El problema de concentrar poder y el otro de su licuación

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El problema de concentrar poder y el otro de su licuación
Año 4. Edición número 158. Domingo 29 de mayo de 2011
Por Carlos H. Acuña, Universidad de San Andrés/Conicet
[email protected] (mailto:[email protected])
Las críticas al presidencialismo fuerte dejan fuera de foco
ciertos límites a la gobernabilidad: desde el funcionamiento
institucional al federalismo o los múltiples factores de poder.
La forma de pensar los problemas políticos por parte de la
academia y la intelectualidad en la Argentina muchas veces adolece
de falta de memoria. Una parte importante de los análisis
“acompañan” en su identificación de problemas estructurales al
conflicto de corto plazo o a la contingencia del momento político.
Caricaturizando los olvidos y visiones parciales del debate y el
análisis político de las últimas dos décadas, artículos, papers y
densos libros no hace mucho identificaban y explicaban el problema
de la emergente desilusión con la democracia por la “incapacidad
alfonsinista” de controlar a los militares sublevados y a las
principales “espadas” de la oposición –sindicatos y gobernadores–,
por lo que no se cumplió la promesa electoral de educar, sanar y
reducir la pobreza en democracia. Anteayer el problema era el
“hiperpresidencialismo propio del autoritarismo neoliberal
menemista”, que no cumplió la promesa electoral de un salariazo,
mayor justicia social y soberanía política (y, ni siquiera, la de un
dólar “recontra alto”). Ayer el problema era la “incapacidad del
gobierno de De la Rúa” de contener no sólo a la oposición sino a su
propia coalición oficialista para poder sostener la moneda, manejar
con honestidad los recursos públicos y asegurar las mínimas
condiciones de orden público e integración social, por lo que no se
cumplieron las promesas electorales de un buen gobierno que,
aunque poco divertido, iba a mantener la convertibilidad y priorizar
las políticas sociales saneando éticamente el funcionamiento de los
tres poderes. Hoy el problema es presentado como el
“hiperpresidencialismo kirchnerista que, sin siquiera consultar con
su gabinete, niega la condición federal y el gobierno tripartito del
régimen democrático”.
Más allá de alguna injusticia en esta caricaturización, algo hay de
verdad en lo afirmado sobre cada etapa gubernamental. Por
ejemplo, en el actual periodo presidencial, ¿se puede comprender y
aportar al problema de concentración de poder presidencial sin
relacionarlo con los obstáculos que le plantean a todo gobierno la
distribución de poder propia del federalismo y la lucha social en la
Argentina, los incentivos que dispara la lógica del sistema partidario
-electoral o los graves problemas de la institucionalidad estatal y
gubernamental para el diseño e implementación de política públicas
que hicieron eclosión en el 2001-2002?
La presidenta en acto. Hay quienes evitaban contactar con loreak. (NA)
OTRAS NOTAS
El encuadre económico e institucional de la seguridad jurídica (http://sur.elargentino.com/notas/elencuadre-economico-e-institucional-de-la-seguridad-juridica)
La República perdida. En la actualidad, varias voces expresan
preocupación republicana planteando que el problema central que
sufre el sistema político argentino es el del personalismo autoritario.
Hoy su cristalización estaría en un “presidencialismo absoluto” que,
inevitablemente, afectaría la condición democrática del régimen. Si
bien un presidencialismo que avasalle a los otros poderes y niegue
el federalismo constituiría un serio problema, éste no parece darse
hoy ni corresponderse con la problemática estructural que enfrenta
la Argentina. Al olvidar o no hacer referencias a la disolución de la
capacidad de gobernar también sufrida por la Argentina antes del
2003, o a los aspectos desintegradores del extremo federalismo
argentino o de poderes concentrados y sin rendición de cuentas a la
sociedad, la alternativa “presidencialismo absoluto o democracia”
es, al menos, incompleta y, seguro, riesgosa.
El problema de comprensión surge cuando el acento colocado en la
concentración de poder presidencial no hace referencia a su
contracara, esto es, a las condiciones de atomización de poder
socio-federal y la multiplicación de actores con capacidad de vetar
políticas públicas nacionales, que resultaron a fines de los ochenta
y, de nuevo, a principios del nuevo siglo, en la incapacidad de
gobernar asegurando un mínimo orden público y evitando la
desintegración política y social (en la que, como sabemos, los
poderosos se vuelven más poderosos y los débiles más débiles).
No se reconoce, en definitiva, que el riesgo de la democracia
argentina no es sólo el “presidencialismo absoluto” sino también el
“presidencialismo impotente”. Hoy los partidos nacionales son
confederaciones de maquinarias regionales en manos de liderazgos
provinciales de difícil coordinación y/o gobierno. Esto en la literatura
reciente ha sido identificado como la “regionalización” o
“provincialización” de la política nacional. Y este sí constituye un
fenómeno estructural. Las presidencias de Néstor y de Cristina
pueden haber neutralizado parte de esta dinámica por medio de un
férreo control de actores, pero el problema no ha desaparecido. La
El marco institucional de la actividad económica y de las relaciones sociales, forma parte de
los requisitos fundamentales del desarrollo. La organización de los mercados, la toma de
decisiones de inversión, la vigencia de los contratos, las relaciones económicas
internacionales, deben ser consistentes con el despliegue del potencial de recursos de un
país y de la estabilidad social.
Entrevista: León carlos Arslanian, ex ministro de seguridad bonaerense
(http://sur.elargentino.com/notas/entrevista-leon-carlos-arslanian-ex-ministro-de-seguridad-bonaerense)
–Cuáles son los principales desafíos, desde su óptica, que deberá enfrentar la gestión
de Garré?
–Hay algunas cuestiones estructurales y otras de coyuntura. Dentro de las primeras, está
este fenómeno de las ocupaciones o las tomas. Implican un alto desafío para el Estado para
aportar soluciones adecuadas que no deriven en escenas de violencia. Y esto se conecta
con lo estructural: hay que pulir muchísimo la doctrina de preservación del orden público, la
no criminalización de la protesta social y la utilización de la fuerza por parte de Estado.
“La Presidenta tiene un trasfondo de sinceridad” (http://sur.elargentino.com/notas/la-presidenta-tiene-untrasfondo-de-sinceridad)
Cristina está afrontando una situación difícil, no sólo por la pérdida de su marido, sino
también por las situaciones políticas de confrontación con la oposición.
Ella está recomponiendo y acomodándose en un momento agitado de la Argentina. Una
intranquilidad producida, no real, que no siempre responde a lo que piensa el pueblo
argentino. Una crispación que no es tal, que responde a pujas de poder con los sectores
dominantes.
A pesar de no haber votado a Cristina creo que es muy valiente y aprecio su actitud.
Es el momento de reducir la desigualdad (http://sur.elargentino.com/notas/es-el-momento-de-reducir-ladesigualdad)
Durante los primeros gobiernos peronistas se llegó a una distribución de la riqueza en la que
la mitad correspondía al capital y el otro cincuenta por ciento quedaba en manos de los
trabajadores. De allí en más, el país penduló entre gobiernos militares en los que aumentaba
la participación del capital y períodos democráticos en los que ascendían los recursos en
manos de los trabajadores.
La deuda social (http://sur.elargentino.com/notas/la-deuda-social)
Predomina en la opinión pública el justificado convencimiento que el país tiene aún
pendiente la resolución de la deuda social. Vale decir, eliminar la brecha existente entre los
niveles de alimentación salud, educación, vivienda y habitat necesarios para el bienestar
humano y los que realmente prevalecen en segmentos importantes de la población.
Anomalías institucionales: La tergiversación de las formas de gobierno
(http://sur.elargentino.com/notas/anomalias-institucionales-la-tergiversacion-de-las-formas-de-gobierno)
La forma de gobierno que rige en un país consiste en el modo que el ordenamiento jurídico
positivo distribuye el ejercicio del poder político y establece el procedimiento para la
determinación de los sujetos que ejercen ese poder (Arturo E. Sampay, Teoría del Estado).
http://sur.elargentino.com/notas/el-problema-de-concentrar-poder-y-el-otro-de-su-licuacion
30/05/11
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concentración del poder presidencial –como en otro momento la
pérdida de capacidad de gobernar– es, en este sentido, más que
una causa, un síntoma del problema de fondo: ¿cómo asegurar
condiciones de gobernabilidad en un sistema político con la
intensidad de tendencias centrífugas como el argentino?
Para que quede claro: no es que la concentración de poder
presidencial no sea un problema o tenga poca relevancia. Claro que
lo es y la tiene. La cuestión es que NO es verdad que el problema
de la democracia argentina sean los presidentes “absolutos”, sino el
péndulo que se ha bamboleado de la concentración del poder en el
Ejecutivo a la incapacidad de gobernar y al caos… Del
“absolutismo” (o lo que es más pertinente para describir el caso
argentino, de la concentración de poder presidencial forzando
reglas democrático-republicanas), a la “impotencia”.
Este olvido en argumentaciones que apuntan a identificar
problemas estructurales prioritarios de la política argentina, no sólo
niega la evidencia histórica. También confunde al identificar cursos
de acción convenientes: no basta “desconcentrar” el poder
presidencial para fortalecer la democracia. Dado que las
alternativas al “presidencialismo concentrado” incluyen también al
“presidencialismo impotente” y la consecuente debacle políticoinstitucional del andamiaje democrático, cualquier disminución del
poder presidencial, para que redunde en fortalecimiento
democrático, no puede sino contemplar en el análisis y apuntar a
corregir los aspectos político-institucionales que, dadas condiciones
fiscales y políticas menos robustas, debilitan la capacidad de
gobierno en el plano nacional, contando entre sus causas centrales
a las propiedades de un federalismo extremo así como importantes
bolsones de concentración de poder socio-económico autónomos
del escrutinio democrático.
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Es decir, dispone quiénes adoptan las decisiones estatales y cómo se instrumentan dentro
del marco jurídico que se fija.
En la clasificación de Aristóteles se distinguen la democracia, la aristocracia y la monarquía,
que pueden degenerar en formas impuras (la demagogia, la oligarquía y la tiranía).
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