Misa del Gallo 24 de Diciembre de 2011 Monición: Acto Penitencial:

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Misa del Gallo
24 de Diciembre de 2011
Monición:
En Medio de noticias alarmantes que nos regalan con abundancia los medios de
comunicación en forma de secuestros, guerras, asesinatos, la Navidad nos anuncia,
como un rayo de esperanza, la extraordinaria irrupción de Dios en el mundo: "No
temáis, os traigo una gran alegría para todos; En Belén os ha nacido el Salvador".
Celebramos un acontecimiento importante en la historia y para todos los hombres. En
el año 2015 del nacimiento de Abrahán, en la Olimpiada 194, en el año 752 de la
fundación de Roma, Jesucristo, eterno Dios e Hijo del Eterno Padre, queriendo
consagrar el mundo con su misericordiosa venida, nace en Belén de Judá, de María
Virgen, hecho hombre. Así nos cuenta el martirologio romano el nacimiento de Jesús,
el Salvador. Esta fascinante historia que conjuga el recuerdo y la presencia de algo que
sucedió en Belén y sigue aconteciendo en el corazón del hombre, parece una melodía
musical cuyas notas son excesivamente conocidas, pero nunca demasiado oídas, pues
las cuerdas del espíritu humano se hallan cubiertas de mensajes materialistas e
intereses egoístas. Aquí estamos reunidos, rebosando alegría y felicidad. En esta
eucaristía recordaremos y celebraremos el nacimiento de Jesús y su presencia entre
nosotros.
Acto Penitencial:
Haznos, Señor, comprensivos y compasivos; cambia la dureza de nuestro corazón.
Señor, ten piedad.
Haznos, Señor, solidarios y generosos; transforma la mezquindad de nuestro
corazón. Cristo, ten piedad.
Haznos, Señor, acogedores y pacificadores, apaga las violencias de nuestro corazón.
Señor, ten piedad.
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Monición al Gloria:
El himno que vamos a cantar comienza con el cántico de los ángeles en la noche de la
Navidad del Señor. Hacemos nuestros los sentimientos de adoración y alabanza.
Unámonos ahora a la alegría de los ángeles que aquella noche de Belén anunciaron a
los pastores y al mundo entero el nacimiento del Hijo de Dios, en aquel niño que hoy
contemplamos en los brazos de María está toda la grandeza de Dios, está la vida y la
paz que los anhelamos.
Primera Lectura:
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Lectura del libro de Isaías (9, 1-3.5-6)
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande, habitaban tierras de sombra,
y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo: se gozan en tu presencia,
como gozan al segar, como se alegran al repetirse el botín. Porque la bota que pisa
con estrépito y la túnica empapada en sangre, serán combustible, pasto del fuego.
Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los
quebrantaste como el día de Madían. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos
ha dado: lleva al hombro el principado, y es su nombre: Maravilla de Consejero, Dios
guerrero, Padre Perpetuo, Príncipe de la Paz. Para dilatar el principado con una paz
sin límites, sobre el Trono de David y sobre su Reino. Para sostenerlo y consolarlo
con la justicia y el derecho, desde ahora y para siempre. El celo del Señor lo realizará.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial (Salmo
95):
R- Hoy nos ha nacido un salvador: El Mesías, El Señor
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R.-
Proclamad día tras día su victoria,
contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones R.-
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. R.-
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Delante del Señor que ya llega,
ya llega a regir la tierra.
El juzgará el orbe con justicia
y a los pueblos con su verdad. R.-
Segunda Lectura:
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a Tito (2,11-14)
Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres;
enseñándonos a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, y a llevar ya
desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que
esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro: Jesucristo. El se
entregó por nosotros para rescatarnos de toda impiedad, y para prepararse un
pueblo purificado, dedicado a las buenas obras.
Palabra de Dios.
Aleluya:
“Os traigo la buena noticia: nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor”
Evangelio:
+Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (2,1-14)
En aquel tiempo salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo
del mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de
Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, que era de la
casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de
David, que se llama Belén para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y
mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo
envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por
turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió
de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: No temáis, os traigo la
buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha
nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal encontraréis un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre. De pronto, en torno al ángel, apareció
una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios en el cielo
y en la tierra paz a los hombres que Dios ama.
Palabra del Señor.
Reflexión:
En un pesebre
Según el relato de Lucas, es el mensaje del Ángel a los pastores el que nos ofrece las
claves para leer desde la fe el misterio que se encierra en un niño nacido en
extrañas circunstancias en las afueras de Belén. Es de noche. Una claridad
desconocida ilumina las tinieblas que cubren Belén. La luz no desciende sobre el
lugar donde se encuentra el niño, sino que envuelve a los pastores que escuchan el
mensaje. El niño queda oculto en la oscuridad, en un lugar desconocido. Es necesario
hacer un esfuerzo para descubrirlo.
Estas son las primeras palabras que hemos de escuchar: «No tengáis miedo. Os traigo
la Buena Noticia: la alegría grande para todo el pueblo». Es algo muy grande lo que
ha sucedido. Todos tenemos motivo para alegrarnos. Ese niño no es de María y José.
Nos ha nacido a todos. No es solo de unos privilegiados. Es para toda la gente.
Los cristianos no hemos de acaparar estas fiestas. Jesús es de quienes lo siguen con
fe y de quienes lo han olvidado, de quienes confían en Dios y de los que dudan de
todo. Nadie está solo frente a sus miedos. Nadie está solo en su soledad. Hay Alguien
que piensa en nosotros.
Así lo proclama el mensajero: «Hoy os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor».
No es el hijo del emperador Augusto, dominador del mundo, celebrado como
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salvador y portador de la paz gracias al poder de sus legiones. El nacimiento de un
poderoso no es buena noticia en un mundo donde los débiles son víctima de toda
clase de abusos.
Este niño nace en un pueblo sometido al Imperio. No tiene ciudadanía romana. Nadie
espera en Roma su nacimiento. Pero es el Salvador que necesitamos. No estará al
servicio de ningún César. No trabajará para ningún imperio. Solo buscará el reino de
Dios y su justicia. Vivirá para hacer la vida más humana. En él encontrará este mundo
injusto la salvación de Dios.
¿Dónde está este niño? ¿Cómo lo podemos reconocer? Así dice el mensajero: «Aquí
tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».
El niño ha nacido como un excluido. Sus padres no le han podido encontrar un lugar
acogedor. Su madre lo ha dado a luz sin ayuda de nadie. Ella misma se ha valido,
como ha podido, para envolverlo en pañales y acostarlo en un pesebre. En este
pesebre comienza Dios su aventura entre los hombres. No lo encontraremos en los
poderosos sino en los débiles. No está en lo grande y espectacular sino en lo pobre y
pequeño. Hemos de escuchar el mensaje: vayamos a Belén; volvamos a las raíces de
nuestra fe. Busquemos a Dios donde se ha encarnado
Oración de los fieles:
De rodillas, junto al pesebre, como aquellos pastores en aquella Nochebuena, te
traemos nuestros corazones y todas las necesidades que tenemos, te las
presentamos con la confianza de que sabrás darnos siempre lo mejor para nuestro
crecimiento espiritual. Digamos con fe: R.- Luz del mundo, Ilumínanos.
– Te pedimos, Señor, que atiendas y reconfortes a nuestro Papa, Benedicto XVI para
que con tu ayuda guíe a tu Iglesia hacia buen puerto. (OREMOS)
– Te pedimos, Señor, por los sacerdotes y personas consagradas a ti, para que sean
siempre fieles a tu llamada y sean reflejo para el mundo de esa Luz que hoy nos ha
nacido. (OREMOS)
– Por todos los hombres de la tierra, para que descubran que ese niño que nos nace
es su Creador y Salvador y con gran fe lo adoren y sigan sus enseñanzas. (OREMOS)
– Por todos aquellos que se han alejado de la Iglesia, para que estas fechas de
esperanza y amor les haga volver a Cristo el único y verdadero Salvador. (OREMOS)
- Por todos los que esta noche están solos, o sufren la enfermedad, por los que no
tienen para celebrar esta gran fiesta para que encuentren consuelo y paz con el
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nacimiento de Dios y una mano cercana que les ayude. (OREMOS)
– Por todos los que esta noche trabajan, para que, como aquellos pastores de Belén,
se les aparezcan los ángeles anunciándoles la Buena Nueva. (OREMOS)
Padre, en esta noche tan especial, te pedimos que atiendas las necesidades de tu
pueblo que ha dejado a los pies del niño que duerme en el pesebre. Te lo pedimos
por Él, nuestro Redentor que recién nacido, contigo vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén
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Ofrendas:
PAN: Señor, éste es el pan que nos sirve de alimento. Tómalo tú y transfórmalo en pan
del cielo.
VINO: Señor, este vino significa la alegría de vivir en amistad. Tómalo y transfórmalo
en el vino de tu eucaristía.
CADENAS ROTAS: Señor, estas cadenas rotas simbolizan tu liberación. Que tu poder
rompa todas las esclavitudes y todas nuestras injusticias.
BIBLIA: Señor, esta Biblia es la Palabra de Dios. Que ella nos alimente siempre.
VELAS: Señor, estas velas van a iluminar tu altar. Que ellas sean expresión de nuestra
vida como luz del evangelio a través de nuestro testimonio.
Oración para
Comunión:
después
de
la
Gracias, Señor, por quedarte en mí y junto a cada uno de nosotros hecho alimento,
para ayudarnos a recorrer el camino.
Gracias por las llamadas que continuamente nos haces a seguirte, a testimoniar con
nuestra vida el Evangelio, a ser cepas que den buenos y abundantes frutos.
Gracias por insistir en las llamadas, pese a que nuestras respuestas casi siempre son
negativas, tibias, faltas de coraje y decisión. No te canses Señor.
Ayúdanos con la fuerza de esta comunión a dejarnos transformar, a dejarnos podar y
entrecavar, para que seamos cepas renovadas, que cada cosecha dan mejores
frutos.
Ayúdanos con la fuerza de esta comunión a dejarnos transformar, a dejarnos podar y
entrecavar, para que seamos cepas renovadas, que cada cosecha dan mejores
frutos. Amén.
Despedida:
Que el Niño que nace en Belén, “Misterio de la admirable unión de la Naturaleza
divina y de la Naturaleza humana”, nos bendiga a todos, nos colme de felicidad a
todas nuestras familias, fortalezca todos los lazos sociales, nos sacie de esperanzas y
de ilusiones a todos los habitantes del mundo, de salud a todos los enfermos, haga
brotar la alegría entre los jóvenes y nos lance hacia cotas cada vez más altas de
prosperidad y de solidaridad. Feliz Navidad. Podéis ir en paz.
V- Demos gracias a Dios
“Os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de
David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor”
Fraternidad Franciscana de la Cruz
San Miguel de Serrezuela y Cabezas del Villar en Ávila
y
Torrelodones en Madrid
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