rebuznar a tiempo

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REBUZNAR A
TIEMPO
Una de las cosas más difíciles de
lograr en este com plicado mundo es
la de hablar cuando la ocasión lo re­
quiere. Unas veces nos empeñamos
en soltar largas peroratas intem pesti­
vas, que sólo conducen a resultados
negativos. Otras, en cambio, guarda­
mos obstinado silencio en situaciones
que requieren hablar, incluso a g ri­
tos. En una ocasión, Mark Twain,
siendo d irector de un periódico en
California, publicó una viñeta en la
que se veía a un asno muerto en el
fondo de un pozo; y, al lado de la
viñeta, se podía leer la siguiente fra­
se: „Este asno ha muerto por no ha­
ber rebuznado.“ Ello ocurre a diario.
Son muchos los burros que perecen
por no indicar su situación en caso
de peligro. Y son muchos los que se
aprovechan de esa situación. Procla­
mar el derecho al rebuzno, y rebuz­
nar para dar señales de vida, deben
pues, co nstitu ir reivindicaciones y
com portam ientos de todo rucio, burro
o jum ento responsable.
Es cierto que, en sentido opuesto,
rebuznar a destiem po puede acarrear
consecuencias desgraciadas. Todos
recordam os la famosa aventura del re­
buzno, en El Quijote, cuando Sancho
intervino, para su desgracia, con unos
rebuznos intem pestivos, ante el pueblo
de los famosos alcaldes rebuznadores,
que se habían levantado en armas
para castigar la afrenta del pueblo
vecino, que se traía excesivo cachondeillo con el tema de los rebuznos de
los ediles. Sancho pretendía quitar
im portancia a los hechos, aconsejan­
do, como su señor Don Q uijote, cal­
ma y espíritu pacífico a los supues­
tos injuriados. Pero, al rebuznar, el
hecho se entendió al revés fue apa­
leado, cum pliéndose en él aquello que
la insignia del perdón proclam aba:
„No rebuznaron en balde el uno y el
otro alcalde." Porque, efectivamente,
de tanto rebuzno m unicipal, al me­
nos, se logró un resultado: apalear
a Sancho.
Constituyen, por consiguiente, dos
lecciones muy distintas la de C ervan­
tes y la de Mark Twain, y no deja de
ser curioso el tipo de planteam iento
que hace cada uno de los escritores.
EXPRES E S P A Ñ O L /Ju lío 1973
Diríase que Cervantes tiene muy pre­
sente toda la larga serie de desgra­
cias que en este país han ocurrido a
quienes han tenido la ligereza de ha­
blar o de escribir, m ientras que Mark
Twain expresaba una de las constan­
tes más claras del pueblo norteam eri­
cano: la necesidad y la im portancia
de la inform ación.
Cuando se practica la intolerancia y
no se quiere escuchar al contrario,
resulta muy peligroso para cualquiera
andar rebuznando a las prim eras de
cambio, y lo prudente, en ese caso,
es guardar silencio. Pero, de silencio
en silencio, el callar se hace una
constante, la inform ación se degrada
y el resultado es una sociedad hermé­
tica donde pueden p ro life rar impunes
toda clase de atropellos, injusticias y
abusos. De ahí la necesidad de pro­
clamar, con Mark Twain, la conve­
niencia de rebuznar a tiempo.
No es buena tá ctica la de callar.
Ahora que está en plena efervescen­
cia el escándalo W atergate, y que el
señor Nixon y su equipo se ven aco­
sados por las inform aciones que van
surgiendo, podemos reparar muy bien
en lo que significa una inform ación
líbre. La inform ación es la garantía
de que, en cualquier momento, cual­
quier em brollo puede ser puesto al
descubierto.
A pesar de todas las lim itaciones con
que hemos de contar al hablar de la
libertad informativa, el mero recono­
cim iento de unos derechos form ales
inalienables de la persona es ya una
extraordinaria garantía. Después debe­
mos pensar y tratar de poner en prác­
tica un sistema que proteja a la gran
mayoría frente a quienes detentan el
poder y el control de los medios
inform ativos, y todos los esfuerzos
serán pocos para avanzar en los
derechos de poder dar inform ación
a los demás y de poder ser inform a­
dos objetivam ente.
Pero el supuesto inicial de la libertad
de inform ación es im prescindible. En
contadísím os países podría la prensa
dar una inform ación como la aue está
dando Estados Unidos sobre el
„a ffa ire “ de W atergate. Pero ello sólo
es posible desde una larga tradición
de libertad, en la que muchos hombres
han batallado de modo incansable
por mantener ese derecho, a pesar
de todos los elementos conjurados
en contra.
Frente a quienes presentan el silen­
cio como prudente m edida a seguir,
debemos proclam ar la necesidad de
hablar ante cualquier injusticia, peli­
gro o desaguisado. Si todos, o al
menos una gran mayoría, adoptamos
el criterio de no callarnos, de modo
inevitable lograrem os una sociedad
más abierta, más transparente y más
habitable. Y no será fácil establecer
represalias generalizadas contra la
decisión m ayoritaria.
Pero, si en vez de ello, nos suminos
en un equivocado mutismo sancho­
pancesco, para no correr riesgos, la
degradación inform ativa nos puede
llevar a situaciones límites de donde
no sea fácil salir. Si vemos que algo
va camino del p recipicio es nuestro
deber tratar de im pedirlo o avisar a
quien puede hacerlo.
Nunca es una solución esperar a la
catástrofe para decir luego, con aire
de autosuficiencia, que eso se veía
venir, y que ya uno lo tenía pronosti­
cado, si bien „en p rivado“ . En Espa­
ña se ha insistido excesivam ente en
la conveniencia de callar, y se ha
repetido hasta la saciedad que „en
boca cerrada no entran m oscas“ .
Ahora ha llegados el momento de que
se proclam e a los cuatro vientos las
ventajas de hablar y de no callarse.
Aunque se corren riesgos — entre
ellos el de no ser oído — conviene
rebuznar a tiem po para no perecer
en el pozo. Se lo recordaba al burro,
con mucha íronía, Mark Twain.
(Cambio 16)
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