Antes de decidir entrar en el convento me despedí con estas

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Antes de decidir entrar en el convento me despedí con estas palabras de mi hermano,
confiando en que el Señor le hiciera a él y al resto de mi familia acoger y respetar la
decisión que había tomado y no eran capaces de entender:
Javi, creo que ahora mismo si me estás leyendo, lo primero que andarás es intentando
entender o dar respuestas a estos cambios que se han ido sucediendo, ¿me equivoco?.
He decidido dejarlo todo… ¿Desde cuándo?, ¿Cómo?, ¿Por qué ahora? Espero intentar
ir respondiendo a todas estas preguntas, pero antes de comenzar a contarte todo me
gustaría pedirte que me leas desde el corazón, no desde la cabeza, no desde lo
estrictamente estructurado, no desde el ritmo y lo que parecen ser los caminos
establecidos de nacer, jugar, estudiar, trabajar y “hacer dinero” (como decimos
nosotros). Te pido que me leas desde lo profundo, desde el amor, desde la confianza,
desde la fe y ante todo que tengas presente que como en tantas otras cosas, si no es
uno mismo el que experimenta esto, eso o aquello, difícilmente podemos entender
qué sentimientos fluyen en el otro para tomar ciertas decisiones, pero sí podemos
respetar, apoyar y acompañar en ese camino.
Todo comenzó aquel verano de 1º de carrera, tras estar varios años bastante perdida
sin grandes motivaciones y sin conseguir encajar muy bien ni la muerte de mamá ni la
muerte del abuelo y tantas otras cosas que pasaban a mi alrededor. Apareció en mi
corazón un deseo enorme de ofrecer, de acercarme a los más necesitados, y un anhelo
de verdadera fe. Por ello decidí buscar aquel campo de trabajo en Burgos con los
Jesuitas y aquel acercamiento a personas con parálisis y autismo en Madrid. ¿Te
acuerdas que me atropellaron justo días antes de esos campamentos, nada más
terminar los exámenes en la Universidad? Después de que toda mi motivación para
sacar 1º de carrera había sido poder irme en verano allí… y justo pasa lo del accidente.
En ese atropello hubo segundos, quizá por el impacto era incapaz de sentir nada, sólo
un horrible dolor en la tripa y en la espalda. Estando en la carretera, cuando recobré el
conocimiento y pude sentir, me desaté a llorar desconsoladamente, mientras una
señora se tumbó conmigo y me abrazaba mientras venía la ambulancia. No lloraba por
mí, no lloraba por esos segundos angustiosos… sólo lloraba porque a lo mejor ese
impacto me impedía ir con aquellos niños y adultos en Madrid y Burgos. ¿Cómo era
posible que sólo fuera capaz de pensar en ellos en esos momentos? ¿Quién estaba
poniendo en mí esos deseos que incluso se anteponían a mí?
COMIENZAN LAS DUDAS. Allí en el hospital estuve un buen ratito sola… antes de que
viniera Pati. A mi lado había una abuelita que no fui capaz de quitármela de la cabeza,
una abuelita muy mayor que era casi incapaz de abrir los ojitos, una abuelita que
estaba totalmente sola. Cuando vino Pati alguna lagrimilla me vio, y es que no era
capaz de quitarme esa imagen de soledad, de angustia, de esa señora que tan cerca
estaba de morir. ¿Por qué era tanto lo que me impactaba? ¿Por qué nacía en mí tanta
sensibilidad hacia personas que no conocía? Ardía en mí un deseo enorme de
acompañar esa soledad.
Al final conseguí ir a Burgos. Allí tuve las mayores experiencias de mi vida: con aquellos
que hambrientos, desorientados y con tanta falta de cariño iban al comedor social, con
aquellas personas que sin recursos y muchas veces con la esperanza tan perdida iban a
esas clases de español que yo daba en la casa de unas religiosas, (clases que
terminaron siendo de aprendizaje sí, pero sobretodo un espacio dónde esa gente
adulta que tanto me imponía al principio me regalaban miles de abrazos, sonrisas, y
venían contentos a compartirme sus problemas, sus alegrías…) aquellos niños de
familias inmigrantes y desestructuradas con los que tanto podía compartir disfrutar
aprender. TANTÍSIMO RECIBIA Y SIN APENAS DAR NADA. Pero ante todo lo más
maravilloso fue el encuentro que tuve con Jesús; aquellas primeras oraciones de la
mañana (que simplemente se reducían a pedirle apasionadamente que si
verdaderamente existía tocara mi corazón de tal forma que pudiera de veras hablar de
fe; de esa fe que sólo se entiende desde el amor y la sencillez, le pedía
apasionadamente que me diera la dicha de poder sentirle de verdad, que me llenara
de tal forma que pudiera dar todo eso a los que tanto lo necesitaban). Y aquí es donde
el Señor comenzó a actuar, ya no sé muy bien cómo. Llegué a Madrid rebosante, llegué
a Madrid con la sensación de que no cabía más amor, más alegría, más ganas de vivir,
más certeza en mí. Es tan complicado de explicar, las palabras que sentía era
PLENITUD, un vacío totalmente colmado y rebosante. Da vértigo, de veras queda un
vértigo muy grande… tanto desconcierto, tanta felicidad, tanta locura llegaba a
abrumar. ¿Qué me estaba pasando de repente? ¿A qué se debía tanta plenitud sin
motivo aparente? A estos sentimientos se le unían unas extrañas ganas de ir a misa,
¿De dónde y por qué aparecía en mí este deseo? ¿De dónde viene esta dependencia
a la oración, este tiempo dedicado a Él? ¿Por qué no era capaz de disfrutar y sentir esa
plenitud sin Él?
En Madrid comencé 2º de carrera y ese deseo insaciable de conocerle más y más no
sólo continuaba sino que además se había intensificado, sentía una locura de amor,
sentía algo que sin poder compararlo se asemejaba a cuando nos enamoramos de
alguien. Él estaba poniendo en mi corazón tantos deseos de servir, de conocerle, que
no procedían para nada de mí. Por ello decidí meterme en el grupo de jóvenes de
Jesuitas (donde había alguna de las personas que habían estado compartiendo
conmigo la experiencia en Burgos) y para colmo pude constatar cómo esa oración
apasionada que le dirigía en Burgos parecía estar dando tantísima respuesta. Me
encontré que compartiendo con los demás jóvenes, hablando de Jesús, se estremecía
mi corazón, era tal lo que emanaba de mí: la vitalidad, la alegría… que ellos mismos se
dirigían a mi preguntándome de donde fluía ese sentimiento.
Algo en mí seguía teniendo esa sed de más, así que decidí hablar con una religiosa que
conocí para irme de voluntaria a Tijuana (México). Tras días de compartir, ella me
ofrecía irme con un grupito de jóvenes ¡ME OFENDÍ sin saber por qué! ¡Yo sentía que
me quería ir con ellas, siendo y participando como una más! ¿Prefieres venirte con
nosotras? ¿Por qué Esmeralda? Ella se reía al preguntarme eso, pero yo no sabía qué
responder, me quedé totalmente bloqueada pues no sabía todavía qué estaba
pasando dentro de mí ¿Por qué quería irme yo como una más y no compartir la
experiencia con más jóvenes como yo? ¿De dónde nacía ese deseo? Desde aquel
encuentro con ÉL todo a mi alrededor se estaba descolocando de una forma
descomunal. Ya no disfrutaba de aquello que antes ocupaba todo mi tiempo: ni del
baloncesto, ni de mis amigos, ni de las fiestas… se me caían los libros de las manos y
sin embargo aparecía una atracción hacia la Biblia. Mi escala de valores estaba
totalmente invertida, habían nacido en mí unos deseos cada vez mayores de oración,
aparecían deseos incomprensibles de ser pobre, de ser misionera, de ofrecer mi vida
por los demás. Era inmensamente feliz pero ¿qué quería Jesús de mí? ¿Por qué estaba
poniendo en mi corazón más y más deseos? ¿Por qué ocupaba mi pensamiento las 24
horas del día? ¿Por qué en mi mente sólo aparecía la idea de monjas? ¿De dónde venía
esa seducción?
Todo esto que estoy contando parece precioso pero no puedes imaginarte por un lado
sí, la enorme plenitud que tenía pero, por otro, el enorme vértigo, dudas y miedo que
ME ATERRABA. Me entró tal miedo que creí que lo mejor era recomenzar esa relación
con el que fue mi pareja… así esa locura se me iría de la cabeza; eso unido a no ir a
misa, seguro que se me quitaba esta LOCURA. Fuera como fuera, se me tenían que
pasar de la cabeza tales ideas ¿yo… empezar un camino como religiosa? Pero muy al
contrario de lo que esperaba, el deseo cada vez se iba haciendo más y más fuerte.
¿Será que Dios me llama y quiere algo más de mí?...es que no podía ser posible...
¿yo?… una adolescente apasionada del deporte, una adolescente que había ido misa
años atrás... pero tantas veces iba como quien está en el supermercado, pues no era
capaz de sentir nada aunque sí tenía esa certeza de que Dios existía, una adolescente
que es un desastre, que había tenido novios y que había estado enamorada y había
descubierto la belleza de vivir en pareja, una adolescente que desde siempre quería
tener familia con niños, con un marido, una adolescente que podía tener mil caminos
pero desde luego NO ESTE. La relación con él tuvo que terminarse por esa misma
razón, y mi corazón se sintió totalmente liberado. ¡Qué consuelo más grande… volvía a
ser libre para seguir a Jesús!
TODO SEGUÍA DESCOLOCÁNDOME MÁS Y MÁS. Ya cuando había pasado un año desde
aquel encuentro con la religiosa con la que me iba a ir a Tijuana (viaje que no llegó a
termino por diversos motivos) y después de no verla durante ese año entero, volví a
encontrarme y a compartir con ella; le conté lo que me estaba pasando… ¡Y qué bien
me entendía! Fue sorprendente oírme a mí misma escuchar el camino por el que me
había llevado Jesús. Quién iba a decir que esa niña que fue con la simple intención de
irse a Tijuana…. no era más que un comienzo de todo un recorrido junto a Él, que no
era más que un deseo que Él había suscitado en mí. Allí, en esa misma casa de las
hermanas, me enteré que iban a comenzar a realizar unas oraciones, y fue así como
descubrí que allí esa congregación tenía adoración perpetua. Esa se convirtió en mi
capillita a la que comencé a ir al principio una vez cada dos semanas luego una vez a la
semana… y llegando ya a ir una horita a veces todos los días. Se convirtió en mi lugar y
mi momento único que no podía cambiarse por nada, era mi lugar de oración donde
descubrí que aquello que yo miraba en el interior de la custodia era el MISMO JESÚS…
pues desconocía de ello al nunca antes haberlo visto, era abrir la puerta y vaciarme
plenamente, era abrir la puerta y experimentar que sólo quería estar ahí sentada con
Él… al principio sin palabras pues no sabía qué decir o hacer… pero luego ellas parecían
venir solas a mi corazón, era allí donde me llenaba de una forma asombrosa, donde
empecé aun más fuerte a experimentar desde lo profundo que el Señor me estaba
llamando y que quería algo de mí, aunque no sabía ni el qué ni dónde. Es allí donde
cargada de miedo se lo ofrecía y se quedaban en nada, es allí donde volvía a
experimentar ese amor, esa sensación de plenitud y donde no había mayor certeza
que todo ello venía de ÉL.
Javi, puede que en algún momento te dé la sensación de que estoy hablando chino
pero es esto lo que día a día he ido experimentado… es así como Jesús,
descolocándote absolutamente todo, va haciéndose su hueco y va llamándote por ese
camino junto a Él
En tal cúmulo de sentimientos que era incapaz de apartar o dejar de sentir iba una y
otra vez a la capilla: unas veces llena de alegría y esperanza, otras veces llena de
lágrimas, pidiéndole desde aquel miedo tan humano que "me dejara en paz", que
dejara de descolocarme absolutamente todo. Había momentos que me llenaba de
rabia y me enfadaba… sentía todo tan sumamente descolocado… pero a pesar de esas
dudas, miedos y ganas de salir corriendo había algo inexplicable más fuerte que me
guiaba hacia Él, me hacia arrodillarme y decir AYÚDAME a hacer tu voluntad sea cual
sea. Sentía un silencio cargado de palabras, un miedo cargado de certeza.
Así he continuado y continuado caminando por el camino que Él mismo me dibujaba,
unas veces tan visible y sencillo y otras tan escondido y complicado. Durante todo este
tiempo, durante toda esta locura fui intentando responder al estudio en la
Universidad, al módulo y, en general, a mí día a día. Cómo bien me ha dicho hoy papá
enfadado: "No entiendo tanto cambio… voy al módulo, no voy… estudio más, estudio
menos, voy más a misa, luego no voy". No he querido responder nada porque
efectivamente tiene toda la razón del mundo… no es más que fruto de esa búsqueda,
de esa necesidad de respuesta, de esa necesidad de más, no es más que fruto de esa
relación con Él.
Pasé de tener todo agarrado: mis estudios, mis amigos, mi familia, mis intereses, mis
hobbies, a sentir que todo todo todo todo cuanto me rodeaba estaba siendo
descolocado… TODO ESTABA SIN AGARRAR.
¿Por qué me pasaba horas y horas estudiando siendo incapaz de asimilar nada? ¿Por
qué comenzaba por primera vez a suspender cuando dedicaba aún más horas al
estudio? ¿Por qué sentía que ya no era esa Esmeralda que decía “yo sola puedo con
todo”? ¿Por qué sentía esa necesidad de aprender a cuidarme; ya no por mí sino por
los demás?
Por más y más que decía: "Voy a la Universidad, estudio mil horas y apruebo todo;
tantos y tantos días acababa en la capilla o en la iglesia; antes de pensarlo". NO sabes
lo sumamente complicado que se me ha hecho ver suspensos cuando durante tanto
tiempo los estudios han sido mi pilar para mantenerme arriba después de lo de mamá.
Sacaba horas por la noche sin apenas descansar ni dormir y tampoco había manera; lo
único que conseguía era agotarme y caer en esa rutina de sentir que la cabeza me
explotaba. Me quitaba horas de lo que para mi cabeza y corazón, sin poder evitarlo,
era lo primero: tiempo de oración, de compartir , de caminar… y parecía que ese día se
me caía el mundo.
Sé que posiblemente no entendáis esto, y sé que posiblemente papá dirá: "Lo primero
es lo primero" y, como otras veces ha dicho: "Todo estudio es fruto para luego poder
utilizarlo" o "El de arriba no te puede quitar de lo primero". ESTOY TOTALMENTE de
acuerdo con la segunda afirmación (todo conocimiento es útil y no quiero que penséis
que esto es una huida de los estudios… pero es ahora cuando tenía que responder a su
llamada. Posiblemente acabaré estudiando lo que Él me vaya poniendo en el camino o
terminando Biología, no lo sé, y además con ganas de hacerlo pues sabes que me gusta
estudiar)
Con el tiempo empecé a compartir mucho con las religiosas, primero oraciones, luego
comidas y, sin darme cuenta, ya me pasada más tiempo allí que en casa. Y es que
verdaderamente allí me sentía como en mi casa. ¿Sería ese el sitio que Él tenía
pensado para mí?
En Pamplona, durante el camino de peregrinación a Javier, celebrando una vigilia en la
catedral, todos los que allí estábamos pudimos escuchar el testimonio de un joven
sacerdote que se iba a ordenar, y de alguna que otra religiosa. Según les escuchaba mis
lágrimas iban cayendo, ¿cómo era posible que dijeran exactamente todo lo que yo
estaba viviendo? ¿Cómo era posible que todos y cada uno de los sentimientos,
preguntas que se hacían, miedos que les aparecían, me resultaran tan familiares?
Absolutamente todas y cada una de las palabras que salían por su boca yo las había
experimentado en algún momento: esas dudas del principio junto con ese rechazo
inicial, ese desbordamiento de amor y alegría que ansiaba dar a los demás, esa
cantidad de dudas, ese anhelo de conocerle, ese deseo de ir a misa (el Evangelio y todo
aquello que de pequeña te van contando estaba comenzando a tener un peso
alucinante; era capaz de sentirlo en mis propias carnes). ¿Cómo es posible que alguien
dé su vida por los demás? ¿Cómo es posible una misericordia tan grande como para
perdonar a todos y sin esperar nada a cambio ni pedir cuentas?
En todo este camino de discernimiento y una vez que me parecía haberme rendido a
huir, creí saber donde me quería: con las "Religiosas del Santísimo Sacramento", con
las que a fin de cuentas había estado compartiendo tanto, con las que todos los días
me escapaba para orar, para comer, para dormir algún fin de semana. Allí ya me
sentía una más, allí estaba mi capilla, allí me sentía identificada con la Fundadora de la
congregación, allí es donde había caído dos años consecutivos por distintas razones (
Tijuana…). Ahora sólo faltaba saber descubrir, no sabía muy bien cuándo era el
momento, así que pasé meses orando.
¿Te he dicho que una de las cosas que Jesús hace ante tu encuentro… es desordenarte
todo?
Sabes que hace días me fui a Bilbao, con ideas totalmente distintas, a conocer más a
fondo otra Congregación que ya conocía. Allí iba a compartir un fin de semana con una
amiga mía que hacía años no veía y, de paso, me encontraría con una religiosa
conocida, de la congregación de las Siervas de Jesús, con la que me voy a la JMJ de
Brasil en verano. Estaría con ella, compartiríamos, rezaríamos juntas… ESOS ERAN MIS
PLANES, pero NO LOS DEL SEÑOR. Mi intención era encontrarme simplemente con ella
y, bueno, compartir con las demás hermanas, pero poco más. NADA QUE VER CON LO
QUE ME ESPERABA. Allí estuve todo el fin de semana atendiendo con las hermanas a
las personas de la calle, a enfermos con SIDA, y tuve experiencias inexplicables con
ellos... también estuve compartiendo el día a día en el hospital con los enfermos, por
las calles... El caso es que cada segundito que pasaba, más me estaba descolocando
todos los esquemas. Frente a la capilla se me escapaban lágrimas y lágrimas, frente al
Cristo Crucificado que había en un rinconcito me arrodille diciendo: "Señor ahora sí
que rompes todo, todo, todo".
Yo no iba a conocer esta congregación, y no paraba de decirle al Señor que mi camino
era el otro, la otra congregación. Pero es curioso ver que allí donde a priori me
encontraba peor, o allí donde no conocía a nadie más que a una hermana que casi ni
vi, allí donde había un gran lista (al menos a priori), de peros interminables... en ese
mismo sitio, era capaz de sentir una paz, una serenidad, una inmensa alegría. Parecía
como si un pozo hubiera aparecido cerquita de mí y hubieran caído ahí todos los
miedos que siempre resurgían. El … "sólo tú y yo", el "éste es mi sitio", sin necesidad
de planear o preguntarme ¿pero y luego qué , pero... pero ? Sólo sintiendo "EN TUS
MANOS". Le preguntaba tantas cosas y sólo era capaz de "escuchar": "SALTA Y
CONFÍA".
Cuando una de las hermanas me dijo: "Ya tienes que irte o perderás el autobús", me
invadió un sentimiento de ¡NO QUIERO!...Y ES QUE NO QUERÍA IRME, así que me
desaté a llorar con aquella hermana… Sabe el Señor que si no di ese salto es porque sé
que todo ha de ser reposado, TODO.
Así hice, volví a Madrid y mi descoloque estaba aumentado hasta un nivel vertiginoso,
mi corazón y mi cabeza continuaban con aquellos sentimientos. A pesar de la gran lista
de peros que a priori hay, cuánto más lo pasaba por mi corazón , cuánto más en la
intimidad lo hablaba con Jesús, mayor era la certeza de que el sitio que el Señor tenía
para mi estaba allí... ¡QUÉ LOCURA! Pues será, no te digo yo que no..., pero hay una
certeza tan grande en mí... hay una fuerza que me impulsa tanto tanto tanto dentro de
mí... que me dan igual los miedos, que me da igual que el hábito sea del color que sea,
que el noviciado sea fuera o dentro de Madrid y no conozca a nadie, que la familia y
amigos se pongan en contra en un principio, como normalmente suele pasar... que ...
SÓLO va conmigo esa certeza, ese deseo enorme de entregarme ahí, allí. CONFIO en
que el Señor me ayudará. Ahora mismo sólo tengo conmigo eso… esa certeza de que el
Señor me quiere AHÍ y esa confianza plena de que Él me ayudará en este camino. NO
TENGO MÁS. Cuando me ha llegado el momento de decidir, cuando estaba en la iglesia
y definitivamente me he rendido, me temblaban las piernas, la voz, como nunca antes.
NO DEJABA de decir: "SEÑOR, ME DA UN MIEDO TREMENDO, AYÚDAME, CONFÍO EN
TI, NO ME DEJES SOLA”. Yo solo escuchaba en mi corazón: "¡Confía, SALTA, salta ya!"
Comienzo el camino, comienzo un camino que siendo sincera me da vértigo. Dejo
familia, dejo mi casa, dejo amigos, dejo rutina, dejo facilidades, dejo tantas cosas. Me
voy de Madrid, me voy a un convento donde no conozco a nadie, donde todo se me
hace nuevo, ropa, estilo de vida… pero soy plenamente feliz porque sé que Él me va a
ayudar.
Javi, es un salto en el vacío, tanto la vocación a la vida religiosa como la vocación al
matrimonio, nadie puede asegurarte que te vaya bien, que vayamos a ser capaces…
pero sí podemos decir que fuimos valientes: cogí las riendas de mi vida, seguí la
llamada de Jesús en el momento y en lugar que Él iba pidiendo en mi corazón tanto a
una cosa como a la otra.
En fin Javi, hoy, 19 de mayo de 2013, me voy con el corazón por un lado roto, hecho
añicos al ver que me echáis de casa, que no soy capaz de haceros entender, que papá
no es capaz de mirarme a los ojos ni de despedirse… por eso TE PIDO a ti
personalmente, ahora, que recuerdes esa frases que te dije hace días: "CONFÍA. Espero
desde lo más profundo de mi corazón que me apoyéis y hagáis este camino junto a
mí", y por otro lado, me voy con el corazón rebosante, pleno, lleno de alegría,
confianza y esperanza.
Te pido que reces por mí para me agarre de tal forma a Él que me dé la fortaleza, la
confianza para comenzar y seguir este camino junto a ÉL. Reza para que sea dócil y
humilde, para que pueda llenarme de su amor y así poder ofrecerlo y llevarlo a los
enfermos. Yo os llevo conmigo sabiendo a plena confianza que el Señor hará posible
nuestro reencuentro y perdón. Un Abrazo.
Hoy, día 25 de febrero de 2015, hace casi dos años desde mi entrada en la
Congregación de las Siervas de Jesús, y es tanto lo que el Señor me ha ido regalando
y enseñando cada día a través de mis hermanas, que no puedo más que agradecer y
pedir que me ayude cada día a perseverar, pidiendo siempre a María su compañía y
protección. El Señor hace las cosas tan bien que recuperé a mi familia… pues no hay
padre, ni hermano, ni amigos, que se resistan a la alegría y las sonrisas que ven en
nuestro rostro. Ahora puedo decir que no dejé familia, ni amigos, ni hobbies, sino que
en esta, mi nueva familia, el Señor me enseña a integrar todas ellas.
Esmeralda
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