La Transformación Bajomedieval (Temas 25-36)

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La Transformación Bajomedieval (Temas 25-36)
Introducción General a la Baja Edad Media
Tudela, 2008-2009
Historia Medieval Universal
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La Transformación Bajomedieval
Elementos Integrantes de una Supuesta Crisis
Habitualmente, se viene hablando de Crisis de la Baja Edad Media para referirse al
periodo de transformaciones que se producen en Europa tras el gran desarrollo que ésta
experimentó en el segundo tercio del siglo XIII, crisis que –de existir– se prolongará hasta
bien iniciado el siglo XVI. Sin embargo, el término crisis debe matizarse pues,
efectivamente, aunque el panorama económico, político y cultural de dicho periodo
presenta algunas sombras, ciertamente también es la antesala de la transformación de la
sociedad medieval que culminará en el Renacimiento.
En este sentido, puede decirse que esta transformación se desarrolló básicamente en
tres frentes:
A) Elementos de Crisis
• Una de las áreas que, efectivamente, entró en crisis en este momento fue la económica, en especial a
partir de la denominada crisis agraria, fundamentalmente explicada por la crisis cerealista.
• Otra área –dependiende, además, de la anterior– y cuya crisis se aceleró en este periodo fue la
demográfica. El aumento de la mortalidad, la extensión de las epidemias (especialmente la peste) y
la conversión de algunas ciudades en centros insalubres son notas características del periodo.
• Crisis espiritual, que prolonga el episodio de la “querella de las investiduras” a partir de capítulos
cismáticos como el de Avignon, Cisma de la Iglesia Occidental.
• Crisis política internacional, de hecho se abre ahora un periodo marcado por los grandes
conflictos interestatales, al menos del ámbito europeo (p. ej.: Guerra de los Cien Años).
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B) Elementos de Transformación
• Como reverso de las crisis alimentarias, la dependencia del cereal –cuya escasez y carestía son
características del periodo– se compensa por la investigación en nuevos cultivos (vides, frutas) y por
la generalización de las cabañas ganaderas.
• Alteración de los fundamentos políticos teocráticos del mundo medieval, con la aparición de
nuevas doctrinas más acordes con la nueva situación social.
• Nuevo modelo social en el que adquieren una gran importancia las clases burguesas y el
campesinado frente a la nobleza. En realidad, esta conflictividad va a estar detrás de la futura
transformación de las sociedades del Antiguo Régimen.
C) Elementos de Desarrollo
• Desarrollo urbano continuación del que se había iniciado en el siglo XIII. La ciudad se convierte en
centro no sólo urbanístico y demográfico (éxodo rural) sino también comercial (ferias) y político, a pesar
de ser sacudida, en muchas ocasiones, por la peste.
• Desarrollo cultural a través de las Escuelas y las Universidades. Es el periodo de inicio del
humanismo italiano, ya prerrenacentista.
• Búsqueda de nuevos espacios comerciales y de expansión en la denominada “expansión europea”,
sin duda antesala del periodo de los grandes descubrimientos que supone, para muchos Estados
europeos, el paso a la Edad Moderna.
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La Crisis Demográfica Bajomedieval
Generalidades
Uno de los elementos de indiscutible crisis en el periodo bajomedieval es el
demográfico. Europa, tras el crecimiento vivido en el siglo XIII, iniciará un proceso de
regresión del que no se recuperará –con variantes regionales– hasta el siglo XVI. No sólo
la generalización de brotes epidémicos será componente de la misma sino que influirán
también en ella los fundamentos de la crisis alimentaria y –más tarde– el aumento de la
mortandad fruto de las grandes guerras. Tres serían pues los elementos de la misma.
A) Crisis Alimentaria
Efectivamente, el empuje que adquieren en este periodo los brotes epidémicos no habría sido posible
sin la generación de un caldo de cultivo de insalubridad y debilidad biológica de la población que
será consecuencia de la excesiva dependencia del cereal –que sufre una cíclica crisis de malas
cosechas–.
Las crisis cerealistas, las hambres consecuentes y los periodos de subalimentación están por tanto
detrás de la difusión de las epidemias –especialmente de la peste– generando, además, una mayor
brevedad de la esperanza de vida y, por supuesto, una situación de mayor debilidad de la población.
B) Grandes Epidemias
Aunque en ocasiones se ha querido revisar el papel de éstas en la crisis demográfica, sin duda su
incidencia fue la causante real de la mayor parte de la mortandad de la población europea entre los
inicios del siglo XIV y el siglo XVI. Varias pueden individualizarse como sus características:
• Incidencia desigual en la composición de edades de sus víctimas. Así, frente al primer brote de peste
(1348) que afectó a la población joven, otros (1371) afectaron más a la población adulta.
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• Desigual difusión geográfica. Aunque pocas fueron las zonas que escaparon a la epidemia, también
las hubo (Polonia, Holanda) y, en cualquier caso, la incidencia geográfica de los brotes fue desigual
incluso dentro de un mismo Estado (Corona de Castilla) dada su mayor incidencia en la costa (Niza,
p. ej.) que en zonas interiores.
• Carácter marcadamente urbano de la epidemia. La concentración de la población en las ciudades –no
sólo por la nueva situación económica y de renacimiento urbano que ya describimos sino también por
la creencia de una más fácil resistencia en este entorno– generará la rápida difusión de estos brotes y
que la mayor mortalidad afectara a centros urbanos como Toulouse, Reims, Zurich, Flandes… donde
los efectos se dejaron notar en la reducción del número de fuegos censados.
• Carácter multiplicador del fenómeno. Como hemos visto, las causas de la difusión de los brotes hay
que buscarlas en la propia estructura económica y de producción de la Plena Edad Media (excesiva
dependencia del cereal y crisis alimentarias) pero, además, su difusión está detrás de algunas de las
transformaciones básicas del periodo (mayor conflictividad social, fenómenos de exclusión de grupos
marginales –p. ej., los judíos–, movimientos espiritualistas y penitentes, éxodo rural…)
C) Mortandad en Guerras
Una de las notas características de la Baja Edad Media va a ser la generalización de grandes conflictos
bélicos en el periodo comprendido entre 1330 y 1380. La internacionalización y mayor calado
geográfico de los conflictos bélicos (Guerra de los Cien Años, p. ej.) generará también un aumento de
la mortalidad por esta causa.
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La Crisis Económica Bajomedieval
Generalidades
En realidad, la denominada crisis económica bajomedieval es, básicamente, una crisis
que tiene su principal sombra en la crisis agraria, pero que, sin embargo –como
estudiaremos en su momento– acarrea dos transformaciones que serán esenciales
para la nueva sociedad bajomedieval: la búsqueda de nuevos cultivos, y el desarrollo
de viejos sectores productivos (ganadería y, de modo especial, comercio).
Varias pueden individualizarse como características de esa crisis económica:
• Crisis eminentemente agrícola, por ser la base agraria la fundamental en la economía de las
sociedades medievales. Concretamente, la base cerealista.
• Crisis frumentaria, por la excesiva dependencia del cereal. Diversos periodos de cosechas
deficitarias (entre 1314 y 1316 de forma sensible pero también más adelante, entre 1340 y 1370)
acentuarán la dependencia de la tierra propia de los regímenes económicos antiguos –como el
medieval– y acabarán por generar las crisis alimentarias y de subsistencia antes comentadas.
• Crisis consecuencia de un auge incontrolado de la productividad a partir del siglo XIII.
Efectivamente, la extraordinaria demanda de cereal que se vive durante el periodo de la Plena Edad
Media y el intento de mantener las mismas cuotas de producción sin apenas avances tecnológicos
acabará por revelar la fragilidad del sistema y, al final, será la causa última de la crisis agraria.
• El propio sistema social –en el que muchos señores se habían distanciado de la tierra aun queriendo
recibir rentas de la misma– se revelará insuficiente y causa de la crisis porque agravará el fenómeno del
abandono de muchas tierras, y de la progresiva conflictividad entre campesinos y señores,
modificándose, incluso, los regímenes de tenencia y usufructo de la propiedad.
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• Efecto dominó de la crisis. Efectivamente, la crisis agraria estuvo no sólo detrás de la explicación
de la virulencia de los brotes epidémicos sino también detrás de otros fenómenos característicos del
periodo: reducción de tierras cultivadas y avance de bosques y de baldíos; y proliferación de
conflictos ciudadanos y rurales, dificultades para el mantenimiento de las rentas de los campesinos…
Todos esos elementos, negativos, fueron acompañados de otros más positivos y que estudiaremos a
propósito de los elementos de transformación: intensificación de otros cultivos a modo de
alternativa (vides y frutas, sobre todo), desarrollo de las explotaciones ganaderas (o de agrícolas más
intensivas, que precisaban de menos mano de obra), por supuesto, intensificación del comercio y
evitación de las autarquías económicas, buscando nuevas rutas comerciales.
• Dentro de este efecto dominó, la reducción de la dedicación agrícola tuvo su consecuencia directa en
la modificación del paisaje y, sobre todo, en el abandono de muchos núcleos de población
(atestiguado en el descenso de los fuegos en los censos), bien total (con la consiguiente generación de
despoblados) bien parcial (con el descenso de la densidad de ocupación de algunas comunidades,
afectadas también por las epidemias).
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La Crisis Espiritual Bajomedieval
Generalidades
La crisis que vive el Papado en la Baja Edad Media –en realidad, acentuación del
conflicto que se venía produciendo entre el poder temporal y el poder religioso ya desde
la “época de las investiduras”– no será, en absoluto, un periodo de crisis definitiva (de
hecho las instituciones de la Santa Sede resultaron reforzadas tras él) pero sí la
manifestación de la necesidad de algunas reformas y, por supuesto, de la
continuidad endémica de algunos antiguos problemas.
A) Crisis Interna
La denominada Crisis Espiritual de la Iglesia se manifestó en dos dimensiones, una interna (conflictos
entre el Clero) y otra más bien externa, política (conflictos entre Iglesia y Estado). La de mayor calado
en la Historia de la Iglesia fue la primera (concretada en el Cisma de Occidente), mientras que la
segunda puede entenderse más como una continuidad de los conflictos de la época precedente.
Las luchas internas de los Estados Pontificios por la posesión de territorios circundantes (Ferrara,
Venecia…) obligó al Papa Clemente V a exiliarse a Avignon, ciudad en torno de la cuál se fue
consolidando una corte pontificia con todos los elementos típicos de Roma (Cancillería, Cámara
Apostólica para la gestión financiera y fiscal, Consistorio para la reunión cardenalicia…) aunque la
intención inicial de los Papas no era, lógicamente, la de perpetuarse en Avignon. A la larga esto acabó
generando la idea de dos sedes pontificias, en Roma y en Avignon. En ese momento, el conflicto
acaparó tintes políticos cuando para marcar la validez de uno u otro solio pontificio debieron
intervenir los poderes políticos franceses e italiano. El conflicto se desató tras la sucesión de Urbano
VI (en Roma) en 1378 y Clemente VII (en Avignon) y prácticamente, no culminaría hasta 1422.
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La división de las sedes pontificias fue tratada en diversos concilios (Pisa, en 1410 y Constanza en
1414) en los que, además, se planteó el problema teológico de la potestad conciliar para deponer a
un Papa. Además, distintos Estados tomaron partido por Avignon (Francia) o por Roma (Portugal,
Castilla), generándose casi actitudes “de cruzada” a favor de una u otra opción. El asunto sólo se
resolvió en 1415, deponiendo a Benedicto XIII, que, sin embargo, sólo zanjó el Cisma con su muerte en
1423.
Más importantes que la propia Historia del Cisma y de la conflictividad interna que lo caracterizó son
sin duda sus consecuencias para la Iglesia de los años venideros:
• La Iglesia salida del Cisma intentó aplazar sus intentos reformistas institucionales, centrándose
sobre todo los Papas en reorganizar la gestión y administración de los Estados Pontificios.
• Los concilios –que habían sido pieza fundamental en la gestión de asuntos eclesiales– se convirtieron
ahora en periódicos –cada diez años– como una forma de garantizar el saneamiento de las
atribuciones papales y evitar el enquistamiento de posibles conflictos. A partir de ese momento,
los concilios se convirtieron en organismos de carácter marcadamente reformista, como lo serán luego
en la Edad Moderna.
• Cambio de actitud entre los pontífices, que intentan polemizar menos con los poderes políticos
como forma de reforzar su prestigio y de reforzar su imagen pública. Así, quedó bien claro en qué áreas
podían legislar los Concilios –administración interna de la Iglesia– y cuáles, en cambio, eran de
administración propia del poder político –leyes–.
• Progresiva política de concordatos entre Iglesia y Estado para el reparto de las áreas de poder,
especialmente las que tienen que ver con los nombramientos de cargos eclesiásticos (documento
Praemunire, de 1353).
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B) Crisis Internacional
La crisis internacional de la Iglesia –es decir, la crisis resultante del conflicto entre el Papado y
algunos Estados– fue sólo una continuación de los conflictos del siglo anterior, denominados
“querella de las investiduras”. Se centró en la disputa entre Bonifacio VIII, Papa, y Felipe IV, rey de
Francia, sobre dos cuestiones concretas (años 1296 y 1301 respectivamente):
a) Reivindicación por parte del monarca de su derecho a imponer contribuciones a los clérigos de
su país como hacían otras monarquías europeas del momento (Inglaterra, Castilla), asunto en el que el
Papa no transigió en lo esencial (Bula Clericis laicos).
b) Enfrentamiento por el procesamiento de un obispo, Bernardo Saisset, por parte de los poderes
regios. Ello motivó la Bula Unam Sanctam en la que el Papa reafirmaba el carácter teocrático de la
Iglesia y, de modo indirecto, reafirmaba también el poder político del Papado.
Los dos conflictos ilustran de nuevo los estrechos límites que había entre el poder temporal y el
religioso, entre Roma y las distintas monarquías. El conflicto –finalmente cismático– de Avignon,
supondría tan sólo un capítulo más de un proceso que podía intuirse ab initio. En este sentido de
controlar la dedicación temporal del poder religioso –y viceversa– se llevaron a cabo también desde la
Santa Sede procesos de depuración contra algunas órdenes militares cuyo sentido era ya caduco
(los Templarios); se crearon algunas nuevas (Montesa en la Corona de Aragón, Orden de Cristo en
Portugal…), y se inició un proceso de depuración de movimientos heréticos y espiritualistas
radicales.
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La Crisis Política Bajomedieval
Generalidades
La forja de los Estados modernos se había iniciado –como vimos– ya durante el siglo XIII.
Dicho proceso se acentuará ahora notablemente a partir de la generalización de un
componente nuevo, el militar. Varias son las características que convierten a este
fenómeno en el elemento central de una crisis política que debe ser entendida sólo en
su dimensión de conflictividad internacional pues, por lo demás, supuso la consolidación
de las nuevas monarquías modernas:
• La complejidad de los nuevos elementos presentes en la legitimación estatal (que estudiaremos
en su momento) convierte al ejército y a la nobleza militar en uno de los elementos básicos, quizás no
el más decisivo (también interviene ahora una potente clase administrativa y burguesa) pero sí uno de
los más activos.
• Las guerras de ofensiva y, sobre todo, las defensivas (para afianzar fronteras e identidad de los
nuevos Estados) se generalizan en este momento como una manifestación del poder que el Estado se
reservaba en cuestiones como la administración de justicia y la garantía de la paz.
• La nobleza feudal acentuó ahora su carácter militar, motivada por la actitud de muchos reyes que
no dudaron en pagar dinero y recompensas a los señores que constituyeran grandes ejércitos con los
que poderle servir en situaciones de emergencia y peligro. Es el sistema conocido como “feudos de
bolsa” que tuvo mucho éxito en Castilla, Inglaterra, Francia y que acabó por profesionalizar para la
actividad bélica a parte de la nobleza.
• Mejora del instrumental bélico, con un protagonismo especial de la artillería, arma exclusiva –por
su elveado coste– de la monarquía y de algunas Órdenes Militares.
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• Desarrollo de guerras más rápidas y contundentes frente al periodo más defensivo que se había
vivido anteriormente. Detrás de dicho desarrollo –que, sin embargo, no eliminó las guerras de desgaste–
estuvo, p. ej., la rápida recuperación del reino nazarí de Granada por la Corona de Castilla.
• Complementariedad entre el aparato militar –perfectamente desarrollado– y el administrativo, con
el desarrollo completo de una clase burocrática especializada en actividades diplomáticas (los legati,
nuncii, missi, o ambasciatores) y con la generalización de oficinas de los diversos reinos acreditadas en
distintos países. Hacia el siglo XV, la presencia de Embajadas era ya una realidad en casi todos los
países europeos.
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Elementos de Continuidad y Transformación
I. Nuevos Cultivos
Como se ha dicho, el reverso positivo de uno de los elementos clave de la crisis
económica bajomedieval –la crisis frumentaria– y que acabaría por generar un cierto
renacimiento agrario –sobre todo palpable ya en el siglo XV– fue el de la introducción,
explotación y desarrollo de nuevos cultivos de carácter compensatorio. Su misión,
lógicamente era compensar la excesiva dependencia del sector cerealista. A dicha
introducción de nuevos cultivos debe unirse la producción intensiva de otros productos
característicos de la nueva época.
A) Cultivos
Entre los nuevos cultivos, las frutas y –en especial– los cultivos vitícolas (vid) fueron los que
más se desarrollaron en el nuevo contexto económico. Así, muchas ciudades empiezan a
rodearse de áreas vitícolas formando entornos altamente productivos en los que hay que
buscar los orígenes de la especialización vitícola actual de algunas áreas geográficas del ámbito
mediterráneo (Sicilia, Nápoles, Italia) y con un protagonismo especial de España (Sevilla, Jerez,
Huelva…). La difusión de la vid llegó incluso a latitudes a priori menos aconsejables para este
cultivo como la Alemania del Norte.
Además de la vid –que, al margen de especializaciones productivas de algunas áreas, fue un
cultivo generalizado–, en la agricultura compensatoria de este periodo toma gran relieve el
fenómeno de la especialización. Así, las áreas atlánticas (Alemania e Inglaterra, sobre todo) se
especializan en la producción de cerveza –a través del cultivo de la cebada–; casi todo el
Occidente Mediterráneo combina la vid con el arroz y los cultivos hortícolas; algunas áreas
microclimáticas (Sicilia, Valencia, Granada) en los frutos secos y la caña; y otras áreas lo
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hacen en cultivos especiales como el lino (Italia), el azafrán (Cataluña o Tolouse).
A todos estos nuevos cultivos –especialmente a los citados en el segundo grupo– les acompañará,
además, una gran demanda comercial, convirtiéndose en productos fácilmente vendibles en los
nuevos mercados y que contribuyeron al desarrollo comercial que luego analizaremos.
B) Otros sectores de especialización
• Como se dijo, contra la crisis alimentaria, la ganadería experimentará un gran desarrollo en este
momento, movida por la demanda de cueros, pieles, telas, carnes y lácteos que nace de la
aglomeración demográfica en los crecientes centros urbanos. El desarrollo ganadero fue orientado, en
ocasiones, a la producción de materia prima para la industria textil (Inglaterra, p. ej.) o a la
generación de la carne que se demandaba para la alimentación, lo que estimuló las cabañas
ganaderas ovina y bovina (Dinamarca, Alemania, p. ej.). En algunas áreas, la intensificación ganadera
generó cambios en los regímenes de propiedad pasándose de un sistema extensivo (de openfields) a
uno intensivo (de enclosures) como sucedió en Inglaterra, y generándose, en consecuencia, conflictos
entre campesinos y ganaderos. En otras áreas –como Castilla, p. ej.– la Corona se encargó de estimular
la convivencia de actividades agrícolas y ganaderas y la generalización de la trashumancia como
forma de aprovechamiento de los desechos del cultivo forrajero, que explica el desarrollo de la Mesta, a
la que habíamos visto constituirse a finales del siglo XIII (1270).
• Junto al crecimiento ganadero, también el sector artesanal –no sólo urbano, sino también rural,
donde vino a ser un elemento de empuje a la crisis alimentaria ya descrita– alcanzó un gran desarrollo.
A veces iba vinculado al desarrollo ganadero (industrias de lana, paños y cueros) y, en otras
ocasiones, iba vinculado a los nuevos cultivos (industrias de papel). Estos centros artesanales
rurales, en la mayoría de los casos, aportarían mano de obra barata y disciplinada a los intermediarios
(enterpreneurs) que comerciaban con dichos productos en los mercados ciudadanos.
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• También el sector marítimo tendrá una cierta importancia al abrigo de la regresión agraria. El caso
más representativo es el de los Países Escandinavos –Noruega especialmente– donde la crisis agraria y
el empuje de la competencia de los productos de La Hansa flamenca hizo que la producción se
orientara hacia el desarrollo de pesquerías, que desde puertos como Bergen exportaban su pescado a
toda Europa. Este fenómeno –acompañado por otras especializaciones pesqueras como las almadrabas
de atún en Andalucía– irá ligado al desarrollo de algunos importantes puertos en ciudades costeras
(Génova) y aun interiores (Sevilla), que tanto protagonismo habrán de tener en el fenómeno de la
expansión europea. El desarrollo de estos centros de recepción de mercancía facilitará el crecimiento
comercial (caso representativo, p. ej., será Roma, cuyo puerto recibe productos de latitudes muy
lejanas como la mantequilla escandinava, derivada de la riqueza ganadera de la zona).
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Elementos de Continuidad y Transformación
II. Evolución Comercial
Aunque el desarrollo comercial es, efectivamente, uno de los episodios de mayor
esplendor de la Baja Edad Media, como ya lo habíamos visto apuntarse durante el siglo
XIII hemos de entenderlo como un proceso de incentivación de un fenómeno antiguo
que ahora encontrará un mejor caldo de cultivo ante las nuevas especializaciones
productivas antes descritas. Varios pueden individualizarse como elementos de este
desarrollo comercial:
A) Generalización de Nuevos Sectores Productivos
Acompañado –como veremos– por un renacimiento urbano y organizativo (gremios), uno de los grandes
éxitos de la sociedad europea será el del desarrollo de sectores productivos novedosos orientados al
comercio a gran escala. Entre ellos –cuyo panorama puede completar la descripción hecha con
anterioridad sobre los sectores compensatorios– destacan:
• El sector textil. Favorecido por importantes innovaciones tecnológicas (torno de hilar, bobinador
mecánico, nuevas técnicas de hilado…), éste se desarrolló sobre todo a partir de la seda (cuyos
principales centros productivos fueron itálicos: Génova, Lucca…), que trataba de imitar las
producciones orientales y que encontró una gran demanda –aunque sostenida– dado el deseo de lujo de
las nuevas élites; y de la lana, no sólo consolidándose el liderazgo de este sector en el área flamenca
(Ypres, Arras, Tournai…) sino también aumentando el número de centros especializados en la
producción textil (Londres o Bristol en Inglaterra; Florencia en Italia; Cataluña en la Corona de Aragón;
Cuenca, Murcia, Córdoba o Palencia en Castilla…). Ambos sectores, el lanero y el de la seda,
permitieron que se resintiera la demanda de productos orientales y se fuera produciendo el
monopolio de la producción y la distribución –en el circuito europeo– en manos de unas pocas
familias.
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Además de la lana y la seda, el sector textil se desarrolló a través del lino (Champaña, Brabante,
Courtrai…), del cáñamo (Bretaña) y del algodón (Sicilia, Cremona, Alemania…).
• La metalurgia y la minería. Aunque las minas se venían explotando desde el siglo XIII (su explotación
por vasallos se consideraba parte de los derechos feudales), todavía se había hecho bajo el control de
los poderes públicos y con técnicas casi romanas. Sólo a partir de 1460, la introducción de nuevas
técnicas en la construcción de pozos y galerías permitieron intensificar la producción, multiplicándose
por mucho el índice de productividad de metales como el hierro o la plata. Lógicamente, detrás de ese
crecimiento estuvo la cada vez mayor demanda de los metales para la floreciente industria artesanal
urbana y para la industria naval que –como veremos– fue otro sector en crecimiento. Al desarrollarse la
minería lo hizo también la actividad metalúrgica.
• Sectores industriales que aúnan mejoras tecnológicas con el aporte de los nuevos modelos
organizativos laborales y gremiales. Así, en ellos destaca el vidrio (que ya venía desarrollándose
desde centros itálicos como Venecia y que se difundió por otras áreas europeas como Bohemia), la
imprenta (favorecida por el uso del papel de hilo, la xilografía y la imprenta definitiva, inventada por
Gutenberg en el siglo XV), y la industria de astilleros (asociada a los grandes puertos de La Hansa,
Inglaterra, el Cantábrico y Andalucía).
• Sector tradicionales, reorientados ahora, como vimos, hacia nuevos productos (vinos, cervezas y
frutas en el sector agrario; salazones y pescados en el sector marítimo; pieles en el ganadero…).
B) Pervivencia de la Producción Oriental
Aunque, efectivamente, la producción en Europa de algunos de los artículos que hasta entonces venían
de Oriente restó importancia a este ámbito, lo cierto es que las especias, la seda, el ámbar, la cera y
otros productos de lujo siguieron enriqueciendo la faceta redistribuidora del comercio europeo.
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C) Desarrollo del Aparato Institucional Apropiado
El proceso de incentivación comercial que vive Europa en la Baja Edad Media no habría sido posible sin
el aporte de algunas novedades que prestaron mejores técnicas y condiciones a la actividad
mercantil:
1. Los medios de transporte. Sin grandes cambios en los terrestres –que seguían dependiendo de las
viejas rutas romanas– sí hubo un desarrollo de los transportes fluviales y marítimos. En el primero,
para transportar algunos productos se generalizaron las gabarras y los peniches mientras que el sector
marítimo encontró en el desarrollo de los astilleros y de los puertos su mejor manifestación. En
paralelo a la industria del astillero, se avanzó en la investigación de nuevos navíos (carabelas
portuguesas, naos castellanas, galeras itálicas “de mercado”, krawels de tres mástiles flamencos…) y de
nuevos tipos de velamen.
2. La moneda y las Instituciones Bancarias:
a) La moneda jugó un papel fundamental en la mayor fluidez y volumen del comercio internacional.
Fundamentalmente se usaron el patrón oro y plata lo que explicó el auge de los florines florentinos y
de los ducados venecianos como moneda de referencia en las transacciones comerciales. La moneda se
convirtió en elemento fundamental en el naciente capitalismo mercantil porque –como vimos–, desde el
siglo XII se estaba convirtiendo también en fenómeno de legitimación y representación política de los
entonces nacientes Estados Modernos.
b) Dado que Europa –entre 1395 y 1460– vivió cíclicos periodos de carestía de metales preciosos
procedentes de las minas africanas, se diseñaron nuevos sistemas de pago extra-monetario para
facilitar las transacciones. Es en ese contexto en el que adquieren gran importancia los bancos; el
desarrollo de prestamistas y mercaderes cambiadores; las sociedades comerciales especializadas en
negocios transaccionales concretos; las las tablas de cambio; y, sobre todo, las grandes compañías
comerciales itálicas que acabarían por generar los primeros grupos empresariales ya pre-modernos.
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3. Las Ferias. Aunque el desarrollo del perfil de los nuevos negociantes acabó por privilegiar la
actividad comercial fija (los Függer en Augsburgo; los Médicis en Florencia, p. ej.), las ferias
periódicas siguieron desarrollándose en este contexto de florecimiento del comercio internacional.
Generalmente, las que vinieron a desarrollarse lo hicieron en puntos estratégicos y centrales de las
grandes rutas comerciales (Brujas, Amberes, Leipzig, Frankfürt, Chalon, Champagne, Lyon…, en el
eje de las comunicaciones entre Italia y Flandes o Medina del Campo, entre Castilla y Flandes) y
apoyadas, en la mayoría de los casos, por el poder político (Medina del Campo por el infante
Fernando; Champagne por el rey Luis XI de Francia…). Las Ferias –y las sociedades comerciales
internacionales– acabarían, además, por dotar al comercio internacional de todo el aparato contable y
financiero necesario para hacer frente a esta globalización económica, redáctandose tratados y
manuales especializados en el arte del comercio y de la gestión financiero-contable.
D) Globalización de la Actividad Mercantil
Uno de los fenómenos más evidentes del desarrollo comercial bajomedieval que estamos retratando fue
no sólo el de la incentivación de áreas comerciales tradicionales que ya habían iniciado su
protagonismo desde el siglo XIII (Italia, Flandes, y el entorno escandinavo-hanseático) sino el del origen
de especializaciones mercantiles en otras zonas (Inglaterra, Alemania, Andalucía, Portugal, el
ámbito Cantábrico…). Esta generalización del trabajo comercial casi supone la primera gran
globalización mercantil europea que tanto tendrá que ver con el cambio de mentalidades al que
asistiremos en la Baja Edad Media y que más tarde analizaremos.
• Entre los focos comerciales tradicionales que ahora se incentivaron, quizás haya sido Italia el que
más se benefició del desarrollo del aparato fiscal y comercial apropiado –en Italia se redactan los
primeros Tratatos della Mercatura– y también de las relaciones políticas internacionales (comercio en
el Mar Negro por las buenas relaciones con Bizancio y en Grecia por las buenas relaciones que con ella
mantenían los venecianos).
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Flandes también asiste ahora a un gran desarrollo de unas potencialidades comerciales que ya se
venían percibiendo desde épocas anteriores. Por el desarrollo del comercio itálico a gran escala, los
flamencos se vieron obligados ahora a especializarse en un comercio interno de redistribución a
partir del desarrollo del puerto de Brujas, punto de encuentro de todas las rutas comerciales de la
época (productos ingleses, productos de la Hansa y castellanos…) y con un abastecimiento
garantizado de algunos productos importantes autóctonos (hierro, cobre, bronce, paños, telas...) y
demandados por otras zonas. Su posición y dependencia de los productos ingleses, castellanos y
hanseáticos –que, como se ha dicho, empezó siendo una ventaja– hizo que a partir del siglo XV fuera
sustituido por Amberes como centro alternativo del comercio flamenco, al que se orientarían las
exportaciones británicas –primero– y hanseáticas –después–.
La Hansa es, con Flandes, otro ejemplo claro de un ámbito comercial que ya había iniciado su
andadura en el periodo pleno-medieval y que apoyada en la variedad de productos que podía ofrecer
(muchos de ellos autóctonos, procedentes de los bosques, las pesquerías y el sector cerealista del
Norte y otros de redistribución) manifestó un extraordinario desarrollo a partir de finales del siglo XIII
dominando todo el comercio internacional. En la Liga Comercial Hanseática –quizás no tan organizada
como las Sociedades Comerciales italianas pero de igual beneficio– quedaban insertas a mediados del
siglo XIV la mayor parte de las grandes ciudades de Alemania del Norte: Colonia, Lübeck,
Brunswick, Danzig, Hamburgo, Bergen…, com ramificaciones hacia el ámbito escandinavo.
• Como hemos dicho anteriormente, el comercio británico (a partir de centros como Bristol, contando
con el apoyo de Eduardo III y beneficiándose del auge de la industria textil inglesa) y el castellano (a
partir del Cantábrico –Bilbao y, en menor medida, Burgos–, la Andalucía Atlántica –con Sevilla como
principal puerto junto a Cádiz y el Puerto de Santa María– y las ferias de Medina del Campo) se
especializaron y desarrollaron de forma intensa en este periodo bajomedieval como manifestación de la
globalización mercantil a la que estamos haciendo referencia.
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Elementos de Continuidad y Transformación
III. Teorización Política
La nueva forma de hacer política que se registra en la Baja Edad Media descansa de
forma clara sobre la generación de un complejo aparato ideológico novedoso que
–reinterpretando las fuentes de la teoría política tradicional (Aristóteles, San Jerónimo,
San Agustín, Juan de Salisbury, Ulpiano…)– teorizó sobre algunos de los conceptos
básicos del mundo medieval (teocracia e imperio) y sobre otros llamados a tener una
gran importancia en la fundación y consolidación del Estado Moderno (patria,
comunidad, príncipe, estado). A continuación repasaremos el tratamiento que se dio a
estos conceptos a partir del siglo XIV y el modo como su tratamiento influyó sobre las
nuevas formas políticas atestiguadas en la Baja Edad Media.
A) Teocracia
El concepto de la teocracia fue abordado desde dos frentes:
• Por la literatura religiosa, de la Iglesia, al abrigo de los conflictos Iglesia-Estado como el que se había
vivido entre Bonifacio VIII y Felipe IV de Francia. Así, las bulas pontificias Unam Sanctam y Quia uir
reprobus habían insistido en la distribución de las prerrogativas temporales y espirituales entre el
Papado y los Poderes Políticos. En esta línea, a finales del siglo XIII, se editaron textos como De
regimine principium, de Gil de Roma; De regimine christiano, de Jacobo de Viterbo; o De statu et planctu
Ecclesiae, de Álvaro Pelayo.
• Por una literatura laica, que, en ocasiones, intentaba justificar la postura de los reyes en los
conflictos con la Iglesia –Disputatio inter clericum et militem y Questio de potestate Papae, de Guillermo
Nogaret–, que reflexionaban sobre hábitos de la Iglesia medieval –De recuperatione terrae sanctae, de
Pedro Dubois–, o que separaban la esfera política de la esfera religiosa –De potestate regia et Papali– de
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Juan de París. En esta línea, las principales aportaciones –inspiradas en Aristóteles, San Alberto
Mango y Santo Tomás de Aquino– fueron las siguientes:
a) Defensor Pacis de Marsilio de Padua (1324) que sostenía la raíz humana de todo poder y la validez
de la organización política para la garantía de la paz y reflexionaba sobre la complementariedad entre
la ley divina –de referencia– y la ley positiva –obligatoria a nivel estatal– concluyendo en el poder
político del Imperio y en la ausencia de poder temporal o de soberanía política de obispos y Papa.
b) El Dialogus de Guillermo de Ockham (1340) negaba que los poderes políticos debieran depender del
Papado, que no debía interferir en ellos.
B) Imperio
En esencia, los nuevos teóricos pusieron en duda las dos grandes bases de la idea imperial:
• Que la unidad de la cristiandad, en lo religioso, debía corresponderse también con una unidad
internacional y de civilización en lo político.
• Que la Cristiandad estaba por encima de la diversidad de los territorios nacionales.
A partir de algunos tratados como los de Jordán de Osnabrück o Alejandro de Roes, se fueron
defendiendo las siguientes concepciones sobre el Imperio que, en buena medida, revisaban –con
referencia directa a algunos monarcas, y en especial a Alemania– los presupuestos sobre los que ésta
venía descansado durante todos los tiempos medievales:
• El Emperador sólo podía ejercer su poder y sus prerrogativas en situaciones de
excepcionalidad que afectaran a todo el orbe cristiano (p. ej.: convocatoria del Concilio
de Constanza por Segismundo, en el 1414).
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• Junto a esa prerrogativa, se reserva al Imperio diversas potestades –también
excepcional, en definitiva– como la de nombrar notarios públicos, recibir apelaciones de
otros reyes, legitimar hijos dudosos…, privilegios todos de poca aplicación práctica.
• Desde una perspectiva ya casi pre-humanista, se consideraba que la única realidad
imperial posible en los tiempos medievales era la heredada de Roma y esa radicaba en
el Imperio Germánico, que le había dado continuidad durante los tiempos medievales.
• Las autonomías locales debían ser respetadas (este principio llevaría a que incluso el
propio Imperio se germanizara, siendo el germen de las futuras nacionalidades, de tanta
importancia en la configuración de los Estados Modernos).
B) Nuevos Elementos de Reflexión Teórica
a) Patria
Como hemos dicho, desde finales del siglo XIII y comienzos del XIV empiezan a florecer en Europa
sentimientos de carácter patriótico, amparados en el sentido de pertenencia a una misma patria,
entendida como una misma nacionalidad, poseedora de un sistema político común. Es éste el
momento en que la mitología, la historia pasada (recuperación, p. ej., de la Germania de Tácito, en
Alemania), los lugares de importancia histórica de la geografía y del arte, las devociones religiosas
diferenciadoras y epicóricas (Saint Denis en Francia o San Jorge en Aragón-Cataluña…), la unidad
religiosa (con la consiguiente hostilidad hacia judíos, que, en definitiva, prepara las “guerras de
religión” de los tiempos modernos) o la unión bajo un determinado escudo (la flor de lis de los Capeto,
los leones de la británica dinastía de Plantagenet, los yugos y flechas de la Corona de Castilla-Aragón…)
juegan un papel fundamental en la configuración de un nuevo paisaje histórico y, sobre todo
político.
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b) Comunidad
Concepto, como hemos visto, muy unido al de patria y, en realidad, causante de éste, en este periodo
asistimos a un auge de la propaganda institucional por parte de los monarcas, que se esfuerzan por
exaltar la idea de la Corona y su poder de aglutinar a diversos ciudadanos, unidos por un destino
común. La consecuencia directa, casi cotidiana, de esta nueva ideología, será el desarrollo, cada vez
más acusado, de los ceremoniales reales y de las crónicas de determinados monarcas, casi
redactadas al dictado para verter la mejor y más conveniente interpretación sobre los hechos históricos,
la delimitación de manuales y fórmulas nuevas para un buen gobierno, y, como hemos dicho antes,
la recuperación de los mitos del pasado. Es, sin duda, el momento del nacimiento de una
propaganda política puesta al servicio del poder.
c) Estado y Príncipe
Aunque con prudencia –pero, teniendo en cuenta que, en muchas cosas, las formas estatales que
ahora se van desarrollando son ya el preludio de los Estados Modernos– puede emplearse el
término “Estado” (res publica, en las fuentes) para designar a las realidades políticas que –ya desde el
siglo XIII– venían consolidándose en Europa. El Estado es entendido ahora como un “ámbito de
ejercicio de poder”, poder que viene desarrollado por el populus, el regnum o la corona, principales
componentes institucionales de la idea estatal del momento. Además, el concepto de estado (status,
estate, state, según las lenguas) designa también una “posición socio-política” y, por tanto, por
extensión, el conjunto de ciudadanos que se “ocupan un determinado estamento en una concreta
organización social”.
Al frente del Estado aparece la figura del príncipe, sobre el que se teoriza acerca de cuáles debían ser
sus características ideales. Es ahora el momento en el que se redactan numerosos tratados sobre la
prudencia, la justicia, la fortaleza y la sabiduría como virtudes máximas del buen dirigente.
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Elementos de Continuidad y Transformación
IV. Nueva Estructura Social
Los cambios sociales que se registran en la Baja Edad Media Europea están relacionados
con dos fenómenos que ya hemos analizado: la crisis agraria y el desarrollo comercial.
Como consecuencia del primero se producirán tensiones sociales y nuevos modelos de
relación y dependencia entre señores y campesinos en el ámbito rural y como
consecuencia del segundo surgirá un nuevo modelo de sociedad urbana. Vamos a
retratar los elementos esenciales de ambos acontecimientos:
A) Nuevos Modelos Sociales de Base Feudal
Aunque el sistema feudal no se resquebrajó, sí sufrió algunas alteraciones causadas por los
siguientes acontecimientos, algunos de los cuales ya hemos analizado y que afectaron sobre todo a la
nobleza:
• La crisis cerealística, que anuló las bases de su riqueza.
• La crisis demográfica, que hizo que hubiera menos demanda de productos agrarios y,
efectivamente, se produjera un descenso del precio de los mismos y un necesario aumento de los
salarios de los campesinos, al escasear la mano de obra.
• Las crisis políticas internacionales, al menos para aquellos sectores de la nobleza que no
encontraron en ellas una forma de resarcirse de los reveses económicos.
Las consecuencias de esta situación pueden seguirse a través de distintas realidades que, sobre todo,
tienen que ver con la aparición de nuevos sistemas y regímenes de propiedad:
• Abandono de muchas propiedades señoriales, sobre todo de la “nobleza laica”, que se vió obligada a
vender sus tierras como forma de desprenderse de las razones de su ruina económica.
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• Generalización de los procesos de arrendamiento y aparcería de las tierras bien para que su
explotación cayera en manos de campesinos poderosos –que acabarían por enriquecerse con la
acumulación de propiedades–, bien para que su explotación fuera desarrollada por campesinos que
entregaran al menos la mitad de los beneficios de los bienes raíces a sus señores, perpetuándose el
modelo feudal de explotación agraria.
Como consecuencia de estos cambios, varios son los fenómenos que caracterizarán en la Baja Edad
Media el panorama de las relaciones nobles-campesinos:
• Modificación de las fuentes de riqueza de la nobleza (fenómeno ya descrito) lo que para la alta
nobleza supuso la posibilidad de aumentar las posibilidades de ahorro y de inversión,
extendiéndose, por tanto, al ámbito rural un fenómeno que estaba desarrollándose en aquel momento
en los contextos mercantiles urbanos.
• Empobrecimiento de la baja nobleza –muy dependiente de la tierra– que sólo encontrará
posibilidades a partir de enrolarse en negocios urbanos o de beneficiarse de nombramientos
caballerescos ciudadanos. Como respuesta a ese fenómeno no faltaron los casos de caballerosbandidos como remedio contra esta nueva situación económica.
• Aparición de “nuevos linajes” (la “nueva nobleza”) en sustitución de linajes arruinados y extintos
como consecuencia de la crisis. El auge de esta nueva nobleza y, a veces, la ruina temporal de la
nobleza tradicional sólo intensificaría, en unos casos, el afán de autorepresentación del noble y su
fastuosidad de vida y, en otros, la búsqueda de nuevas dedicaciones económicas: la dedicación,
incluso, al trabajo asalariado, agrícola o artesanal.
• Recrudecimiento –en muchos entornos– de la servidumbre campesina como forma de hacer frente
a la referida carestía de la mano de obra. Esto generará la proliferación de revueltas campesinas
como las que se desarrollaron en Cataluña, Marllorca, Inglaterra o Castilla.
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• Aparición de nuevos cauces mítico-religiosos para dar salida a estos conflictos. Surgen ahora
movimientos que reclaman una mayor igualdad social que restaurase el equilibrio y la igualdad de
los hombres. Es el caso del movimiento de los flagelantes –de carácter apocalíptico y racista, contra
los judíos– y de los pastoureaux que concentraban sus iras en la acumulación de propiedad de
algunos nobles y en la riqueza de la Iglesia; o el de los pauperes Christi, una especie de comuna
desarrollada en Bohemia y que predicaba la pobreza absoluta como solución a la crisis. En realidad,
todas estas revueltas rurales no produjeron modificaciones de importancia en la estructura agraria de
la sociedad pero sí suponen la manifestación de un notable cambio de fondo en las sociedades del
momento.
• Inestabilidad e inseguridad en el área rural. Desde finales del siglo XIII y como respuesta a la crisis
económica agraria, el campo empieza a padecer el fenómeno del bandidaje: los golfines en los Montes
de Toledo; los tuchins del Midi francés; los chaperons blancs en Normandía; los coquillards en
Borgoña…
B) Las Nuevas Sociedades Urbanas
Aunque sea artificial la división entre el ámbito rural y el ámbito agrario en este tiempo, es cierto que
las nuevas condiciones de la vida comercial y económica ciudadana generaron algunos grupos
sociales nuevos característicos del ámbito urbano:
• Hombres de negocios y grandes mercaderes agrupados en familias de notables (los Bardi, los
Médici, los Peruzzi, los Welser, los Függer), muchos de los cuales buscaron, además, participar de los
elementos de representación típicos de la aristocracia y nobleza tradicionales cuando, en realidad,
se trataba de nuevos ricos surgidos al abrigo de las nuevas actividades económicas y que, sin
embargo, intentaron establecer una cierta conciencia grupal y de clase. En realidad, con el tiempo,
estos hombres de negocios iban a concentrar hasta casi el 70% de la riqueza urbana.
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• Una clase media enriquecida al abrigo del desarrollo ciudadano (hombres de leyes, administradores
urbanos, jefes de gremios, comerciantes del sector alimentario y textil…). En algunas ciudades,
además, estos grupos se beneficiarían incluso de privilegios fiscales semejantes a los de los estamentos
tradicionales (caso de los francos de diversas ciudades castellanas) aunque sin que, por ello, en otros
asuntos dejaran de forma parte de los pueblos del común.
• El último estamento social ciudadano lo constituía precisamente el de los vecinos o comunes, en el
que –con diferencias según contaran o no con el estatuto de vecindad que concedía el municipio– se
integraban todos los profesionales de los gremios, y, también, un amplio número de malhechores y
vagabundos a los que la Iglesia daría asistencia –a través de instituciones como las mesas y platos
castellanas– y que serían también vigilados a través de figuras específicas como los alguaciles. En este
contexto de los vecinos y comunes es donde se desarrollarán notablmente uno de los fenómenos más
importantes de la sociedad urbana bajomedieval: el asociativo. Así, además de los gremios y las
corporaciones profesionales –ya existentes en el siglo XIII– tuvieron gran importancia en este periodo
las cofradías, especializadas en la organización de actos religiosos grupales comunes.
En este panorama social urbano, uno de los fenómenos característicos será el de la tensión y la
revuelta social que se concretó en la siguiente tipología:
1. Conflictos de carácter laboral, motivados por malas relaciones entre patronos y obreros y entre
cabezas de gremio y trabajadores, o por fenómenos de escaso salario o de subida de los precios. Se
trató de movimientos reivindicativos (los compagnonnages franceses, p. ej.) centrados en mejores
salarios y mejores condiciones laborales pero de poco alcance pues no fueron permitidas por los
oficiales de los gremios.
2. Conflictos generados por la presión fiscal, no muy abundantes (p. ej.: Berenguer Oller en
Barcelona) y casi siempre aparejados con otros de los que estamos describiendo en esta clasificación.
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3. Conflictos de naturaleza social o “de clase”. Fueron movimientos muy diversos y de también muy
variadas motivaciones: en ocasiones liderados por oficiales de gremio que deseaban intervenir en la
gestión política de las ciudades (atestiguados en algunas ciudades de los Países Bajos); otras veces
revueltas de artesanos agremiados contra sus oficiales (Alsacia, Alemania, el entorno hanseático…);
en algunos ámbitos –p. ej., Italia– revueltas del patriciado tradicional contra la burguesía mercantil
advenediza y de “nuevos ricos”…
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El Gran Éxito de la Baja Edad Media
I. Las ciudades bajomedievales
Venimos hablando continuamente del carácter multiplicador de muchas de las
transformaciones que, durante la Baja Edad Media, se producen en Europa. El
desarrollo urbano no es una excepción, de hecho, ahora:
• La ciudad crece demográficamente al recibir cada vez mayor población procedente del deprimido
sector rural y campesino.
• La ciudad desarrolla notablemente su poder vertebrador de la vida económica al convertirse en un
activo foco de salida de productos (de fabricación artesanal) y mercado de los nuevos productos
agrarios.
• La ciudad –como había sucedido en otras épocas históricas en las que la legitimación del poder era
una preocupación fundamental– se convierte en escenario básico del dominio de una serie
determinada de élites políticas y gubernamentales (monarquía, sobre todo, aunque también cierta
nobleza surgida de la crisis de la propiedad feudal) así como mercantiles y económicas (los nuevos
burgueses).
• Al convertirse en un centro comercial de primer orden, la ciudad acaba por vertebrar el territorio.
En torno de ella se van desarrollando rutas comerciales y también culturales.
• La ciudad –frente al auge que había tenido el ámbito rural en el Alto Feudalismo– va a ser el centro de
otro de los grandes éxitos de la Baja Edad Media europea: el desarrollo escolástico y, sobre todo,
universitario, que ya estudiaremos. La ciudad es, por tanto, centro cultural de primer orden.
Aunque algunas de ellas ya las vimos apuntarse en el siglo XIII, en la Plena Edad Media,
varias son las notas características de las ciudades europeas de la Baja Edad Media:
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1. Son ciudades de “régimen antiguo”. Es decir, se trata de ciudades cuyo crecimiento descansa
sobre la base de un acelerado éxodo rural y a las que, además, acaban por trasladarse algunos de los
problemas propios de los sectores agrarios (epidemias, hambrunas, conflictos sociales y económicos,
etcétera…). Además, inicialmente, las ciudades difícilmente pueden hacer frente al empuje que reciben
por el aporte resultante de dicho éxodo.
2. Se trata de unas ciudades que se generalizan. Efectivamente, la red urbana –que ya se había
empezado a configurar durante el siglo XIII– casi puede darse por concluida en el siglo XIV. Aunque
hubo regiones que se individualizaron por su grado de urbanización (Italia del Norte y del Sur, y la
Europa del área flamenca, ambas por razones obvias), lo cierto es que en este periodo casi el 20% de la
población europea está ya urbanizado.
3. Son ciudades homogéneas en los servicios y papeles que juegan (y que ya se explicaron al
comienzo de este apartado) pero desiguales en su aspecto (algunas están en llano, otras en altura; en
este momento se configuran, además, tipos característicos de vivienda, que acentúan las desigualdades
entre el paisaje urbano norteño y el de la Europa Mediterránea) y, sobre todo, en su densidad
demográfica (menos pobladas, p. ej., las ciudades del Norte que las ciudades mediterráneas). La
referida heterogeneidad urbana también se manifestará en sus diferentes funciones: unas veces son
ciudades surgidas por el desarrollo agrario, otras veces por el artesanal, otras veces por el comercial,
otras al abrigo de motivaciones religiosas…
4. En sus luces y en sus sombras, son ciudades netamente modernas en las que existe una gran
preocupación por la defensa, por el abastecimiento, por la limpieza, la pavimentación y el cuidado
de las calles, por la estética urbanística de calles, plazas y edificios, pero también son ciudades en las
que se empiezan a manifestar las grandes lacras de las sociedades modernas: hacinamiento,
delincuencia y revuelta social, explotación de los trabajadores gremiales, prostitución, pobreza…
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Porque el mapa resultante también informa sobre las líneas maestras del desarrollo
comercial europeo, pueden individualizarse las siguientes ciudades, en función de las
que son, en ese momento, además, las áreas más desarrolladas de Europa:
a)
Italia. Florencia, Venecia y Génova, primeros grandes centros del capitalismo mercantil
europeo; Roma, que adquiere un gran desarrollo como puerto en este periodo, según vimos; y un
grupo de ciudades desarrolladas al abrigo del éxito de sus productos manufacturados, casos de
Mantua, Cremona, Piacenza y, sobre todo, Milán.
b)
Área Flamenca. Flandes –cuyo desarrollo ya estaba consolidado en el paso del siglo XIII al XIV al
abrigo de las grandes ferias comerciales de la Plena Edad Media– y Brujas –principal puerto de
Flandes, pero de desarrollo más tardío–. Al desarrollo y posterior decadencia de ambas –en clave
comercial, lógicamente– le sucedería Amberes y la propia Amsterdam.
c)
Área Escandinava y Hanseática. Por ser –como vimos– el punto de llegada de la mayor parte de
las rutas comerciales internacionales del momento, la Hansa es escenario del desarrollo de una
amplia lista de ciudades: Colonia, Lübeck, Brunswick, y Hamburgo, quizás con un
protagonismo especial de ésta última y de Colonia.
d)
Inglaterra. Por su nueva orientación hacia el comercio marítimo, al margen de Londres, sus
grandes ciudades son puertos como Bristol, Southampton o centros de ferias como Winchester
o Stamford.
e)
El Imperio. Quizás por el auge de La Hansa y el mantenimiento de Flandes, ésta área asiste
ahora a un desarrollo más lento que en épocas anteriores, aunque pueden individualizarse en ella
las ciudades de Augsburgo, Ravensburgo, Nüremberg, Saint-Gall, Constanza, Nüremberg…
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El Desarrollo Cultural Bajomedieval
I. La Escolástica
Uno de los elementos clave en la configuración del Estado Moderno –y, también, en la
caracterización de la Europa bajomedieval– será el del desarrollo cultural y de la
intelectualidad, que se manifiesta en la Escolástica, las Universidades, la nueva
preocupación literaria y estética (evidente, sobre todo en la nueva arquitectura y en el
auge de las Bibliotecas) y, también, en la transformación de la religiosidad.
Dicho desarrollo cultural no habría sido posible sin los siguientes condicionantes
favorables:
• Los propios elementos de crisis aguda que hemos comentado hasta ahora
(especialmente las crisis económicas, demográficas, sociales y políticas), como es habitual
en la Historia, lejos de generar una decadencia del sector cultural, motivan una más
aguda reflexión de éste sobre dichos acontecimientos.
• Carácter escrito de la cultura, frente a la época de la Alta y Plena Edad Media, de un
carácter bastante más oral. La escritura está ahora totalmente generalizada en la mayoría
de los estamentos gubernamentales, también en el clero. La difusión de la imprenta, ya
en el siglo XV, contribuirá, sin duda, a acelerar dicho impacto.
• El gran afán por reinterpretar los fundamentos religiosos de todas las escalas del
poder –como hemos visto a propósito del poder político– hace que surgan un
antropocentrismo y racionalismo que son el germen del pensamiento humanista que
redescubre a los clásicos –otro elemento que da impulso al desarrollo cultural– y busca la
explicación a fenómenos dados hasta entonces por indiscutibles.
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Las Escuelas Catedralicias –y también, en cierta medida, las Universidades– son ahora
el centro de distintas corrientes filosóficas, teológicas y, en definitiva, de pensamiento:
• Aristotelismo. Su asimilación ya se ha concluido gracias a la labor inicial de Santo Tomás
de Aquino y, por supuesto, a la de los musulmanes como Averroes, cauce a través del cuál el
Estagirita llegó al Aquinate. De Santo Tomás y de Averroes nacen las principales corrientes
filosóficas del momento: el tomismo y el averroismo.
• Tomismo. Alcanza una gran difusión tras la canonización de Santo Tomás, por obra, sobre
todo de dominicos. La crítica a las vías tomistas –y a la vez su enriquecimiento– tendrá su
lugar gracias a dos franciscanos, Duns Scoto y Guillermo de Ockham, padres ya del
nominalismo.
• Averroísmo. Marsilio de Padua o Juan de Jandun, puntos álgidos de la reflexión sobre
doctrinas políticas.
• Nominalismo. Esta corriente –que nace a través de la revisión tomista y que considera que la
Teología sólo puede prestar apoyo a la fé pero no suplantarla de tal modo que la existencia de
Dios sólo puede ser mencionada pero no demostrada por la sóla razón– trataba de –a través de
razonamientos lógicos– dejar claros cuáles eran los límites de la inteligencia humana, sobre
todo en los asuntos teológicos. Quizás la excesiva dependencia de la lógica ahogó a los
nominalistas en debates algo estériles sobre diversos asuntos acerca de los que reflexionaban
sólo para experimentar su Lógica. Entre la nómina de nominalistas destacó Nicolás Oresme o,
William Heybtesbury, al tiempo que otros –Juan Gerson– orientaban su especulación teológica
hacia la formación de sacerdotes y clérigos en contextos ya universitarios.
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En cualquier caso, fue el Humanismo el movimiento filosófico más original y más
novedoso de la Baja Edad Media, preámbulo ya de lo que vendría a suceder en la cultura
europea en el Renacimiento. Varias pueden reseñarse como las características de este
incipiente movimiento:
• Carácter urbano. Efectivamente, el primer humanismo florece en las ciudades italianas y
entre grupos sociales de profesionales liberales que promovían escuelas de carácter laica y
fomentaban unas inquietudes formativas que la Iglesia no satisfacía.
• Curiosidad, gusto por el orden, la precisión y el espíritu de observación, rasgos todos
propios de las nuevas sociedades burguesas que estamos describiendo.
• Marcado clasicismo, de hecho los humanistas entendían su acción sencillamente como una
vuelta a los modelos grecorromanos de una forma más abierta y más social que la practicada
por la Iglesia.
• Gusto y refinamiento latinista y humanista. Efectivamente, los studia Humanitatis y la
recuperación de los textos clásicos antiguos supuso el primer paso en la renovación cultural.
Es el momento en que se localizan nuevos manuscritos de Varrón, Cicerón, Quintiliano,
Catulo, Apuleyo, Petronio, Plauto, Homero…
• Nueva mentalidad educativa y pedagógica basada en el deseo de abrir la mente y el
espíritu humano para que saliera de lo teológico y se acostumbrara a la construcción de
conocimientos racionales especializados, siempre a través de la contemplación y la
observación. Ello impregnaba el modelo educativo –marcadamente práctico– desarrollado por
estos pensadores.
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• Nuevo sistema de valores a todos los niveles: libertad –en lo social–, educación –en lo
cultural–, espíritu crítico –para el desprecio de la Ciencia Escolástica–, mentalidad abierta y
orientada a la investigación –incluso en corrientes religiosas–, panteísmo –en el plano
religioso, como revisión de las ideas tomistas–, y ética –para el estudio, sobre todo a través de
Platón, de todos los problemas de la moral humana–.
• Marcado optimismo, sobre todo en la concepción del hombre, del que se remarcaban sus
virtudes cardinales, su conciencia cívica, su capacidad de ahorro, su carácter “económico”, y
su centralidad en el Universo, sacada directamente del mandato del Génesis pero
reinterpretada. El antropocentrismo, de hecho, fue la gran aportación del naciente
humanismo.
A este movimiento habría que adscribir –para esta época– la producción literaria de
Petrarca y Bocaccio (El Decamerón); la filológica de Lorenzo Valla (De elegantiis linguae
Latinae) o Eneas Silvio; la política de Baltasar de Castiglione (El Cortesano); la teológica
de Marsilio Ficino (Theologica Platonica); o la filosófica de Alberti (Della famiglia) y de Pico
della Mirandolla (De hominis dignitate oratio).
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El Desarrollo Cultural Bajomedieval
II. Las Universidades
El fenómeno universitario, como hemos visto, no es nuevo de la Baja Edad Media, sin
embargo, sí adquirió en ella una nueva fisonomía, que puede caracterizarse conforme a
los siguientes parámetros:
• La Universidad pierde ahora el internacionalismo (uniuersalitas=uniuersitas) que le había
visto nacer. Parece que el control de los Centros por los poderes religiosos y políticos fue la
causante de esta pequeña variación de su espíritu inicial. Con ese control, los poderes
eclesiásticos buscaban la rectitud moral y los políticos la dependencia casi pre-nacional de
dichos centros.
• Aumento de las posibilidades de promoción socio-política que ofrecían los títulos
universitarios. Al margen de la mayor o menor innovación de los conocimientos en algunas
especialidades, se produjo un cierto “elitismo” en la dedicación final del universitario que,
normalmente, quedaba apartada del mundo laboral urbano del que la Universidad, como
institución, había nacido.
• Aristocratización de la Universidad, tanto de sus maestros como de sus alumnos.
• Pese a estos aspectos que pueden considerarse, cuando menos, genuinos, lo cierto es que
prosiguió la proliferación de centros, llegando casi de los veinte que había a comienzos del
siglo XIII a casi un centenar en la Baja Edad Media (Praga, Viena, Heidelberg, Colonia,
Lovaina, Cracovia, Avignon, Coimbra-Lisboa, Alcalá de Henares, Perpiñán…).
• Crisis económica de la institución (por el aumento del número de alumnos) lo que
acentuaría su dependencia de subvenciones de organismos políticos y de poder.
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• Especialización en áreas de conocimiento, de hecho algunas Universidades todavía
mantienen hoy el prestigio en determinadas áreas que entonces empezaron a cosechar:
Teología en París, Derecho en Bolonia. En esa especialización –y en la forja de un ambiente
característico del espíritu universitario– jugaron un papel primordial los Colegios, centros de
convivencia, residencia y estudio de los universitarios, generalmente vinculados a las
instituciones eclesiásticas, con los colleges de Oxford como los más representativos de dicho
modelo.
Un fenómeno reseñable y que va unido al desarrollo universitario fue el del auge de la
producción editorial –quizás más tardía y más desarrollada ya con la imprenta– y el
desarrollo de las bibliotecas. Varias son las razones que pueden señalarse:
• El empuje de la institución universitaria. Ésta promovía no sólo la formación de grandes
bibliotecas sino también la compra, el alquiler y el uso de libros por parte de los estudiantes.
• El desarrollo de industrias particulares de libreros, sobre todo en algunas ciudades italianas
(Milán, Florencia) donde esta actividad ya era destacada en el siglo XIV. Estas industrias sólo
fueron posible al abrigo de la nueva burguesía financiera y, sobre todo, gracias a la difusión del
papel como material sencillo y manejable, que abarataba, además, los costes de producción.
• El desarrollo tecnológico, no tanto en los materiales sobre los que se imprimía –también
influyente– sino sobre todo en la tecnología: la xilografía y, más tarde la imprenta, cuya
importancia y carácter revolucionario no se concretaría hasta más tarde pero que tuvo mucho
que ver en este fenómeno.
• Su amplio alcance social pues las bibliotecas no sólo eran de instituciones educativas sino
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también de particulares tanto de la nobleza (que atesoraba textos de Retórica, Devoción,
Historiografía Tradicional y Local, Política, Historia…) como del clero (Biblias, Glosas Jurídicas y
Bíblicas) o de príncipes y señores (los Gonzaga de Mantua, p. ej.).
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El Desarrollo Cultural Bajomedieval
III. La Producción Estética
Las Artes y las Letras fueron dos áreas que se desarrollaron en paralelo al auge que
experimentó la cultura en la época bajomedieval. Este desarrollo afectó a varias áreas:
A) Las Letras
El fenómeno más destacado de las letras europeas prerrenacentistas es, además de su espíritu
humanista, su carácter vernáculo. Asistimos ahora –en un contexto político preocupado por la
forja de nuevas nacionalidades– a la generalización del escrito en lengua vernácula, pese al
valor que se concedía al latín.
Además del carácter vernáculo de las producciones, uno de los rasgos decisivos de toda esta
literatura (y que se percibe en firmas como Dante o Jorge Manrique) es el de la creación de
nuevos temas literarios y nuevos tópicos (la muerte, la vida, las verdades teológicas, las
pasiones, la vida política…) así como la generalización de un nuevo modelo lírico (el stil novo)
personalizado, p. ej, en Pedro López de Ayala y su Rimado de Palacio, manifestación de una
poesía cortesana de temas profanos, religiosos y morales). Todo ello es, sin duda, manifestación
de una mejora de la calidad estilística que afecta incluso a la revisión de viejos temas (ciclo
troyano, artúrico o alejandrino).
B) Las Artes
Al margen de los distintos temas que pueden rastrearse en las producciones artísticas, quizás lo
más original del arte en este momento son las nuevas condiciones en que éste se hace posible
y que configuran un contexto cultural bastante apropiado para el desarrollo del pensamiento
y la producción artística:
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• En primer lugar, como vimos al hablar del pensamiento, las crisis y mutaciones características de
este periodo estimularon, en gran medida, la creatividad de los artistas, no en vano, la Baja Edad
Media fue, en lo referente al Arte y –en general– a todas las realizaciones culturales, un ejemplo de
fecundidad y desarrollo.
• Además, las magníficas realizaciones artísticas, si bien en su concepción son hijas de un
pensamiento aguijoneado por la crisis también son resultantes de un desarrollo de la concentración de
la riqueza en algunas áreas (Castilla, Bohemia, Flandes, Alemania…) que concentraron las más
sublimes porducciones.
• Se produce ahora un gran cambio en el estatuto del artista (también en lo profesional, por su
inclusión en los gremios) que, para empezar, gana en libertad creativa (sin que ello suponga un
abandono de la temática religiosa) y empieza a incorporar –a veces también con finalidad
teológico/educativa– temas evocadores de la vida cotidiana y profana. Se trata, por tanto, de una
clara humanización y singularización de los temas religiosos. En ese cambio de condiciones tuvo un
gran peso la difusión del mecenazgo, un fenómeno que abría el panorama de las instituciones
eclesiásticas como tradicionales financiadoras de las obras de arte y que introducía en el negocio
artístico a príncipes, aristócratas, burgueses, municipios…
• En lo estilístico, el gótico ejerce –primer con manifestaciones más clásicas a finales del XIII y después
con una fase más recargada y barroca en los siglos XIV y XV– un papel de homogeneizador estético de
primer orden.
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El Desarrollo Cultural Bajomedieval
IV. La Religiosidad
Vimos en su momento que uno de los puntos en los que se había puesto de manifiesto
una cierta transformación de la sociedad europea era el de la religiosidad y el mundo
espiritual. Sin embargo, como también hemos visto que sucedía en las otras áreas que
venimos estudiando, dicha crisis acabaría por acarrear también consecuencias
positivas para la religiosidad en todos sus frentes, tanto el institucional (predicación y
formación religiosa) como el dogmático (donde surgieron interesantes movimientos así
como algunas herejías ya propias del mundo moderno) o el ascético (concretado en
movimientos místicos y en un protagonismo especial de los seglares).
A) Ámbito Institucional
Las instituciones eclesiásticas, ante la proliferación de masas ciudadanas, apostó por una
mayor y más eficaz cercanía en la predicación, basada muchas veces en grupos itinerantes
de religiosos (fundamentalmente de órdenes mendicantes), que seguían modelos de
exposición y predicación pre-establecidos (las Artes Praedicandi), siempre muy unidos a
situaciones de la vida diaria. Algunos de estos predicadores (Juan de Capistrano, Vicente
Ferrer…) eran seguidos por multitudes, dada la espectacularidad de sus sermones.
Junto al acercamiento a la sociedad popular que la Iglesia practicó a partir de los sermones y de
la labor de sus predicadores, como hemos visto también el arte –que comienza a representar
temas de interés teológico pegados a la vida real: la Pasión y Muerte de Cristo– y la literatura
religiosa (Imitación de Cristo, de Kempis) –que ofrece textos y pasajes para la meditación y el
mejor conocimiento de la Biblia– sirvieron al propósito evangelizador de la nueva Iglesia.
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Desde el punto de vista de la liturgia y del culto, varios pueden ser los puntos básicos de la
práctica religiosa bajomedieval:
• La Eucaristía se convierte en el centro de la vida cristiana. Así lo prueban no sólo las abundantes
expresiones públicas de devoción al Santo Sacramento (procesiones del Corpus Christi, p. ej.) sino
también la profusión del tema eucarístico en las representaciones artísticas y en las tradiciones y
milagros de carácter popular (Hostias sangrantes).
• Junto a la Eucaristía, la Iglesia empieza a legislar sobre la Penitencia en este momento y desde el
Concilio de Letrán se estipula sobre la necesidad de recibirla, al menos, una vez al año. Es el momento
del auge de los confesionarios y de algunos penitenciarios y manuales de exaltación de dicho
Sacramento.
• Desde el punto de vista devocional, también el auge de determinadas devociones ilustra el gusto por la
individualidad en la práctica religiosa y el afán por meditar acontecimientos sagrados de clara
vinculación a los nuevos tiempos que se estaban viviendo. Así destacaron:
a) La Pasión de Cristo, por su relación con la alta mortalidad y las crisis demográficas que hemos retratado
para la época. Además de en las devociones (meditaciones de los Viernes, la propia Semana Santa, el uso de la
cruz en las celebraciones) también en el Arte (el Calvario, Cristo uir dolorum, tópico stabat Mater…).
b) La Santísima Virgen como modelo de virtud (comienza la gestión de declaración del dogma de su Inmaculada
Concepción, que, sin embargo, tardaría en llegar) bien en situaciones familiares (la Virgen con el Niño del gótico)
o trágicas (tema de La Piedad) y concretado en devociones específicas como el Rosario, el Angelus…
c) Los Santos, concebidos como ejemplo a seguir y como mediadores ante la divinidad. En general tanto el papel
de éstos como el de la Virgen –concebido siempre como Mediadora– estaba vinculado a un cierto pesimismo y
miedo a la muerte y al Juicio que generaría, además, una proliferación del rezo por los difuntos, la limosna, la
asistencia a los pobres…
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B) Ámbito Dogmático
No puede hablarse de grandes herejías –como las de los primeros tiempos– en la Iglesia
bajomedieval sino simplemente de movimientos que, como consecuencia del desarrollo que
alcanzaron y, sobre todo, del anticlericalismo que inspiraron sí llegaron a ser declarados
heréticos. Destacaron, fundamentalmente dos:
a) Los movimientos inspirados por Juan Wyclif, condenados por el Concilio de Constanza, que consideraban
que la Iglesia y sus sacerdotes, en realidad, eran símbolos y que sólo Dios conocía cuál era la validez de la
Iglesia porque sabía a quien había predestinado para ella (Iglesia como congregatio praedestinatorum). Estas
teorías –que anticipaban muchos de los temas que serían clave en la Reforma Protestante– cuajaron, tras la
muerte de Wyclif, en el lolardismo, movimiento popular que interpretaba al pie de la letra las ideas de Wyclif y
que se posicionaba como contrario al clero y a la liturgia.
b) La obra de Juan Hus era, en realidad, una continuación de la de Wyclif pues éste predicador se dedicó a
promulgar las ideas de aquél, insistiendo, sobre todo, en la minusvaloración de la jerarquía, en la negación
de la validez de las indulgencias y en la reclamación de la pobreza de los sacerdotes. Estas teorías
despertaron tanto movimientos conservadores –como el de los utraquistas– como otros de marcado cariz
revolucionario como el del husismo, o el taborismo.
B) Ámbito Ascético
En el camino del acercamiento a Dios (áscesis) varias fueron las novedades que se registraron
en la Iglesia de la Baja Edad Media y que manifiestan una nueva idea y sensibilidad de lo
sagrado así como una modificación clara de la forma de entender las relaciones entre los
hombres y Dios, resultado también del convulso periodo económico, social y político que
hace de marco de estos nuevos movimientos.
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• El esoterismo se generaliza ahora como la incorporación a la liturgia de abundantes elementos
mágicos como exorcismos, procesiones, peregrinaciones… La causa fundamental del auge de esta
corriente espiritual hay que encontrarla en el sentimiento de angustia ante la muerte y la fugacidad e la
vida así como en la progresiva racionalización del pensamiento religioso, fruto del espíritu humanista.
La brujería y la hechicería fueron los dos fenómenos más característicos de esta nueva postura. El Papa
Inocencio VIII debió intervenir con la bula Summis desiderantes para condenar la brujería como
manifestación herética y contraria a la verdadera religión. Al margen del gusto por la brujería, se fue
generalizando –como consecuencia de la apertura de pensamiento prerrenacentista– el recurso a la
Cábala, al pitagorismo, a los criptogramas…
• La mística fue sin duda la mejor manifestación de la religiosidad individual que venimos
caracterizando para este periodo. En principio eran movimientos que consideraban la experiencia
mística, íntima y personal de Dios como una forma de áscesis y como tales eran reconocidos como
válidos por la Iglesia. Sin embargo, en ocasiones derivaron en denuncias de la indignidad de las
instituciones eclesiásticas y, por tanto, en desviaciones notables sobre el dogma. Eckhart, Tauler,
Suso son nombres vinculados a escritos que consideraban que para seguir a Cristo era necesario
abordar un cierto itinerario espiritual marcado por la purificación. Muchas de estas doctrinas,
además, eran revisiones y adaptaciones del neoplatonismo. Quizás el autor más importante y el de
más poder como inspirador de la denominada Deuotio Moderna, fue Tomas Kempis, cuya Imitación de
Cristo, manifestación del itinerario al que hacemos referencia, fue difundida en gran medida por toda
Europa.
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La Expansión Europea
Inicios de un Fenómeno de la Edad Moderna
Aunque abordarlo en profundidad es ya responsabilidad de los historiadores de la Edad
Moderna, la expansión europea –sobre todo atlántica– es uno de los fenómenos más
reseñables de la Baja Edad Media pues es en ella en la que se sientan las bases del que
iba a ser uno de los fenómenos de mayor desarrollo de la Europa Moderna. Simplemente
estableceremos algunas razones que hicieron posible que este fenómeno empezara a
desarrollarse precisamente en este momento:
• El afán por conocer la raíz de las cosas –típicamente humanista– está detrás del interés por
investigar sobre el arte de la navegación (Infante Enrique el Navegante, de Portugal, con su
Escuela de Navegación en Sagres) y por encontrar rutas nuevas que llevaran a los confines del
mundo o, al menos, al mundo menos conocido.
• Las circunstancias políticas del Lejano Oriente (pax mongolica) estimularon en gran medida
los deseos de Europa por un mejor conocimiento de las rutas y posibilidades que ésta ofrecía
para el descubrimiento de nuevas rutas y posibilidades comerciales, al que incitaba también la
fascinación por los productos venidos del comercio asiático.
• El desarrollo tecnológico, que había generado algunas importantes novedades en cuestiones
referentes a la navegación marítima y que, además, aportaría cada vez mayor cantidad de
conocimientos sobre los interiores africanos y sobre el litoral atlántico, obra de algunos
marineros que con medios inadecuados –las galeras, p. ej.– se habían adentrado en África.
• La propia situación estratégica y el efervescente desarrollo de los puertos atlánticos de
Castilla y de Portugal, que explican el denominado “privilegio ibérico” en la denominada
expansión europea.
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• El desarrollo de los nuevos sentimientos nacionales o pre-nacionales, a veces empujado por
notables crisis dinásticas, hacía que las aventuras por los confines del mundo fueran ocasiones
para legitimar nuevos Estados o para fortalecer débiles monarquías.
• La propia estructura social bajomedieval en la que las burguesías financieras buscaban
siempre nuevas posibilidades para el enriquecimiento y la gestión económica.
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