio legitimidad internacional al gobierno republicano y abrió las puertas para apoyos militares y financieros, aunque tuvo —sigue teniendo— un costo político muy alto para los liberales. Fue durante este periodo, —enero de 1858 a diciembre de 1860— cuando las gestiones de la diplomacia francesa se activan. No sólo porque el vizconde de Gabriac difunde sus ideas monarquistas, sino porque apoya las gestiones en Europa de los monarquistas mexicanos y trata de convencer a París de la 59 Jecker nació en territorio francés, ahora suizo, llegó a México en los años 1840, se dedicó al comercio, participó en varias sociedades, la primera Jecker, Labadie y Cavalier, otra la de Jecker, de la Torre y Cía. y apoyó a los filibusteros franceses que invadieron Sonora entre 1852 y 1854. Antes de otorgar el préstamo quebró y se quedó con 113 mil pesos de la Société française et suisse de prévoyance, que se dice que pagó durante el Imperio. Una época clave en la historia 41 l necesidad de una intervención en México, alegando argumentos geoestratégicos: “frenar la influencia angloamericana, establecer un equilibrio y fortalecer la presencia francesa en 60 el Caribe”. Se dedica, además, a denunciar 61 la simpatía pro liberal de algunos franceses. En una carta a París reconoce: “es curioso constatar que hoy los extranjeros están divididos en dos campos: del lado de los conservadores, los españoles; del lado de los 62 radicales, los franceses”. Su influencia entre el cuerpo diplomático y el gobierno de Miramón creció de forma desmedida. Al punto que, a pesar de la insistencia de sus compatriotas para pedir su protección, el periódico Le Trait d’Union fue suspendido por el gobierno conservador y René Masson fue perseguido, encarcelado y se vio obligado a 63 salir en exilio hacia Nueva Orleáns. La guerra entre los proyectos era a muerte. Atrincherados en las dos capitales: México y Veracruz, sus ejércitos trataron de conquistar la plaza enemiga. En 1859, mientras Miramón se lanza contra el puerto, Santos Degollado sitia la capital —de marzo 18 al 11 de abril— pero fue derrotado. En marzo de 1860, Miramón compra unos buques españoles en la Habana, intenta sitiar Veracruz por tierra y 60 atacar por mar, pero la corbeta Saratoga, de la armada de Estados Unidos, los detiene... es el famoso “incidente del puerto de Antón Lizardo” sobre el que José Manuel Hidalgo protestó ante el ministro de relaciones exteriores de Francia y pidió ayuda de Napoleón III para hacer frente a los Estados Unidos que favorecían: […] al partido demagogo de Veracruz [ y] ha tomado la costumbre de hacer todo lo que le plazca en América sin preocuparse ni de Europa ni de la opinión general que tan severamente reprueba sus actos ... México se dirige con firmeza a S.M. el emperador Napoleón, y espera que el gobierno francés no le faltará en estos momentos en que se trata de salvar una nacionalidad de la raza latina y de hacer respetar los 64 derechos de las naciones. En septiembre de 1860, las fuerzas liberales, por su parte, expropian una conducta de plata, de particulares de San Luis Potosí, valuada en más de un millón de pesos que les permitió 65 reorganizar y equipar el ejército. Exhaustas sus arcas, debilitado el gobierno, con soldados desmoralizados, Miramón fue derrotado en diciembre de 1860 en Calpulalpan. El día de Navidad se refugió en la legación francesa, Ver A-J Chaudieu, Ob. cit., p. Es el caso de las denuncias repetidas que envía a París contra los periodistas de Barrès y Masson, y sus compatriotas Latapie, Desfontaines, Bablot, Caire, Laurier, Prager, Isidoro Deveaux, Gustave y Edourd Desfontaines, el Dr. des Nolhac, entre otros... Ver: Francisco López Cámara, “Los socialistas franceses en la Reforma mexicana”, en Historia Mexicana, México, oct-dic 1956, Vol. IX, No 2, pp. 269-273. 62 “Il est curieux de voir aujourd’hui les étrangers divisés en deux camps. Du côté des conservateurs, les Espagnols; du côté des radicaux, les Français”, Carta del 20 de octubre de 1858, citada por Francisco López Cámara, Op. cit., p.270. 63 Sobre la prohibición del periódico, su cambio de nombre, la suspensión definitiva, y el arresto y exilio de Masson ver : F. Dasque, René Masson das le Trait d’Union. Journal français universel, Méixco, CEMCA-UNAM, 1998, pp. 287-289. 64 Lilia Díaz, “Embajadores... Op. cit., p.26. 65 Por este acto Juárez pidió la renuncia de Santos Decollado, quien fue sustituido por González Ortega. 61 L 42 Javier Pérez Siller donde el nuevo ministro, Dubois de Saligny, le ayudó a salir rumbo a Europa; fue recibido como estadista por Napoleón III y la Reina Isabel II. El sueño de una monarquía para México seguía ganando promotores y numerosos adeptos en el Viejo Mundo. El paciente Emperador abandonado El triunfo de los republicanos era efímero. Si Juárez fue recibido con entusiasmo y algarabía el 11 de enero de 1861, en la ciudad de México, la lucha se había desplazado a nivel internacional. Su gobierno podía continuar sembrando la reforma pero no podía tocar los intereses extranjeros. El decreto de suspensión de los pagos de la deuda externa, julio 17, fue dio motivos para que los representantes de Gran Bretaña y Francia se uniesen, rompieran relaciones con el gobierno de Juárez y fabricaran el pretexto de la intervención. Esa noticia activó el anhelo del grupo de mexicanos conservadores que se encontraba en Europa. Los más activos fueron Gutiérrez de Estrada, Juan N. Almonte y José Manuel Hidalgo. Este último se había ganado la simpatía de la emperatriz Eugenia y de Napoleón III . En una entrevista con el emperador se refirió a lo ocurrido en México y señaló: Inglaterra, del mismo modo que Francia y España, irritados por la política de Juárez, enviará barcos a nuestros puertos. Ahí tenemos, Majestad, la intervención inglesa que necesitábamos, Francia no procederá sola […] México ante las tres banderas unidas, reconocería todo el poder y la superioridad de 66 Hasta 1867 los diplomáticos franceses apoyaron las causas de los conservadores. Durante las negociaciones con la comisión tripartita, el conde Dubois de Saligny se opuso a todo entendimiento con el gobierno y presentó exigencias imposibles: el pago de 60 millones de francos por reclamaciones de súbditos franceses y la totalidad de bonos Jecker. Había llegado a México nombrado por recomendación de Morny, medio hermano de NapoleónIII, que poseía un porcentaje de los bonos Jecker... esta alianza y la inmensa mayoría del país podría apoyarse sobre las potencias intervencionistas, aniquilar a los demagogos y proclamar la monarquía, que es lo 66 único que puede salvar a la nación... La convención de Londres, octubre de 1861, entre los representantes de España, Francia y Gran Bretaña fue el pacto para mandar las escuadras a México. Pero la coyuntura internacional ya era favorable. El 12 de abril había estallado la guerra de secesión en Estados Unidos y Napoleón III vio la Citado en Lilia Díaz, “Embajadores...”, Op. cit., pp.36-37. Una época clave en la historia 43 l oportunidad para establecer su arbitraje en América: apoyar las fuerzas del sur esclavista, fortalecer un gobierno estable en México y convertir en realidad su sueño de establecer un Imperio latino. Las escuadras llegaron a Veracruz cuando Juárez había derogado la famosa ley de suspensión de pagos y, a pesar de que ingleses y españoles quedaron satisfechos con el Tratado de la Soledad, Dubois de Saligny —acompañado de Juan N. Almonte recién llegado de Europa— rompió el dialogo y dio la orden para que el ejército francés avanzara. La resistencia en Puebla, al vencer primero a las tropas de Lorencez el 5 de en mayo de 1862 y detener, después, al general Forey con sus treinta mil hombres, en mayo de 1863, fue precaria. Puebla cayó y, al mando del mariscal Bazaine, los franceses ocuparon la ciudad de México el 7 de junio. Para diciembre ya controlaban la mitad del territorio. Se crea entonces la Regencia del Imperio, integrada por Juan N. Almonte, Mariano Salas y el arzobispo Labastida y Dávalos. Y se ofrece el trono a Maximiliano, que desde fines de 1861 espera paciente el momento... Se firman los tratados de Miramar y con el apoyo del Papa Pío IX, cuantiosos recursos otorgados por Napoleón III y el aval de los reyes europeos, la pareja imperial emprende la aventura. Llegan a Veracruz y, ante la solemnidad de la alta sociedad y la febril contemplación del pueblo, el 12 de junio entran a la ciudad de México para tomar posesión de su cargo. La fugaz aventura se desarrolla en tres momentos. Durante el primero, junio de 1864 a febrero de 1865, forma un gobierno mediador —integrado por conservadores, clericales, pero también algunos liberales moderados—, amplía las conquistas militares —del centro y sur, cae prisionero Porfirio Díaz— y aplica una L 44 Javier Pérez Siller política que reconoce la libertad de cultos, legitima la venta de bienes de la iglesia y da protección a las comunidades indígenas. Esto tuvo consecuencias funestas en el segundo momento, de marzo de 1865 a abril de 1866, donde pierde todos sus apoyos: lo abandonan los monarquistas —Gutiérrez Estrada, José Manuel Hidalgo, Francisco Arrangois—; recibe las protestas de la Iglesia —arzobispo Labastida y Dávalos y del Papa Pío IX que rechaza el armisticio propuesto por la comisión imperial— y su fuerza interna se ve totalmente debilitada. La catástrofe inicia desde abril de 1866 y concluye con su fusilamiento. Los republicanos tuvieron fe en la justeza de su proyecto. La victoria, ciertamente heroica, de Ignacio Zaragoza fue espiritual y se convirtió en fuerza movilizadora para la resistencia republicana ante los intervencionistas y para articular la unidad nacional. Frente a la intervención y el Imperio, el gobierno de Juárez retoma la peregrinación y se prepara para una larga resistencia: se establece en San Luis Potosí, luego en Monterrey, finalmente en Chihuahua y se refugia en Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez). Durante tres años, organiza desde ahí la lucha contra la invasión. “La historia nos juzgará” respondió a Maximiliano en una carta donde, además, le reclamó el haber aceptado invadir un país independiente y usurpar el poder legítimamente establecido. La batalla era moral, las armas diplomáticas y la fuerza residía en la dignidad y soberanía de una patria y en la certeza de su nacionalidad. Desde abril de 1865 la situación geopolítica vuelve a cambiar. Alemania va en guerra contra Austria para consolidar su unidad; una potencia emerge. Mientras que en Estados Unidos los unionistas vencen y termina la guerra de secesión. En julio Washington ratifica el reconocimiento del gobierno de Juárez y exige la salida del ejército francés. Todo se acelera en 1866:Napoleón III se da cuenta del enemigo potencial que crece más allá del Rin y busca aliados. En febrero, establece un tratado de amistad con Estados Unidos y fija el retiro de sus tropas de México. Manda un enviado especial para convencer a Maximiliano de abdicar y evitar el drama; hasburgo de origen, su Majestad acepta pacientemente el patíbulo. En la medida que salen las tropas francesas, los republicanos ocupan las plazas, logran sitiar Puebla y vencen los reductos del ejército imperial. El 29 de junio de 1867, en el Cerro de las Campanas concluye la aventura con su vida. “La patria recobrada”, los juaristas entran a la ciudad de México el 17 de julio para restablecer la República, aplicar la Constitución de 1857 y hacer efectivas las leyes de reforma. El proyecto había vencido a su rival, pero aún quedaba el desafío de aplicar normas que distaban mucho de la cultura que tenía la soiedad. El fondo del drama eran los modelos de sociedad que se debatían en occidente: la libertad contra los privilegios, la República contra el Imperio, la tolerancia contra el autoritarismo. Visionario, el gran Victor Hugo lo había preconisado en su carta de 1861 enviada a los poblanos: el atentado contra la República mexicana, continúa el atentado contra la República francesa. Una emboscada completa la otra. El imperio fracasará, así lo espero, en su tentativa infame, y vosotros 67 venceréis. Llegó por fin el 5 de febrero ¡ Día de San... (¡San Felipe de Jesús!), señalado para la evacuación de la capital. Desde muy temprano se quitó la bandera francesa que flotaba en el palacio de Buenavista y poco después las tropas francesas, retirándose de los diversos puntos que ocupaban, se fueron a forma en la calzada de la Piedad y en el Paseo Nuevo [...] las calles por donde tenían que pasar estaban llenas de una inmensa muchedumbre en medio de un gran silencio. (Agustín Rivera). Las concepciones de sociedad que se oponían desde fines del siglo XVIII encontraban tregua: el modelo imperial, monárquico, jerarquizado y autoriatrio quedaba en el pasado, mientras que el modelo republicano, liberal, democrático y tolerante anunciaba el porvenir. Su aplicación mostraría el arduo camino por recorrer. ¿Qué tan consciente fue Eugène de los procesos que vivió el país y de los que fue testigo?, ¿dé que forma participó en ellos?, ¿hasta dónde esos procesos afectaron sus planes o cambiaron su derrotero? 67 «L’attentat contre la République Mexicaine cotinue l’attentat contra la République Française. Un guet-apens complète l’autre. L’Empire échouera, je l’espère, dans sa tentative infâme, et vous vaincrez». Carta de Victor Hugo a los poblanos durante el sitio de 1863. Una época clave en la historia 45 l Gobernantes de México 1. Gral. Antonio López de Santa Anna (20 abr. 1853 al 12 ago. 1854) Gral. Martin Carrera, (15 ago. al 12 sep. 1855) L 46 Javier Pérez Siller Gral. Juan Álvarez (4 oct. a 11 dic. 1855) Gral. Ignacio Comonfort (11 dic. 1855 a 21 ene. 1858) en tiempos de Eugene (1854-1868) Gral. Félix Zuloaga (23 ene. a 2 feb 1859) Gral. Miguel Miramón (2 feb. 1859 a 24 dic. 1860 Lic. Benito Juárez (19 ene 1858 a 18 jul. 1872) Integrantes de la Junta Superior de Gobierno (18 jun. 1863 a 20 may 1864) Gral. Juan N. Almonte Arz. Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos Emperador Maximiliano I Emperatriz Carlota (10 abr. 1864 a 15 may 1867) Nota: Solo presentamos a los más importantes, algunos gobernantes dejaron el puesto un breve tiempo, para simplificar hemos tomado las fechas extremas. El Arzobispo Labastida y Dávalos se separó de la Junta el 28 nov. 1863, en la que también participó Mariano Salas. Una época clave en la historia 47 l