ESTADO DE DERECHO Uruguay tiene una nueva ley que regula la competencia El derecho a que los competidores compitan Alejandro Alterwain FERRERE Abogados L a competencia es para muchos uruguayos una mala palabra. En un país acostumbrado a los monopolios y a las relaciones cordiales entre colegas (¡nunca competidores!) hay poca conciencia de las virtudes y beneficios de la competencia. El 20 de julio el Poder Ejecutivo promulgó la nueva Ley de Defensa de la Competencia. En esencia es una ley que defiende al consumidor. Al promover la competencia y prohibir prácticas anticompetitivas, procura generar oferta de mejores productos, novedosos, y fundamentalmente, más baratos. ¿Cómo se logra ese resultado? En pocas palabras, exigiendo a los competidores que no confraternicen... sino que compitan. No es esta la primera ley que tiene Uruguay en la materia. Regían hasta ahora tres artículos de la Ley 17.243 y poco más. Inclusive, las conductas que la nueva ley prohíbe son básicamente las mismas a las vedadas en la anterior: se sancionan los acuerdos de precios entre empresas, los acuerdos de reparto de mercados, el ejercicio abusivo de posiciones de domi- La Ley 18.159 implica un salto importante en materia de control de prácticas anticompetitivas. Algunas soluciones eran necesarias y aclaran el escenario. Otras son, al menos, polémicas nio, etc. No obstante, a diferencia de la anterior, la nueva ley pide a gritos que alguien la aplique. En primer lugar elimina el anterior requisito de que la distorsión en el mercado genere un “perjuicio relevante al interés general”. Con esa desafortunada frase la ley derogada creaba un filtro con el cual sólo se sancionaban las conductas más graves y siempre que fuera políticamente conveniente hacerlo. No era suficiente con que una conducta fuera anticompetitiva. Debía “generar un perjuicio relevante al interés general”. Y en los hechos muchas conductas anticompetitivas no eran penadas. La ley era aplicada sólo en contadas ocasiones. Por otra parte la nueva ley instaura un régimen de control previo de concentraciones de empresas. Esto significa que a partir de ahora el nuevo órgano de contralor en materia antitrust - la Comisión de Promoción y Defensa de la Competencia- también fiscalizará reestructuras empresariales que puedan distorsionar el mercado. La intervención de dicho órgano dependerá de las características del acto de concentración en cuestión. En algunos casos la parte interesada deberá notificar dicho acto a la Comisión (por ejemplo avisando que compró a otra empresa). Cuando los efectos de la concentración de empresas sean mayores y se forme un “monopolio de hecho”, se deberá solicitar autorización para poder proceder con la adquisición, fusión, etc. Ésta es por lejos la parte más polémica de la ley. Por un lado, las economías pequeñas son las que más beneficios obtienen de la competencia. Por otro, sin embargo, un sistema mal aplicado arriesga convertirse en un desincentivo a la inversión. Por lo sensible del tema, y a efectos de paliar eventuales efectos adversos que un régimen fiscalizador muy estricto podría generar, se incluyó una serie de excepciones al régimen de control previo. De ese modo se buscó conciliar dos posiciones: la de aquellos que querían un control estricto de concentraciones empresariales, y la de aquellos que directamente no querían este tipo de intervención estatal. El tiempo dirá quien tenía razón. ¿Modelo americano o europeo? No conviene ser muy creativo con estas leyes. En general los distintos sistemas se copian unos a otros y hacen leves adaptaciones a contextos jurídicos y económicos propios. En líneas generales hay dos grandes sistemas. El estadounidense sanciona tanto la adquisición ilegítima de posiciones “monopólicas” (pero que en los hechos refieren y alcanzan también a empresas con alto poder de mercado, aún cuando no sean las únicas en su ramo) así como el abuso de dichas posiciones en perjuicio de competidores o consumidores. Europa, fuente de inspiración de la ley uruguaya, penaliza fundamentalmente el abuso de dicha posición (denominada “dominante”, pero que es similar a la “monopólica” americana), y no la adquisición aún ilegítima de la misma. En ambos regímenes se sanciona con severidad los llamados acuerdos “horizontales”, es decir, aquellos entre competidores (en una misma línea de la cadena productiva). El ejemplo típico son los acuerdos de precios entre empresas. También están penados los acuerdos “verticales”, es decir entre proveedores y distribuidores (entre distintos niveles en la cadena productiva). En ambos sistemas, sin embargo, se examina con mayor severidad los acuerdos “horizontales” que los “verticales”. Una nueva ley “antitrust” persigue y condena los actos anticompetitivos de las empresas Busca generar ofertas de productos más baratos, novedosos y de mejor calidad Elimina el filtro anterior de demostrar un “perjuicio relevante al interés general” Establece por primera vez un control de las concentraciones empresariales Crea, sin embargo, excepciones a dicho sistema