ATENEO LORQUINO. fl. ingenio, y ciislid-td importaniísims, ademisde la belleza, en las obras musicales. Fantasías sobre iiiolivos de óperas, piez.iS de baile, jotas, soguiíiillas, aparecieron en los almacenes de música de Mndrid, firmadas pur Tudela; pero los editores de pensamicnios escritos €n el peniágrania no pagan por lo común con oír» cusa gue con una docena ó media de ejemplares del grabado. Lúcese este con portada iiiá< ó menos artética en los escaparates <le la tienda y «n el atril de unos cuantos pianos, que hacen sonar manos que mas de una vez estrecharon las del autor, y muy pronto cede SO puesto a nuevas publicaciones, si publicación puede llamarse la que llega á conocer tan poca gente. Para dos zarzuelas escribió miisica Pérez de Tudela: animada, alegre y juguetona era la una; de mas miga, aunque también llena <Ie animación y de frescura, la otra. Ninguna de IHS dos se ha representailo en MadriJ, y no ha sid» pufijue la mtísica no lo mereciese, ni porque ¡os autores hayan negado su permiso. Decía Bretón de los Herreros que las obras de Teatro «ieben escribirse entre bastidores, y Enrique Pérez de Tudela no habia nacido para vivir á la luz del gas y bajo el pintado cielo de las bambdinas. Modesto en demasía, ni buscaba interesiidamente la amistad de los empresarios, ni como medio de que sus obras se representaran y fuesen aplaudidas en la escena sabia él hacerse aplaudir por galante, chistoso y maldiciente, á loilas horas, en los camarines de los actores y en los salones de descanso. Tenía ademas Tudela un defecto físico, que le hacia hablar con -dificuitad, y esto acaso contribuía, además de su modestia, á que íuera algún tanto retraído. Sus amigos recordarán al leer los presentes renglones haberle visto más de una vez dar muestras <le impaciencia por no poder hablar tan de prisa como deseaba. A lo» lectores lorquinos es iníilil referirles ol entusiasmo con que en ai]uella ciudad fué acogida una de las zarzuelas de nuestro amigo. Recordaba él con singular complacencia la noche del estreno, en que fué acompañ-ido hasta su casa por todos los concurrentes; la corona de plata recibida y la multitud de veces que Je llamaron á las tablas. En Madrid, por el contrario. La Familia 4e su Excelencia, que asi se llamaba la z:irzuela, no encontró escenario en que presentarse al publico, entre los de primer orden. Refugióse por último en un teatro más modesto, y alli tuvo la: suerte de agradar tanto al empresario, que se pasó toda la temporada pensando quien podría interpretar mejor la música, á su juicio de éxito seguro, por más que la compañía no contaba con tenor apropósíto, por lo cual fué necesario suprimir una romanza; que los coros eran solamente del género femenino, lo que trocó en pages á los lacayos, la orquesta parecía incompleta y del resto de los cantantes no se podía esperar gran cosa. Al llegar el verano el teatt-o cerró sus puertas, y los originales fueron,