REVISIÓN Síndrome metabólico y enfermedad vascular cerebral: evidencias en su tratamiento R.J. Rodríguez-Kú SÍNDROME METABÓLICO Y ENFERMEDAD VASCULAR CEREBRAL: EVIDENCIAS EN SU TRATAMIENTO Resumen. Introducción. La enfermedad vascular cerebral es la causa más frecuente de invalidez en todo el mundo, así como la tercera causa de muerte. Su prevalencia se incrementa con la edad, con la que aparecen, al mismo tiempo, otros factores de riesgo como la hipertensión arterial, la obesidad, la dislipidemia y la diabetes mellitus, que constituyen objetivos del tratamiento profiláctico primario, por ser modificables. En años recientes se ha reconocido la asociación de los mencionados factores de riesgo con el nombre de síndrome metabólico, el cual se asocia con aterosclerosis generalizada y cerebral. Desarrollo. Se analiza la manera en la que los diferentes componentes del síndrome metabólico constituyen, tanto en forma aislada como en conjunto, factores de riesgo para la presentación de enfermedad vascular cerebral y se proponen sugerencias de tratamiento para cada uno, según la mejor evidencia clínica disponible (tratamiento basado en evidencias). Conclusiones. Se propone el control médico integral del síndrome metabólico a través del tratamiento simultáneo de cada uno de sus diferentes componentes; según las evidencias actuales, las modificaciones en el estilo de vida (aumento en la actividad física, reducción de la obesidad y modificaciones dietéticas) constituyen la terapia inicial; en caso de que dichas medidas no fueran suficientes, se recomienda evaluar, con base en la mejor evidencia disponible, el empleo del tratamiento farmacológico correspondiente a cada uno de los componentes del síndrome metabólico. [REV NEUROL 2009; 48: 255-60] Palabras clave. Dislipidemia. Enfermedad vascular cerebral. Glucosa en ayunas elevada. Hipertensión arterial. Obesidad. Síndrome metabólico. INTRODUCCIÓN La enfermedad vascular cerebral (EVC) constituye la principal causa de invalidez de origen no traumático en todo el mundo y es la tercera causa de muerte en los países industrializados, superada únicamente por la cardiopatía isquémica y el cáncer [1,2]. El principal factor determinante para la aparición de EVC es la edad; sin embargo, destacan por su frecuencia otros factores de riesgo, en especial los que predisponen al desarrollo de aterosclerosis [3]. La frecuente presentación clínica simultánea de obesidad, hipertensión arterial sistémica (HTAS), diabetes mellitus (DM) y dislipidemia fue reconocida inicialmente hacia finales de los años sesenta. Posteriormente, se asoció con aterosclerosis sistémica y con la presencia de resistencia a la insulina. La patogénesis incluye tanto una predisposición genética como un estilo de vida sedentario y malos hábitos dietéticos. En un reciente registro que contó con 14 años de seguimiento clínico, se investigó la asociación entre el síndrome metabólico (SM) y la EVC; se encontró una estrecha correlación tanto etiológica, con el SM como un factor de riesgo por sí mismo para la EVC, como desde el punto de vista pronóstico, relación que resultó más significativa que solamente la suma de sus componentes en forma individual [4]. Actualmente se reconoce al SM como un importante factor de riesgo para eventos cardiovasculares adversos y mortalidad [5]. Recientemente, se ha vinculado al SM con aterosclerosis cerebral y con la presencia de infartos cerebrales. Se ha sugerido que su adecuado tratamiento resultaría en una reducción del riesgo relativo de un 19% para todo tipo de EVC [6]. De acuerdo con el National Cholesterol Education Program, Adult Treatment Panel, modificado en el año 2005 por la American Heart Association y el National Heart, Lung and Blood Institute (AHA/NHLBI), el SM se define por la presencia de tres o más de los siguientes componentes [7,8]: – Circunferencia abdominal: > 102 cm en hombres y > 88 cm en mujeres. – Hipertrigliceridemia: triglicéridos séricos > 150 mg/dL, o estar en tratamiento para hipertrigliceridemia. – Hipertensión arterial: prehipertensión según el Seventh report of the Joint National Committee on Prevention, Detection, Evaluation, and Treatment of High Blood Pressure; presión arterial > 130/85 mmHg, o estar en tratamiento farmacológico para hipertensión. – Colesterol-HDL bajo: < 40 mg/dL en hombres y < 50 mg/dL en mujeres, o encontrarse en tratamiento farmacológico para colesterol-HDL bajo. – Glucosa en ayunas elevada: glucosa sérica ≥ 100 mg/dL, o estar en tratamiento farmacológico para hiperglucemia. © 2009, REVISTA DE NEUROLOGÍA El SM es muy común. Afecta al 44% de la población adulta mayor de 50 años en los Estados Unidos. Esta prevalencia se incrementa de forma directamente proporcional con el grado de resistencia a la insulina [9]. Todos los componentes del SM son, por sí mismos y de manera individual, factores de riesgo reconocidos para la aparición de un infarto cerebral; sin embargo, hasta hace pocos años no estaba claro el hecho de que la presentación conjunta de dichos componentes en el SM confiriera un riesgo adicional, o superior, a la suma de aquéllos. Entre las principales evidencias de la relación entre el SM y la EVC se destaca el Cardiovascular Disease Risk Factors Two-Township Study [10]. De este es- REV NEUROL 2009; 48 (5): 255-260 255 Aceptado tras revisión externa: 16.10.08. Departamento de Neurofisiología. Hospital General Regional n.º 1. Instituto Mexicano del Seguro Social. Mérida, Yucatán, México. Correspondencia: Dr. René Jesús Rodríguez Kú. Centro Médico de las Américas. Calle 54, n.º 365. L-114 por 33-A y Avda. Pérez Ponce, Centro. CP 97000. Mérida, Yucatán, México. E-mail: [email protected] R.J. RODRÍGUEZ-KÚ tudio destaca que se señale una correlación en- Tabla. Clasificación de recomendaciones/nivel de evidencia según la American Heart Assotre la aparición de EVC y el ser o no portador ciation/American Stroke Association. del SM. Clasificación Definición de la evidencia Recientemente ha surgido evidencia de que el SM está asociado con la aparición de lesiones Clase I La intervención es útil y efectiva cerebrales silentes, independientemente de otros Clase II Evidencia conflictiva acerca de la utilidad y/o eficacia del tratamiento factores de riesgo para el ictus isquémico; más aún, existe una correlación directamente proporClase IIa El análisis de la evidencia/opinión está a favor de su utilidad/eficacia cional entre el número de componentes del SM Clase IIb Utilidad o eficacia no tan bien establecida por la evidencia y la prevalencia de lesiones cerebrales silentes, lo cual se ha propuesto que podría utilizarse coClase III No útil o no efectiva y/o puede resultar dañina mo una herramienta de diagnóstico e incluso de Nivel de evidencia pronóstico en la EVC [11,12]. Por otra parte, se ha encontrado estrecha correlación entre la preA Suficiente evidencia de ensayos aleatorizados múltiples sencia del SM y la aparición de aterosclerosis B Evidencia limitada, ya sea de ensayos clínicos simples sistémica, evidenciada por registros de aterosu otros estudios clínicos no aleatorizados clerosis carotídea subclínica [13]. También se C Basada en opinión de expertos, casos de estudio ha relacionado con el tamaño de la placa ateroso en ‘estándares’ (guías o protocolos de tratamiento) clerosa coronaria [14]; aún más, evidencias recientes sugieren que el SM puede considerarse un factor de riesgo para EVC independiente de la DM tipo 2 [15,16]. En mujeres, el SM es un factor de riesgo lugar, señalar la estrecha relación etiológica entre el SM y la mayor que en hombres para la aparición de aterosclerosis caro- EVC de tipo isquémico (EVCi); al mismo tiempo, se proponen tídea temprana [17]; sin embargo, en hombres de edad media pautas para su tratamiento, basándose en los mejores niveles de sin enfermedad cardiovascular ni diabetes, la presencia de tres o evidencia clínica disponibles. más de los parámetros del SM incrementa la mortalidad al doble [18]. Se ha implicado al SM incluso con la patogenia de la enfermedad de Alzheimer; aunque parece no incrementar la mor- OBESIDAD ABDOMINAL talidad, la enfermedad de Alzheimer se diagnostica de forma El incremento poblacional de la obesidad observado en años remás temprana a los pacientes portadores del SM [19]. cientes representa un problema de salud pública. El índice de Aunque se reconoce actualmente que el SM es una condi- masa corporal permite una estimación de la presencia o no de ción patofisiológica única y se ha analizado tanto como factor sobrepeso, o bien, de franca obesidad. Los adultos con un índide riesgo como de pronóstico para EVC, existen dos puntos de ce de masa corporal ≥ 25 kg/m2 se consideran con sobrepeso; ≥ vista en cuanto a la mejor estrategia terapéutica para pacientes 30 kg/m2, como obesos; y ≥ 40 kg/m2, como portadores de obecon SM para reducir el riesgo de EVC. El primero consiste en sidad patológica o mórbida [26]. Posiblemente, el efecto más evaluar y tratar a cada uno de sus componentes en forma sepa- significativo a corto plazo de la obesidad sea psicosocial [27]; rada, señalados en forma individual para cada uno de los com- sin embargo, se reconoce cada vez más como un factor indirecponentes del síndrome y basados en las guías de tratamiento de to de riesgo cardiovascular, especialmente la obesidad de tipo la AHA y la American Stroke Association (ASA) para la pre- ‘central’ o del tronco [28], que se considera como un criterio vención de la EVC [20,21]. Por otra parte, el segundo punto de diagnóstico para la presencia de SM. El tejido adiposo desemvista incluye un enfoque terapéutico global, que estaría dirigi- peña un papel vital en el desarrollo de inflamación, hipertendo a implementar terapias tendentes a reducir los factores de sión y dislipidemia, lo que, a su vez, puede conducir al desarroriesgo en forma simultánea [22]. Se han realizado modelos llo de resistencia a la glucosa, DM tipo 2, aterosclerosis y trompredictivos epidemiológicos que tratan de dilucidar la cues- bosis [29]. Resulta claro el hecho de que una dieta inadecuada, tión, sin haberse podido aclarar en forma concluyente [23,24]. un estilo de vida sedentario y la obesidad son los tres factores Es de destacar que ambos enfoques no resultan mutuamente ex- de riesgo de estilo de vida más importantes para el desarrollo de DM tipo 2 [30]. La obesidad también aumenta el riesgo de cluyentes. Las guías de tratamiento de la AHA/NHBLI, así como dife- otras enfermedades crónicas, como osteoartritis, apnea del suerentes análisis estadísticos, sugieren que para reducir el riesgo ño e, incluso, algunos tipos de neoplasia. El aumento de peso de EVC es esencial que el tratamiento del SM debe dirigirese en la edad media, e incluso el sobrepeso en forma aislada, se hacia el tratamiento estricto de los factores de riesgo subyacen- asocian con un incremento en el riesgo de muerte. En adultos tes (resistencia a la insulina, obesidad abdominal) y en forma mayores de 50 años, el riesgo de muerte se incrementa del 20 al específica hacia los factores de riesgo cardiovascular indivi- 50% en personas con sobrepeso [31]. Las medidas tendentes a provocar y mantener cambios en el dualmente (hipertensión, diabetes, dislipidemia) [25]. Se recomienda, entonces, evaluar la relevancia de las medidas terapéu- estilo de vida de los obesos, incluyendo la reducción del peso, ticas señaladas en forma individual para cada uno de los com- la disminución del índice de masa corporal (debe mantenerse ponentes del síndrome, de acuerdo con la clase de recomenda- entre 18,5 y 24,9 kg/m2), así como una circunferencia abdomición y el nivel de evidencia correspondientes definidos según la nal < 102 cm en hombres y < 88 cm en mujeres, asociadas a la AHA/ASA y citados en forma individual para cada factor de realización de ejercicio cotidiano, constituyen importantes estrategias de prevención primaria para la aparición de EVC (reriesgo analizado [8] (Tabla). Los objetivos primarios del presente trabajo son, en primer comendación clase IIb, nivel de evidencia C) [32,33]. 256 REV NEUROL 2009; 48 (5): 255-260 SÍNDROME METABÓLICO Y EVC HIPERTENSIÓN ARTERIAL La HTAS es, sin duda, el factor de riesgo modificable aislado más importante para la aparición de EVC, tanto isquémica como hemorrágica [34,35]. La presencia de HTAS aumenta de 3 a 5 veces el riesgo de EVC en comparación con sujetos normotensos [36]. Su prevalencia aumenta con la edad, y se incrementa especialmente la presencia de hipertensión sistólica aislada, que es susceptible de recibir tratamiento específico [37]. La HTAS incrementa también indirectamente el riesgo de infarto cerebral, ya que favorece el desarrollo de aterosclerosis. Asimismo, provoca degeneración lipohialinótica de la pared de las arteriolas penetrantes en el encéfalo, con lo que puede producir infartos lacunares. La coexistencia de HTAS con otros factores de riesgo aumenta la probabilidad de sufrir EVC, y también se asocia con una peor evolución; menos del 40% de hipertensos con EVC logra regresar a una vida útil [38]. La mejoría en el control de la HTAS alcanzada el siglo pasado se considera la principal razón para la reducción en la morbimortalidad de la EVC [39]. Múltiples estudios prospectivos multicéntricos han comprobado el enorme beneficio derivado del tratamiento adecuado de la HTAS [40-42]; por tanto, y según revisiones sistemáticas, existe un consenso generalizado de que los pacientes con HTAS deben recibir tratamiento [43,44]. El tratamiento medicamentoso debe iniciarse después del período hiperagudo de la EVC [45], tanto en pacientes hipertensos con eventos cerebrovasculares isquémicos como en aquéllos con ataques isquémicos transitorios (recomendación clase I, nivel de evidencia A) [46]. Como medida de prevención secundaria en pacientes con EVC, es recomendable mantener las cifras tensionales en niveles óptimos, o sea, una tensión arterial sistólica ≤ 120 mmHg y diastólica ≤ 80 mmHg (recomendación clase IIa, nivel de evidencia B); es recomendable alcanzar estas cifras con cambios en el estilo de vida, incluyendo modificaciones en la dieta y la práctica de ejercicio físico. En caso de requerirse farmacoterapia, revisiones sistemáticas sugieren que los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina o los bloqueadores de los receptores de angiotensina son los medicamentos de primera elección [47], aunque se sugiere que el tratamiento sea individualizado; los diuréticos tiacídicos deben ser parte del tratamiento inicial, a menos que exista alguna contraindicación (recomendación clase I, nivel de evidencia A) [48,49]. DIABETES MELLITUS Y GLUCOSA EN AYUNAS ELEVADA Diferentes estudios han mostrado que la incidencia de EVC aumenta de 2 a 4 veces en pacientes con DM. Asimismo, la gravedad y mortalidad del infarto cerebral son mayores en diabéticos [50]. La elevada morbimortalidad cardiovascular de la DM es consecuencia del daño macro y microvascular inducido por la enfermedad a través de múltiples mecanismos, incluyendo aterosclerosis precoz por daño metabólico al endotelio vascular y por la dislipidemia asociada [51]. Se ha demostrado que el tratamiento estricto de la hiperglucemia previene el desarrollo de las complicaciones microvasculares asociadas a la DM, lo que sugiere que el riesgo de EVC también disminuye al controlarla, especialmente enfocada de manera multidisciplinaria [52]. Además, se sabe que el control de las cifras tensionales en los diabéticos requiere ser más estricto [53]. Deben mantenerse valores REV NEUROL 2009; 48 (5): 255-260 < 130/80 mmHg (recomendación clase IIa, nivel de evidencia B). En lo que se refiere estrictamente a la elevación de la glucosa sérica en ayunas a niveles > 100 mg/dL que caracterizan al SM, ésta es una manifestación típica de resistencia a la insulina y conlleva el mayor valor predictivo para la aparición de DM, por lo que se recomienda intensificar en este caso los cambios en el estilo de vida necesarios para prevenir su aparición [54]. En pacientes diabéticos que han presentado ataques isquémicos transitorios o isquemia cerebral previa, la meta es alcanzar cifras de glucemia en ayuno < 100 mg/dL para evitar complicaciones microvasculares (recomendación clase I, nivel de evidencia A) y una hemoglobina glucosilada (Hb-A1c) < 7% (recomendación clase IIa, nivel de evidencia B) [55]. DISLIPIDEMIA La dislipidemia favorece el desarrollo de aterosclerosis. Hay abundantes evidencias de una relación inversa entre el colesterolHDL y el riesgo de enfermedad cardiovascular [56]. Numerosos ensayos clínicos han mostrado que el empleo de los inhibidores de la 3-hidroxi-3-metilglutaril coenzima A reductasa (HMGCoA) o estatinas ayuda a disminuir el riesgo para enfermedad vascular cerebral en pacientes con dislipidemia. Más aún, cuando los datos se combinan en metaanálisis, los resultados alcanzados en la reducción del riesgo relativo para EVCi resultan semejantes a los de los antiagregantes plaquetarios [57], lo que parece no guardar una relación con la reducción del nivel de colesterol. Esto sugeriría que poseen efectos terapéuticos adicionales (llamados ‘pleiotrópicos’) en la prevención de la EVCi, ya sea por estabilización de la placa aterosclerótica, por modificación de la agregación plaquetaria o por cambios en la coagulación, efecto antiinflamatorio y/o por una mejoría de la reactividad vasomotora [58]. Por revisiones sistemáticas en estudios de metaanálisis, se sabe que el control estricto de la hiperlipidemia por dieta y medicamentos lleva a la ‘regresión’ de las lesiones ateroscleróticas (placas de ateroma) en la arteria carótida [59]. De esta forma, el control de la dislipidemia es un factor clave para la prevención de la EVCi. Éste debe incluir el empleo de una estatina. En pacientes con aterosclerosis sintomática, el objetivo es la reducción del colesterol-LDL < 100 mg/dL y a < 70 mg/dL en personas con muy alto riesgo, es decir, que tengan varios factores de riesgo o que éstos se encuentren mal controlados (recomendación clase I, nivel de evidencia A). Los pacientes con niveles bajos de colesterol-HDL podrían tratarse con niacina o gemfibrocilo (recomendación clase IIb, nivel de evidencia B) [60]. La mayoría de los pacientes tolera bien las estatinas, aunque se les debe advertir de posibles efectos secundarios, como hepatopatías y miopatías [61], en especial cuando deban emplearse en combinación con fibratos (ya sea gemfibrocilo o fenofibrato). DISCUSIÓN El análisis de los mencionados factores de riesgo, agrupados juntos en el SM, muestra un claro incremento del riesgo estadístico en la aparición clínica de EVC, lo que se apoya aún más con las evidencias previamente mencionadas durante el desarrollo del presente trabajo: en 3.453 pacientes se encontraron 135 eventos isquémicos cerebrales en el seguimiento durante seis años. La presencia de SM parecía predecir la aparición de EVCi. La tasa de riesgo añadido fue de un 5,2% [10]. Kurl et al 257 R.J. RODRÍGUEZ-KÚ realizaron un estudio poblacional aleatorizado prospectivo durante 14 años. Los hombres con SM tenían un riesgo incrementado en 2,1 veces para todo tipo de EVC y en 2,4 veces para EVCi, después de ajustes por tabaquismo, alcohol, historia familiar de enfermedad coronaria y nivel socioeconómico [62]. El análisis de Ovbiagele et al de 476 pacientes del Warfarin-Aspirin Symptomatic Intracranial Disease Trial mostró que el tiempo de aparición para un EVC, infarto miocárdico o muerte de origen vascular era menor en pacientes con SM, y que estaba presente en la mitad de los pacientes con aterosclerosis [63]. Los datos anteriores resaltan la participación del SM como factor de riesgo para la aparición de la EVC. En cuanto a la aparente divergencia acerca de las tendencias terapéuticas dirigidas al SM como factor de riesgo cardiovascular (tomado como factor de riesgo per se, o bien enfocado hacia cada uno de sus componentes en forma individual), e independientemente de las definiciones empleadas, aún deben aclararse los mecanismos patogénicos subyacentes; sin embargo, se sabe ahora que éstos incluyen una predisposición genética, obesidad abdominal, un estilo de vida sedentario y la ingesta dietética, por lo que los médicos deben tratar en forma agresiva los factores de riesgo metabólicos subyacentes para prevenir la aparición del SM y evitar así la progresión a enfermedades más serias, como la EVC [23]. Asimismo, sigue siendo controvertido el hecho de que pudiera tomarse como un factor de riesgo mayor que la suma de sus partes [24,64]. Sin embargo, existe un consenso generalizado de que el enfoque terapéutico debe orientarse hacia los factores de riesgo cardiovascular específicos, componentes del SM, analizados en forma individual, en especial en vista de que varios de los factores de riesgo o criterios de diagnóstico del SM comparten recomendaciones de tratamiento y de que la evidencia encontrada no apoya en forma concluyente la hipótesis de que el enfoque terapéutico deba dirigirse solamente al SM. Aunque existe motivación clínica y epidemiológica para diferenciar en forma práctica entre los dos enfoques terapéuticos mencionados, la impresión global en el momento actual es la de que probablemente esta diferencia sería muy pequeña y no significativa en el tratamiento de cada paciente tomado individualmente. Este trabajo no constituye en sí un intento de revisión sistemática del tratamiento basado en evidencias del SM como factor de riesgo para la EVC. Sin embargo, teniendo presente que el objetivo primario del tratamiento es reducir su riesgo aterogénico, se propone el control médico integral de los diferentes componentes del SM, para disminuir así su papel como factor de riesgo para la EVC, a través del tratamiento simultáneo y conjunto de cada uno de dichos componentes. Se sugiere adoptar las siguientes recomendaciones basadas en las evidencias, derivadas en gran parte de las recomendaciones de la AHA/ ASA, la American Academy of Neurology [65], el NHBLI y la American Diabetes Association, existentes en las guías de tratamiento clínico de los diferentes factores de riesgo. En el tratamiento dirigido al síndrome metabólico tomado como factor de riesgo para EVC, válido simultáneamente para todos y cada uno de sus componentes, constituyen una medida terapéutica de primera línea la reducción del peso y el incremento en la actividad física (recomendación clase I, nivel de evidencia tipo A). Dichos cambios en el estilo de vida son parte esencial en el tratamiento clínico del SM [66]. Estos cambios deben asociarse a una reducción en la ingesta de grasas saturadas (hasta menos de un 7% del total de las calorías) y de colesterol (< 200 mg/dL/ 258 día), más otras medidas, como el aumento en el consumo de fibras solubles [67]. El ejercicio físico regular mejora en forma significativa el perfil de los factores de riesgo, tanto en hombres como en mujeres. Específicamente, puede reducir la presión arterial, reduce la resistencia a la insulina, aumenta los niveles de colesterol-HDL y puede, en algunas personas, ayudar a reducir los niveles de colesterol-LDL [68]. Al mismo tiempo, la disminución de peso puede reducir todos los factores de riesgo del SM. Se puede considerar la recomendación de al menos 30 minutos de actividad física moderada a intensa la mayoría de los días de la semana para reducir los factores de riesgo y condiciones comórbidas que aumentan la recurrencia de un infarto cerebral (recomendación clase IIb, nivel de evidencia C) [69]. La AHA recomienda alcanzar el control de los mencionados factores de riesgo cardiovascular componentes del SM, tanto en hombres como en mujeres en edad adulta, con siete medidas que logren modificar el estilo de vida [26,70,71]: – Dieta saludable (que incluya frutas, vegetales y cereales). – Mantener un índice de masa corporal ideal: 18,5-24,9 kg/m2. – Alcanzar un perfil de lípidos deseable: colesterol-LDL ≤ 100 mg/dL; colesterol-HDL > 40 mg/dL en hombres y > 50 mg/dL en mujeres. – Normalizar las cifras de tensión arterial: sistólica < 120 mmHg y diastólica < 80 mmHg. – Controlar las cifras de glucosa sérica: glucosa en ayunas ≤ 100 mg/dL. – Ejercicio físico regular: caminar a paso vivo 30 min al día. – Evitar el uso y/o exposición al tabaco. Estos cambios en el estilo de vida deben considerarse permanentes [72]. En el caso de que dichos cambios en el estilo de vida no resultasen suficientes para alcanzar los diferentes parámetros de control recomendados, se considerará añadir el tratamiento farmacológico mencionado para cada uno de los componentes del SM [8,36,51,55,66,67,69,71,73,74]. CONCLUSIONES El SM constituye un factor de riesgo reconocido para el riesgo de desarrollo de aterosclerosis generalizada y cerebral y, en consecuencia, para la presentación clínica de EVC. Los objetivos primarios del tratamiento deben dirigirse hacia el control de los factores de riesgo cardiovascular aterogénicos, componentes de dicho síndrome, a través de lo cual se reducirá el papel del SM como un factor de riesgo para la EVC. Frente a las diferentes tendencias terapéuticas encontradas, divergentes en apariencia, se propone el control médico integral del SM a través del tratamiento simultáneo de cada uno de sus diferentes componentes. Según las evidencias disponibles, las modificaciones en el estilo de vida, con aumento en la actividad física diaria, disminución de la obesidad y modificaciones dietéticas, constituyen la terapia inicial recomendada para el control y tratamiento del SM. En el caso de que dichas medidas no fueran suficientes, se recomienda evaluar el empleo de terapia farmacológica. Aún existen temas pendientes por aclarar, tema de futuras investigaciones tanto básicas como clínicas y epidemiológicas, lo que permitirá refinar los conocimientos obtenidos y poder aplicarlos a la práctica clínica diaria, sumándolos a las recomendaciones establecidas o, en su caso, modificándolas. REV NEUROL 2009; 48 (5): 255-260 SÍNDROME METABÓLICO Y EVC BIBLIOGRAFÍA 1. Sacco RL. The William Feinberg Lecture 2006: shifting the paradigm from stroke to global vascular risk estimation. Stroke 2007; 38: 1980-7. 2. Gil de Castro R, Gil-Núñez AC. Factores de riesgo del ictus isquémico. Rev Neurol 2000; 31: 314-23. 3. Gorelick PB. Stroke prevention therapy beyond antithrombotics; unifying mechanisms in ischemic stroke pathogenesis and implications for therapy; an invited review. Stroke 2002; 33: 862-75. 4. Wang J, Ruotsalainen S, Moilanen L, Lepisto P, Laasko M, Kuusisto J. The metabolic syndrome predicts incident stroke: a 14-year follow-up study in elderly Finns. Stroke 2008; 39: 1078-83. 5. Malik S, Wong ND, Franklin SS, Kamath TV, L’Italien GJ, Pio JR, et al. Impact of the metabolic syndrome on mortality from coronary heart disease, cardiovascular disease, and all causes in United States adults. Circulation 2004; 285: 2486-97. 6. Boden-Albala B, Sacco R, Lee HS, Grahame-Clarke C, Rundek T, MD, Elkind M, et al. Metabolic syndrome and ischemic stroke risk. Northern Manhattan Study. Stroke 2008; 39: 30-5. 7. Executive summary of the third report of the National Cholesterol Education Program (NCEP) Expert Panel on Detection, Evaluation, and Treatment of High Blood Cholesterol in Adults (Adult Treatment Panel (ATP). Third report of the NCEP-ATP. JAMA 2001; 285: 2486-752. 8. Grundy SM, Cleeman JI, Daniels SR, Donato KA, Eckel RH, Franklin BA, et al. Diagnosis and management of the metabolic syndrome. An American Heart Association/Nation Heart, Lung, and Blood Institute scientific statement. Circulation 2005; 112: 2735-52. 9. Alexander CM, Landsman PB, Teutsch SM, Haffner SM. NCEP-defined metabolic syndrome, diabetes, and prevalence of coronary heart disease among NHANES III participants age 50 years and older. Diabetes 2003; 52: 1210-4. 10. Chen HJ, Bai CH, Yeh WT, Chiu HC. Influence of metabolic syndrome and general obesity on the risk of stroke. Stroke 2006; 37: 1060-4. 11. Bokura H, Yamaguchi S, Iijima K, Nagai A, Oguro H. Metabolic syndrome is associated with silent ischemic brain lesions. Stroke 2008; 39: 1607-9. 12. Kwon, HM, Kim BJ, Lee S-H, Choi SH, Oh BH, Yoon BW. Metabolic syndrome as an independent risk factor of silent brain infarction in healthy people. Stroke 2006; 37: 466-70. 13. Rundek T, White H, Boden-Albala B, Jin Z, Elkind M, Sacco RL. The metabolic syndrome and subclinical carotid atherosclerosis: the Northern Manhattan Study. J Cardiometab Syndr 2007; 2: 24-9. 14. Butler J, Mooyaart E, Dannemann N, Bamberg F, Shapiro M, Ferencik M, et al. Relation of the metabolic syndrome to quantity of coronary atherosclerotic plaque. Am J Cardiol 2008; 101; 8: 1127-30. 15. Najarian R, Sullivan L, Kannel W, Wilson P, D’Agostino R, Wolff P. Metabolic syndrome compared to type 2 diabetes mellitus as a risk factor for stroke. Arch Int Med 2006; 166: 2106-11. 16. McNeill A, Rosamond W, Girman C, Golden S, Schmidt MI, East H, et al. The metabolic syndrome and 11-year risk of incident cardiovascular disease in the Atherosclerosis Risk in Communities Study. Diabetes Care 2005; 28: 385-90. 17. Iglseder B, Cip P, Malaimare L, Ladurner G, Paulweber B. The metabolic syndrome is a stronger risk factor for early carotid atherosclerosis in women than in men. Stroke 2005; 36: 1212-7. 18. Lakka HM, Laaksonen DE, Lakka TA, Niskanen LK, Kumpusalo E, Tuomilehto J, et al. The metabolic syndrome and total and cardiovascular disease mortality in middle-aged men. JAMA 2002; 288: 2709-16. 19. Vilalta-Franch J, López-Pousa S, Garre-Olmo J, Turón-Estrada A, Pericot-Nierga I. Síndrome metabólico en la enfermedad de Alzheimer: influencias clínicas y evolutivas. Rev Neurol 2008; 46: 13-7. 20. Goldstein LB, Adams R, Alberts MJ, Appel LJ, Brass LM, Bushnell CD, et al. Primary prevention of ischemic stroke: a guideline from the American Heart Association/American Stroke Association Stroke Council: cosponsored by the Atherosclerotic Peripheral Vascular Disease Interdisciplinary Working Group; Cardiovascular Nursing Council; Clinical Cardiology Council; Nutrition, Physical Activity, and Metabolism Council; and the Quality of Care and Outcomes Research Interdisciplinary Working Group: the American Academy of Neurology affirms the value of this guideline. Stroke 2006; 37: 1583-633. 21. Sacco RL. Secondary prevention after ischaemic stroke: risk factor management. In: Cerebrovascular diseases. American Academy of Neurology, 60th Annual Meeting. Chicago, 12-19 de abril de 2008. 22. Grundy SM. Does a diagnosis of metabolic syndrome have value in clinical practice? Am J Clin Nutr 2006; 83: 1248-51. 23. Arenillas JF, Moro MA, Davalos A. The metabolic syndrome and stroke: potential treatment approaches. Stroke 2007; 38: 2196-203. 24. Kurth T, Logroscino G. The metabolic syndrome. More than the sum of its components? Stroke 2008; 39: 1068-9. REV NEUROL 2009; 48 (5): 255-260 25. Cooper-De Hoff RM, Pepine CJ. Metabolic syndrome and cardiovascular disease: challenges and opportunities. Clin Cardiol 2007; 30: 593-7. 26. Centers for Disease Control and Prevention. URL: http://www.cdc.gov/ mmwr/preview/mmwrhtml/mm5536a1.htm?s_cid=mm5536a1_e. [26.10.2007]. 27. Ogden CL, Carroll MD, Curtin LR, McDowell MA, Tabak CJ, Flegal KM. Prevalence of overweight and obesity in the United States,19992004. JAMA 2006; 295: 1549-55. 28. Farin HMF, Abbasi F, Reaven GM. Body mass index and waist circumference both contribute to differences in insulin-mediated glucose disposal in non diabetic adults. Am J Clin Nutr 2006; 83: 47-51. 29. Eckel RH, Grundy SM, Zimmet PZ. The metabolic syndrome. Lancet 2005; 365: 1415-28. 30. Wing RR, Goldstein MG, Acton KJ, Birch LL, Jakicic JM Sallis JF Jr, et al. Behavioral science research in diabetes: lifestyle changes related to obesity, eating behavior and physical activity. Diabetes Care 2001; 24: 117-23. 31. Adams K, Schatzkin A, Harris T, Kipnis V, Mouw T, Ballard-Barbash R, et al. Overweight, obesity and mortality in a large prospective cohort of persons 50 to 71 years old. N Engl J Med 2006; 355: 763-8. 32. Klein S, Burke LE, Bray GA, Blair S, Allison DB, Pi-Sunyer X, et al. American Heart Association Council on Nutrition, Physical Activity, and Metabolism; American College of Cardiology Foundation. Clinical implications of obesity with specific focus on cardiovascular disease: a statement for professionals from the American Heart Association Council on Nutrition, Physical Activity, and Metabolism: endorsed by the American College of Cardiology Foundation. Circulation 2004; 110: 2952-67. 33. Sacco RL, Adams R, Albers G, Alberts MJ, Benavente O, Furie K, et al. Guidelines for prevention of stroke in patients with ischemic stroke or transient ischemic attack. A statement of the American Heart Association/American Stroke Association Council on Stroke: co-sponsored by the Council on Cardiovascular Radiology and Intervention; the American Academy of Neurology affirms the value of this guide. Stroke 2006; 37: 577-617. 34. Staessen JA, Wang J. Blood-pressure lowering for the secondary prevention of stroke. Lancet 2001; 358: 1026-7. 35. Droste DW, Ritter MA, Dittrich R, Heidenreich S, Wichter T, Freund M, et al. Arterial hypertension and ischaemic stroke. Acta Neurol Scand 2003; 107: 241-51. 36. Chobanian AV, Bakris GL, Black HR, Cushman WC, Green LA, Izzo JL Jr, et al. Joint National Committee on Prevention, Detection, Evaluation, and Treatment of High Blood Pressure; National High Blood Pressure Education Program Coordinating Committee. Seventh report of the Joint National Committee on Prevention, Detection, Evaluation, and Treatment of High Blood Pressure. Hypertension 2003; 42: 1206-52. 37. Nawrot T, Den Hond E, Thijs L, Staessen JA. Isolated systolic hypertension and the risk of cardiovascular disease. Curr Hypertension Rep 2003; 5: 372-9. 38. Thom T, Haase N, Rosamond W, Howard VJ, Rumsfeld J, Manolio T, et al. Heart disease and stroke statistics-2006 update: a report from the American Heart Association Statistics Committee and Stroke Statistics Subcommittee. Circulation 2006; 113: 85-151. 39. Hayes SN. Preventing cardiovascular disease in women. Am Fam Phys 2006; 74: 1331-40. 40. Bosch J, Yusuf S, Pogue J, Sleight P, Lonn E, Rangoonwala B, et al, HOPE investigators. Heart outcome prevention evaluation. Use of ramipril in preventing stroke: double blind randomized trial. BMJ 2002; 358: 1194-5. 41. Deveraux RB, Dahlöf B, Kjeldsen S, Julius S, Aurup P, Beevers G, et al, LIFE Study Group. Effects of losartan or atenolol in hypertensive patients without clinically evident vascular disease, a substudy of the LIFE randomized trial. Ann Intern Med 2003; 139: 169-77. 42. Chapman N, Huxley R, Anderson C, Bousser MG, Chalmers J, Colman S, et al. Writing Committee for the PROGRESS Collaborative Group. Effects of perindopril-based blood pressure-lowering regimen on the risk of recurrent stroke according to stroke subtype and medical history: the PROGRESS trial. Stroke 2004; 35: 116-21. 43. Rashid P, Leonardi-Bee J, Bath P. Blood pressure reduction and secondary prevention of stroke and other vascular events: a systematic review. Stroke 2003; 34: 2741-8. 44. Hajjar I, Kotchen TA. Trends in prevalence, awareness, treatment, and control of hypertension in the United States, 1988-2000. JAMA 2003; 290: 199-206. 45. MacMahon S, Rodgers A, Neal B, Woodward M, Chalmers J. The lowering of blood pressure after stroke. Lancet 2002; 358: 1994-5. 46. Johnston SC, Nguyen-Huynh MN, Schwarz ME, Fuller K, Williams CE, 259 R.J. RODRÍGUEZ-KÚ Josephson SA, et al. National Stroke Association guidelines for the management of transient ischemic attacks. Ann Neurol 2006; 60; 301-13. 47. Matchar DB, McCrory DC, Orlando LA, Patel MR, Patel UD, Pathwardan MB, et al. Systematic review: comparative effectiveness of angiotensin-converting enzyme inhibitors and angiotensin II receptor blockers for treating essential hypertension. Ann Intern Med 2008; 148: 16-29. 48. Mosca L, Appel LJ, Benjamin EJ, Berra K, Chandra-Strobos N, Fabunmi RP, et al, for the American Heart Association. Evidence-based guidelines for cardiovascular disease prevention in women. Circulation 2004; 109: 672-93. 49. Iadecola C, Gorelick PB. Hypertension, angiotensin and stroke; beyond blood pressure. Stroke 2004; 35: 340-50. 50. American Diabetes Association. Implications of the diabetes control and complications trial. Diabetes Care 2003; 26 (Suppl 1): S25-7. 51. Nathan DM, Cleary PA, Backlund JY, Genuth SM, Lachin JM, Orchard TJ, et al, for the Diabetes Control and Complications Trial/Epidemiology of Diabetes Interventions and Complications (DCCT/ EDIC) Study Research Group. Intensive diabetes treatment and cardiovascular disease in patients with type 1 diabetes. N Engl J Med 2005; 353: 2643-53. 52. Gaede P, Vedel P, Larsen N, Jensen GV, Parving HH, Pedersen O. Multifactorial intervention and cardiovascular disease in patients with type 2 diabetes. N Engl J Med 2003; 348: 383-93. 53. Schram MT, Van Ittersum FJ, Spoelstra-de Man A, Van Dijk RA, Schalkwick CG, Ijzerman RG, et al. Aggressive antihypertensive therapy based on hydrochlorothiazide, candesartan or lisinopril as initial choice in hypertensive type II diabetic individuals: effects on albumin excretion, endothelial function and inflammation in a double-blind, randomized clinical trial. J Hum Hypertens 2005; 19: 429-37. 54. Liao Y, Kwon S, Shaughnessy S, Wallace P, Hutto A, Jenkins AJ, et al. Critical evaluation of adult treatment panel III criteria in identifying insulin resistance with dyslipidemia. Diabetes Care 2004; 27: 978-83. 55. American Diabetes Association. Standards of medical care in diabetes. Diabetes Care 2006; 29 (Suppl 1): S4-42. 56. Sniderman AD, Lamarche B, Tilley J, Seccombe D, Frohlich J. Hypertriglyceridemic hyperapoB in type 2 diabetes. Diabetes Care 2002; 25: 579-82. 57. Amarenco P, Bogousslavsky J, Callahan AS, Goldstein L, Hennerici M, Sillsen H, et al. Stroke Prevention by Aggressive Reduction in Cholesterol Levels (SPARCL). N Engl J Med 2006; 355: 549-59. 58. Castilla-Guerra L, Fernández-Moreno MC, López-Chozas JM, JiménezHernández MD. Estatinas y enfermedad cerebrovascular: nuevas perspectivas en la prevención del ictus. Rev Neurol 2007; 44: 95-100. 59. Amarenco P, Labreuche J, Lavallee P, Touboul PJ. Statins in stroke prevention and carotid atherosclerosis: systematic review and up-to date meta-analysis. Stroke 2004; 35: 2902-9. 60. Grundy SM, Cleeman JI, Merz CN, Brewer HB Jr, Clark LT, Hunninghake DB, et al. Implications of recent clinical trials for the National Cholesterol Education Program Adult Treatment Panel III Guidelines. Circulation 2004; 110: 227-39. 61. Grundy SM, Vega GL, Yuan Z, Battisti WP, Brady WE, Palmisano J. Ef- fectiveness and tolerability of simvastatin plus fenofibrate for combined hyperlipidemia (the SAFARI trial). Am J Cardiol 2005; 95: 462-8. 62. Kurl S, Laukkanen JA, Niskanen L, Laaksonen D, Sivenius J, Nyyssonen K, et al. Metabolic syndrome and the risk of stroke in middle-aged men. Stroke 2006; 37: 806-11. 63. Ovbiagele B, Saver JL, Lyn MJ, Chimowitz M. WASID Study Group. Impact of metabolic syndrome on prognosis of symptomatic intracranial atherostenosis. Neurology 2006; 66: 1344-9. 64. Lann D, Galagher E, Leroith D. Insulin resistance and the metabolic syndrome. Minerva Med 2008; 99: 253-62. 65. American Academy of Neurology 2008 clinical practice guidelines. URL: http:/www.aan.com. [10.09.2008]. 66. Liechtenstein AH, Appel LJ, Brands M, Carnethon M, Daniels S, Franch HA, et al. Diet and lifestyle recommendations revision 2006. A scientific statement from the American Heart Association Nutrition Committee. Circulation 2006; 114: 82-96. 67. Pearson TA, Bazzare TL, Daniels SR, Fair JM, Fortman SP, Franklin BA, et al. American Heart Association guide for improving cardiovascular health at community level: a statement of public health practitioners, healthcare, providers and health policy makers from the American Heart Association. Expert panel on populations and prevention science. Circulation 2003; 107: 645-51. 68. Endres M, Gertz K, Lindauer U, Katchanov J, Schultze J, Schrök H, et al. Mechanisms of stroke protection by physical activity. Ann Neurol 2003; 54: 582-90. 69. Gordon N, Gulanick M, Costa F, Fletcher G, Franklin BA, Roth EJ, et al. Physical activity and exercise recommendations for stroke survivors: an American Heart Association scientific statement from the Council on Clinical Cardiology, Subcommittee on Exercise, Cardiac Rehabilitation and Prevention; the Council on CardiovascularNursing, the Council on Nutrition, Physical Activity and Metabolism; and the Stroke Council. Stroke 2004; 35: 1230-40. 70. Damlo S. American Heart Association publishes guidelines on CVD prevention in women. Am Fam Phys 2007; 75: 1089-92. 71. Rosamond W, Flegal K, Furie K, Go A, Greenlund K, Haase N, et al, for the American Heart Association Statistics Committee and Stroke Statistics Subcommittee. AHA statistical update; heart disease and stroke statistics (2008 update). Circulation 2008; 117: 25-146. 72. Poirier P, Giles TD, Bray GA, Hong Y, Stern JS, Pi-Sunyer FX, et al. Obesity and cardiovascular disease: pathophysiology, evaluation, and effect of weight loss: an update of the 1997 American Heart Association Scientific Statement on Obesity and Heart Disease from the Obesity Committee of the Council on Nutrition, Physical Activity, and Metabolism. Circulation 2006; 113: 898-918. 73. Adams HP, Del Zoppo GJ, Von Kummer R. General measures to prevent stroke. In Adams HP, Del Zoppo GJ, Von Kummer R, eds. Management of stroke: a practical guide for the prevention, evaluation and treatment of acute stroke. 3 ed. México DF: Professional Communications; 2006. p. 33-68. 74. Ceska R. Clinical implications of the metabolic syndrome. Diabetes Vasc Dis Res 2007; 4 (Suppl 3): S2-4. METABOLIC SYNDROME AND CEREBROVASCULAR DISEASE: EVIDENCE IN THEIR TREATMENT Summary. Introduction. Stroke (cerebrovascular disease) is the leading cause of disability and the third of death worldwide. It is considered an age-related disease, although there are several modifiable risk factors, including the simultaneous and frequent combination of obesity, hypertension, dyslipidaemia and elevated fast glucose, which has been labeled the metabolic syndrome; nowadays, it is associated with generalized and brain atherosclerosis. Development. It is analyzed here how both different components of metabolic syndrome and metabolic syndrome itself are important risk factors for suffering stroke, one by one and all grouped together as well. Based on the best available clinical evidence, appropriated medical management strategies are proposed (evidence-based treatment). Conclusions. It is proposed a comprehensive medical treatment approach, targeted on the metabolic syndrome trough simultaneous management of individual components; currently, modifications in lifestyle (increasing exercise, weight reduction and diet) are recommended; besides, based on the best available evidence, pharmacological treatment should be considered when necessary. [REV NEUROL 2009; 48: 255-60] Key words. Dyslipidaemia. Elevated fast glucose. Hypertension. Metabolic syndrome. Obesity. Stroke. 260 REV NEUROL 2009; 48 (5): 255-260