DISCIPLINA LABORAL Y CONTROL SOCIAL

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Capítulo Criminológico Vol. 28, W 3, Septiembre 2000, 57-80
ISSN: 0798-9598
DISCIPLINA LABORAL Y CONTROL SOCIAL
Vilma Bisceglia*
*
Abogada. Profesora de Derecho Penal en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Miembro del Comité de Acción Juridica (CA]}, del Instituto de Estudios
Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP), y de la Asociación de Abogados de Buenos
Aires (AABA). E-mail: [email protected]
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Disciplina laboral y control social
Resumen
El presente trabajo tiene por objeto abordar el debate que se ha
generado en torno a las nuevas formas de control social, nacidas casualmente para abolir el viejo orden. Se advierte que desde hace al menos doscientos aiios, el disciplinamiento laboral se
ha ido imponiendo en las relaciones sociales, con la consecuente
transformación de las formas de dominación. A las innovaciones
le sucedieron reacciones en un proceso dialéctico imparable y
en el que la Criminología juega un papel relevante, contribuyendo al discernimiento, comprensión e ideación de un control cada
vez menos represivo, que vincule el concepto de prevención del
delito a la satisfacción de los derechos humanos fundamentales.
Palabras clave: Criminología crítica, control social, política criminal
alternativa, derechos humanos, subdesarrollo.
LABOR TRAINING AND SOCIAL CONTROL
Abstract
The objective of this paper is to comment on the debate that has
been generated around the new forms of social control, which
have been conveniently developed to destroy the old arder. It is
noted that for a period of at least two hundred years, labor
training has been imposed on social relations, with the subsequent transformation in the forms of domination. In the face of
the innovations, reactions occurred in an unending dialectic process and in which criminology has played a relevant role, contributing to the discernment, comprehension and ideation of a
control which is progressivelyless repressive, and which relates
the concept of crime prevention to the satisfaction of fundamental human rights.
Key words: Critica! criminology, social control, altemative criminal
policy, human rights, underdevelopment.
Recibido: 25-06-2000 • Aceptado: 22-09-2000
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INTRODUCCIÓN
En una publicación reciente, sostenida en conferencia dictada en la
Universidad de Salamanca durante el pasado mes de enero del 2000, el
Prof. Catedrático y Diputado en el Congreso chileno Juan Bustos Ramírez
(1999) plantea el problema de la "transferencia" de las teorías criminológicas a Latinoamérica y en particular, alerta sobre las posibles consecuencias
que se pueden producir durante el proceso de asimilación de las teorías críticas por parte del poder, en tanto que "permitan implementar una política
de control puramente formal, pero que en los hecho nada cambie, o bien
que represente exclusivamente un aumento del control".
Sostiene además que la transferencia de las teorías criminológicas desde los países desarrollados a los subdesarrollados no es de "dominación superestructura! externa", para lo que se debería constatar que "el poder se
configura en forma diferente y que los ámbitos sociales que éste crea son
también diferentes".
Luego de mencionar una serie de coincidencias en cuanto a los procesos de criminalización en unos y otros países, concluye de este modo: las
teorías que tienden a legitimar el poder son receptadas desde los países subdesarrolados con algunos problemas de "eficiencia"; en estos casos se "suple desde afuera" (ej.: laDEA respecto del narcotráfico). En cambio,
una criminología crítica parecería sólo transferible desde una
perspectiva realista, en la medida en que su acento estuviera
colocado: por una parte en un paradigma de los procesos de
criminalización, en base a la negación o reducción de los derechos humanos; y por otro parte en la delimitación de los procesos de violencia. Sólo de este modo la criminología crítica
podría permitir desarrollar una política criminal mínima y alternativa, pero siempre teniendo en cuenta en esta transferibilidad que las alternativas se acojan sólo en la medida en que aumenten el control sobre sectores que antes quedaban fuera de él.
El presente, tiene por objeto demostrar que los procesos de "transferencia de teorías criminológicas" hacia los países subdesarrollados son
siempre de dominación y que, conforme sean sus modalidades de aplicación
(su eficacia), las teorías críticas intervienen dentro del sistema, a modo de
reacción, sin necesidad de pervertirse.
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Para tal fin abordaré el problema de las formas de disciplina y de las
reacciones que éstas han generado a lo largo de la historia.
Será de suma utilidad un repaso por la descripción concisa de Stanley
Cohen (1998) sobre los movimientos "reformistas" y "desectructuradores"
y las "indicaciones estratégicas" para una política criminal alternativa de
Alessandro Baratta (1998).
Un paralelo entre la disciplina del trabajo en las formas de producción
capitalista y el control social ejercido desde el poder, desnudará los roles
que cumplen cada una de las teorías criminológicas y -lo más importantela imposibilidad de que las propuestas provenientes desde la criminología
crítica (definida ésta como una política criminal de las clases subalternas),
asimiladas por la estructura formal como "uso alternativo del derecho penal", sirvan para "extender" el control social a sectores no alcanzados por
él, "negando o reduciendo los derechos humanos". Jean Paul de Gaudemar
(1981), Alain Lipietz (1992) y Antonio Baylos (1991), vienen en nuestro
auxilio para esta tarea.
2.
LA DISCIPLINA PATRONAL: GENEALOGÍA DEL SISTEMA
CAPITALISTA
Existen tantas formas de reacción conforme disciplinas impuestas;
unas y otras están en permanente evolución, condicionadas mutuamente en
un proceso dialéctico jamás interrumpido; dado el desarrollo desigual y
combinado de nuestros países (llamados del tercer mundo) convergen en su
totalidad, dificultando la tarea de los managers, los "críticos" y la mía, que
me he propuesto explicarlas.
Si es el modo en que se disciplina lo que condiciona las formas de
reacción debemos reconocer la existencia previa de un conflicto. Para tal fin
es necesario acudir a dos definiciones básicas: el poder tiene su base en la
propiedad privada de los medios de producción y es el conflicto entre capital y trabajo asalariado lo que genera disciplina, es decir "dominación".
Para abordar este tema haré expresas y reiteradas remisiones a la obra
de Jean Paul de Gaudemar (1981 ). Este autor coincide con Foucault (1975)
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expresamente, en poner de manifiesto el papel central que ocupa la disciplina en los dispositivos de poder.
La disciplina aumenta las fuerzas del cuerpo (en términos económicos de utilidad) y disminuye esas mismas fuerzas (en términos políticos de obediencia). En una palabra: disocia el poder del cuerpo; de una parte hace de este poder una 'aptitud',
una 'capacidad' que trata de aumentar, y cambia por otra parte
la energía, la potencia que de ello podría resultar y la convierte
en una relación de sujeción estricta. Si la explotación económica separa la fuerza y el producto del trabajo, digamos que la
coacción disciplinaria establece en el cuerpo el vínculo de la
coacción entre una aptitud aumentada y una dominación acrecentada.
La división del trabajo en el sistema capitalista se caracteriza por el
control del proceso de trabajo y la jerarquía que lo ejerce, a saber:
l. La disciplina es absolutamente necesaria para controlar el espacio
del taller, de la fábrica, el tiempo de trabajo (jornada) y del puesto
de trabajo (modalidades de empleo). Garantiza al empresario el papel de coordinador: combinar los esfuerzos "separados" de sus
obreros obteniendo un producto comercial. El éxito del empresario
reside en desposeer al obrero de todo control, decidiendo sobre la
naturaleza del trabajo y la cantidad de producción.
2. La disciplina sirve para reproducir la hegemonía de las capas dominantes, "hegemonía fundada en el dominio de las relaciones comerciales (dominio de la concepción, de la realización de mercancías, de la organización de la producción, de la gestión de la fuerza
de trabajo, etc)" (Gaudemar, 1981: 106).
3. División, disciplina y control jerárquico del trabajo tienen
como objetivo social "no tanto la eficacia técnica" como "la
acumulación del capital". Es decir que su eficacia técnica está subordinada a este objetivo y por lo tanto a la relación de dominación
capitalista.
Esta descripción del rol que cumple la disciplina en el sistema de producción capitalista no es estático sino que se corresponde con momentos
históricos. Dice Gaudemar:
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el capitalismo industrial no ha tomado el poder de un solo golpe porque su progresión se hizo más bien por etapas y de forma irregular (... ) En concreto, una vez admitido el papel de la
disciplina de fábrica, y de los modos de control del proceso de
trabajo que la caracterizan, queda por plantearse el tipo de
disciplina puesto en práctica en cada tipo de empresa capitalista, en cada tipo de formación social; plantearse el tipo de
disciplina, es decir, la adecuación de las formas disciplinarias a los objetivos productivos fijados en materia de acumulación de capital y de reproducción de las relaciones sociales de dominación.
3.
EL "PANOPTISMO" Y LA DISCIPLINA EXTENSIVA
EN PARALELO CON LAS TEORÍAS POSITIVISTAS
Es imperdible la explicación de Gaudemar acerca de las "técnicas disciplinarias industriales" que los empresarios adoptaron para tal fin y que en
forma breve mencionaré a modo de parangón de las teorías criminológicas.
Durante la "primera revolución industrial", en la que las manufacturas
y luego las fábricas reemplazan el trabajo del artesano (realizado sin control
de un tercero) las primeras formas de disciplina laboral estuvieron basadas
en otros modelos ya conocidos: la familia, la cárcel y el cuartel. El empresario adoptaba un papel tutelar, vigilaba al obrero, lo observaba trabajando.
Este sistema es llamado con justeza "panoptismo" (Gaudemar, 1981: 100),
en referencia a Jeremías Bentham ( 1791 ), quien lo propuso como modelo
arquitectónico carcelario pero que resultó muy funcional en otros ámbitos.
La resistencia obrera adquirió dos formas que daban bastante resultado: rompían la máquina con la que se los obligaba a trabajar (la que imponía el tiempo, modo y espacio de producción), a la que por entonces no estaban "acostumbrados" 1, o se negaban a trabajar, obligando al patrón a ce-
Son las llamadas luchas "ludditas" como consecuencia de atribuirles un carácter infantil,
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der, dado que por el conocimiento adquirido sobre la máquina (calificación)
no podían ser fácilmente reemplazados.
Advertidos los empresarios de que esa disciplina era insuficiente, "sin
incidencia real sobre la forma en que el trabajador utilizaba su fuerza de trabajo", concluyeron en que se necesitaba "una revolución en las formas disciplinarias": intentan extender su control fuera de la fábrica, imponiendo
normas morales y espacios propios (ciudades obreras, escuelas de enseñanza patronal), entre otras iniciativas. Mayor tiempo "útil": menos paseos,
mayor control social. A este ciclo, se lo denomina de disciplinarización extensiva (fábrica y exterior).
Dice Foucault (s.f.):
El desarrollo de la industria colocó masiva y directamente el
aparato de producción en contacto con los encargados de hacerlo funcionar, el problema que se plantea entonces es el de
fijar a los obreros al aparato de producción, de incardinados o
desplazarlos allí donde se los necesita, de someterlos a un ritmo fijo, de imponerles la constancia y la regularidad que dicho
ritmo implica, en suma, de constituirlos en fuerza de trabajo.
De ahí proviene toda una legislación creadora de nuevos delitos (obligación de poseer cartilla, ley sobre despacho de bebidas, prohibición de loterías); así como toda una serie de medidas que sin ser totalmente coactivas introducen una domesticación del comportamiento (la caja de ahorros, la promoción del
matrimonio, y más tarde las ciudades obreras);se deriva también de ello la emergencia de organismos de control o de presión (asociaciones filantrópicas, patronatos); de aquí, en fin
toda una gigantesca campaña de moralización obrera ... Esta
campaña señala la delincuencia como loa prolongación inevitable de la ÍITegularidad, encubriendo así la marginación provocada por los mecanismos de control con un estatuto de carácter psicológico y moral.
Foucault sostiene que tratándose de disciplinar el cuerpo era lógico
que la medicina, "en tanto que ciencia de la normalidad de los cuerpos, se
haya instalado en el corazón de la práctica de penar (el fin de la pena debe
ser curar)".
El éxito de la economía política capitalista reside desde entonces en
este disciplinamiento extensivo y como tal se ha aplicado a la "población"
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en aras de lograr la mayor eficacia del sistema: control permanente, menor
coste, mayor productividad.
Ese fue el papel que jugó el Estado desde comienzos del siglo XIX en
este alambicado asunto de la disciplina. "El papel del Estado es un índice
importante del grado de constitución de una estrategia unificada de la clase
capitalista" (Gaudemar, 1981: 117).
Foucault (1981) llamaría a esto la historia de la gubemamentabilidad,
definida como el "conjunto de instituciones, procedimientos, análisis y reflexiones, cálculos y tácticas que han permitido ejercer esta forma específica y muy compleja de poder que tiene por blanco la población, por forma
principal de saber la economía política y por instrumentos técnicos esenciales (de control) los dispositivos de seguridad"
La disciplina fabril (elemento extraído de la economía política) se imponía como modelo político criminal sobre la "población" y Cohen ( 1998)
pone de relieve la utilización de la clasificación como el paradigma de la
eficacia: el delincuente es separado del pobre, el digno del indigno, el loco
del malo (dispositivos de seguridad). El asilo y la cárcel bajo la forma del
panoptismo se encargan de cumplir esa función económica tendiente a
transformar a la "peor gente" mediante una intervención planificada.
El positivismo, absolutamente optimista en cuanto a su propósito de crear
un "nuevo orden", convoca a las ciencias duras para solucionar los problemas sociales: "surge la nueva sociedad disciplinaria, también surge una psicología de la clasificación. La mente, no el cuerpo, el actor, no el acto, fueron los objetos judiciales. El delincuente evaluado es examinado y normalizado -su 'alma' es exhibida ante el Tribunal. Esto no es sólo para explicar
su acción o para establecer circunstancias atenuantes, ni para humanizar la
cara de la justicia, sino para reorganizar de nuevo la economía del castigo. Los nuevos métodos del castigo y tratamiento (dirigidos a cambiar
al delincuente) deben legalizarse. Esto es, las clasificaciones individualizadas deben ser reproducidas en el sistema como formas legales.
Y es así como sucedió: debido a la escasez de mano de obra y a la
guerra (conquista de nuevos espacios de explotación agrícola), se produjo el
reclutamiento compulsivo de hombres mediante leyes que condenaban la
vagancia (indios, gauchos, negros, gitanos), las mujeres y los niños fueron
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paulatinamente sumados al "ejército de obreros", legalizándose su situación
de clandestinidad dentro del trabajo. Los locos y los delincuentes eran aislados porque perturbaban este nuevo orden económico, no hacían a la eficacia
del sistema de producción. Los tratamientos aplicados a modo de sustitución de pena en el caso de personalidades "peligrosas", no tenían límites y
dependían de la "curación", Fracasada ésta, eran definitivamente "eliminados" de los sistemas de intervención. Sólo quedaba la muerte y/o el olvido.
La consigna era la del nuevo pensamiento científico: todo debe ser
"objeto" de estudio, de constatación de su utilidad y clasificación a los efectos de la eficacia buscada por el sistema para el nuevo orden económico-social. El delito era un elemento sintomático de la personalidad, y la pena un
sistema de prevención, de defensa social contra el delito.
El positivismo, nacido bajo las formas disciplinarias del sistema capitalista, tenía la función de "resocializar", es decir de recolocar en el mercado laboral a los sujetos que se había resistido al reclutamiento. Estos eran
por entonces el objeto de la criminología. Observados en cárceles y manicomios, advertían en ellos una "causa" patológica de desviación. Por lo tanto,
dado que circunstancias biológicas y sociales determinaban su existencia,
ésta era anterior al proceso de selección que encarnaba el derecho penal. La
delincuencia tenía un carácter óntico pre-constituido y era la única preocupación del sistema, no así la norma de derecho que define al delincuente
como tampoco el proceso de selección que ésta conlleva.
Todavía el hombre dominaba la máquina, ésta no había logrado disciplinarlo, la máquina era aún "el objeto" y el trabajador el "sujeto dominante" (Marx, El Capital) y el colectivo social al que pertenece es consciente
de ello. Surgen así las formas de reacción expuestas precedentemente: las
luchas "ludditas" y la resistencia al reclutamiento forzado, con gran éxito
entre los trabajadores calificados.
Las teorías positivistas, con su eficaz sistemas clasificatorio, se encargaron también de la "reacción" al sistema: los anarquistas, los socialistas,
los comunistas, los sindicalistas, los judíos o los ateos y otros seres pensantes, fueron proscritos: para ellos y sus organizaciones la misma receta: aislamiento, muerte y olvido.
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4.
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MAQUINISMO, TAYLORISMO Y FUNCIONALISMO
Durante todo el siglo XIX y principios del siglo XX esta forma de disciplina extensiva avaló las teorías de la defensa social en el movimiento codificador y en la estructura judicial. Pero la evolución de la ciencia perfeccionó aún más la producción de bienes, originando una nueva modificación
en el disciplinamiento: " .... se pone en marcha de forma sistemática, una
disciplina aplicada al uso de la fuerza de trabajo de la que el maquinismo
será el vehículo principal en tanto que instrumento de objetivación del
proceso de trabajo". La máquina impone la disciplina y "disimula" el
modo social de explotación. "En cierto modo la alienación obrera que se
hace entonces preponderante consiste en esta interiorización de un proceso de trabajo objetivado".
A este ciclo lo denomina Gaudemar: disciplina maquínica, traducida
en "poder continuo (se elimina la 'gandulería' obrera y la porosidad del
tiempo), con efecto productivo máximo, con un coste mínimo y ejerciéndose sobre masas importantes de hombres".
La reacción de los trabajadores había servido dialécticamente para la
superación de las dos primeras formas de disciplina productivas (panóptica
y extensiva). Ya no era necesario el sistema panóptico dentro de las fábricas, el trabajo del obrero era controlado en forma absoluta por la máquina:
El autómata es el sujeto y los trabajadores se le añaden simplemente "como
órganos conscientes a sus órganos inconscientes, estando con ellos subordinados a la fuerza motriz central" (Marx).
El "nuevo orden" había llegado: la disciplina maquínica. El trabajador
accede a la máquina por adhesión, no necesita una gran formación, es fácilmente reemplazable. A nivel macroeconómico irrumpió el "taylorismo",
basado sustancialmente en una estricta diferenciación entre la concepción y
organización del proceso de producción por un lado y la ejecución de tareas
a nivel de fábrica por el otro. La mecanización es incorporada por los técnicos, los dueños de los medios de producción, y de los trabajadores no es necesario ningún compromiso para el cumplimiento de las tareas exigidas (Lipietz, 1992: 11 ).
Las consecuencias fueron terribles: al "ejército" de obreros se le sumó
el de "desocupados" y en él conviven todos (los buenos y los malos, los
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dignos y los indignos), era imposible clasificar y menos aún tratar a nadie a
los fines de su resocialización, este objetivo era además ineficaz: la nueva
forma de producción no necesitaba "formar" obreros. La cárcel y los manicomios se volvieron obsoletos.
Pero lo más importante de todo: se produce una crisis de legitimidad del sistema en su conjunto, cuestionándose la propiedad de los medios de producción y la división de tareas; como la "definición" de la
desviación y el poder de la que emana la norma.
En las fábricas recordemos que estamos frente a "técnicas disciplinarias industriales ... fundadas en la forma misma del proceso de trabajo capitalista". Pese al condicionamiento existencial (coacción directa, chantaje del
salario o del empleo), los trabajadores se plantean las siguientes preguntas:
¿qué es lo que fundamenta la legitimidad patronal, el por qué y cómo de la
disciplina y qué formas de rechazo a esta legitimidad y a estas disciplinas
son posibles?.
En el ámbito de la criminología, la crisis de legitimidad produce un
nuevo paradigma: el labelling approach o teorías del conflicto social, mediante las cuales se cuestiona la concepción que tenía la escuela de defensa
social respecto a la relación de conformidad o de desviación entre el "delincuente" y los "valores sociales".
"Esta dirección de investigación parte de considerar que es imposible
comprender la criminalidad si no se estudia la acción del sistema penal
que la define y que reacciona contra ella, comenzando con las normas
abstractas hasta llegar a la acción de las instancias oficiales (policías, jueces, instituciones penitenciarias que la aplican)" (Baratta, 1998).
Cuando la legitimidad no era un problema, los criminólogos tradicionales se formulaban las siguientes preguntas: "¿quién es criminal?, ¿cómo
se llega a ser desviado?, ¿en qué condiciones un condenado llega a reincidir?, ¿con qué medios puede ejercerse un control sobre el criminal? Los interaccionistas, en cambio, como en general los autores que se inspiran en el
labelling approach, se preguntan: ¿quién es definido como desviado?, ¿qué
efecto acarrea esta definición para el individuo?, ¿en qué condiciones este
individuo puede llegar a ser objeto de una definición? Y en fin, quién define a quién?".
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Es de destacar que estas nuevas corrientes, liberales o reformistas, pusieron en duda la utilidad preventiva y resocializadora de la pena. Pero esta
"reacción" ante el sistema no logró despegarse completamente del modelo
positivista; Baratta sostiene al respecto: " ... en la literatura alemana la discusión que sigue a la recepción del labelling approach en la teoría interraccionista de Fritz Sack ... se caracteriza por la alternativa entre un empleo menos
riguroso del nuevo paradigma, es decir por la tendencia a superar en su 'unilateralidad' la teoría interaccionista y a mostrar que la perspectiva dellabelling es compatible con la investigación etiológica sobre el comportamiento criminalizado.
El gran problema que estas teorías encontraban es que si bien se situaban en forma crítica ante el proceso de criminalización, no ofrecían una alternativa ya que no cuestionaban las condiciones socioeconómicas que
daban lugar a la hegemonía de poder. Se limitaban a describir las relaciones de socialización y de desviación, sin una estrategia práctica para
su transformación, planteando sólo la racionalización del sistema de mediación político institucional.
"Buenas pero complicadas intenciones. Consecuencias desastrosas":
Stanley Cohen ( 1998), aborda con este nombre a estas teorías que graciosamente denomina "la hemos pifiado otra vez" y al que le pone origen a partir
de mediados de los años 1960. Con este modelo se intervención se han encarado "reformas" al sistema, apostando a la idea de que puede funcionar
bien: el "tratamiento individualizado, el método del caso por caso y la entrada de doctrinas psiquiátricas, produjo toda una serie de innovaciones -intentos de humanizar la cárcel, probation y parole, condenas indeterminadas, los tribunales juveniles- que han permanecido intactas y hasta recientemente incuestionadas".
Por "conveniencia" este modelo fue oficializado por los managers del
sistema y los nuevos programas se convirtieron en suplementos y no en alternativas, reforzando en consecuencia el control social; "la discreción se
convirtió en arbitrariedad, el tratamiento individual prácticamente no se intentó y el que lo fue, desde luego no puede considerarse que tuviera éxito.
Una vez más no obstante, fracaso y persistencia caminaron cogidos de la
mano: las necesidades operativas aseguraron la sobrevivencia, en tanto que
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la retórica de la benevolencia reafirmaba en gran parte un sistema desacreditado, alejaba el criticismo y justificaba 'más de lo mismo'".
La moraleja resulta ser: se debe desconfiar aún de la benevolencia y lo
razonable es "hacer menos" a "hacer más de lo mismo".
5.
EL FORDISMO, LA DEMOCRACIA INDUSTRIAL Y LAS
TEORÍAS DEL CONFLICTO SOCIAL
Pero estas teorías, que sostenían que el conflicto individual o dentro
del grupo era funcional a la conservación y estabilización del sistema social
(Durkheim), habían dado los elementos necesarios para el surgimiento de
las teorías del conflicto social: es preciso reconocer dice Darendorf (citado
por Baratta), que "las sociedades y las organizaciones sociales no se mantienen juntas por el consenso sino por la coacción; no por un acuerdo universal sino por el dominio ejercido por algunos sobre otros" ... "La relación
de dominio crea el conflicto, el conflicto crea el cambio y en un sentido altamente formal es siempre la base del dominio lo que está en juego en el
conflicto social".
Baratta destaca que la relación de dominio es en el esquema de
esta teoría, puramente político. No se trata de un conflicto de intereses
basados en transformar o mantener la propiedad sobre los medios de
producción (concepción materialista).
Es oportuno destacar lo que Baratta advierte sobre el momento histórico en que se desarrollan estas teorías:
La afirmación de la alternativa conflictual en '¡a sociología
burguesa procede a la vez del alineamiento del neocapitalismo
en una nueva estrategia reformista y de la consolidación en él
de equilibrios sindicales más estables y de nuevas consideraciones políticas de 'centro izquierda'. Es la era de Kennedy en
los Estados Unidos, de las grandes coaliciones o de los gobiernos socialdemócratas en Europa, de las "acciones concertadas" entre monopolios y sindicatos; la época en que se experimenta la más amplia intervención mediadora, reguladora y
planificadora del Estado en la economía.
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Estamos en la era de la "disciplina democrática" de Gaudemar, la edad
de oro del capitalismo industrial de post-guerra:
El desarrollo del movimiento obrero organizado desempeña
aquí un papel importante, pero que está lejos de ser evidente:
pues si bien la organización obrera lucha, concretamente, contra los aspectos más despóticos de la disciplina de fábrica,
contribuye también al nacimiento y propagación de las múltiples formas de la "democracia industrial", herramienta base
del discurso social demócrata pero también heredera de los
modos de la organización industrial tales como el regateo o de
los discursos "asociacionistas" del siglo XIX. Por otra parte, la
organización obrera, concretamente en su forma sindical, instaura frente a la jerarquía capitalista, su propia jerarquía (y en
consecuencia su propia disciplina), fundada sobre el principio
de delegación. Qué relaciones mantienen pues, respecto a los
modos de regulación y de disciplinarización social, la disciplina maquínica y la delegación sindical? Nos encontramos aquí,
verosímilmente, en los comienzos de tanteos patronales o
reformistas contemporáneos en materia de democracia industrial.
Se maravilla este autor de cómo los patrones intentan fundar la legitimidad de su dominación económica y social bajo el efecto del rechazo de
los obreros con el que choca: cómo han logrado sustituir su legitimidad basada en la propiedad por una de trabajo: presentándose como los que dominan y proporcionan la técnica. "En suma, qué hacen los patronos para aparecer, a partir de un momento determinado, difícil de precisar, como hombres que hacen, que crean, cuando, por el contrario la imaginería popular
los ha presentado durante tanto tiempo como los que no hacen nada?".
Y sigue preguntándose Gaudemar: ¿La democracia industrial constituye la forma más elaborada de disciplina?
Pero la pregunta clave es: ¿Conviene entonces entender la victoria
de estas dos formas (de disciplina maquínica y democracia industrial)
sobre la ''indisciplina" obrera como si se apoyasen en tendencias existentes ya en el movimiento obrero mismo?
Con un pequeño resumen de Alain Liepietz (1992), nos introducimos
muy brevemente al "fordismo" para comprender el estado de desarrollo de
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las relaciones capital-trabajo. El fordismo, como estructura macroeconómica (estructura social de acumulación de capital), presuponía que los incrementos de productividad resultantes de sus principios de organización tenían contrapartidas: por un lado, en el crecimiento de las inversiones (financiadas por los beneficios) y por el otro en la ampliación del poder de compra de los trabajadores asalariados, estabilidad laboral y restricciones al despido arbitrario. La productividad aumentaba junto a los mercados. El estado
de Bienestar aseguraba una renta permanente a los trabajadores asalariados
a cambio de la aceptación por parte de los sindicatos, de las prerrogativas
de dirección.
"De esta forma eran respetados tanto los principios de organización
del trabajo como la estructura macroeconómica". Es decir: se admite la
existencia del conflicto pero éste se resuelve mediante la "concertación" democrática: la estructura jerárquica de la empresa requiere del compromiso
de los trabajadores, el cual es otorgado también mediante una estructura jerárquica sindical.
Paralelamente y en orden a estos acuerdos en la relación capital-trabajo, se da lugar a un proceso de descarcelación y asistenciamlismo pre-delincuencial: las finanzas se redristrubuyen en centros de prevención y aparecen
organismos privados que también cumplen este rol.
En los años sesenta la estabilidad del crecimiento fue puesta en jaque
por "el lado de la demanda", había comenzado la competencia por los mercados internacionales lo que condujo a una flexibilidad laboral para equilibrar el comercio exterior, echando mano a las recetas keynesianas. "la gran
idea era coordinar (a través de la OCDE, el Fondo Monetario Internacional,
la Comisión Trilateral, las reuniones del Grupo de los Siete, etc) la sustentación de la demanda mundial".
El salario real disminuyó en forma alarmante y las empresas mudaron
sus establecimientos hacia el tercer mundo no sindicalizado. Pero hacia finales de los años setenta esta situación se había estabilizado, surgiendo la
crisis por "el lado de la oferta": la desaceleración de la productividad.
Rusche y Kirchheimer en 1938, Melossi y Pavarini después, en 1979,
entre otros, sostuvieron que todo sistema de control social está moldeado de
acuerdo a las relaciones de producción, alerta a sus cambios, a sus necesida-
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des de sobrevivencia: desempleo, flexibilidad laboral, crisis financieras, etc.
De este modo, el sistema echa mano a las viejas recetas represivas contra
los que amenazan a las instituciones burguesas, asegurando el control social
en un estado de conflicto permanente. Sostienen así que los "reformistas",
más allá de sus buenas o malas intenciones, terminan sirviendo a los managers del sistema, creando un discurso de conciencia que sirve a la conveniencia de aquellos y del cual prescinden en cualquier momento, poniendo
al desnudo ese conflicto velado por la concertación.
El Estado de Bienestar con reglas "rígidas de juego" evitaba la reestructuración del aparato productivo y los capitalistas no estaban dispuestos
a perder las oportunidades ofrecidas por la revolución tecnológica. En 1980,
el Grupo de Jos Siete, en Venecia, acuerda combatir la inflación aumentando la productividad rompiendo los "compromisos sociales rígidos": se liberaron los procedimientos de despido y se precarizó el empleo. Pero Estados
Unidos, Francia e Inglaterra experimentaron la desindustrialización y la
profundización del déficit de su balanza comercial de bienes manufacturados. "Los vencedores de la competencia (Japón, Alemania Occidental
OELC) parecen caracterizarse por haber dado otra solución" a la crisis del
fordismo: una mayor autonomía responsable por parte de los trabajadores
involucrados en la producción conducen a una organización superior, sobre
todo cuando se trata de nuevas tecnologías o métodos de gestión del circuito productivo "just in time" que presupone la participación de toda la inteligencia de los trabajadores y su cooperación voluntaria con las administración y los ingenieros. Y fue precisamente ese el camino alternativo elegido
por un gran número de importantes empresas del Japón, Alemania y Escandinavia. Existe una permanente teorización sobre la necesidad y oportunidad del "compromiso" entre trabajo-capital sobre todo en Jos paises fuertemente industrializados (modelo "neotaylorista" y "kalmariano") que no
abordaré ahora para evitar mayores dilaciones, pero que sirven para explicitar Jos modelos de disciplinamiento que al menos en Jo temporalmente inmediato se vislumbran, bajo la "forma de una nueva economía mundo jerarquizada": Los países de economías centrales, muy industrializados, con tecnología de punta (Japón, Alemania, Finlandia y otros como Corea) necesitan la concertación y producción poco intensiva de mano de obra no calificada. La periferia neotaylorista (Gran Bretaña, Francia, varios Estados de
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Estados Unidos) organizarán su producción con mano de obra intensiva.
Lieptz, cuya preocupación central es el dumping social y ecológico, alerta sobre "luchas sociales" en el orden internacional, tendientes a revertir ese estado.
6.
AUTONOMIA SINDICAL Y MINIMALISMO PENAL
El fenómeno de globalización de los procesos de producción y comercialización es tan impresionante desde los años sesenta que la figura tradicional del "patrón ocioso" a la que hacía referencia Gaudemar se pierde por
completo y en el imaginario social aparece la del management. La burocratización y el refinamiento del disciplinamiento laboral en los países industrializados hace pensar que el poder ya no está asociado a la propiedad de
los medios de producción, pero esta falsa impresión se diluye a poco que se
ve fuera de la fábrica lo que sucede. Si el objetivo de la lente con que espiamos la relación capital-trabajo se ensancha, veremos el resultado de medio
siglo de expoliación: desocupación, trabajo precario y colonización.
Si nos fijamos en los párrafos precedentes, los "beneficios" del sistema se quedan en menos de diez países y dentro de ellos tampoco reina la
igualdad en su distribución. Frente a este desarrollo desigual y combinado
en el que el modelo de acumulación capitalista nos ha colocado, hubieron y
hay diversas reacciones. Gaudemar obtiene aquí respuesta a sus preguntas:
es evidente que el disciplinamiento democrático y el poder "concertado" no
son lo más acabado en lo que hace al control social; se han generado nuevas
crisis económicas y el Estado de Bienestar ha llegado a su fin, con lo cual la
brecha entre los componentes del conflicto se ahonda cada vez más.
Desde la criminología como desde el derecho social y del trabajo se
plantean alternativas desde los intereses de las clases subalternas.
Los 'acontecimientos' sociales y políticos que contempló Europa a finales de la década de los sesenta, y que persistieron
hasta la muy conocida 'crisis' de mediados de los 70, influyeron decisivamente en la teoría iuslaboral de la época. La emergencia de una fractura social, vivida de forma tan drástica,
hizo que se repropusieran en términos globales las relaciones
de poder y de dominación en una nueva 'nación dividida'. El
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enfoque teórico adoptado en aquel momento responde, simultáneamente, a exigencias de globalización y de politización.
Se asume, por una parte, una visión global en términos de clase (de clase trabajadora) y ya no en función de 'grupos sociales' o 'profesionales'. Y a esta perspectiva clasista se acompaña la constatación de un conflicto permanente, abierto y total
-la lucha de clases- que lleva a la imposibilidad de acotar a
espacios independientes -lo económico, lo profesional- y 'neutros' respecto de esa conflictividad permanente que impregna
las relaciones sociales. Lo que implica una subordinación de
cualquier óptica regulativa a ese pensamiento en términos
de la lucha de clases y, en definitiva, a la valoración de la
identificación con las exigencias y reivindicaciones de la
clase obrera .....Por eso ocupa un lugar central, como reacción a lo anterior, la reivindicación de la autonomía de la
clase y en particular las formas de lucha de la misma. Legitimar las manifestaciones de autotutela frente al Estado
y sus órganos, constituirá una conclusión necesaria desde
estas perspectivas en las que la elaboración teórica marxista es plenamente compartida"(Baylos, 1991: 49).
Baylos cita a un autor italiano, Tarello, quien sostiene: "No hay nada
en este modelo que prevea algo parecido a 'la paz social'; no se propone
ninguna política del derecho, sino que se expresa una política general
en el derecho" y es justamente a este punto al que quería arribar.
De qué modo se debe intervenir para "legitimar las manifestaciones de autotutela frente al Estado? Mediante el "uso alternativo del derecho": en primer lugar hay que hacer una observación conjunta de la norma y de la realidad social, cuestionando la primera, poniendo de manifiesto
los intereses y valores por ella protegidos. "En fin, el jurista 'alternativo'
tendría que proceder al aprovechamiento de la norma vigente mediante la
introducción, por lo operadores jurídicos, de nuevos valores culturales y éticos en la interpretación de la misma, de manera que se fueran construyendo
elementos de defensa de la libertad de las clases trabajadoras en el ámbito de
las formalmente reconocidas" (Sala Franco, citado por Baylos, 1991: 54).
Propone Baylos:
la reconstrucción del derecho de huelga -derecho especial, no
abstracto, atribuido sobre la base de una posición social con-
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creta- cono derecho instrumental para el logro de la igualdad
sustancial, un medio para la promoción de la participación
efectiva de los trabajadores en la transformación de las relaciones económicas y sociales .... En consecuencia, resulta legítima la huelga política, tanto como forma de presión sobre los
poderes públicos en relación con la satisfacción de los intereses -generales, no sólo profesionales- de los trabajadores,
como cuando su objetivo sea salvaguardar el principio de autodeterminación sindical si el ámbito de operatividad de éste
resulta conculcado por la intervención estatal. (... ) Lo que
quiere decir que en nuestro sistema (España), en el que se reconoce un papel bien relevante al sindicato en el sistema institucional y político, mediante la construcción de la mayor representatitividad a la que se dota de fuertes poderes, se niega
en paralelo un espacio para el autogobierno sindical del conflicto, suplantándolo por una intervención unilateral y coactiva
del poder público (Baylos, 1991).
El pragmatismo de estas corrientes alienta la intervención sobre el sistema: reducción de la intervención estatal a la relación de producción, en
donde se evidencia la explotación y subordinación, reafirmación de la autonomía sindical y de la legitimidad de la huelga como herramienta de equilibrio dentro del conflicto; evitar el intervencionismo del Estado en la esfera
privada: descriminalización del consumo de drogas, de la prostitución, del
aborto, de los conflictos familiares y sociales; y en la esfera pública la retracción o el minimalismo: no punición de los delitos de bagatela, probation, mediación penal como forma de composición extrajudicial del conflicto, formas alternativas de cumplimiento de la pena a la restricción de libertad, son algunos de los ejemplos sostenidos desde este polo crítico social en
el que confluyen tanto los juristas del derecho del trabajo como los sociólogos del derecho penal.
Se preocupa Cohen, al igual que Bustos Ramírez, respecto de la lectura que debe darse a estas iniciativas que -eventualmente asimiladas a la superestructura- en manos de los managers del oficialismo, pueden ser perversas.
La literatura crítica de la justicia informal asigna también un
rol mistificante a los aspectos blandos del sistema. La interpretación dominante podría llamarse 'teoría del Estado astuto'. La
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tendencia al informalismo es parte de un ciclo en el que los
administradores necesitan siempre formas nuevas de legitimación, especialmente para resolver la contradicción jurídica liberal entre igualdad formal y desigualdad sustancial. Todo el
repertorio de informalismo (justicia comunitaria, mediación de
disputas, resolución de conflictos en los vecindarios y demás)
es una forma astuta de justificar la dominación. El control
del Estado se extiende, el conflicto se neutraliza y la coerción
se disimula. Por el camino se legitima al estado y al capital
(Cohen, s.f.: 166).
Así caracteriza este autor al movimiento que denomina "desestructurador", respecto del cual no es para nada optimista.
¿Qué es lo que determina entonces la forma de intervención? ¿Qué
evita caer en el reformismo?
Es la forma en que se disciplina lo que determina la reacción social y
"la adopción del punto de vista del interés de las clases subalternas es pues
garantía, tanto en toda ciencia material como también en el campo específico de la teoría de las desviación y de la criminalización, de una praxis teórica y política alternativa que coja en su raíz los fenómenos negativos examinados e influya sobre sus causas profundas" (Baratta, 1998).
Es evidente que cualquier modelo teórico tiende, sea cual fuere su objetivo final, a ponerse en práctica. Las posiciones señaladas precedentemente, provenientes tanto de la criminología como del juslaboralismo, no han
dejado de pregonar la idea de pegar en las partes blandas del sistema, utilizando sus contradicciones, realzándolas y utilizándolas para evitar el disciplinamiento y el control social.
De la lectura antropo-crimonológica de Cohen, emerge el siguiente
"dilema del activista": "hacer el bien" traducido como resocializar o "hacer
justicia aquí y ahora" dentro de un consenso liberal (justicia formal), como
una forma inmediata de tratar agravios e injusticias (Greenberg, citado por
Cohen, 1998: 364). Luego redefinirá ambos conceptos construyendo un binomio "moral" inseparable.
Actuar es la consigna y Greenberg, por ejemplo, propone un programa
socialista para superar el mero análisis sobre la genealogía del sistema capitalista. A lo que Cohen concluye: "mi preferencia es la de ser pragmático
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respecto de las posibilidades a corto término, pero ser genuinamente utópico respecto de la construcción de alternativas a largo plazo".
Pragmáticos sin dejar se ser utópicos. Actuar sin caer en el reformismo.
7.
CONCLUSIÓN: ALGUNAS CONSIGNAS
Si la forma de disciplinamiento ha determinado históricamente la reacción social, en los países subdesarrollados como los que hacen a Latinoamérica, donde la crisis es mucho más aguda y tiende a agravarse, los desocupados son millones, el presupuesto para el asistencialismo se recorta severamente cada vez más, el derecho penal se aplica a rajatabla y el control
social blando e informal tiende a desaparecer, es imposible sostener la eficacia de una sola forma de reacción.
Nuestros acreedores, reunidos en el Fondo Monetario Internacional
(FMI), digitan nuestro presupuesto de justicia, educativo y asistencial. No
sólo eso, hasta la "dolarización" de nuestra economía ha sido proyectada
desde "el cuartel central del organismo en Washington" 2 . Una comisión de
"expertos" pasa revista personal a la distribución de los recursos autóctonos, garantizando el pago regular de los intereses de la deuda externa con
recortes presupuestarios y otras iniciativas de igual tenor, conforme sea necesario a tal fin.
Además de ello, desde el "Pentágono" se determinan las formas de injerencia sobre nuestra soberanía territorial y en aras de combatir la "mafia
de la droga" o el "terrorismo apátrida" se internan en lo más profundo del
poder, decidiendo la política de seguridad de cada país. Si el gobierno de
turno no acompaña este proyecto "global", se proyectan soluciones tales
como "el Plan Cóndor", cuya aplicación en Chile, Argentina y Uruguay fue
2
Diario Página 12. Jueves 03/02/00. Sección economía. "Economía no quiere borrar el
peso". Se menciona en esta nota periodística la posible dolarización de la economía argentina a instancias del FMI, lo que disminuiría -supuestamente- el "riesgo país" y provocaría una fuerte baja en las tasas de interés.
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exitoso: logró "desaparecer" toda resistencia al disciplinamiento, en particular la de las organizaciones obreras y de derechos humanos.
La dureza con que se criminalizaron conductas consagradas en las
constituciones locales como derecho sociales fundamentales, puso a la luz
esa diferencia de poder a la que hizo alusión el Dr. Bustos Ramírez y en
evidencia que la transferencia de teorías hacia los países subdesarrollados
tiene forma de DOMINACION. Y estoy refiriéndome ahora a una doble
forma de dominación: la que es inherente al propio sistema capitalista (eficaz para su reproducción y obtención de la tasa de ganancia) y la que ejercen los organismos internacionales financieros para que los países desarrolados gocen del beneficio de la "nueva economía mundo jerarquizada".
En nuestros países, dado que el capitalismo no ha evolucionado en su
conjunto sino en forma desigual y combinada (grandes industrias y latifundios fagocitan a los pequeños productores que prácticamente sobreviven a
base de subsidios, incontables cinturones de pobreza, millones de desocupados, mortandad infantil y pestes desterradas hace ya un siglo), utiliza todas
las recetas represivas "transferidas". Todas las formas de disciplina y control social están aún vigentes y en consecuencia también lo están todas las
formas de reacción.
Por lo tanto, en Latinoamérica se necesita echar mano a todas ellas
con la correspondiente "corrección" desde el punto de vista de las clases subalternas. Hacer uso de las primeras recetas liberales: utilizar el discurso de
los derechos humanos consagrados en los pactos internacionales para denunciar la opresión, la explotación y desenmascarar los valores que las normas protegen. Luego a las segundas (asistencialistas): reclamar trabajo, viviendas, hospitales, escuelas, acceso a la justicia, subsidios familiares. Y
también la tercera receta: desembarazar al sistema de los trozos blandos:
poner el énfasis en la persecución de los grandes delitos económicos, los
atentados a la salud de la población por polución, desenmascarar las redes
mafiosas y genocidas. Despenalizar conductas del ámbito privado (injurias,
aborto) y público (asociación sindical y partidaria, huelga, petición, manifestación, etc.) y en particular sustituyendo la prisión por sanciones menos
estigmatizantes de orden administrativo o civil. Utilizar el derecho alternativo para defender la libertad como el bien más preciado, mediante la "cooperación de los detenidos y de sus asociaciones con las organizaciones del
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movimiento obrero, con el fin de limitar las consecuencias que acarrea la
institución carcelaria en la división artificial de la clase, de reubicar al condenado en la clase y, por medio del antagonismo la clase, en la sociedad ... Para estos fines es necesario promover una discusión de masas sobre
la cuestión criminal en el seno de la sociedad y de la clase obrera" (Baratta,
s.f.: 217).
Esa es la misión de la criminología, usar todas la herramientas adquiridas durante cientos de años sin temor a equivocarse: hay que actuar.
LISTA DE REFERENCIAS
BARATT A, A. Criminología Crítica y Crítica del Derecho Penal. Siglo
XXI Editores, 1998.
BA YLOS, A. Derecho del Trabajo: Modelo para armar. Editorial Trotta,
1991.
BUSTOS, J. "La transferibilidad de las teorías criminológicas a Latinoamérica". Justicia y Sociedad 3. Organo de Programación de Naciones Unidas para
el Desarrollo, PNUD, 1999.
COHEN, S. Visiones de Control Social. PPU, colección El Sistema Penal,
Barcelona (España), 1998.
FOUCAULT, M. Surveiller et punir. Ed. Gallinard, París (Francia), 1975.
FOUCAULT, M. "La vida de los Hombres Infames". Genealogía del Poder
18, Ediciones de La Piqueta, Madrid (España).
FOUCAULT, M. "La Gubernamentabilidad". Espacios de Poder 6. Ed. La Piqueta, Madrid (España}, 1981.
GAUDEMAR, J.P. "Para una genealogía de las formas de disciplina". Espacios de Poder 6. Ediciones de La Piqueta, Madrid (España), 1981.
LIPIETZ, A. Las relaciones Capital Trabajo en los comienzos del Siglo
XXI. IDEP-ATE, 1992.
MARX, K. El Capital. Tomo 2. Siglo XXI Editores, 1978.
RUSCHE, G. y KIRCHHEIMER, O. Pena y Estructura Social. Editorial Temis, Bogotá (Colombia), 1984.
Diario Página 12. Jueves 03/02/00. Sección economía. "Economía no quiere
borrar el peso".
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