El efecto Hawthorne en los directivos ■ Pedro Serrera Cobos Subdirector General de Sistemas de Información ottoño■2012 Fraternidad Muprespa 140 ¿Puede aumentar la productividad de los empleados el incremento de la luminosidad de la instalación? ¿Y la disminución de la iluminación? El teórico de la organización Elton Mayo (1880-1949) descubrió que tanto un factor como el antagónico son capaces de arrancar grandes dosis de motivación adicional en los trabajadores, simplemente por el hecho de saberse éstos observados durante el experimento, y responder con estímulos positivos a los cambios en sus condiciones laborales. Elton Mayo también descubrió que el efecto champán que producían estos estímulos perdía rápidamente su eficacia, tan pronto los trabajadores se habituaban a convivir con sus nuevas circunstancias y se olvidaban de que formaban parte de un experimento. Este efecto tomó su nombre –Hawthorne- de la enorme fábrica de bienes de consumo eléctricos de Chicago -llegaron a trabajar más de cuarenta mil empleados en su momento álgido-, en la que se realizaron los experimentos sobre la productividad de los trabajadores. Pensemos cuál es el factor capaz de alcanzar el máximo efecto Hawthorne en los empleados de una organización: la rotación interna. En efecto, un cambio en el puesto de trabajo, en los compañeros, en los retos diarios, incluso en la especialidad técnica, genera una tensión que correctamente canalizada puede generar altas dosis de productividad. A sensu contrario, condenar a un trabajador a desarrollar durante años la misma tarea, privándole de los estímulos del cambio, puede conducir a su alienación; y salvo heroicidades difícilmente exigibles a los trabajadores, la motivación y la productividad tenderán asintóticamente al mínimo. Planteo ambos polos con ciertas dosis de exageración, siendo consciente de que existen muchas variables adicionales que influyen en este proceso: las propias condiciones del individuo, su apetito por el cambio, el cuidado de los factores psicosociales, las limitaciones legales, y la propia capacidad de una empresa para manejar con éxito algo tan complejo como una rotación interna. Pero me interesaba plantear la tesis de que inducir el efecto Hawthorne pue- de ser positivo, y que muchas veces no se aborda por un exceso de conservadurismo en las propias empresas. Avanzando algo más, pensemos ahora cuál es el tipo de empleado que está entrenado para desempeñar su máximo rendimiento bajo condiciones de tensión alejadas de su zona de confort: el directivo. Se le presuponen valores como la capacidad de adaptación, el apetito por el cambio, y la innovación espontánea. ¿Y no se maximizan estos valores cuando el directivo se encuentra bajo unas condi- mente se mantienen jugando en una posición defensiva, conservando el territorio ganado? Si buscásemos en sus cajones descubriríamos, allá al fondo, los valores de la innovación y la capacidad de superación de retos; demasiado al fondo. La rotación interna es el factor capaz de alcanzar el máximo efecto Hawthorne en los empleados ■ –y pienso que es evidente, a tenor de los proyectos liderados desde el sector público–. Pero dos elementos desestabilizan y restan eficacia a este dinamismo: las interferencias que provocan los calendarios electorales, y la falta de garantía en la continuidad de un proyecto político, que resta profundidad a los proyectos. El segundo tipo de organizaciones es aquel que es capaz de dinamizar a sus directivos, exigiéndoles respuestas nuevas a problemas nuevos. Que patrocina las rotaciones internas, a sabiendas de que a partir de un determinado nivel directivo prima más el entusiasmo y la capacidad organizativa que los conocimientos técnicos en una determinada materia. Y que pierde el miedo a jugar al ataque, en aras de apostar por una delantera más agresiva, que busca la victoria en la liga. Son pocas las que logran este nivel de dinamismo. Quizás en materia comercial son más empresas las que funcionan de este modo, pero en “procesos” y backoffice es mucho más difícil. Cabe pedir disculpas por el uso del símil futbolístico en algunas metáforas… pero es que el tercer tipo de organizaciones sometidas continuamente al efecto Hawthorne son precisamente los clubes de fútbol. Por último, hay que ser consciente de que éste es un planteamiento conceptual difícil de implementar, y que supone un reto –y un compromiso– para quienes tienen el cometido en las organizaciones de proponer y patrocinar los cambios. Son éstos los máximos directivos o dirigentes, quienes desde sus altas responsabilidades también se ven sometidos al efecto Hawthorne. ottoño■2012 Existen dos tipos de organizaciones en las que el efecto Hawthorne a nivel directivo está presente. El primer tipo es la Administración Pública, que por fuerza moviliza todos los puestos directivos con ocasión de los vaivenes políticos. En este caso el dinamismo está garantizado ■ gestión y organización ciones tan distintas como son un nuevo puesto en su organización? El efecto Hawthorne que experimente, ¿le capacita a superar con éxito retos como son el lanzamiento de una nueva línea de negocio, afrontar una reestructuración departamental o modernizar los sistemas de información? Por el contrario, ¿no encontramos con demasiada frecuencia a directivos que consiguieron grandes logros durante su fase de aterrizaje, y posterior- 141