JACK No era un fantasma quien surgió entre la niebla, sino el mismísimo Jack el Destripador pero, claro, la muchacha no podía saberlo. Ella pensaba que tan sólo era otro posible cliente más. No fue hasta que lo tuvo sobre ella y pudo verle esos ojos desquiciados, cuando se dio cuenta de que su vida corría peligro. La enorme y afilada hoja del cuchillo de carnicero apenas brillaba entre la densa niebla. Más de un siglo después de sus famosos crímenes de Whitechapel, Jack el Destripador volvía a acechar por los callejones más oscuros de Londres. Empuñó con fuerza su arma y degolló a la pobre muchacha, que notó el frío acero penetrando en su cuerpo. Supo en el instante antes de morir que no era un mero imitador, sino el auténtico Jack. Te equivocas −le susurró el asesino a la moribunda−. Tan sólo soy la esencia de Londres. Igor Rodtem (12-10-2010)