Antonio Fernández de - Real Academia Española

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antonio fernández alba
reflexiones
lecciones/documentos de arquitectura
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dirección colección
JUAN MIGUEL OTXOTORENA
dirección ejecutiva
JOSÉ MANUEL POZO
coordinación
CÉSAR MARTÍN
maquetación
IZASKUN GARCÍA
edición
T6) EDICIONES
fotomecánica
CONTACTO GRÁFICO
impresión
GRÁFICAS IRATI
depósito legal
ISBN
84-89713-80-4
© ESCUELA TÉCNICA SUPERIOR DE ARQUITECTURA. UNIVERSIDAD DE NAVARRA
FEBRERO, 2005
T6 ediciones S.L.
Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Universidad de Navarra
31080 Pamplona. España. Tel. 948/425600. Fax 948/425629
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación, incluyendo el diseño de cubierta, puede reproducirse, almacenarse o
transmitirse de forma alguna, o por algún medio, sea éste eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia sin la previa
autorización escrita por parte de la propiedad.
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Presentación
PROFESIÓN DE LA LUCIDEZ: ANTONIO FERNÁNDEZ ALBA
La presente publicación recoge los textos correspondientes a la serie de
conferencias impartidas en la Escuela de Arquitectura de la Universidad
de Navarra por el arquitecto Antonio Fernández Alba, en el mes de
noviembre de 2002.
Las páginas que siguen, en fin, resumen el contenido de los comentarios
con que el conocido arquitecto vino a hilvanar una especie de revisión
general de su experiencia profesional a la vuelta de los años, atenta a
extraer consecuencias para la formación de los estudiantes y la composición de lo que vendría a ser un mensaje dirigido a las diversas instancias comprometidas con el presente y el futuro de la disciplina edilicia.
Respondiendo a nuestra petición, realizada con vistas a tener una constancia de su paso por la Escuela, a favorecer el mejor cumplimiento de
sus objetivos originarios, y a poder después publicarlo, Antonio Fernández Alba aceptó revisar y corregir la transcripción escrita de su discurso,
que ha dado lugar al texto que se recoge aquí con el acompañamiento
de algunas imágenes ilustrativas.
Su publicación tiene para esta Escuela un significado particular, en la
medida en que sus charlas contaron con un notable éxito desde el punto
de vista de la asistencia y la satisfacción de los alumnos. El tono directo
de las explicaciones referidas a sus proyectos y obras y la habilidad con
que aparecían salpicadas de ilustrativas anécdotas conquistaron definitivamente al auditorio, que se mantuvo fiel y atento a lo largo de las tres
sesiones programadas. Además, la serena pero intensa vivacidad con
que Fernández Alba sabe exponer su visión de la situación contemporánea de la arquitectura logró con creces alcanzar y hacer vibrar las fibras
más íntimas del interés y el sentido de la responsabilidad de sus oyentes.
En sus conferencias, Antonio Fernández Alba pinta un panorama extraordinariamente crítico de la situación contemporánea de la arquitectura,
vista como disciplina y como profesión, en una reflexión personal de relevancia indudable. Avalada por una ejecutoria profesional tan densa como
no necesitada ya de redescubrimientos, tal reflexión se enmarca en una
larga trayectoria intelectual de excepcional compromiso y coherencia.
Por otro lado, según su autor confesó, recoge algunos de los argumentos
de diversos libros ya publicados y de nuevas publicaciones que verán la
luz en próximas fechas.
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El caso es que este tipo de argumentos destacan enormemente por contraste, en unos tiempos en que la rebeldía parece haber cedido definitivamente su lugar al conformismo, más o menos resignado, y el fatalismo
no es en absoluto frecuente. Su sintomática escasez e “inoportunidad”
extrema el valor de todo análisis crítico de esta naturaleza, por lo demás
esclarecedor.
El análisis se dedica a subrayar y denunciar la medida en que la arquitectura se ve reducida a constituir un producto más de entre los que se
nos ofrecen en esta sociedad de consumo. Como consecuencia de la
globalización operada por el desarrollo del capitalismo, la arquitectura se
habría puesto al servicio de un cliente mediático que, merced al posibilismo tecnológico, reconoce el signo como único valor. La mediación de
la ingeniería se une a la exacerbación del alarde retórico de corte publicitario y le presta su oportuna e imprescindible contribución. Del “menos
es más” de Mies -y del discurso funcionalista- hemos llegado, pasando
por la recuperación de la imagen vivida en el postmodernismo, al profundo cambio impuesto con la llegada del siglo XXI, en un orden social para
el que -habría que concluir- “demasiado no es suficiente”.
Hemos pasado de la ciudad a la metrópoli, al compás de las nuevas
dimensiones y expectativas del consumo. Estamos en la era de la postciudad, con la metrópoli que arrasa el paisaje y ni siquiera tiene capacidad de (redundar en) sedimento. Significativamente, es la era de la afirmación del relato frente al plan: hemos pasado del plan al mapa, y del
mapa al relato. Prevalece el mercado internacional de imágenes comunicativas que hace pensar en el advenimiento y aun la generalización de lo
que Benjamin llamó la “alegoría inesperada”.
La esteticización de la arquitectura como empresa y como tarea la ha llevado a pasar de demostrativa a meramente mostrativa. Y esto, paradójicamente, se cobra el precio de la pérdida definitiva del control de la
forma por parte del arquitecto. Hemos pasado de la confianza en la energía de la forma a la entrega a la simplicidad del signo, que reduce a la
arquitectura a la condición de empresa de proyectos de franquicias. El
hipermercado de golosinas visuales que nos envuelve no constituye sino
la afirmación del imperio de los arquetipos para generar plusvalías del
suelo.
Una nota general de desarraigo se afirma en la definición de los límites
de la ciudad, en la elección de los materiales, en las notas de lejanía e
indiferenciación -de extrañamiento y deshumanización- que caracterizan
la producción contemporánea en el ámbito de la arquitectura y el urbanismo. La estética de la inteligencia técnica, a la que se debe el desarrollo de la diafanidad espacial, la transparencia, etc., está siendo abandonada. La situación consagra la figura del arquitecto como una especie de
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autor de meras imágenes, ajeno a toda antropología del espacio habitable.
En fin, el análisis no puede ser más lúcido y a la vez alarmante. Sus conclusiones son de esas ante las que no cabe permanecer impasible e indiferente. Exigen una toma de posición y apelan para eso nada menos que
a los resortes más profundos de nuestra responsabilidad y conciencia
ética.
La percepción del estado de la cuestión parece abonar el pesimismo
radical de quien se siente impotente ante el empuje de unas fuerzas anónimas, de extraordinaria envergadura, cuyo poder nos sobrepasa. La pregunta sería, en efecto: ¿cómo nos cabe situarnos en este marco tan duro
y cerrado? ¿Qué podemos hacer, en el supuesto de que compartamos
esa preocupación por la pérdida de los mimbres tradicionales de la profesión de arquitecto, así como por la decisiva difuminación de la ética de
su ejercicio al servicio de las necesidades habitativas del ser humano?
El panorama es crudo e inquietante. No parece que tengamos capacidad
no ya de contrarrestar las tendencias dominantes sino incluso de aguantar a contracorriente. Acaso hasta puede cundir la sospecha de si lo
único coherente y comprometido es abandonar. En cualquier caso, lo
claro es la pertinencia de la pregunta, la necesidad de esta reflexión. Y
ésta es posible gracias a las escasas voces que la mantienen viva y nos
lo recuerdan. La de Antonio Fernández Alba es, sin duda, una de ellas.
Sin duda, es difícil que la letra de imprenta sea capaz de transmitir la
característica conjunción de ambición intelectual, sensatez y compromiso que la personalidad de Fernández Alba supo transmitir a la exposición
del alcance y los resultados de los afanes y las luchas que determinan su
propia biografía, afanes y luchas de las que se impone partir para seguir
afrontando con expectativas de éxito las dificultades del proceloso
mundo de la práctica edificatoria. Por eso el desarrollo de la exposición
aquí recogida compone también una suerte de legado deontológico, marcado por la llamada a la asunción de la tarea de la arquitectura como una
misión al mismo tiempo creativa y ética, comprometida con la enorme responsabilidad de participar en la configuración del entorno para el despliegue de nuestra vida, y de la vida de las generaciones venideras. Su
lectura evoca para quienes pudimos oírle en vivo y para quien se enfrenta a ella por primera vez, la autoridad y el testimonio de quien constituye
no sólo una estrella que brilla con luz propia en el firmamento privado de
las élites profesionales sino también un modelo de agudeza en el análisis
y ambición en el terreno de las propuestas, de pasión por su trabajo diario y, en último extremo, de empeño y honestidad intelectual.
Juan M. Otxotorena
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Los espacios de la norma
Buenas tardes. Muchas gracias, gracias al profesor José Manuel Pozo y
a la Dirección de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra por invitarme. Hace ya bastantes años estuve en un ciclo “Arquitectos
en la Academia”, todavía vivía el profesor Luis Moya, de feliz recuerdo
siempre.
No he tenido demasiados vínculos académicos con esta Escuela aunque
sí con algunos de sus profesores, entre ellos Inza, compañero de curso;
también con los profesores Carvajal y Araujo. Mi presencia aquí se debe
a la invitación del profesor José Manuel Pozo, para intervenir en este ciclo
de tres conferencias y mostrar algunos ejemplos de mi trabajo como
arquitecto.
He sido un profesional que ha vivido y vive la actividad de la arquitectura
desde una postura crítica, entendiendo la arquitectura más allá del mero
hecho de proyectar unos edificios que deben responder a una razón
compositiva y constructiva coherentes; configurar el espacio en el ámbito material de la sociedad en la que vivimos.
Estimo que resulta difícil desarrollar cualquier manifestación crítica si no
se da un desarrollo teórico. Esto tal vez permite desarrollar la actividad
como arquitecto desde una perspectiva diferente, es decir, entender la
práctica de la arquitectura como ejercicio de construir y enunciar la belleza en su sentido más profundo.
No soy nada dado al mundo de los medios, más bien me he alejado hace
bastante tiempo de la escenografía pública, en la cual no sólo no creo
sino contra la que me manifiesto con una beligerancia crítica, aunque lo
suficientemente positiva, por una razón sencilla: para poder vivir un
mundo interior necesario e imprescindible en una sociedad tan confusa y
complicada y, a la vez, tan extraordinaria.
En este sentido, me gustaría señalar que vivimos unos tiempos que
afectan de manera directa al mundo de la arquitectura, en el que se han
borrado prácticamente todas las diferencias antropológicas más elementales, en el comer, en los usos, las diferencias en el mirar… Además
se han producido diferencias entre el consumo y el conocimiento, entre
la materia y la mercancía. Hoy ya no sabemos si los objetos que se nos
presentan como objetos de arquitectura son materia transformada para
adquirir un determinado grado de belleza o es, por el contrario, un producto diseñado por la imagen de la economía del deseo. De tal manera que esta diferencia plantea, sin duda, en la mente de un joven arquitecto, algunos interrogantes: ¿qué es lo que ocurre?, ¿dónde nos
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Dibujo del autor.
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encontramos?, ¿cómo tratar esta cultura que va dejando el escribir por
el mirar?
Creo compartir la reflexión de algunos postulados contemporáneos que
nos sitúa ante una especie de “final del neolítico”, donde la economía
basada en los fundamentos de las relaciones con la piedra y con la tierra
ha sido sustituida por las relaciones con los sectores de servicios.
Pasemos a ver algunos proyectos, aunque debo advertir que su exposición no será lo suficientemente ordenada, disculparéis la cantidad de
imágenes que supliré con algunos croquis aclaratorios a los temas que
voy a exponer. He planteado mi intervención en torno a tres temas:
El primero lo he llamado “Los espacios de la norma”, es decir, el espacio
en el que habitualmente trabaja el arquitecto, condicionado por reglamentos, normas y ordenanzas, y otra serie de variables más o menos definidas, de manera que resultan ecuaciones en las cuales hay unas variables muy concretas, la respuesta del proyecto viene guiada por el proceso constructivo, los valores de la luz, la materia y el espacio.
Trataré, en segundo lugar, de hacer una referencia a la concepción del
espacio desde “El ámbito de la morada y del tránsito”, es decir, desde los
apartados de la muerte y el retiro espiritual… y esto lo mostraré en dos
ejemplos en los que he trabajado: unos recintos para unas comunidades
religiosas –un convento para las Carmelitas– y un tanatorio, un espacio
más de los múltiples que requiere la nueva condición metropolitana en la
ciudad.
Por último, un análisis bajo el apartado “Materia y memoria”, las relaciones que se plantean entre la materia con la que trabaja el arquitecto y la
evocación de la memoria, los proyectos en los que el arquitecto trabaja
en ocasiones en los territorios del Patrimonio Arquitectónico ya sea histórico o moderno.
En este sentido, os mostraré varios trabajos: la remodelación de una zona
de Madrid, en la Plaza de Atocha y la consolidación del antiguo Hospital
de Hombres, hoy Centro o Museo de Arte, y otro trabajo más modesto, el
Palacio Ducal de la Duquesa de Éboli en una pequeña villa en la provincia de Guadalajara.
Una pequeña referencia a la cota cronológica de mi tiempo, caracterizado por escenarios diversos y acontecimientos de fractura, sin duda distantes y diferentes a vuestra época. Época, disculpar las generalizaciones que os traduzco, en la que el panorama de las artes –la literatura, el
cine y todos aquellos ámbitos que tenían que ver con la belleza– se vivieron con ilusión y entusiasmo. En el ámbito de la arquitectura, destacó la
unión entre los dos únicos centros de enseñanza que existían entonces
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Anfiteatro del Olivar de la Hinojosa.
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en España: Madrid y Barcelona. Hasta entonces eran ciudades muy distantes, y gracias a la figura de Carlos de Miguel, director de la revista
Arquitectura, se crearon buenos lazos de amistad y unos niveles de
comunicación importantes. Muchos fueron los arquitectos que mediaron
para que estas conversaciones se produjeran; nombres como Coderch y
Federico Correa; una figura emblemática que participó en estos acercamientos fue Oriol Bohigas. Figuras más jóvenes, como Juan Daniel Fullaondo que desde las plataformas editoriales de las revistas de aquellos
años, trataron de fundir tantas fracturas ideológicas.
Un artesanado cualificado, magníficos albañiles, estuquistas, cerrajeros,
había ido demostrando sus habilidades en el primer racionalismo español tanto en Madrid como en Barcelona así como en otras ciudades. Aquí
en Pamplona permanecen aún auténticas reliquias de la arquitectura de
los años 1920 y 1930.
Si algún sentido tiene el proyecto de la arquitectura, es formalizar lo que
denominamos espacio, que es una abstracción sin ningún valor más allá
de aquél que le presta su construcción formal, transformarlo en lugar; es
decir, en acontecimiento de vida. Me parece que es papel fundamental
de la arquitectura.
Por ir concluyendo estos comentarios intrínsecos al proyecto de la arquitectura, por lo que respecta a la luz y el color, son valores que acoge
generalmente la mirada interior. La mirada que encierra la naturaleza del
edificio.
Creo que la arquitectura de estos años que evoco, debería quedar como
la imagen de la dama de los silencios en el verso de Eliot: “rosa de la
memoria del olvido, rosa del olvido”.
A continuación, vamos a hablar de proyectos relacionados con esta
época, sin duda de manera dispersa como digo, por medio de una serie
de diapositivas.
Edificios en hormigón vertido. Anfiteatro del Olivar de la Hinojosa, en
Madrid, hecho en los años 1989 y 1990 con una capacidad para ocho mil
espectadores. Este recinto se apoya en el vacío de una antigua cantera
de piedra, dentro del gran parque metropolitano del noreste de Madrid.
Una geometría triangulada reproduce la morfología del teatro clásico al
aire libre. Los montículos que bordean su exterior se amplían como
pequeñas praderas para espectadores o pequeños recintos de estancia
muy propicios para las reuniones de los días de fiesta.
Quisiera referirme a una serie de diapositivas de trabajos como os enunciaba, que serían, si me permiten la licencia literaria, espacios arquitectónicos desde los ámbitos, que podría denominar “De la morada y del
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San José, el Carmelo de Salamanca.
Convento del Royo (Monasterio de Franciscas Descalzas) en Salamanca, 1959-1960.
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tránsito”, relacionados con dos proyectos para órdenes religiosas, un
Monasterio para la Orden de las Franciscanas Descalzas, una de mis primeras obras en Salamanca (1959-60), Premio Nacional en 1963 y construido desde una modestia de medios, bóvedas tabicadas para los forjados y una sillería de piedra caliza, en aquella época económica y con los
conocimientos artesanales más que suficientes para obtener un resultado de gran calidad constructiva, dentro de las modestas aportaciones del
lenguaje moderno que se podía realizar en España.
El segundo edificio fue el Carmelo del Arenal del Ángel, Convento que
fundó Teresa de Jesús en Salamanca después de su orden en Ávila. Este
proyecto es de los años 1968-1969 y concluido en 1970. Rompe con la
tradición en planta del claustro interior y se desarrolla como un acueducto apoyado en dos pequeños montículos para desarrollar las actividades
de la vida mística de estos “carmelos”, lugares ligados a los grandes
periodos de la mística europea y española.
Su vida se desarrolla en una tipología muy clara característica: las Ordenes contemplativas de la Edad Media, ciclos de ocho horas: ocho para el
trabajo, ocho oración y meditación y ocho para el descanso. Trabajos
más o menos manuales, actividad de tipo contemplativa –generalmente
rezos y meditaciones– y ocho horas de descanso. Sobre esto, naturalmente, se fundamentaba el programa. Esquema muy sencillo, ordenado
sobre una tipología espacial ya organizada por Santa Teresa de Jesús, en
la cual creaba dos focos fundamentales: la iglesia –lugar de reunión y de
actividad de la vida espiritual– y el elemento de comunidad –refectorio;
como nexo intermedio todo el resto de la vida contemplativa.
Como se puede observar en el conjunto de imágenes que muestro, con
algunos detalles de otros proyectos para señalar las analogías en el tratamiento de la luz y los materiales, hormigón visto y enlucidos de revoco
y yesos y terracotas en suelos, variables esenciales en esta modalidad de
proyectos.
Voy a completar este apartado de “Tránsitos y moradas”, como ya he
comentado, con el tema de dos proyectos ligados a la arquitectura funeraria y que se refieren al Tanatorio, conocido como Tanatorio de la M-30
en Madrid, por su ubicación en esta ruta periférica y el Tanatorio de S.
José en la Alhambra, ambos fueron objeto de concurso por invitación y
dentro de los programas del control de estas sociedades mixtas con los
ayuntamientos. Me limitaré a los datos estrictamente del proyecto. Estos
dos proyectos se encuentran construidos en territorios diferentes. El tanatorio M-30, tangente a una importante autopista urbana, respecto al Tanatorio de la Alhambra situado en uno de los parajes más bellos de la ciudad de Granada, por eso me voy a permitir leer un pequeño fragmento
de la memoria del Tanatorio de la Alhambra, donde la conjunción de un
gestor sensible y el apoyo del Ayuntamiento de la ciudad, me permitió
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realizar una modesta aportación a estos recintos funerarios. He de acentuar que resulta difícil expresar por medio del vocabulario formal de la
arquitectura, los contenidos y recintos simbólicos del “mundo de los
recuerdos”.
El preámbulo dice así, leo: “Construir para los territorios donde la penumbra se hace sombra y la función metáfora ha sido siempre en la historia
de la muerte ejercicio desbordado para poderlo acotar en manuales de
composición estética”.
La comarca de los muertos (cementerio) se ha entendido como mímesis
reductora de la ciudad de los vivos, como una ensoñación para reproducir desde el mundo de las sombras, la otra ciudad, como ciudad análoga
y asentar allí la evidencia de la muerte (comarca del no retorno). Cementerio-ciudad, binomio cuyas propuestas morfológicas reproducen con
fidelidad el sentir de los tiempos sobre la muerte. De manera que para
representar el “mundo de la ausencia”, el hombre se ha valido del símbolo construido con dos realidades, luz y materia, junto a una abstracción, el espacio.
Construir la metáfora simbólica del espacio funerario mediante la materia
y la luz es acercarse a entender lo simbólico como un fragmento de la
arquitectura de la vida. El símbolo, como fragmento donde perdura el
recuerdo. La tumba, como memorial del recuerdo simbolizado”.
Estos dos proyectos que muestro, el Tanatorio de la M-30 y Tanatorio de
la Alhambra, con algunas fases de la remodelación del Cementerio histórico, se han construido en dos materiales distintos: hormigón prefabricado y ladrillo, junto a un recorrido de la luz sobre los vacíos del espacio.
Luz y sombra, textura y color, elevan al fragmento arquitectónico a una
cosmogonía del tránsito, pues son moradas para el tránsito, donde la vigilia hierática de los dioses parece destinada a recoger los diálogos del
dolor, en ese soporte neutro de diferencias donde parece que sólo la
muerte se puede depositar.
Comentaré desde la imagen otro proyecto donde se desarrolla la vida
acotada por el dolor, desde los espacios de la minusvalía, el Centro de
Telefónica en Pozuelo de Alarcón para minusvalía integral, realizado con
un equipo de médicos de Telefónica en el año 1970-1972, en los alrededores de Madrid.0
Finalizamos con un análisis de algunos trabajos realizados en proyectos
de remodelación o consolidación de espacios y edificios o conjuntos del
Patrimonio Arquitectónico. He trabajado con gran libertad y consideración por parte de las instituciones del Estado, he podido encontrar altos
cargos de la Administración siempre con diálogo inteligente y sobre todo
sensible, también alguno cuyo nombre no deseo recordar. Aparecen en
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estos años ya del siglo XXI, una mediocridad en aumento, que supongo
van a sufrir las generaciones más jóvenes, de jueces improvisados para
los concursos cuyos rasgos más sobresalientes no son ni la inteligencia
y menos la sensibilidad, que sin entrar en las “tangencias” de la “modernidad reciclada” o turbios intereses, excluyen, marginan, e impiden el trabajo a profesionales jóvenes que no manejan la publicidad y el curriculum-espectáculo y que apenas tienen opción de alcanzar algún proyecto. El concurso tal como se desarrolla en Europa hoy, y por supuesto más
en España, salvo en pequeñas ocasiones, es un modelo de corrupción y
explotación de un trabajo digno. Por el contrario, la decisión de los “jurados” favorece unos “proyectos basura” para el libre manejo de presupuestos por parte de las empresas constructoras. Muchos de vosotros
sois víctimas de tan desmesurada inmoralidad.
Pasemos a ver los trabajos que os comentaba el primer día y que trataré
de pormenorizar en algunos croquis. Para no recargar el tiempo asignado, remito a alguno de mis libros que son como memorias del proyecto
una vez realizado, tales como “Restauración del Centro de Arte Reina
Sofía”, “El Jardín Botánico de Madrid”, “De Varia Restauratione” y “Espacios de la Norma. Lugares de invención”, de la Fundación Esteyco.
Quisiera para cerrar este ciclo, que agradezco de nuevo a la Dirección de
la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra y a todos los que
con tanta atención como cortesía académica habéis asistido durante
estos días, mostraos uno de los últimos proyectos, sin duda importante,
realizado en mi estudio. Alejado de todo eco mediático, entendiendo
como en todos mis proyectos anteriores, que la obra de arquitectura no
finaliza en la propuesta construida, es siempre una obra abierta en permanente renovación, verter en su diseño la densidad que lleva implícita
su posible edificación y hacer posible que una vez construido el edificio
pueda envejecer con dignidad, alejado en lo posible de la ruina prematura o la mueca indigente del sucedáneo formal que con tanta virulencia
invade las esquinas de muchas de nuestras calles.
La Escuela Politécnica de Alcalá que os muestro, responde a un Plan de
Remodelación y Expansión Académica de la Universidad de Alcalá, bajo
el rectorado del profesor Manuel Gala que orientó la revisión de su planificación hacia una serie de intervenciones ordenadas y revisiones de lo
construido, tratando de innovar con una fuerte infraestructura paisajista el
nuevo conjunto académico: lago, jardín botánico, campos de cultivo,
repoblación de áreas vegetales, etcétera, que junto a la diversidad de
nuevos espacios requeridos para el desarrollo universitario de usos específicos para Facultades, dependencias académicas, institutos asociados
y viviendas, permitieran la concepción de un campus exterior, inscrito en
las premisas de una Institución con vocación productiva en las áreas
científico-técnicas asociadas a la vieja tradición humanista de la Universidad de Alcalá y, atenta a las demandas de la sociedad actual.
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Dibujo del autor.
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En este contexto de nuevas demandas académicas y remodelación planificatoria del Campus se inscribe la Escuela Politécnica destinada a la
enseñanza de Ingenierías de Telecomunicación, Electrónica, Geodesia y
Cartografía, Ingeniería Técnica Industrial, de Telecomunicaciones e Informática y Arquitectura.
La propuesta urbanística encerraba una nueva mirada hacia la Universidad del futuro, vinculada a determinado modelo de Empresa, modelo distante y que aún permanece en la penumbra. El Rector era consciente de
encontrar unos espacios flexibles, representativos frente a las volumetrías universitarias que vienen reproduciéndose como modelos obsoletos,
carentes de la mínima calidad ambiental.
En esta dirección se solicitaba para la Escuela Politécnica un edifico de
nueva traza arquitectónica significativamente emblemática en el entorno
universitario dentro de las características urbanísticas de Campus remodelado; con una decidida vocación de recuperar la calidad arquitectónica para los espacios académicos tanto en el recinto urbano como en las
áreas construidas del campus exterior, donde se encuentra ubicada la
Escuela Politécnica, favoreciendo un diseño arquitectónico donde la flexibilidad de los espacios, la adecuada racionalidad de usos y la economía de los servicios de apoyo tecnológico, permitieran construir un conjunto de rasgos monumentales, símbolo de lo que será el futuro recinto de
actividades docentes y de investigación de la Universidad de Alcalá.
Concluyo, para no dilatar más estos comentarios, con una referencia de
acotación biográfica y no tengo más remedio que hablar en primera persona, circunstancia que como habéis podido oír, no ha sido posible eludir en estas horas en vuestra compañía.
Contemplo la relación íntima de la arquitectura con la naturaleza, alterada en parte por esta formalización dinámica y a veces caótica de la civilización moderna y que confunde a tantos arquitectos fatigados por atender a las demandas de un formalismo que destruye todos los significados
de un buen construir.
En muchos de estos trabajos me he preguntado y lo sigo haciendo ¿para
qué el ornamento vago, si no encuentra la forma justa? Salvar o pretender semejante aventura, de salvar la arquitectura desde la razón, lleva
consigo permanentes preguntas ante el proyecto.
Interrogar sobre el espacio en la arquitectura siempre ha representado
creo yo, una vitalidad renovada, una recreación de la forma, tanto como
el descubrimiento del nuevo lugar que a veces nos manifiesta el proyecto de la arquitectura. He dicho recreación o tal vez he querido decir continuidad de la limpia tradición del maestro constructor, cuyo olvido os
puedo asegurar, me resulta imposible aceptar.
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Edificio departamental politécnico. Universidad de Alcalá de Henares.
Estos fragmentos de proyectos que a lo largo de estas sesiones he presentado, se sitúan en las fronteras de lo que se nombró como modernidad con sus analogías formales, proporciones, acogida de las necesidades o su propio código constructivo y en mi cartografía personal me sitúa
en unas coordenadas muy precisas, al norte, al norte del futuro, con
melancolía o tal vez con mayor precisión con un sentir nostálgico y en el
sur con los interrogantes de la incertidumbre, frontera ésta siempre adecuada para todos los tiempos.
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El proyecto del arquitecto como historiador de
la materia y cronista de la nueva forma
Quisiera concluir la exposición de mis trabajos en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra con unas reflexiones teóricas hacia
los nuevos horizontes en el proyecto de la arquitectura de hoy.
Lo podría titular sin ninguna pretensión, algo parecido a “El proyecto del
arquitecto como historiador de la materia y cronista de la nueva forma”.
Cómo abordar el proyectar arquitectónico desde los campos a veces
inmisericordes de la metrópoli, los heterogéneos interrogantes del hábitat
que se avecina, la nueva cultura moral que se hace necesaria como
soporte del diagrama estético, y la búsqueda del paradigma ambiental
de nuestro tiempo.
La confrontación del nuevo orden económico con las estructuras urbanas
del viejo orden político, se plantea como un nuevo escenario que va más
allá de los relatos espaciales de la arquitectura, evoluciones territoriales y
formalizaciones urbanas. Este choque aborda de lleno el protagonismo
del mundo de los grandes monopolios económicos, en relación con los
dictados no sólo formales o espaciales que plantea la nueva condición
metropolitana.
La urbanización capitalista convencional, formulada por el desarrollo del
modo productivo económico, ofrecía en un primer estadio unas cualidades territoriales como la estabilidad, la homogeneidad, los asentamientos
seriados y la consiguiente organización jerárquica de estos asentamientos dentro de las metodológicas del zoning; cultura, vivienda, industria, en
definitiva, la ortodoxia de la normativa de las C.I.A.M.
La urbanización y planificación capitalista avanzada desarrolla su estructura en un sistema de acumulación flexible, y presenta unas características morfológicas favorecidas sin duda por la heterogeneidad y la dinámica de flujos del capital, que tienden a la dispersión y al fragmento. Su
historia viene bien narrada en el acontecer urbano y arquitectónico del
siglo XX. En él aparece un gradiente que va desde los ensanches del
siglo XIX, a las ciudades jardín, los suburbios habitacionales, los recintos
obreros (Siedlung, 1914-1945), las nuevas ciudades francesas o inglesas, de las intervenciones de recentralización en América y Europa a los
renovadores urbanos de los años 1960. Este planeamiento y espacialidad
urbana, como señalan algunos analistas urbanos y críticos de la arquitectura, se habría caracterizado como un proyecto o arte de capturas, un
método aleatorio de arquitecturizar la ciudad, que en nuestros días asistimos, un poco confusos, ante el nacimiento de un sistema de lo invisible
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Dibujo del autor.
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como factor determinante en la conformación y formalización de la arquitectura y sus estructuras urbanas.
Nos encontramos ante un proceso que busca nuevos horizontes en el
proyecto de la arquitectura, motivado por estas nuevas relaciones de
confrontación y, sin duda, también por el desencanto producido en el
otoño de la revolución industrial, las nubladas ilusiones en torno al optimismo enardecido de la “ilustración”, y las conquistas del positivismo
científico. Indagación y búsqueda superadora, al menos eso se insinúa,
de la crisis de conciencia burguesa tan apasionada por la cultura objetivista y el pragmatismo mercantil; en definitiva, deberíamos entender esta
nueva actitud crítica como significativa acción frente al utilitarismo como
ideología, tan elocuente en los territorios de la planificación, como en sus
apartados espaciales más concretos, propuestas ex-novo o reconversiones del patrimonio arquitectónico, ese amplio campo que no podrá dejar
de abordar las tensiones que surgen en torno al proyecto de la arquitectura; sin duda, estos proyectos reclaman otros valores morfológicos y
espaciales que las audaces y en ocasiones “provocativas” especulaciones que invadieron los finales del siglo precedente. Sobre todo superar la
gran estafa divulgada por el esteticismo moderno, canonizado como trascendencia arquitectónica y del que tanto se ha nutrido la narración formal, que ha representado el historicismo de la arquitectura postmoderna.
Los usos y contenidos del espacio hoy se formalizan plásticamente alejados de la reflexión arquitectónica y orientados hacía desplazamientos
de marcado acento icónico.
En la ciudad lo podemos contemplar, en ese laberinto mediático y enloquecedor de lo urbano, que amenaza con persuasión acelerada la proliferación incontrolable y poliédrica de la imagen y su cartografía de entrelazados rasgos espaciales inéditos. Así, podemos ver cómo el proyecto
de la arquitectura es suplantado por el objeto de diseño o esa nueva geografía de las redes desentrelazadas de capital e información.
El proyecto de la arquitectura que debe tender por su propia naturaleza
a la contemporaneidad es anulado por el efecto de un diseño de “legibilidad” que se inmola en las demandas de la actualidad. Objetos que
muestran la fragilidad de su temporalidad, el carácter efímero de su presencia y la vocación de transferencia rápida y voluble de su espacialidad,
y sobre todo su decidida vocación a ser producto de desecho que se
consume en acotados presentes.
El proyecto del arquitecto se alimenta del pasado, con aspiraciones de
futuro y debería abrirse paso al proyecto de una arquitectura que no reclamara fama ni prestigio, superando la imagen de esos proyectos que aspiran a ser sólo objetos contemplados por su bulimia formal por propuestas
y proyectos confiados sólo a poder ser habitados, pero semejantes deseos sólo cubren románticas nostalgias de la modernidad soñada.
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La alegoría en las últimas arquitecturas ha colonizado con la forma al símbolo. Hemos sido testigos durante todo el siglo XX del debate tensionado
de la arquitectura entre la razón y la forma, hemos podido comprobar sus
límites y aforismos y sobre todo, ahora ya en la mirada arqueológica de la
función, comprobamos que la razón es mortal, que es una fuerza natural
controlable de manera parcial y de una sensible fragilidad. También que
la glorificación de lo racional para imaginar modelos urbanos, como la
emblemática de los símbolos sustentados en la hiperrealidad, es la falacia con la que opera y con gran eficacia el liberalismo económico.
El edificio se proyecta como objeto simbólico ligado a la razón de ser de
la mercancía, su construcción, sus trazas y diseño, adquiere un valor
repleto de emociones, los materiales se cualifican con las técnicas más
sofisticadas arropadas por el derroche del capital interesado y el proyecto del arquitecto, el ingeniero, o el diseñador atraído por los efectos especiales de sus formas que han de prestar su poder seductor grandilocuente y gratuito.
De tal manera aceptamos su poder gratificador, que llegamos a entender
que el arquitecto opte en la determinación del proyecto por una especie
de levitación sobre la realidad, opción que le permite diseñar una forma
radicalmente liberada de la materia sin que se pueda achacar de ingenuo formalismo, como si se tratara de un proceso abierto sin ataduras de
usos, funciones y materiales, impredecible en su propuesta final. En definitiva, el proyecto de la arquitectura viene a ser la consagración de determinadas “metáforas visuales”.
Entre sus diversificadas variantes se pueden encontrar proyectos y propuestas con una aproximación a lo que podríamos denominar un neoconstructivismo, una arquitectura que entiende su concepción espacial
como una recuperación de la forma pura del cautivador proceso revolucionario, ahora tecno-industrial, sin tener en cuenta lo fragmentario y
ecléctico del espacio metropolitano donde opera.
Otra variante de esta incontaminada levitación podría contemplarse en
trabajos de una cierta actitud neo-suprematista, que se orientan hacía la
creación de un mundo más humano, a la búsqueda de la forma orgánica,
donde formalizar la metáfora tecno-industrial. Proyectos de raíz contemplativa, actitud ésta que junto a las tendencias minimalistas, tratan de sustraer la lógica de la construcción del lenguaje arquitectónico y su razón
de ser transformando la realidad construida en un excéntrico formalismo.
Nada de extraño en este acontecer de la hiperrealidad que a la pantalla
plana del ordenador del arquitecto acuda el icono que anuncia los postulados del desarraigo. El tema del desarraigo es iconológicamente esencial para entender el proyecto del arquitecto contemporáneo. Desarraigo
de los límites de la ciudad (urbes), desarraigo en los hábitos sociales que
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en la ciudad tenían sus modelos de comportamiento, así como en los
lugares de habitar, desarraigo en la espacialidad histórica y en los territorios de la arqueología industrial.
La metrópoli actual se organiza en sistemas que destruyen todo postulado de Gestalt, su desarrollo y crecimiento no conducen a ningún lugar,
son como “laberintos sin centro”, absurdos del lugar donde el exterior, de
nuevo, manifiesta indecorosas formas visibles, axiomas formulados
desde la teología mercantil. Esta tensión explosiva en el territorio y esta
imparable deriva de la imagen urbana llega a formular una espacialidad
arquitectónica sin cualidad en la geografía metropolitana, de manera tal
que nubla y excluye el propio ámbito del lugar.
El proyecto límite metropolitano se caracteriza por la eliminación de toda
cualidad espacial, sus formas y espacios son controlados por imágenes
perfectamente cuantificadas en los tiempos de uso, desmontables o
reconstruibles si la rentabilidad iconográfica así lo requiere. En el contexto de este proyecto límite es desde donde podríamos hablar de una arquitectura del “nihilismo consumado”, que refiere con precisión Cacciari. De
ahí que el proyecto metropolitano cuantifique y consagre el proyecto de
la arquitectura como coste mercantil de la imagen más que como forma
antropológica del espacio.
Nos encontramos, sin duda, ante una variable definida en el campo proyectual dónde opera la imaginación del arquitecto, el poder iconológico
que ha de hacer elocuente la percepción visible del objeto arquitectónico, como protagonista de su espacialidad en los presupuestos de la globalidad.
La globalización del capital financiero por su capacidad de circulación
difusa penetrará por las fisuras de las rigideces sociales, culturales,
antropológicas y las diferencias territoriales de ocupación del suelo (ciudad histórica, industrial, post-ciudad), de tal manera que la estructura
rígida del territorio y las dinámicas y alternativas del capital financiero,
facilitan unas operaciones de variedad creciente y acelerada oportunidad
que devora la escena patrimonial heredada y depreda hasta los límites
más inmediatos los espacios naturales.
Las relaciones entre el planeamiento empresarial y los programas de
estrategia militar, es un ejemplo de planificación de proyectos de reconstrucción de territorios devastados por las guerras de diseño bélico previo.
Son formas de captar territorios para los nuevos proyectos de la movilidad del capital, lo que permite rentabilizar tecnologías obsoletas e invertir en tecnologías de exploración, facilitando su dual aplicación a los
movimientos oportunistas del capital como programas ex-novo o bien
reconstruir los vastos territorios arqueológicos, junto a los conjuntos de
incalculable valor del patrimonio arquitectónico o histórico.
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Esta mezcla de imagen del pasado y funciones del presente en el que se
debate la ciudad en la nueva condición metropolitana, debería reclamar
con urgencia la presencia del proyecto de la arquitectura, que sin duda
transforma el trabajo del arquitecto en historiador de la materia y cronista
de los nuevos y heterogéneos usos.
La ciudad se produce en esta fase ultracapitalista, creando sus propios
modelos de autocontrol organizándose en modelos automórficos. Proceso que ocurre lo mismo en el campo de la tecnología, los modelos se proyectan y reproducen al margen del control político, social o cultural. Los
propios modelos ofrecen los usos culturales y sociales junto a la rentabilidad política de las imágenes. La metrópoli reproduce su propio orden de
organización desde la servidumbre del planeamiento estratégico.
La economía, sin duda, emerge como vector dominante del proyecto de
la planificación, en su gradiente más amplio de la planificación arquitectónica, regional, urbana y local. En el planeamiento estratégico la planificación espacial y la construcción de sus arquitecturas desde los cánones
en los que habitualmente se desarrollan los tiempos del proyecto, se los
considera demasiado lentos para las velocidades de los flujos económicos-financieros. Basta observar el mercado de trabajo en algunas de sus
modalidades más corruptas como son los denominados Concursos de
Semana, para poder entender el valor del tiempo de reflexión asignado al
proyecto.
Esta nueva condición metropolitana, que de forma tan imprecisa anotamos, ofrece algunas tendencias en la configuración del proyecto nuevo
para la arquitectura de la ciudad y como consecuencia unas nuevas relaciones con la polifonía histórica patrimonial.
- El ocaso si no el final del modelo de planificación albertiano.
- Obsolescencia de las categorías funcionales, herencia de los dogmas
de la ideología racionalista para la construcción de la ciudad industrial y
de sus tipologías normativas.
- Pérdida de eficacia de los modelos ligados a las constantes del discurso geométrico tradicional y a la contextualización de arquitecturas ligadas
a morfologías urbanas preexistentes.
Nuevas estrategias frente a los vacíos que dejan los viejos modelos urbanos, requeridas por las demandas contemporáneas de la complejidad
espacial metropolitana. Proyectos que aborden la diagramación de contenedores neutrales, dispuestos a recibir las variaciones funcionales de la
demanda. Cambios de usos en tiempos reducidos, de gran flexibilidad
espacial, con diseños que faciliten incorporar nuevas tecnologías en
punta. Espacios aptos para aceptar los movimientos rápidos del capital
que permitan introducir en sus proyectos la posibilidad de generar rentas
diferenciales imprevisibles. Revisión de los proyectos cerrados y rígidos
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que potencian los valores iconográficos de las arquitecturas de imagen
(arquitecturas de autor) o los fragmentos urbanos con fronteras definidas.
Sin duda, la modalidad abierta de estas propuestas de proyecto han de
aceptar unas variables ya esbozadas desde las premisas de la nueva
condición metropolitana:
- Localización de espacios libres, residuales en áreas urbanas, que permitan mediante diseños de proyectos de relleno saturar los reductos
esclerotizados de la ciudad que dinamizarán áreas degradadas.
- Proyectos urbanos reclamados por la demanda de nuevos servicios en
los que la gestión política no dispone de la capacidad financiera o imaginación y que facilitarán una dinámica de la dispersión urbana en amplias
áreas territoriales.
- Diseño para comunidades de emigración (urbanismo étnico).
- Importante interrogante se nos plantea en el proyecto de los no-lugares.
Cómo abordar el diseño de los no-lugares, esa antropología de sobremodernidad, dónde los antropólogos armados como analistas urbanos nos
descubren las formas de vida debajo de las no-formas de esos espacios
destinados a usos de movimiento continuo aeropuertos, laberintos de ida
y vuelta, hipercentros comunales y ocio diversificado.
Por último cómo perfeccionar desde la arquitectura el llamado urbanismo
de relatos. El proyecto de lo urbano en busca del relato que nos permita
una compresión global de la ciudad dibujando un mapa desde lo urbano,
construir relatos complementarios del plano ya que los esquemas tradicionales de operar en el proyecto de la arquitectura, sólo nos ofrecen vectores o itinerarios (Senuet). En definitiva, el proyecto del arquitecto en la
búsqueda del paradigma ambiental.
Este proyecto orientado desde las perspectivas de la nueva condición
metropolitana, deberá controlar las formas de producir lo urbano frente a
los actuales procesos en recesión de control de la producción del espacio de la ciudad.
Ante tanto interrogante en la configuración de los lugares que se avecinan, una nueva cultura moral se hace necesaria, que nos haga entender
que la red es un mercado pero no un espacio cívico. Lo que tendremos
que ir aceptando es a no cerrar la operación constructiva de la arquitectura en los reducidos y consumados tratados de la arquitectura.
No sé si la figura de ese arquitecto, “constructor ilustrado”, convencido
de que proyectar la ciudad desde la poética del espacio, pueda seguir
edificándose como un enigma. Ignoro si este arquitecto tendrá algo que
decir en este gran hipermercado de tantas “golosinas visuales”.
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colección lecciones/ documentos de arquitectura
números publicados
1. Sobre la génesis del proyecto. A propósito del nuevo edificio de bibliotecas de la
Universidad de Navarra. Javier Carvajal Ferrer. Febrero 1997.
2. Mi visión de la arquitectura. Julio Cano Lasso. Junio 1997.
3. El oficio del arquitecto. Fernando Redón. Noviembre 1997.
4. Dos conferencias sobre mi obra. Carlos Sobrini. Febrero/Mayo 1997.
5. Obra construida. José Antonio Corrales. Noviembre 1998.
6. Cincuenta años después. César Ortiz–Echagüe. Noviembre 1999.
7. Arquitecto, crítico y profesor. Federico Correa. Noviembre 2000.
8. Realismo, urbanidad y fracasos. Oriol Bohigas. Diciembre 1999.
9. Hablando a futuros arquitectos. Leopoldo Gil Nebot. Noviembre 2001.
10. Reflexiones. Antonio Fernández Alba. Noviembre 2002.
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