Vayamos al encuentro de Edith Stein

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OBJETIVO
MUJER
“Vayamos al encuentro
de Edith Stein”
Edith Stein nace en Breslavia, en una familia judía en 1891. La importancia del estudio de Husserl. La conversión al catolicismo, la elección del Carmelo, la muerte en Auschwitz en 1943. La distinción entre cuerpo material y cuerpo viviente.
El alma centro de la persona, única y no reproducible. El espíritu. La empatía.
El individuo no puede vivir sin la comunidad.
Hna. Clementina Carbone, Hna. de la Caridad de Ste. Jeanne Antide Thouret.
(texto original en italiano)
N
o es fácil escribir sobre
Edith Stein: algo en su
pensamiento, tan profundo y tan
vasto, escapa siempre a la plena
comprensión, al estudio, al análisis y hay que retomarlo, profundizarlo, explorar en él de nuevo. A
esto se añade el hecho de que
Edith Stein haya reducido las distancias entre vida y reflexión filosófica y que su búsqueda especulativa converge hacia su camino de la fe, porque quien busca
la verdad, busca a Dios, sea o no
consciente de ello.
Edith Stein nace en Breslavia (Polonia) el 12 de octubre de 1891.
La última de doce hijos, creció en
una familia judía muy tradicionalista. Tenía veintiún meses cuando muere su padre. La vida familiar le permite descubrir los aspectos más significativos de la
religión judía y experimentar a título personal el drama que, poco
tiempo después afligirá a su pueblo.
No faltan en la historia de su familia, momentos difíciles y fraca-
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sos dolorosos que le incitarán a
vivir su propia existencia, fijando
siempre su mirada sobre lo que
puede darle sentido y dignidad:
el Ser Eterno.
Desde su tierna infancia, Edith
experimenta una cierta aversión
por todo lo que mortifica a la
persona humana y a la libertad
de pensamiento, manifestando
así una apertura clara a la dimensión intersubjetiva y un sentido
profundo del respeto al ser humano.
En 1911, se inscribió en la Universidad de su ciudad, eligiendo la
Facultad de Letras. Su aguda e
argumentativa inteligencia, la lleva a ir más lejos, a alcanzar nuevos objetivos, sin parar ni contentarse de lo que ha encontrado.
Cuando estudiaba psicología, se
encuentra con el nombre de Husserl. El descubrimiento del nuevo
método fenomenológico que el
filósofo desarrolla en Gottinga, le
impresiona y le lleva a continuar
sus estudios en la Universidad
donde el filósofo enseña.
Un icono representando
Santa Teresa Bendicta de la Cruz,
Edith Stein, (portada del calendaria
litúrgica del Carmelo Teresiano de Italia)
Convertida al catolicismo, toma
el hábito de Carmelita, consciente de que el camino a recorrer
será el de la cruz. Su vida terrestre, en efecto, se termina con el
martirio en el horno crematorio
de Auschwitz, el 9 de agosto de
1943.
Algunas fotos de Edith Stein en civil (comienzos de los años treinta?) y con el hábito carmelita, después de su decisión de consagrarse totalmente a Cristo
Buscadora apasionada de la verdad, el desapego de la imagen
de Dios que ella se había formado durante su infancia, constituye el primer paso que lleva a
cabo en esta búsqueda. En realidad, Edith Stein experimenta
siempre una gran sed de Dios, y
para saciarla, se acerca con rigor
y gran compromiso, al pozo del
conocimiento filosófico, de la sabiduría de la fe y finalmente de la
experiencia mística.
Fascinada por el ser humano,
Edith, buscadora, explora su
constitución esencial, abordándola bajo todos los ángulos:
cuerpo, espíritu, alma. Hace suya
la distinción de Husserl entre el
Körper, cuerpo material, y el
Leib, cuerpo viviente. Al Leib le
es esencial tener una forma determinada, individual, encerrada
en sí, y percibida como una realidad retenida por el alma, en el
interior. El cuerpo viviente humano no está ya etiquetado por la
fenomenología como una prisión del alma, ni como una máquina o una manifestación de la
substancia; tal cuerpo es aquel
del que uno se sirve para hacer
experiencias. El cuerpo es un objeto diferente de todos los demás, porque es mi cuerpo, que
está siempre conmigo, y del que
no me puedo deshacer. Yo habito en él como en mi propio domicilio. Constituye una condición necesaria para la existencia
del alma humana en este mundo, y lleva sus huellas: miedo,
tristeza, alegría. Es el medium a
través del que es posible encontrarnos con los demás y acercarnos a su interioridad.
El alma es el centro de la persona. Constituye una profundidad
de donde emerge el yo y en la
que se sumerge lo que vive, irradiando continuamente la vida, y
recibiendo en ella al mundo. El
alma no se forma ni se transforma, sino que se desarrolla y madura. El alma es fuente de vida y
su vida es de una actualidad espiritual. El alma es también el lugar donde se encuentra conservado todo lo que escapa a la
conciencia y es ahí donde mi yo
se siente en su casa. Se abre con
amor y confianza a otra alma o le
reusa el acceso. El alma valora la
belleza y el bien de ella, la fidelidad y la santidad, la acoge en si
o vive de ella. El alma tiene dos
caras, una, dirigida hacia la naturaleza corporal y la otra, la psique, dirigida hacia el mundo espiritual, y es el espíritu, pero se
cultiva y piensa como una sola
alma.
El espíritu es la otra cara del
alma; ésta no se queda cerrada
al mundo, sino que recibe lo que
se le ofrece desde el exterior. El
espíritu significa el neuma, soplo, materia ligera y fina. Se caracteriza por la ausencia de fijeza, aunque le faltan también algunas cosas de relaciones espaciales; el espíritu fluye libremente de él mismo y sopla donde
quiere. La expresión ser espiritual designa un dominio ontológico al que pertenecen entidades de tipos diversos, comprendidos los que se llaman “espíritus puros”, criaturas privadas de
cuerpo, ángeles y demonios. En
sentido estricto de este término,
sólo Dios es puro espíritu.
La persona, según Stein, es única
y no reproducible; su individualidad no es perceptible más que
mediante la empatía; un instru-
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La entrada del campo de Auschwitz
mento natural, típicamente humano, a través del cual es posible comprender a los demás seres humanos, y sus estados del
alma, su vivencia, sus sentimientos. La empatía no constituye
una técnica que se aprende, sino
un acto sui generis que permite
asumir algo del otro y apropiarse
Edith Stein entra en Auschwitz (acuarela de
de Daniel Lifschitz)
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de ello interiormente.
A través del acto empático nos
damos cuenta también que la diferenciación de la humanidad en
una multiplicidad de individuos
está cruzada por otra diferenciación, la sexual, que no es solamente corporal, sino de carácter
espiritual; no sencillamente exterior, fruto de convenciones sociales, sino esencial. En efecto, la
humanidad, comenzó bajo una
doble forma, macho y hembra.
La naturaleza masculina y la femenina se definen también
como algo consagrado a desarrollarse en actualidad, únicamente a lo largo de la vida; esto
ocurre bajo la influencia del medio.
Las reflexiones de la filosofía sobre la condición femenina están
cambiadas por circunstancias
históricas concretas. La situación
de la mujer, a lo largo de los primeros decenios de 1900, ha
cambiado. La mujer comienza a
comprometerse en el terreno so-
cial y asume un papel central
igualmente en el proceso educativo.
El individuo según Edith Stein, a
pesar de su unicidad y su “no reproductibilidad” no puede existir sin el otro. Lo particular no
puede vivir sin la comunidad:
nace en una familia que le acoge, le protege, le forma. Es profesor, obrero, médico; milita en
un partido, todo esto le construye.
Para concluir, la comunidad no
es una mera organización, es un
organismo vivo, fundado sobre
una relación intersubjetiva, que
se manifiesta en la solidaridad y
en la disponibilidad, en la confrontación con los demás. La comunidad no puede existir sin un
mínimo de amor. El que vive en
una comunidad, ama necesariamente y es capaz de amar; sabe
gozar de lo bello.
Hna. Clementina Carbone
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