1 VIGILIA DE ORACIÓN – ACOGIDA DE PEREGRINOS CANONIZACIÓN PRESBÍTERO DEL BEATO FRANCISCO COLL GUITART, O.P., Angélicum- Roma – 10.10.09 INTERVENCIÓN DEL OBISPO DE VIC, DR. CASANOVA. El Señor ha hecho brillar su rostro sobre nosotros, dice el salmista. También nosotros, venidos de muchos lugares del mundo, unidos en la alegría por la canonización del beato Francisco Coll Guitart, presbítero dominico, experimentamos que el rostro de Dios, que es amor, brilla sobre nosotros. En un mundo como el nuestro en que nos quieren hacer creer que Dios, o no existe o no se preocupa de nosotros, o como mínimo, nos quieren hacer vivir como si Dios no existiera... En este mundo- digo- que tiene muchas realidades parecidas al siglo XIX en el que vivió santamente el Padre Coll, hoy, aquí y ahora y en todas nuestras comunidades, parroquias y diócesis experimentamos que Dios está vivo, aún más, que ama la humanidad, aún más, que nos ama a todos y a cada uno de nosotros. Francisco Coll i Guitart, fue un fuego que encendió otros fuegos en el corazón de tantas y tantas personas, hombres y mujeres, ancianos y niños, sacerdotes y religiosos, casados y solteros, hombres y mujeres de fe y hombres y mujeres que tenían la fe adormecida. El decía a sus religiosas educadoras “un fuego produce otro fuego”. Él se refería a la vida santa para contagiar la fe a las niñas y jóvenes que habían de educar. Pero era una definición que nos dice quién es el Padre Coll. Él era todo fuego de amor a Dios, a Jesús, a María, a la Iglesia, a la humanidad concreta con la que vivía y por la que él se desvivía dándose ardientemente. Este fuego de amor empezó a encenderse como una pequeña llama en la parroquia de San Pedro de Gombrén, cuando sobre su cabeza de recién nacido se deslizaba el agua del bautismo con las palabras de la Trinidad Santísima, fuego eterno de amor. Se consolidaba el fuego del Espíritu con la Confirmación en el Real Monasterio de Santa María de Ripoll, y en la Eucaristía celebrada y vivida en Gombrén y la práctica de la confesión frecuente. Un fuego de amor a Dios que pide darse en la opción de la vida sacerdotal y la formación en el Seminario de Vic, y después de novicio y profeso joven en el convento de la “Anunciata” en Gerona. 2 Un fuego que sabe mantenerse en la persecución y en las dificultades de “dominico exclaustrado” durante toda su vida, sabiendo encontrar la fidelidad al anuncio pobre del evangelio, siendo sacerdote dominico, fuego del Espíritu con la ordenación sacerdotal y la primera misa en la ermita de Sant Jordi en la parroquia de Folgueroles. Su fuego llega a Artés, aunque muy poco tiempo, y de allí pasa a la parroquia de Moià, donde no puede decirse otra cosa que el fuego quema. Pero el fuego que hay en el corazón del joven sacerdote dominico, al que llaman mosén Francisco Coll la gente de Moià, porque es el vicario de la parroquia, quema pero de amor, de paz, de reconciliación, de caridad, de servicio, de ánimo, de consuelo... porque es el fuego que ha venido a traer Jesús a la tierra, y que quiere ver arder! Es el fuego del evangelio, del Espíritu Santo, de la vida y del amor que brotan continuamente de Jesús, muerto y resucitado para ser la Salvación, la Paz, la Reconciliación, la Justicia, la Libertad de todos los hombres y mujeres que con fe lo acogen en su corazón. Y el fuego de amor no se puede detener y tiene ansias de encender otros corazones del mismo amor. Y Mosén Francisco Coll se convierte en predicador por los caminos de Cataluña, con gran verdad y con gran eficacia. Recordemos las palabras de San Antonio Maria Claret: “ Cuando el Padre Coll pasa por un pueblo después de mí, aún puede recoger alguna cosa. Cuando yo paso, después de él, no queda nada por recoger.” Y el fuego enciende otro fuego. Por su corazón encendido pasa el fuego del Espíritu Santo con la fundación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata, para que el fuego perdure en el corazón de los hombres, en la educación de los niños y jóvenes. Y este fuego perdura hoy como ayer y mañana donde hay presencia de hermanas Dominicas de la Anunciata. Su fama de santidad lo acompañó en su vida y se incrementó después de su muerte. Cito solamente las palabras de un testigo de los muchos: “Su trato era el de un hombre espiritual, de un gran santo, de los que hace siglos que no se ha visto. Estaba tan lleno de temor de Dios y de amor a las almas..., tantas son las cosas que se podrían decir de este hombre que tendría necesidad de un amanuense. Nunca no he visto un predicador tan ferviente, que robara los corazones de todos; su voz la modulaba como quería, la cual era tan clara y penetrante que conmovía admirablemente a los que le escuchaban.” Por eso, un antecesor mío en la sede de Vic, el Padre Joan Perelló abrió el año 1930 el proceso para su canonización, después que se celebrara con gran participación y profundidad, el año 1912, el primer centenario de su nacimiento. El obispo que le sucedió, don Ramon 3 Masnou, participó con gran alegría en su beatificación por el papa Juan Pablo II, el año 1979. El obispo José María Guix se alegró con la noticia de la canonización y ahora en la comunión de los santos participará aún con más intensidad que nosotros del gozo que un hijo de la diócesis de Vic sea proclamado por el papa Benedicto XVI “santo” para gloria de Dios y bien de toda la Iglesia. Que el fuego del amor de Francisco Coll Guitart, sacerdote dominico, encienda esta tarde y siempre todos nuestros corazones. Amén.