LA NIÑA QUE VINO DEL MAR.

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La niña que vino del mar.
Capítulo 1
Fé Hernández Bello
LA NIÑA QUE VINO DEL
MAR.
La niña que vino del mar.
Capítulo 1
Fé Hernández Bello
LA NIÑA QUE VINO DEL MAR.
1. Bienvenida a casa.
Comenzaba a caer la tarde, el mar ofrecía nuevamente esas imágenes de fotografía que
día a día regalan a los visitantes de las playas que gustosos disfrutan de convivir con la
familia de la riqueza del mar y sus playas, el cielo se pintaba de colores, de los más hermosos
tonos de naranjas, rojos, dorados, blancos y azules, mezcla que nunca se repetía en los
atardeceres, cada
uno
tan
espectacular como
el del día anterior
pero diferente en
su belleza ya que la
velocidad del viento
le daba caprichosas
formas a las nubes y
ellas hacían la
diferencia entre uno
y otro atardecer.
Los visitantes poco
a poco se iban despidiendo de su majestad la mar, de la tibia y tersa arena de la playa, de
los castillos de arena, las pelotas, los cocos preparados, los platillos exquisitos con pescados
y mariscos frescos en la localidad, pero sobre todo se despiden de las deliciosas aguas
burbujeantes de las olas que rompen en la orilla del mar, los visitantes se esperan a la
puesta del sol para admirar sus colores, sus nubes, su esplendor, solo los habitantes del
pequeño poblado se quedan un poco más de tiempo para disfrutar del mar cuando los
turistas por fin les regresan su mar. Ellos agradecidos de los beneficios obtenidos del mar
día a día elevan una plegaria de todo cuanto les ha dado en el día, ya en la calma y paz de
la playa comienzan su ritual para limpiarla de los desechos que hubieran podido dejar los
turistas que van a ellas a divertirse muchas veces sin tener la conciencia de la importancia
que tiene el mantener limpias playas y mar. El romper de las olas en la playa los acompaña
en su última tarea del día, el viento sopla suavemente jugando con los cabellos y el vuelo de
las faldas de las nativas que aprovechan la puesta del sol para soñar con algún pescador
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que les ha robado su corazón, los niños continúan jugando sin darse cuenta que el día se ha
terminado y que hay que regresar al hogar.
- ¡Mira abue, mira! ¡Una tortuguita, qué linda!
- ¡No la vayas a lastimar!, ¡déjala que se vaya hija!
- No le haré daño abuelita, solo quiero verla de cerquita, ¡es muy graciosa! ¡mira como
mueve sus patitas!.....
- No tienen patas sino aletas mi pequeña, al ser tortugas de mar tienen aletas en lugar de
patitas, obsérvala bien.
Lolita continuaba anonadada mirando a la pequeña tortuguita mientras su abuelita
se quedaba con la vista fija en la arena del mar.
- ¿Qué pasa abuelita?.... te hablo y te hablo y no respondes… ¿qué piensas? ¿estás bien?
- Si hijita, estoy bien, solo que me acordé de algo que ocurrió hace mucho tiempo aquí en
esta playa y tenía que ver con una pequeña tortuguita como la que miras aquí.
- ¡Cuéntame abuelita, cuéntame!
- Hace mucho, mucho tiempo, comenzaba a oscurecer, se escuchaba el ir y venir de las olas
del mar, sentía la suave brisa sobre el rostro, el viento era cálido, húmedo y juguetón, así
como ahora; las
primeras estrellas
comenzaban
a
aparecer en el cielo
tímidas al principio y
luego brillando con
todo su esplendor,
el aire olía a mar. De
repente, del océano
salió una pequeña
tortuguita,
así
chiquita como ésta
que estás viendo
hoy aquí, comenzó a
avanzar a toda prisa
lejos del mar, se había perdido del resto de las tortuguitas que después de salir de los
huevos en las playas regresan al mar y comienzan su viaje por los mares del mundo, hasta
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que cuando ya son grandes vuelven a la misma playa donde vieron la luz por primera vez
a dejar sus huevos en la arena para que nazcan nuevas tortuguitas. Bueno, pues esta
tortuguita estaba medio norteada, perdió el rumbo y al resto de su compañía; asustada salió
del mar a toda prisa y comenzó a avanzar sobre la tibia arena que había bañado el sol
durante el día, solo que no se dio cuenta de que se iba distanciando demasiado del mar.
Se había acabado la arena de la playa, pero ella continúo su camino muy angustiada,
atravesando una callecita que separaba la playa de las casas que daban a la orilla del mar.
La tortuguita estaba cansada, muy asustada, con hambre y sed, alzó su diminuta cabeza y
vio una tenue luz en el pórtico de una humilde casita a orillas del mar. Era una casa muy
blanca, con techo de palmas, hermosas ventanas de madera que daban hacia el mar, unas
sillas de madera en el pórtico, hamacas colgadas del techo que se usaban para descansar
en las noches de mucho calor; unas coloridas macetas llenas de flores y aromas que la
hipnotizaron e incitaron a explorar. La pequeña tortuguita, como pudo, llegó hasta la casita
blanca, extenuada logró subir el enorme escalón que daba a la puerta de aquel lugar. Se
había hecho de noche y decidió descansar ahí para después continuar su búsqueda de las
otras pequeñas tortuguitas. Agotada se quedó dormida muy cerca de la puerta de la
pequeña casa blanca, la noche tibia dio paso al nuevo día, el sol resplandecía en el
horizonte, los colores del cielo eran hermosos, como lo son cada mañana en los lugares en
que puedes apreciar el imponente amanecer y de repente:
- ¡Mira mami! Una tortuguita, ¡mira mami!, dijo emocionada la pequeña Charito a su mamá.
- ¿De dónde habrá salido esta tortuguita? ¡está demasiado lejos del mar!, asombrada dijo
su mamá
- No sé mami, pero ¡mira qué hermosa está!, se parece a mi hermanita Monchita, ¿verdad
que si mamí?
- ¡Cómo crees Charito!, tu hermanita es una bebita y ésta es una tortuguita.
- Si pero mira……..mi hermanita se hace bolita y la tortuguita también esconde sus
patitas…… mi hermanita tiene el cuello muy chiquito y la tortuguita también. ¡Son igualitas!
¿Nos la podemos quedar mamí?, preguntó Charito a su mamá. ¡Dime que si mami, por
favor!
- ¿No crees que ella debe regresar al mar hijita?
- Pero es muy pequeñita, que tal si le pasa algo, anda mami…. ¿me puedo quedar con ella?
- Está bien hija, pero tú la vas a cuidar ¿eh? Le tienes que dar de comer y la tendrás que
llevar al mar para que nade, son animalitos que deben estar en el agua.
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- Si mami, le diré a papá que le haga una alberquita y la llenaremos con agua del mar.
- ¿Ya pensaste en un nombre? Tu tortuguita debe tener nombre.
- Sí, se llamará Totita.
Y así entre mamá, Charito y papá comenzaron a planear dónde quedaría mejor la
alberca para el nuevo integrante de la familia, pensaron que Totita necesitaría espacio
cuando creciera así que la alberca debía ser grande para que nadara a gusto. Por las tardes
cuando papá regresaba del trabajo se afanaba cavando para hacer la alberquita de Totita
quien se encontraba feliz en su nuevo hogar.
El tiempo pasó y Charito se iba encariñando más y más con Totita, quien iba
creciendo y alimentándose con lo que le daban de comer, le encantaba la lechuga, el
jitomate y algunas plantitas del patio, su platillo favorito eran los pequeños insectos que
encontraba en la tierra de las plantas de las macetas de mamá; cuando tenía calor se metía
en su alberca donde le gustaba mucho nadar y nadar, después de un arduo día de ejercicio,
se quedaba dormida en la orilla de la alberca para ser bañada por el sol; Totita paseaba por
toda la casa, y cuando Charito regresaba de la escuela jugaba con ella, corrían por el patio
de la casa, y Charito la dejaba ganar de vez en cuando, ya que Totita era muy lenta. Un día
a Charito se le ocurrió darle leche y pan, Totita no había probado nunca eso, al principio no
le encontró el gusto pero después le fascinó el sabor de las migajitas de pan. Cierto día el
padre de Charito decidió lavar la alberca de Totita pero por alguna razón le hablaron de su
trabajo y tuvo que
dejar inconclusa su
tarea.
Totita
necesitaba el agua
del mar y Charito
decidió
llevarla
hasta la playa; con
cuidado la depositó
en la arena, Totita
emocionada llegó
hasta el agua y
comenzó a nadar,
había sido un error
llevarla hasta el mar, Charito pensó que Totita ya no regresaría jamás y comenzó a llorar,
le gritaba que regresara, en un momento de desesperación intentó entrar al mar pero era
tanto su temor y respeto hacia él que se contuvo y la dejó marchar, le gritaba una y otra vez
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para que regresara, Totita de repente se detenía para luego continuar nadando quería llegar
hasta el sol, esta era su oportunidad.
Charito sabía que Totita debía estar en el mar así que resignada regresó llorando a
casa con sus papás. Su papá al verla tan triste le preguntó qué le sucedía, Charito le explicó
lo que había ocurrido con Totita y por no saber nadar no había podido ir a buscarla. Charito
lloró acurrucada en los brazos de su papá hasta quedarse dormida.
En los días subsiguientes el papá de Charito al verla que continuaba triste y
desesperada por la ausencia de Totita, decidió invertir parte de su tiempo en enseñarle a
nadar, era la razón que había hecho falta siempre para convencerla de lo importante que
era aprender a nadar; al principio Charito entraba al agua muy asustada, pero conforme
sintió lo delicioso de las aguas, su frescura y el vaivén de las olas, además de lo divertido y
fácil que era nadar, se aficionó al mar, aquel lugar era un remanso de paz ya que las olas
llegaban con suavidad a la orilla y la playa era inmensa, de poca profundidad, en ella podía
nadar con seguridad. El agua tan cristalina y limpia como en ninguna otra playa ya que los
habitantes del lugar cuidaban mucho de su mar, no permitían que los visitantes arrojaran
basura y si acaso algún turista dejaba algo tirado ellos se daban a la tarea de día con día
levantar la basura antes del anochecer y limpiar la playa para que al subir la marea ésta no
se llevara la basura al mar. Los habitantes de ese lugar eran pescadores y sabían que si no
cuidaban el mar pronto no habría peces para comer por eso se preocupaban de cuidarlo.
Continuará…
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