La innovación como máxima conceptual

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La innovación como máxima conceptual
Por Mauro D. Ríos
Cuando algo se pone de moda no hay nada que uno pueda hacer para evitar que los términos
se desdibujen, se abusen y se colme la plaza de charlatanes aprovechando la moda.
¿Es la innovación una moda?, claro que no, en los inicios de los 90’s trabajaba yo en la filial de
mi país de la multinacional RJR Nabisco, adquirida ya hace varios años por Kraft Foods Group
Inc., cuando ya hablábamos de innovación de forma seria. En un proceso muy interesante de
certificación ISO, implantación de modelos de calidad total y equipos de trabajo atendiendo
todas las áreas y procesos internos, la innovación estaba a flor de piel.
Es así que la innovación está entre nosotros desde hace mucho tiempo, incluso antes de los
90’s donde se tornó un factor determinante en la competitividad de las empresas. ¿Qué ha
sucedido hoy?, las tecnologías de la información y la comunicación han disparado las urgencias
y la necesidad de incorporar la innovación a las organizaciones, ya no sólo privadas sino
públicas, es decir los gobiernos.
Estructuras anquilosadas, lentas, grises y poco imaginativas, siguen funcionando ajenas a los
ecos de los 90’s donde fue el momento ideal para escuchar e incorporar los conceptos como
innovación. Hoy se trata de e-volucionar o e-xtinguirse, para estar a tono con el uso
indiscriminado de la “e-“ en todo lo que tocamos. O innovamos o desaparecemos.
Pero innovar no se trata sólo de procesos de negocio, producción, productividad, productos o
servicios, la primera innovación es la mente, el pensamiento, sin esa primera chispa nada de lo
demás puede dispararse.
¿Qué es la innovación entonces?. Este es todo un problema, existen más de 30 definiciones
consideradas serias en la actualidad, supe tener en mis marcadores de Internet un sitio que
compilaba todas ellas, lamento no compartir la URL pues ha desaparecido. Igual veremos
algunas a continuación.
En términos duros, innovación proviene de innovar. Es interesante como el término tiene dos
acepciones muy opuestas y complementarias, por un lado es “Mudar o alterar algo,
introduciendo novedades”, pero por otro lado significa “Volver algo a su anterior estado”. No
deja de sorprenderme este último concepto ya que estaremos innovando al implementar una
suerte de regresión a nuestros procesos organizacionales, al deshacer las innovaciones a un
producto o servicio, etc. Pero claro está que la pre concepción de innovación que a todos
ronda la cabeza nada tiene que ver con esto último y mucho con lo primero.
Entonces se nos presenta otro problema, todos tenemos un cliché de innovación, casi me
atrevo a decir que más de la mitad de los lectores saben o creen saber lo que es la innovación
pero tendrán serias dificultades si deciden escribir una definición o dar una explicación a otros.
En una suerte de libertad literaria, el concepto de innovación fue tomado forma a lo largo de la
historia, desde occidente la innovación se asoció al término griego “creare” (crear), en el viejo
Egipto el concepto se asoció más a la palabra creatividad a “crescere” (crecer, transformar).
Sobre lo que hay plena coincidencia es que una invención no es innovar por la invención
misma, sino cuando esta invención cambia los procesos de producción.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) define a la innovación
como “un proceso iterativo activado por la percepción de una oportunidad proporcionada por
un nuevo mercado y/o nuevo servicio y/o avance tecnológico que se puede entregar a través
de actividades de definición, diseño, producción, marketing y éxito comercial del invento”.
Por otro lado, en el “Manual de Oslo” (OCDE-EuroStat, 2006) se lee que “una innovación es la
introducción de un nuevo, o significativamente mejorado, producto (bien o servicio), de un
proceso, de un nuevo método de comercialización o de un nuevo método organizativo, en las
prácticas internas de la empresa, la organización del lugar de trabajo o las relaciones
externas”.
Unas definición muy amplia y que tal vez merece una revisión.
La primera se trata de una definición un tanto compleja pero acertada, tal vez una definición
que cuesta utilizar en la práctica de manera clara como herramienta de inducción en las
organizaciones innovadoras, pero no deja de ser correcta.
Según Joseph Schumpeter (1911) la innovación es la imposición de una novedad técnica u
organizacional en el proceso de producción y no simplemente el correspondiente invento.
Una definición agresiva al hablar de imposición, en términos concretos, una innovación no
puede imponerse, las innovaciones son aceptadas o rechazadas, la discusión estará dada si
aquellas que son rechazadas son por igual innovaciones pues al no lograr introducirse al
cambio que promueven, dejan de tener valor agregado y mucho de la innovación implica
precisamente el agregar valor a un proceso, producto o servicio. No obstante una innovación
no tiene por qué ser exitosa, puede ser perfectamente un total fracaso.
Veamos más de cerca la innovación. La innovación posee varias dimensiones, sin una de ellas o
varias, dejaría de ser innovación. Debe contener un factor novedoso que propicie un cambio
(no es lo mismo que “nuevo”), un factor de valor agregado que aporte ventajas y un factor de
éxito al ser aceptada e implementada como tal (que no es lo mismo que ser “exitosa” en lo
que innova).
Saliendo de los clichés que usualmente se referencias como innovaciones (no les hablaré de la
aceituna de la comida a bordo de los aviones, del orificio de la pasta de dientes o de la cadena
de producción de Ford), existen innovaciones complejas y que han generado cambios
neuronales en materias tan estudiadas como el desarrollo y evaluación de proyectos y
programas.
No hay quién no conozca PMBook (PMI), es casi un vicio en las organizaciones creer que
“llenarse” de especialistas certificados PMP garantiza el éxito de dichas organizaciones si éstas
se basan en proyectos, algo que tarde descubren que no. Pero existen innovaciones al
respecto un poco menos conocidas y con una concepción sobre los resultados y los impactos
muy innovadores, por ejemplo el Mapeo de Alcances, una metodología con la cual tomé
contacto en mi pasaje por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC)
de Canadá.
El Mapeo de Alcances es una metodología innovadora para evaluar y medir el impacto que
provocan programas e iniciativas de apoyo, financiación y promoción, expresadas en forma de
proyectos, actividades o estrategias. Se focaliza en un tipo muy particular de resultado a
obtener, más precisamente en los alcances del comportamiento mismo de los involucrados o
beneficiarios. Estos alcances, interpretados como cambio en el comportamiento, en las interrelaciones, las actividades y las acciones desarrolladas por las personas, grupos u
organizaciones, todas ellas con las que un programa, un proyecto o una actividad puede
trabajar.
En términos casi atrevidos, el Mapeo de Alcance, podríamos decir, se focaliza en el proceso de
desarrollo e implementación de un programa o proyecto más que en el objetivo mismo de los
resultados, los cuales, si se ha introducido de forma correcta la metodología, no hay dudas que
esos resultados serán exitosos.
Un viejo mentor que alguna vez tuve, me decía que más allá del éxito o fracaso de un
proyecto, el proceso mismo de su implementación, el valor que agrega a los involucrados y la
experiencia y conocimiento introducidos, ya son un éxito y un resultado positivo del proyecto.
En otras palabras, él consideraba que no existen los proyectos fracasados.
Tanto el Mapeo de Alcances como estas sabias enseñanzas de mi mentor, son claros ejemplos
de innovación entendida como una concatenación de procesos y acciones de manera
novedosa, donde la primer innovación ha sido la manera de pensar, de visionar las cosas, más
que las cosas mismas.
En este punto de la lectura ya estamos en condiciones de comprender que la palabra “nuevo”
no refiere a la condición de recientemente concebido, fabricado o manufacturado, sino a lo
novedoso del ser, hacer o utilizar de un tangible, un intangible y hasta de un puramente
abstracto. Es decir que nuevo en innovación conlleva una definición distante del invento como
tal, algo que ya vimos no es innovación en sí.
Henry Chesbrough, director ejecutivo del Centro de Open Innovation de la Universidad de
California-Berkeley y un experto teórico organizacional, mantiene que los modelos monolíticos
de Investigación y Desarrollo (I+D) restringen el flujo del capital intelectual de la organización,
limitando las oportunidades para convertir en beneficio (el refiere directamente a dinero)
dicho flujo de conocimiento.
Chesbrough es uno de los primeros expertos que aboga por una concepción nueva de la
innovación, lo que llaman Innovación Abierta. Tal vez más que un cambio de definición, se
trata simplemente de una nueva dimensión de la innovación.
En la introducción de la innovación como elemento dinamizador de las organizaciones,
tradicionalmente y muchas veces de manera equivocada, se emplea una metodología clásica
de apropiación de conocimiento, se articula una estructura organizativa de la innovación rígida
y por lo general piramidal. Así, por ejemplo, si queremos innovar en ventas, en desarrollo de
software, se fija como objetivo traer o disponer de los mejores expertos trabajando en la
organización (o que externalicemos su contratación). Dicho de otra forma, para innovar en
desarrollo de software, se cree que deberemos tener los más renombrados expertos
trabajando en el Departamento de Informática, en la División de Tecnología o como quieran
Uds. llamarle.
En términos simples esto funcionaría con un proceso donde si introducimos más y mejores
ideas dentro de la máquina creadora de innovación, el resultado será la mejor innovación o
aquella más rentable y aceptada. Traduciendo la generación de nuevos productos y servicios
mediante el proceso de concepción de nuevas ideas exitosas.
Para los evangelizadores de la Innovación Abierta, el objetivo es buscar ideas exitosas allá
donde éstas radiquen, más allá de ser esta radicación en manos de un experto, un grupo de
personas, un individuo operativo de la organización, surgida de una discusión en un blog en
Internet, inspiración divida en una ducha matutina del portero de la empresa o un cónclave de
expertos de Silicon Valley al cual le hemos pagado millones por crear ideas exitosas.
Esta concepción de la innovación cobra fuerza en la última década de la mano de la velocidad
de desarrollo de las competencias comerciales de las empresas, donde la competitividad,
sumado al impacto de las tecnologías de la información y comunicación, hacen hoy que incluso
la dirección de una organización privada o pública, difícilmente pueda recaer operativamente
en un solo individuo. No existe persona alguna capaz de reunir tanta experiencia,
conocimiento tan variado y confluir tantas profesiones, que lo hagan el único tomador de
decisiones finales válido de una organización. Algo muy común en PYME u organizaciones
piramidales, tristemente también en los esquemas medievales, aún vigentes, de las
estructuras públicas de muchos gobiernos.
En esta visión de una innovación abierta, el reto es acceder al conocimiento distribuido y al
cual usualmente una organización no recurre sino en términos contractuales para las tareas o
responsabilidades para las cuales se han, precisamente, contratado las personas.
Observar, monitorear y extraer, tres cosas que debemos aprender a hacer con eficiencia. Un
observatorio de la innovación es el indicado para estas tareas. Observatorio que bien puede
ser interno o externo, implementando estrategias de participación, aportes y recolección del
conocimiento colectivo.
La innovación abierta va más allá e introduce a la innovación colaborativa entre partners para
conseguir esas ideas exitosas que agreguen valor y por supuesto introduzcan mejoras
competitivas internas y externas a la organización.
Es decir que la asociatividad es otro aspecto de la innovación abierta, un concepto que las
organizaciones por lo general huyen a la hora de volverse competitivas, esto es porque se cree
equivocadamente que compartir conocimiento debilita la competitividad y por ende a la
organización. En este sentido la innovación abierta no necesariamente implica compartir
conocimiento o secretos comerciales, sino en compartir los procesos de elaboración de las
ideas, las mejores prácticas o los mejores procesos de generación de productos y servicios
innovadores.
Un concepto complementario al tradicional de innovación es el que se denomina innovación
de ruptura, o innovación radical. Este concepto se aplica a aquellas innovaciones que provocan
un impacto realmente significativo, por lo general no esperado en su total dimensión, y que
está por sobre lo novedoso de la innovación misma. Es frecuente que estas innovaciones se
presentan en momentos determinados, donde factores por fuera de la innovación misma
confluyen en la construcción de un contexto propicio, un escenario apropiado. Se trata de
juntar una simple semilla con tierra fértil, para ponerlo en términos claros.
Aunque menos, es claro que las innovaciones de ruptura son también planificadas e
implementadas, frecuentemente estas innovaciones de ruptura planificada se concentran en
las ciencias, la tecnología, y otras materias motivadoras de cambios significativos de
paradigmas.
Como vemos, innovación es mucho más que ser originales a la hora de generar ideas. Va más
allá de producir cosas novedades, alcanza tanto lo mundano como lo patricio.
La innovación hoy tiene la perversa particularidad que podemos fácilmente terminar ahogados
en ríos de tinta en la red, sobrepasados por discursos facilistas en congresos o convenciones y
aun así no saber nada de innovación. Expertos y charlatanes se disputan las ganancias por un
tema que es “moda” actualmente. Por este motivo es recomendable tomar precauciones al
respecto, partiendo de las certezas en el tema, la correcta información y la palabra sabia de
quienes son reconocidos como mentores o referentes en innovación.
Evitando personalizar el conocimiento a recomendar, sugiero comenzar por el llamado
“Manual de Oslo” (de la OCDE), 3era edición, publicado en 2006. Lectura mayormente
ignorada por quienes se autoproclaman como expertos en innovación. Se trata de la (cito):
“Guía para la recogida e interpretación de datos sobre innovación”, un documento esencial
para la apropiación de la innovación en toda organización privada o pública. Documento con el
respaldo de la Comisión Europea y EuroStat.
http://browse.oecdbookshop.org/oecd/pdfs/free/9205114e.pdf
Mauro D. Ríos.-
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