Dios sale a tu encuentro... El grano de oro Iba yo pidiendo, de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba maravillado, quién sería aquel Rey de reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo. La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentía que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y, de pronto, tú me tendiste tu diestra diciéndome: “¿Puedes darme alguna cosa?” ¡ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡pedirle a un mendigo!. Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di. Pero qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré por no haber tenido corazón para dártelo todo! Para reflexionar ¿Te has dado cuenta de que Dios sale a tu encuentro? 1. ¿Qué puedes darle tu a Dios? 2. ¡Pedirle a un mendigo!. Has pensado que quizá sea más rico de lo que piensas. ¿Cuál es tu riqueza? 3. La parábola, metafóricamente, dice que lo poco que damos a Dios, ÉL no lo devuelve convertido en “oro”, en algo mucho más valioso. ¿Crees que esto es así? ¿Tienes alguna experiencia en este sentido? ¿Has conocido a alguien que haya tenido esta experiencia?. Oración A ti, Señor, presento mi ilusión y mi esfuerzo; en ti, mi Dios, confío, confío porque sé que me amas. Que en la prueba no ceda al cansancio, que tu gracia triunfe siempre en mí. Yo espero siempre en ti. Yo sé que tú nunca defraudas al que ti confía. Indícame tus caminos, Señor; enséñame tus sendas. Que en mi vida se abran caminos de paz y bien, caminos de justicia y libertad. Que en mi vida se abran sendas de esperanza, sendas de igualdad y servicio. Encamíname fielmente, Señor. Enséñame tú que eres mi Padre, Dios y Salvador.