CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN-PERIODISMO Intrusa a la vista Elsa Adriana Rosales Pláticas por todos lados, humo de cigarro, algunas mesas repletas de botellas y vasos, meseros que se desplazan de un lado para otro. Las puertas se abren y cierran, las miradas de los presentes se detienen unos segundos en la ‘intrusa’; una mujer acabada de llegar que no rebasa los 40 años; omite a todos, no hay nada que le impida la entrada. Al ir sola prefiere quedarse en la barra, de pie como el resto de los hombres, y pide un trago. El cantinero sin mayor preámbulo le extiende un caballito de tequila. El lugar resulta acogedor, no hay música; pero las pláticas de todos provocan el ruido suficiente para no aburrirse. De repente, algunas risotadas retumban en las paredes del lugar. No importa el día de la semana, este lugar parece siempre tener clientes; grupos de amigos se reúnen para tratar asuntos de trabajo, o por el simple gusto de verse. Es común ver mesas ocupadas por mujeres de diferentes edades y condiciones sociales que han optado por tomar estos sitios como punto de reunión, parece que todos se han acostumbrado a su presencia. La genial idea Es verdad, hace más de veinte años las mujeres ganaron la oportunidad de ingresar a este ‘recinto de los hombres’: las cantinas. Este centro de esparcimiento fue por muchos años exclusivo para el género masculino, y una pequeña placa a la entrada constataba ello: PROHIBIDA LA ENTRADA A MUJERES. Uniformados y menores de edad también eran vetados. Ahora las circunstancias han cambiado, pues el acceso es libre para toda clase de público (aunque aún se restringe la entrada menores de 18 años). El único requisito es querer pasarse un buen rato, tomar un trago y disfrutar de las variadas botanas preparadas día con día. Los meseros atienden con agrado a cada uno de sus clientes e ignoran por completo el sexo, raza o clase social a la cual pertenecen. Los años ochenta en México representaron variados cambios (ideológicos principalmente), uno de ellos fue la decadencia del poderío del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que había perdido credibilidad. Además en el mundo entero se veían armando diferentes movilizaciones las cuales reclamaban igualdad de géneros. Fue en 1982, bajo el mandato del Presidente Miguel de la Madrid, que por decreto se le permitió la entrada a cantinas y otros centros de diversión (la mayoría nocturnos) al sexo femenino. Carlos Hank González fue el encargado de aprobar esta iniciativa, y aunque no resultó agradable para muchos, tuvieron que acatarla. “Recuerdo cuando aquí no había ninguna mujer, tendrá como 20 años que pudieron entrar”, recuerda uno de los meseros de la Guadalupana (ubicada en el Centro de Coyoacán). “Era raro verlas, pero ahora es normal y todo mundo las respeta; existe la confianza para pedir ayuda si se sienten molestadas por alguno de nuestros clientes”. Durante la década de los setenta se desató la ola de los movimientos feministas en el mundo entero, y resultado de ello fue la búsqueda de la equidad de géneros. El querer ser igual a los hombres fue lo que permitió la entrada a diferentes esferas públicas exclusivas de ellos; las cantinas fueron uno de los espacios que lograron ocuparse. Poco a poco la mujer ganó terreno, y se desenvolvió en labores consideradas masculinas. Sin embargo, esta serie de cambios paulatinos vienen desde el gobierno de Miguel Alemán, cuando en 1953 aprueba que en los comicios electorales las mujeres puedan votar para elegir a sus gobernantes. Para muchas no es nuevo A pesar de las restricciones que existían hasta antes de 1982, muchas se encargaron de desobedecer este mandato. En algunas cantinas se llegaron a colocar puestas clandestinas para que entraran sin ser vistas, durante su estancia permanecían separadas de los hombres. Esto explica algunas de las secciones casi ocultas, como en ‘La Dominica’ o en ‘Río de la Plata’. Se cuenta que en ‘La Ópera’ -la cual tuvo gran auge en la época porfiriana-, llegó a asistir doña Carmelita González, esposa del General Porfirio Díaz y permanecía ahí al igual que otras. Salía por la misma puerta y no era vista por nadie, pues ese era el objetivo inicial. Don Cayetano, cliente asiduo de ‘Salón Madrid’ ubicado en la plaza de Santo Domingo, expresa: “Antes era mal visto que las mujeres entraran, porque ellas se debían dedicar al hogar, ¡cómo iban a estar tomando!... Antes de que les dieran permiso muchas podían entrar, uno podía llegar acompañado y nadie les prohibía la entrada, aunque claro también tenían que salir contigo.” A adaptarse para ellas Los dueños de estos lugares han tenido que readaptarlos en gran medida, pues de ser las tradicionales cantinas poco a poco han transitado para convertirse en restaurantes familiares, donde inclusive llegan a tocar música en vivo los fines de semana, que son los días con mayo afluencias. No importa que al interior las mesas tengan en las patas una estructura para colocar las botellas, o que se pueda solicitar en la barra un dominó o un cubilete (pues la baraja es un juego prohibido); la tendencia actual es ser un lugar de esparcimiento y no importa que por ello se sacrifiquen algunas tradiciones. Son pocas las cantinas que conservan su esencia integra, y el esfuerzo para lograrlo es doble. ‘La Guadalupana’, fundada en 1932, es una cantina con ambiente taurino -pues está decorada por cabezas de toros, una obsequiada al dueño Manuel Carmona por el torero ‘Armillita’- se ha convertido en un centro importante para tratar asuntos de negocios, y en este ámbito se encuentran ahora las mujeres. Sin embargo, los negocios no es el único ámbito donde destacan, prueba de ello son las celebridades que se han dado cita: desde Frida Kahlo hasta Ely Guerra; “aunque ahora que nos cambiamos de domicilio, quizás no nos ubiquen todavía”, reconocen los meseros. Aunque claro, existen tradiciones que difícilmente pueden romperse, pues “quien va a Coyoacán y no pasa a la Guadalupana, no fue a Coyoacán”, aseguran. Más allá que simples clientas Antes eran contados los lugares en los que se permitía que laboraran mujeres, y ahora en algunas cantinas son ellas mismas las que atienden. ‘Río de la Plata’ es uno de estos lugares, donde con una minifalda de mezclilla y una entallada blusa roja, aseguran no sentirse agredidas ni ofendidas. Isabel, una de las chicas que laboran, asegura: “Tenemos la autoridad para suspender el servicio a quien intenta propasarse, y nuestros compañeros también nos ayudan. A nosotras no nos dan ninguna clase de preferencia, pues puede tocarnos cualquier turno, hay ocasiones en las que me he ido a las tres de la mañana, pues aunque bajamos la cortina a la una se sigue dando servicio, hasta que se vaya el último”. Este centro es uno de los que parece intentar modificar su origen, pues a casi setenta años de haberse fundado ahora ha instalado una pequeña rocola y ofrece música en vivo los jueves, viernes y sábados. Es quizás este ambiente familiar lo que permite el acceso de mujeres, tal y como sucede en los alrededores. Ante todo una dama “Muchas veces sí nos piden que le llevemos la copa o la nota pero no nos gusta meternos en eso, a los que se las dan de don Juan les decimos que si les gustan se paren y ellos mimos se presentan. Si ellas no lo quieren pueden solicitar nuestra ayuda”, afirma uno de los meseros de la cantina ubicada en Coyoacán. Lo que más se consume es el trago largo, la cerveza y el tequila, pues funciona como un excelente aperitivo; los meseros no pueden aprovecharse de las clientas pues todo se maneja con comandas (órdenes); si no las entregan en la cocina y en caja no les dan ningún servicio. “Yo creo que no las dejaban entrar porque las mujeres se les sube más rápido que a los hombres...”, reconoce Don Cayetano. Según estadísticas del Instituto Nacional de Psiquiatría, el número de mujeres que toman se ha incrementado: ahora por cada diez hombres alcohólicos cuatro mujeres padecen la misma enfermedad, cuando hace apenas unos años por cada diez había una con este problema. Al interior te pueden vender de todo y te ofrecen cualquier servicio: rosas, pulseras, carteras, bolean los zapatos, y te ofrecen los ‘cachitos’ de lotería. En la zona del Centro Histórico una señora se encarga de recorrer las cantinas y ofrecerlos, pero sólo a hombres. Pareciera que las mujeres no existen. El encanto de las cantinas es el poder permanecer ahí un numero de horas indeterminado, jugar y tomar con los amigos, aunque a muchos lo que más les agrada, afirma uno de los meseros, es platicar y que nadie se meta en tu conversación; no es necesaria la música o un televisor como compañía. Lo que menos importa es si eres mujer.