RELIGIOSAS DE MARÍA INMACULADA PROVINCIA EUROPEA TESTIMONIOS “Ser lo que tenemos que ser” (sta. Vicenta María) Hace 54 años yo ignoraba esta frase, que ha tenido y tiene un significado especial para mi vida. Cuando conocí las RMI, hubo una que me llamó la atención de modo particular, tenia un rostro luminoso y lleno de serenidad, reflejo de su identidad. Su vida cotidiana estaba llena de gestos de servicio, sea con las hermanas, sea con las chicas...gestos sencillos y gratuitos...Trabajaba con alegría y en silencio, y al toque de la campana dejaba todo para acudir a la oración. Yo admiraba su diligencia, todo lo que ella hacia me hablaba de donación, de belleza, de Dios...esta persona a través de sus gestos, me llevo a pensar a la persona de Cristo. A mis 15 años y gracias a esta religiosa, aprendí a tomar conciencia y a encontrar el gusto a todo lo que hacia. Comprendí que lo esencial era amar, pero sobre todo, descubrí que era profundamente amada por Dios y que este a su vez me daba la capacidad de amar. Desde entonces lo que mas deseaba era dejarme amar por EL, y descubrí que Jesús me pedía amar con fuerza e intensidad, dando lo mejor de mi misma. Pero yo no me sentía satisfecha porque a pesar de mis esfuerzos, no era capaz de amar como me gustaría. Un día una persona me dijo: “ama como puedas y no como quieras”, desde aquel momento comprendí que era importante aceptar los propios limites. Leí la biografía de Sta. Vicenta María y rápidamente me quedé muy sorprendida de su santidad: una mujer tenaz, entusiasta, llena de fe, esperanza y caridad, enamorada e identificada con Cristo y dócil a su voluntad. Una mujer con una gran devoción a la Eucaristía, con mucho amor a María y a las jóvenes, sobre todo a las más necesitadas. Yo tenia sólo 16 cuando sentí que Jesús me llamaba a seguirlo siguiendo las huellas de sta. Vicenta María. Yo era consciente de mi edad y tenia miedo, pero también sentía mucho entusiasmo. Decidí seguirlo y amarlo por encima de todo. A menudo hablaba con El y le decía como el profeta Jeremías: “Mira que no sé hablar porque soy muy joven...” Pero el Señor me acompañaba y yo experimentaba su presencia en todo, en las cosas más sencillas, en las personas en la naturaleza, en el recuerdo de mi familia de origen de la cual había recibido la educación, el sentido del respeto, de la honestidad, del deber y del optimismo. Todo ello me ayudaba a vivir con sencillez y entusiasmo la vida cotidiana, a sentirme en armonía con la decisión tomada de ser Religiosa de María Inmaculada. De la Congregación he recibido confianza y formación humana y espiritual. El 9 de junio de 1963, hice la profesión perpetua junto con otras hermanas, era feliz y sigo siéndolo hoy... Han pasado unos cuantos años desde entonces, y hoy mientras escribo todos estos recuerdos y sentimientos tengo 70 años, y en mi corazón conservo celosamente tantas experiencias de riqueza y de fragilidad, desde hace 30 años vivo en el sur de Italia (Bari, Crotone y de nuevo Bari), donde siempre he tratado de llevar adelante la misión que en cada momento me ha sido confiada a pesar de las dificultades, pero siempre con la ayuda de mis hermanas de Comunidad que han sabido dar lo mejor de si mismas para que nuestra misión sea un punto de referencia y de luz para todos. En estos años he recibido mucho más de lo que he dado, la experiencia con los jóvenes, menores y adolescentes ha forjado mi vida de RMI. Para mi ha sido como un asomarme a un pozo de agua fresca y transparente en el cual puedo verme reflejada en el fondo. No importa si hay algunas incrustaciones o residuos de las heridas y problemas que tantas veces me han confiado y entregado. La falta de armonía y las injusticias me llevan a una realidad más profunda de dolor y de pecado y me impulsan cada día más a “ser lo que debo ser”. Ahora entiendo el significado de aquella frase de Sta. Vicenta María. Cuando vivo la vida plenamente como un don, es ahí que soy feliz porque vivo en actitud de GRATUIDAD hacia los otros. Incluso cuando experimento impotencia ante situaciones difíciles, me siento capaz de afrontar los riesgos con alegría porque siento con fuerza y viveza la frescura de nuestro CARISMA que cada día da motivación a mi existencia y a mis acciones. Hna.Grazia Gizzi (Bari) “Grandes y maravillosas son tus obras Señor Dios Omnipotente” Haría falta un libro que pudiese contener tantas paginas como años, meses, días, y minutos de mi existencia para poder escribir algo sobre mi vocación....Y otro para recoger todo aquello que yo no he visto, entendido, pero que está presente y real en mi historia y sobre todo en el corazón de Dios a quien pertenece toda mi vida... Decir algo sobre mi vocación es como querer separar un poco de agua del océano inmenso de la vida...¿serviría de algo? ¿Se entendería?...creo que no, pero hagamos la prueba... Vuelvo atrás en el tiempo, concretamente a hace 36 años, al 1 de mayo de 1973...era miércoles, a las tres de la tarde con Beatrice y Lucia entrábamos en la comunidad de las Religiosas de María Inmaculada de Milán en vía Tadino 23.... Pero no puedo decir que mi aventura vocacional haya nacido precisamente allí...Intuyo que ha comenzado a germinarse seguramente en el seno de mi madre...o mejor dicho desde toda la eternidad...y para toda la eternidad. Pero las situaciones, personas y eventos..han contribuido para que esta semilla germinase, creciese y se manifestase en un cierto modo....UNA BELLÍSIMA AVENTURA, aventura sin fin...pero no sin dificultades, cuestionamientos...rebeldías y rechazos...y sobre todo mucha búsqueda...mucha escucha de todas las voces que podrían ayudarme a descubrir el gran interrogante que creo acompaña a todo ser humano y que personalmente a mi me ha acompañado desde pequeñita: Dios y el sentido de la vida. Como gastar sin desperdiciarla esta vida que he recibido como regalo? HE AQUÍ CUAL HA SIDO Y CONTINUA A SER MI GRAN INTERROGANTE!! Creo que la Providencia me ha llevado siempre de la mano, ayudándome a encontrar determinadas personas y no otras...especialmente en mi adolescencia, momento delicado en el que Dios no me decía gran cosa y todo lo que era autoridad, tradición y obligaciones lo ponía en entredicho encontrando en esto una cierta satisfacción y sintiéndome completamente identificada con esta mentalidad juvenil.... Durante esta etapa que duró 9 años con muchas interrupciones...viví acogida y acompañada de la Comunidad Religiosa que me hizo descubrir un nuevo rostro de la Iglesia que yo no conocía...Las Religiosas de María Inmaculada de Milán, personas “normales” completamente dedicadas a las jóvenes que llenaban aquella casa pobre, e incomoda, pero que para nosotras que habitábamos en ella era como una gran y bella familia... Estas hermanas extraordinariamente sencillas, cercanas, felices en la vida y en su forma de ser entre ellas y con cada una de nosotras...(no recuerdo que ninguna joven se sintiese extraña, sola o ignorada...todas nos sentíamos acogidas, reconocidas y estimadas.) tenían un modo particular de respetar el ritmo de cada una de nosotras humana, psicológica, afectiva, cultural y espiritualmente, no parándose en como éramos...era un continuo ofrecer elementos de crecimiento a todos los niveles , sin obligar...así casi sin darnos cuenta... Cuando la cuestión vocacional llego para mi, se manifestó como una exigencia interior de absoluto, de radicalidad...de donación total...pero frente a la cual me sentía desprovista sea nivel de mentalidad...sea a nivel de experiencia de fe, pero sobre todo de generosidad...YO QUERÍA SER FELIZ Y ESTA FELICIDAD TENIA UN PRECIO ...precio que yo consideraba demasiado alto y que me hubiera gustado poder evitar de pagarlo...No, un Dios Amor como se definía no podía pedirme tanto, yo que tenia tantos sueños de libertad, independencia, amor...de una familia numerosa. Y ahí comenzó una lucha abierta, dolorosa...porque yo veía claro pero no tenia la fuerza de creer y menos de responder, pedía ayuda, pero no la quería realmente....rezaba, gritaba...pero no quería adherir...no podía decir realmente: Se haga tu voluntad aunque esta no corresponda con la mía...por lo menos en aquel momento y a nivel consciente....y después casi por desesperación, porque sentía dentro de mi que hasta que no respondiese o por lo menos probase a responder, no habría encontrado la paz y la serenidad que tanto deseaba...(esperando en mi corazón de darme cuenta y que también los otros se la diesen , que no era aquello que Dios quería para mi). Mientras tanto debía por lo menos hacer algún paso para ser fiel a mi misma y a al exigencia que sentía….Decidí entonces firmar este cheque en blanco…Y PEDIR LA ENTRADA EN LA CONGREGACIÓN DE LAS RELIGIOSAS DE MARÍA INMACULADA en Milán, después de haber tratado de buscar otras que al menos respondiesen a mi deseo de trabajar con niños…pero una familia religiosa no es solo el trabajo en cuanto tal, sino todo un modo de vivir…de ser, de rezar…un modo de relacionarnos con los demás…de educar, de vivir incluso la propia pobreza… Total, que no me costó mucho darme cuenta que para mi el trabajo hubiese sido mas fácil con niños, no había nada que me identificase con aquella Congregación, entendí que no porque una cosa sea difícil quiere decir que no sea para nosotros…y llegó la paz, la serenidad como un sentirse bien en la propia piel…Este ha sido para mi un punto de discernimiento importante para saber donde y como vivir esta llamada. Pero volvamos a nosotros…Con Dios yo había hecho una especie de promesa…:”No le hablaré de ti a nadie, si antes no hago experiencia de ti, del amor que Tú dices que me tienes…no diré a nadie cosas que antes no haya experimentado…” este era para mi una especie de pacto... y creo que así ha sido… Las dudas, las luchas, no se habían acabado cuando entré en la Congregación, no habían hecho que empezar…Un momento muy fuerte lo tuve al vivir una profunda crisis de fe…pero que encontró una RESPUESTA VITAL durante los tres días que preceden la Pascua: EL TRIDUO SANTO DE 1974… CERTEZA INTERIOR… mucha paz y tanta serenidad después de días de súplica y oración ininterrumpida ante el Autor de la Vida. CONFIRMACIÓN DE LA VOCACIÓN BAUTISMAL LO PRIMERO, Y A LA VIDA RELIGIOSA, durante los Ejercicios Espirituales en preparación del paso al Noviciado… ¿Qué decir después de mi vida comunitaria y apostólica?…Lugar de confrontación, de crecimiento, de vida intensa… de riqueza humana, espiritual, afectiva… Lugar de descubrimiento de mí misma, de conocimiento recíproco…de aprecio y de conflictos… de desilusiones y de maravillas. Lugar en el que día tras día tenemos la oportunidad de descubrir el rostro de Dios en lo concreto. Descubrir este Dios escondido en la vida ordinaria, en el rostro de las personas, en mi misma pobreza, y en mi pecado. Descubrir siempre de nuevo el amor y la ternura de un Dios que siempre se ha mostrado grande por su pequeñez… Fuerte en su debilidad, tierno en su humildad… Firme en sus exigencias pero sobre todo en su inmensa Confianza, que constantemente me demuestra.. Su amor y su ternura infinita…¡Como poder olvidar tantos beneficios!!! Y María …LA MADRE y amiga siempre Presente, Atenta… Activa pero Discreta, muy Discreta… Ella que desde siempre acompaña con su silencio orante mi camino, ya sea gozoso o doloroso, de luz o de sombra. La siento siempre cercana, ella que me ha hecho entender que sería la Madrina de mi camino vocacional… y así ha sido siempre… AL IGUAL QUE ACOMPAÑA EL CAMINO DE cada uno de sus hijos hacia el Hijo… viendo en cada rostro el rostro de su propio Hijo amado … Si es cierto que en Dios encuentro mi verdadera alegría… Creo también que El encuentra en mi su alegría Porque quiere ser la Alegría de cada ser sobre el faz de la tierra… Hna.Matilde Scema (Roma-Palestro) “Habiendo sido yo misma alcanzada por Cristo Jesùs” (Filip. 3…) Me llamo Marta, soy española y el hecho de que empiece a contaros mi historia vocacional con esta frase es porque estoy convencida de que este ser alcanzada por “EL” es lo que ha hecho que hoy este aquí como Religiosa de María Inmaculada. Yo nazco en una familia cristiana y tengo la suerte de oír hablar de Dios desde siempre. Sin embargo yo no había sentido la vocación desde pequeñita, ni pertenecía a ningún grupo parroquial o de voluntariado, ni siquiera era scout…y por supuesto nada me hacia pensar que eso de ser Religiosa fuese para mi. En el año 1991 llego con 18 años recién cumplidos a la Residencia María Inmaculada de Oviedo (Norte de España), después de haber buscado en tantas otras Residencias y Colegios donde ya no quedaba ninguna plaza libre…, así que, si en un primer momento pensé que había encontrado este sitio por casualidad, con el pasar del tiempo me di cuenta que era sólo porque Dios lo había querido. En mis dos primeros años en la Resi, mi vida era tranquila y “normal” como la de tantas jóvenes que pasáis por nuestras casas, venís , estudiáis o trabajáis, encontráis buenas amigas y pasado un tiempo os vais. A mi también me interesaba sólo eso (estudiar Derecho, estar en un ambiente cómodo, salir con mis amigos y no implicarme demasiado) al menos eso creía yo… ¿Será que los deseos importantes son tan profundos que muchas veces vienen encubiertos por otros muchos deseos aparentes?... Sin embargo el tercer año (de los 4 que he pasado) en la Residencia con algunas de mis amigas comenzamos a participar más en distintos grupos de actividades que la casa ofrecía, en principio creíamos que era por curiosidad o para “contentar” a las hermanas y seguramente lo era en parte. Pero poco a poco, Dios se fue sirviendo de estos “deseos” para ir “abriendo paso” al suyo… El ir acercándome más a la labor social de las RMI con las jóvenes de la Escuela profesional y Centro Social, ofreciendo un poco de mi tiempo y entusiasmo hizo que poco a poco me fuese interrogando por la motivación de fondo que hacía de aquellas hermanas un grupo de mujeres felices, alegres y entregadas en la sencillez de la vida cotidiana….¿Qué las movía? o mejor dicho, ¿Quién?... Y fue así como este “QUIEN”, empezó a ir teniendo cada vez más importancia en mi vida… Continué implicándome más en todo lo que era la vida de la residencia, participando en actividades de verano con jóvenes y adolescentes que provenían de nuestras distintas casas. Esto fue ayudándome a reconocer lo que yo todavía no identificaba como llamada o vocación pero que estaba ahí germinando… La belleza de un carisma al servicio de las jóvenes, me iba llevando a descubrir la belleza de responder a ese QUIEN que desde el principio había estado de fondo… En tanto, mis intereses habían ido cambiado “ligeramente”. ... Empiezo a dedicar algunos momentos del día a hablar con Aquel que podía ir aclarándome un poco. Es decir, descubro lo que es la oración personal como encuentro de dos personas, y empiezo a preguntarme eso que todos alguna vez en la vida nos preguntamos: ¿qué debo hacer?. La experiencia de un fin de semana de Ejercicios Espirituales fue un momento fundamental. No es que en ellos Dios me revelase mi vocación de religiosa, pero eso sí, me hace descubrir su amor gratuito por mí, amor que viene regalado y es para ser regalado, y esta certeza de nuevo me conduce a preguntarme ¿… y esto cómo se hace...?. A través de la oración, el acompañamiento espiritual y las experiencias de la vida cotidiana, mis preguntas se van haciendo más concretas, en realidad se reducen a: ¿Crees que ser Religiosa de María Inmaculada puede ser tu camino?... La respuesta es afirmativa y en medio del “susto inicial” que me habla de dejar “lo ya conocido y seguro” para lanzarme a la invitación que Jesús me hace, experimento fuertemente ese “ser alcanzada por ..” y digo ser alcanzada porque mis planes no eran los suyos y sus deseos en principio no eran los míos…ser alcanzada, porque así ha sido.. una irrupción en el camino de mi vida de ese Jesús sorprendente y desafiante al que ya no quería y al que ya no podía decirle no… Hoy 14 años después sigue alcanzándome, sorprendiéndome y desafiándome…e “intuyo” que no dejará de hacerlo… GRACIAS JESÚS!!! Hna.Marta Menéndez (Roma- Palestro) “Mi gozosa elección…” elección…” Me llamo Beatriz Zucca, he nacido en Cerdeña, en un pueblecito de 1500 habitantes llamado Ruinas, en los años de postguerra, 1946, años difíciles y de tanta pobreza, en el seno de una familia modesta pero feliz. Nos queríamos y no había entre nosotros celos ni envidias. En mi barrio reinaba el amor y la unión entre las familias, todas las tardes jugábamos juntas casi una veintena de niñas, mi “hobby” era jugar al futbol. Mis padres supieron transmitirme la fe tradicional y fuerte que ellos vivían. A los 12 años tuve el primer contacto con religiosas, que nos enseñaban el catecismo, juegos y canciones y también a bordar. Fue por aquella época que empecé a sentir el deseo de seguir a Jesús y de consagrar mi vida al servicio de los hermanos. Mientras tanto yo seguía creciendo alimentando esta idea y siempre acompañada de alguna religiosa y de un sacerdote. A los 16 años dejé Cerdeña para irme a trabajar a Milán. Allí me recibieron las Religiosas de María Inmaculada que se ocupaban de acogernos, orientarnos y buscarnos un trabajo. La misión llevada a cabo por las Religiosas me atraía mucho: dar la vida al servició de los más pobres. Durante años frecuenté sus centros: asistía a excursiones, escuela nocturna, Ejercicios Espirituales, etc... surgiendo en mí también de vez en cuando la idea de casarme. Conocí algunos chicos, pero al final me di cuenta que mi camino no era el del matrimonio, sino el de ser madre de tantas jóvenes necesitadas que llamaban y continúan a llamar a nuestras puertas. Este sentimiento era cada vez más fuerte en mí. Y fue así como después de varios años viviendo en Milán, decidí dejarlo todo para seguir a Jesús y ofrecer mi vida al servicio de la juventud. El 1 de mayo de 1973, tres jóvenes de Cerdeña comenzamos el Prenoviciado en Milán…. El corazón se va ensanchando cada vez más… Parece mentira que pueda caber tanta gente… Soy muy feliz. Es verdad que en la vida se pueden encontrar tantas dificultades, pero si confiamos en Jesús y en nuestra madre María y en tantas personas que de un modo u otro nos pueden ayudar a superar los momentos de oscuridad, todo irá bien. Ojala sepamos estar siempre a la escucha y no tener miedo de decir que si, porque vale la pena, ¡ánimo!! Hna.. Beatrice Zucca (Genzano di Roma) “Ven y sígueme” Me llamo Margarita Zanella y he nacido en Friuli (norte de Italia). Mi vocación en la Congregación de las Religiosas de María Inmaculada la descubrí a través de algunas jóvenes que en aquellos tiempos frecuentaban el Instituto hablando con ellas y explicándome como las chicas llegaban a nuestras casas en busca de trabajo, me quedé maravillada; después leí la vida de la fundadora, Santa Vicenta María y tras un adecuado camino de reflexión y acompañamiento pedí el permiso para poder entrar en dicha Congregación. A los 25 años, el 8 de diciembre 1951, llegué al noviciado de Genzano di Roma donde comencé mi preparación para consagrarme a Jesús como Religiosa. Desde aquel día sentí toda la alegría de la consagración y de la donación de mi vida en favor de las almas, especialmente de las jóvenes mas necesitadas, siguiendo el idea de nuestra fundadora, a cuyo instituto me siento orgullosa de pertenecer. El 8 de diciembre del 2009, se cumplen mis 57 años de vida religiosa. Doy gracias a Dios por el don de mi vocación. Hna. Margarita Zanella (Milán) “Demos gracias a Dios por todo!” Me llamo Olivia Désert, soy francesa, y entré en la Congregación de las Religiosas de María Inmaculada a finales de 2004 (pronuncié mis primeros votos en el 2008). Me preguntan a menudo cómo llegué hasta aquí... Pues bien, si busco lo que hay a la base de mi vocación, encuentro varias experiencias fuertes de Dios: Está, ante todo, mi entrada en un camino de conversión, cuando tenía 19-20 años (pues aunque venía de una familia católica practicante, y que formaba parte de un grupo “scout” desde que tenía 8 años, etc. es sólo a esta edad que mi fe se ha hecho viva, fruto de una experiencia personal de Dios). Los años que precedieron, fueron ya un tiempo de madurar en la fe, de hacerla mía y no sólo heredarla... pero todavía esa no tenía mucha implicación concreta para mi vida. En mí, veo que siempre ha existido un deseo profundo de Verdad, aun si durante años parece que he huido de su luz... Esta media vuelta en mi vida llegó en un momento de incertidumbre en los estudios (había dejado la universidad a medias, por falta de interés, motivación y empeño), y fue el momento que eligió el Señor para venir a mi encuentro a través de unos amigos, entre los cuales uno me hablaba del Corazón de Jesús con tal pasión que se me iba contagiando poco a poco... pues empezaba a descubrir un Dios vivo, vital, lleno de amor, y cercano, personal... El deseo de conocer más a este Jesús – capaz de despertar en las personas tanto entusiasmo, profundidad y alegría a la vez – crecía en mí. Al mismo tiempo que el Corazón de Jesús, descubrí la “Adoración Eucarística”... y allí me esperaba Él: encontrarme en silencio con Cristo, con Su Corazón vivo y “sensible”, presente en la Eucaristía, me iba cambiando cada vez más... me sentía como cuando una está enamorada... Empecé a ver la vida de otro modo, a vivirla con más sentido, pero sin plantearme la vocación religiosa... sólo quería – y dejaba – que mi fe transformara mi vida (con una vida de oración más intensa, una participación más frecuente en la Liturgia, etc.). Y, aun si del punto de vista de los estudios había perdido un año, éste fue en realidad el año más importante de mi vida, un año de transición... Me tenía que decidir por una orientación u otra : ¿comunicación y publicidad? ¿Arte? ¿Ir a ocuparme de niños de la calle en Brasil? (estuve a punto...) ¿Periodismo?... Finalmente, después de haber cambiado 37 veces de idea y proyecto, por una circunstancia providencial, me decidí a volver a empezar la carrera de Letras Modernas (filología francesa), siguiendo mi pasión por la literatura, pero cambiando de ciudad, con un programa que correspondía más a mis intereses... Así llegué en Reims, donde “caí”, casi casualmente y a última hora*, en el “Foyer Home-Saint-Louis” (Residencia de las Religiosas de María Inmaculada) para seguir – o retomar – mis estudios. El “Foyer” me daba la posibilidad de participar más fácilmente a la Liturgia de las horas, y sobre todo a la Misa cotidiana y Adoración, pues sentía la Eucaristía como vital para mí... como “mi fuerza y energía”! En la “resi”, sólo me quedé un año, pasando los tres siguientes en un piso cerca, pero iba a menudo a ver a las hermanas, y participaba muchas veces a la Misa y otras actividades del “Foyer”... Seguía mis estudios muy normalmente: pasando la mayor parte de mi tiempo con mis amigos, poniéndome a estudiar a fondo unos días antes de los exámenes, etc. Después de algún tiempo, hice mi primera experiencia de Ejercicios Espirituales, acompañada por Hna. M. Dominique (que era entonces directora y superiora, y siguió siendo mi “madre espiritual” mientras estuve en Reims). De ellos, guardo una impresión interior muy profunda (puedo decir que me marcaron por toda mi vida), salí de ellos como “trasfigurada”... Fue el 2° momento-clave, el 2° “relámpago” en mi vida espiritual... y mi primer acercamiento a la espiritualidad ignaciana de Contemplación. Los volví a hacer cada año hasta que acabé mi carrera. El último año de mis estudios, estuve preparando con un grupo de 10 otros estudiantes un proyecto de circo en los Balcanes (CIRCEB - Circo itinerante para infundir alegría y ánimo a los niños de los Balcanes, marcados por años de guerra y odios * Yo buscaba otra cosa, y cuando una persona me indicó esta solución, ya no había sitio... Finalmente, las hermanas me volvieron a llamar al principio de curso para decirme que se había liberado uno! étnicos)... y así pasé el verano, haciendo el payaso y viviendo en itinerancia entre Bosnia, Serbia, Macedonia, Kosovo y Croacia. Fue una experiencia muy impactante que hizo crecer en mí el deseo de dar vida y alegría, siempre más consciente que Uno sólo es fuente de Vida abundante... Finalmente, volvió el tiempo de la decisión para mi futuro... y a un cierto momento, me acuerdo de haberme sentido como al pie de un muro, teniendo que hacer varias elecciones determinantes para mi vida, sin poder reenviar a más tarde (entre ellas, la de acabar con mi novio, con él que tenía proyectos, y después, en el plan profesional – pues estaba acabando mi carrera – me planteaba la posibilidad de empezar el periodismo, pero me corría por las venas el deseo – sueño de infancia – de ir a vivir algún tiempo, uno o dos años, como voluntaria en África, antes de meterme de lleno en el “mundo profesional”... pero ya era tarde para irme con ciertos organismos de cooperación que piden casi un año de preparación...). En este momento – era un martes! – me acordé de lo que me dijo unos años antes un sacerdote a quien había dicho, con una cierta ansia, mi deseo de “encontrar la voluntad de Dios” para mi vida: “Dios puede responder de tres modos: sí / no / espera... Puede que todavía no sea tiempo de conocer su proyecto para ti, tu vocación... pero no te preocupes, que cuando llegue el momento, Él te lo hará saber, y entonces será claro...”. Pues bien, muchas cosas no tenía claro, pero sí presentía que estaba “llegando el momento”, y que los pasos que yo estaba cumpliendo eran primicias de este momento. Estando de paso en París, fui a encontrarme con Hna. M. Dominique (que había sido destinada allí), y le plantee mi deseo de ir a África... Ella me habló entonces de las casas que tenía la Congregación en Mali y Burkina... Y así, de vuelta de los Balcanes, y dos días después de haber presentado mi tesis, volaba encima del Sahara, con destino a Bobo-Dioulasso (2° ciudad del Burkina Faso), con la cabeza libre como una página en blanco, por la serenidad de haber hecho todo lo que debía antes de irme, y por la disponibilidad ante lo que me esperaba, sin saber exactamente cómo sería, ni tener planes inmediatos... Así, pasé un curso como “voluntaria” con la pequeña comunidad (tres hermanas!) que allí vivía su misión, llevando un centro de 200 chicas, una residencia de 40 y un taller donde trabajaban las que iban acabando el centro... Las hermanas me pusieron al frente de la “primera alfabetización” de un grupo de 30 chicas del Centro (de 9 a 33 años), de las clases de “formación moral” de las de 3er año (60 chicas), y de la biblioteca... Echaba también una mano dónde hacía falta (ayuda al estudio de las chicas, a las hermanas para la redacción de documentos en francés, la utilización de Internet, arreglar problemas de ordenador u otras máquinas, etc.). Tuve la gran suerte que, a los dos meses de mi llegada, se inauguraba el nuevo noviciado en Nasso. Fueron momentos muy intensos... y allí, el Señor me iba tocando el Corazón. Contemporáneamente, leía un libro sobre santa Vicenta María (“Huellas de Amor”), y lo que me impresionó, fue el descubrir los 7 rasgos carismáticos de la Congregación (Deseo ardiente de buscar y llevar a cabo la Voluntad de Dios / Amor de Caridad / Obediencia / amor a la Eucaristía / “pasión” por las Jóvenes – por su bien y evangelización / amor a María / y Oración, que impulsa a ser contemplativas en la acción – lo que llamo “contempl'activas”!), pues me daba cuenta que todos encontraban un eco profundo en mí, que yo los llevaba dentro... y a cada uno, decía: “esto es mío!”. Al mismo tiempo, me enteré que la devoción al Corazón de Jesús era muy importante en la Congregación, teniendo incluso las hermanas su “Hora de Guardia”. Me apasionaba por el Evangelio de S. Juan, descubriendo la verdad que amar es obedecer y obedecer es amar... y encontraba que Caridad y Obediencia eran dos pilares y características de las RMI... Añadid a esto el testimonio viviente de las hermanas que tenía delante – especialmente para mí el ejemplo de vida entregada, alegre y llena de bondad de hna. Clara Angélica, con quien pasaba más tiempo y con la cual, tal un Nicodemo, hablaba cada noche bajo el cielo tan intenso de África, después de la visita de “Buenas Noches” al Señor... El descubrir con más claridad, en este mismo periodo, el gran vacío interior que provoca una vida “sin Dios” en tantos jóvenes, se me presentaba también como “llamada”, desde el deseo de ayudar a que descubran el sentido de su vida, a que sacien su sed, descubriendo a Jesús como única fuente de vida plena. Todas estas circunstancias y “coincidencias” se acumulaban en pocas semanas, e iban calando en mí, empezando por el paso al noviciado de tres prenovicia y acabando con un “triduo” que reunió a todas las hermanas de la Región África en Nasso, para acabar el año. El tema era: “la Vida Consagrada”... y tuve el permiso de seguirlo yo también. Tiempo atrás, había dicho al Señor que si Él me quería llamar, tenía que ser muy claro... pues, puedo decir que fue claro! Fueron tres días de “fuego”, donde me sentí cada vez más cautivada por Jesús, y que culminaron para mí en la Adoración Eucarística del último día, que fue cuando sentí con toda claridad que Él me llamaba... y me llamaba en esta Congregación! Ante esta elección-respuesta que tenía que hacer, el Señor me dio la gracia de una inmensa LIBERTAD. La llamada que me dirigía era invitación : yo le pedía que me mostrara Su Voluntad... y Él me pidió que le muestre yo la mía! ...Y a mis resistencias – miedo de no ser capaz, fiel, “a la altura”... – sentí que Él me decía: “YO seré tu fuerza”, me invitaba a hacer de mi debilidad el lugar de la confianza, del abandono a Él... No podría describir todos los sentimientos que se agolparon en mí en estos días... pero los que dominaban eran alegría desbordante y gratitud. Tres meses después, por un paludismo (malaria) grave, fue obligada a un “repatriamento sanitario” en Francia... y por una parte, a pesar del susto, fue providencial porque me permitió estar presente en el momento de la muerte y entierro de mi prima de 22 años – que fue ejemplo de fe y abandono... – y aproveché también esta “pausa” para anunciar mi vocación a mi familia (menudo golpe!). Después de un mes de descanso y recoger algunos kilos, volví a Bobo para acabar mi “misión”... ... Y a los 3 meses de mi vuelta de África, entraba en España en el prenoviciado, el 1 de octubre de 2004, haciendo mis Primeros Votos el 15 de abril de 2008. Desde entonces, sigue resonando en mí este “Sígueme” de Jesús, pues parece que a Él no le asustan mis limitaciones, mi debilidad... y como a Pedro después de su infidelidad y cobardía, como a los discípulos de Emaus, inconstantes y “tardíos de corazón”, Jesús vuelve a mí, no se busca otra mejor, me vuelve a alcanzar allí donde me encuentro, para caminar junto a mí, elegirme, y llamarme de nuevo a “estar con Él”... sin razón... porque “le da la gana”... porque me ama! Así podría resumir las experiencias fuertes de Dios que determinaron mi vocación: La primera fue experiencia de Adoración, experiencia de un Amor hecho Corazón humano y Presencia cercana en la Eucaristía, la segunda fue de Contemplación, experiencia de un Amor Creador, dador de Vida, Presencia infinita en todo lo creado, y a la vez personal (Jesús Buen Pastor, que conoce sus ovejas, y es todo Misericordia, ternura, Compasión...), y la tercera, experiencia de Vocación, de un Amor hecho mirada y mano tendida, llamada que me ha cautivado... y se ha hecho proyecto de vida abundante, con el don del Carisma de santa Vicenta María. Y siento que la Virgen María es la que me ha llevado de la mano desde mi infancia, y esto lo puedo decir sólo retrospectivamente, mirando momentos en que siento que ella me ha consolado, protegido... o en que su mirada misericordiosa y su mano tendida me han “salvado”, como Madre de corazón compasivo... Por esta vocación preciosa, por la fuerza, el Amor y la alegría que él me sigue dando día a día, quiero decir con santa Vicenta María: “DEMOS GRACIAS A DIOS POR TODO!” Hna.Olivia Désert (Bari) “Flechazo”…con “Flechazo”…con la ayuda de hna. Blanca Un buen día de octubre de 1952, yo estaba en Ravenna por trabajo y tenia que viajar a mi casa en la región del Veneto. Llegué a Milán por la noche y cerca de la Estación Central, le pregunté a una señora si podía decirme algún lugar seguro donde poder pasar la noche. Me respondió que allí cerquita había un colegio de Religiosas que hospedaban chicas. Llegue al Colegio y me encontré por primera vez con Hna. Blanca Ostale que rápidamente me impresionó por su acogida y su forma de ser. Dormí allí aquella noche y al día siguiente no proseguí viaje como había previsto en un principio, quería absolutamente hablar con aquella hermana….yo tenia 21 años y nunca había pensado que podría llegar a ser religiosa… Me quedé allí 15 días, mientras tanto llego el día de la Vela de Cristo Rey, y yo me levanté para la adoración, y después de todos estos días y de todas estas experiencias decidí buscar un trabajo en Milán. Me quedé en Milán hasta finales de abril de 1953 que por fin fui a mi casa para comunicarles a mis padres que había decidido entrar a formar parte de las Religiosas de María Inmaculada… …Me fié de Dios y de las Hermanas…. Hna.Lucia Pezzei Roma - Palestro “He llamado a lo débil del mundo...” El impulso de m vocación, es el VERBO ENCARNADO, es Jesús hecho hombre, débil como yo, y la Palabra que se hace vida para darme la vida. El Verbo se hace vida para ser Dios con nosotros. El encuentro con este Dios me ha cambiado la vida y continua a cambiármela cada día. Nazco en una familia atea, siéndolo yo misma hasta los 19 años, hasta aquel 3 de mayo 2001 que cambio totalmente mi vida. Mi adolescencia estuvo marcada por diversas pasiones: la danza, el rock, el metal, el look hippy... todos los intereses que llenan los días de los jóvenes .Me tomaba la vida muy a la ligera, pensaba solo a divertirme, conocer siempre cosas nuevas y diferentes, a hacer experiencias de riesgo, de taquicardia. Salía con un chico con los mismos intereses y en todas estas cosas mis amigos me apoyaban. No tenia mucha estima de mi misma, de mi cuerpo, ni siquiera de las personas en un cierto sentido, y vivían una verdadera y propia dimisión interna y externa, una fragmentación, una verdadera falta de equilibrio: era una buena estudiante por la mañana, una bailarina por la tarde y una alocada por la noche. Durante el ultimo año de liceo científico decidí ir a Milán a estudiar medicina. Y fue en esta caótica ciudad donde el Señor me esperaba. Habiendo decidido todo al ultimo momento, encontré un puesto donde alojarme en la Residencia de las Religiosas de María Inmaculada, en la calle Feltre 73. Naturalmente no me gustaba mucho esta solución, pero esperaba que durase poquísimo. Yo ignoraba todas las actividades propuestas en casa, y era contraria a aquellas de tipo religioso que las hermanas proponían. Milán en cambio me proporcionaba una mayor libertad para dedicarme a mis diversiones. El ambiente universitario, los locales, la invisibilidad, el anonimato que ofrecía la gran ciudad me encantaban. En la residencia me comportaba de subversiva, pasaba poco tiempo y del poco que pasaba no era una de las mas dispuestas a colaborar. Llegado mayo, finalmente era hora de dejar al Residencia y buscar una casa. Dal 1 al 3 mayo había en la casa un encuentro de jóvenes provenientes de toda Europa, por el que yo no tenia ningún interés, hasta que la hermana me pidió hacer un baile para introducir el encuentro. Acepte casi para excusarme por los no pocos problemas que había causado durante el año. Durante este encuentro recibí varias invitaciones a participar en grupos de oración o para compartir a otros niveles, sin aceptar en ninguno de los casos. El 3 de mayo me invitaron a la comida de despedida, rápidamente acepté, después nos dieron unas tarjetitas con unos números que indicaban el lugar donde debíamos reunirnos por grupos, yo tenia el numero 3 y me tocaba reunirme en el Oratorio. Fui a decirle a la hermana que no iba, nunca había visto el oratorio pero no me iba de participar a un encuentro de oración. La hermana me lanzó un desafío: “Tienes miedo?”.”Yo no tengo miedo de nada” respondí. A través de este desafío, encontré a Jesús...Fui al grupo y entré en este oratorio por primera vez: La moqueta era verde, los bancos marrones, una “caja” (el Sagrario), una Virgencita y una mesa con la Biblia abierta. En el muro, un Cristo negro que me asustó, pero que después se convirtió en mi mejor amigo. El tema para compartir que ponía punto final al encuentro era: “¿Qué es para vosotros la fe?”, madre mía!, pensé.. Los chicos empezaron a compartir cada uno en su lengua que la fe era un don, el regalo más grande que Jesús les había hecho, etc.... A mi me sembraban cosas ridículas, palabras sin sentido. Después de una ronda de escucha, llegó mi turno(me había sentado la ultima) y dije:”yo soy atea, y la fe no tiene ningún valor” recuerdo todavía la cara de algunos de los jóvenes. Desde allí empecé a criticar la Iglesia y la religión católica duramente, empecé a llorar y a despotricar contra todo lo que era cristiano. La hermana dio por terminado el compartir del grupo y todos se marcharon. Yo me quedé en aquel oratorio oscuro, llorando… Observaba las vidrieras de colores y no sabia como detener las lágrimas. Entonces me acerqué al “libro abierto” y comencé a leer el primer texto que apareció ante mis ojos: “No os preocupéis por vuestra vida qué comeréis, qué vestiréis. Observad los lirios del campo : No trabajan y no hilan y os digo que ni Salomón con todo su esplendor vestía como uno de ellos…Vuestro Padre sabe qué cosa necesitáis…” (Mateo 6, 25-34)… Apenas leí esto me quedé impresionada, era una visión de la vida totalmente distinta de la que yo tenia. Me preguntaba si realmente hay alguien que ama tanto, tanto a las personas, así tal y como son…sean como sean. Este fue mi primer encuentro con la Palabra. Pasaban los años y yo buscaba, al principio con temor y con curiosidad, después como búsqueda en una sola dirección, la de conocer la Verdad, de conocer poco a poco a Aquel que me amaba así como había sido y como era en ese momento y como seria en el futuro. 3 años después, hice los Ejercicios Espirituales de San Ignacio para darme cuenta de las prioridades de mi vida y “poner un poco de orden”… y me dije: “Jesús ha salvado mi vida, la Encarnación, la Palabra han puesto dentro de mi un fuego inextinguible de amor a El. Me di cuenta de que no podía vivir esta relación con mediocridad, que tenia que lanzarme totalmente y consagrarme por entero a El. Después de haber conocido el amor de Cristo ya no se puede vivir sin El. Hna. Federica Falzea, (Roma-Palestro) “Doy gracias a Dios que me ha ayudado en mi fidelidad…” Llegue a Roma el 17 noviembre de 1949, tenia sólo 13 años. Vine porque el Párroco de mi pueblo conocía el Instituto, era el tiempo de la guerra, llegué a Roma con otras 15 chicas de mi pueblo para buscar un trabajo y poder ayudar así a mi familia. No conocía a nadie, ni a las hermanas, estuve en el internado 20 días, las hermanas me querían. La Hna. Buen Pastor estaba con nosotras y M. Pasión era la responsable, enseñándonos muchas cosas. Me encontraron un trabajo y estuve once años cuidando un niño, después de esto estuve cuatro años sin volver a mi casa, tenia miedo de no poder regresar. Los domingos continuaba a ir al colegio, las chicas más mayores me llevaban con ellas al hospital a visitar a las chicas que estaban enfermas, me gustaba mucho hacer esto. Yo era la presidenta de un grupo de 21 jóvenes llamado grupo de María. Yo era la encargada de llamarlas, de estar con ellas, y de ir al hospital a visitarlas. Hacíamos tantas obras de teatro, yo ayudaba en todo lo que podía, amaba el colegio, veía que las hermanas nos querían y que hacían tanto por nosotras. Yo sentía la llamada a la vida religiosa pero no podía entrar porque era la hermana mayor y debía ayudar a mi familia. Me sentía atraída por el Señor y era feliz con El. Ahora le agradezco mucho el haberme ayudado siempre en mi fidelidad. La madre Pasión me hizo una propuesta, ella veía que yo era una buena persona, alegre con las chicas y que estaba bien con las hermanas. Ella decía que yo era para la vida religiosa, yo le decía que no tenia estudios, que había estudiado sólo la primaria, que yo sólo sabia trabajar y servir… Yo tenia un confesor carmelita que me ayudó mucho para poder descubrir que realmente tenia la vocación religiosa. Un día le dije que quería entrar en la Congregación de las Religiosas de María Inmaculada, porque era feliz, y me gustaba su vida. Este fue a hablar con las hermanas, con madre Pasión. Decidí entrar al noviciado, me sentía feliz. Cuando se lo dije a mis padres lo comprendieron porque lo que ellos querían es que fuésemos felices. Gracias a Dios no he tenido dudas, el Señor me ha ayudado, no he tenido nunca problemas, el Señor me ha acompañado siempre. Soy religiosa de María Inmaculada desde el 28 de marzo de 1962. He estado 18 años en Roma en la Casa de la Curia, también en Milán, y ahora llevo 17 años en Roma-Palestro. He tratado de vivir la obediencia y de ser disponible siempre, intentando hacer siempre aquello que debía, no he tenido dificultades con mis superiores. Hna.Elda Buriola (Roma-Palestro) “El Señor llenó mi vida vida de alegría…” Me llamo Doriana, soy la segunda de 6 hijos, me crié en una familia muy sencilla, en una cuna de cristianismo. Después de la conversión de mi padre, el Señor entró en mi familia transformándolo todo, nuestra manera de vivir, nuestras prioridades. Mis padres nos enseñaron que sólo Jesús nos hace felices. He sido catequista, estaba en un grupo de jóvenes, participaba en la misa dominical, pero todavía no había encontrado personalmente al Señor, lo conocía por la experiencia de otros. Los diferentes encuentros con lo jóvenes, en la parroquia, me enriquecían pero nada me llenaba totalmente...a lo mejor porque el Señor me estaba preparando algo especial... Todo empezó en el verano del año 1996 en un encuentro con las hermanas Franciscanas de San Antonio de mi pueblo, me encontraba sola en el oratorio de Mesoraca, un pueblo cerca del mío, he sentido que alguien me estaba llamando, me di la vuelta pero no había nadie. Desde aquel día he sentido en mi corazón una Presencia especial, un deseo y una invitación pero también una resistencia: no quería ser religiosa. Después de un año y medio, en octubre del año 1997, he conocido a las Religiosas de María Inmaculada, mi mejor amiga me llevó a casa de estas hermanas diciéndome: “estas son monjas especiales, un poco extrañas, siempre alegres”. Desde que entré en aquella casa me he sentido acogida, escuchada como si fuera una persona especial, nunca más he salido de esta casa. En mí, seguía sintiendo la Presencia del Señor y su invitación a seguirle pero ahora me sentía también muy libre. Gracias a la religiosas de María Inmaculada, he aprendido y experimentado que Jesús me ama así como soy, que soy preciosa a sus ojos. El Señor entró en mi corazón y en mi vida, tocó mis heridas, yo no me aceptaba, no veía lo positivo y bueno que había en mí, pero el Señor llenó mi vida de alegría, de tantas personas que me aceptaban por lo que era, que me querían, podía expresar lo que sentía, mis sueños y he experimentado que soy hija amada del Padre, que mi nombre está escrito en las palmas de su mano. Me he sentido una persona digna, una persona que vale. Tomó mi vida en sus manos y la transformó. Sentí que la salvación del Señor había entrado en mi vida. Mi compañero de camino ha sido mi hermano Antonio, con él he compartido muchos momentos, su presencia, su ejemplo me ha ayudado a fiarme del Señor. Ha sido mi ángel de la guarda. He conocido también a una mujer especial, santa Vicenta María y un Carisma que he sentido desde siempre como mío, como un “traje hecho a mi medida”. He elegido este Carisma y lo he vivido por cinco años como laica comprometida en la casa de Crotone pero sentía que el Señor me estaba pidiendo algo diferente. Tenía miedo y no quería renunciar a mis proyectos. Pero, después de un largo recorrido hecho de pequeños pasos, con el ejemplo y la ayuda de tantas personas, por fin me he rendido al Señor y a su Amor. Experimenté como desde siempre había sido del Señor y ahora con mi sí libre y profundo pertenezco verdaderamente a mi Señor y ahora soy feliz. Su sueño y mi sueño ahora son un único sueño: soy Religiosa de María Inmaculada al servicio de todas las personas que el Señor pondrá en mi camino. Hna.Doriana Macri (Roma - Palestro) “Empecé observando…” Me llamo Dolores Salinas. Soy española. Mis padres son Ana María y Juan Salinas. Cuando murió mi padre, dejando a mi madre con 7 hijos, me fui a vivir a Madrid, con una prima, hasta los 15 años, edad a la que me fui a París. En París, estuve trabajando desde los 15 años, en una casa, como empleada de hogar. Allí conocí a las Religiosas de María Inmaculada, pues allí iba los domingos a pasar el día. Conocí a las Hermanas, iba a Misa sin entender nada ¡porque nunca había ido! Empecé observando el movimiento y la vida de las Hermanas... y una me observaba a mí, me hacía preguntas, y me propuso darme catequesis. Dije que sí y así me preparó a la primera Comunión. Yo hasta entonces no había sentido nada, pero al día siguiente de hacer la primera Comunión, cuando fui a trabajar, nada mas entrar en la casa, empecé a llorar. Había en casa otras dos señoras empleadas. Una me preguntó porqué lloraba. Al decir que no lo sabía, la otra dijo “yo lo sé: lloras porqué te quieres hacer monja”. Desde entonces, empecé a tratar con el Señor y muy pronto descubrí mi vocación y me decidí a pedir la entrada en la Congregación. Pero la espera fue larga: 5 años. Espera difícil, dura, llena de obstáculos, contradicciones, y poco entendida por las Hermanas y mi familia. En esta espera yo pensaba en Santa Vicenta María cuando escribió las razones a favor y en contra para discernir su vocación. Finalmente decidí pedir de nuevo la entrada y fui aceptada enseguida. Era en el 1959, 10 de Febrero. Tenía 21 años. Hna. Dolores Salinas Milán “En búsqueda continua…” Recordando, uno de los momentos y la hora donde experimenté palpablemente la presencia del Señor Jesús en mi vida, podría decir la revolución que comenzó en mi interior (en lo exterior menos) que me hizo reflexionar y pararme más en mi vida. Y cómo y donde comenzó mi camino de búsqueda de lo que realmente quería. Fue…. de la manera más sencilla, así como EL es de sencillo, terminando una fiesta en compañía de mi familia y amigos, habíamos bailado, comido y nos habíamos divertido mucho, se terminó a la 1 de la mañana y cuando comenzamos a ordenar el salón, me dije: “¡Ya se terminó con lo bien que estábamos! porque se tiene que terminar lo bueno; todo se termina: fiestas, estudios, trabajo, las personas que quieres…” Y aquí comenzó mi búsqueda de algo y Alguien que no se acaba. Fue un largo camino hacia EL, y cuando lo encontré me dije: “ Por fin he encontrado a alguien que siempre está… Alguien que da sentido a mi vida. La búsqueda duró 6 años. Tanto para una persona que busca y no encuentra lo que le hace feliz en la vida. Este nuevo ambiente que estaba descubriendo y conociendo me sorprendía, me gustaba y me sentía bien. Fui conociéndolo poco a poco, primero asistí a la clase de guitarra a la academia dominical que tenían la RMI en mi parroquia, después me invitaron a todas las fiestas que hacían entre ellas las de Santa Vicenta María, La Virgen de Guadalupe, la Inmaculada. Después a las convivencias, retiros y más tarde me integré al grupo juvenil vocacional, y así fui profundizando esta vida nueva para mi. Al estar conviviendo con las RMI me llamaba la atención la vida de sencillez y alegría y el trabajo intenso de ayudar a las jóvenes a liberarse de lo que no les permite continuar una vida de superación. Hna. Lupe Carlos ( Roma Palestro) "Desde siempre y para siempre , Tù me has llamado Señor…" Con estas palabras defino mi encuentro con el Señor Jesús, a Él mi acción de gracias y mi alabanza por el don de la llamada, por el ser de RMI. Al recordar mis sentimientos de pertenencia al Señor me voy a los años 1980 1985. Fue en estos años donde se hizo realidad el deseo de seguir a Jesús y ser pertenencia suya. Fue en estos años en contacto con las Religiosas de María Inmaculada en Valladolid, donde fui descubriendo que el Señor me llamaba a la vida religiosa y me quería para siempre suya. Dentro de mi se fue creando un vacío, el vacío que con el paso del tiempo, de la experiencia dio la posibilidad a Jesús a entrar a formar parte de mi vida, de mis sentimientos, de mis deseos, de mis certezas... Veía como las hermanas se movían, se relacionaban entre sí, y me preguntaba ¿también yo puedo vivir así? A través de convivencias, encuentros, oraciones, grupo juvenil, compartir con mis compañeras...., fui tomando contacto con la Palabra de Dios, la cual entró a formar parte de mi. Me encontré con Jesús Eucaristía en el Sagrario, y allí en el oratorio de la residencia, pasaba momentos de relación, de intimidad con el Señor. Poco a poco descubrí en Jesús Alguien importante en mi vida. Sentía que era Él el que iba llenando mi vacío, y así llegó el momento en el que en silencio, y en el profundo de mi corazón dije: soy para ti Jesús. Deje la residencia y en el año de trabajo, con una señora anciana, viví la experiencia de la cercanía y la unión con Jesús. Iba creciendo en mí la conciencia de buscar y cumplir la voluntad de Dios. Mi oración era, y sigue siendo: “Señor, enséñame a descubrir tu voluntad en mí, ayúdame a descubrir tu voluntad para mí”. Para todo esto, me ayudó el leer la vida de Vicenta María, de la cual quedaban marcados en mí sus escritos donde expresa su deseo de cumplir la voluntad de Dios; el poder compartirla y confrontarla con algunas hermanas, y con mis amigas. Mi contacto con las hermanas y con la casa continuó durante todo el año, hasta que pedí la entrada a la Congregación. También fui descubriendo la figura de María, la madre de Jesús y madre nuestra. De ella me acompaña su presencia constante y silenciosa junto a su Hijo; desde que lo dio a luz, hasta la cruz, pasando por Canà, el templo... A Ella y a Vicenta María confío la vocación de cada Religiosa de María Inmaculada. ¡Gracias por esta oportunidad! Hna. Lourdes Bombín. Roma-Palestro “La vocación es un don de Dios” La vocación es un don de Dios y de mis padres que me educaron en la fe y en el amor. Éramos diez hermanos, cinco chicas y cinco chicos, mi hermano mayor, Religioso Salesiano, yo la segunda, Religiosa de María Inmaculada. Nunca había pensado de hacerme Religiosa. Un domingo una amiga mía me llevó a la casa Vía Palestro-Roma. Ver allí el patio lleno de chicas que cantaban y bailaban, no sé...ni siquiera sé decir lo que sentí dentro de mi, pero dije... “Quiero ser Religiosa de esta Congregación, porque la alegría de las jóvenes me hizo comprender que seria también la alegría de mi corazón al servicio de Dios. Desde el momento que le he dicho sí al Señor no he tenido mas dudas. La gracia de Dios y la confianza en El me han siempre ayudado, al igual que mis superioras y la vida comunitaria en todos estos años. No sé expresar la alegría que se siente en le fondo del corazón, siento al Señor, cercano en mi trabajo, en el sacrificio durante las dificultades… Cierto, “toma tu cruz y sígueme”…La Virgen y Sta. Vicenta María me han hecho de madres en todo. No dejaré de dar gracias al Señor por el don de la vocación y por la inmensidad de beneficios que me ha concedido hasta el día de hoy. Hna. Maria de Pompei (Roma - Palestro) “Por el camino de la vida … lo encontré” Me llamo Matilde, tengo 42 años y soy peruana. Contar mi historia vocacional significa siempre recordar mi llegada Italia, país muy querido por mi familia materna y donde el Señor me condujo para hacerme consciente de que mi vida era un don y de que el me amaba de modo especial. El hecho de estar lejos de mi familia, de mis amigos y de mi tierra, me ayudaron a ser más consciente de quien soy y de lo que significo para Dios. A 23 años me sentía demasiado joven para afrontar una realidad tan diferente de la mía, pero conmigo traía un gran bagaje de valores, que gracias a Dios constituían la mejor herencia recibida de mi familia. En aquellos años en Perú había una gran crisis económica y política, fue por esto que decidí viajar a Roma, ciudad que siempre había soñado conocer, para intentar construirme un futuro mejor. Llegada aquí, mi prima que vivía en Italia desde hacia tiempo, me llevó a visitar a unas Religiosas conocidas suyas, las cuales con su acogida me hicieron sentir que nosotros extranjeros no estábamos solos y que había alguien que se ocupa de nosotros. Así comenzó “mi camino de amistad” con las Religiosas de María Inmaculada que con su vida transparentaban el rostro de otra mujer : Santa Vicenta María que consagró su vida a Cristo y las jóvenes, cosa que me interrogo mucho y me impulsaba a querer descubrir como sería esta elección de vida tan gozosa y radical. A raíz de esto, recuerdo la respuesta de una hermana: “Déjate encontrar por El”, yo no entendí mucho, pero surgió en mí el deseo de “Buscarle” en todas las actividades que las hermanas ofrecían a los jóvenes. Fue así que en los momentos de oración, cursos de formación, excursiones e incluso fiestas, iba naciendo dentro de mi algo nuevo. Incluso en mi relación con los nuevos amigos y las familias donde trabajaba, sobre todo con los niños fui descubriendo la presencia de un Dios Amor, Misericordioso, Amigo y Compañero de camino siempre fiel. Mi posterior experiencia de preparación al Sacramento de la Confirmación, me llevó a tomar en serio mi identidad de cristiana. Cada nuevo descubrimiento exigía de mi una mayor constancia y compromiso. Cada vez que podía participaba a los encuentros juveniles y a las actividades de voluntariado, hasta que en uno de estos encuentros cuyo tema era “Ven y verás”, sentí que el Señor me hablaba como a Felipe: “Matilde, tanto tiempo conmigo y ¿todavía no me conoces?”.Esta experiencia me tocó profundamente y comprendí que el Señor esperaba una respuesta mía. Me puse en camino con confianza y hoy puedo decir que el Señor se sirve de las situaciones, de las personas y de nuestra fragilidad para realizar el proyecto de amor que tiene para cada uno de nosotros. En la vida hay siempre dificultades, pero vividas con El, todo toma un nuevo sentido y viene la alegría. Yo soy feliz de haberlo encontrado y de haber dicho “sí” a su invitación a seguirle en la Congregación de las Religiosas de María Inmaculada. Hna. Matilde Tàvara (Genzano di Roma) Un Caballo y Una Santa un caballo ¿Puedo decir que mi vocación empezó como la de san Pablo? Cayéndome del caballo. No es que yo me haya caído del caballo porque se me apareció Jesucristo, sino que gracias a dicha caída, me he encontrado con Jesús. Cuando era joven una de mis grandes pasiones eran los caballos, y fue por eso que me inscribí a una escuela de equitación, pero después de haberme inscrito, descubrí que era alérgica al pelo de estos. Este descubrimiento, que en aquel momento me pareció la desgracia más grande de mi vida, me llevó por otro camino, el de mi pasión por los niños. Una Santa A los 9 años me “enamoré” de Sta. Teresa del Niño Jesús o al menos de la estatua que había en la Iglesia de mi pueblo. Cuando me bautizaron a los 10 años, me regalaron un libro de su vida. Por fin sabía quien era aquella “bella señora”, y como seguía siendo su “fan” mi familia me llevó a Lisieux, pueblo natal de dicha “señora”. Durante aquel viaje descubrí la vida del Carmelo y también la de aquellas mujeres que consagran su vida a Dios...Y si debo ser sincera me asusté tanto de aquel modo de vida que le dije a mi padre: “Papá, si algún día se me pasa por la cabeza de hacerme religiosa, impídemelo, aunque tengas que encerrarme en una habitación” Respuesta: “si tienes la vocación, yo no podré hacer nada...” La vocación....¿qué querría decir esta palabra? Una residencia A los 15 años me fui a Reims, para matricularme en la Escuela de enfermeras y luego especializarme en puericultura, y era justo allí donde el Señor me estaba esperando ….Llegue a la Residencia con mis maletas y mis proyectos, con un futuro bien planificado. En aquel momento ya no pensaba ni en Sta. Teresita, ni en los caballos, miraba hacia el futuro con un solo deseo...ser feliz. El hecho de ser una residencia de Religiosas me preocupaba un poco, yo me las imaginaba personas tristes, cerradas, que no hablaban casi nunca...en fin que me las imaginaba como las Carmelitas. Pero mi sorpresa fue grande cuando poco a poco fui descubriendo que eran personas normales... y lo mejor: que incluso “se reían”, es decir que no solo eran normales, sino que además eran felices. Poco a poco como gota que cae y empapa la tierra, el Señor estaba preparando mi corazón para el encuentro con El. Aquel “susto” inicial que me había llevado a Lisieux, hacía que mi sorpresa al conocer las Religiosas de María Inmaculada fuese aun mayor... Es cierto, el Señor sabe donde quiere llegar y como hacerlo. Mi relación con las hermanas fue pasando del miedo y rechazo, a la sorpresa, la curiosidad y finalmente al afecto. Y con este afecto, con el estar bien con ellas, el Señor me preparaba para la pregunta que iba a desencadenar todo: ¿y yo qué?...y yo ¿soy feliz? Y yo ¿me siento realizada? Y yo ¿estoy segura del camino que he comenzado?...cierto, era feliz, estaba segura del camino iniciado y como estaba tan segura, rechacé el seguir cuestionándome. Pero Dios no estaba dispuesto a dejarme en paz, más rechazaba el hacerme preguntas serias sobre mi vida y más vacía me sentía, más sentía que mis estudios no me hacían feliz y que todo perdía un poco el sentido. Entré en una verdadera crisis y sólo me venia de preguntarle al Señor qué quería de mi. Era extraño porque rechazaba lo que me atraía y me atraía lo que rechazaba. Después de un poco de tiempo viviendo esta situación insoportable, que preocupaba mi familia porque veían que algo me pasaba, y obviamente yo no había dicho nada a nadie... Finalmente decidí aceptar de interrogarme. No pensaba todavía a las respuestas pero al menos aceptaba las preguntas, y esta fue LA solución... Con el abandono de la lucha recuperé la paz. Cuando deje de rechazar la posible vocación toda mi tempestad interna se paró...algo así como cuando Jesús calma la tormenta desde la barca. ¿Cómo no querer esta paz? ¿Cómo no reconocer que había encontrado lo que buscaba sin saberlo? Con esta paz estaba descubriendo una cosa nueva: Dios y yo queríamos la misma cosa: mi felicidad.... ¿Dios quería mi felicidad?... Me parecía descubrirlo todo al mismo tiempo: la presencia de Dios en mi vida, que El tenia un proyecto también para mí y era un proyecto de amor. Mi vida estaba dando un giro de 360 grados, y si para mí esto fue un descubrimiento y una sorpresa, imaginaros para mi familia cuando anuncié que quería hacerme religiosa... La paz experimentada después de la lucha fue lo que realmente me abrió a un camino de discernimiento para tratar de comprender lo que el Señor quería de mi y dejar así en sus manos mi futuro. Era una aventura nueva para mi que me hacia sentirme en paz y asustada al mismo tiempo...quería responderle al Señor, pero era todo tan nuevo para mi... Ahora después de 15 anos en la Congregación, cuando miro atrás me viene tan solo de sonreír, sonreír con satisfacción por todo lo que Dios ha ido haciendo en mi. Cuando pedí la entrada en la Congregación muchos decían que yo era demasiado joven y es verdad, tenia solo 16 anos, pero cuando veo mi vida, estoy segura que haría lo mismo aunque tuviese que comenzar de nuevo. Volvería a empezar aunque esto suponga renunciar a caballos, niños y a una familia “mía”, no porque no me guste todo esto, sino porque he encontrado la “perla” de la que habla Jesús en el Evangelio, la perla preciosa que te lleva a vender todo lo que tienes, para poder poseerla y sin la cual ya no podría vivir. Hna. Céline Béliard (Milán) ¡Sígueme! “Sí Señor, pero ¿dónde y cómo?” Soy hermana María del Sagrado Corazón, soy italiana, del Abruzzo, soy la tercera de 5 hijos, he tenido tres hermanas y un hermano. Mi madre se llamaba María Giovanna y mi padre Alessandro. Ahora tengo 74 años, cuando entré tenía 19 años, vivía en un pueblecito de 14 familias, vivíamos como una familia grande, yo no había nunca imaginado la vocación religiosa, ni había visto nunca una monja pero parece que este año el Señor vino a mi pueblo para las vacaciones, yo no lo conocía. Sentí esta frase que solo se puede entender con el corazón: ¡Sígueme! Y yo le dije: “Sí, Señor, pero ¿dónde y cómo?” Mi prima estaba en Roma trabajando, conocía a las Religiosas de María Inmaculada, iba siempre al colegio para aprender corte y participaba en las actividades de la casa. Un día escribió para contarnos su experiencia y esto hizo nacer en mí el deseo de conocer estas hermanas. Escribí a las hermanas diciendo que yo quería ser monja. Después de un tiempo me contestaron invitándome a su casa para conocernos y ver juntas si éste era el camino que Dios quería para mí. El Señor me dijo que los primeros pasos los iba a dar en Roma vía Palestro 23. Me acompañó mi madre, para nosotras que veníamos de un pueblo, todo esto nos parecía ver el cielo. Al llegar en la portería estaba hermana Rita, me presenté, dije que yo era Zelinda Diletti, que quería ser monja y que venía con mi madre. Como era el mes de mayo, en la portería estaba una estatua de la Virgen con luces y flores, mientras la hermana Rita fue a llamar a la superiora, nosotras nos arrodillamos delante de la Virgen y rezamos. Después llegó la superiora que nos llevó a la capilla, nos abrió la urna de la santa Madre Vicenta María. Mi madre estuvo dos días, después ella se fue y yo me quedé. Se ocupó de mi, hermana Blanca que era la encargada del internado. Era el 16 de Mayo de 1955, no conocía la experiencia de una vocación religiosa pero tenía mucha disponibilidad para hacer lo que se me pedía. Estaba en el colegio con las otras chicas. En realidad me gustaba mucho sobre todo la acogida, las veía felices, sonrientes y esto me atraía. Me metí completamente en las manos de Dios, entré en noviciado en Genzano de Roma el 21 de noviembre de 1955, en el mismo año.. empecé a aceptar todo lo que el Señor me pedía, teniendo en mí la fuerza para ser religiosa, todo mi amor e interés era seguir al Señor. Hice mis primeros votos el 8 de septiembre del 1961. Salí del noviciado y fui a Alemania para la fundación de una casa, estuve allí dos años y en 1963 fui a Paris, donde estuve 3 años y allí hice mis votos perpetuos. Después en Reims 11 años y de Reims a Genzano. Desde Alemania empecé mi apostolado en la cocina donde estuve 22 años entre Alemania, Paris, Reims y Genzano. Después me enfermé y tuve que dejar mi trabajo de la cocina. Al final llegué a esta casa de Roma en vía Palestro y desde el año 1983 aquí estoy. ¿Qué hago? Estoy en lavadero, el ropero de comunidad y la cocina cuando me toca, y todo lo que quieren que haga, estoy disponible para lo que me manden. Gracias a Dios he sido siempre muy feliz y lo soy todavía y pido al Señor que me ayude a vivir hasta el final y todavía estoy dispuesta a dar todo lo que pueda. Suor. Cuore Diletti (Roma - Palestro) “¡Una elección óptima!” Un día, cuando era juniora y estudiaba en Roma, volviendo a casa, en el autobús, me encontré con una señora, como de unos 35 años, que me miraba y me miraba. Cuando llegó para ella el momento de bajar, antes de hacerlo me miró por última vez y me dijo en voz alta: “¡has hecho una elección óptima!”. Fue algo sencillo, pero que nunca olvidaré. Los años han pasado pero siento en mí la confirmación de lo que me dijo aquella mujer. La “óptima opción” verdadera no es tanto el “qué” sino el “quién”, es decir, el haber optado por Jesucristo y su seguimiento. Desde el inicio, cuando vivía en la residencia con las hermanas en Filipinas mientras estaba en la universidad, la persona de Jesús ha sido una fuerza atrayente, no podía explicarlo pero me interrogaba sobre ese Jesús que las Hermanas seguían en su entrega diaria. Esto me fue confirmando día tras día que solamente diciéndole “sí” a El podría calmarse dentro de mí esa inquietud, que nada ni nadie podía apagar. Durante aquellos años, pude conocerlo más y crecer. La misión recibida a través de la Congregación me ayudaba a profundizar en esa relación de confianza. De Roma, terminados los estudios, me fui a mi primer destino, Cuba, dónde el Maestro me enseñó que el verdadero desprendimiento de corazón me llevaba a descubrirme a mí misma como discípula. Una vez más me deje llevar de la confianza en el Señor cuando fui enviada a Londres, a la residencia de jóvenes de distintas religiones y culturas. Yo deseaba presentarles a Jesús, que muchas desconocen. Y ahora, de nuevo, me encuentro en Roma, lugar de mis primeros años de vida religiosa, lugar de la anécdota del autobús… Y tú, ¿te has atrevido a hacer la “mejor elección” de tu vida? Hna. Ruby Sampang Roma-Palestro “Mi vocación , podría decir que nació conmigo…” Mi vocación podría decir que nació conmigo, dado que, desde la cuna me acompaña la palabra Jesús de la voz de mi madre que desde el comienzo me enseñó las oraciones de la mañana y de la noche de las que todavía me acuerdo y que rezo. Cuando todavía era muy pequeña, me llevaba a la Iglesia de mi barrio para recibir la bendición eucarística y rezar delante de Jesús. Este momento me gustaba mucho y si por alguna motivación no podía ir, cuando escuchaba el toque de la “campana”,me arrodillaba ahí donde estaba y rezaba como si estuviera presente delante de Jesús – Hostia (así lo llamaba yo). Los años pasaron sin que yo dejara ningún día de participar a la misa dominical y me preparé para la primera comunión. Llegó aquel día tan esperado y me acuerdo que una compañera del colegio me dejó su traje blanco para la cerebración. Mi familia era muy pobre y no tenía la posibilidad de comprar para mi un traje nuevo. Estaba tan contenta aquel Dai! Tengo un recuerdo muy vivo de aquel momento del encuentro con Jesús que ya conocía y que sentía en mí. A la salida de la Iglesia, me acuerdo que caminaba mirando a la gente en la cara y me preguntaba: “se darán cuenta de cuanto estoy feliz hoy?”. Esta felicidad me llevaba me llevó a prepararme al sacramento de la Confirmación y para darle una sorpresa a mis padres participaba a la catequesis después del colegio. Después de dos años reciba el sacramento de la Confirmación. Aquel día tan feliz llevaba dentro de mi corazón a la Santísima Trinidad. Tenía una gran inquietud. Como he dicho antes, mi familia era muy pobre y sólo con el sueldo de mi padre era muy difícil seguir adelante. Yo siempre he tenido la idea de buscarme un trabajo para ayudar a mi familia, sabía que en Roma estaba una chica de mi pueblo con la que hablé y que me iba a llevar al colegio de las Religiosas de María Inmaculada que me podían ayudar a buscar un trabajo. Después de vivir un tiempo con ellas en la residencia, me ofrecieron un buen trabajo cerca de la casa de vía Palestro. Esto me dio la posibilidad de seguir participando a las actividades del colegio donde había encontrado un buen ambiente y una buena acogida de parte de las hermanas. Recuerdo que organizaron una peregrinación a Lourdes donde participé con mucho interés; fue un encuentro donde sentí mucha emociona y sobretodo rico de oración, meditaciones y visitas a la gruta de la Virgen que parecía que me invitara a rezar más por mi futuro. La oración, la lejanía de mi familia, una fe más fuerte, la lectura del Evangelio, fueron la guía que me empujaron para tomar una decisión que ya sentía desde hace tiempo en mí: responder a la llamada del Jesús como Religiosa de María Inmaculada, seguirle para ayudar a las jóvenes y vivir en comunidad. GRACIAS, JESÚS.!! hna Giovanna M. Tedde (Londres- Struan) “Si Cristo ha hecho todo esto por mi”… Mi vocación empezó cuando yo tenía 17 años. Anteriormente no había sido nada piadosa aunque es verdad que las pocas veces que iba a la iglesia me sentía muy atraída por la imagen de la Virgen. Pero siempre dejaba de ir por pereza o por preferir ir con mis amigos. A los 17 años sufrí la enfermedad de las fiebres maltas… Creo que de esto se sirvió el Señor para hacerme sentir poco a poco la vocación. Durante la enfermedad pedí un rosario para poder rezar y recibía las visitas de un sacerdote que, aunque nunca me hablo’ de vocación, si me oriento’ al colegio de las Religiosas de María Inmaculada. Y allí fui cuando me recupere de la enfermedad acompañada por este mismo sacerdote, Don José María Javierre. A partir de este momento empecé a cambiar. Me iba volviendo mas piadosa, empezaba a sentirme a mi’ misma interiormente y sentía la atracción de la figura de la Santísima Virgen. Deseaba enseñar a las chicas las cosas de la casa para que aprendieran a manejarse y supieran trabajar, para ayudarlas a descubrir que la Virgen y Santa Vicenta María estaban con ellas ayudándolas. Algún tiempo mas tarde empecé a sentirme atraída por la vocación de Religiosa de María Inmaculada. Pensaba muchas veces cómo Cristo había muerto en la Cruz para salvarnos del pecado… por Amor. Y sentía dentro de mi’: Cuánto debo yo a Jesús que por su muerte en la Cruz no sólo una vez nos ha perdonado sino todas las veces en las que le ofendemos. Creo que me enamore’ de la Cruz… pensaba mucho en ella y me decía a mi’ misma: Si Cristo ha hecho todo esto por mi’, no me voy a entregar yo a El por amor? Y ya pensaba sólo en consagrarme a El para siempre. Nunca me he arrepentido. He sentido siempre la protección de la Virgen y pido siempre por mi perseverancia… porque deseo ser feliz siguiendo a Cristo hasta la muerte. Hna Lorenza Moliner (Londres-Struan House) “Gracias “Gracias a la vida que me ha dado tanto bueno” Desde mi hoy, al mirar hacia atrás y ver toda la trayectoria de mi vocación religiosa, no tengo otra opción que decir GRACIAS y parafraseando la canción de Mercedes Sosa, añado GRACIAS A LA VIDA QUE ME HA DADO TANTO BUENO”. La vida a la fe nace en el seno de mi familia. En el entorno que me tocó vivir, fui creciendo en esa misma fe cristiana, acompañada siempre de personas que Dios iba poniendo en mi camino: profesores, sacerdotes, religiosas… que me enseñaron y guiaron por sendas de amor y deseos de Dios. Nací en Oviedo en el Norte de España y me siento asturiana por los cuatro costados. Por vivir muy cerca del convento que las Religiosas de María Inmaculada tienen en Oviedo ya de niña, frecuentaba el mismo asistiendo y perteneciendo al grupo de teatro y canto. Poco a poco fui, no sólo conociendo a las hermanas, sino también, comprendiendo la obra que realizaban a favor de las jóvenes más necesitadas. Puedo decir que así fue pasando mi niñez y adolescencia. Aún recuerdo como una religiosa Hna. Ma. Cruz llamazares, me invitó a comenzar mi andadura en el camino de la oración, sugiriéndome empezar con el cuarto de hora diario de oración según Sta. Teresa. Tenía yo entonces doce años. Desde entonces, la oración fue el centro y eje de mi vida, así como la lectura de las vidas de cuatro personas que me marcaron por su fidelidad y entrega a Dios. Estos fueron: Sta. Teresa de Jesús, Sta. Teresa de Lisieux, Beato Fray Rafael Ma. Arnáiz y, por supuesto, Sta. Vicenta María López y Vicuña, mi fundadora. Sus respectivas vidas y caminos de oración, fueron dejando en mí, un gran deseo de parecerme algo a ellos. Por aquél tiempo, mi vida giraba en torno a tres frentes: estudio, trabajo, formación. Entre los 16 y 19 años, comencé a sentir una fuerte inclinación hacia las jóvenes dedicadas al servicio doméstico, valorando su trabajo y su entrega en las casas donde desempeñaban su oficio y, al mismo tiempo, la necesidad que tenían de orientación y ayuda. La labor que realizaban con ellas las hermanas de mi convento, era extraordinaria, como lo era su vida de entrega al Señor. Puedo decir, la gran ayuda que ejerció mi director espiritual de entonces P. Antonio Valderrama- claretianoquien me ayudó a tomar la decisión de querer seguir la vida evangélica según el carisma marcado por Vicenta María. Por mi carácter algo extrovertido, siempre me vi rodeada de amig@s que no siempre respondieron a las exigencias del momento que yo vivía. Dios guiaba mis pasos y yo, no veía la hora de ir con mis monjas y ayudar a las chicas. A los 21 años, entré en el Noviciado. Mis destinos fueron: Paris, Roma, Bilbao, Gijón, Palencia, Londres-Struan, Genzano y de nuevo en Londres-Southwell. Durante este tiempo, Dios tomó las riendas de mi vida y era El quien me guiaba y me mostraba de nuevo el camino cuando yo acampaba por mi cuenta. Mi relación con El fue cambiando al sucederse los años. Al inicio fue algo así como un enamoramiento donde todo te parece sencillo y le sientes con fuerza. La ilusión e impulso juvenil te ayuda también. Con el pasar de los años y las experiencias vividas, uno se hace más reflexivo y hay mayor necesidad de intimidad con El. Poco a poco, Jesús se va adueñando de tu vida y te das cuenta que El es el único protagonista de todo lo que eres y haces. Claro está que todo esto no es tan puro pues una se sigue encontrando con todo su pecado y el orgullo y el amor propio a veces se dejan sentir. Con todo, puedo decir que mi única ilusión y la razón de mi vida es poner cuanto soy y tengo en sus manos y dejarle que El haga en mi vida. “My life is in your hands” como bien dice la canción que hago mía. Después de 44 años de vida religiosa con sus luces y sombras, hoy como ayer puedo afirmar que me siento feliz como Religiosa de María Inmaculada. Que mi vida está plena. Que Jesús es el centro de mi vida y El sale siempre a mi encuentro como Padre, Esposo, Hermano y Amigo. Que vivo intentando dar lo mejor de mi en la misión que se me asigna de acogida, ayuda y entrega a nuestras jóvenes en el Centro Social. La vida diaria, es algo compleja y no siempre se vive con la misma intensidad. Los años van puliendo y veo también mi pobre respuesta en muchas ocasiones. Ilusión y deseos no me faltan y palpo la ayuda y cercanía de Dios supliendo mi debilidad. Doy gracias a Dios por llamarme a formar parte de la gran familia de Vicenta María. Gracias por tantas hermanas que me dieron testimonio de santidad callada y sencilla. Gracias a tantas personas como he ido conociendo en estos años debido a mis trabajos anteriores en escuelas y residencias. Gracias a tantos jóvenes de quien siempre recibí mucho más de lo que yo podía dar. Ellos me brindaron su amistad sincera y generosa. Me siento feliz y dichosa. Solo quisiera deciros a vosotros jóvenes: Dios sigue llamando! Escucha y Arriésgate. Sabéis que os quiero. Hna. Carmen López (Londres-Southwell) “Estoy aquí no para hacer grandes cosas … sino para ser Su testigo con mi vida” Mi vocación es para mi’ un don y un regalo muy grande del Señor. Hasta el momento me siento muy feliz y sirvo a nuestro Señor, a la Congregación y a las jóvenes con alegría. En mi vida me he sentido llamada, amada y escogida. Siento que estoy aquí no para hacer grandes cosas o recibir alabanzas sino para ser Su testigo con mi vida. Disfruto cada momento recibiendo y aceptando a todas las personas….y trato de aprender, observar y hacerlo todo lo mejor que puedo. Quiero ser tal y como soy, amando y perdonando. He cumplido más de cincuenta años en la vida religiosa y he celebrado ya mis bodas de oro. Sigo pidiendo al Señor que me de’ la santa perseverancia en mi vocación hasta el final de la vida. No quiero dejar de alabar a Dios y darle gracias por el don de mi vida y vocación. AMEN. Hna. Eulalia Coutinho (Londres-Struan) “Sé que nada puedo hacer sin El…” El…” Soy Hermana María Luisa Owen. Nací en 1931 en el seno de una familia anglicana. Fui a una escuela católica y esta experiencia de mis años escolares con religiosas me ayudo’ mucho en mi proceso de conversión al catolicismo. Ya desde entonces la idea de seguir a Cristo me entusiasmaba pero no sentía atracción por la misión de la enseñanza. En 1951 vine a Londres a trabajar y conocí a las Religiosas de María Inmaculada de Southwell Gardens. Estaba muy feliz en la residencia donde encontré muchas amigas. Me entusiasmo’ el amor de la Congregación por la Eucaristía y la caridad que veía en las hermanas entre si’… sin criticas de ningún tipo. Decidí entrar a formar parte de la Congregación cuando cumplí 21 años, es decir la mayoría de edad en aquel tiempo. Entre’ en el mes de enero de 1953. A mis padres les costo’ mucho mi decisión porque la Congregación no era origen británico pero después, al ver lo feliz que yo era, ellos mismos fueron felices. Dios me llamó y me sigue llamando y sosteniendo siempre en su servicio. Comprendo que sin la constante ayuda de Jesús y el alimento diario de la Eucaristía no hubiera podido seguirle hasta ahora así como no hubiera podido vivir ofreciendo el amor que recibo de Dios a mis hermanas y a todas las personas que se acercan buscando un sentido en la vida. Sé que nada puedo hacer sin El que me llama y me sostiene. Confío en que me seguirá ayudando hasta el final. Hna. María Luisa Owen (Londres-Struan) “Carta “Carta para ti amiga” amiga” Hola amiga: Quien seas y como te llames. Sí, amiga aunque no te conozco. Te quiero y quisiera que al finalizar esta carta, te haya servido para acercarnos y querernos más. Estoy segura que has visto muy pocas “monjas” en tu vida… Yo soy una monja que salí de España en 1964 aunque años antes ya me había consagrado a Dios para siempre. Te contaré que soy de Madrid, España. Crecí en una familia pobre y sencilla, pero cristiana. Fui al colegio con monjas y, naturalmente, todo ello me ayudó a estar donde estoy. Todos somos caprichos de Dios y El como padre tuyo y mío y de todos, tiene sus caprichos y gustos. ¿Cómo contarte mi historia? Pues bien, intentaré hacerlo lo mejor posible: Un día te dices, ¿qué hago en este mundo? ¿ a dónde voy? ¿quién soy? ¿qué sentido tiene mi vida?. Como tú, amiga mía, que hoy sientes el vacío, el no satisfacerte nada… acallas tu conciencia con música, quizá un cigarrillo, Internet o bien vas a donde te lleve tu pandilla de amigos, total “barco sin rumbo fijo”. Pero también hay algo dentro de ti que te inquieta y te interroga, quizá te preguntes ¿puedo hacer algo por los demás? ¿Tengo necesidad de estar sola, de saciar esta sed interior de algo que aún no se que es? ¿Quién es Dios en mi vida? ¿Siento la necesidad de comunicarme con El? Y vas recordando tu infancia, tu familia, tu pueblo, tu colegio, tu parroquia y recuerdas años atrás vividos cerca de Dios o al menos El significaba algo en tu vida. Todo esto, también yo lo sentí en cierta manera. ¿Cómo lo superé?. Te cuento: Pedí a Dios ayuda y también a su Madre Santísima. Coloqué mi vida en sus brazos y me encontré con esta frase que, desde luego, me ayudó mucho “Al corazón pobre y sencillo, Dios se manifiesta”. Así, sencillamente, decidí dejar todo, familia, amigos, trabajo y dar a Dios mi vida pues El, me había dado tanto y tanto. Así que emprendí la marcha al noviciado dejando atrás tantas personas queridas, dejando mi libertad y lo poco que poseía. Y así fue pasando el tiempo y cada día me sentía más feliz de seguir a mi Jesús y hacer algo por los demás. Leyendo el Evangelio me sentía más identificada con El, cada día me iba enamorando más. Sí, amiga mía, me sigo sintiendo muy feliz por ser mujer y seguir enamorada de El. Vivo con una nueva familia de hermanas que, con su ejemplo, me han enriquecido. El hecho de provenir de distintos países y culturas, hace que podamos darnos a todos, comprendiendo el valor de la interculturalidad que, redunda en beneficio de tantas jóvenes como tú. Como te decía en el comienzo, dejé España pues me destinaron a la India donde permanecí 18 años. Total 21 años de mi juventud que viví en un continuo canto de acción de gracias. Desde 1986 me encuentro en Londres tratando de ayudar cuanto puedo a las jóvenes que acuden a nuestra Residencia.. ¿Qué me ha motivado todo este tiempo? Sólo Dios, sólo el Amor. Soy feliz, me siento libre para amar y pido, que sepa dar a las almas, a ti en concreto, amiga mía, el deseo de amar siempre. Vivo en la presencia de Dios y le doy gracias todos los días por mi Familia, mi Comunidad, mi Congregación, la Iglesia y, por supuesto por tantos misioneros esparcidos por el mundo, por su acción apostólica y por “mis chicas”. Quizá te preguntes, ¿qué puedo hacer en concreto yo? No te preocupes en la viña del Señor hay distintos viñadores. Si no tienes vocación para la vida religiosa, si la puedes tener para una vida laical; es decir, casada o soltera te puedes entregar a un trabajo siguiendo la espiritualidad de Vicenta Mª Puedes pertenecer al MOLAVIM- Movimiento Laico Vicenta María- y ser útil a los demás ayudando a nuestras jóvenes. Si necesitas información, vete a una de nuestras casas. Amiga mía, ¿verdad que ya nos conocemos un poco más? Dios me llamó un día y fue la primera vez que vi a mi padre llorar… para mi madre era un regalo que Dios le hacía al elegir a uno de sus cuatro hijos. Que no sabes hacer muchas cosas No te preocupes. Dios elige a los sencillos, a los que no saben hacer muchas cosas, precisamente para confundir a los orgullosos, a los soberbios. Te puedo asegurar que Dios va haciendo su obra “poco a poco” y es El quien actúa en nuestra vida. Tengo la suerte de vivir en la casa de Dios. Le pido que siga llamándome día a día hasta que le vea “cara a cara”. Reza por mí, amiga mía, como yo lo hago por ti, aún sin conocerte. Te quiero. Hna. Valentina Hernández (Londres- Southwell) Génesis de una vocación El Señor cuando llama lo hace, o por lo menos lo hizo conmigo, de una forma algo difícil de reconocer, o mejor dicho recordar. Lo cierto es que de una manera sencilla y a la vez muy firme, el Señor se fijó en mí y me llamó a seguirle. Desde el primer momento, fui consciente de esta llamada aunque a decir verdad, al inicio la rechazaba. Me parecía imposible que el Señor se dignara elegirme. Me veía a mi misma demasiado pobre para merecer tal gracia. Para acallarla, tuve una inspiración: Pedir y suplicar al Señor que de entre mis hermanos surgiera una vocación religiosa misionera. Petición escuchada por el Señor y así uno de mis hermanos sintió esa llamada y fue fiel en seguirla, viviendo y muriendo feliz en su querida congregación como Claretiano. La petición fue escuchada pero también se confirmó mi llamada y así fui aceptando en mi interior la posibilidad de entrega a Jesús. Pero mi familia comenzó a oponerse a mi petición de abrazar la vida religiosa. Mi padre, especialmente mostró descontento ya que yo era la mayor de los hermanos y me quería tener cerca y su deseo era que yo formara una familia pues decía que bastaba con un hijo entregado al Señor. Para mí fue un momento doloroso en el que se afianzó mi fe y confianza en el Señor. Me costaba valorar entre el amor a la familia y lo que suponía romper con todo y seguir la voz de Dios que cada vez la sentía más clara y cercana. Puedo decir que mi Dios se encargó de allanar el camino y con la ayuda de mi madre que siempre estuvo de mi lado. Recuerdo que el día justo de mi cumpleaños mi padre me dejó una nota escrita que decía: “Hija, yo nunca sería capaz de darte mi consentimiento para que vayas al convento pero, haz lo que tengas que hacer”. Obtenido su consentimiento- a su manera- ya veía el camino mucho más sencillo. Sin embargo, mi tia Eulalia- hija de la caridad- deseaba que siguiera sus pasos. Algo imprevisto sucedió que confirmó mi deseo de seguir los pasos de Sta. Vicenta María. Ocurrió de esta manera: Un domingo al salir del colegio, encontré a una joven que lloraba amargamente. Me llamo la atención pero no me atrevía a preguntarle nada pues creía no era yo la persona más indicada para hacerlo. De pronto, algo sentí en mi interior que me impulsó a seguir sus pasos y preguntarle el motivo de su tristeza. Al principio, le costó abrirse pero poco a poco y dada mi insistencia en querer ayudarla, me contó todo su problema. Estaba trabajando como empleada de hogar y se encontraba casi como secuestrada pues no la dejaban salir. Había pedido permiso aquella tarde para dar una vuelta y la Señora le había contestado que si salía por la puerta, no regresara ya. Se encontraba sola sin saber a dónde acudir. Naturalmente, la encaminé al colegio donde encontró acogida y ayuda. Este hecho, contribuyó a confirmar mi vocación como Religiosa de María Inmaculada marcando la orientación de toda mi vida, dedicada por entero a la labor social de ayuda a las jóvenes. Así elegí un lema que fuera como el resumen y compendio de toda mi actividad: “Amar y servir a Dios sirviendo a las jóvenes más necesitadas”. A lo largo de todos estos años, muchos, no he dudado un solo momento de que Dios estaba conmigo y sigue estando día a día. Doy gracias a Dios por tanto don que me ha regalado: En mis padres y hermanos En mis hermanas de Congregación En las jóvenes que confió a mi cuidado Hoy a mis 82 años, sigo trabajando cuanto puedo con ilusión y entrega y al igual que mi Fundadora Sta. Vicenta María López y Vicuña sigo diciendo: “DEMOS GRACIAS A DIOS POR TODO” Hna. Blanca Esteban (Londres-Southwell) “si volviese a nacer, haría lo mismo “ Soy H. Isabel Pascal, española. Nací en la Provincia de Navarra, el día 21 de marzo de 1926, así que he cumplido 83 años. Cuando yo tenía 11 años, mi madre estaba enferma. Mi hermana Josefina tenía 15. El médico llamó a mi hermana y le dijo: rezad mucho por vuestra madre que todo lo más vivirá dos meses. Tiene cáncer en la sangre. Yo no lo sé si sería o fue equivocación del médico. Me llamó mi hermana y me dijo: la Misa es en la ermita, vete, encarga la misa, dile al cura lo que pasa y reza mucho por madre. Yo me ofrecí a la Virgen de los Milagros que si se curaba, sería misionera en la India. A partir de ese momento, nunca me volví atrás. Al día siguiente dijo el médico: tu madre está fuera de peligro, Dios os ha escuchado. Cuando cumplí 14 años terminé la escuela del pueblo, mi madre me llevó al colegio. Aprendí a bordar y a coser bien, ese era mi ideal. Mi madre era buena modista. Cuando iba a entrar en la Congregación mi padre se murió de repente con angina de pecho. Tuve que esperar 4 años. Mi madre me daba siempre largas para ver si cambiaba. Por fin, el 30 de marzo de 1950, empezaba el prenoviciado. Tenía otra hermana Mª Eulalia Pascal, misionera en el Brasil. Murió el 23 de mayo, fiesta de la Ascensión del 1990. Yo siempre fui feliz, lo mismo en el colegio que en la vida religiosa. En el correr de mi vida, en momentos difíciles, siempre, siempre la Virgen ha salido a mi encuentro. Doy mil gracias porque Él me llamó y si volviese a nacer, haría lo mismo que hice. Gracias por todo. Hna. María Isabel Pascal (Reims) “la Verdad es que Dios quería y María también”… me me Soy H. María Luisa Núñez, española: Os cuento mi vocación: yo desde niña presentía algo en mí. Pues cuando venían las Religiosas a pedir a mi pueblo, me atraían y les acompañaba. Mi llamada definitiva fue en el internado de las Religiosas de María Inmaculada de Burgos donde sentí que Jesús me quería para Él. Pero no lo comprendía. Me sentía indigna de ello. Me parecía que no podría, ni me atrevía a decir nada… Pero una Religiosa me dijo con mucho cariño: ¿No quisieras ser hermana nuestra? Ese fue el empujón que me ayudó a decidir. Ya todo se me hacía más fácil. A pesar de todas las dificultades tuve que sobrellevar la realidad es que Dios me quería y María también. Todo se desenvolvió hasta el día de hoy, donde ya llevo 58 años de vida religiosa. Hna. María Luisa Núñez (Reims) “No hay un día que pase sin que el Señor me llame” llame” Me llamo Véronique, soy francesa. Conocí a las Religiosas de María Inmaculada en Reims cuando tenía 23 años. Era en el año 1993. Trabajaba como enfermera en un servicio de reanimación pediátrica y por querer aprender a tocar el órgano, participe en una semana de formación para organistas litúrgicos organizada durante el verano por una Asociación de organistas en nuestra Residencia llamada “Home Saint Louis”. Más que por medio de este instrumento de música, diría que el Señor se sirvió de la fotografía y del video que es mi pasión para llamarme a entrar más en contacto con las Religiosas de María Inmaculada y sobretodo con Él. Así fue como Él me llamó… Una tarde, hacia las 15h30 llegue al Home Saint Louis para llevar a las Hermanas el video y las fotografías como recuerdo agradecido de nuestra estancia en su Residencia. La que estaba en la portería me invitó a acercarme a la capilla donde se encontraba toda la comunidad rezando con el Santísimo expuesto en el altar. No queriendo interrumpirlas acercándome a una de ellas, me senté en el último banco de la capilla mientras terminaban su oración. Esperaba no tener que estar ahí mucho tiempo porque tenía que ir de compras y ver a unas amigas. La primera media hora me pareció interminable. ¡Qué aburrimiento! Pero entre esperar el tiempo necesario y volver otro día, opté por esperar porque me daba pereza pensar tener que volver otra vez por lo mismo. Y durante la segunda media hora, empecé a mirar a las hermanas que estaban rezando y me dejé tocar e interpelar por su estar orante. Cuando salí de la capilla, las saludé a todas y ofrecí el video y las fotos a la Superiora que me preguntaba cuánto debía por ello. Le dije que era un pequeño regalo para ellas. Como ella insistía le dije que si quería podía hacerme un favor: enseñarme a orar. Recibí una buena educación cristiana de mis padres que no me hablaban de Dios con palabras pero sí y de continuo con su vida. Desde pequeña había participado en los grupos de niños y jóvenes hasta llegar a ser un miembro activo de la parroquia, comprometida con la coral y el orquestra de la misma, con un grupo de jóvenes, con el consejo parroquial y de distrito. Pero descubrí en esta capilla la necesidad de aprender a orar para dar un sentido más hondo a mi entrega. Mucha gente se da en lo social y está bien pero era muy importante para mí que mi compromiso se haga con un sentido cristiano. Necesitaba aprender a orar para unir mi fe a mi vida y mi vida a mi fe. Cuando una está convencida es cuando busca los medios. Estaba tan feliz de haber descubierto esa sed en mí! Así empecé a dejarme acompañar. Después de un tiempo, la superiora me propuso hacer la experiencia de los ejercicios espirituales de San Ignacio para ayudarme a tomar una decisión acerca del sentido que quería dar a mi vida, buscando lo que Dios quería para mí. En estos ejercicios me tocó mucho la palabra “Ven y verás”, una llamada a estar con Él, a vivir como Él y también a ver por mi misma. Para mis buenos padres mi determinación en darme un tiempo para ver si ese camino podía ser el mío ha sido difícil de aceptar. Pero los impedimentos que me presentaron en aquella época fueron y son para mí ayudas en los momentos que he podido tener de duda o de dificultad porque el querer de Dios ha sido más fuerte que el querer de las personas que más quería y quiero y que son ellos, mis padres. Hoy día están contentos de verme realizada en mi camino y me dicen que esperan que yo sea siempre fiel a mi “sí” al Señor que me sigue llamando. No hay un día que pase sin que el Señor me llame. Nuestra misión con las jóvenes, la fui descubriendo después. Lo que me ayudó y me ayuda hoy día a dar pasos en mi respuesta es la comunidad donde el Señor me llama y me convoca para compartir nuestra fe y vivir nuestra misión con las jóvenes. A Él y a ella les doy las gracias. Hna. Véronique Thiriot (Reims) “Un “Un pequeño chantaje a la Virgen” Desde pequeñita, me sentía atraída por algo, que yo ni siquiera entendía. Solía decir, que quería ser misionera, por tanto, no era ni con mucho, niña modelo. Después casi me olvidé, incluso llegué a coquetear con los chicos. Me gustaba incluso tener novio. En 1943, plena posguerra de España, mi madre oyó decir que en San Sebastián, había unas monjas, que se ocupaban de enseñar a las jóvenes cosas buenas. Ella deseosa de mi bien, allí me llevó. Tenía entonces 14 años. Al llegar y ver a las hermanas, algo me renovó dentro de mí, pero yo no veía claro. Era pleno mes de mayo. Al final de mes, las internas ofrecían a la Virgen la flor. Yo a penas tenía el dinero para comprarla. En mi ingenuidad hice a la Virgen un pequeño chantaje: Le dije: “ya ves que no tengo nada más que una peseta, yo compro la flor con el único dinero que tengo, pero tú me aclaras en mi vocación de Religiosa de María Inmaculada” Había un sacerdote que quería que fuese Religiosa Visitandina. Inesperadamente alguien me habló de vocación. Impedimentos, tuve muy pocos. Y el día 11 de noviembre de 1945 entre en el noviciado de Ríos Rosas (Madrid). Hoy después de 64 años de Vida Consagrada y 79 de edad, sigo mi vida de Religiosa con entusiasmo, mucho deseo de hacer el bien y de sublimar de más en más la vida de cada día. Gracias Señor, por tantas gracias, porque me proteges y porque me quieres tal como soy. H. Maria-Luisa Esculta (Reims) Religiosas de María Inmaculada (Provincia Europea) 15, Southwell Gardens. Tel. 2073732738 Londres “Struan House” 44, Augustus Road Tel. 2087889477 Londres 58, Rue St. Didier .tel. 0147279695 Paris 74, Rue Talleyrand. Tel. 0326475164 Reims Vía Feltre 73,Tel. 022152696. Milán Vía Palestro 23.Tel. 064441322. Roma Corso A. de Gasperi, 511. Tel.0805032049 Bari Pastoral Juvenil Vocacional