Gabriela Universal - Santiago Borda-Malo Echeverri Este poema esponja el alma de Gabriela en el mar caribeño, al recordar el ‘Día de la Liberación de Filipinas’, como reza la anotación final. Su ser que supera toda frontera se torna ráfaga de viento liberador al conjuro de su nombre arcangélico, a la manera que Gabriela ‘conduce a la hora colmada’. En verdad, ella quiere señalarnos una Hora Renovadora de conversión a la Madre Tierra (‘Pachacámac’ para los quechuas); llamado que nuestros cantores y payadores auténticos nos hacen reforzando el clamor de la poetisa emblemática. “Tamborito panameño” es una especie de himno escueto (11 cuartetos romances consonantados en ‘ía’ de alegría, ritornelo en el último verso de cada estrofa: ‘el tambor de la alegría’). Así remata esta sección indoamericanista. Está dedicado a Octavio Méndez Pereira, célebre escritor panameño, teniendo en cuenta un baile indígena que lleva el mismo nombre del poema: ‘Yo quiero que tú me lleves / al tambor de la alegría’ (Estribillo). Imitando el sonido monótono y penetrante, rítmico y enigmático del tambor, con sus palabras resonantes, la poetisa nos contagia la alegría de los indígenas danzando alrededor del corazón musical de la raza afro-indoamericana. Aquí escuchamos el latido del hermano moreno, que se hace eco del ritmo cósmico que trasmite las pulsaciones de la Madre Tierra. No podían faltar los miembros de la vertiente afro-descendiente de la única Raza humana. Gabriela nos dilucida otros detalles de sus ‘Himnos Americanos’, puntualizándonos sus intentos en las ‘Notas’, que aún espera el relevo en ese arduo campo: Nuestro cumplimiento con la tierra de América ha comenzado por sus cogollos. Parece que tenemos contados todos los caracoles, los colibríes y las orquídeas nuestros, y que siguen en vacancia cerros y soles, como quien dice la peana y el nimbo de la Walkiria terrestre que se llama América... Balbuceo el tema por vocear su presencia a los mozos, es decir, a los que vienen mejor dotados que nosotros y con la ‘estrella de la fortuna’ a mitad de la frente. Puede ser que, como en el caso anterior, el que entendió la señal siga la ruta y alcance el logro (...) Vamos sintiendo un empalago de lo mínimo y de lo blando, del ‘mucílago de linaza’ (...) Si nuestro Rubén Darío, después de ‘La Marcha triunfal’ (que es griega o romana) y del ‘Canto a Roosevelt’ que - 252 -