El concepto de trabajo en psicoanálisis

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El concepto de trabajo en psicoanálisis
Conferencia leía en las Jornada Clínicas 2005 (CAPs),
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile.
Pablo Cabrera.
Grupo de Estudios Psicoanalíticos.
“ - ¿Pero estás desvariando, o qué? – rugió Razumikin, enfurecido al fin – ¿Qué
payasada es ésta? ¡Hasta a mí me haces perder los estribos! Entonces, ¿por qué
demonios
has
venido?
- No necesito… traducciones… - balbuceó Raskolnikov, bajando ya la escalera.
- ¿Entonces qué diablos necesitas? – gritó Razumikin desde arriba. Raskolnikov
siguió bajando en silencio. ”
(Fëdor Dostoievski, Crimen y Castigo, 1866)
En la actualidad, son múltiples las corrientes que se reconocen dentro del
dominio de la psicología. La psicología en cuanto tal, como disciplina unificada
desde un objeto definido de estudio, un cuerpo teórico y un método de trabajo
fue una ilusión, que hoy en día se acepta y se trabaja desde esa imposibilidad,
podríamos decir, problemática. Problemática para toda una mirada desde y sobre
la ciencia, que hasta los años 60, hegemonizó gran parte de la imagen de ella,
tanto la que los mismos científicos tenían de su propia práctica, los procesos de
institucionalización bajo un dominio disciplinar, la formación, la investigación y
la transmisión de un saber, como también, el que el sentido común otorgaba al
campo de la ciencia en la sociedad contemporánea. La manera de hacer dialogar,
debatir y criticar las diversas miradas en la Psicología, en un contexto
problemático en sentido epistemológico, implicaría explicitar parte de los
supuestos teóricos, éticos, técnicos que rigen un determinado ámbito de trabajo
(1). En esta exposición me interesa abordar la noción de trabajo del el
psicoanálisis freudiano, específicamente, el trabajo clínico. Esta exposición la he
dividido en dos apartados. En el primero intento delimitar la idea de trabajo
psicoanalítico en Freud, y algunos conceptos teóricos colindantes que son parte
fundamental de él. En la segunda parte, a la cual le he llamado fragmentos de un
caso, expongo algunos retazos acotados de material clínico a modo de
ejemplificación de lo anterior, el cual ha mantenido su sentido basal, pero ha
sufrido una censura razonable, resguardando la confidencialidad del trabajo
clínico. Son fragmentos de un extenso material, el cual ha sido recortado por el
contexto en el cual se presenta, pero además por la función que cumple en la
exposición.
Para el sentido común, trabajo significa un hacer. Trabajar es una acción. Una
acción en torno a algo en un tiempo determinado. Encontramos así trabajos
manuales, trabajos intelectuales; trabajo en un contexto de intercambio
económico, trabajo en tiempo de ocio. Aunque el trabajo verdadero, real, en las
sociedades modernas, se realizaría en un intercambio entre un valor creado y su
equivalente en un salario. Hay intercambio de valores; objetos que tienen valor,
dineros que lo representan. Ese sentido que el lenguaje atribuye al trabajo
productivo, proviene de la noción liberal del trabajo desde Ricardo a Hayek. El
trabajo se realiza en la división social del trabajo y en un tiempo social
promedio. De acuerdo a ello, el trabajo se puede dejar de realizar en tanto es una
entre otras acciones que el individuo efectúa; hay una relación de externalidad
entre el trabajo y el individuo. La palabra cesantía señala ese sentido, un
individuo sin trabajo. O también, esto se observa en relación a otras actividades:
cuando se duerme no se trabaja, al igual que en los días de descanso o en la
ocupación del tiempo libre. Remitiéndonos a la filosofía, es Hegel el que
inaugura una noción distinta del trabajo, continuada después por Marx. Plantea
la idea de la economía política contemporánea, es decir, la creación de un objeto
con un valor intercambiable, pero al mismo tiempo, el trabajo implicaría la
formación del propio individuo en el proceso de producción del objeto, siendo el
trabajo una forma del "ser" del sujeto mismo. La actividad del trabajo es
formadora y constitutiva del objeto y del sujeto inmerso en esa relación
independiente si el contexto en que se lleva a cabo es de intercambio de
mercancías o no. En segundo lugar, el trabajo consistiría no sólo en la
objetivación del sujeto en un objeto que se vuelve independiente y extraño, para
sí, sino en la apropiación de esa extrañeza de lo producido. El concepto que
Hegel (2) ocupa para esa re-apropiación de lo extraño es el de re-conocimiento.
Hay tres términos que me interesa recalcar a propósito de la tesis hegeliana y en
distancia del sentido común: el trabajo en su doble acepción, producción de un
objeto y formación del sujeto en una relación interna, extrañamiento y re –
conocimiento de y con lo extrañado de sí.
En Freud la noción de trabajo la podemos remitir a tres ámbitos: el trabajo del
aparato psíquico, el trabajo del campo cultural y el trabajo psicoanalítico. El
aparato psíquico implica un trabajo impuesto por su propia dinámica interna
(3).: El deseo Icc implica tensión, y fuerza a la satisfacción, en tanto rige el
principio del placer. Tensión y fuerza implica a la tópica, económica y dinámica
de un sujeto descentrado y conflictuado entre lo Inconciente y lo Conciente, y
las posibilidades reales de aplacar la excitación. El aparato psíquico es
productivo en principio: elabora sueños, lapsus, produce síntomas, posibilita la
satisfacción sexual directa y también los vínculos desde la corriente tierna en las
relaciones sociales. El conflicto pulsional, regido por el principio del placer se
tramita de múltiples formas, en tanto la pulsión sexual no tiene un objeto
predeterminado y sólo tardíamente entra en síntesis desde la cual liga la
satisfacción regida por el principio del placer y la reproducción de la especie (4),
como posibilidad. El trabajo de la cultura, si seguimos a Freud, implica
favorecer, ordenar y regular las relaciones entre los individuos, desde la salida
del núcleo familiar a su inserción en la comunidad, el asentamiento de la
racionalidad científica y el desarrollo técnico, el desarrollo de la alta cultura no
guiada por un fin instrumental a lo cual vincula lo estético, un marco
institucional que regule en igualdad de condiciones los vínculos de la sociedad
civil y entre los estados (5). En último término la cultura se manifiesta entre el
resguardo y las limitaciones al principio del placer propio del individuo en
cuanto tal: en el mejor de los casos, el trabajo cultural y su desarrollo, de
acuerdo a la definición esbozada anteriormente, posibilita la reproducción de las
condiciones de existencia y el goce subjetivo en un marco relativo de seguridad.
De otro modo, el objetivo de la cultura como concepto consiste en fortalecer el
principio de realidad cruzado por el principio del placer.
Ahora, es sobre el concepto de trabajo psicoanalítico que prestaremos atención.
Freud lo desarrolla a través de toda su obra. El psicoanálisis es efecto de una
práctica clínica de la cual surge, se nutre y guía. El psicoanálisis es una teoría en
torno a la vida anímica, que ha surgido de la práctica y no de la pura
especulación, y esa práctica permite dar cuenta tanto de sus cláusulas teóricas,
de su objeto de estudio, lo Icc reprimido, como de la comprensión y eliminación
de la psicopatología. En último término, el psicoanálisis es un modo de
investigación del sujeto. Luego, de investigación y acceso de lo Icc. En 1911
Freud responde la pregunta ¿Qué es el psicoanálisis? en un artículo solicitado
por el doctor Andrew Davinson para integrarlo a las presentaciones del
Congreso Médico de Australasia, quedando en las Memorias de ese Congreso,
“El psicoanálisis es una notable combinación, pues comprende no sólo un
método de investigación de las neurosis sino también un método de tratamiento
basado en la etiología así descubierta. Puedo comenzar diciendo que el
psicoanálisis no es hijo de la especulación sino el resultado de la experiencia; y
por esa razón, como todo nuevo producto de la ciencia, está inconcluso. A
cualquiera le es dado convencerse por sí mismo, mediante sus propias
indagaciones, de la corrección de las tesis en él incorporadas, y contribuir al
ulterior desarrollo de los estudios.” (6)
Hay un método particular y una etiología descubierta en el trabajo
psicoanalítico. Un método centrado en la escucha, guiada por los procesos
Inconcientes que el paciente desconoce, que ha producido y le resultan extraño
en gran parte. El relato que articula el paciente tiene sus propios escotomas que
delatan a lo Icc reprimido. Escotoma es un término médico, que indica una
lesión en el globo ocular impidiendo ver nítidamente lo que se observa, y ella se
muestra, deja su rastro, a través de una mancha en el campo visual. El escotoma
mantiene algo opaco, que impide de ejercicio nítido de la mirada. La etiología de
la neurosis, la mancha que impide la función adecuada del órgano, en este caso
del aparato psíquico, sería la represión de un conflicto, en el cual está implicada
la sexualidad infantil y la prohibición de parte de ella: conflicto entre una
moción sexual regida por lo Icc, y una prohibición erigida por parte del yo. La
forma de resolver ese conflicto se plantea de diversas maneras, confluyendo en
la represión de ese deseo sexual infantil. La vuelta de lo reprimido es lo que
constituirá al síntoma, siendo “… el resultado de un conflicto que se libra en
torno de una nueva modalidad de la satisfacción pulsional.” (7)
Es decir, en el relato de un paciente se conjuga la función de la conciencia, el
conflicto que mantiene una parte de ella con las mociones inconcientes
reprimidas, las cuales se pueden observar como inhibición, síntoma o angustia
(8). La psicopatología en este sentido, la inhibición, el síntoma y la angustia
atañe de manera crucial a la historia del individuo; a una historia en que está la
explicación y causa de lo que padece, de su sufrimiento, de su demanda, pero
además una historia de la formación del síntoma, dicho en genérico, del
conflicto y la manera en que éste se ha tramitado; una historia enigmática, en
tanto el individuo es participe de una manera singular: su historia le resulta
ajena, extraña, al igual que el síntoma y lo que está implicado en él. Es partícipe
de una historia olvidada, la cual actúa y repite, como toda actuación, en tiempo
presente. La actuación re-presenta lo que no recuerda. Ese olvido que es del
orden de lo reprimido, que no tiene acceso y visa hacia la conciencia, o que
accede de manera ajena a ella, manifiesta en su verdad, un retazo de las
experiencias de la sexualidad infantil y el placer sexual experimentado, y
posteriormente prohibido. En la repetición de experiencias olvidadas, hay
entrelazada una escena de otra escena. El síntoma y su dolor tienen de común
con la risa provocada por el chiste o las manifestaciones oníricas propias del
sueño, por un lado, que son elaboraciones, producciones del aparato psíquico;
por otro, en que hay una forma de placer implicado en ellas: en su diferencia,
cada una son modos de satisfacción de un deseo sexual infantil.
En efecto, lo que muestra la noción de psicopatología en Freud, es que se repite
un evento olvidado. El síntoma es efecto de la tramitación que realiza el aparato
psíquico frente a un deseo. El olvido implica desde ya un trabajo. El trabajo,
digámoslo así, de resistir – se a recordar las experiencias de satisfacción que
luego resultaron displacenteras, de mantener de un lado las defensas, de otro los
requerimientos del principio del placer, guía de lo Icc. El síntoma, de una lado es
placentero para lo Inconsciente, de otro displacentero para el yo. Así también, el
trabajo psicoanalítico consiste en posibilitar la función del recuerdo de eso
reprimido, que en su momento tuvo su propia justificación. “Recordar” aparece
como antinomia interna del “repetir”. El punto de anclaje de ambos extremos
está dado por la satisfacción de un deseo sexual vivido. Se repite lo que no se
sabe, y se sabe lo que no se escucha bajo el dominio de la actuación,
“…podemos decir, dice Freud, que el analizado no recuerda, en general, nada de
lo olvidado reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo sino
como acción; lo repite, sin saber, desde luego que lo hace.” (9)
El método de trabajo del psicoanálisis se plantea desde una escucha y un decir
particular. Si bien el material se presenta organizado como un lenguaje, de lo
que se trata es de interpretar lo Icc. La asociación libre, lo que equivale a que el
paciente se explaye incluyendo toda representación, imagen u ocurrencia,
excluyendo la censura a su propio decir (de orden lógico o moral), la atención
libremente flotante por parte del analista, el análisis y la interpretación del
material en transferencia, permite acceder paso a paso a la historia olvidada del
individuo, o en su sentido dinámico, vencer las resistencias a recordar y reelaborar experiencias en un momento devinieron displacientes. El análisis y la
indagación de lo reprimido sigue el decurso de las propias vías de asociación del
síntoma, desde el síntoma mismo al núcleo de lo Icc reprimido. Su ordenamiento
no sigue a la linealidad, propia del orden temporal y la lógica de la conciencia,
sino que ha formado sus propias rutas de formación. Desde el comienzo del
trabajo psicoanalítico Freud advertía de esta singularidad de la organización del
material. En “Psicoterapia de la Histeria”, del año 1893 – 95, Freud distingue
tres modos en que se organiza el material y que señala la dinámica del propio Icc
y las rutas a las que se ve forzado el análisis. Un modo superficial de ordenar el
material sería situar al tema en línea cronológica de sucesos. Un segundo modo,
consistiría en ordenar el material de manera estratificada a modo de círculos
concéntricos alrededor de lo Icc reprimido (lo que denominaba en esa época
como núcleo patógeno). Sin embargo el modo en que efectivamente se organiza
y se elabora el análisis es según el contenido del pensamiento, vale decir,
“Mientras que estas podrían figurarse, en un esquema espacial, mediante unas
líneas uniformes, ya fueran curvas o rectas, uno tendría que seguir la marcha del
encadenamiento lógico con una línea quebrada que por los más enredados
caminos fuera de los estratos superficiales a los profundos, y regresara a los
primeros, si bien avanzando en general desde la periferia hasta el núcleo central,
viéndose así obligada a tocar todas las estaciones; semejante, pues, a la línea
zigzagueante que describe la solución de un gambito de caballo en el tablero de
ajedrez.” (10)
La re – elaboración de las resistencias, el ejercicio de recordar y las operaciones
de la razón sobre ello, permitiría al sujeto hacer suyo eso que aparecía ajeno, re
– apropiarse del pasado, dejar de repetir para dedicarse al trabajo, en su amplio
sentido, con un mayor grado de libertad, lo que implica al mismo tiempo
ubicarse de otro modo frente a lo real. Ese grado de libertad se daría, planteado
en general, en las dos metas de la actividad humana, metas confluentes, dice
Freud: el trabajo y el placer (11). Los eventos que en algún momento devinieron
traumáticos, se los desestima o se los acepta desde una posición cualitativamente
distinta. Lo que se elabora, en otro ámbito, es el propio porvenir y un grado
menos de ilusión. La realidad, su realidad y su propia historicidad, es así, tal y
como se vuelve a presentar o se la re – presenta.
De los fragmentos de un caso
Paciente mujer, 17 años, soltera, estudiante universitaria. Vive con un grupo de
amigas, manteniendo comunicación contante con sus padres. Su familia nuclear
de la cual depende está compuesta por su padre y su madre, ambos comerciantes
de inmobiliarios, y tres hermanos menores.
El motivo de consulta que plantea en las primeras sesiones es que se siente con
falta de ánimo, “…estoy deprimida… no me siento bien con nada, con las cosas,
con mi vida, conmigo misma”. Explicita que desconfía de las terapias ya que
conoce muchas pero no han tenido el efecto que buscaba. De ese modo, ha
pasado por distintas terapias, entre psicólogos y psiquiatras sin mayores
resultados. Lo común, es que los ha visto pocas veces, y prontamente los deja.
Ese tipo de relación se mostró común a otros vínculos. La desilusión cruza sus
relaciones. Los hombres que le gustan terminan utilizándola y abandonándola, o
logra estabilizar sus relaciones, pero ellos dejan de gustarle. Sus amigos y
amigas nunca entregan lo necesario para que ella se sienta correspondida. Ella se
muestra como la desdichada y la que no puede: no puede con su vida, con sus
proyectos, con sus relaciones amorosas, con sus amigos, con sus padres. Por un
lado, ella no puede, pero además los otros no son suficiente para ella. En algún
momento fallan a las expectativas que ella tiene de los demás.
Iniciado el trabajo el afecto de la tristeza organiza sus primeras datas. El
sentimiento de tristeza lo recuerda desde los 12 años, en donde dice haber tenido
una desilusión amorosa significativa. Se enamora de un muchacho de su barrio 7
años mayor que ella, el cual se cambia de residencia. Ese amor nunca fue
correspondido. A raíz de eso, nos dice, se entristeció hasta 4° medio, en donde
hay una mejoría leve durante unos meses, pero luego la tristeza prosigue de
manera constante. ¿A raíz de qué se entristeció efectivamente? ¿Qué otros
elementos se pusieron en juego en ese período?. En ese mismo período también
se desilusiona de su padre. Recuerda una escena muy nítida, en donde su padre
fue poco comprensivo con ella, y un tanto cruel, según su impresión. En el paso
de enseñanza básica a enseñanza media ha bajado su promedio de notas, lo que
implicó para ella, desde su posición narcisista perder valía para su padre. En un
momento conversan sobre su rendimiento académico, y su padre le recrimina el
que haya bajado sus notas, pensando“…¿cómo es posible que mi papá sea tan
incomprensivo?, …él no tenía idea lo que estaba pasando conmigo en ese
momento”. ¿Qué más pasaba en ese momento? ¿Qué estaría contenido en esa
falta de comprensión? ¿Qué es lo no comprendido por él, o qué es efectivamente
lo que recrimina; el bajo rendimiento o algo de otra índole?
Lo que la paciente comenta de su padre es ambivalente. En el primer período de
trabajo trae una imagen del padre fuertemente desvalorizada, que se organiza
desde el incidente del reto por bajar su rendimiento escolar, “… mi padre es otro
niño más en la casa… pasa dando vueltas en la casa, en la plaza, con sus
amigos… de repente se siente con autoridad y nos manda… a veces se irrita y
nos reta con violencia, pero no tiene autoridad.” Es un padre disminuido con el
cual ella logra relacionarse. El dicho popular diría “un padre que no tiene bien
puesto los pantalones”. ¿Quiere decir entonces que si no tiene bien puestos los
pantalones es que se están cayendo o están caídos? Lo caído tiene su propia
altura. Las alturas pueden ser vertiginosas. El vértigo se puede entender como
una de las modalidades en que se expresa la angustia.
En efecto, la paciente en el análisis de la relación con su padre encuentra el
afecto de angustia. Es decir, no sólo es un padre disminuido, sino además le
provoca angustia. Logra rastrear ese afecto desde otra relación: la de ella con los
hombres y su relación de pareja. Conoce a su pareja cuando tenía 15 años y él
22, representando bastante más de acuerdo a lo que nos señala. Así, él era un
hombre cuando ella era una niña. Mientras el pololeo se mantuvo en la
ambigüedad ella se sentía fuertemente enamorada. Es una época en que él se
muestra displicente. Cuando la relación se estabiliza y él se enamora de ella, ella
pierde el amor por él. Sin embargo, también plantea que no puede dejar de estar
con él, se ha hecho dependiente al punto que no puede cortar la relación. Le
enternece la comprensión, la dulzura que él le expresa. Le avergüenza que se vea
mayor que ella. Le molesta cuando él la pretende sexualmente, cuando hace
explícito su deseo. Tres aspectos de una misma relación, cada una con sus
propias hebras, vías de formación e historicidad.
Sigo una de ellas. La molestia de sentirse deseada sexualmente es una queja
general que plantea a los hombres. Su iniciación sexual alrededor de los 14 años
da pistas de esa queja. Fue la única vez que dice haber sentido algo de placer en
el acto sexual, pero luego fuertes remordimientos por lo que hizo.
Posteriormente su vida sexual fue perdiendo niveles de satisfacción al punto de
dejar de sentir placer en el coito. Luego, perdió también la capacidad del placer
otorgado por las caricias. Al momento de iniciar el análisis dice haber
renunciado al placer sexual. En su relación actual plantea que tiene problemas
para dormir, logrando conciliar el sueño cuando su pareja la abraza. Cuando se
siente bajo el resguardado de la ternura, se tranquiliza. En cambio cuando ella
siente que él la desea, por sus proposiciones o por la evidencia de los hechos,
una mirada, el tipo de caricia, de besos, el contacto corporal, ella literalmente se
molesta. Le da rabia y lo recrimina, lo aparta. La rabia en este caso aparece
como un móvil para alejar algo que le provoca angustia. Lo que mueve a la rabia
misma, sin embargo, no es el acercamiento de él, sino el advenimiento de un
afecto en ella, el de su propio deseo sexual y su acceso denegado. Frente a la
cercanía de él, en lugar de excitarse, se angustia.
Analizando la rabia, esta aparece como un afecto importante en su vida. Se
reconoce como explosiva. Le dan ataques de furia y “explota con facilidad”.
Específicamente en relación a los hombres, tal como señalamos, le causa rabia el
que aparezca ella como objeto de sus deseos sexuales. ¿Qué relación podría
tener aquello con los afectos relacionados a su padre? Hemos mencionado el
lugar en el que ella lo pone: entre el niño y el déspota. Sin embargo, a raíz de la
angustia tras el ataque de rabia o la rabia misma cuando su pareja está cerca, la
paciente asocia esa escena a otra, en donde su padre es el que ronda las
cercanías. Concretamente, el sentir cerca a su padre físicamente la angustia. ¿Y
por qué? Especificando los contextos en que siente esto, trae a sesión la
incómoda situación cuando su padre se queda a dormir en su casa, al viajar del
Norte a Santiago. Duerme en su pieza en una cama aparte. La razón de ello, de
acuerdo a lo que dice, es que en su cama quedarían muy juntos. La fantasía que
articula es que si duerme con el padre en la misma cama, éste se de vuelta y la
aplaste. El término aplastar aparece des – sexualizado cuando lo plantea. Lo
piensa en términos de volumen físico, al modo de una niña pequeña aplastada
por un hombre gigante.
En otro momento, la escena que rememora a los 12 años por haber bajado el
rendimiento escolar, se abre hacia otros recuerdos. Encubre una serie de hechos
agresivos que ella logra recordar desde los 3 años en adelante. Independiente de
los temas por los cuales ella es retada y a veces golpeada, la imagen en que sitúa
a su padre es en la de un hombre fuera de sí. Es decir, el padre presenta ataques
de furia, para ella muy violentos, cuyo signo es el de la arbitrariedad y la
incontrolabilidad . Cuando el padre se enfurece y explota pierde el control. ¿El
control de qué? El cariz de la fantasía lo trae del siguiente modo: cuando el
padre grita y se enfurece, dice, “… podría hacer cualquier cosa…”.
Esa situación de desprotección frente a la violencia del padre, se manifiesta
como un recuerdo encubridor, en donde se desliza el deseo infantil frente a uno
de los padres: el “…podría hacer cualquier cosa…”, atraviesa la barrera del
incesto. No sólo la atraviesa, sino que tras ese deseo ella aparece capturando el
deseo sexual del padre. Esa hipótesis cobra arraigo en un episodio de mucha
angustia que se inicia con una experiencia que tuvo una noche en relación a
ruidos nocturnos, lo que relacionó a una presencia extra - mundana. Si bien pone
en duda racionalmente la existencia de fenómenos paranormales, le asustan los
hechos extraños relacionados con el más allá. Una noche alojando en la parcela
de una amiga, siente una mezcla de ruidos provenientes del techo de la casa y
siente la existencia de una presencia; una presencia que le espanta. La
inmoviliza por largo rato. Siente pánico que le haga algo. El temor a la presencia
la asocia a dos escenas diferentes, llevando una hacia la otra. Asocia el temor de
esa experiencia actual con un temor similar que tuvo durante gran parte de su
infancia. Recuerda haber tenido desde muy pequeña (3 años en adelante)
dificultades para conciliar el sueño. Le quitaba el sueño imaginar el que una
presencia se apareciera en su cuarto. Le aterraba imaginar que además de
aparecérsele, ésta le tocara el cuerpo. La presencia tenía sus propios signos con
los cuales su aparición de hacía inminente: el registro sonoro del crujido del
techo de su casa. En el análisis de ese registro aparece un símil entre los ruidos
extraños del techo con los que provenían de la alcoba de sus padres por las
noches; anunciaba, así, la sexualidad de sus padres, o lo que Freud denomina, la
escena primaria.
Tras el padre disminuido emerge de esta manera la figura del padre bestia. Esa
falta de límite, “…puede hacer cualquier cosa…” se comprende como “…me
puede hacer cualquier cosa…”, pero el colocarse dentro del radio de acción del
padre, dentro de sus posibles objetos de deseo, ha sido clausurado vía represión.
Dicho de otra manera, el que el padre la pueda aplastar como aplastaba a la
madre, aparece asociado a toda una serie de fantasías de niña en relación con su
padre. Ya en ese momento el conflicto está instalado, base de la neurosis
posterior. El deseo incestuoso hacia el padre por parte de la niña, y su
prohibición.
La ligazón entre el temor del padre encolerizado, el cual le podía hacer cualquier
cosa, con la escena primaria, daba cuenta de la angustia señal ante la proximidad
de la excitación sexual que éste, y toda la serie de fantasía en torno a él, le
provocó en algún momento de su infancia, deviniendo posteriormente y por
motivo de su represión, en angustia. Así, en su origen la angustia no era sino una
forma de placer sexual, o también, se instala como señal de un placer prohibido
inscrito como trauma. La angustia señal re – presenta de manera pormenorizada
un acontecimiento inaugural, la represión del deseo sexual incestuoso.
En este material fragmentario de un caso clínico, lo que se observa es parte del
trabajo psicoanalítico. El aparato psíquico ha producido por razones suficientes
la neurosis. Sin embargo, tal y como se ha señalado, el síntoma no es sino una
formación sustitutiva al igual que la angustia. Una formación sustitutiva de un
deseo sexual que no ha podido ser tramitado de otro modo en tanto ha sido
reprimido. Hacer conciente lo Inconciente implica re – elaborar las resistencias
del yo y recordar las experiencias que en su momento pasaron de ser placenteras
a ser displacenteras y luego denegadas. El recuerdo en el sentido freudiano no
quiere decir tomar conciencia de un nuevo discurso, representación o percepción
de sí mismo. El psicoanálisis no se desliza por medio del juego de palabras, de la
erudición teórica, del cambio de percepciones, narrativas, formas vinculares,
distinciones en el lenguaje. La noción de recuerdo implica un trabajo del aparato
psíquico desde un experienciar – se en el recuerdo ligando las representaciones y
los afectos de esas experiencias pretéritas en la actualidad, frente a lo cual la
mera voluntad hace mella, al igual que las intenciones o todo el campo de la
conciencia, lo que justifica la existencia del psicoanálisis y su objeto de estudio,
lo Inconciente.
“En realidad, la cancelación de la represión no sobreviene hasta que la
representación conciente, tras vencer las resistencias, entra en conexión con la
huella mnémica inconciente. Sólo cuando esta última es hecha conciente se
consigue el éxito… el tener-oído y el tener-vivenciado son, por su naturaleza
psicológica, dos cosas por entero diversas, por más que posean idéntico
contenido.” (12)
El posibilitar el recuerdo, desde la singularidad que nos señala el análisis,
implica apropiarse de eso extraño y ajeno que el mismo aparato psíquico
produjo justificadamente en el pasado, mas para el presente, su justificación
carece de necesidad en su sentido lógico. El aparato psíquico en su situación
neurótica señala al mismo tiempo, que puede soportar de otro modo su propio
deseo y la historia de su formación.
Notas
(*) Este trabajo fue escrito y presentado en las VI Jornadas Clínicas de
Psicología Aplicada de la Universidad de Chile, desarrolladas en Octubre del
año 2005.
(1) Foladori, H. (1999). ¿Qué psicología elegir? Algunos problemas
epistemológicos.
http://www.psicologiagrupal.cl/documentos/articulos/quepsico.html
(2) Hegel, G.W.F. (1993). Fenomenología del espíritu. Ed. Fondo de Cultura
Económica, México.
(3) Freud, S. (1992). Lo Inconciente. Obras Completas, Vol. 14, Ed. Amorortu,
Pág. 121.
(4) Freud, S. (1992). Pulsión y destinos de pulsión. Obras Completas, Vol. 14,
Ed. Amorortu, Pág. 121.
(5) Freud, S. (1992). El malestar en la cultura. Obras Completas, Vol. 21,
Editorial Amorrortu.
(6) Freud, S. (1992). Sobre Psicoanálisis. Obras Completas, Vol. 12, Ed.
Amorrortu, Pág. 211.
(7) Freud, S. (1992). Conferencias de introducción al psicoanálisis. Los caminos
de la formación de síntoma. Obras Completas, Vol. 16, Ed. Amorrortu, Pág.
327.
(8) Freud, S. (1992). Inhibición, síntoma y angustia. Obras Completas, Vol. 20,
ed. Amorrortu.
(9) Freud, S. (1992). Obras Completas. Recordar, repetir, reelaborar. Obras
Completas, Vol. 12, Ed. Amorrortu, Pág. 152 – 53.
(10) Freud, S. (1992). Estudios sobre la Histeria. Obras Completas, Vol. 2, ed.
Amorrortu, Pág. 295.
(11) Freud, S. (1992). El malestar en la cultura. Obras Completas, Vol. 21, ed.
Amorrurtu, Pág. 93.
(12) Freud, S. (1992). Lo Inconciente. Obras Completas, Vol. 14, Ed.
Amorrortu, Pág. 173.
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