Arch. Med. Int. 2002; XXIV; 1: 29-37 © Prensa Médica Latinoamericana. 2002 ISSN 0250-3816 - Printed in Uruguay - All rights reserved. 29 Artículo original Consideración sobre la cirugía de los aneurismas no rotos en el Uruguay: reporte de 26 casos Considerations on non ruptured aneurysm surgery in Uruguay: report on 26 cases Dr. Pablo Pereda Casas Residente de Neurocirugía. Facultad de Medicina. Montevideo. Dr. Edgardo Spagnuolo Dondero Neurocirujano. Servicio de Neurología y Neurocirugía. Hospital Maciel. MSP. Montevideo. Dr. Antonio Calvo Rubal Jefe del Servicio de Neurología y Neurocirugía. Hospital Maciel. MSP. Montevideo. Dr. Alejandro Tarigo Morador Neurocirujano. Servicio de Neurología y Neurocirugía. Hospital Maciel. MSP. Montevideo. RESUMEN: Arch Med Int (Montevideo) 2002 - XXIV; 1: 29-37 La Hemorragia Subaracnoidea continúa siendo, pese a los avances de la medicina, una enfermedad devastadora, con una mortalidad del 50% en el evento inicial y, de los sobrevivientes, menos del 30% se restituyen totalmente a sus tareas habituales. Los aneurismas que no sangraron, o aneurismas grado “0”, representan un reto para los neurocirujanos. Se debe mejorar la sensibilidad diagnóstica, de modo tal que pueda ser correctamente delineado su tratamiento, para lograr abatir la elevada cifra de morbimortalidad luego del sangrado. Los autores presentan una serie de 26 aneurismas grado “0”, operados en un período de 6 años, con una mortalidad de 0% y una morbilidad muy baja. Se analizan sus características y se efectúa una revisión bibliográfica, llegándose a la conclusión de que estos aneurismas se deben tratar, ya que los riesgos con cirugía son menores que los inherentes a los de la propia enfermedad. Palabras clave: Hemorragia subaracnoidea, Aneurismas grado “0”, Cirugía. summary: Arch Med Int (Montevideo) 2002 - XXIV; 1: 29-37 Subarachnoid hemorrhage secondary to aneurysm rupture is still nowadays a devastating disease, in spite of advences of medical science. Mortality remains about 50% in the initial event, and less than 30% of survivor recover to their previous level. Aneurysms that had not bled, or gade “0”, represent a challenge to neurosurgeons. The authors present a series of 26 patients with grade “0” aneurysms operated on in a six years period, with no mortality and a very low morbidity. An analisys of the cases and a bibliographic revision is made, concluding that these aneurysms must be treated, for the surgical risks are lower than the disease itself, and also lower than those of the endovascular therapy. It is believed that the advances en the diagnosis and treatment of these vascular malformations, will reduce the high morbimortality they present after the bleeding. Key words: Subarachnoid hemorrhage, Grade “0” aneurysm, Surgery. Introducción La hemorragia subaracnoidea (HSA) continúa siendo, pese a los avances de la medicina, una enfermedad devastadora. En nuestro medio, así como en centros de referencia internacionales, los pacientes que desarrollan esta afección sufren una mortalidad de 50% en el evento inicial y, de los sobrevivientes, menos del 30% se restituye totalmente a sus tareas habituales. Genera, además, una pesada carga al sistema sanitario, tanto en el tratamiento de los enfermos, como en la rehabilitación de las secuelas que determina (56). Una vez extravasada la sangre arterial en el espacio subaracnoideo, se desencadenan procesos complejos (algunos en cascada) y paralelos, como hipertensión endocraneana, vasoespasmo, lesiones bioquímicas, etc., que confluyen en el daño cerebral irreparable, que es el responsable de la morbilidad y mortalidad de esta entidad. A lo largo de los años, hemos asistido a importantes cambios en el manejo de estos enfermos, como el diagnóstico clínico más certero y precoz, el desarrollo de mejores métodos de diagnóstico imagenológico, el advenimiento de técnicas neuroanestésicas específicas, el refinamiento de la técnica Trabajo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Maciel. MSP. Correspondencia: Dr. P. Pereda Casas. Servicio de Neurología y Neurocirugía. Hospital Maciel, 25 de Mayo 174. 11000 Montevideo. Uruguay. 30 quirúrgica y la puesta a punto de centros de terapia intensiva especializados. Pese a todo esto, los resultados globales del manejo de esta patología continúan siendo pobres, sin que se haya observado un impacto estadísticamente significativo en su evolución final (22,30,57). Por todo ello, se ha puesto especial atención en la prevención del la HSA, y se ha visto que los factores que determinan la rotura se conocen poco, excepto el hecho objetivo de que, para sufrir una HSA espontánea por rotura de aneurisma, es imprescindible ser portador de un aneurisma intracraneano. La HSA reconoce como causa fundamental la rotura de un aneurisma sacular intracraneano: su incidencia aproximada en nuestro país es de 10 en 100.000 habitantes por año (47,55). Por otro lado, los aneurismas saculares son mucho más frecuentes que su complicación ya que, en grandes series de autopsias y de angiografías, se ha visto que tienen una incidencia de 5 a 9,5%. En Estados Unidos hay aproximadamente 2:000.000 de personas que albergan aneurismas no rotos, lo que hace una prevalencia de 0,5 a 1% (17,32,37,44). Los aneurismas que no han tenido un episodio de sangrado son los catalogados como aneurismas grado “0” (Ag0) (60). El riesgo, generalmente aceptado, de ruptura para un aneurisma intacto, es de 1 a 2% por año (26,28,50). De estos conceptos nace la cirugía de los Ag0 como método profiláctico de la HSA. La ventaja fundamental de operarlos radica en que se evitan todas las complicaciones y dificultades técnicas que ofrece la cirugía de los aneurismas rotos (49,51). Para plantear la cirugía de los aneurismas como profilaxis de una HSA, se debe tener presente que la mortalidad y la morbilidad de la técnica debe ser menor a la de la propia HSA y a la de la cirugía de los aneurismas que sangraron (39,54) . También se debe tener en cuenta: la edad del paciente, los factores de riesgo asociados, así como los del aneurisma identificado y la experiencia previa del neurocirujano en casos similares (2,4,50). Un método terapéutico alternativo es la oclusión de la malformación por técnicas endovasculares. En la actualidad, el relleno del saco aneurismático con “Colis” es el preferido. Desde el advenimiento de los mismos, hace una década, se planteó que, con el tiempo, esta técnica sustituiría a la cirugía como procedimiento curativo definitivo para los aneurismas. A pesar del perfeccionamiento de los “Colis”, y de los cateterismos vasculares, la técnica sigue teniendo cifras nada despreciables de morbilidad y mortalidad, que superan a las de la cirugía. Recientemente Morel (citado por Fernando Díaz en el Congreso de Neurocirugía del Cono Sur; junio de 2001), uno de los neurorradiólogos de más experiencia a nivel mundial en terapia endovascular, dijo que, en sus manos, el tratamiento con “Colis”, tiene 4% de mortalidad, 4% de rotura intraprocedimiento, 8% de recrecimiento del aneurisma a largo plazo y que, en 18% de los casos, no se logra la oclusión completa. Es evidente, pues, que la cirugía sigue siendo el único procedimiento que logra la curación definitiva, al aislar el aneurisma de la circulación con la colocación de clips. Se presentan, en este trabajo, una serie de Ag0 tratados quirúrgicamente; se analizan sus características, así como su evolución, complicaciones y resultados, realizando, además, un estudio de la literatura. Material y métodos Se analiza, en el presente trabajo, el reporte de 26 pacientes portadores de Ag0, 27 lesiones en total, que fueron diagnosticados y operados, de forma consecutiva, por dos de los autores Arch. Med. Int. Vol. XXIV; 1: marzo 2002 (E.S.D. y A.C.R.) en un lapso de 6 años (1995-2000). En todos los casos, se hizo el diagnóstico de la malformación vascular mediante la arteriografía de los 4 vasos del cuello, por punción femoral y cateterismo retrógrado. Todos los pacientes fueron intervenidos con técnicas microquirúgicas y bajo neuroprotección; en todos ellos se logró el clipado del cuello del aneurisma. Los pacientes cursaron el post-operatorio en centros de terapia intensiva. Las complicaciones se valoraron clínicamente y con tomografía axial computada. Los controles se realizaron, como mínimo, hasta los 6 meses luego de la cirugía, y se manejó la escala de evolución de Glasgow (GOS) para su categorización. Se excluyeron intencionalmente aquellos casos de aneurismas grado “0” que fueron tratados quirúrgicamente durante la cirugía de otro aneurisma roto, dado que la presencia de la HSA comanda la evolución de estos casos, siendo imposible, entonces, sacar conclusiones valederas. Cabe recordar que la escala de pronósticos de Glasgow (GOS) establece 5 categorías: el grado I, que corresponde al paciente dado de alta sin ningún déficit neurológico; el grado II, que es el paciente de alta con secuelas neurológicas que no le impiden realizar sus tareas previas ni lo limitan; el grado III, son los pacientes que quedan con secuelas neurológicas que los hacen dependientes; el grado IV corresponde a los pacientes severamente agraviados; y el grado V: aquellos que mueren. La categorización de aneurismas grado “0” es la establecida en las escalas de uso universal, como es la escala de Hunt y Hess, donde le grado “0” corresponde a aquellos aneurismas que son diagnosticados por estudios paraclínicos, pero que nunca sangraron. Reporte de casos Caso 1 L.L. sexo femenino, 50 años. Consulta por pérdida progresiva de la visión, bilateral. Estudiada con TC, RM y arteriografía, se diagnostica aneurisma gigante de la arteria carótida, en el origen de la oftálmica (aneurisma carótidooftálmico: ACI-Oft) derecho, de 50 mm de diámetro mayor. Es intervenida con angiografía y balón intracarotídeo peroperatorio, para eventual oclusión proximal en caso de necesidad. Se realiza clipado transitorio de 25' de duración, y clipado sin incidentes del aneurisma. En el post-operatorio se constata una franca mejoría visual, pero aparece una hemiplejía izquierda, que mejora lentamente, persistiendo altos con plejía crural. GOS 3. Caso 2 N.A. sexo femenino, 64 años. Paciente con antecedentes personales de HTA que ingresa por un síndrome del seno cavernoso izquierdo. Es estudiada y se diagnostican 4 aneurismas intracraneanos. Un aneurisma gigante de la arteria carótida intracavernosa izquierda, responsable de la sintomatología, AcoA de relleno bilateral, de menos de 10 mm, otro de ACM a izquierda, de unos 7 mm y uno de la arteria cerebral posterior (ACP), en P3 a derecha, de menos de 5 mm. Se interviene quirúrgicamente los Ag0 de comunicante anterior y cerebral media, ambos por izquierda, realizándose un clipado transitorio, de 6' y 8', respectivamente. Buena evolución sin agregar déficit focal. A los 20 días, se efectuó tratamiento endovascular del aneurisma intracavernoso. El aneurisma de P3 no se trató con cirugía ni procedimientos endovasculares por ser muy pequeño y considerarse de Consideración sobre la cirugía de los aneurismas no rotos en el Uruguay: reporte de 26 casos elevado riesgo, tanto quirúrgico como endovascular. Alta asintomática. GOS 1. Caso 3 N.M. sexo masculino, 57 años. Historia progresiva de pérdida de visión y, en los últimos meses, cefaleas. Al ingreso: visión luz de ojo izquierdo y, a derecha, una hemianopsia temporal. Estudiado con TC, RM y angiografía, se comprobó un aneurisma gigante ACI-Oft izquierdo, parcialmente trombosado, de 45 mm de diámetro. Se operó y se efectuó clipado sin incidentes, pero fue necesario un clipado transitorio de carótida en cuello y distal, de 10 minutos. Buena evolución posterior: es dado de alta sin déficit (GOS 1). al mes de la cirugía hay franca mejoría visual izquierda. Caso 4 J.P. sexo femenino, 62 años. Paciente que consulta por compromiso progresivo de pares craneanos a derecha. Al examen se constató: un III par dado por ptosis palpebral y midriasis, y un V par, ya que presentaba una hipoestesia de hemicara (todo a derecha). TC. y RM mostraron un probable aneurisma gigante de la arteria carótida a derecha. La angiografía confirmó la presencia de un aneurisma gigante (30 mm), de ACI-CoP derecho y, además, dos aneurismas a izquierda, uno de ACI-CoP y otro de ACM. Se intervino y se efectuó el clipado del aneurisma sintomático: el gigante a derecha. La cirugía se efectuó sin incidentes y el post-operatorio no mostró alteraciones. La paciente mejoró progresivamente los síntomas secundarios a la compresión de los nervios. Cuando se le planteó cirugía de los otros aneurismas, la paciente no la aceptó. GOS 1. Caso 5 L.T. sexo femenino, 48 años. Historia progresiva de pérdida de la visión del ojo derecho, llegando casi a la amaurosis. Estudiada con TC y RM, se plantea la posibilidad de un aneurisma gigante. Completada la valoración con una angiografía, se confirma la presencia de un aneurisma gigante (25 mm) de ACI-Oft derecho. Se interviene efectuándose el clipado definitivo, luego de un clipado transitorio, de menos de 10 minutos, de la carótida en el cuello, y distal al aneurisma intracraneano. Buena evolución posterior, con mejoría progresiva de la visión. A los tres meses de la cirugía, estaba asintomática. GOS 1. Caso 6 R.C. sexo masculino, 44 años. Paciente hipertenso que ingresa por hematoma lobar parietal derecho: es operado de urgencia para evacuación del mismo. Se constata una MAV subyacente. Posteriormente es estudiado y se diagnostica una MAV grado IV hemisférica derecha y un aneurisma de AcoA de unos 10 mm. Se realiza el tratamiento de la malformación con terapia endovascular y cirugía. Al mes se realiza arteriografía de control que evidencia la resección total de la MAV y la persistencia de la Ag0. Se opera, a los dos meses de la primera intervención, realizándose el clipado del aneurisma sin incidentes. Buena evolución posterior, reintegrado a su actividad. GOS 1. Caso 7 C.B. sexo masculino, 36 años. Paciente sin antecedentes, con historia de cefaleas de 3 meses de evolución. Es estudiado y se le diagnostica un aneurisma de ACM a derecha. Se opera y se realiza su clipado, previo clipado transitorio de 6 minutos de duración. Buena evolución, alta asintomática. GOS 1. 31 Caso 8 S.CH. sexo masculino, 65 años. Paciente hipertenso, panvascular, que consulta por crisis epiléptica parcial de hemicuerpo derecho; queda con afasia y hemiparesia derecha que no retrocede. Se hace diagnóstico de infarto silviano izquierdo (por clínica, TC y RM). Es estudiado con Eco Doppler de los vasos del cuello, que evidencia probable estenosis de la arteria carótida interna derecha; se completa la valoración con arteriografía de los vasos del cuello y se diagnostica un Ag0 de la ACM izquierda, de unos 12 mm. Es intervenido quirúrgicamente, realizándose clipado transitorio de la ACM de 12 ' y clipado definitivo del aneurisma. Evolución lenta de la afasia y del déficit motor, aunque persiste, con secuelas que le permiten deambular, pero no es independiente. GOS 3. Caso 9 O.C. sexo masculino, 46 años. Instala un hematoma temporal derecho; es estudiado y se diagnostica una MAV satélite al hematoma y un aneurisma de la arteria carótida en el origen de la comunicante posterior (ACI-CoP), también a derecha. Fue intervenido por un colgajo combinado frontopterional y temporal que permitió abordar las dos lesiones en el mismo acto quirúrgico; se logró el clipado del aneurisma sin incidentes y la posterior resección de la MAV. El paciente evolucionó satisfactoriamente, sin déficit. Al año está totalmente reintegrado a sus tareas habituales. GOS 1. Caso 10 C.G. sexo masculino, 46 años. Consulta por AIT hemisférico derecho; en la TC se diagnostica imagen sospechosa de aneurisma. Completada su valoración, se confirma un aneurisma de la arteria cerebral media (ACM) a derecha, de unos 14 mm. Al no existir factores de riesgo vasculares ni otras alteraciones en la angiografía, se planteó la eventualidad de embolias, a punto de partida del aneurisma. Es intervenido, siendo necesario un clipado transitorio de la ACM derecha de 14' de duración. En el post-operatorio inmediato presenta hemiplejía izquierda, la que comienza a retroceder en los días siguientes. Se confirma, por TC, un infarto gangliobasal derecho pequeño. Control alejado: mínima paresia braquial; está reintegrado a sus tareas habituales. GOS 2. Caso 11 J.E. sexo masculino, 64 años. Paciente sin antecedentes personales a destacar que ingresa por hemianopsia bitemporal. Se hace diagnóstico, por TC, de tumor de hipófisis, completándose su valoración con RMI que, además, evidencia probable Ag0 de ACoA. Estudiado con arteriografía de 4 vasos, se evidencia que el aneurisma se rellena por derecha y mide unos 8 mm. Es intervenido quirúrgicamente y se lleva a cabo, en el mismo acto, el clipado del aneurisma (clipado transitorio de 6') y la resección del tumor. Buena evolución, alta a los 20 días. GOS 1. Caso 12 M.T. sexo femenino, 54 años. Paciente con historia de larga data de cefaleas, por lo que se efectuó una TC de cráneo que mostró la sospecha de un aneurisma en el valle silviano a izquierda. Estudiada con angiografía, se confirmó un aneurisma de ACM (M1-M2, de unos 10 mm). Se intentó la oclusión con Colis, pero no se logró cateterizar la arteria, por lo que se abandonó el procedimiento. Se interviene efectuándose el clipado sin incidentes. Buena evolución post-operatoria. Asintomática al alta y en los sucesivos controles. GOS 1. 32 Caso 13 J.F. sexo masculino, 42 años. Paciente epiléptico desde la infancia que ingresa a CTI por estado de mal convulsivo. Una vez estabilizado, se realiza una TC de cráneo, que muestra imagen sospechosa de aneurisma carotídeo. Se completó el estudio con una angiografía, que mostró un aneurisma de ACI-CoP a derecha, de unos 15 mm de diámetro. Se intervino efectuándose el clipado sin incidentes. Buena evolución posterior. Alta asintomática. GOS 1. Caso 15 G.M. sexo femenino, 37 años. Paciente hipertensa que ingresa por cuadro brusco de cefaleas y déficit motor izquierdo, coincidiendo con pico hipertensivo (220/140). Es estudiada con TC de cráneo, que confirma un hematoma gangliobasal derecho, que alcanza a la cisterna silviana. La evolución fue a la mejoría del déficit. Dadas las características del hematoma y la edad, y a pesar de ser una hipertensa, se completó con una angiografía de 4 vasos, que no mostró malformación vascular del lado correspondiente al sangrado, pero sí apareció un aneurisma de arteria carótida, variedad coroidea anterior a izquierda, de 6 mm. Se operó efectuándose el clipado sin incidentes. Buena evolución posterior. Alta asintomática. Caso 16 N.B. sexo masculino, 35 años. Paciente portador de HTA, obeso y diabético. Inicuamente, sufre una HSA lateralizada a izquierda, por sangrado de aneurisma ACI-CoP izquierdo. Se opera en esa oportunidad; queda con afasia de expresión y hemiparesia derecha. Esto lo mejora en 3 meses, para quedar luego totalmente asintomático. En esa internación se diagnostica un segundo aneurisma en espejo ACI-CoP a derecha, de menos de 10 mm. No se reintegra a su trabajo por temor a la rotura del Ag0. Se interviene un año después de la primera cirugía, realizándose clipado del aneurisma sin incidentes. Buena evolución, alta a los 15 días, asintomático. A los tres meses se reintegra a trabajar. GOS 1. Caso 17 M.V. sexo femenino, 48 años. Paciente portadora de HTA que sufre, dos meses antes, una HSA por rotura de aneurisma de ACM a izquierda, habiendo ingresado en coma, con un GCS de 6. Es intervenida quirúrgicamente de ese aneurisma en agudo. Como secuela, se constata una afasia de expresión y hemiparesia derecha. Durante aquel episodio se diagnosticó otro aneurisma de la arteria comunicante anterior (ACoA), de menos de 10 mm, que se rellena por derecha. Se opera a los dos meses: con clipado del Ag0 sin inconvenientes. Evolución posterior sin incidentes; no agrega ningún déficit con esta última intervención, quedando con la secuela inicial. GOS 3. Caso 18 T.M. sexo femenino, 55 años. Antecedentes de HTA; 8 años antes sufrió una HSA, diagnosticándose un aneurisma AcoA, que fue operado y abordado por la derecha. Ahora sufre un nuevo episodio de HSA, con hemocisterna silviana izquierda y plejia de hemicuerpo derecho. Es estudiada y se diagnostican aneurismas de ACM en espejo, ambos de menos de 10 mm. Es operada de urgencia para realizar el clipado del aneurisma de ACM izquierdo. Tiene una evolución favorable, pero persiste con plejia a derecha. A las tres semanas se opera del Ag0 sin incidentes. Control a los tres meses; incambiado el déficit motor. GOS 3. Caso 19 A.C. sexo femenino, 43 años. Ingresa por HSA, diag- Arch. Med. Int. Vol. XXIV; 1: marzo 2002 nosticándosele, en esa oportunidad, aneurismas de ACM en espejo; el izquierdo es el responsable del sangrado. Se opera en esta oportunidad, llevándose a cabo el clipado del aneurisma izquierdo, sin incidentes; evoluciona en el post-operatorio con una hemiparesia derecha que retrocede en un mes. A los dos meses se realiza el clipado del Ag0 derecho, con clipado transitorio de 8'. Buena evolución; alta sin secuelas. GOS 1. Caso 20 J.M. sexo masculino, 47 años. Paciente que, cuatro meses antes del ingreso actual, sufre una HSA mientras vivía en Brasil. Estudiado, se comprobaron dos aneurismas, uno de ACI-CoP a derecha y otro de ACM izquierda (M1-M2). Fue operado en aquel país el aneurisma derecho, quedando con una hemiplejía izquierda secuelar. Es referido a los 4 meses, comprobándose un paciente vigil, confuso, con elementos frontales y hemiplejía izquierda. Una angiografía confirma el buen clipado a derecha y la presencia de un aneurisma de 10 mm en M1-M2 a izquierda. Una TC mostró, además, una hidrocefalia. Se opera y se efectúa el clipado sin incidentes. A las 48 hs. de la cirugía el paciente está confuso y con cefaleas. Se efectúa TC de control, que muestra hematoma extradural en relación al colgajo quirúrgico e hidrocefalia. Se opera de urgencia, efectuándose evacuación del hematoma y, además, derivación ventrículo-peritoneal. Buena evolución: al alta está con buen nivel de vigilia y sin agregar signos neurológicos con respecto al preoperatorio. GOS 3. Caso 21 M.B. sexo femenino, 64 años. Paciente operada un año atrás de aneurisma de ACM derecha, diagnosticado por una HSA, claramente lateralizada a derecha. Buena evolución posterior, sin déficit neurológico. En esa oportunidad se comprobó la presencia de un aneurisma de ACI-CoP a izquierda, de menos de 109 mm. Ahora se realiza una nueva arteriografía que muestra persistencia del aneurisma de ACI-CoP sin modificaciones con respecto al estudio anterior, así como el buen clipado del aneurisma operado. Se interviene el izquierdo, que no había sangrado. Clipado sin incidentes. Buena evolución posterior. Alta sin déficit. GOS 1. Caso 22 L.B. sexo femenino, 42 años. Ingresa por Hemorragia Subaracnoidea grado I, comprobándose en la TC una clara lateralización del sangrado a izquierda. La angiografía confirmó la presencia de 2 aneurismas de ACI-CoP en espejo, ambos de menos de 10 mm. Se operó en agudo, efectuándose el clipado del izquierdo, responsable del sangrado. Buena evolución posterior, asintomática. A los 40 días se interviene, clipándose el aneurisma testigo derecho. Evolución sin incidentes. Controles alejados con paciente asintomática. GOS 1. Caso 23 H.R. sexo femenino, 56 años. Ingresa por Hemorragia Subaracnoidea grado IV. La TC confirmó el sangrado, que estaba lateralizado a derecha. La angiografía confirmó dos aneurismas, uno de ACI-CoP derecho y otro de ACM a izquierda. Se intervino de urgencia, efectuándose el clipado del aneurisma derecho, responsable del sangrado. Buena evolución; a los 30 días de la primera operación se intervino clipándose el aneurisma grado 0 izquierdo. Buena evolución posterior. Alta asintomática. GOS 1. Consideración sobre la cirugía de los aneurismas no rotos en el Uruguay: reporte de 26 casos 33 Caso 24 M.V. sexo femenino, 56 años. Paciente que ingresa en coma, con un CGS de 6, comprobándose, en la TC, un hematoma subdural agudo hemisférico izquierdo y una importante HSA holocisternal. Se hizo una angiografía de los 4 vasos que confirmó un aneurisma de ACI-CoP izquierdo y un segundo aneurisma de ACM a derecha. Se intervino de urgencia, efectuándose evacuación del hematoma subdural agudo y clipado del aneurisma de la arteria carótida. Buena y lenta evolución posterior. A los 60 días de la primera operación se efectúa el clipado del aneurisma de la arteria cerebral media derecha. Fue necesario un clipado transitorio de 9' de la arteria donde se originaba el aneurisma para permitir la disección de la malformación. Buena evolución posterior, sin complicaciones. Alta asintomática. Los controles posteriores mostraron a la paciente reintegrada totalmente a su vida previa. GOS 1. en el curso de un estudio por otras patologías (tumores: 2, enfermedad cerebral isquémica: 1, epilepsia: 2) o por síntomas inespecíficos (cefalea crónica: 2); los restantes 8 correspondieron a 2 aneurismas asociados a MAV, una portadora de un hematoma gangliobasal contralateral, en una paciente joven, y 5 casos de aneurismas sintomáticos. Caso 25 A.V. sexo femenino, 29 años. Ingresa por HSA grado I. La TC del ingreso confirmó el sangrado, que estaba lateralizado a izquierda. La angiografía mostró aneurismas de ACI-CoP en espejo. Se operó en agudo, clipándose, sin incidentes, el izquierdo. A los 30 días se operó el aneurisma grado 0, también sin incidentes. Buena evolución posterior. Alta sin déficit. GOS 1. Complicaciones Caso 26 JDLS, sexo masculino, 34 años. Ingreso por HSA grado III-IV, con hemiplejía derecha. La TC confirmó el sangrado que estaba lateralizado a izquierda. La angiografía mostró un aneurisma de la ACM a izquierda y otro de la ACM a derecha. Se operó en agudo con clipado del aneurisma izquierdo. Buena y lenta evolución, siendo dado de alta con severo déficit derecho y afasia. A los 6 meses, y sin mayores cambios en el déficit secuelar, se opera del aneurisma derecho. No existieron complicaciones posteriores y el paciente se fue de alta con el déficit previo. GOS 3. Resultados Se diagnosticaron, en total, 29 aneurismas de la circulación cerebral no rotos. De éstos, 28 residían en el espacio subaracnoideo, el restante era intracavernoso y fue tratado con terapia endovascular. De los 28 diagnosticados, fue posible realizar tratamiento quirúrgico en 27 de esas lesiones. Fue descartado un aneurisma de la circulación posterior por considerarse poco habitual y, por ende, ser la cirugía de mayor riesgo. Edad de presentación La edad de los pacientes osciló entre los 29 y los 65 años, con una media de 49. Analizando en forma separada aquellos casos en que el diagnóstico de Ag0 fue secundario a una HSA (total 11), se ve que la media es de 45, contra aquellos hallazgos incidentales, no vinculados a una HSA, en los cuales la media es de 52. Es decir, que se esboza una tendencia a diagnosticar con mayor frecuencia Ag0 cuanto mayor es la edad de los pacientes. En cuanto al sexo, hubo 15 mujeres y 11 hombres. Forma de presentación Como ya fue visto más arriba, 11 casos (44%) se diagnosticaron como aneurismas testigos de una HSA. Dejando de lado éstos. los hallazgos verdaderamente incidentales son 8 casos (33% del total), que se encontraron Localización Con respecto a la topografía de las lesiones, todos los tratados eran de la circulación anterior del polígono de Willis, asociados a la carótida y sus ramas intermedias se hallaron 11 lesiones, que corresponden a 42%.; 4 aneurismas en la AcoA y 12 en la ACM (48%). Estos porcentajes, como se analizará más adelante, difieren de los habitualmente encontrados en los aneurismas rotos. En la serie presentada no hubo ningún paciente fallecido, o sea, que la mortalidad del grupo es de 0%. Si tomamos la serie en forma global, independientemente de la forma en que se diagnosticó el aneurisma grado “0”, tenemos: con respecto a la morbilidad, del total de los 26 pacientes analizados, 19 (74%) están reintegrados a sus tareas habituales, 2 (7%) presentan incapacidad leve que no les impide una vida independiente y 5 (19%) son dependientes. Pero si separamos los pacientes por grupos, fundamentalmente con y sin HSA previa, la morbilidad cambia, ya que la presencia de sangre en el espacio subaracnoideo determina un importante porcentaje de secuelas, independientemente del tratamiento instituido, por lo que el paciente es operado del aneurisma incidental, muchas veces con secuelas ya presentes. O sea que hay que valorar la situación neurológica con la que llegan a la cirugía del aneurisma grado “0”. En el grupo sin HSA previa (15 en total), 88% de los enfermos (13 pacientes) tiene un GOS 1, o sea, que están totalmente reintegrados a sus actividades previas, sin ningún déficit. Hay, por lo tanto, en esta serie, 12% de morbilidad, con un paciente con GOS 2 y otro de 3. De los pacientes que habían sufrido una HSA previa (11 enfermos), 4 tenían algún grado de déficit antes de intervenirse del Ag0, el cual no se vio afectado por la posterior cirugía, así como tampoco agregaron otras secuelas. Es decir, que si se consideran estrictamente las complicaciones secundarias a las cirugías de los grado “0”, en las 26 intervenciones realizadas, tan sólo se produjeron secuelas permanentes en 2 pacientes, lo que arroja una morbilidad, para este procedimiento, de 8%, siendo realmente invalidante en un solo paciente, o sea, 4%. Cabe recordar que, en este caso, correspondió a un aneurisma gigante carótido-oftálmico (50 mm de diámetro) que requirió un clipado transitorio prolongado, de 25 minutos, para su solución definitiva. Un total de 4 aneurismas eran gigantes (25 mm o más); en 3 de ellos fue necesario efectuar un clipado transitorio para facilitar la disección y posterior clipado definitivo del aneurisma. A pesar de la protección cerebral, un caso, el mencionado más arriba, se complicó con un infarto cerebral, quedando con importante secuela motora. Ocho aneurismas tenían un diámetro de entre 10 y 15 mm, mientras que los restantes eran todos de menos de 10 mm. En ocho pacientes se necesitó un clipado transitorio o temporario de la arteria que daba origen a la malformación, que osciló entre los 6 y los 14 minutos. En un paciente de este grupo (clipado transitorio de 14'), quedó una paresia secuelar (GOS 2). 34 Arch. Med. Int. Vol. XXIV; 1: marzo 2002 El resultado de la cirugía de los aneurismas grado “0”, se resume en la tabla siguiente: Discusión y comentarios Tabla I Cirugía de los aneurismas grado “0” 26 pacientes (27 aneurismas) Mortalidad 0 pac. 0% Morbilidad 2 pac. 8% Sin déficit 24 pac. 92% El mecanismo último de formación de los aneurismas saculares de las arterias del polígono de Willis es un tema aún no resuelto. Está claro que hay factores predisponentes como las alteraciones del flujo sanguíneo, con el consiguiente “stress” hemodinámico sobre las paredes vasculares (secundario a MAV o a anomalías del polígono de Willis; b) coartación de aorta, etc. Parece claro, también, que no existen factores congénitos demostrados en las paredes vasculares cerebrales que favorezcan el desarrollo y rotura de estos aneurismas. Bonnet (6), en 1955, establecía que los aneurismas intracraneanos están asociados, con cierta frecuencia, a otras malformaciones congénitas: a) anomalías del polígono de Willis; b) coartación de la aorta; c) riñones poliquísticos; y d) mesénquimopatías. Con respecto a sus patogenias, planteaba que, mayoritariamente, tienen base congénita. el examen histológico revela, como lesión esencial, un déficit en la capa media arterial. La membrana elástica interna está, por lo general, fragmentada y dicha capa media no llega a ser reconocible como tal. La pared, a nivel del origen del cuello del aneurisma, está constituida por un tejido fibroso entre la íntima y la adventicia normales. Forbus (18), en 1930, comprobó que el defecto de desarrollo se encuentra en una bifurcación arterial, y es en este lugar donde la media está defectuosa, es decir, en un punto más débil de la pared y donde la presión sanguínea o sistémica se hace sentir más. Para Forbus, pues, se trata de una dilatación adquirida a nivel de un déficit congénito. Inagawa (23), establece, en base a estudios autópsicos, que casi 1% de la población es portadora de aneurismas intracraneanos, y son múltiples en 19% de los casos. A su vez, plantea que son más frecuentes en mayores de 60 años y, sobre todo, en el sexo femenino. También establece que no hay una relación entre el tamaño del aneurisma y el espesor de su pared, por lo que ese no sería un factor predisponente de rotura. Dice que el riesgo anual de sangrado puede llegar a 2,1%. Para otros autores, el riesgo generalmente aceptado de ruptura para un aneurisma intacto es de 1 a 2% por año (26,28,29,50). Richardson (47), por su parte, basándose en 4.618 autopsias, encuentra una proporción de aneurismas de 0,87%; múltiples en 10% de los casos. Para Weibers (62), en términos de riesgo, deben diferenciarse los pacientes con aneurismas no rotos, pero sintomáticos, de los estrictamente asintomáticos. Ingall (25) establece que la HSA tiene una incidencia de 11 casos cada 100.000 habitantes, y que la mortalidad de esta enfermedad bajó al mejorar el manejo de los que la sufren. Dejando de lado la baja mortalidad quirúrgica, los porcentajes globales de mortalidad de la HSA (aproximadamente 50%), se mantienen estables en los últimos 40 años. Otro elemento a considerar es que la literatura médica ha centrado su atención durante décadas en los aneurismas rotos, las causas de su rotura y evolución, las que, a la luz de los nuevos conocimientos, parecen no tener muchos puntos en común con los aneurismas no rotos. Dicho de otro modo, los factores que gobiernan la formación de los aneurismas pueden ser distintos a los que gobiernan su rotura. Es posible que las características patológicas de los aneurismas que van a romperse sean distintas a las de los que pasan décadas sin incidentes (7,14,19). Pluvinage (45) (1954), en un estudio histológico, establece que lo habitual es que la pared del aneurisma presente lesiones importantes que comprometen las diferentes capas: degeneración o desaparición de las fibras musculares y la fragmentación o ausencia de las fibras elásticas. En el punto de encuentro del aneurisma con la arteria normal, las fibras musculares comienzan bruscamente a disminuir o simplemente desaparecer. En su lugar no existe más que un tejido conjuntivo. La íntima puede desaparecer totalmente, sobre todo cuando existe un coágulo más o menos organizado en el interior de la luz del saco. Pero, por lo general, lo más frecuente es que se encuentre un aumento considerable de su grosor, aun con inclusiones lipídicas. Las lesiones de la adventicia parecen menos importantes, aunque sean por lo general gruesas, con infiltración celular polimorfa, donde abundan los macrófagos cargados de pigmento sanguíneo. Más raro es que el aneurisma presente la estructura característica de las lesiones ateromatosas clásicas: infiltración lipídica en la profundidad de la íntima, con células espumosas y cristales de colesterol, lesiones degenerativas de la muscular y de la elástica. Este aspecto es el visto, por lo general, en los aneurismas fusiformes, especialmente en aquellos del tronco basilar. A pesar de todo, se encuentra, con una notable frecuencia, infiltración de hematíes en la pared fibrosa de los aneurismas no rotos, lo que hace pensar en la inminencia de su rotura. Pluvinage piensa que la ruptura debe resultar de una diapédesis de hematíes de más en más importante, con lesión progresiva de la pared, hasta el momento en que esta última es incapaz de soportar la presión sanguínea normal. En la última década han cobrado vigencia los aneurismas “adquiridos” en los pacientes drogadictos, sobre todo en los adictos a la cocaína. Esta última, y más aún cuando se inhala, compromete los “vasa vasorum” de las paredes de los vasos del polígono, por lo que aquellos estarían más expuestos a tener aneurismas en edades más tempranas (8,22). El problema radica en establecer qué elementos tienen valor luego de identificado un aneurisma, para predecir su evolución y, eventualmente, delinear el mejor tratamiento a seguir (1,13,54). La evolución natural de los aneurismas no rotos, como vimos, es difícil de determinar, pero en estudios de seguimiento de pacientes portadores de Ag0 en los que no se realiza tratamiento quirúrgico, se vio que tienen un riesgo acumulativo anual, de 4%, de sufrir una HSA y, por lo tanto, esto condiciona una disminución en la expectativa de vida a los 5 años, comparado con un grupo control sin aneurismas intracraneanos de 92% a 74% para la misma edad. Además, si el diagnóstico del aneurisma grado “0” se da en una persona de menos de 40 años, y tomando en cuenta los porcentajes acumulativos mencionados más arriba, es claro que, antes de los 60 años, ese aneurisma seguramente sangrará, con las consecuencias ya conocidas (30). Juvella (28), en una revisión de aneurismas grado “0” efectuada en 1993, encontró que el porcentaje anual de sangrado de éstos es de 10% a los 10 años, de 26% a los 20 años y de Consideración sobre la cirugía de los aneurismas no rotos en el Uruguay: reporte de 26 casos 32% a los 30 años. La mortalidad de los que sangraron fue de 50%. El autor concluye que los Ag0 se deben operar siempre que sea técnicamente posible y que el paciente no tenga riesgos generales importantes (edad avanzada, enfermedades invalidantes). Le da gran valor al tamaño y a la forma de aneurisma, ya que los aneurismas grandes y de forma irregular son los que tienen más posibilidades de presentar hemorragias a corto plazo y, por lo tanto, se deben operar lo antes posible. Ya en 1971, Moyes (41), había llegado a conclusiones similares en lo referente al tamaño y a la forma de las malformaciones. Otros autores comparten estos criterios en el momento de recomendar la cirugía de los aneurismas (15,58,59,61,65). El tamaño del aneurisma es probablemente importante y, en algunos estudios, los menores de 3 mm de diámetro tienen un pequeño riesgo, mientras que aquellos más allá de 1 cm son los que alcanzan mayores posibilidades de complicación (5,37,38). Brennan (8), luego de analizar un elevado número de pacientes portadores de aneurismas que no sangraron, concluye que no hay suficiente evidencia como para establecer una regla de manejo para estas malformaciones. Plantea que los aneurismas pequeños, de menos de 10 mm de diámetro mayor, no se deberían operar. También plantea que los aneurismas asintomáticos no gigantes, en mayores de 65 años, tampoco serían candidatos a cirugía. Por el contrario, aquellos aneurismas de más de 10 mm de diámetro, así como aquellos sintomáticos de cualquier tamaño y los gigantes, deberían ser operados, ya que el riesgo de sangrar, en estos casos, es mayor que los riesgos de la cirugía. A su vez, establece como opcionales de cirugía a aquellos aneurismas de menos de 10 mm en pacientes que ya tuvieron una HSA por otro aneurisma. Chung (12), no establece reglas, y toma, como único factor, la experiencia del centro asistencial en la cirugía de los aneurismas. Plantea que la solución quirúrgica se debe tomar, incluso para aneurismas en pacientes añosos, siempre que los porcentajes de morbimortalidad quirúrgicos sean menores que los inherentes a los de una HSA. Dell (14), en 1982, publicó un trabajo en el que sugería que, para realizar una cirugía en un aneurisma grado “0”, se debía tener una mortalidad quirúrgica casi nula y una morbilidad menor a 5%. Heiskanen (19), en 1981, fue uno de los primeros que, en la controversia sobre la cirugía o no de los aneurismas Ag0, tomó en cuenta el antecedente de otra HSA por otro aneurisma. Comprobó que los pacientes que ya habían sufrido una HSA previa, y eran portadores de un aneurisma testigo, tenían una incidencia mucho mayor de sangrados que la de aquellos pacientes en quienes se había diagnosticado el aneurisma testigo sin hemorragia previa. La conclusión es que los aneurismas testigo, en pacientes con HSA, se deben operar. Samson (52), establece que la historia natural de un aneurisma que no sangró no es clara, pero, teniendo en cuenta los elevados porcentajes de mortalidad y morbilidad luego de un sangrado, y que la mortalidad y morbilidad quirúrgica son muy bajas, recomienda la conducta agresiva ante un Ag0. Acerca de la edad de los pacientes con esta lesiones, en nuestro grupo no hubo diferencias significativas, pero, en series grandes, se observa que la edad promedio de presentación de los aneurismas rotos es de 50 años, y que los aneurismas incidentales son tanto más frecuentes cuanto más añoso es el grupo etario. En nuestro país, donde el porcentaje de población adulta y adulta mayor es importante, los autores piensan que estas consideraciones pueden tener impacto (3,34,46,66). Varios autores toman en cuenta enfermedades asociadas como elementos que predisponen al sangrado y que, ante su 35 existencia, un aneurisma grado “0” debería operarse. Entre los factores que tienen mayor incidencia para favorecer el sangrado estarían: la hipertensión arterial, el alcoholismo, el tabaquismo y el uso de estimulantes (1,5,9,10,13,17,32,37,38,40,44). Un comentario aparte debe hacerse acerca de la forma de diagnosticar esta entidad. Sabemos que el número de aneurismas grado “0” es de aproximadamente 5%, pero, en nuestro medio, es excepcional su diagnóstico y tratamiento. Un factor limitante es el bajo número de arteriografías cerebrales que se realiza como método diagnóstico de otras patologías médicas como, por ejemplo, la enfermedad cerebrovascular oclusiva, entre otras. Los riesgos que presenta una técnica invasiva, como lo es la angiografía de los vasos del cuello, es, seguramente, uno de los factores que determinan que la técnica no se realice con más frecuencia. Otra limitante es el costo del estudio. Es aquí donde cobran valor otros métodos de “screening” menos riesgosos, como son la “angioTC” (angiografía por tomografía computada, con o sin reconstrucción tridimensional) y la angio-resonancia (estudio vascular en la Resonancia Magnética de cráneo). Si bien no son estudios totalmente comparables a la angiografía por cateterismo, en lo referente a la sensibilidad diagnóstica, en caso de ser negativos, alejan la posibilidad de tener un aneurisma; mientras que la sospecha de una malformación vascular, o su diagnóstico, nos obligará a complementarlo con una angiografía. El perfeccionamiento de los equipos de tomografía computada, así como lo referente a las reconstrucciones, llevará, en un futuro cercano, a que este método de diagnóstico pueda igualar a la angiografía e, incluso, superarla (22,68). La localización de los aneurismas grado “0” es diferente a la de aquellos que se rompen. En este último grupo predominan los de topografía en la AcoA y los asociados a la ACI, fundamentalmente los CoP, siendo los de ACM los terceros en frecuencia. En la serie presentada esta relación está modificada, ya que 48% era de la ACM, 42% de la arteria carótida, o sus ramas, y los restantes de la AcoA. Estos porcentajes son similares a los presentados por Inagawa (24) para aneurismas que no sangraron. En otras series, autópsicas o de arteriografías por otras causas, se vio que los Ag0 predominan en la ACI, con casi 50% de las lesiones y luego le siguen en la ACM (20,33,35,42,48). Weibers (62,63,64) considera que la topografía es un elemento a tener en cuenta para decidir la cirugía. Plantea que los aneurismas grado “0”, topografiados en la bifurcación del tronco basilar, son los que tienen más posibilidades de sangrar, seguidos por los de cerebral posterior y comunicante posterior. El estudio y el tratamiento médico y quirúrgico de un paciente portador de una HSA es uno de los más caros para el sistema sanitario, sin considerar la rehabilitación y la carga social posteriores. En un estudio de costos que compara el tratamiento de los pacientes con Ag0 con pacientes con HSA sin complicaciones y HSA complicada con vasoespasmo, se evidencia que los últimos dos grupos son entre el doble y el triple del costo de los grado “0” (27). Finalmente, en lo referente al tratamiento quirúrgico de estas lesiones, como ya fue expuesto, se ha mejorado notablemente a nivel mundial en lo concerniente a la neuroanestesia y a las técnicas microquirúrgicas, lo que explica el abatimiento de las cifras de mortalidad y morbilidad secundarias a este tipo de intervención, sin contar con el progreso médico manifiesto en el tratamiento médico intensivo (21,55). De lo analizado en la serie presentada se desprende que las cifras de mortalidad y morbilidad relacionadas con el tratamiento quirúrgico de los aneurismas grado “0” no difieren de los publicados en grandes series de centros de referencia (11.27.52.53.67) , ya que se tubo una mortalidad de 0% y una morbi- 36 Arch. Med. Int. Vol. XXIV; 1: marzo 2002 lidad global de 8%, siendo incapacitante en sólo 4%. Un factor a tener en cuenta en el momento de decidir la cirugía en un aneurisma grado “0” es la experiencia del equipo quirúrgico (4). Los autores de este trabajo que tuvieron a cargo las intervenciones quirúrgicas (ESD y ACR), acumularon, en el período de tiempo estudiado, un total de 299 aneurismas operados, representando los grado “0” 8,5%. 3. 4. 5. Conclusiones 6. Los aneurismas grado “0” representan actualmente un reto para el sistema sanitario del país. Se debe mejorar la sensibilidad diagnóstica de esta entidad, de modo tal que pueda ser correctamente delineado el tratamiento, para que, a la larga, se logre disminuir el número de pacientes que sufren de HSA y así lograr abatir la elevada cifra de morbimortalidad, los costos de su tratamiento y, fundamentalmente, el importante costo social que tiene esta enfermedad, que afecta una franja plenamente productiva de nuestra sociedad. La cirugía de los aneurismas grado “0” es de práctica habitual en la mayoría de los centros a nivel mundial. En nuestro país, durante mucho tiempo, se consideró que la cirugía de los aneurismas que no habían sangrado no se debía realizar, por considerarse que la morbimortalidad de esta cirugía era mayor que los riesgos propios de la afección. Los resultados expuestos en la serie presentada nos permite afirmar que, cuando se diagnostica un aneurisma grado “0”, es posible plantear su solución quirúrgica. Más aún en aquellos que acompañan una malformación que sangró y también en los que los controles arteriográficos muestran un aumento en el tamaño del saco y la aparición de un “brote” o lóbulo no presente en estudios previos, así como en aquellos con más de 5 ó 6 mm de diámetro y que se desarrollan en pacientes fumadores, alcoholistas, hipertensos y/o drogadictos. En los aneurismas de topografía habitual, como son los carotídeos, los de cerebral media y el de cerebral comunicante anterior, la cirugía está indicada, ya que la mortalidad es prácticamente nula y la morbilidad muy baja. Por otra parte, cuando se diagnostica un aneurisma grado “0” en topografía poco frecuente, como son los del sector posterior, en quienes la morbilidad quirúrgica es mayor, estaría presente, como otra opción, la oclusión endovascular (“colis”), siempre y cuando un cuello ancho no dificulte la impactación y sostenimiento. La indicación quirúrgica debe incrementarse cuando más joven es el paciente en quien se hace el diagnóstico, ya que las posibilidades de ruptura se acrecientan al mismo ritmo del transcurrir de los años. Hay topografías, como la ubicación del saco en la bifurcación carotídea, que estimulan aún más el tratamiento, ya que, en estas condiciones, la malformación recibe sobre el fondo, en forma directa, el flujo arterial (lugar más susceptible al desgarro), así como también sucede en la bifurcación del tronco basilar. Finalmente, se considera que ningún aneurisma debe quedar sin tratamiento, ya que los riesgos espontáneos de sangrar, con sus elevados porcentajes de mortalidad y morbilidad, son muy superiores a los que presenta su cirugía, como se puso en evidencia en la serie presentada y en todos los trabajos más difundidos de la literatura mundial. 7. Bibliografía 1. 2. Anson, J. Epidemiology and natural history of giant intracranial aneurysms. In: Giant Intracranial Aneurysms, Awad. AANS. 1995; 3: 23-34. Atkinson, J D L; Sundt, T M; Housen, O W; Whisnant, J P. Angiographic frequency on anterior circulation aneurysms. J Neurosurg 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 1989; 70: 551-555. Barrow, D; Cawley, M. Clinical manifestations of Giant Intracranial aneurysms. In: Giant Intracranial Aneurysms, Awad. AANS. 1995; 4: 35-50. Batjer, H H. Case problems in Neurological surgery. Neurosurgery. 1995; 36: 827-833. Bonita, R. 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