El rey y el matemático.

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El rey y el matemático.
José Acevedo Jiménez
En un lejano reino de oriente, un rey quiso vivir eternamente.
Preocupado, por saber cuánto viviría, consultó doctos en medicina.
- ¿Qué debo hacer para vivir por siempre? – Preguntó el monarca
a su más sabio sirviente.
- Mi señor, lamento no ser complaciente. – Dijo el galeno sin dar aliciente.
- ¡Por tu gran osadía y no servirme de nada, serás ejecutado muy temprano en la mañana! – Decretó el rey, y su palabra
fue ley.
Muchos años pasaron, no lo había alcanzado, el rey desistió de su sueño dorado. Y, conociendo la amargura, del monarca
la pena, un prisionero clamó
por dar respuesta al problema.
- No hay hombre que perdure más allá de su tiempo, pero puedo hacer que, al monarca, lo recuerden por siempre. Eso si
me conceden el indulto permanente. – Expresó el prisionero, un matemático encarcelado; por un amor que una vez había
anhelado.
- ¡Guardias!, ejecútenlo ahora. A este embustero que se burla del rey. – Dijo el carcelero que se negaba a creer.
- ¡No me burlo, centinela! Le digo la verdad y si me lleva ante el rey se lo he de demostrar, un presente le daré que le ha
de gustar y si me equivoco con mi vida tendré que pagar.
- ¡Un trato justo, me parece! – Expresó el carcelero siendo complaciente.
El prisionero ante el rey, le mostró un teorema que llamaría en su honor de indultar la condena.
- ¡Maravilla, maravilla! – Exclamó el soberano, al conocer el teorema que el prisionero le había dado. – Sin lugar a dudas,
mi nombre vivirá por siempre. – Indicó el rey muy entusiasmado y al prisionero liberó, pues ese fue el trato.
El teorema del rey aún se recuerda, pero también el nombre de aquél que resolvió el problema, pues después de todo de
tras de un gran teorema siempre hay un gran matemático. El rey murió, no sin antes cumplir su sueño. Mientras, el
matemático vivió y fue feliz más allá de las rejas del reino.
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