La gran transformación

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La gran transformación
“Durante la hora de lectura el alma del lector está sometida a la voluntad del escritor”
Edgar Allan Poe
En la literatura, como en la vida, todos tenemos un reto, un objetivo que queremos
cumplir. Nosotros, alumnos de “Literatura Avanzada” de 1º de Bachillerato de Jesuitas,
hemos creado, de manera similar a como lo han hecho muchos escritores a lo largo de la
historia, las novelas de nuestras vidas. En ellas se ve reflejada la parte más personal de cada
uno. Algunas de las historias reflejan vivencias y sentimientos reales; otras, pretenden mostrar
de manera muy veraz situaciones posibles, muy cercanas a la realidad, de nuestras vidas
adolescentes del siglo actual.
Esa es una de las pretensiones de estos relatos: mostrar ante los demás nuestra visión
del mundo, de qué manera identificamos la necesidad de una transformación social e
individual en nuestro entorno. Por ello, nuestras novelas debían estar determinadas por
características concretas, tales como la originalidad, la veracidad, la introspección… Como
este objetivo era difícil de trasmitir y de plasmar en hojas en blanco, ha requerido mucho
tiempo y trabajo. Podemos afirmar que ha sido el mayor reto de la asignatura de Literatura
Universal. Para algunas de las personas, además, se trata de un aprendizaje vital, ya que es
nuestra vida la que ha tomado forma de relato.
En el proceso de evaluación del trabajo realizado durante el curso, especialmente
durante este último trimestre, nos dimos cuenta de que las novelas tienen un valor superior
al que esperábamos. Llegamos a la conclusión de que no podemos echar a perder las horas
de esfuerzo ni desaprovechar nuestras creaciones. Con ese objetivo, pensamos en crear una
“gran novela”, una recopilación de todas nuestras novelas. De esta colección de relatos
podemos decir que son el reflejo puro de lo que somos: individuos con personalidad propia,
jóvenes o adolescentes con nuestros conflictos y preocupaciones, miembros de una
generación que observa su interior y su alrededor con una mirada consciente.
Junto con las palabras, también hemos querido jugar con las imágenes. Para ello,
hemos plasmado nuestra originalidad creando una portada colectiva con las imágenes
representativas de cada obra.
En este reto que ahora dejamos en vuestras manos y ante vuestros atentos ojos,
hemos participado la generación del 99, que está formada por:
Mireia Alberdi, Ander Beltrán, Lorea Bereciartua, Paula Crespo, Ainara de
Jesús, Melissa Diatta, Eneko Diez, Igor Eguen, Estepan Goiti, Ana GómezCoronado, Jone Ingunza, Xabier Jaio, Clodagh López, Jon Lozano, Beatriz Pachón,
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Yaiza Pineda, Maiara Rodrigues, Pablo Santurde, Xabier Urbieta, Candela Zabala,
Iskander Zenitagoia, Olaia Zubero.
¿Qué lección de las muchas que impartimos en un aula tiene más valor para nuestros
alumnos y alumnas? ¿De qué forma les podemos contagiar todo aquello que realmente nos
apasiona a quienes nos dedicamos a vivir la educación? En la realidad de la clase existen
muchos más matices que la simple y necesaria enseñanza de contenidos. Sé que para muchos
es evidente esta afirmación, pero no siempre percibimos su sentido más profundo y actuamos
en consecuencia.
A veces entramos en el aula con la simple intención de que nuestro alumnado se
quede atrapado en alguna de las redes que les lanzamos. Durante todas las horas que nos han
ocupado y preocupado a mí, a mis alumnos y alumnas, esa ha sido la tarea más complicada y
la más gratificante: lanzar redes, anzuelos, carnaza para tiburones y esperar, desear, que
piquen. Como en El viejo y el mar, la tarea nos ha agotado. Pero al recoger los frutos , al
descubrir qué ha caído finalmente en la red, no hay duda de que la pasión, cuando surge del
interior de cada persona, “provoca monstruos” (en su sentido más creativo y positivo, desde
luego).
La lectura crítica de las grandes obras de la literatura universal y la escritura creativa
son grandes retos en su propio origen. Deben ser actos que atraigan por sí mismos, no desde
el sentido utilitario o como búsqueda de un fin superior. La nota motiva, es cierto, pero
cuando conseguimos trascender esa frontera, empieza el aprendizaje más personal.
Tomo algunas palabras de Daniel Pennac en su obra Como una novela. Creo que
reflejan la gran preocupación que nos suele atacar a quienes queremos que los jóvenes o
adolescentes “lean” y vivan la literatura.
“El verbo leer no soporta el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el
verbo “amar… el verbo “soñar”.....
... Y ahí le tenemos, adolescente encerrado en su cuarto, delante de un libro que no
lee. Todos sus deseos de estar en otra parte crean entre él y las páginas abiertas una pantalla
glauca que enturbia los renglones…. Al cabo de unas páginas se ha sentido invadido por esa
pesadez dolorosamente familiar, el peso del libro, peso del tedio, insoportable fardo del
esfuerzo inalcanzado
Sus párpados le anuncian la inminencia del naufragio.
…. El libro le arrastra….Zozobran”
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En mi labor diaria en el aula soy consciente de todo lo que hace naufragar a nuestros
jóvenes; soy consciente del camino que han recorrido para llegar al objetivo superior, el del
aprendizaje. Sé, con mayor o menor acierto, dónde pueden perder pie. Creo que es uno de
los aprendizajes conscientes que debemos interiorizar las profesoras y profesores de
literatura. Urgentemente, antes de que en la zozobra perdamos marineros que deben coger
el timón más adelante.
Este proyecto, todas las novelas, son el resultado de un empeño que ha tomado
formas diversas según la persona. Muestran de forma magistral lo que he pretendido durante
este curso: cada hora de clase ha sido un duelo entre compañeros. Reté a mis alumnos y
alumnas con el “Cuaderno de Bitácora” (el diario de sus propios aprendizajes durante el viaje a
través de la Literatura Universal); con “Yo soy Hamlet”, “Yo soy Poe” y “Yo soy Madame Bovary”
han entrado en la piel de los personajes en los que se reflejan las angustias y las grandes
enseñanzas vitales; finalmente, les he pedido que escriban una novela y que reflejen en ella
su vida interior, sus emociones más personales, sus preocupaciones reales, lo que les quita el
sueño; aquello a lo que las personas adultas nos cuesta llegar. El duelo final ha sido consigo
mismos y con la sociedad en la que viven; con su mundo interior, que siempre llevan a
cuestas, y con el entorno que los acorrala. Lo llamamos la transformación individual y social.
Acabo con las palabras de Pennac y añado un matiz personal. Creo que en estas
palabras se dice todo lo que pretendía decir con esta introducción. Las chicas y chicos que
han creado estas novelas han conseguido mucho de esto. Han logrado que en muchos
momentos del curso haya sentido, y así lo he verbalizado en el aula, que estoy muy orgullosa
y que merecen un enorme y sincero “Zorionak”.
“¡Hay que leer! ¡Hay que escribir!
…. Para aprender, para sacar adelante nuestros estudios, para informarnos, para saber
de dónde venimos, para saber quiénes somos, para conocer mejor a los demás, para saber
adónde vamos, para conservar la memoria del pasado, para iluminar nuestro presente, para
aprovechar las experiencias anteriores, para no repetir las tonterías de nuestros antepasados,
para ganar tiempo, para evadirnos, para buscar un sentido a la vida, para comprender los
fundamentos de nuestra civilización, para satisfacer nuestra curiosidad, para distraernos, para
informarnos, para cultivarnos, para comunicar, para ejercer nuestro espíritu crítico.”
Eva Rodríguez Salcedo
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Marcha atrás
Pág. 6
Perdida en mí
Pág. 16
El pozo esperanzador
Pág. 29
Errores del pasado
Pág. 37
Viaje a sol
Pág. 46
Cartas con promesas
Pág. 52
Malos caminos
Pág. 57
El balón
Pág. 60
¿Quién es quién?
Pág. 65
Sueño cumplido, también vencido
Pág. 69
La llave
Pág. 78
En el fondo del mar
Pág. 83
“¿Cuál es mi viaje?”
Pág. 95
Soy viento
Pág. 108
El principio del fin
Pág. 116
Cuidado con lo que deseas
Pág. 124
Amor sin límites
Pág. 130
Lo que verdaderamente importa
Pág. 139
Algo inesperado
Pág. 144
El lado malo de las cosas buenas
Pág. 149
“La maldición del clavel”
Pág. 153
Pequeño infinito
Pág. 158
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MARCHA ATRÁS
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Me levanto de la hierba ligeramente mojada por el rocío de la noche anterior. Me
estiro lentamente, levantando mis brazos y juntando las manos, para que todos los pequeños
huesos de mi cuerpo puedan crujir, para sentir un placer de libertad, un último placer. A su
vez, cierro los ojos para oír las olas del mar chocándose contra las piedras que se sitúan
debajo del barranco. Abro los ojos y miro al cielo, azul, un azul claro, sin nubes, que me
recuerda a la camisa de mi madre que rara vez utilizó. Bajo la cabeza suavemente y miro a mi
alrededor. Estoy sola, sola en este lugar y en este mundo. Miro a delante y me da miedo el
barranco que cae enfrente de mí hacia el mar. Un mar traicionero, como las personas. Pienso
que la naturaleza y las personas van de la mano, traicioneras cuando quieren y amables otras
veces. Esto me hace reflexionar y veo que nada es puro, todo es una mentira creada por
nuestro inconsciente, creada por nosotros. Somos los que creamos una mentira continua, los
que nos tapamos los ojos con las manos manchadas para no ver la realidad, los que jugamos
sucio para que sea más fácil seguir adelante. Un sonido de un pájaro me desconcentra y me
asusta. Comienzo a caminar. El miedo se apodera de mí. ¿Por qué he tenido que ser yo?
¿Este es mí final? Me paro y me giro, con la esperanza de que alguien me diga que pare, pero
como ya he dicho antes, estoy sola. Las olas continúan llamándome, como las sirenas que
cantan, bellas y traicioneras. Sigo andando. Y justo antes de caer me sale una lágrima y la
fobia que tenía guardada a la muerte, escapa con ella. Me quito los zapatos, tirando de un
cordón primero, a la vez que contemplo cómo se deshace todo el nudo, por un simple
tironcito. ¿Pasará eso con todo, con la vida? Hago lo mismo con el otro, y contemplo cómo
se deshace el nudo. Afirmo para mí que sí, que la vida se deshace, y a su vez la persona
también. Aparto los zapatos. Miro al mar, al fondo del paisaje, donde de pequeños pensaba
que habría una cascada y que todo terminaría, que ese era el final. Vuelvo a cerrar los ojos y
me inclino ligeramente hacia delante, con la ayuda de la brisa mi cuerpo sigue cayendo, hasta
que mis pies dejan de tocar la húmeda hierba. No abro los ojos por miedo, por miedo a ver
la realidad de hoy y de mí pasado.
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Últimamente pienso mucho en mi futuro. A principios de año pierdo el trabajo y no
veo a mi hermana desde que nací. En verdad, se podría decir que nunca la he visto, y supongo
que jamás la veré. A pesar de que mi madre me ha ofrecido ver muchas fotos de ella, siempre
se lo he negado. No quiero ver a una persona en un trozo de papel y tener que imaginarme
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si realmente será así o no. Simplemente no quiero pensar en alguien que no piensa en mí.
Muchos de mis amigos me echan en cara ese tema, pero ellos no son los más adecuados para
comentar ya que no han vivido en una situación como esta. Lo que más rabia me da de este
tema, podría ser el hecho de que ella no muestre ningún interés por conocerme, yo no le he
hecho nada para que se vaya. Otra cosa que también debería de decir, sería que tampoco sé
la razón por la que se marchó, solamente sé que unos pocos días de que naciera ella se fue
de casa, sin dejar una nota ni nada. Pero ahora eso es uno de mis menores problemas. Todos
mis planes para el futuro se han enrevesado ya que me han despedido del trabajo. Estuve
trabajando de becaria por 3 años y pensaba que podría ascender y ganar mucho más dinero.
Es curioso cómo de un día para otro pueden cambiar las cosas. Desde aquel día dejé de salir
con mis amigas y amigos. No estaba a gusto con nadie, ni siquiera conmigo misma. Me veía
con un cuerpo horrible y mi cara estaba hecha un cuadro. Mis compañeras, tanto las del
colegio como las del trabajo, en cambio, eran guapas y tenía un cuerpo fino y bonito. Fue
entonces cuando decidí poner fin a todo esto. No quería ser “una amiga”, quería ser “la
amiga”. Quería que se dieran cuenta de quién era, quería que vieran que estaba ahí, quería
que se fijaran en mí. Por un momento puedo decir que regresé a mi pasado oscuro, en la
época de mi vida en la que lo único que me importaba era ser conocida y tener mucho dinero.
De modo que, comprar unas pastillas fue la solución más rápida para este proceso. Esas
pastillas te quitaban el hambre, de modo que no comías y adelgazaba. En una canción escuche
esta frase; la perfección es la adicción de la nación. Y es verdad. La belleza es lo que más cuenta hoy
en día. No sirve de nada una cara con manchas o un cuerpo con volumen. Y yo no quería
ser de ese montón. Comencé a tomar las pastillas y vi que me funcionaban. Al día ingería 100
calorías en total. Adelgacé y adelgacé hasta que me vi bien. Paré de tomar esas partillas y
continúe con mi vida normal. Durante varios meses seguí comiendo un total de 100 calorías.
Para ello tomaba muchísima agua y así me llenaba el estómago sin engordar. Obviamente
mis amigas hablaban sobre mí y la gente me miraba. Y sí, sé que lo hacían porque se notaba
había adelgazado, pero eso me daba igual. Ahora miro atrás y me siento tonta de haber hecho
eso. Pero lo hecho, hecho está.
Me impresiona que todo esto lo pueda pensar en la ducha. Mientras me seco escucho
música y canto. Por un momento olvido todo lo que he pasado. Cuando termino de secarme
paro la música y me visto. Al quitarme la toalla que tenía enrollada en la cabeza, me miro al
espejo como siempre. No veo lo que tengo detrás porque el calor ha hecho que el espejo se
nuble y solo he limpiado un cacho para poder verme la cara. No me gusta lo que veo. El
pelo, corto y mojado, se enreda entre mechones. Me quiero peinar, pero mis manos están
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bloqueadas. Mis ojos bloquean todo mi cuerpo por un instante. Todo se silencia. En ese
momento me miro a los ojos gracias al espejo ligeramente limpio. Mis ojos siguen manchados
del maquillaje de ayer. Tanto por arriba como por abajo, la sombra negra destaca. Entonces
exploto. Me doy cuenta realmente de todo lo que he hecho. Me doy cuenta de que no valgo
nada, de que mis amigos me toman como un bicho raro, de que mi madre no se preocupa
de mí. Me doy cuenta de que mi vida es un completo fracaso y de que no voy a poder aguantar
más. Y lo peor de todo, me doy cuenta de que no me gusto, de que lo único que quiero es
gustar a los demás. ¿Qué he hecho, Señor?
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Parece que a medida que pasa el tiempo mi vida mejora. Estoy a punto de cumplir
mí 4º año como becaria. ¿Me ascenderán? La verdad es que estoy muy contenta y me parece
que ellos también.
En el mes de julio me llegó al fin la carta que tanto esperaba. Cuando vi que tras el
buzón había una carta y con un sello azul enorme, supe que esa era la carta. Subí rápidamente
a casa para poder abrirla. Mientras la leía mi corazón se relajaba. Habían metido al monstruo
de David en la cárcel por 5 años y también tenía que pagar una multa de 4000€. Ya estaba
tranquila. David fue quien me arruino parte de mi vida. Ese desgraciado no volverá a creerse
el rey del mundo nunca más.
Puesto que lo que me hizo me causó tanto dolor, decidí participar en un pequeño
grupo de mi pueblo llamado “Mujeres Fuertes”. Pasé muchísimo tiempo con mujeres de mi
edad hablando sobre las horribles experiencias que pasamos. Admito que me siento
afortunada tras haber escuchado algunas de las situaciones que han pasado otras mujeres, ya
que eran muy fuertes.
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¿Se ha ido? Eso me parece. Me levanto suavemente para evitar sentir cualquier dolor
o para evitar que me oiga nadie, no lo sé, todavía estoy asustada. Abro con cuidado la puerta
de la habitación y salgo al pasillo. No hago nada. Me quedo ahí, mirando a la pared que tengo
enfrente de mí. No sé qué pensar, estoy bloqueada. El silencio me ensordece y la oscuridad
que hay en el pasillo me asusta. Reacciono y doy unos pasos hasta llegar al baño. Enciendo
la luz y no me creo lo que veo. Esa no soy yo, no puedo ser yo. En la parte de arriba de la
frente tengo una gran herida que me ha causado el golpe contra el suelo. Al dado de la barbilla
tengo otra herida profunda por culpa de la mesilla. Y lo peor, el ojo. El ojo está rodeado por
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una hinchazón de color morado. Niego con la cabeza. No, no estoy siendo realista, ¿por qué
me miento? No, no ha sido el suelo quien me ha hecho esta herida, ha sido la fuerza que ha
utilizado David para pegarme y tirarme. Salgo del baño rápidamente. No, no ha sido la mesilla
la que me ha hecho una herida profunda al lado de la barbilla, ha sido David agarrándome
de la nuca fuertemente y golpeándome contra ella. Me dirijo al salón. Y no, no tengo una
hinchazón morada alrededor del ojo, tengo la marca que me han dejado los nudillos de David.
Y todo eso, por llegar a las 11:30 de la noche tras haber estado hablando con una antigua
amiga y no haber estado cocinando para ese asqueroso. Me agacho y cojo el teléfono. Me
paro un momento y recuerdo lo que me dijo Marga hace un año. Asiento. Marco el número
116. Ya no me voy a volver a ver con el ojo morado. Ya no me voy a tener que preocupar
de las marcas que me deja. Ya no voy a tener que ir a comprar base de maquillaje una vez al
mes para esconder mis heridas. No pertenezco a nadie.
 Hola, buenas noches, quería hacer una denuncia.
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Me cuesta ponerme uno de los tacones, ya que tengo un moretón en la mano tras la
paliza de la semana pasada. No le doy importancia. Voy por el pasillo y cuando llego a la
entrada de casa me miro al espejo, sonrió y salgo de casa.
Mientras ando por la calle, noto una rara sensación. Supongo que serán mis
alucinaciones. Noto que todo el mundo me mira la mano y ve mi moretón grande y morado.
Noto como si las personas pudieran ver tras las medias de la falda corta que llevo mis heridas.
No, ¡Para! Nadie puede verlo, nadie lo sabe. Fue mi culpa. Tras andar 10 minutos llego a un
bar que no está muy lleno. Dentro me espera Marga. Es una de mis mejores y únicas amigas
en el mundo. Ella tampoco sabe lo de los moretones, pero tampoco tiene que saberlo. Pido
un café sin crema, lo pago, y me siento junto a Marga. Ella sonriente me dice:
 Tía, tengo que contarte una cosa muy fuerte.- Su forma de hablar es tan peculiar y única a la
vez. A pesar de que vive en Bilbao habla como si fuera de Madrid, es algo bastante curioso.
 Dime, qué es. – Dejo el bolso a mi lado y me dedico a echar el azúcar a mi pequeña taza.
 Estoy….- Se detiene y se calla. La miro y veo que se ha fijado en el moretón que tengo en la
mano. Suelto el azúcar y mancho un poco la mesa. Me escondo la mano tras la mesa y con
la otra mano la tapo, como si así sintiera que nunca más la podría ver. A su vez le digo que
no es nada, que se me cayó la plancha sin querer. Entonces ella me agarra del brazo y suelto
un ligero grito, ya que hay tengo otro moretón que me hizo David. Miro la cara de Marga.
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Esta sería. Me vuelve a agarrar el brazo y suavemente lo acerca a ella. Me levanta la manga y
deja al descubierto todas mis heridas. La miro y no sé qué decir. Ella se lleva la mano a la
boca. Yo no quiero llorar, nadie puede saber lo que pasa realmente.
 “Fue mi culpa”, le digo, y ella me niega con la cabeza.
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Conozco al que puede ser el amor de mi vida. David Ramírez, un hombre
espectacular, amable. Me ha pedido que vaya a su casa a vivir. Lo haré. De hecho, venderé
mi casa y viviré con él para siempre. Tendremos hijos y nos casaremos. Todo irá genial.
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Hace un año que he perdido a mi madre. Visito su tumba y le llevo unas flores de
colores vistosos. Ella era tan alegre y tan amable con todos… Me planto delante de la esquela
y simplemente la contemplo. Ahora estará en el cielo mirándome desde arriba, sonriendo. Y
a pesar de que eso me alegra, es difícil de decir, pero estoy celosa porque ella está feliz sin
mí. Siento como si no estuviese lo suficientemente cerca de mi como para poder superarlo.
Le dejo las flores encima de su nombre y le mando un beso con la boca.
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Ocurre lo peor. Mi madre enferma en el hospital. Me entero por una llamada de
teléfono desde el hospital. Voy lo más rápido que puedo y cuando llego la veo tumbada en
la cama. Esta pálida y muchos cables la rodean. Corro hacia ella. La abrazo y lloro. No me
puede dejar sola. Me mira y me quita una de las lágrimas que caen por mi cara. Sus manos
siguen siendo suaves y dulces. Me dice que no pasara nada. Y comienza a toser. Me alejo
rápidamente. Me quedo quieta y mis ojos se inundan. Sé que está mal y debería de pedir
ayuda. Pero no puedo. La máquina a la que está conectada comienza a pitar más rápido. Ella
sigue tosiendo fuertemente. Yo abro cada vez más los ojos y noto como mi respiración es
rápida. Mi corazón bombea la sangre rápidamente. Una enfermera entra rápidamente en la
sala pidiendo ayuda a la vez que me da un pequeño empujón. Yo sigo ahí, cuando un hombre
entra y me agarra de los dos brazos a la vez que me saca fuera de la sala. Pestañeo y toda el
agua acumulada de mis ojos cae. No quiero salir y empujo mi cuerpo contra mi madre y le
grito que no puede irse y que se tiene que quedar. Que se tiene que quedar.
La puerta gruesa y azul se cierra ante mis ojos. Una puerta que solamente se volverá
a abrir para darme una mala noticia.
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Quiero ser una mujer de provecho. Mi madre siempre me dice que no puedo
depender de un hombre. Tiene razón. Pero, no sé qué hacer. Estoy perdida. No me veo en
un futuro. Quiero estudiar y sacarme una carrera para poder tener mi propia casa y ganar un
buen sueldo. Quiero poder dirigir una empresa. Quiero que el mundo me conozca. Quiero
demasiadas cosas y a la vez no sé nada. Estoy sentada en mi escritorio mirando la pared,
pensando. Se me pasan por la cabeza un montón de cosas y a la vez nada. Pienso que tal vez
no esté preparada para estudiar. Tengo muchas dudas. Entonces escucho que alguien ha
entrado en casa. Es mi madre. Rápidamente me dirijo a mi armario y cojo un regalo. Es su
cumpleaños. Salgo de la habitación y voy corriendo a donde ella. La abrazo y le doy un beso
bastante grande en la mejilla. La felicito y le ofrezco el regalo. Ella pone una cara de
sorprendida, ya que no se lo esperaba. Me da las gracias a la vez que lo abre. Es una camisa
azul claro. Me dijo que le gustó, ya que la vio en una tienda. Cuando la ve abre los ojos y
sonríe aún más. Me alegro de que le guste.
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Mi madre me lleva a la ópera. Tengo muchas ganas de entrar y ver qué es lo que voy
a escuchar, sentir o ver. La música es algo tan poderoso y delicado a la vez.
De la noche de hoy me quedo con la actuación que han hecho de Tchaikovsky Overture
1812 (Finale). Cuando empieza puedes notar fácilmente el grave sonido del trombón y por
detrás el suave y delicioso sonido de los violines. Comienza lentamente. Por entonces no te
hace sentir nada. Pero entonces suenan los platillos y hacen cambia la estructura de la
partitura. Sientes como la música entra por todas las partes de tu cuerpo. No puedes evitar
seguir escuchándola. Entonces, cuando parece que todo va a terminar, aceleran el ritmo y
sientes varias emociones; primero una subida de adrenalina, poder, es como levantar la
cabeza y sentir que todo el mundo está a tus pies. El ritmo aumenta a medida que suenan los
platillos. Tu cuerpo, tu cabeza y tu cerebro desconectan del mundo y solo está tu alma y un
objeto llamado cuerpo frente a una belleza invisible pero que al mismo tiempo la ves tintada
de colores de flúor. La respiración va al ritmo de la música. Cada nota es como si explotase
una bola de color frente a ti, a pesar de que tienes los ojos cerrados. Y después de la gran
subida que hacen los artistas de la ópera, se ralentiza y te das cuenta de que estas frente a uno
de los más grandes fenómenos, la música.
Mientras que voy en el coche camino a casa, pienso en la ópera y en la música. Una
nota puede hacerte llorar, una nota puede hacerte reír, soñar, te puede recordar a alguien, te
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puede horrorizar… Una sola nota puede hacer que toda una partitura cambie. Y entonces,
qué somos nosotros, los humanos si algo que oímos pero no vemos es capaz de adentrar en
lo más profundo de nosotros, qué somos entonces. Somos un nadie que se cree todo.
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Unas amigas y yo planeamos viajar juntas. A pesar de que de pequeña también
“soñaba” con planes para hacer en mi futuro, pero, creo que ya soy lo sufriente mayor como
para plantear cosas que se puedan hacer realidad. En el verano de 2018 nos iremos 4 amigas
de Interrail por toda Europa. Disfrutaremos de nuestra juventud. Debe de ser una
experiencia muy emocionante; mis amigas y yo de viaje, solas, un mes, por todo Europa, de
fiesta y a la vez visitando culturas y lugares en los que nunca he estado.
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Viajo fuera de España por primera vez. Es una de las mejores experiencias que he
tenido. En Italia todo es bonito. Hay muchísima cultura. Las calles son largas y llenas de
gente. Hay antigüedades por todas partes, algo que, por cierto, me encanta. Me encantaría
quedarme aquí para siempre. Tengo ganas de viajar más veces.
Aparte de esto, este año también he descubierto otra cosa más sobre mí. Necesito
trabar en algo que me haga una mujer rica. Lo que más me importa es tener dinero y casarme
con alguien rico o famoso. Tiene que ser alucinante que la gente te mire mientras que vas
por la calle y te saque fotos. Tengo que conseguir eso. Se lo cuento a una amiga, y me mira
con cara de asco a la vez que frunce el ceño. Le pregunto qué es lo que pasa, y ella me dice
que soy una egoísta. No lo entiendo, no hago ningún daño a nadie. Ella niega con la cabeza
y me dice; te falta muchísima actitud, eres una ingenua, eres patética. Entonces me enfado y
recuerdo una frase que escuché en una película; “No confundas mi personalidad con mi
actitud. La personalidad refleja como soy yo, la actitud la reflejo según cómo seas tú.” Se lo
digo y su cara cambia drásticamente. Ya no me mira como si me odiase, me mira como si
fuese un genio. Entonces decido dejarla sola, para que piense sobre lo que ha hecho.
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Una amiga y yo tenemos claro que vamos a vivir juntas. Seremos compañeras de piso,
como las chicas de la tele. También tendremos un perro. Luego yo me enamoraré y me casaré.
Tendré dos niñas a las que podre peinar, maquillar y vestir, y viviré en la casa de la piscina.
Invitaré a todas mis amigas a la casa de fiesta. También me compraré un Mini rojo. Seré la
envidia de todas mis amigas y me haré la más popular de todas.
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A principios de año pensé que podría ser veterinaria, pero tras unos meses he llegado
a la conclusión de que no quiero serlo ya que los perros tienen pulgas y me las pegarían.
Ahora quiero ser bióloga marina y trabajar en un zoológico. Quiero meterme en el acuario
con los peces y nadar con ellos. He decidido este oficio por que el otro día fuimos al acuario,
y vi a una chica nadar en el agua con tortugas; las acariciaba, las daba de comer… Y también
me gustó la mujer que hizo un show con ballenas y delfines.
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Me mandan muchos deberes en la escuela. Como soy lista no me importa, pero hay
un niño en mi clase que no hace nada. Hay veces que le suelo ayudar. Mi madre siempre dice
que si hago cosas buenas el buen Karma me lo recompensará, y yo creo en el Karma.
También he empezado a practicar un nuevo deporte llamado Judo. Evito ponerme con los
más fuertes porque me da miedo que me tiren fuerte y me hagan daño. El profesor me dice
muchas veces que debería de ponerme con los más fuertes de vez en cuando, porque no me
van a hacer daño, ya que saben lo que hacen. ¿Debería de hacerle caso? La verdad, no me
importa mucho con quién me ponga, ya que lo que más tengo en cuenta es que me lo paso
bien y juego con la gente.
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He hecho mi primera comunión. Ha sido muy emocionante. Me encanta el vestido
que llevo, es blanco y largo, tiene unos bordados muy bonitos y encima, voy de peluquería.
Me siento como una princesa. Parece que hoy todo el mundo se fija en mí. Mi madre me
graba por la calle, camino a la iglesia. Voy de la mano de mi abuela y me hace preguntas
como; “Tienes que creer en Jesusito y rezarle todas las noches. Tú crees en él, ¿verdad?
Recuerda que si no le rezas y le das las gracias todas las noches, iras con Lucifer.” Me da
miedo que mi abuela me diga eso, no me quiero ir al infierno. De modo que le digo que sí
creo en Jesusito. Sé que esto que diré no quedará muy bien, pero tengo ganas de que llegue
la hora de comer para que me den los regalos. Esto no lo he dicho en alto, porque sé que mi
madre me echaría la bronca y mi abuela se enfadaría. Pero no solo me importa eso, ahora
que he hecho la comunión, también me puedo casar por la iglesia con mí vestido blanco.
Tengo muchísimas ganas de hacerme mayor.
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He hecho mi primer examen en el colegio. Me ha salido muy mal porque no sabía
que sería con las mesas separadas. Uno de clase le ha preguntado una duda a Marcos y la
profesora le ha quitado el examen y le ha puesto un 0 porque no se podía hablar durante el
examen. Al llegar a casa, mientras comía la merienda, un bocadillo de mortadela con pan muy
crujiente y bol con manzana pelada, le he contado a mi mamá que había hecho un examen y
que me había salido mal. Y ella en vez de decirme que no pasa nada, me ha echado la bronca
y me ha castigado sin ver la tele el fin de semana.
Cuando el lunes llego a clase, le cuento a mi amiga lo que me ha pasado, y ella me
dice que también le salió mal pero que su madre no le gritó ni castigó. No digo nada, solo
pienso. Pienso que mi madre es mala porque me hecho la bronca y me castigó, en vez de
darme ánimos para la siguiente vez. Es verdad que no estudié mucho, pero no es mi culpa.
Es culpa de la profesora que me tiene manía y me ha suspendido, al parecer eso es lo que mi
madre no entiende.
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Un día que mi madre me lleva al supermercado, le digo que mientras que ella compra
yo me quedo mirando los juguetes. Ella me advierte que no hable con nadie y que no me
mueva de ese pasillo.
Después de media hora y de haber visto todos los juguetes me muevo para ver si veo
a mi mamá. Entonces entro en un pasillo que está lleno de maquillaje y colonias. Hay una
chica que está sentada frente a un espejo con un cinturón que contiene brochas, tijeras,
pinzas… Me acerco a ella y le pregunto que para qué son esas brochas. Ya sabía para que
eran, eran para maquillarse, pero lo que yo quería era que me maquillara. De modo que me
explica todo y le pregunto a ver si me puede maquillar, a lo que ella asiente con una sonrisa.
Me ayuda a sentarme en una silla negra y alta y comienza a pintarme. Entonces, justo antes
de que termine, por el altavoz del supermercado oigo mi nombre. Mi madre me estaba
buscando. Le digo que soy yo y que me tengo que ir. Ella me acompaña y tras cruzar muchos
pasillos veo a mi madre agarrando con una mano el gran carro de la compra, y con la otra
sujetándose la cintura con cara de enfadada. Nada más verme me agarra del brazo y le da las
gracias a la chica que me acompañó a la vez que comienza a andar hacia la puerta de salida.
Me espera una gran bronca.
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La gran transformación
5
Papá sale a comprar tabaco
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2
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Me pregunto si mi familia piensa que cuando sea mayor estarán orgullosos por la
evolución que he tenido a lo largo de la vida.
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La gran transformación
PERDIDA EN MÍ
Las estrellas. Claro ejemplo de que nada es como parece. Las cosas a primera vista
nos parecen mucho más sencillas de lo que realmente son o simplemente, no son más
complicadas, sino que cambian totalmente. Desde aquí, veo las estrellas minúsculas,
preciosas, pero minúsculas. Algunas brillan más que otras, aparentan ser más grandes e
incluso parece que esconden los misterios más preciosos. A veces, solo a veces, juego a soñar
que escuchan mis deseos más profundos, que los comprenden, que están llenas de vida y que
me ven igual de hermosa que yo a ellas.
El viento, esta noche, a diferencia de las demás, me susurra lentamente al oído, agita
levemente mi pelo y acaricia todo mi cuerpo con tal delicadeza que me estremezco. Desde
aquí todo es mejor, adoro este sitio. Es el único lugar del mundo en el que me siento segura,
pero todo cambia cuando vuelvo a la realidad. Entonces, vienen las responsabilidades, los
problemas y las complicaciones.
En mis auriculares suena la maravillosa melodía del piano de Ezio Bosso, following a
bird mientras que mis ojos saborean el dulce paisaje nocturno. Muchas veces, comparamos
la noche con la maldad, pero para mí, no hay nada más noble que un cielo casi oscuro,
iluminado por la luz de las estrellas y la luna. Prefiero un atardecer en el cual la luz y la
oscuridad se unen, creando una lucha de colores en el cielo: azul, amarillo, naranja, rojo,
morado… Todos en un mismo cielo.
En la noche, nuestros sentidos están más ágiles. Siento el viento; saboreo la noche;
veo las estrellas; respiro tranquilidad, pureza; escucho la dulce melodía del piano y, si me
quito los auriculares, escucho los bellos sonidos de la naturaleza.
Son las 11 de la noche y al día siguiente tengo que ir a clase. Crucé la ventana que
daba a mi habitación y salí del tejado. Por esta noche, se acabó el disfrutar del paisaje
nocturno. Sin quitarme los auriculares, me meto en la cama y continúo escuchando la dulce
melodía del piano hasta que consigo dormirme.
<<Pi, pi, pi, pi>>. Las 7 de la mañana y, como de costumbre, mi amigo el
despertador sonó fuertemente, sin cesar, una y otra vez. Todas las mañanas me levanto con
ganas de matarlo, provoca que me despierte de mal humor. Tal vez no sea culpa del
despertador y solo lo sea de la maldita adolescencia. No lo sé. Yo solo sé que odio aquel
trasto. Apagué el dichoso despertador y me levanté como si fuera un zombi desorientado.
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La gran transformación
Cogí unos vaqueros rasgados del armario, un jersey ancho blanco y me puse mis
nuevas adidas superstar supercolor rosas. Ya vestida, bajé a desayunar.
Ahí está mi madre, preparando mi desayuno con su habitual sonrisa mientras ve las
noticias. Cómo no, hablaban de otro caso de corrupción de políticos:
 ¡Buenos días reina! ¿Qué tal has dormido esta noche? –me dijo.
 ¡Buenos días mamá! Muy bien, ¿Y tú?–le contesté.
 Bien también hija.
 Bueno, ¿Qué pasa ahora? ¿Han pillado a otro político robándonos?
 Sí, ya sabes lo eficientes que son los políticos en este país…
Adoro a esa mujer. Es la persona que más ha hecho por mí, es la que siempre está,
en los buenos y malos momentos, siempre estará dispuesta a ayudarme y eso hacía tiempo
que me lo había demostrado. Hasta hace poco no la valoraba como se merecía, ni la trataba
tan bien como ella a mí. No era consciente de lo mucho que me quería.
Tras desayunar, cogí las llaves de casa, salí por la puerta y me dirigí al colegio. Antes,
odiaba ir al colegio. No era solo por las aburridas y largas horas de clase, por los miles de
deberes que tenía que hacer o por la pereza que me daba madrugar cada mañana. Odiaba ir
a clase por mis compañeros. No, no era la típica niña marginada, tenía mis “amigas”, por
llamarlas de alguna forma ya que yo no las consideraba como tales. No confiaba en ellas,
pero al igual que no confiaba en ellas no lo hacía con nadie y es que me habían dado los
suficientes motivos como para pensar eso. La gente es mala, critican, te despedazan viva sin
ningún esfuerzo, sin que les importe lo más mínimo tus sentimientos. Puedo aceptar críticas,
de hecho, me encanta que me las hagan si es con el fin de mi propia mejora, es decir, cuando
el objetivo de esa crítica es hacerme mejor. Pero lo que no soporto, lo que más odio, es que
me critiquen a las espaldas y después me pongan una cara bonita. Hace no mucho, todavía
no había aprendido esto. Era una ingenua.
Un año atrás, me encontraba en una etapa de mi vida en la que, aunque no lo
pareciera, era frágil, sensible, débil, mucho más que cualquiera que jamás vayas a conocer.
Nadie sabía cómo yo realmente era, ni cómo me sentía. Y es que, ni siquiera yo lo sabía.
Yo tenía un secreto, algo muy poco habitual, puesto que a la gente le encantaba
cotillear, enterarse de toda tu vida y después criticarte. Pero lo tenía.
Estaba totalmente perdida. Perdida dentro de mí. Por fuera iba de dura, de que nada
me importaba, de que me consideraba una chica guapa y con buen cuerpo, de que tenía
amigos por todos lados… En fin, quería hacerle creer a la gente que mi vida era
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La gran transformación
absolutamente perfecta. De hecho, lo conseguí. Todos creían que yo me consideraba
inmejorable cuando, en realidad, eso no era así. No había día en el que me mirara al espejo y
pensará: “Joder Aria, qué buena estas y qué guapa eres, seguro que tienes a todos los chicos
locos”. Me odiaba. Ese era mi mayor secreto, estaba fingiendo.
Todavía me cuesta expresar cómo me sentía. Todo dentro de mí era un absoluto
caos. Era fuerte y a la vez sensible. ¿Bonita contradicción, verdad?
Al llegar a clase saludé a mí mejor amiga con un fuerte abrazo. Ella y yo ahora somos
inseparables aunque no siempre había sido así. Hubo un momento en el que ella era como
los demás. Solo buscaban hacer daño. Pero muchas cosas cambiaron. Yo cambié y los que
se encontraban a mí alrededor también. A veces, hacen falta horribles sucesos para cambiar
a gente mala.
Tenía 16 años. La peor edad, dicen. Les doy la razón. No era nada del otro mundo
en lo que se refiere al físico. No estaba gorda, pero sí rellenita; era morena, con ojos miel,
tenía los horribles brackets que casi todos los adolescentes llevan, en fin, una chica del montón.
Ni la más guapa ni la más fea. Era consciente de ello y es cierto que en un principio mi físico
no me importaba, aunque durante la adolescencia es cuando más comienza a preocuparnos
nuestro aspecto físico. Nos preocupa no gustar, el qué dirán o no estar a la altura.
Desde que somos pequeños nos meten en la cabeza ideas como que si no estás
delgada no eres guapa, que las rubias con ojos azules son mejores, que tenemos que medir
1,80 cm, que tenemos que usar una talla 34. En fin, manipulan nuestras mentes para que
creamos que tener un cuerpo de 90-60-90 (90 de pecho y cadera y 60 de cintura) es símbolo
de perfección.
Sin darnos cuenta, nos usan como a muñecos y es que hasta los muñecos son un
medio para manipularnos. Empezando por la Barbie, esa muñeca que la mayoría de niñas
adorábamos. Estoy segura de que todas hemos querido ser alguna vez la Barbie; la chica
rubia, delgada, alta, con el pelo largo, ojos azules, lista y con estilo. Pero no nos damos cuenta
de lo que pasa a nuestro alrededor, ya que no es solo son la Barbie, sino que va mucho más
allá. Cada vez que enciendas la tele y veas algún programa de moda, siempre verás chicas
guapas y, fíjate bien, porque todas estarán delgadas. Cuando vayas andando por la calle, fíjate
en los carteles de publicidad, porque también serán chicas guapas y delgadas, o la protagonista
de una película de amor, ¿Cuántas feas y gordas has visto como protagonistas? Además, la
tecnología ha provocado que este problema aumente, puesto que con los nuevos programas
informáticos, puedes hacer lo que te dé la gana con un cuerpo; ponerle tetas y culo, cambiarle
el color de los ojos, subir los pómulos, reducir cintura… Crean falsos perfiles y lo peor es
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La gran transformación
que luego nos los venden. La sociedad nos engaña y nosotros, como tontos, nos lo creemos
todo. Y entre esos tontos, estoy yo. Yo me dejé influenciar por la sociedad, por los que me
rodeaban, por los que me metían en la cabeza que si no estaba delgada no era guapa.
No puedo explicar muy bien cuándo comenzó todo, porque fue algo lento. Al
principio no quería dejar que pasara, pero sin darme cuenta, cada día que pasaba me consumía
más y más. Me convencía a mí misma para parar, dejarlo estar. Me repetía una y otra vez:
“Tranquila Aria, en un tiempo todo se solucionará. No tienes que dejarte influir por los
demás. Lo único que buscan es hacerte daño. No se sienten satisfechos con ellos mismos y
tienen que ir a joder a otros. Tú eres perfecta tal y como eres. ”
Fui débil. No aguanté, y caí.
Recuerdo cómo, un día, me caí en clase. ¿Sabéis que gritaron mis compañeros?
¡Teeerreeeemootoo! No dije nada. Me levanté y sonreí. También recuerdo como un chico
que me gustaba me habló por WhatsApp. Me dijo que era muy guapa y miles de cosas más.
Yo, como una tonta, me las creí todas, sin excepción alguna. Entonces, me pregunto si me
gustaría salir con él. Ingenua y tonta, le respondí que sí cuando me contestó: “Es mentira,
nunca saldría con una gorda fea como tú”.
Otro día, crearon una cuenta de Instagram anónima. En esta comenzaron a publicar
fotos de gente para reírse y humillarlas. Entre ellas, estaba yo… Decían: “Dicen que el cuerpo
está compuesto el %70 de Agua. Tranquila, no estas gorda, estas ¡¡¡¡INUNDADA!!!!”.
Después, acompañando a esta frase, publicaron una foto mía, la cual editada mediante algún
programa parecido a Photoshop, pusieron mi cara en el cuerpo de una ballena en el mar.
Otra adorable anécdota fue cuando me creé una cuenta de Ask. Esta red social
permite que cualquier usuario te pregunte cosas anónimamente. Claramente, la gente la usaba
para insultar, eso sí, siempre desde el anonimato, ya que luego no tenían la suficiente valentía
como para decírtelo a la cara. Aquí me hacían comentarios como: “Joder que fea eres”,
“Gorda de mierda, das asco” o “Puta foca, empieza a correr”.
Todos esos comentarios, las miles de barbaridades que me dijeron por las redes
sociales, todas las fotos que editaron para reírse de mí… provocaron que algo cambiara en
mi cabeza, en mi interior. Algo estalló y dijo: “Tienes que hacer algo para cambiar. Tienes
que ser mejor, tienes que ser más delgada.”.
Empecé a hacer dieta. En un principio todo iba bien, sabía que cuando lograra bajar
esos kilitos de más todo acabaría; dejarían de criticarme, podría ser una más, por fin podría
dejar de sentir que, al publicar una foto en alguna red social, todos la usarían para después
reírse de mí.
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La gran transformación
En 2 meses adelgacé 8 kilos. Ahora todos me miraban diferente. Me decían: “Joder
Aria que guapa estás”, “Qué bien te ha sentado la dieta”, “Nunca te había visto así de bien”.
Me gustaba. Me gustaba que me dijeran esas cosas, pero aún no me veía perfecta, sabía que
podía llegar a estar mucho mejor, que aún me sobraban unos pocos kilos.
No me quería dar cuenta de lo que me estaba pasando. Pasaban los días y yo me
quería un poco menos. Lo que en un principio era una inocente dieta, acabó mal. Muy mal.
Me acabó consumiendo, ya no controlaba lo que hacía.
Sentía un vacío en mi interior que nada podía llenarlo. Me miraba al espejo con
decepción… Me estaba muriendo. Eso me consumía y parecía que no tenía prisa de acabar
conmigo, disfrutaba viéndome sufrir. “No, por supuesto que no estas enferma”, me repetía
constantemente. En realidad, mi cuerpo estaba más sano que nunca… Pero mi mente no.
No sabéis lo horrible que era sentir que eres la más fea del planeta y que el espejo te
lo afirme. Y no solo el espejo, sino tú misma. Sentir que no eres lo suficientemente buena
para nadie y, finalmente, llegar a identificarte más de mil defectos. Había algo dentro de mí
que me gritaba una y otra vez: “Gorda” “No vales para nada”.
No pretendía llamar la atención, de hecho, era todo lo contrario. No quería ser una
de esas chicas que dicen ser feas, que necesitan adelgazar, simplemente, para que les afirmes
lo que ya saben, que tienen un cuerpazo. Yo me rodeaba de amigos y familiares y sonreía.
Pero luego, cuando llegaba la noche, cuando me encontraba sola en mi habitación, la chica
que todo el mundo creía siempre tan feliz, tan perfecta, rompía a llorar. Pasaban las horas y
simplemente, me las pasaba llorando.
Estaba perdida, nadie podía escucharme y mis pensamientos me estaban matando,
me torturaban, todos los días, a todas horas. Mi mente me hablaba y me confundía: “Tu
familia, tus padres, tus amigos, tus profesores, tus conocidos, etc., te mienten, te dicen que eres guapa e
inteligente, pues mienten, no eres nada de eso. Basta de pasar tiempo con tus amigas que lo único que logran
es corromperte. Ya no las puedes seguir viendo…
Cuando les preguntas: “¿Estoy gorda?” y contestan “No, claro que no, si estás buenísima”. Una
vez más te mienten, pero yo te diré la verdad. Aria, no eres tú la que te ves gorda, es que lo estás.
Pero, tranquila, te aseguro que si me haces caso dejarás de estarlo. Yo sé que tú puedes. Será fácil.
Primero, debes dejar de comer todos esos caprichitos que te das y los cambiarás por comida sana. Aunque
después, simplemente vas a dejar de comer. Si comes, ¡Será muy poco!, lo suficiente como para mantenerte en
pie.
En segundo lugar, tienes que hacer muchísimo deporte; una, dos horas, tres…sin quejarte y, hasta
que vomites o te desmayes, no pares. Las calorías no se queman solas. No puedes quejarte del dolor, porque
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La gran transformación
en el momento en el que lo hagas, me habrás perdido a mí, tu única amiga, la única que te entiende y nunca
te mentirá. Quejarte del dolor es como quejarte de nuestra amistad.
Juntas conseguiremos controlar tus comidas, sacar de tu vida a esa gente innecesaria que no vale la
pena, porque recuerda que yo soy tu única amiga. Que nunca se te olvide. Te llamaré princesa, te pondré tu
corona. Quiero que sonrías y mantengas tu frente en alto, la gente no puede saber de mí jamás, ¿entiendes?
Pero yo siempre voy a estar contigo, presente en tu mente.”
Ella estaba en mi mente, se encargaba de que llorara todas las noches y me viera gorda
aunque hubiera bajado 10 kilos. El roll de 90-60-90 no era suficiente, necesitaba bajar más
de peso. Ya no era un capricho, sino una necesidad. Mi cabeza estaba llena de números…
las cosas que consumía, las calorías que quemaba, las medidas, las tallas, la ropa, el peso…
Ella me mataba, consumió mi vida entera. Y no solo era su culpa…mis inseguridades también
estaban acabando conmigo. Solo quería salir de eso y ser feliz, pero ya era tarde. Cuando
vives llena de complejos tu mente no deja de hacerte daño. Me odiaba a mí misma. Odiaba
las cosas que hacía. No quería admitir que necesitaba ayuda.
Me autolesionaba. Un día, mis amigas, me vieron el brazo izquierdo, estaba
sangrando. Les dije que fue un accidente con una verja. Mentira. Me lo he hice yo misma y
lo peor de todo es que, debajo existían unas cuantas más. Era una manera de expresar mi
propia vergüenza hacia mí y mi cuerpo. Los cortes dolían menos que las palabras. Las marcas
no eran nada. Las heridas estaban en mi mente y, esas, por más que intentaba cubrirlas, no
desaparecían, jamás lo harán. Hoy, aún siguen en mí.
Apenas comía. No podía. Cada vez que me entraban ganas de comer, pensaba en
toda la gente que un día me llamó gorda, pensaba en lo mal que me sentiría después de comer,
en que todo mi esfuerzo se iría a la mierda, en que estar delgada sería lo mejor que me podría
pasar. Los días en los que la ansiedad parecía que iba a ganarme, masticaba hielo, chicle sin
azúcar o simplemente, me pasaba horas escuchando música.
Estaba matándome a mí misma, estaba diciendo adiós a un cuerpo lleno de vida. Mi
cerebro me traicionó y ya no había marcha atrás, ya no había remedio, ya no había nada por
qué o por quién luchar…Y es que no valía la pena seguir en una sociedad en la que el físico
tuviera más importancia que el interior, una sociedad tan materialista, tan juzgante y egoísta.
Sin darte cuenta, con el trascurso de los días dejas de comer, y ya no vuelves a ser
aquella chica a la que tanto le gustaba comer. Ahora cenas un trozo de pan y ya te arrepientes.
Cosas que antes no se te pasaba por la cabeza ahora las haces. No vuelves a ser la misma.
Ahora hay una lucha en tu cabeza entre la que eras, la que eres y la que quieres ser. Le tienes
miedo a la báscula. Sí, esa que antes no te importaba, esa de la que te reías.
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La gran transformación
Y así, sin más, un día como otro cualquiera, dejas de menstruar. Entonces, te das
cuenta de que tus defectos aumentan. Estás más pálida de lo habitual, llena de ojeras, con la
piel reseca y tu cabello ya no brilla, ya no tiene fuerza. Ni siquiera el maquillaje puede
disimular tu estado.
Y lloras. Cómo no. Lloraba una y otra vez, en mi habitación, sola, desahogándome,
deprimida, sintiendo que no podía con mis problemas. Me lavaba la cara, me miraba al espejo,
sonreía y luego, una vez más, pensaba: "ya no más", pero dos segundos después me volvía a
derrumbar.
En esos momentos piensas: “¿Qué más da si paso hambre? ¿O si me dan mareos?
¿O si lloro a escondidas? ¿O si constantemente tengo ganas de morirme? ¿O si no soy capaz
de mirarme al espejo sin escuchar en el fondo de mi mente un insulto? Nadie se va a dar
nunca cuenta de esto. Nadie va a saber entenderte, te van a tratar como a una loca y, ahora,
te van a criticar por estar demasiado delgada.”
Odiaba sacarme fotos, mi sonrisa, mi risa, cómo era. Odiaba mis inseguridades, mi
carácter, mis sentimientos, que me tomen el pelo. Odiaba llorar por las noches hasta que me
dolieran los ojos. Odiaba mi soledad, odiaba no poder confiar en nadie, odiaba odiar tanto.
Odiaba mi vida.
Gritaba en silencio, pedía ayuda. La necesitaba, necesitaba alguien que me liberara de
todo eso, me estaba sumiendo en la más absoluta desesperación. Me restringía con todo, no
sólo con la comida, sino con todos los aspectos de mi vida. Apenas salía de casa porque
cuando lo hacía, me daba vergüenza que me vieran y tenía miedo. Me aterraba escuchar todos
los comentarios que harían sobre mí. No entendía por qué la gente era así… yo no era nadie...
Solo alguien que, en su deseo de complacer a los demás, se perdió a sí misma. Alguien que
busca, desesperadamente, el modo de encajar en el mundo. Alguien que busca,
desesperadamente, el modo de sobrevivir a un mundo que le va matando poco a poco. No
tenían por qué fijarse en mí o hablar sobre mí.
Había ocasiones en las que mis emociones estaban tan a flote que no sabía qué hacer.
No voy a mentir, llegué a un punto en el que sí pensé en suicidarme. Nunca se me olvidará
el día en el que, entre lágrimas, le dije a mi mejor amiga: “Prométeme que no olvidaras
nuestras risas, nuestras bromas, nuestras conversaciones, nuestros planes, nuestras lágrimas,
nuestros recuerdos, nuestras experiencias. Prométeme que no me olvidarás.” Ella hacía unos
meses que se enteró de lo que me pasaba. Antes era igual de mala que los demás. Criticaba a
todo el mundo, se creía superior a los demás y, en fin, seguía los pasos que la sociedad le
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La gran transformación
marcaba. Pero mi problema le abrió los ojos, se dio cuenta de que lo que hacía no estaba
bien y que debía cambiar. Pidió perdón a todo aquel que alguna vez insultó o se rió de él.
Desde entonces, no hubo un solo día en el que no tratara de sacarme de mi propia cárcel.
Pero no podía, nadie podía. Estaba condenada. No pensaba en nada, solo en lo fácil que sería
desaparecer para siempre, en lo fácil que sería mi vida entonces.
Escribí una carta para mis padres. En ella, contaba cómo me sentía, lo difíciles que
habían sido estos meses y les pedía perdón. Perdón por cómo me había portado con ellos,
por no ser la misma, por fingir, por no ser lo suficientemente valiente como para contarles
lo que me pasaba, perdón por irme de su lado. Pero ellos no tenían que estar tristes, porque
seguro que estaría en un mundo mejor. Un mundo en el cual no me criticarían por estar
demasiado delgada o demasiado gorda, no me insultarían a través de las redes sociales, no
me marginarían por ser diferente. En ese mundo nuevo, no pensaríamos todos igual, porque
los medios de comunicación nos manipulan para que todos tengamos las mismas opiniones
y el que no pensara así sería un raro. Por ser raro, ya estabas sentenciado a ser un marginado.
No, no debían de estar tristes porque ya no estaba, debían de estar contentos. Me iba para
dejar un mundo egoísta atrás.
No recuerdo las palabras exactas de la carta, porque después de que mis padres la
descubrieran y me llevaran al psiquiatra la destruí. Lo que sí recuerdo es el principio, que
decía:
“Ella se juzga, está sola, triste, herida, solitaria, muriendo, ignorada. Se siente una basura, un
desastre, confundida, cansada de vivir. Grita, pero lo hace en silencio; se lastima, pero no lo demuestra; está
mal pero aún sigue sonriendo, ella soy yo.”
Cuando mis padres descubrieron la carta, recuerdo perfectamente que era un sábado
por la mañana. Yo, ese día, tenía un torneo de baloncesto, pero mis padres no asistieron al
primer partido, se quedaron en casa. Mi madre siempre ha sido una obsesa de la limpieza y,
por eso, ese día se puso a limpiar mi habitación de arriba abajo. Encontró la carta. Estaba
escondida en la estantería de mi habitación entre los libros de cuando era pequeña.
Casualidad, justo ese día, se me olvidó la segunda equipación que necesitaba para el
segundo partido, así que llamé a mi madre para que me la trajera después. No contestó ella,
fue mi padre quién respondió al teléfono. Se me hizo raro que contestara él por el hecho de
que mis padres, como la mayoría de las parejas de hoy en día, estaban divorciados. Aunque
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La gran transformación
es cierto que se seguían llevando bien y, a veces, antes de ir a verme jugar quedaban. Por eso,
no pregunté por qué respondió mi padre y pasé por alto este detalle.
El tercer partido lo teníamos por la tarde, así que fui a casa a comer. Cuando entré a
mi habitación, las cortinas estaban rotas. Tampoco pensé en que algo estuviera pasando,
simplemente, se me vino a la cabeza que se habrían soltado solas o algo por el estilo. En el
momento, yo no me percataba de nada, no me imaginaba que mis padres estuvieran al tanto
de todo.
Tras terminar de jugar el último partido, me duché, me vestí y me reuní con mis
padres. Aún recuerdo qué ropa llevaba: unas mallas negras, una blusa negra, una sudadera
ancha y unas converse All Star blancas. Nunca olvidaré ese día.
Mis padres me dijeron que íbamos a comprarme esas vans que tanto tiempo llevaba
pidiendo. Ilusionada perdida, obviamente, dije que sí, sin pensarlo dos veces. Nos subimos
al coche y nos dirigimos a la ciudad.
Mis padres conversaban normal, como si nada estuviera pasando. Hablaban de sus
cosas y yo, como siempre, estaba a mi bola escuchando música. No noté nada raro pero,
cuando ya estábamos llegando al centro, mi madre me dijo:
 Aria, no vamos a ir de compras. Sabemos que tienes un problema. Vamos a buscar ayuda.
 En ese instante, noté cómo todo se me venía encima. No sabía qué decir o hacer. Opté por
hacerme la loca, quizá podía convencerla de que lo que decía no tenía ni pies ni cabeza, y le
dije:
 Pero mamá, ¿Qué dices? ¿Te has vuelto loca? ¿Cómo que necesito ayuda? -mi respuesta
parecía convincente y todo.
 Sí, Aria. Sabemos que no te sientes a gusto contigo misma y como te sientes. No podemos
dejar que esto siga así. Te llevamos al hospital, ellos te ayudarán.
 Se te ha ido la pinza. No puedo creer que me hagáis esto.
 Es por tu propio bien, te queremos y no queremos que te pase nada.
Estaba nerviosa, enfadada y llena de rabia. Me llevaban a hablar con un loquero,
como si lo necesitara. Además, me habían mentido. Yo tenía razón, todos los que me
rodeaban metían.
Cuando llegamos al hospital mi rabia aumentó. Me empecé a agobiar mucho, me
daba miedo hablar con un psiquiatra, me daba miedo asumir mi problema, me daba miedo
confesar. No quería hablar con nadie. Pero obligada tuve que hacerlo. No sabía dónde me
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La gran transformación
llevaban. Cada paso que daba me ponía más nerviosa. Recuerdo las palabras que la enfermera
que me acompañaba me dijo: “Tranquila Aria, como mucho en dos meses todo habrá
pasado”. ¿Me estaba vacilando? ¿No se les estaría pasando por la cabeza dejarme ahí
ingresada? ¿Verdad?
Me llevaron a una habitación. En ella, las paredes eran grises, como la puerta y el
suelo. Todo era triste, incluso más de lo habitual. Había una cama, un baño y una mesa con
cinco sillas. En ellas nos sentamos, una chica joven, un señor mayor, mis padres y yo.
Comenzó hablando el señor mayor:
 Hola Aria, ¿cuántos años tienes? –me preguntó con boli en mano, supongo que para apuntar
todas mis respuestas y después analizarlas.
 16 –le contesté con asco.
 ¿Tienes novio? –me preguntó. ¿Pero que se creía este para preguntarme sobre mi vida
privada? Era evidente que no tenía novio. Me lo había preguntado solo por joder.
 No. –le dije con aún más asco que antes.
 ¿Fumas? ¿Bebes?
 No. –mentí. Fumaba, me ayudaba a quitar el hambre.
 Aria, para que esto funcione tú también tienes que poner de tu parte. Te prometo que juntos
podemos conseguir que te recuperes. Estás enferma y cuanto antes lo admitas antes se
acabará todo.
 No me pasa nada. No necesito ayuda porque no estoy enferma. Son todo paranoias de la
loca de mi madre. Estoy perfectamente, soy guapísima y tengo un cuerpazo que ya le gustaría
a muchas tener. – Mientras pronunciaba estas mentiras, las lágrimas corrían por mi
inexpresiva cara.
 Entonces, ¿nunca has llegado a odiarte? ¿Nunca has pensado suicidarte?-me preguntó fijando
la mirada en mí, analizando mi más mínimo movimiento, cualquier expresión de mi cara,
cualquier pestañeo.
 No.
 ¿Y por qué escribiste una carta?
 “Mierda, la carta”-pensé. Mi madre había descubierto aquella carta que nunca me atreví darle.
Me habían pillado. Lo sabían todo. Me estaba agobiando, no tenía escapatoria. Las lágrimas
comenzaron a derramarse por mis mejillas, sin cesar, una tras otra. Pero seguí mintiendo, no
podía admitir que me habían pillado, no podía abandonar después de tanto sufrimiento.
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La gran transformación
 Eso pasó hace mucho tiempo y junto a la ayuda de mis amigas logré superar ese pequeño
problema. Era una exagerada. Conseguí resolverlo casi sin ayuda, así que imaginaros cuánta
importancia tiene… Si eso es todo, creo que ya me puedo ir.
 Ya, pues creo recordar que la carta venía con fecha. Sí, mira, aquí la tengo, 16 de Noviembre
de 2014. Aria, deja de mentirnos. Podemos ayudarte, pero tienes que dejar de mentir. ¿Cómo
consigues fingir estar bien?
 De la misma manera que tu finges que te importo –le contesté.
Mi madre rompió a llorar. Nunca la había visto así. Tuvo que abandonar la sala.
Aproveché ese momento de debilidad para fingir que me estaba meando e ir al baño. Lo que
hice no estaba bien, pero necesitaba salir de ahí, necesitaba hablar con mi mejor amiga.
Me acompañó una enfermera. Sí, hasta la misma puerta, solo le faltó mear junto a mí.
Enseguida, saqué el móvil que tenía escondido y le mandé un WhatsApp a mi mejor amiga.
Le conté lo que me estaba sucediendo. Y me respondió lo siguiente:
 Aria… Esta mañana hablé con tus padres, sabía que te iban a llevar al hospital. Les he
contado todo lo que sé. Lo único que queremos es ayudarte, porque te queremos y vemos
que es la única manera de que te recuperes. Sabes que nunca haríamos nada que fuera
perjudicial para ti. No te enfades conmigo, solo quiero que vuelvas a ser tú y disfrutes de
todo lo que te rodea.
No podía creérmelo, ella también me había mentido. Ahora sé que solo buscaban
ayudarme, pero en ese momento los odiaba, querían encerrarme en un loquero.
Cuando volví a la sala, mi madre no estaba. Se la habían llevado porque se había
mareado, esto era demasiado para ella. No se merecía nada de lo que estaba pasando, no
podía dejar que sufriera por mi culpa, por mis inseguridades, por mis errores. Me di cuenta
de lo mucho que sufrían por mí los demás y fue en ese momento cuando comprendí que la
anorexia era como un monstruo que me apartaba de la realidad.
Por primera vez en meses, deje de mentir. Confesé. Le dije al psiquiatra cómo me
sentía, todas las barbaridades que había cometido en ese camino de la búsqueda de la
perfección, le enseñé mis heridas; las exteriores y lo que era aún más difícil, las interiores.
Finalmente, me ingresaron en el hospital. Fueron unos meses muy duros, pero con
la ayuda de los médicos, mi familia y mi mejor amiga, pude salir de todo ese caos.
Después de un tiempo, comprendí que lo que hacía estaba mal. Entendí que mis
muñecas no eran papel y mis cuchillas no eran pinceles. Comprendí que la vida solo se vive
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La gran transformación
una vez. Comprendí que todas las personas cometían errores y nadie era perfecto. Comprendí
que cuando todo parezca perdido, tienes que decirte a ti mismo “yo soy fuerte” ”yo puedo
con esto”.
La vuelta al colegio fue muy extraña. Todos mis compañeros me miraban con pena
y algo de culpa. En verdad, algo de culpa sí que tenían porque fueron sus comentarios los
que me impulsaron a la anorexia, pero yo no les guardaba rencor.
Estuve pensando mucho acerca de cuanto me habían afectado y decidí que no podía
dejar que nadie más sufriera por culpa de las críticas, nadie más debía de ser víctima del
bullying. Por eso, tras hablar con mis profesores, decidimos que contara mi experiencia. Si
se podía sacar algo bueno de todo esto, yo iba a exprimir hasta la última mala experiencia
para mejorar mí alrededor.
Juntamos a toda la ESO en una sala y ahí comencé a hablar:
 Hola a todos. Como ya sabréis, me llamo Aria y hace unos meses que me recupere de mi
enfermedad, la anorexia. No estoy aquí para contaros mi vida y sintáis pena por mí. No
quiero eso, no quiero que me tratéis diferente, no quiero ser la pobre enferma. Lo que yo
busco es que nadie más sufra, que os deis cuenta de la realidad. Que seáis conscientes de
que lo que vosotros consideráis como unos simples comentarios o una bromita de nada, para
alguien puede ser una tortura. Aunque no lo parezca, aunque no lo diga, aunque sonría.
Les expliqué cómo comenzó mi enfermedad, que fue lo que me llevó a actuar de esa
manera. No podía evitar que las lágrimas rodaran por mis mejillas, habían sido horribles
sucesos para mí y, aunque ya hubiera salido de todo eso, me seguía doliendo, seguía siendo
duro para mi recordarlo todo. Pero no me importaba llorar en público, ya no iba a fingir ni
un solo día más. Además, entre ellos, también había gente llorando. No sé si era porque se
sentían culpables, por si les emocionaba mi historia o por si se sentían identificados. Lo único
que sé es que parecía que reflexionaban sobre las consecuencias de sus actos, parecía que
querían cambiar, parecía que el criticar se iba a terminar.
 Os he abierto mi corazón –continué hablando. Y con esto espero que nadie más sufra por el
bullying. Espero que ahora comprendáis que solo tenemos una vida y no podemos pasarla
deseando ser de otra manera. No podemos permitir que nos digan cómo tenemos que ser o
que nos usen como a marionetas. Cada uno de nosotros es diferente, no tenemos que buscar
ser como los demás, porque lo que nos hace humanos, lo que nos lleva a decir “soy yo”, son
27
La gran transformación
nuestros detalles personales. Esos pequeños defectos o habilidades, esas pequeñas cosas que
nos caracterizan.
Tras estas últimas palabras, todos, sin excepción alguna, emocionados por mi
discurso, aplaudieron con los ojos llorosos. No buscaba aplausos, buscaba cambios. Y por
increíble que parezca, lo conseguí. A partir de ese momento, no hubo ninguna víctima más
del bullying. La gente no criticaba. Está claro que no eran perfectos, pero, esta vez, sus errores
no afectaban a los demás, sus errores ya no provocaban estragos en la mente de los demás.
Yo he aprendido a asumir lo que hago y sé que, a veces, en la vida hay cosas que no
nos gustan y que hay momentos en los que todo parece estar perdido. Pero hay que saber
afrontar y aguantar, luchar y no rendirse nunca ya que solo así lo malo se irá y únicamente
quedará lo bueno.
Sigo teniendo miedo, como todos, pero es ese miedo el que cada día me hace más
fuerte. Hay que saber convivir con uno mismo, puesto que nadie pasa tanto tiempo contigo
como tú, eres tú quien te tienes que dedicar palabras bonitas, eres tú quien puede cambiar el
mundo.
Yo he hecho muchas cosas de las que me arrepiento, pero ahora lo pienso y sé que
si nada de esto no hubiera pasado, seguiría rodeada de hipócritas y no hubiera aprendido
muchas cosas que los libros no te dicen y que el resto de la gente no puede transmitirte,
porque lo vives tú mismo, porque aprendes de tus errores. Ahora sé que nadie más que yo
dirige mi vida, que solo yo puedo decidir quién ser y como ser, que no todo está perdido, que
a pesar de que el mundo se vaya a la mierda, todavía existen las buenas personas.
Soy más fuerte que nunca. Soy libre y soy consciente de lo que hago. Yo mando en
mi misma. No puedo permitir que el mundo intente hacer de mi cabeza un robot. No puedo
dejar que los medios de comunicación hagan que piense igual que los demás. Si tengo que
ser la rara, lo seré, pero seré una rara libre. Libre de esquemas, de roles, de mentiras, de
ilusiones.
Quizá no sea la misma que antes, pero no soy un experimento de la sociedad, no seré
yo quien inconscientemente siga sus órdenes. Ahora soy fría y, si soy fría, es porque cuando
era un amor de persona destruyeron mis sentimientos, porque confié demasiado y me
fallaron, cuando lo aguanté todo se aprovecharon, perdoné cosas imperdonables, para al final
darme cuenta de que no valían nada, pero, ¿sabes qué es lo bueno de ser fría? Que cuando
demuestro algo, lo hago de corazón y no por hipocresía.
28
La gran transformación
EL POZO ESPERANZADOR
I
Era una fría tarde de invierno en Madrid, y yo, como todos los días, después de
terminar las clases, me fui a casa. Mi casa no estaba muy lejos del colegio, apenas había un
kilómetro. Yo tenía 16 años y estudiaba primero de bachillerato en un importante colegio
madrileño. No era muy sociable ni tampoco tenía muchos amigos, excepto Lucia, mi mejor
amiga. Lucia era una amiga única para mí, nos contábamos todo, absolutamente todo, y era
la que me apoyaba en los momentos más difíciles, y viceversa. Salí de clase y comencé a dejar
atrás calles hasta llegar a mi casa. Por la poca gente que había esa tarde en la calle, era de
presagiar que la gente prefería estar en su casa al calor, en vez de pasar frío. Llegué al portal
de casa y me metí en el ascensor, casualidad que también había otro vecino y el trayecto se
me hizo bastante incómodo.
 ¿Qué tal todo, Enrique? – Me preguntó el vecino.
 Pues todo bien- le respondí tímidamente.
El ascensor llegó al tercer piso y abrí la puerta de mi casa rápidamente. Me fui
corriendo a mi habitación, era el rincón en el que más confiado me sentía y en el que
prácticamente pasaba la mayoría de mi tiempo libre. Yo no era una persona muy sociable,
tampoco era una persona dialogadora, las pocas veces que mantenía una conversación de
más de 2 minutos era en los recreos con Lucía.
Abrí la cama y me metí en ella, empecé a llorar y no paré de hacerlo en toda la tarde.
Me sentía solo en este mundo, y aunque tuviese el apoyo de mis padres y de Lucía, no era
suficiente. Mi madre entró en la habitación para pedirme que la ayudara a mandar un mensaje
vía WhatsApp, pero no me sentí con fuerzas para responderla y ella enseguida se percató de
que estaba llorando. Mi madre se me acercó y me preguntó por qué estaba así y lo que
realmente me sucedía, pero no se lo quise decir. Me pasé prácticamente toda la tarde en la
cama y apenas cené. Esto empezó a preocupar seriamente a mi madre. Lo primero que hizo
fue llamar a Lucía, para preguntarle si sabía lo que me sucedía.
 Buenas tardes, Lucía
 Buenas tardes, Lourdes, ¿Qué tal?
 Bien, ¿y tú? Te quería preguntar a ver si sabías lo que le sucede a Enrique, que lleva toda la
tarde en la cama llorando y no me quiere contar nada.
 Pues no sé nada al respecto, hoy en el instituto parecía que estaba bien, no me ha contado
nada.
29
La gran transformación
 Vale, muchas gracias. ¿Te importaría venir mañana a casa?
 No, mañana estaré allí a primera hora de la mañana.
 Perfecto, muchas gracias.
Viendo la respuesta de Lucia, mi madre se empezó a preocupar y volvió a mi
habitación con un vaso de leche caliente, pensando que me vendría bien. Yo lo acepté y al
coger la taza con las dos manos, mi madre descubrió dos extrañas manchas en mi brazo. Se
trataba de dos moratones, y esto hizo sospechar a mi madre, aunque no me dijo nada.
A la mañana siguiente, Lucia se presentó a primera hora de la mañana en mi casa, y
parecía estar muy preocupada por lo que le había contado por teléfono mi madre la noche
anterior. En cuanto mi madre le abrió la puerta de la casa a Lucia le preguntó rápidamente
por mí, y esta le respondió que yo seguía como ayer por la noche. Lucia se empezó a
preocupar por mí y se marchó corriendo a mi habitación, con el fin de verle de una vez por
todas. Lucia entro rápidamente en mi habitación y comenzamos a hablar:
 Hola Enrique, ¿Qué tal te encuentras?
 Hola Lucia, pues la verdad que no me encuentro muy animado.
 ¿Y eso? ¿Qué es lo que te ocurre?
 No es nada importante de verdad…
 No me mientas Enrique, te conozco de sobra y se cuándo estas preocupado y cuando bien.
Te prometo que no le contaré nada a nadie.
 Está bien… Mira Lucia, la verdad es que llevo varias semanas muy cabizbajo. En el colegio
no me siento a gusto.
 ¿Qué quieres decir realmente con esto?
 Pues… últimamente un grupo chavales me está tratando mal y a veces llegan a golpearme.
 Madre mía… ¿Quiénes son esos que te tratan mal? Se van a enterar, no saben con quién se
han metido.
 Déjalo Lucia, no hagas nada al respecto, mañana si me encuentro mejor iré al colegio y lo
hablamos más tranquilamente.
 Está bien Enrique, pero esto no va a quedar así.
 Por favor Lucia hazme caso, hasta mañana.
 Adiós, mañana te veo
Lucia se levantó de mi cama haciendo un movimiento brusco y se marchó. Mi
madre le preguntó por mí, pero ella no le desvelo nada nuevo. Lo único que ella hizo fue
mirarla y despedirse de ella.
30
La gran transformación
A la mañana siguiente antes de entrar a clase, Lucia me vio en las taquillas preparando
todo el material para dar comienzo a las clases. Ella se me acercó y me preguntó a ver cómo
me encontraba y si había reflexionado sobre lo que podían hacer para solucionar aquel tema.
Yo le respondí que sí que había reflexionado, pero que no tenía ganas de hablar con nadie, y
me marché corriendo. Nadie a excepción de Lucia sabía lo que realmente me ocurría y yo
cada día estaba más triste y desanimado. Apenas acudía a clase y cuando iba a clase, en los
descansos solía estar solo y apartado de los demás compañeros. Poco a poco Lucia también
empezó a distanciarse de mí, ella me quería ayudar, pero yo no me dejaba, y esto fue uno de
los mayores causantes para que ella se fuera distanciando de mí y dejara de hablarme y de
hacerme caso. Cada día que pasaba estaba más solo, y esto lo reflejaba mi estado. Mis padres
seguían igual, sin ninguna noticia, aunque sí que es verdad que me preguntaban en casa, pero
yo no contaba nada.
Llegue a casa después del colegio y me metí en mi habitación a estudiar durante toda
la tarde. Llegó la hora de cenar, me senté en la mesa, pero apenas cené nada, me levanté y
me marché sin apenas cenar nada. Llegué a mi cuarto y me metí en la cama.
II
Al día siguiente me levanté sin ganas, pero mi madre me obligó a ir al colegio. A
primera hora como de costumbre, teníamos clase de ciencias. Yo estaba en mi mundo no
atendía en clase y me sentía muy nervioso y tenso. La noche anterior no había dormido bien
y sentía un dolor de tripa bastante fuerte. El tiempo transcurría y ya había pasado media hora,
cuando de repente sufrí una diarrea en mitad de la clase. Todos los compañeros se empezaron
a reír de mí, pero algunos más que otros. Esto fue el colmo para mí, me sentía fatal como si
tuviese un nudo en la garganta. Este momento fue muy duro para mí. Al ver que todos mis
compañeros se reían de mí, cogí y me marché corriendo de clase sin decir nada a nadie. Crucé
todo el pueblo corriendo y mientras corría, sentía como las lágrimas se deslizaban por mi
cara. Sentía rabia, tristeza, dolor, un cumulo de sentimientos nada positivos, que podían
terminar de mala manera. Cuando mis padres se enteraron de esto una semana después de
que ocurriera, fueron a hablar con el director del colegio para buscarle una solución a este
problema. Hablaron con él y les contó todo lo que me había sucedido hasta la fecha. Desde
las palizas que había recibido por parte de algunos de mis compañeros, hasta el
acontecimiento de la diarrea. Ellos se quedaron asombrados, porque a pesar de que sabían
que lo estaba pasando bastante mal, no sabían que se podía tratar de esto. Al parecer ellos
pensaban que se trataba de los malos resultados académicos que había obtenido.
31
La gran transformación
Cuando llegaron a casa después de la charla, me encontraron encerrado en mi
habitación y tumbado en la cama con una cara que lo decía todo. Mis padres intentaron
hablar conmigo, y aunque les costó, lo consiguieron.
 ¿Por qué no nos has contado nada Enrique?
 Mama, te crees que esto es fácil, pero todo lo contrario, es muy difícil de expresar lo que
siento.
 Bien hijo, hemos estado hablando con el director del colegio y creemos que lo más apropiado
es que estés un tiempo en casa y que durante este tiempo no vuelvas al colegio. ¿Qué te
parece la idea?
 Me parece bien, no quiero volver al colegio en un tiempo y creo que será lo mejor para todos.
Como lo habíamos acordado, no acudí durante un tiempo al colegio, pero la mayor
parte del tiempo la pasé en mi cuarto encerrado o jugando a la consola a juegos que la gente
“normal” denominaría “juegos frikis”. En todo el tiempo que había transcurrido en casa no
había conseguido olvidarme de todo lo que había sufrido hasta el momento y en vez de
mejorar, aquel nudo que sentía en la tripa, fue a más. Llego el día decisivo para mí, ese día
clave en el que debía volver a clase. No sabía cómo iban a reaccionar mis compañeros al
verme después de tanto tiempo, ni siquiera sabía cómo iba a reaccionar yo mismo. Lo más
duro para mí fue entrar por la puerta de clase, cruzarla, se me hizo muy duro y eterno, pero
conseguí cruzarla y entré a clase.
El recibimiento no fue nada del otro mundo, la gente se me quedó mirando, pero yo
como de costumbre fijé la mirada en un punto fijo hacia el suelo y me puse solo en una punta
de la clase. Las horas pasaban muy despacio y la mañana en clase se me hizo eterna. Llegó la
hora del descanso, me fui a los columpios del colegio y me senté en uno de ellos yo solo,
pero de repente algo me alertó. Eran los chicos que me habían pegado y se habían reído de
mí anteriormente. Se me acercaron, me quitaron el almuerzo y empezaron a golpearme, yo
no me moví y cuando ellos se fueron me quedé en el suelo de la misma postura durante un
buen tiempo. Después me levanté y me fui a casa desorientado, me sentía raro, pensé que
me sentía como siempre y que ya era algo típico, pero no fue así.
Llegué a casa, me metí en mi habitación y me tumbé en la cama. No me sentía nada
bien, estaba empezando a hiperventilar, me costaba respirar y estaba empezando a ponerme
muy nervioso. Esto me asustó y empecé a romper cosas como loco, primero rompí la silla
de mi cuarto y eché al suelo todos los libros que tenía en mi estantería. No me controlaba,
de repente perdí el control de mi cuerpo y me temí que algo malo iba a suceder. Mi madre
vino corriendo a mi habitación al alertarse por los ruidos. Me agarró de las manos y acabó
32
La gran transformación
abrazándome, me dijo que me calmará y así estuvimos un rato largo. Cuando me calmé, mi
madre me pregunto a ver que me sucedía, pero no quise contarle nada.
Al día siguiente en el colegio, las tres primeras horas se me pasaron volando, nunca
antes había tenido una mañana tan corta. Las dos primeras clases fueron muy aburridas como
de costumbre con la profesora de matemáticas, y a tercera tuvimos ciencias con Lorena. A la
hora del patio me fui a airearme un poco por el patio, di unos cuantos rodeos al campo de
fútbol, después me comí el almuerzo y fui al baño a beber agua y a limpiarme las manos. De
pronto, entró al baño ese grupo de chavales que solía golpearme y que se reían de mí.
Me asusté, les tenía respeto e intente salir del baño rápidamente, pero de repente ellos
me acorralaron y cerraron la puerta para que nadie entrase ni les viese. Se empezaron a burlar
de mí por lo que sucedió el otro día en clase y me pidieron el almuerzo. Les dije tímidamente
que me lo había comido, y ellos sin ningún motivo me empezaron a pegar patadas por todo
el cuerpo. Me hice una especie de bola, y mis brazos tapaban mi cabeza.
Asomé un poco la vista mientras me golpeaban y vi que me estaban grabando con
un móvil. Me puse aún más nervioso de lo que estaba, pero no sabía qué hacer ni cómo
reaccionar. Cuando terminaron de golpearme, antes de irse se empezaron todos a reír
mientras veían el video de la paliza. Por fin se marcharon y terminó aquel calvario para mí.
Me dejaron allí tirado, miré a mi alrededor y vi que tenía moratones por todo el
cuerpo incluso sangraba del labio. Cogí papel me limpie la sangre y decidí irme a casa, no
podía estar allí, el colegio era una especie de infierno para mí, un sitio en el que lo único que
hacía era sufrir. Me daba cuenta de que estaba siendo acosado y maltratado por gente que
hasta hace poco consideraba amigos. Sabía que lo estaba haciendo mal, que tenía que
contarlo, pero no me atrevía por miedo a las consecuencias que esto podía acarrear. Vivía en
una especie de burbuja invisible a la que yo llamaba miedo, y yo estaba atrapado en ella sin
ningún tipo de escapatoria.
Cuando llegué a casa, estuve pensando sobre lo que había ocurrido un buen rato. Me
preguntaba a ver cómo me podía haber ocurrido aquello. Al de poco tiempo, recibí una
llamada, no sabía quién podía ser, pero decidí coger el teléfono. Me quedé sorprendido, era
una chica de la clase de al lado diciéndome que le había llegado el video del anterior día. Veía
como estaba sufriendo y que me quería ayudar. La dije que no insistiese y que no se metiese
en temas que no le afectaban a ella y colgué. Yo sabía que ella solo quería ayudarme, pero yo
no me quería dejar ayudar, ese era el problema, yo estaba bloqueado. Me quedé durante todo
el día pensando sobre esta llamada, me preguntaba de donde había sacado mi número y como
33
La gran transformación
tenía estas ganas de ayudarme sin apenas conocerme. Por una parte, consideré esto un buen
gesto y accedí solamente a escucharla si tenía la ocasión de verla de nuevo.
III
Al día siguiente llegué al colegio antes que los demás y me metí en el aula hasta que
diesen comienzo las clases. Llegué antes que nadie para evitar ver tanta gente, porque eso me
agobiaba. Mientras estaba repasando la materia, entró alguien por la puerta de mi clase. Se
trataba de una chica morena y no muy alta, entro a clase y me dijo que se llamaba Laura. Ella
me preguntó si me llamaba Enrique y yo le respondí que sí. Tímidamente y con un tono de
voz bajo la pregunte a ver si ayer me había llamado. Ella me respondió que sí, que había visto
mi video y que me quería ayudarme. Yo, considerando su buen gesto accedí a escucharla.
Me dijo que tenía una idea para ayudarme y que no me preocupara que se iba a
encargar ella y me iba a apoyar en todo. Yo, acepté su propuesta y me contó su plan. Laura
me contó un poco su vida en general, me dio detalles como que su padre era policía o que
su madre era psicóloga. Me di cuenta que era una buena persona y que lo único que quería
era ayudarme. A partir de aquí me pareció que se empezó a forjar y a construir una bonita
relación, y puse parte de mí contándole algunas de las barbaridades que había sufrido.
La gente empezó a entrar a clase y Laura abandonó mi aula porque ella tenía un año
menos que yo y no estábamos en la misma clase. Antes de abandonar la clase Laura me dijo
que me iría informando de los pasos que iba a dar. Termine el día en el colegio, por primera
vez sin ningún tipo de abuso, eso si seguía notando como la gente me miraba raro y en
ocasiones se les escapaba alguna risa. Al final del día, Laura me llamó y me dijo que le había
enseñado el video a su padre que como me había dicho era policía, y no solo eso, el padre de
Laura había llamado a mis padres para que ellos lo supieran. Me temía algo malo y no me
gustó mucho esa decisión, aunque a la larga sabía que me iba a ayudar.
Al día siguiente padre de Laura fue al juzgado y emprendió acciones legales contra
los acosadores y allí estuvieron presentes mis padres también. El juicio fue bastante rápido,
había pruebas suficientes, como el video de la pelea. Los acosadores fueron condenados a
trabajos para la mancomunidad y a una compensación económica, porque al ser menores de
edad no podían ir a la cárcel. Asimismo, fueron expulsados de por vida del colegio.
Cada día me sentía mejor, con más vitalidad, y todo esto había ocurrido gracias a
Laura. Apareció de la nada y se convirtió en un pilar fundamental en mi vida, poco a poco
me ganó. Antes de acabar el juicio los acosadores se me acercaron y me pidieron perdón uno
a uno, y esta vez no tenían la cara que ponían mientras me pegaban, sino que era una cara de
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La gran transformación
arrepentimiento, se les veía avergonzados. Este detalle me reconfortó, me dio aún más
ánimos para salir de este agujero negro.
Por otra parte, pensé que sería mejor para mí interponer una orden de alejamiento,
porque aunque sabía que iban a estar expulsados del colegio, debía mantenerme al margen
de ellos y no verles nunca jamás. Poco a poco fui superando todo este calvario sufrido, pero
fue todo gracias al apoyo de Laura y de mi familia. Me fui integrando también en la familia
de Laura, y algunos domingos al mediodía iba a su casa a degustar la magnífica paella de
marisco que preparaba su madre. La madre de Laura también me fue ayudando, supongo
que al ser psicóloga me iría dando consejos y pautas para mejorar.
Cada día me sentía mejor, con más vitalidad, y todo esto había ocurrido gracias a
Laura. Apareció de la nada y se convirtió en un pilar fundamental en mi vida, poco a poco
me ganó. Antes de acabar el juicio los acosadores se me acercaron y me pidieron perdón uno
a uno, y esta vez no tenían la cara que ponían mientras me pegaban, sino que era una cara de
arrepentimiento, se les veía avergonzados. Este detalle me reconfortó, me dio aún más
ánimos para salir de este agujero negro.
Por otra parte, pensé que sería mejor para mí interponer una orden de alejamiento,
porque aunque sabía que iban a estar expulsados del colegio, debía mantenerme al margen
de ellos y no verles nunca jamás. Poco a poco fui superando todo este calvario sufrido, pero
fue todo gracias al apoyo de Laura y de mi familia. Me fui integrando también en la familia
de Laura, y algunos domingos al mediodía iba a su casa a degustar la magnífica paella de
marisco que preparaba su madre. La madre de Laura también me fue ayudando, supongo
que al ser psicóloga me iría dando consejos y pautas para mejorar.
En cuanto a mis resultados académicos, saque el curso adelante, aunque con
bastantes apuros. Durante el verano decidí empezar a escribir una novela sobre todo lo que
me había ocurrido, para dar a conocer mi situación y ayudar a toda la gente que sufre abuso
escolar. Esto me ayudaría a liberarme totalmente de este problema, pero sobre todo para
ayudar a la gente que sufre Bullying. No empecé a escribir la novela del tirón, sino que iba
escribiéndola poco a poco. El hecho de escribir una historia que me había ocurrido a mí me
ponía los pelos de punta, pero a la vez me ayudaba a liberarme y a olvidar ese tema. Era una
sensación muy extraña, yo pensaba y creía que a la vez que escribía, este acontecimiento
quedaría cerrado y así cuando acabase la novela, habría cerrado este capítulo tan oscuro de
mi vida para siempre.
35
La gran transformación
IV
Un día decidí invitar a Laura a tomar un café para darle las gracias por todo lo que
había hecho por mí y a la vez para proponerle algo especial. El encuentro iba bien, entré a la
cafetería para pedir dos cafés. Llevé los cafés a la mesa y comenzamos a hablar:
 Muchísimas gracias Laura por todo lo que has hecho por mí.
 No es nada Enrique, tú harías lo mismo por mí.
 Por supuesto, pero hay algo que debo decirte y darte.
 Dime Enrique- dijo Laura colorada.
Le entregué un ramo de flores con motivo de agradecimiento por todo lo que había
hecho por mí. Ver su cara de asombro y agradecimiento no tuvo precio, pero sin duda lo
mejor vino después. Justo después de darle el ramo de flores le propuse a ver si quería iniciar
una relación conmigo, es decir, ser algo más que amigos. Tenía miedo de su respuesta, es
más, yo creo que ella no se esperaba esto, sobre todo por la cara de asombro que puso.
Después de esto, se quedó unos segundos quieta, pero de repente reaccionó, se acercó a mí
y me dijo que si suavemente en mi oreja. Después, me besó despacio, sin duda me regalo
uno de los mejores momentos de mi vida, aquel beso tan tierno. No quería que terminase,
era una sensación increíble. Ella se había convertido en una de las personas más importantes
en mi vida. Laura y yo fuimos felices el resto de nuestra vida juntos, el destino nos juntó en
el momento ideal. Ella era la persona ideal para darle sentido a mi vida, y quería pasar el resto
de mis días junto a ella. Ahora era feliz y todo fue gracias a Laura. Por mi parte, en un futuro
debía devolverle a la vida este gran favor que me había hecho, quería ser psicólogo
especializado en casos de abuso escolar. Todo lo vivido hasta ahora sería un plus para tratar
con este tipo de gente. Sabía que Laura era una persona muy importante, ella me había
ayudado a salir de ese pozo, cosa que es muy difícil y que todos no lo conseguimos. Ahora
era feliz y eso es lo que importaba, iba a compartir el resto de mi vida con Laura y con eso
ya tenía más que suficiente.
36
La gran transformación
ERRORES DEL PASADO.
Hola, Mi nombre es Marta y hace ya unos años que cometí el mayor error de mi vida.
Como bien sabéis, en la actualidad, lo que más está de moda es utilizar las redes sociales
como son WhatsApp, Twitter, Facebook, Instagram… Yo las utilicé pero de la peor manera
posible. Lo que os voy a contar sucedió hace ya… unos cuatro años más o menos. Yo
comencé a salir con un chico de mi edad y, día tras día, me mandaba mensajes pidiéndome
lo mismo, esto es, una foto insinuante. Yo me negaba porque sabía las consecuencias que
podría llegar a tener si la mandaba. Pero, un día, no sé por qué, al llegar a casa me lo volvió
a preguntar y yo, en mi ignorancia, se la envié. En aquel entonces confiaba en él pero, ya vi
que no lo tenía que haber hecho, porque una semana después…
 Marta ¿Tú le has enviado algo a Rodrigo? – Preguntó Celia, su mejor amiga desde la infancia.
 No ¿Por qué me lo preguntas? ¿Acaso piensas que soy así? – Contestó Marta con un tono
un poco sospechoso.
 ¡NO, NO! Solo te lo preguntaba pero… ¿Estás segura de que no? Sabes que puedes confiar
en mí. – Insistía Celia.
 No, de verdad que no. ¿Qué pasa que alguno de clase ha enviado alguna foto de alguna chica
desnuda o qué? – Le preguntó Marta, ya preocupada después de que su amiga le siguiese
insistiendo tanto.
 Marta… me ha llegado una foto y sé que eres tú. Conozco tu casa demasiado bien como para
no saber que eres tú. ¿Tía, que has hecho? – Le gritó ella.
Marta se echó a llorar. Celia sacó el móvil y le enseñó la foto.
 ¿De dónde la has sacado? – Le preguntó Marta no pudiendo contener las lágrimas.
 Lo ha enviado Rodrigo por el grupo de WhatsApp, ese que tenemos de los trabajos en grupo.
– Contestó ella muy enfadada.
Ella no sabía qué responderle solo lloraba sin poder parar. Cuando se bajaron del
autobús se fueron a un lugar donde ellas dos solían ir cuando estaban mal. Decidieron no ir
a clase. Marta comenzó a explicarle todo a su mejor amiga.
 No sé por qué lo he hecho de verdad, yo… yo no quería. Siempre le decía que no, pero un
día no sé qué me pudo pasar y pues se la envié. Yo creo que estaba muy agobiada pensando
37
La gran transformación
en que si no se la enviaba podría dejarme y… tú más que nadie sabes lo que le quiero. – Dijo
Marta muy dolida al ver que no tenía que haber confiado en él.
 Mira, Marta, es verdad que no lo tenías que haber hecho y que sepas que estoy muy enfadada
contigo porque solo de pensar cuantas personas han visto ya tu cuerpo… ¡Mira, de verdad,
es que hay veces que no te entiendo! – Contesto Celia enfadada. – Ahora lo que tenemos que
hacer es buscar la manera de que desaparezca esa foto, ¡Ah! Y por el gilipollas de tu novio
no te preocupes, que ya me encargo yo.
Pasaron todo el día allí al lado del instituto. Cuando Marta se fue, Celia, cogió el móvil
y llamó a Rodrigo.
 ¿Pero, tú quien te crees que eres para hacer lo que has hecho, eh? De verdad los tíos de hoy
en día sois todos iguales, no hay quien confíe en vosotros.
 Celia no te metas en mis asuntos, déjame en paz, y vete con Marta que la tendrás que consolar
JAJAJA – Rodrigo no pudo contenerse y comenzó a reír.
 Que ni se te pase por la cabeza seguir mandando la foto, te juro que pagarás por ello – dijo
ella tras enfadarse más al oírlo reírse.
Marta llegó a su casa y le dijo a su madre que no la molestase, que tenía muchas cosas
del colegio por hacer y que no cenaría. Se encerró en su habitación y no paró de llorar en
toda la noche, ni siquiera durmió.
Al día siguiente montó en el autobús y no le dirigió ni una palabra a Celia, no tenía
ganas de hablar. Cuando llegaron a clase, todo el mundo comenzó a mirarla y a reírse. Su
mejor amiga gritó, pero no le sirvió de nada. La gente seguía riéndose y haciendo comentarios
sobre la foto. Pero, eso no fue lo peor. Pasaron algunos días y ella entró en Instagram para
desconectar un poco de todo y mirar las nuevas novedades y, de repente… ¡NO PUEDE
SER! Rápidamente cogió el teléfono y llamó a Rodrigo.
 Eres un desgraciado ¡Qué asco me das! ¿Me quieres decir que te he hecho yo para que subas
la foto a Instagram y la envíes por WhatsApp? Confié en ti, lo sabes. No quiero que vuelvas
a escribirme, de verdad, OLVÍDAME.- Después de decirle todo lo que sentía en ese
momento volvió a llorar sin parar.
 Déjame niñata ¡Olvídame!
38
La gran transformación
La chica no podía asimilar lo que estaba pasando. Ella no llegaba a entender nada.
Estaba confusa. Lo único en lo que pensaba era en sus padres, en que en algún momento se
lo tendría que decir y no sabía de qué manera.
Pasaron dos días y la gente del instituto todavía seguía comentando sobre la foto y
mirándola con cara de tristeza o a veces con cara de “Chica, que pena das”. Entonces ella no
podía más. Llegó la hora de la cena.
 Mamá, Papá tengo que comentaros algo. – Dijo ella muy seria.
 Dinos hija, ¿Ha pasado algo?- Le respondió su padre.
 Adelante hija dinos ¿Qué pasa?- Contestó la madre.
Marta se echó a llorar. Los padres no entendían nada. La intentaron calmar y cuando
lo hizo comenzó a contarles todo lo que la estaba pasando y lo que había hecho ella para que
le tratasen de esa manera. Ellos no sabían qué responder. La madre comenzó a llorar después
de que su hija le contase la historia ya que, sabía que ahora tendrían que mudarse porque su
hija lo estaba pasando muy mal y eso no era nada comparando con lo que podría llegar a
pasar.
Al día siguiente sus padres fueron a la comisaría a denunciar. Ella tomó declaración
y contó a la autoridad todo lo que pasó. Marta no había borrado las conversaciones, por ello,
Rodrigo, no podría negar nada ya que estaba todo por escrito.
Estaba claro que una gran parte de culpa la tenía ella, y eso lo sabía pero, por otro
parte, él también tendría que asumir lo que había hecho. Tras dos horas en la comisaría
haciendo la denuncia, el padre las llevó a casa y él, sin que Marta se diese cuenta, se dirigió a
donde su ex.
Al llegar a su casa, tocó el timbre, y…
 Hola buenas, ¿eres Rodrigo, verdad?- Le preguntó el padre queriendo ser majo con él.
 Si, ¿le conozco? Es que no me suena, la verdad.- Respondió el un poco confuso.
 Mira chaval solo te voy a decir dos cosas, una que soy el padre de Marta y lo sé todo y dos o
borras la foto ya y dejas de arruinarla más la vida o te juro que no parare hasta hundirte en la
miseria.- El padre se desahogó. - ¡Ah! Y que sepas que ya está puesta la denuncia y que
seguramente te veamos delante de un juez.
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La gran transformación
Después de decirle esas palabras, cogió el coche y se dirigió hasta su casa de nuevo.
Marta habló con sus padres y les dijo que se quería ir de allí. Ellos la entendían a la perfección,
pero también ella tenía que entender que el trabajo no sale así por así.
Cuatro meses después se celebró el juicio y, gracias a las conversaciones que ella
guardaba y los testimonios tan bien argumentados que utilizó, Marta ganó. Por ello, Rodrigo,
tuvo que pagarle una indemnización de 1500 euros y sabía que no podría acercarse a ella,
puesto que el juez le había puesto una orden de alejamiento. Los padres de él estaban muy
disgustados con lo que había hecho su hijo, ya que las consecuencias no las podían pagar
porque hacía más o menos un mes que al padre de Rodrigo le habían despedido de su trabajo.
Después de haber pasado todo aquello, que para ella era como una pesadilla, sus
padres decidieron mudarse de sitio. Ella no se lo pensó dos veces, hasta que se dio cuenta de
que, dejaba algo muy valioso para ella, esto es, a Celia. Decidió llamarla por teléfono y citarla
al lado del instituto, puesto que, era el sitio donde ellas dos iban siempre.
 Hola Marta, ¿Para qué me has llamado? ¿Ha pasado algo más con Rodrigo?- Le digo Celia
asustada.
 No… lo que pasa es que… no sé cómo decírtelo… esto es muy duro para mí…
 ¡Suéltalo de una vez!, Me estas poniendo muy nerviosa.
 Celia… no nos vamos a ver más. Este es nuestro último encuentro. Me voy mañana.
 Pero… no puede ser… - Celia comenzó a llorar
Las dos estaban muy afectadas. Estuvieron toda la tarde llorando, sin parar, una al
lado de la otra, ninguna se separa. Cuando llegó la hora de despedirse, porque ya era bastante
tarde, se prometieron una cosa, que jamás dejarían de hablarse.
Llegó el día de irse. Marta y sus padres se disponían a viajar hacía su nuevo hogar,
que no estaba más que a una o dos horas de donde ella vivía. La chica tenía miedo a que,
después de haber pasado tanto sufrimiento, no se pudiese integrar bien en el nuevo sitio.
Pero, cuando comenzó el curso en su nuevo instituto, el primer día, una chica llamada Naiara
se le acercó. La chica sabía que era nueva por eso fue a presentarse, para que no se sintiera
sola. Desde aquel momento hasta ahora ellas dos son como uña y carne, nunca se separan.
Tienen muchas cosas en común, fijaros la confianza que llegaron a tener que, Marta decidió
contarle el porqué de su traslado. Casi siempre iban juntas a casa ya que Naiara vivía enfrente
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La gran transformación
de Marta. Transcurrían los días y la joven se iba integrando algo más. Al principio se le hizo
muy difícil, puesto que, su cabeza no le permitía ser cómo era. Iba todos los días al psicólogo
y, poco a poco, la iba ayudando a que se pudiera quitar esa desconfianza que tenía en la gente.
 Marta, mira, hoy es nuestra última sesión y te voy a dar mi último consejo- Le dijo Ana, la
psicóloga.
 Dime, Ana. – Contestó ella.
 Ya sé por todo lo que tuviste que pasar hace poco y también que tuvo que ser muy duro para
ti. Ahora es normal que te cueste confiar, pero no te puedes cerrar al mundo de esa manera.
Tienes que intentar pasar página por muy difícil que sea, porque sí, es verdad que Rodrigo te
hizo mucho daño, pero tienes que darte cuenta de que todos los tíos no son iguales. Llegará
un día en el que te enamores de uno y las cosas te vayan bien con él. Es normal tener broncas,
todas las parejas las tienes pero ahí te darás cuenta de que existen hombres de verdad y no
ese chico con el que te juntaste. Así que intenta mostrarte más tal y como tú eres delante de
las personas, así podrán conocer a esa Marta que en dos semanas he conocido yo, porque de
verdad que eres una persona que vale mucho cariño. – Respondió Ana muy tranquilamente
y con mucha seguridad.
Ella no sabía qué responderle, puesto que sabía que tenía razón. Siendo como ahora
de tímida nadie la podría llegar a conocer como ella realmente era, así que desde ese día
decidió mostrarse tal y como ella era.
Pasado un tiempo, la jovenzuela comenzó a abrirse más, hasta conoció a un chico
que le atraía bastante. Se llamaba Pablo. Tenía un año más que ella, pero como había repetido
curso, estaba con él en clase. Marta, muchas veces, veía que había un tonteo mutuo y que se
echaban unas miradas… que de amigos tenían poco.
Estaban terminando el curso e iban a celebrar una fiesta de fin de curso en la que
había que llevar pareja, por lo que Pablo decidió probar suerte y…
 ¡Hola Marta! ya sé que no nos conocemos de mucho, pero me gustaría saber si tienes pareja
para la fiesta.- Dijo él algo nervioso esperando su respuesta
 ¡Hola Pablo!, no la verdad es que no voy con nadie- Contestó ella, algo nerviosa.
 Ah pues… si te parece podríamos ir juntos… Si no quieres no pasa nada…
 Sí sí, claro que quiero.
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La gran transformación
Ella no se lo esperaba. Estaba muy emocionada, pero muy asustada a la vez.
Llegó el día de la fiesta. Marta se preparó como nunca, incluso le pidió ayuda a su
madre ya que, quería estar espectacular para impresionarle. Marta quedó con Naiara para
poder ir juntas a la fiesta, pero allí…
Al entrar Marta todo el mundo comenzó a reírse, a mirarla, a cuchichear… Naiara
no entendía nada y Marta mucho menos. Ella comenzó a sentirse muy mal, temblaba y estaba
muy asustada. Pablo se le acercó y le enseñó algo que pensaba que nunca jamás volvería a
ver. Su foto. Ella no reaccionaba y a la vez no entendía el cómo llegó a manos de Pablo. Le
cogió a Naiara de la mano y salieron fuera.
Marta no podía parar de llorar. Ella se había tenido que mudar por eso y parecía que
le iba a estar persiguiendo esa foto siempre. Su amiga no era capaz de verla así, por lo que
entró y le llamo a Pablo para hablar con él.
 ¡PABLO VEN! ¿Me puedes explicar cómo ha llegado esa foto a tus manos?- Contestó ella.
 Antes de que me digas nada yo no he tenido nada que ver con esto porque ella y yo… nunca
ha pasado nada entre nosotros, simplemente le pedí ser mi pareja para la fiesta, nada más. –
Contestó él algo nervioso.
 Vale, eso ya, lo sé yo no me hace falta que me digas nada de eso, lo único que quiero saber
es como tienes esa foto.
 Me la ha mandado un amigo, se llama Rodrigo y, por lo visto, es el ex de Marta. Yo no sabía
nada, pero tenemos un grupo en común de hace un par de años porque coincidimos en un
campamento de verano y, cuando me preguntaron con quién iría al baile, mandé una foto y
luego, él, pues la envió – Dijo el chico sin ninguna duda.
Naiara, después de escucharle, salió corriendo a donde Marta para ver si se
encontraba mejor y para contarle todo aquello que sabía.
 Marta, no tengo buenas noticias. No te vas a creer cómo ha conseguido esa foto.
Marta intentando contestarle, le dijo.
 Lo he escuchado todo Naiara, ese chico no me va a dejar en paz nunca.
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La gran transformación
Su amiga y ella le dirigieron a su casa y Naiara les contó todo lo que había pasado ya
que, Marta no era capaz de decir ni una palabra. Pero una hora después, pasó algo que nadie
se lo esperaba…
 Marta, ábreme, soy Pablo. – El chico fue hasta su casa y, después de tocar el timbre y ver que
no habría nadie, le gritó eso desde la puerta.
Nadie abría, el padre hizo el intento de abrir, pero la madre de Marta se lo impidió.
El chico no quería irse sin decirle lo que le tenía que decir, por lo que se dirigió hasta
una ventana que tenían abierta y desde ahí dijo.
 Mira Marta yo con ese chico, ese tal Rodrigo no tengo nada que ver, simplemente me ha
llegado la foto por un grupo. Yo no soy ese tipo de chicos y entiendo que mi reacción no te
haya gustado, pero entiéndeme. Al ver la foto no sabía qué pensar, ni siquiera sabía si eras tú
o no. En la fiesta se ha hablado sobre esto y todo el mundo piensa que eso es pasado que lo
único que pretende esa persona, si se le puede denominar como una persona, es hacerte la
vida imposible. Pero tranquila, porque aquí todo el mundo te está apoyando. Y respecto a
mí, entiendo que no puedas confiar ahora en nadie, pero te aseguro que si me das una
oportunidad te podré demostrar que yo no soy así. Bueno y había venido a decirte eso. Que
no te preocupes, que todos estamos contigo y que ya me he ocupado yo de que esa foto la
haya borrado todo el mundo. Por último, decirte que… Te quiero… sé que no llevamos
mucho tiempo conociéndonos, pero no me hace falta seguir conociéndote como para saber
que eres especial y que es contigo con la que quiero estar, a pesar de lo que llegase a pasar en
el pasado.
Después de que Pablo se desahogase, pasaron cinco minutos y se abrió la puerta.
Abrió el padre e hizo un gesto para que pasase. Cuando entró, los padres y Naiara se fueron
arriba y les dejaron solos. Ella, después de haber oído todo lo que había salido de la boca del
chico, no sabía qué decir por lo que fue a donde él y le abrazó. Marta se intentó relajar y le
dio las gracias a Pablo por todo.
 Pablo, gracias por todo lo que has hecho por mí en la fiesta y por esas palabras tan bonita.
No sabía que existían chicos como tú. Como bien has dicho tú, a mí ahora mismo, me cuesta
muchísimo confiar en uno y ahora había comenzado a soltarme un poco más y ser como
realmente yo era. Pero después de todo esto… Voy a intentar estar igual que antes, pero va
a ser difícil.
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La gran transformación
 Tranquila, te entiendo a la perfección, pero sécate esas lágrimas que la fiesta nos espera. Así
que llama a Naiara, dile que baje y nos vamos los tres para allá.
Ella, no sabía si ir, o no por la situación que se encontraría allí, pero tras unos minutos
pensando que haría, llamo a Naiara y los tres se dirigieron hacía la fiesta.
Al llegar todo el mundo fue a donde Marta y le abrazaron. Ella comenzó a llorar, era
inevitable. No se creía que la gente le estuviese apoyando tanto. Todos los chicos y chicas
que estaban en la fiesta le dijeron que no se preocupase y que nada cambiaría que esa foto ya
había desaparecido de todos los teléfonos móviles y que ni ese chico ni ninguna le volvería a
hacer daño.
Según iba transcurriendo la fiesta, ella se iba dando cuenta de que de verdad había
encontrado su sitio y de que Pablo era ese chico en el que podía confiar, por lo que… fue
corriendo a donde él y le besó. Todo el mundo comenzó a gritar y a silbarles. El chico la
miró muy fijamente a los ojos y la dijo…
 Tranquila pequeña, que conmigo no vas a sufrir y mientras estés conmigo no voy a permitir
que nadie te haga daño. TE QUIERO.
Marta sonrió.
Todo el mundo se lo pasó genial en la fiesta y todo terminó de la mejor manera
posible, sobre todo para mí. Bueno y como veis esta fue mi historia. He tenido una vida
bastante difícil, pero ahora estoy feliz aquí. Todavía sigo con Pablo. Gracias a él ahora soy
como realmente era, bueno gracias a Pablo y a Naiara que sin su apoyo y sin todo lo que hace
por mí yo no sería así. Mi vida ahora ha cambiado. A lo mejor os pensáis que por todo lo
sucedido no uso las redes sociales, pero, todo lo contrario, las uso correctamente y no hago
las cosas sin pensar en las consecuencias que pueden conllevar.
NOTA DE LA AUTORA.
Hoy en día todos usamos como un ritual de nuestro día a día las redes sociales.
Muchas veces no somos conscientes del peligro que pueden llegar a tener. Depende de para
qué las usemos. Todos sabemos que hay contenido que no pueden enviarse o enseñarse vía
online ya que, se quedan grabados y pueden llegar a tener consecuencias graves como las de
nuestra querida Marta. Todo el mundo tendría que tener en cuenta, que por mucho que digan
que son seguras, hay gente que sabe cómo piratear cuentas y sacar toda la información o
contenido necesario para poder hacerte la vida imposible. Muchas jóvenes actualmente están
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La gran transformación
sufriendo el cyberbulling o el acoso mediante internet por subir contenidos algo excitantes o
por pensar que hablan con la persona que les indica, pero en realidad pueden estar hablando
con un chico desconocido ya que, se crean cuentas falsas.
Lo que quiero que aprendáis mediante esta historia es que, aunque internet tenga
muchas cosas buenas y nos facilite muchos trabajos, hay que tener cuidado y saber cómo
utilizar sobre todo las redes sociales. Porque un simple fallo como el que cometió Marta y
podemos pasarlo mal durante varios años. Esta tuvo suerte, pero no todo el mundo la tiene.
Así que por favor este mensaje sobre todo va dirigido a todas esas personas que utilizan
habitualmente las redes sociales, tener mucho cuidado.
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La gran transformación
VIAJE A SOL
I – YO
Llegó una mañana en la que mi padre no fue a trabajar. Las clases de inglés, las de
francés, las de baile… ¿cuántas horas de trabajo cuestan? Hasta que mi padre no dejó de
trabajar no me di cuenta. Unas sandalias preciosas, un bolso nuevo, un escaparate bonito…
todo se había acabado. No solo se acabaron los caprichos, sino que empezamos a tener
dificultades para cubrir nuestras necesidades. Mi madre empezó a trabajar muchas más horas,
pero, a pesar de ello, no llegábamos a final de mes. Las deudas se nos acumulaban. Ya no
podíamos pagar las cosas. Cada día, cada mañana, veía a mi padre levantarse y mirar el
periódico con un pequeño rayo de esperanza, ir a la interminable cola de la oficina del paro,
para con un poco de suerte, encontrar una oferta de trabajo. Y también cada día, la esperanza
se iba haciendo más y más pequeña. El tiempo pasaba y yo veía a mi padre llegar a casa con
los hombros cada vez más abajo y la mirada más triste. Pero, ¿qué podía hacer yo? Tan solo
era una niña de 16 años. Yo, Candela, ¿qué podía hacer? Por mucho que me lo preguntaba,
siempre llegaba a la misma conclusión. ¿No dicen que todos los caminos conducen a Roma?
Pues todas mis preguntas me llevaban a lo mismo; yo no podía hacer nada. Absolutamente
nada. Y esto me hacía sentir inútil.
Podíamos prescindir de las extraescolares, e incluso del comedor del instituto, pero
llegó el día en el que no pudimos pagar la hipoteca y eso nadie te lo perdona. Y otra vez, ¿qué
podía hacer yo? En esta situación nadie escucha, todo el mundo se hace el sordo. No
pedíamos dinero, solo necesitábamos tiempo. Necesitábamos cobijo hasta que mi padre
encontrara trabajo.
Intenté buscar empleo. Primero, recurrí a la directora del colegio para ofrecerme
como apoyo para los niños que tenían dificultades a la hora de estudiar; pero como mis notas
no eran de sobresaliente, creyeron que no era la mejor candidata. Llevaba bailando desde los
cuatro años, era una parte fundamental de mi vida. Pero desde que las cosas empezaron a ir
mal en casa, pasé de bailar en la mejor academia del pueblo, a bailar al ritmo de unos videos
tutoriales de YouTube. Cuando acudí donde la persona que, durante más de diez años, había
sido mi profesora y dueña de la academia en busca de trabajo, su respuesta fue: “Los siento,
pero desde que abandonaste mi escuela, ya no formas parte de esta familia”. En ese momento fue cuando
me di cuenta de que, cuando todo va bien, cuando las cosas funcionan, todo el mundo está
a tu lado y siempre tienen su mano tendida y dispuesta a ayudarte. Pero cuando realmente
los necesitas, son dos los que siguen con la mano abierta. En ese momento sentí cómo un
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La gran transformación
cuchillo atravesaba mi corazón y hacía que se fuera deshinchando, poco a poco, lenta y
dolorosamente. Los que creía que me apoyaban me dieron la espalda cuando más los
necesitaba y yo me sentía muy sola.
Era un domingo por la tarde. De esos típicos domingos que mi familia, desde hacía
mucho tiempo, llamaban “dopelipalomanta”. Esos domingos que pones una buena película
para evadirte de toda realidad, acompañados de un buen bol de palomitas de microondas
con regustillo a quemado y una buena manta protegiéndote de las frías tardes de invierno;
sin nunca olvidar una buena compañía. Sí. “Do-peli-palo-manta”. Me encantaba. Aquel
domingo era el turno de mi madre y, cómo no, eligió una película de su director favorito,
Richard Attenborough, el director de esas películas de dinosaurios que tanto odiábamos en
mi casa. La película se titulaba Gandhi.
Quién iba a decir que una película sobre un personaje que habíamos estudiado en
clase podía cambiar tanto mi vida.
Me fascinó cómo, a pesar de todo lo que había sufrido, nunca levantó la mano a
nadie. Frente a situaciones violentas, su única reacción era caer y volver a ponerse en pie. En
sus protestas asesinaban a gente, los mataban a palos, pero él, seguía luchando por lo que
consideraba justo; hacía huelgas de hambre para protestar contra la situación a la que se veía
sometida la sociedad… creo que nunca una película me había sido de tanta ayuda para darme
cuenta a lo que me tenía que enfrentar. Fue un gran ejemplo para mí y gracias a ello, se me
ocurrió una idea con la que podía ayudar en casa: Una lucha pacifista. Conseguir ser
escuchada por mi familia, por mis amigos, por mi pueblo, por mis alrededores… por el
mundo entero. Todos se tenían que unir a mi lucha, pero ¿cómo?
Pensé como Gandhi, pensé en sentarme en la plaza del pueblo para que conozcan y
se den cuenta de la crítica situación que estamos viviendo. Cogí mi tienda de campaña, un
saco de dormir y muchas dudas sobre si con esto conseguiría cambiar algo. Hay tanta gente
que lo ha intentado, tanta gente que se sienta en un banco revindicando sus derechos y han
sido ignorados… que sentía miedo. Miedo de fracasar. Sola con mi cartel, “Necesitamos cobijo,
solo necesitamos tiempo”. Me daba cuenta de que solo observaba, no juzgaba. No criticaba a
aquellos que me sacaban el dedo, me daban la espalda, o sentían vergüenza de lo que estaba
haciendo. Vi cómo se acercaba una señora mayor. Siendo sincera, no pensaba nada, ¿me diría
algo? No sé a qué venía, ni por qué se acercaba; pero sin decir nada, se sentó a mi lado y me
cogió la mano. Sentía cómo me cogía con fuerza, cómo me transmitía su apoyo. Me apretaba.
Sentía su apoyo. Me sentía protegido. Hacía que me sintiera bien.
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La gran transformación
II – PRESEN
Hoy no es mi día. ¡Cómo me duelen las rodillas! La prótesis de cadera, la artrosis…
¿cómo no me van a doler todos los huesos? Me dicen, “Chica, Presen, ¡qué bien estas para
tus ochenta años!”. Y es entonces cuando cojo fuerzas, me pongo chula y siempre contesto
“La edad es solo un número. Mi espíritu sigue siendo joven.” Pero yo ya sé que esto no es
cierto, mis huesos me lo recuerdan cada día.
¿Estará todavía la niñita de ayer en la plaza? Le vi tan sola y triste. Y a la vez tan
valiente. Creo que voy a bajar a preguntarle a ver si necesita algo. A medida que me voy
acercando me doy cuenta de lo que realmente necesita. Necesita compañía, necesita mi
apoyo.
Solo siento el crujir de mis rodillas cuando me agacho a su lado. Ahora sí siento mi
espíritu joven.
III – SANTUR
Cada vez le veía más triste, algo le pasaba. Ya no era la misma. Por eso, cuando me
dijeron que estaba sentada en la plaza… ¡eso era! Lo tuve que decir en el local “¿No creéis que
deberíamos apoyarle?” Todos se miraron, pero nadie se atrevía a opinar. Había pensado en
todos y tenía argumentos para cada uno de ellos. Izaro dijo:
 Tenemos que estudiar.
 Podemos hacerlo todos juntos. Como en clase, si todos colaboramos, el trabajo saldrá
adelante.
Ana dijo:
 ¿No lo tendremos que pensar?
 ¿No es tu amiga? Hay cosas que hay que pensarlas, que recapacitarlas, ¿pero no crees que
necesita nuestra ayuda?
 Yo creo que es buena idea. Es nuestra amiga y tenemos que ayudarle. Y además, todos
juntos… ¡unas risas!- ese es Baqué.
Y así, uno a uno, fui convenciendo a todos. Llegamos a la plaza y, solo por ver su cara, todo
mereció la pena. Lo que también mereció mucho la pena fue ver cómo esta panda de pijos
desplegaba sus tiendas de campaña, esterillas y sacos por la plaza. Sin ducha, sin secador, sin
planchas, sin espejo… todo por una causa.
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La gran transformación
IV – JOSEBA
Me han asignado vigilar la plaza. Dicen que la ha tomado una panda de hippies.
¡Madre mía! Otra vez vigilar esta maldita plaza. La última vez que tuve que hacerlo me dieron
cinco puntos en la ceja por un botellazo y, esta vez, una panda de hippies. ¡Pero qué hippies
y qué ostias! Si son los amigos de mi hijo; mejor dicho, ¡mi hijo con sus amigos! Estaban
Markel, Santur, Beñat, Andrea, Irati, Nerea… y, de repente, también veo a Asier. Verlo para
creerlo. ¿Qué hacía mi hijo sentado en la mitad de la plaza sin su cera para el pelo? En ese
momento me di cuenta de que se había hecho mayor. Que, a pesar de todas nuestras
discusiones, el chico al que consideraba un total inmaduro había madurado y había salido en
apoyo de su amiga y en contra de lo que él consideraba injusto. ¡Quien habla de una juventud
poco comprometida! No me hizo falta hablar con nadie, ni siquiera con él. Cogí mi placa, la
dejé en el suelo, y me senté, me uní a la lucha. A nuestra lucha.
V– GENTE
Tengo una hora antes de abrir la frutería, les puedo llevar el postre.
Si salgo pronto del despacho, podré sentarme en la plaza. Esta juventud es tan
divertida, hace que me sienta tan vivo. Hace que me sienta tan útil.
A ver si se duerme la Felipa y puedo escaquearme un rato a la plaza. Igual necesitan
algo.
Cuando termine las clases, me acerco. Igual hay algo que no entienden.
Al salir de la consulta, me acercaré, no vaya a ser que alguno se haya resfriado.
…
Igual necesitan… igual quieren algo… igual tienen frío… tendrán sed… no vaya a
ser que… igual no entienden… necesitarán agua… habrán dormido fatal… se encontrarán
hambrientos… estarán cansados… necesitarán algo que les anime el ambiente… voy a
hacerles un poco más amena la tarde… voy a hacerles sonreír contándoles unos chistes…
VI– MI PADRE
El día que me echaron del trabajo el mundo se me cayó a los pies. Siempre había
pensado que yo llevaba los pantalones, que, solo yo era quien podía ser el sustento de casa…
¿Cómo iba a decir esto a mi familia? Sentía vergüenza, muchísima vergüenza.
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La gran transformación
Cuando preguntaba por un nuevo puesto de trabajo, cuando me presentaba a una
entrevista o cuando veía una oferta de empleo en el periódico, me preguntaban por mi edad,
mis conocimientos sobre el tema, mi nivel de inglés o qué programas informáticos
utilizaba… Resumiendo: Nivel de inglés, nivel medio, tanto en hablado como en escrito, (lo
que en lenguaje de curriculum quería decir: Ni puta idea) Nivel informático, nivel medio, ni
puta idea… ¿Pero cómo iba a competir con jóvenes que hablaban y escribían dos e incluso
tres idiomas y utilizan la informática como medio de trabajo diario? ¿Cómo? Competir contra
aquellos que, con tal de tener su primera experiencia, no les importaba empezar con un
contrato en prácticas. Era algo prácticamente imposible. La pequeña luz que me iluminaba
el camino, poco a poco se iba fundiendo. Sentía vergüenza de mí mismo, de mi situación
pero…
Pasé de la vergüenza al orgullo. Nunca hubiese pensado que me podía sentir tan
orgulloso de mi hija. Aunque en un principio prohibí que lo hiciera. ¡Terminantemente
prohibido! La idea me horrorizaba porque, ¿a quién le importaba los problemas de mi casa,
de mi familia, mis problemas? Pero, por una vez, me alegro de que me haya desobedecido.
Hay mucha gente como yo. Que ha pasado de tenerlo todo a no tener nada. Nunca hubiese
creído que podía llegar a esta situación. De la necesitad de ocultarse y aparentar no darle
importancia a lo que estaba pasando, a querer darlo a conocer al mundo. Y todo esto gracias
a mi niña Candela.
¿Dónde está mi saco? Celia, coge tus cosas. Nos vamos a la plaza.
VII–OTRA VEZ YO
Y poco a poco fui viendo cómo la plaza se llenaba de gente. Poco a poco fui viendo
cómo no estaba sola. Poco a poco sentí el calor de la gente, de mi gente.
Cada vez éramos más y las cosas se iban complicando. Pero todo mereció la pena.
Para que todo funcionara, organizamos turnos de comida; primero unos, luego otros…
turnos de reciclaje, de limpieza… también estaban aquellos que se encargaban de la parte
cómica, al fin y al cabo, estar tantos días allí era muy duro y siempre nos encontrábamos con
nuestros altibajos. Nos animábamos unos a otros y, cuando veíamos que alguno estaba
escaso de fuerzas, lo abrazábamos lo más fuerte posible y le recordábamos para qué
estábamos allí. Como gente, en diferentes situaciones, comparte las mismas necesidades. Se
sentían identificados conmigo y se unían a mí, a mí protesta, a nuestra lucha.
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La gran transformación
Los que ya eran amigos, se convirtieron en familia y esa familia, cada vez iba siendo
más y más grande, hasta que no cabíamos en la plaza. Nos dimos cuenta de que nuestro
pueblo era un pueblo pequeño. No queríamos que esto se quedara solo en nuestra plaza. Era
algo puntual, era el principio de algo. Decidimos llenar las plazas de los pueblos de alrededor.
Os preguntaréis, ¿cómo? Llamamos a amigos, a los amigos de nuestros amigos, y a los amigos
de los amigos de nuestros amigos, y así, poco a poco, paso a paso, vimos cómo las plazas de
los pueblos de nuestros alrededores se iban llenando. Éramos Trending topic en Twitter,
Facebook, Instagram… incluso portada en los periódicos. Era la magia de las redes sociales.
Nuestro mensaje llegó a Madrid. Donde la gente empezó a salir a la calle en busca
del cambio. La puerta del Sol se empezó a llenar hasta acabar repleta de gente. Las plazas de
España estaban a rebosar, parecían sardinas en lata.
Finalmente, en mi familia todo salió bien. Mi padre consiguió que le aceptaran en un
puesto de trabajo y todo gracias a los cursos intensivos a cargo de mis amigos durante estos
días. Todo volvió a la normalidad. Pero yo no estoy aquí para contaros el final de una historia,
sino el principio de un cambio. El apoyo a una amiga se había convertido en otra cosa. Mi
problema, mi yo, se había perdido, se había diluido, para convertirse en nuestro problema,
en un nosotros, para convertirse en nuestra causa, nuestra lucha.
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La gran transformación
CARTAS CON PROMESAS
Me llamo Emily López. Nací en 1992 en Belfast, una ciudad ubicada en la costa este
de Irlanda del Norte. Church Road es el nombre de la calle donde viví, una avenida situada
al lado de un campo de golf, donde todos los chicos de mi familia juegan. Concretamente,
habité en el chalet grande y moderno de mis abuelos, ya que fue allí donde mi madre y sus
hermanos vivieron en su infancia. A 8 kilómetros de allí, se sitúa el astillero Harland and Wolff,
el lugar donde se construyó el famoso barco transatlántico Titanic. Cuando era niña, mi
abuelo y yo solíamos conducir hasta allí en diez minutos para ver el amanecer del sol entre
las Black Mountains, pero ahora han instalado tantos semáforos y erigido tantos centros
comerciales y bares que el trayecto puede durar media hora, especialmente los fines de
semana, cuando todos los jóvenes salen de fiesta o de compras. Al igual que todas las
ciudades, Belfast tiene sus barrios ricos y sus barrios pobres y, puesto que mi abuelo
desempeñaba uno de los trabajos más estables y conocidos de la ciudad, las cosas no les iban
mal.
En estos años, el puente Queens dividía Belfast en dos partes: por un lado, los
protestantes, los que vivían de la carretera arriba y, por otro lado, los católicos, los cuales
vivían al otro lado del puente. Este conflicto denominado como “The Troubles” fue una
lucha en Irlanda del Norte para conseguir la independencia, es decir, los protestantes eran
partidarios de preservar los lazos con el Reino Unido y, al contrario, los católicos eran
partidarios de la independencia o bien la integración de la provincia en la República de
Irlanda. Este enfrentamiento duró hasta el 10 de abril de 1998 y hoy en día hay numerosos
muros en Irlanda del Norte de homenajes conmemorativos que recuerdan a las personas que
perdieron sus vidas en este conflicto político.
Aunque nací en Irlanda, crecí en Sagasta, un barrio situado en el municipio de
Abadiño, en la provincia de Vizcaya, País Vasco. Con solamente dos años, tuve que mudarme
al País Vasco con mis padres y mi hermana pequeña, ya que mis padres trabajan aquí.
Mi hermana y yo éramos posiblemente tan diferentes como dos personas pueden
serlo. Ella era una persona pasiva y tímida, en cambio, yo siempre estaba nerviosa y en
movimiento; mientras yo concedo un incuestionable valor a los estudios, para ella el colegio
no es más que un club social con deportes añadidos, aunque saca buenas notas. Sus andares
eran pausados y tendía a arrastrar los pies cuando caminaba, en cambio, yo siempre iba dando
saltitos de un lado para otro y constantemente le pedía que cronometrara cuánto tiempo
tardaba en ir y volver corriendo hasta la siguiente esquina. A los diez años, ya era más alta y
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La gran transformación
tenía más fuerza que yo. Nuestra apariencia física, en cambio, es bastante parecida: las dos
tenemos el pelo castaño, los ojos verdes y muchas pecas alrededor de la nariz, y nuestro color
de piel es blanco como la nieve, incluso bajo el sol de verano.
A medida que el tiempo pasaba, mi hermana se parecía cada vez más a mí y, a la vez,
se notaba que echábamos en falta a nuestra familia, ya que todos residen en Irlanda.
Echábamos de menos los abrazos de nuestro abuelo, los cuentos que nos leía nuestra abuela
antes de meternos a la cama, las tardes que pasábamos con nuestros primos en el jardín de
los gnomos y los girasoles, las clases de yoga de nuestra tía Helena, el frío de los inviernos de
Belfast, aquellas noches que pasábamos contemplando las estrellas…
Mis padres notaron que algo estaba cambiando entre nosotras, pero se mostraron
totalmente confundidos en cuanto a qué hacer para reanimarnos. Admito que lo intentaron,
de la única manera que se les ocurrió fue consolándonos de que íbamos a ver a todos en las
vacaciones. Las vacaciones, el único momento que tenemos la oportunidad de estar alrededor
de las personas que más queremos. ¿Sería más feliz si viviera en Belfast? ¿Qué pasaría si
viviera cerca de mi familia? ¿Sería mi día más ameno si tuviera la ayuda de mis familiares?
A causa de la distancia, mis abuelos y yo apenas nos veíamos, pero mi abuela, en
nombre de toda la familia, me escribía cartas cuya fecha de envío impresa en el sobre siempre
correspondía al día uno de cada mes. Nada demasiado personal, un poco sentimental, y jamás
una palabra que sugiriese que me echaba de menos, ya que intentaba no provocar tristeza.
En sus cartas anotaba lo que hacía cada día, tan solo si era interesante y fuera de lo habitual,
añadía bastantes comentarios acerca del tiempo y el estado de salud de cada familiar, escribía
sobre sus campeonatos de golf… Y siempre acababa cada carta con la promesa de que me
escribiría pronto y, como de costumbre, no faltaba a su palabra.
Acabé el curso de cuarto de la ESO a principios de junio y, como no tenía nada que
hacer y es el cumple de mi abuela el 16 de este mismo mes, le convencí a mi madre para que
me dejara ir a visitar a mis abuelos. Con una semana de antelación, mi madre compró el ticket
de vuelo más cercano a la fecha de cumpleaños de mi abuela, o Granny, como le llamo yo.
Seis horas antes del embarque, es decir, a las cinco de la mañana, con todas las ganas del
mundo, cogí la maleta más pequeña que había en el camarote de casa, ya que solo iba a pasar
cuatro noches en Belfast, la preparé y cogí el taxi, el cual me llevó al aeropuerto de Bilbao.
El viaje fue el 13 de junio, justo cuando me encontraba en la puerta de embarque,
llegó el personal de facturación y embarque de Aer Lingus informando que no podían
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La gran transformación
confirmar la salida de mi conexión Bilbao-Dublín, ya que en esos momentos la brisa que
soplaba desde la mañana se había convertido en ráfagas de viento y, por lo tanto, estaban
suspendidos casi todos los vuelos. Aquel personal me ofreció cambiar el pasaje para cuatro
horas después, ya que suponían que se habrían restablecido los vuelos.
Afortunadamente, el vuelo hasta Dublín fue excelente, prácticamente sin
turbulencias. Llegamos a las 4.30 –horario irlandés–, nos despedimos de las azafatas que
saludaban a todos los pasajeros a la salida y, cuando bajamos del avión, sentí un calor húmedo
impresionante. El aeropuerto de Dublín estaba completamente lleno de gente durmiendo o
tirada por todos los pasillos, debido a los vuelos que se habían suspendido.
Me encaminé hacia la cinta de recogida de equipaje, cogí mi maleta de flores verde y
me dirigí a la parada de autobús porque, para llegar a Belfast desde Dublín, no tenía otro
remedio que coger este medio de transporte. El transcurso del viaje duró dos horas y,
mientras, volví a leer la primera carta que me envió mi abuela. Se me removió todo el
estómago y las ganas que tenía de llegar a mi antigua casa eran inmensas. A medida que veía
las señales de tráfico que indicaban el camino para llegar a Belfast, me ponía cada vez más
nerviosa, no sabía cómo iba a actuar delante de mis abuelos, ya que hacía ocho meses que no
les veía.
Tras dos horas y media de viaje, por fin llegué a la estación de autobuses de Belfast
City. En cuanto bajé del autobús, miré hacia mi alrededor para ver dónde estaba mi abuelo.
De repente, vi a un hombre de espaldas sosteniendo un cartel que decía “Welcome home,
Emily”, entonces me acerqué hacia aquella persona. No me reconoció al principio y dio un
salto cuando le propiné unas palmaditas en el hombro. Me pareció más bajito de cómo lo
recordaba. Me dio un abrazo y me preguntó por el vuelo, pero ninguno de los dos supo qué
decir a continuación, así que nos encaminamos lentamente hacia la salida de la terminal.
Cuando llegué a 63 Church Road, vi a mi abuela esperando bajo la puerta de casa con
los brazos extendidos y, cómo no, a su perra Elka dando brincos alrededor de sus pies. Me
parecía extraño y desconcertante estar de nuevo en casa. Todo estaba tal y como lo recordaba,
en el mismo orden. Subí a mi habitación, la cual se encuentra en el tercer piso, al lado de la
habitación donde mi tío residía, y deshice la maleta.
16 de junio, llegó el deseado cumple de mi Granny. Me desperté pronto para poder
llevarle el desayuno a la cama: su queridísimo té con leche y unas tostadas con miel. Después
de desayunar habíamos quedado para comer con toda la familia en Belvoir Park Golf Club,
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La gran transformación
su restaurante favorito. Cuando todos los familiares nos reunimos en la mesa redonda,
comenzamos a entregarle detalles y regalos. Yo, personalmente, le regalé un álbum lleno de
fotos de todos sus nietos y nietas de cuando éramos pequeños, y, aparte, cada uno de
nosotros le escribimos una carta agradeciéndole todo lo que ha hecho y sigue haciendo por
nosotros; es decir, sus consejos, su ayuda, su cariño, su apoyo…
Intenté aprovechar los cuatro días a tope y lo mejor posible, pero, como ya sabéis,
todo llega a su fin. Después de unos magníficos días junto a las personas que más quiero,
llegó el día de volver a casa, a Sagasta. Con los ojos llenos de agua y pañuelos en la mano, me
despedí de mis abuelos con un fuerte abrazo, de esos que no te dejan respirar.
Tras cuatro horas de viaje, llegué al País Vasco y, como de costumbre, se me hace
difícil no tener a mi familia en mi mente, daría todo lo que tengo por poder vivir cerca de
mis familiares. Al deshacer mi maleta, me encontré ante una carta que decía lo siguiente:
Querida Emily,
Cuatro días. Solo has estado aquí cuatro días y ya echo de menos tus
abrazos, tus desayunos, tu ayuda… Ahora vamos a estar seis meses
distanciados, pero ¿qué son seis meses después de cuatro días como estos?
Me hiciste una promesa, una promesa que sé que guardarás. Así que solo
quiero una promesa de ti durante este tiempo que estaremos separadas:
cuéntame todo, escribe todo lo que haces, Emily, garabatéalo, envíame
emails… Me da igual cómo, pero lo quiero saber todo. De ese modo,
estaremos juntas todo el rato, aunque no lo estemos.
Nos vemos pronto, te quiero,
Granny
Muchas veces he oído a compañeros de clase quejarse de sus familiares: “qué pesados
son mis primos pequeños”, “no quiero ir a visitar a mis abuelos porque me aburro con ellos”,
“oh vaya mierda, este fin de semana tengo que cuidar de mis primos”… Esos amigos no
saben valorar lo que tienen, pero, cuando aquellos familiares no estén alrededor de ellos, se
darán cuenta de lo importante que es la familia.
A día de hoy estoy acabando primero de bachillerato, por lo tanto, solo me queda un
año más en el colegio antes de ir a la universidad. Mi único deseo siempre ha sido poder vivir
cerca de mi familia, entonces, lo más seguro es que estudie en la Universidad de Queens de
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La gran transformación
Belfast, siempre y cuando me acepten allí. De este modo, voy a poder recuperar el tiempo
perdido, es decir, todos aquellos años que he vivido sin tener el apoyo y cariño de mis
familiares.
A medida que los años pasan, noto cada vez más la falta que me hacen. Soy capaz de
comprender el valor que tiene cada persona, ya que, como nunca he convivido con mi familia
irlandesa, echo de menos lo que ellos me transmiten.
Como he mencionado anteriormente, mi futuro perfecto sería poder estudiar en la
Universidad de Queens de Belfast porque no solo me acercaría a mi familia, sino que podré
estudiar lo que realmente quiero y emprendería una nueva vida con gente nueva que,
posiblemente, puede que se vuelva cercana. Aun así, me gustaría seguir manteniendo una
relación amistosa con todos los amigos que tengo aquí.
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La gran transformación
MALOS CAMINOS
Si cada vez que me advertían sobre la inconveniencia que tienen las drogas hubiese
hecho caso, probablemente no estaría en la situación en la que estoy ahora. ¿Qué cuál es?
Bien, antes de nada quiero que recuerdes una norma muy importante que se les enseña a los
nuevos, no hablaras más de la cuenta. Si alguna vez a alguien se le ocurre decir algo que se
interponga en el negocio de otro, sinceramente, esta jodido. Claro está que también depende
con quien juegas y quien eres.
Mi nombre es Rubén Nogueira, pero aquí todos me conocen como Tito. Nací en un
pequeño pueblo a las afueras de Orense donde me criaron mis abuelos, pero actualmente
vivo en Tarragona. Mi madre no era más que una veinteañera alcohólica que no tenía ni idea
de lo que hacía y yo un error que cometió con un desconocido en las fiestas patronales de
algún pueblo de los alrededores. Al no tener como mantenerme me llevo a casa de mis
abuelos a la escasa edad de dos años, y ella, muerta de la vergüenza, desapareció sin decir
nada. Me hubiera encantado tener una de esas infancias en las que la familia está
completamente unida, pero no me puedo quejar, he hecho lo que me salía de donde muchos
saben, que al fin y al cabo es lo que yo quería.
Como gran parte de la humanidad caí en la tentación, en este caso en la de un
adolescente, las drogas. Realmente no sé si fue “gracias a…” o “por culpa de…”, el caso es
que fue un amigo quien me metió en esto, o al menos así lo consideraba yo. Se llamaba Leo,
y sí, digo llamaba porque está muerto. El tío debía dinero a todo el mundo, incluso a mí,
siempre que alguien le preguntaba a ver cuándo pretendía pagarle, el desgraciado añadía otra
semana a la espera. Pasó mucho tiempo riéndose de la gente hasta que un día llevó su juego
a terreno del cártel colombiano, nada más que decir, que en paz descanse.
Mis verdaderos amigos eran Javi y Jorge, éramos muchos más sí, pero nosotros tres
diferentes al resto. Javi, era un tío bastante tranquilo, nadie se metía con él porque todos los
de la zona sabían quién es su padre, en sus tiempos manejaba gran parte del mercado negro
de armas que había en Galicia y todo eso le pasó factura en la cárcel, aunque no pasó mucho
tiempo allí gracias a sus contactos. Luego estaba Jorge, todo un ejemplo a seguir si quieres
pegarte una buena fiesta, conocía a mucha gente de otros pueblos y gracias a él nos hicimos
bastante populares entre los de nuestra edad.
Hay un día que me gustaría destacar de toda mi adolescencia, el día que dimos el paso
de ser clientes a ser traficantes. Aunque no sea muy fan de esa palabra he de decir que otorga
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La gran transformación
bastante respeto entre muchas personas y eso te hace sentirte superior de una manera u otra.
Si no recuerdo mal serían principios de verano cuando tuvimos la genial idea, acudimos a
uno de los camellos de la zona y nos hicimos con cuarenta gramos de hierba a un precio que
nos haría duplicar el dinero invertido. Fue un buen negocio, conseguimos vender todo en
dos semanas y teníamos pasta para coger el doble, y así lo hicimos. Era cuestión de paciencia
y de intentar consumir lo menos posible de lo que teníamos, y sinceramente, aunque Jorge
se controlaba, a Javi y a mí se nos iba muchas veces de las manos. Poco a poco la clientela
iba aumentando y con ella el dinero, pero al fin y al cabo, no había mucha ganancia al repartir
entre tres personas.
Yo algo tenía claro y era que Jorge no iba a aguantar mucho en esto, no poseía la
mentalidad de este tipo de asuntos. Hubo un día en el que llevo unas cuantas bolsitas para
venderlas en las fiestas de Orense, fue a vendérselas a las personas equivocadas y acabaron
golpeándole y quitándoselo todo. Nos hizo perder dinero y le bajo tanto la moral que termino
dejándolo. Ahora estaba todo en mis manos y en las de Javi y aunque nos daba bastante pena
que Jorge lo dejase, ahora el dinero sería a repartir entre dos cosa que nos parecía bien.
Estuvimos vendiendo hierba hasta que la codicia nos pudo y quisimos subir de nivel,
meternos en asuntos más serios, otro tipo de sustancias que no quiero mencionar pero que
nos harían ganar muchísimo. Nuestras amistades cambiaron, apenas sabíamos que era del
pobre Jorge, empezamos a andar con gente mayor que nosotros, personas que no veías por
la calle así por así. Mis abuelos se iban dando cuenta de que algo cambiaba en mí, volvía a
casa a las tantas, no estudiaba… me preguntaron que qué me ocurría y les dije que me eche
novia, pero mis ojeras lo decían todo. Muchas veces me replanteaba en la situación en la que
estaba pero me olvidaba de ello siempre que salía.
Acompañe a uno de mis nuevos amigos a un asunto hasta Santiago de Compostela,
una vez allí quedamos con unos peregrinos que traían una nueva droga traída desde
marruecos, nunca había visto algo así, se llamaba Cáptagon y es conocida por el uso que le
dan los terroristas para hacer atentados. Uno de sus efectos más llamativos era que aunque
te disparasen 6 veces, no sientes absolutamente nada, te hace invencible, algo bastante
escalofriante. En el camino de vuelta nos ocurrió lo peor que nos podía pasar, un control
policial, intente mantener la calma pero me fue bastante difícil al ver que tenían un perro.
Nos habían pillado, no estoy seguro de cuánto fue la condena de mi amigo, lo que sí sé es
que a mí me llevaron a un centro de menores bastante estricto y que pase allí un largo año
hasta que cumplí los dieciocho.
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La gran transformación
Al volver a Orense, no tuve mejor idea que volver a juntarme con los que tantos
problemas me habían traído, otra de las muchas malas decisiones que he podido tomar a lo
largo de mi vida. Cuando estaba con ellos no era el mismo, me volvía más frio y salvaje a la
vez, note un enorme cambio en Javi después de ese año que estuve fuera, se había vuelto
uno de los cabecillas del grupo y me contó que le habían arrestado un par de veces por peleas,
cosa poco común en él para lo tranquilo que solía ser.
Acabe volviendo a la rutina de antes, pero esta vez tenía dieciocho años y todo era
una continua fiesta, las ojeras volvieron y yo ya había perdido la esperanza de aspirar a ser
algo más que eso en la vida, y digo eso porque si soy sincero no sé qué ni quien era. Ocho
meses después de salir del centro de menores mí abuela falleció, me quede destrozado y poco
a poco tenía menos sentimientos, ni siquiera pensaba en tener una familia en un futuro. Lleve
a mi abuelo a una residencia porque no tenía cómo ni ganas de cuidarle, algo muy egoísta
por mi parte cuando estamos hablando de la persona que me ha criado desde pequeño.
Mi vida entera cambio un domingo en el que Javi me llamó para ir a dejarles las cosas
claras a unos chicos del pueblo de al lado. Al llegar allí nos esperaban con navajas y cadenas,
al parecer se esperaban nuestra visita, pero no vi nervioso a Javi, yo sinceramente estuve a
punto de echar a correr cuando vi que se nos acercaban con todo eso, pero de repente Javi
sacó un arma de la parte de atrás del pantalón. Uno de ellos corrió a por Javi y no dudo ni
un segundo en disparar, no podía creer que llegaría a ser cómplice de asesinato algún día,
pero así fue. Se volvió completamente loco y siguió disparando a los otros tres que escapaban,
pero no dio a ninguno. Nos escondimos en casa de unos amigos en Allariz durante un par
de semanas y nos acabaron pillando por el chivatazo de alguien.
Así es, cuando os decía que vivo en Tarragona se me olvidó mencionaros lo de Centro
Penitenciario. A mí me cayeron diez años por cómplice de asesinato y a Javi treintaicinco por
homicidio. Sinceramente podría haber sido peor si supieran todos los delitos que hemos
cometido y que aquí no he contado. Después de tantos años cogiendo malos caminos me di
cuenta de algo, no creo realmente en el arrepentimiento, creo que siempre se puede aprender
del pasado, pero no me gustaría una vida diferente.
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La gran transformación
EL BALÓN
Nací en un barrio de Bilbao, en una familia más o menos acomodada, de clase media.
Soy el mayor de cuatro hermanos.
Mi padre trabajaba en la construcción y mi madre era camarera, vivíamos bastante
bien... Pero llego la crisis, hubo un montón de empresas que echaron a la gente y cerraron.
No tenían clientes y la salud de los trabajadores no era muy buena, habían trabajado
muchos años rodeados de contaminación y porquería. Muchos tenían el cuerpo negro por
dentro y por fuera de todo lo que habían tragado. En aquella época la gente no se quejaba.
Mis padres se derrumbaron. Mi padre fue el primero en ir al paro. Mi padre no sabía lo que
es estar en el paro. Al cabo de cinco años, y sin trabajo, mi padre muere en un accidente de
coche. Mi madre lo paso muy mal y jamás asumió su muerte. Además, tuvo problemas
psicológicos y tuvo que acudir a varias terapeutas para que le ayudaran. Mientras se
recuperaba de la muerte de mi padre, se daba cuenta de que yo me estaba echando a perder.
Mi infancia fue de lo más normal, tranquila, entre juegos y risas, y todo el apoyo de
mi familia y de mis amigos. Era bastante mal estudiante, no era porque no podía, era porque
me sentía atraído por otras cosas. Decidí dejar el bachillerato y hacer un grado medio de
gestión administrativa. La verdad es que era un poco vago, la concentración no era lo mío.
En cuanto podía la imaginación se disparaba y viajaba y viajaba, me encantaba viajar, conocer
mundo, gente nueva, nuevas culturas, sitios exóticos.
Con 16 años, fui tomando la altura que había heredado de mis padres; no muy ancho,
pero bastante largo. Llegue a medir 1,90 m. Estudiaba en un colegio católico. Y como
siempre, como buen adolescente se me pegó sólo lo bueno, empecé con mis amigos del local
a beber a escondidas, primero todo lo que cogíamos en casa y luego en supermercados, bares
y demás.
Caía algún porrito…, lo típico de la juerga que se llevaba. El carácter comenzó a
cambiar: cuando no estaba soñando o volando, pero no con la imaginación como de niño si
no realmente, estaba de bronca. Primero con mi madre que la pobre tuvo que pasar todas las
miserias de su hijo. Aunque le hice la vida imposible siempre me protegió y me ayudó y jamás
vi en sus ojos un aire de desaliento, sólo de pena por su hijo que ya creía que se le iba…
Dejé el colegio porque no le veía sentido a lo que estaba estudiando y pensaba que
no valdría para el futuro. Yo me quede con lo peor del día a día: había follones en la calle,
manifestaciones, muchísima gente en el paro, etc. No parecía que la situación fuera a cambiar
a corto plazo.
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La gran transformación
Y como una cosa lleva a otra, comenzamos a hundirnos en el mundo de las drogas,
el porro llamó a la coca y ésta al resto: anfetas, pastillas y demás mierdas que no sabíamos ni
describir, pero que nos parecían el no va más. En la cuadrilla todos pecábamos, ninguno
éramos capaces de hacer frente al problema. Nos tapábamos entre nosotros. Arruiné a mi
madre, dejándola casi sin nada para ella y mis hermanos. Pero nunca me rechazó, siguió
peleando por mí…
Cuando vacié la casa y la deje sin nada de valor, me lance a la calle y empecé a robar.
Los robos cada día eran mayores .necesitaba mucho dinero porque estaba enganchado a
muchos vicios.
Los de la cuadrilla formamos una pequeña banda, dónde yo organizaba los
“fregados”, Jo, para eso sí que valía ¡que ni pintado! Vigilaba los locales, apuntaba idas y
venidas de la gente, espiaba y llegaba la conclusión de cuándo era el mejor día “D”. Y las
cosas salían que ni pintadas, siempre nos llevamos una gran tajada.
En cierta ocasión parece que alguien se nos adelantó, o alguien cercano a nosotros se
fue de la lengua. La policía estaba esperándonos tras los setos de la gasolinera. Jon, de paso
de acojonar al dependiente se estaba comiendo una chocolatina y ni se enteró de nada: La 9
milímetros parabellum le destrozó la cabeza. Le entró por la boca junto a la chocolatina y en
le salió por la parte de atrás junto a un agujero que decía “Nestlé”.
A mí me cayó una ráfaga de “Z” que me dejó como un colador, más para allá que
para acá:
 ¿Estoy en el cielo?
 Todavía no, hijo.
 ¿Y me libro por esta o voy en camino?
 Te quedan unos telediarios por ver, pero has estado cerca. La aorta se ha librado por dos
centímetros.
Así pasé seis meses de mis 16 años, en la novena planta del hospital de Cruces. Con
más pena que gloria, carcomido por dentro tramando venganza para mi compañero caído y
para mis heridas.
El juez de guardia era un indeseable, sólo por que un día pinché a su hijo con la suiza
cuando salía del cine. Tenía hambre y necesitaba para comprar una hamburguesa.
Me cayeron dos años en el reformatorio de Orduña, dónde debía entrar según curaba
mis heridas.
Pero como las heridas del alma no cierran, llegué al reformatorio con todo tramado
y urdido para amargar la vida a todo el mundo. A mi madre era la que menos ganas le tenía,
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La gran transformación
pero por dejarme tirado también, que sufran. A la poli, para que tengan algo de currelo, en
vez de pasear con los coches oficiales y dedicarse a poner multas. Al juez Cándido para que
nunca deje mirar hacia atrás por si salgo en una esquina y le pincho a su hijito y al mundo en
general porque me cae mal.
El primer día según llegué le di fuego al colchón junto con el del vecino, los visillos,
las papeleras y casi con él. Casi le ahogo, vinieron los bomberos, hundieron el reformatorio.
Hubo que esperar un mes a que secara y otro para que se secara mi compañero. Menudo
follón dos días en la celda de castigo, sin nadie ni nada a quién ver.
En resumen que salí mas encabronado, atasqué todos los sanitarios y duchas del
edificio con una movida de tres pares…toda la mierda, el agua negra y demás basura se
apilaba por pasillos y patios.
Nos costó casi una semana el poder limpiar todo, a fregona en ristre. Yo fui de los
que más palée, o sea, que a parte de tragarme un par de días de celda de castigo, me tocó
currar de lo lindo, de aquí en adelante había que pensar en qué acciones seguir.
Mi madre era la única, que cada mes venía a visitarme. Yo creo que ella seguía
confiando en mí, cuando ni siquiera yo confiaba: por aquél entonces, me había
desenganchado de las drogas. Era una de las cosas buenas que me dio el reformatorio ayuda
médica y psicológica, lo demás, hubiera sido misión imposible…
 Hola hijo…
 Hola ama, ¿va todo bien?
 Más o menos…tus hermanos en el colegio, nos faltas tú.
 Ama, no vuelvas otra vez con eso…déjalo estar
 ¿Te portas bien?... (para mi madre siempre sería un niño)
 Digamos que ahí voy.
 Nunca te dejarán salir.
 Son sólo dos años, pasan pronto.
 No sé, (mi madre realmente no sabía si estaba mejor dentro que fuera).
Luego dábamos un paseo por los jardines y la huerta de la institución, allí se
despatarraban al sol dos mastines en cargados de la seguridad, de que unos no entraran y de
que otros no saliéramos.
Mi madre pasó por delante, con tan mala fortuna, que al dar un paso a trompicones
por el pasillo, pisó a uno de los perros. Este en respuesta soltó un bocado de dimensiones
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La gran transformación
estratosféricas alcanzando a ella en la pantorrilla dejando el hueso a vista. Vamos que unos
treinta puntos en el ambulatorio de Orduña le costaron a la pobre mujer.
La suerte de los canes estaba hecha, habían firmado su sentencia de muerte. Sólo
quedaba estudiar el cómo, pero antes de quince días debían caer.
A los días tuvimos una excursión para subir al puerto, hacia Burgos, y no me fue
difícil en un momento de despiste de los educadores de darme el piro y llegar hasta el pueblo.
Me dirigí a la farmacia. Al abrir la puerta un señor mayor de gafas me miraba tras éstas.
Me entraron ganas de sacarle la navaja, pero me controlé.
Además tenía pasta, pues mi madre aunque no comiera ella me traía, para estar surtido
y que no hiciera bobadas.
 Estricnina, por favor.
 No te la puedo dar, es un potente veneno.
 Lo sé, pero los topos están arruinándome el jardín y el huerto. (El uso casero de este veneno,
que antes se vendía sin ningún tipo de restricción era ese, para topos y demás roedores).
 Bueno, te lo daré. Pero usa guantes y mucho cuidado.
 Deme un par, por favor, de esos quirúrgicos.
 Diecisiete cincuenta.
 Gracias, nos vemos…
Un filete en la carnicería de la plaza y todo envuelto en albal, dentro de la zapatilla de
repuesto por si hay revisión.
A la vuelta, al llegar a casa, antes de cenar, me pongo los guantes. Abro el bote con
cuidado, corto el filete en dos y echo un buen puñado del polvo en cada tajada. El trozo
mayor para el mayor. Los dos limpian la carne en un segundo.
A la mañana, al despertar hay un murmullo general en el comedor, los perros han
todos saben quién ha sido. Noto que todo el mundo me mira.
Digo que no se nada y mis compañeros que juegan al baloncesto me preguntan:
 ¿Qué has hecho, animal?
 ¡La culpa es de los bichos!
 No te han hecho nada.
 Pero a mi madre sí
Y en ese momento me tira el balón que me pega en la cabeza y me deja medio
mareado y yo con la bola en la mano, lo único que se me ocurre es tirar a canasta desde el
medio del campo y acierto: “a dentro”. En ese momento me desmayo.
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La gran transformación
Aparezco de nuevo en el hospital de cruces, con toda la cabeza vendada.
 Te has vuelto a librar por poco.
 Es que soy un chaval con suerte.
 Vas a estar pensando en lo sucedido toda la vida.
 ¿Más todavía?
 Tienes para una semana de ingreso, felicidades.
Tras el ingreso y por buena conducta en el hospital, el juez me deja regresar unos días
a casa. Mi madre llora de alegría y mis hermanos me reciben como a un héroe.
Me acuerdo de mi padre, nunca más volveré a ponerles mal por mi culpa. Yo nunca
les he dado nada y ellos sólo piensan en mí. Cambiaré.
Me encuentro con la pelota de baloncesto en la cocina, increíble…
 Tus amigos, preocupados por lo que te habían hecho vinieron al hospital a visitarte, pero
estabas dormido y te dejaron esto.
Sólo puedo abrir la boca.
Al final el balón era una parte de mí, siempre estaba con él.
Entreno en la zona de la ría. Está muy bonita, hay centros comerciales, galerías,
museos, etc. Antes, esta zona estaba muy sucia, porque había una empresa que contaminaba
mucho.
Todo ha cambiado, la ciudad es más limpia. Se va superando la crisis y se empieza a
construir muchísimo. Si mi padre viviera, alucinaría.
Mi madre también empieza a trabajar en un Hotel de la ciudad. Yo mejoro poco a
poco. A mi madre cada día le veo más feliz.
 Ama, voy al parque…
 Vale, ven hacia las dos, que comeremos.
Me entretengo con el balón: hago defensa, ataque, tiros libres y demás historias con
el balón.
Me siento en un banco a descansar. Al lado hay una terraza y se levanta un señor muy
alto. Te llevo mirando una hora, soy ojeador del Bilbao Basket y desde este momento, si
quieres, perteneces al club. Con todos los derechos…
Vale, pero dos cosas: La primera vienes a casa y se lo cuentas a mi madre y la segunda
me ayudas a cerrar la boca.
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La gran transformación
¿QUIÉN ES QUIÉN?
29 de abril de 2015
Solicitud de amistad de Ander Ibáñez. ¿Quién demonios es Ander Ibáñez? Ya sé, es
el primo de Naroa. No. Es aquel friki que conocimos el otro día de fiesta, el pelmazo que
parecía medio maricón. Tampoco. Parece demasiado guapo para ser aquel personaje. ¿Quién
será? Sólo me deja ver cinco fotos, me está matando de intriga. Le voy a aceptar y salimos de
dudas.
Madre mía, está buenísimo. Pone que juega a baloncesto con el regional, así que
encima será altísimo, me gusta.
¡Ay Dios! Me está hablando…
30 de abril de 2015
Después de largas horas conversando con este chico, me he dado cuenta de que son
las tres de la mañana y se me han pasado las horas volando. He descubierto que vive en esta
gran ciudad, Bilbao. Como sospechaba y ponía en su perfil de Facebook, juega al baloncesto
y parece ser que puede convertirse en jugador profesional. Mide 1,85m y tiene 18 años, dos
más que yo, no creo que pueda ser un obstáculo. Además, es de piel morena, pelo castaño,
ojos verdes, cuerpo atlético (como era de esperar de alguien tan deportista) y lleva un tatuaje
en toda la extensión de su brazo derecho. Por lo poco que sé, he descubierto que todavía
sigue en primero de bachiller, ya que hace algunos años repitió curso y estudia en el instituto
de Loyola Indautxu, no lejos de donde estudio yo.
Pinta bien la cosa, ya que desde ayer no hemos podido parar de hablar.
6 de mayo de 2015
Ya sé que llevo varios días sin escribir nada porque se me ha olvidado completamente
que tengo un diario. No pienso en otra cosa que no sea hablar con Ander. No puedo evitar
hablar con él hasta durante las clases, ¡es tan tentador!, además, un día no le contesté al de
varias horas y mi amor platónico se enfadó porque él creía que le estaba ignorando.
9 de mayo 2015
Cada vez es más difícil dejarle de hablar porque entre nosotros nos contamos todo
lo que nos sucede, tanto a nosotros como a nuestros familiares. Por las tardes, después de
llegar del colegio, no consigo hacer nada porque estoy enganchadísima al móvil y a Ander.
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La gran transformación
Por más que lo intente, me es inevitable hablar con él. Por eso, mis notas han bajado
drásticamente en dos semanas. Además, mis padres empiezan a sospechar algo porque los
profesores les han comentado que estoy ausente en mis clases, ¡malditos profesores!, yo los
mataba.
11 de mayo 2015
Llevamos más de dos semanas hablando sucesivamente y en todo momento pienso
en él. Ya no puedo pensar en otra cosa más. Como lo comenté anteriormente, los profesores
y mis padres han comenzado a notar mi inaptitud y, por eso, me reuní ayer con ellos para
contarles lo que me sucedía. Yo me negué a contarles la verdad, por lo cual, les mentí en la
cara para que no se enterasen de lo que me sucede con Ander. La mentira que dije es que
realmente lo estaba pasando mal porque mi serie favorita desde los 11 años había parado de
emitirse y que esa era la razón por la cual yo estaba triste. Todo mentira. Les conté que esa
serie se llamaba “Breaking Bad”, y no sospecharon de nada porque empecé a llorar para que
no me hiciesen más preguntas. En conclusión, todo acabo redondo para mí y para Ander.
15 de mayo 2015
Después de aquella reunión, no me han vuelto a molestar más y espero que eso siga
así durante un tiempo. Lo que me resultó más curioso hablando con Ander es que me pidió
para quedar en la calle, después de largas semanas hablando. Pensé que nunca me lo iba a
pedir. He mirado por enésima vez todas sus fotos de Facebook. El inconveniente es que solo
tiene 7 fotos suyas, por lo cual, no estoy segura de cómo es en realidad. Se me hará muy
extraño quedar con un chico que ya es mayor de edad, pero eso, por otra parte, me da más
seguridad. Lo que le contesté fue que sí que quería quedar con él y se alegró muchísimo,
como yo. Tengo ganas de conocerle.
PD: Hemos quedado el sábado 18 de mayo en el Corte Inglés de Bilbao a las 8 de la
tarde.
16 de mayo 2015
Ya estoy histérica, no puedo pensar en otra cosa que no sea mi cita con Ander y todo
lo relacionado con el gran evento. Estoy tan nerviosa que he calculado hasta los minutos que
faltan: 2.880, para ser exactos. Lo sé, estoy empezando a obsesionarme demasiado con este
tema. Mejor debería ponerme a escuchar un poco más de música.
66
La gran transformación
17 de mayo 2015
Hoy me he reunido con mis dos mejores amigas llamadas Nagore e Iratxe. Las dos
llevan conmigo en la escuela desde que teníamos dos años. Aunque hemos tenido
dificultades, siempre hemos pasado con creces todos los obstáculos que nos ponían. Por eso,
he ido hoy a la tarde de compras con ellas. En total me he gastado más de 200€ en ropa; me
tendría que haber gastado más, ya que es para impresionar a Ander. Lo que más me ha
costado ha sido el bolso de Bimba y Lola valorado en 100€ y lo demás en colonia y en un
increíble vestido. Espero que a Ander le encante, porque ese dinero estaba guardándolo para
el verano, pero, en mi opinión, ese chico vale la pena.
18 de mayo 2015
¡Por fin llegó el gran día! Después de haber estado unos cuantos días sin poder pegar
ojo, voy a reunirme con Ander. De lo poco que he dormido tengo bolsas, ojeras,… ¡DE
TODO! Tengo que maquillarme increíblemente bien para estar radiante para Ander. Le
llamo a Iratxe para que me dé consejos para intentar quitarme estos ojos de pez. Ésta me ha
dado unas buenas pautas para quitármelos de encima, pero sólo han servido para disimularlos
un poco más. No creo que se me noten mucho, o eso espero…
He intentado ponerme el vestido que me compré en El corte Inglés, pero me he dado
cuenta de que me compré una talla más pequeña, por lo cual, tendré cuidado de meter tripa
y aguantar la respiración, sin llegar a parecer idiota, claro. Al menos los zapatos que me
conjuntan con el vestido me quedan súper divinos. No obstante, este pelo lacio no me
favorece nada, por lo tanto, me ducharé y me lo plancharé para que me quede
impecablemente.
¿Me gustará?, ¿le gustaré?, ¿me dirá que sí?, ¿me dirá que no?, ¿será igual que en las
fotos o me encontraré ante un orco?, ¿le pareceré guapa?, ¿qué podemos hacer si todo sale
bien?, ¿me invitará a cenar?, ¿conoceré a sus padres?... Creo que me estoy pasando con las
preguntas ya que es muy temprano para poder presentarme a sus padres y viceversa. Sólo me
ha faltado pensar en una boda. Pienso que a cada momento se me va la olla…
Son las 7:30 de la tarde y llevo ya casi media hora temblando y sudando. Si sigo así se
me irá todo el maquillaje al garete. Creo que ya va siendo hora de salir, ya que El Corte Inglés
se sitúa a 25 minutos de mi casa, que ganas de escribir todo en este diario de lo que pase en
esta gran cita. ¡Qué ganas de contar mi próxima aventura…!
67
La gran transformación
5 de junio de 2016
Después de haber estado largo tiempo buscando en esta habitación, por fin lo he
logrado encontrar, el diario. Hace un año y dos semanas que no se escribe nada en él y no
me extraña, porque hoy se cumple el año desde que Sofía fue asesinada. Mi hija fue a aquella
cita con el tal Ander Ibáñez. Éste individuo hizo creer a mi hija que tenía 18 años, que jugaba
al baloncesto, que todavía estaba en bachillerato… Pero todo resultó ser una gran farsa y la
secuestraron. La última vez que vi a mi Sofía fue a las siete y media de la tarde de aquel 18
de mayo de 2015, cuando se fue a aquella cita.
La metieron en una furgoneta en frente del Corte Inglés y lo más increíble fue que
no hubo testigos, nosotros intuimos que la metieron en una furgoneta porque si no sería
prácticamente imposible secuestrar a una persona en medio de Bilbao. Después de haberla
metido en el coche, la durmieron con cloroformo y la llevaron a un recinto abandonado a las
afueras de Baracaldo. Allí encontramos su cuerpo mutilado porque no podíamos pagar la
cantidad que nos exigían los secuestradores. Sofía estuvo dos semanas en aquella fábrica,
donde fue maltratada y violada en unas cuantas ocasiones. Nunca he pasado tan mal
momento en mi vida y durante todo este año no he podido ni entrar a la habitación de mi
hija. Además, mi marido y yo caímos en una enorme depresión, la cual nos mantuvo en casa
sin salir durante más de siete meses. No obstante, gracias al apoyo social que tuve de amigos,
familiares, desconocidos… fue lo que me sacó de ese trauma.
Mi intención es publicar este breve diario a los medios de comunicación para que
divulguen lo que le sucedió a mi hija Sofía. También quiero que lo que le ocurrió a mi hija
sea un ejemplo para los chicos y chicas de nuestra sociedad para que no les ocurra lo mismo.
Asimismo, quiero denunciar el abuso de las nuevas tecnologías en los menores, porque si
seguimos así los jóvenes no van a salir de casa y se comunicarán desde sus habitaciones entre
sí. Por eso, padres, madres controlad más a menudo a vuestros hijos para que no les pasen
cosas tan terribles.
Por último, mi gran deseo es que Facebook controle los perfiles falsos para que no
ocurran tales desgracias con estos depravados. Este es un fenómeno que en vez de ir
desvaneciéndose va aumentándose. Ojalá que vuestros hijos vivan felices, libres de ataduras
sociales, que vivan como me hubiera gustado a mí que viviera mi pequeña, aunque nunca
pueda llegar a verlo y, sobre todo, aprovechar cada momento que paséis con ellos como si
fuera el último.
68
La gran transformación
SUEÑO CUMPLIDO, TAMBIÉN VENCIDO
Muchas veces estamos rodeados de problemas, esos de los que no nos dejan dormir
y nos quitan las ganas de vivir. Son épocas en las que te sientes vacío y no encuentras el
sentido a la vida y tampoco a la rutina que debes seguir. Es duro ver cómo los demás salen
adelante y tú te quedas atrás, estancado en tu mente sin poder hacer nada, sin poder
reaccionar. No eres capaz de mostrarte como realmente eres porque ya has perdido la
esperanza y también decepcionas a los que más quieres porque todo te sale mal. Todos
empiezan a odiarte porque no saben lo que te pasa y, aunque pregunten, no puedes
contestarles, ya que ni tú mismo sabes lo que ocurre. Solo sabes que quieres morir. Es
entonces cuando entiendes a las personas que se expresan por las redes sociales escribiendo
comentarios llenos de tristeza que son más que un simple bajón temporal y publicando fotos
con los brazos ensangrentados y notas de suicidio llenas de lágrimas. Cuando conoces la
realidad de toda esa gente, crees que tú debes hacer lo mismo y accedes. Te vuelves como
ellos y ya nada te da miedo, ellos son los únicos que te entienden, los únicos con los que te
identificas y te hacen entender que nadie está ahí para ayudarte, sino para pisotearte.
Tenía diecisiete años, era un chico como otro cualquiera, llevaba conmigo una vida
normal llena de felicidad, ya que no tenía ningún obstáculo en todo lo que hacía. Durante
aquella temporada mi vida era perfecta, la que cualquier adolescente elegiría. Una familia
unida, vacaciones inolvidables y amistades que nunca se romperían, entre otras muchas cosas.
Aún recuerdo aquellos días inolvidables de colegio en los que no quería volver a casa porque
parecía que ya lo estaba. Cuando regresaba, seguía feliz porque me encontraba con mi familia,
las personas que más quiero, pero esa felicidad un día se apagó.
Yo siempre había soñado con llegar muy lejos. Mi sueño era ser modelo, exhibir mi
alto cuerpo por largas pasarelas, pasarelas que estarían rodeadas de fotógrafos y diseñadores
de alta costura. Como no es tan simple el mundo de la moda, al principio, lo mantuve oculto
por miedo a las críticas, pero, cansado de esconder la verdad, me reuní con mis padres y les
conté lo que me gustaría ejercer en un futuro. Fueron los primeros en tener noticia y también
los primeros en decirme que no harían nada por ayudarme. La idea les pareció pésima dado
que es muy difícil incorporarse a ese mundo. Me sentí muy mal, no sentí el apoyo de las
personas que más quiero. En aquel momento empezaron los conflictos en casa.
Mi comportamiento empeoró y mi rendimiento escolar tocó el suelo. Me veía como
un adolescente incomprendido. Notaba que nadie quería apostar por mí, ni siquiera
intentarlo. Eso fue lo que más me dolió, no poder acceder a lo que quería con alguien al lado.
69
La gran transformación
Durante los siguientes meses, yo seguía siendo fotografiado por mi vecino, un
fotógrafo que había realizado varios proyectos para la televisión y la publicidad. Me sacaba
fotos cada semana y después las publicaba en su blog, como habitualmente. El fotógrafo
había mejorado su equipo y las fotos parecían más profesionales. Yo revelaba muchas de esas
fotografías para tenerlas en casa. Recuerdo perfectamente el 4 de diciembre de 2014. Busqué
agencias de modelos situadas en Bilbao, pero di con elite, una compañía internacional con
sede en Barcelona. Me inscribí en ella y me puse en contacto con la persona que se encarga
de elegir a las personas adecuadas para el casting. Le mandé varias imágenes y retratos sin
que mis padres lo supieran y, al cabo de una semana, me contestó. Le resulté apropiado y me
dijo que quería verme pronto. No podía viajar en aquel mismo instante y tampoco solo.
Esperé a las vacaciones de Navidad y, aprovechando la estancia en la capital catalana, me
pasé por la agencia con mi hermano. Me atendieron rápidamente y el encargado me
entrevistó:
 Hola, buenos días ¿Iskander, verdad? –Preguntó
 Sí. –Respondí con sonrisa nerviosa.
 18 años ¿O me equivoco?
 Te equivocas, te equivocas, tengo diecisiete. –le dije
 ¿Qué es lo que te atrae del mundo de la moda? –fue la primera pregunta del tema.
 No sé, me gustan las campañas publicitarias y también ver desfiles.
 Muy bien, veamos qué se puede hacer.
La conversación siguió su camino y, al final, cuando me di a conocer, se dispuso a
pesarme y a medirme:
 Pasemos a la siguiente fase para ver si das la talla, aunque no cabe duda… -Dijo animándome.
 ¿Qué será lo primero que haré si valgo para esto? –Pregunté entre dudas.
 No te preocupes por ello, pero tranquilo, será un proyecto muy bien pagado para ser la
primera vez.
Entre halagos entendí que ya estaba dentro. La entrevista finalizó en aquel instante y
Jorge, quien me entrevistó, me dijo que pronto me llamaría. Salí de allí muy contento y mi
hermano me felicitó. A partir de entonces, me animó mucho. Volvimos al hotel para comer
con mi madre y mi padre, que no sabían nada. El resto de la estancia, fuimos turistas y
visitamos todos los lugares posibles. Al volver a casa y retomar los estudios, me sentía
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La gran transformación
diferente. Seguía ilusionado y tenía ganas de recibir la llamada de Jorge. Como no podía más,
hablé con Ander, uno de mis mejores amigos. Me dio la enhorabuena. Se alegró mucho.
Tras ser paciente varias semanas, vi cómo el teléfono móvil se encendió dejándose
ver llamada entrante de elite. Salté de la silla y atendí la tan esperada y ansiada llamada. Al
principio nadie contestaba, pero en un tono de alegría alguien gritó: ¡Zara y Adolfo
Domínguez quieren verte inmediatamente y empezar cuanto antes, debes venir en cuanto
puedas! Saber que uno de los hombres más ricos del planeta te quiere conocer te hace sentirte
especial. Fue ese día cuando conté a mis padres a lo que me había dedicado aquella mañana
de vacaciones en Barcelona. Se quedaron sin saber qué decir, es decir, no se lo creían.
Llamaron a Jorge para afirmar que era verdad. Mi madre se disgustó por el hecho de no
habérselo contado antes. Le dije que era mejor no contárselo, ya que no me apoyaría y, como
siempre pasa, en aquel instante me dijo que iba a estar ayudándome siempre que se lo pidiera.
Se dispuso a viajar conmigo a Barcelona la siguiente mañana.
Aquella mañana partimos todos hacia el aeropuerto y, cuando llegamos, yo estaba
muy ilusionado porque mi sueño estaba a punto de cumplirse. Por fin entramos al avión mi
madre y yo; estábamos deseando llegar. El viaje no se me hizo muy pesado, puesto que iba
entretenido leyendo artículos de revistas de coches, vacaciones y también alguno de moda
masculina. Al llegar a Barcelona, nos esperaban allí Jorge y varios agentes de la agencia. Les
presenté a mi madre y, rápidamente, nos dirigimos al hotel donde nos íbamos a quedar los
próximos días. Era un hotel exclusivo, era el W Barcelona conocido por su altura y su forma.
Tuvimos algunas horas para descansar. A la tarde nos recogieron y nos dirigimos al Paseo de
Gracia, donde se encuentra la gran agencia. Había un grupo de personas y varios fotógrafos,
muchos de ellos estaban con el teléfono pegado a la oreja hablando con famosos que habían
empezado su futuro gracias a elite. Pasé a una sala donde hacían presencia focos, cámaras,
una cama, sillas, papeles de fondo y muchos artilugios más. Pensé que era el momento de
comenzar con una sesión fotográfica. Primero, arreglaron mi cabello y, después, tuve que
ponerme diferentes conjuntos de ropa. Las posturas que realicé fueron diversas: sentando,
de pies, tumbado, de cuclillas, etc. Antes de terminar, mi madre entró donde yo estaba siendo
fotografiado y se quedó boquiabierta. Nunca pensó que me vería hacer lo que estaba
haciendo. Empezó a llorar de alegría porque entendió que eso era lo que me gustaba y que,
si realmente me hacía sentir bien, lo debía hacer. Me lo pasé verdaderamente bien aquella
tarde. Al terminar, fui al hotel a ducharme y a prepararme para la cena que se celebraba a la
noche. Me llamó mi padre para preguntarme qué tal había ido el día y para darme la
enhorabuena.
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La gran transformación
Eran las 23:00 y la noche estaba a punto de empezar. Mi madre lucía un largo vestido
negro de Dior, estaba perfecta; en cambio, yo, llevaba un traje de Tom Ford, uno de mis
diseñadores favoritos. Nos recogieron en la puerta y nos llevaron al restaurante. Estuvimos
alrededor de 30 personas en un ambiente muy acogedor. Lo mejor de la noche fue la fiesta
que se celebró después. La noche Barcelonesa es peligrosa, pero a la vez muy divertida. Era
el más joven, pero también había chicos y chicas de 18 años con el mismo objetivo que yo.
El miércoles a la mañana conocí a Adolfo Domínguez Tuve una entrevista con él.
Me dijo que normalmente su marca contrata a mayores de 18 años, pero que en este caso
apostaría por mí. El primer trabajo que hice para él fue una campaña publicitaria luciendo
ropa de la temporada primavera-verano 2015. El precio no estuvo nada mal para ser el primer
proyecto que llevé a cabo.
Después de varios meses en contacto con diferentes marcas españolas como Zara,
Custo Barcelona y Adolfo Domínguez, volví a mi pueblo, a mi casa. Seguí con mi rutina de
estudiante. Muchas veces echaba de menos las entrevistas y las fotografías. Fue una
temporada en la que solo me dediqué a los estudios, sin preocuparme por la moda, ya que lo
que quería se había convertido realidad meses antes. Recibí muchas críticas. Sabía que era
imposible que les gustara a todos, así que me quedé con los que me apoyaron.
Sin darme cuenta, el verano había llegado. Jorge me llamó para decirme que modelos
de la misma compañía iban a viajar a Milán; me propuso ir con ellos. Fue después de la
campaña de Adolfo Domínguez. Decidí irme con ellos. Era el primer viaje fuera de España
como invitado, sin nadie cercano. Con aquel viaje me di cuenta de que había madurado y de
que era capaz de hacer cosas por mí mismo. Allí, acudimos a varios desfiles, yo era uno más
entre el público, pero tuve la oportunidad de conocer a diseñadores como Karl Lagerfeld,
Tom Ford y Carolina Herrera. Mantuve conversación con ellos y me llevaron a conocer a
varios personajes del mundo de los top y las top models. Era un mundo diferente, parecía
que todo les va genial, pero, detrás de esas vidas, hay un gran sacrificio en muchos casos. Al
volver, estuve en Barcelona dos semanas, ya era parte de mi rutina y, sin ningún proyecto
que realizar, solo acudí a sesiones de la compañía. Fueron unas vacaciones inmejorables por
varias razones; conocí a gente importante del mundo de la moda, viajé a diferentes países
para ver desfiles y, aunque no llevara ningún trabajo a cabo, seguí con mi vocación. En
septiembre, me volvieron a llamar para asistir a la semana de la moda de Nueva York. No
dudé en decir que sí. Siempre había deseado ir a la ciudad que nunca duerme. Fue una
oportunidad que jamás rechazaría. Por segunda vez, mi madre me acompañó. Los primeros
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La gran transformación
días, asistí como espectador, hasta que Tom Ford me reconoció después de aquella
conversación en Milán. Me dijo que quería ver cómo lo hacía y le acompañé al backstage. En
poco tiempo, me hizo varias preguntas:
 Me acuerdo de ti cuando necesitamos gente nueva. –Empezó.
 ¿En serio? Qué raro, nunca pensé en algo así. –respondí.
 Créetelo muchacho, vales mucho.
 Yo esperaba a que me diera la oportunidad de desfilar y, sin rodeos, le dije:
 Ojalá me dieras la oportunidad hoy mismo.
 Claro que lo haré, mira, ahí tienes la ropa de la siguiente temporada, escoge un conjunto,
vístetelo y sal.
Al principio no me lo creí, pensé que era una broma, pero algún día tuvo que ser el
primero. Puedo decir que aquel 8 de septiembre fue mi gran debut como modelo. Mientras
caminaba por aquella pasarela, estaba nervioso, pero, a la vez, contento. Por primera vez
tenía a miles de personas mirándome, era el centro de atención. Cuando acabó el desfile hablé
con el famoso bilbaíno Jon Kortajarena, que hasta entonces nunca había visto. Fue una
sorpresa para él saber que otro vasco más y encima adolescente daba el gran paso a las
pasarelas. A nuestro lado, muchos periodistas de diferentes revistas pedían declaraciones. Se
me acercó una mujer de Vogue, una de las mejores revistas internacionales, y me preguntó si
podría concederle una entrevista esa misma semana. Antes de nada, pregunté a mi madre qué
planes tenía y me dijo que no había ningún problema si nos quedábamos una semana más.
Una vez allí, quiso visitar los lugares más emblemáticos. Llamé a Jorge y le hice venir para
que organizara mis próximos eventos. No tardó mucho en decir que sí. La tarde siguiente
estaba allí y fue él quien planificó mi estancia. Desde aquel día, fue mi representante y se
encargó de hablar con los directores de revistas y diseñadores que promocionaban sus marcas
esa semana. No dudé en llamar a una de las personas que más me apoyaba, a Ander. Le ofrecí
venir, pero no pudo por temas personales. Los primeros, días me dediqué a visitar la gran
ciudad y, los próximos días, a entrevistas y a la moda. Mi primera entrevista para una revista,
fue la que concedí a Vogue, la sede se encuentra en la 5ª avenida, y allí me presenté con Jorge.
Me recibieron varias personas de alto cargo y también algunos fotógrafos. Fue una entrevista
larga, de unas cuatro horas. Los periodistas me agotaron con sus miles de preguntas. Después
de eso, llegó el momento de las fotos, lo más entretenido. Publicaron mi artículo al día
siguiente. Me pagaron 25.000$, me pareció correcto para ser la primera aparición en un medio
de comunicación. Durante los siguientes días, no salí de la NYFW.
73
La gran transformación
Una semana después, el evento llegó a su fin y mi viaje también. Volvía a casa lleno
de nuevas experiencias. Me llenaba de emoción hacer lo que quería, mis ganas de conocer
cosas nuevas aumentaba a medida que me abría al mundo.
Perdí el primer año de la universidad porque me encontraba en la cima de mi vida.
No paraba de viajar y hacer campañas publicitarias. En tan solo un año visite Estados Unidos,
Italia, Francia, Reino Unido, Alemania, Emiratos Árabes Unidos y muchos países más. Me
acostumbré a viajar con Jorge y a dormir en hoteles. No paraba de salirme trabajo, cada
semana pisaba tierra diferente, pero eso era lo que yo decidí. En tan solo unos meses, embolsé
500.000 euros por los proyectos realizados. Mi vida había dado un giro de 360 grados, fue
alucinante.
Mientras estaba en lo más alto, todo fue perfecto, tenía al alcance de la mano todo lo
que me hacía falta. Mis necesidades estaban cubiertas. No me hacía falta mucho más, lo único
que me faltaba era mi familia, que no es poco. En el periodo vacacional, quería relajarme,
entonces me fui con mis padres y mi hermano de vacaciones a una isla donde nadie me
reconociera. Aquellos meses, no cuidé mi dieta y eso fue lo que me llevó a tocar fondo.
Cuando volví, me esperaban diferentes proyectos para varias firmas. El primero fue para
Tommy Hilfiger, quien me rechazó por no estar en forma. Otro de ellos, en este caso Ralph
Lauren, hizo lo mismo, canceló mi contrato para el spot de su nueva fragancia. Uno tras otro,
fueron muchos los que me cerraron la puerta. Tuvo lugar un momento drástico, empecé a
ver cómo mi futuro se desvanecía y me derrumbé. Pensé que si no me cogieron fue porque
ya no valía nada. En aquel instante no era capaz de controlarme, comencé a sufrir ataques de
estrés con mucha frecuencia. Mi actitud empeoró y, en muchos casos, me enfrenté a la
muerte.
Dejé de comer y me dediqué a hacer mucho deporte. Sufría constantes mareos y no
me veía capaz para nada. Viví en el apartamento que siempre alquilaba en Nueva York. Nadie
veía por lo que estaba pasando. No quería preocupar a nadie porque lo único que quise
aquellos meses fue desaparecer. No me sentía a gusto conmigo mismo, había fracasado en
lo que más me gustaba, no volvería a ser quien fui. Me alejé de la prensa porque me sentía
un monstruo. Adelgacé rápidamente, trascurrían los días y yo permanecía en el sofá largas
horas sin ilusión por nada. En una ocasión, me llamó mi madre diciéndome que quería
verme, le dije que era imposible porque el trabajo me lo impedía, que lo único que podía
hacer era esperar a que acabara el trabajo, que debía esperar solo unos meses más. Colgué la
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La gran transformación
llamada y comencé a llorar. Tuve que mentir porque no fui capaz de asumir que ya no era
yo, que había perdido todo.
Tras varios meses de depresión e incesantes mareos, me encontré a mi madre en el
portal del apartamento. Según me vio se dio cuenta de que algo malo estaba sucediendo.
Viajó 7000 kilómetros, pensé que debía contárselo. Fui sincero y le conté la verdad. No pude
ocultarlo más y, sin perder el tiempo, me llevó a una clínica de recuperación. Mi padre
también estuvo presente durante ese periodo, dejó su trabajo unas semanas para estar
conmigo. Lo agradecí, tenía la necesidad de tener gente a mi lado, alguien que me valorara.
Aunque fueran ellos quienes dijeran que yo valía mucho y que debía mejorar, yo no me lo
creía y, cada vez que me quedaba solo en la habitación, me encerraba en el baño para expulsar
todo lo ingerido durante cada comida. Los médicos se dieron cuenta de que me autolesionaba
y apartaron de mí todo tipo de objetos punzantes y utensilios de acero. Siempre tenía uno
debajo del mueble del baño.
No era capaz de salir adelante, mi mente estaba cerrada, no podía abrir los ojos y
darme cuenta de que fuera de aquellas cuatro paredes había una vida llena de cosas buenas y
gente extraordinaria. Cuando engordé un par de kilos, parecía que todo iba bien, pero volví
a decaer. Para entonces llevaba cinco meses ingresado en una de las mejores clínicas de la
ciudad. Mi madre se ocupaba de mí, el resto de mi familia estaba en el País Vasco. Varias
veces recibía la visita de mi padre y mi hermano y, alguna vez, la de algún otro familiar.
Echaba de menos a mi abuela, me crié con ella y viví con ella hasta mudarme a América.
Siempre habíamos hablado de viajar juntos a Nueva York, pero lo hice solo.
Sintiéndolo mucho, una noche escribí una carta de despedida, en ella di las gracias a
todos los que me apoyaron y me ayudaron a conseguir mi sueño.
Hola:
Quiero agradecer todo lo que estáis haciendo por mí, pero creo que esto debe llegar a su fin. Nunca
me recuperaré y no podré salir adelante. De este modo, no os estoy dando la oportunidad de disfrutar vuestras
vidas. Solo os preocupáis por mí, estoy siendo egoísta porque os tengo cerca y no soy capaz de hacer nada.
También quiero daros las gracias a los que me ayudasteis a llegar a la cima, fue una época impresionante
que, por desgracia, se terminó, como mi vida. Adiós aita y ama, gracias por darme la vida, pero esta ha
terminado.
Eso es una parte que recuerdo, era mucho más larga. En resumen, escribí que ya no
le veía sentido a la vida y que no quería sufrir más. Que ellos debían seguir su vida sin ningún
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La gran transformación
obstáculo, pero que no podía ser así porque yo se lo impedía. Entre lágrimas y con los brazos
ensangrentados, terminé la carta. Mientras escribí esa carta me di cuenta de cuánto podían
haber sufrido personas que también habían intentado suicidarse y que tuvieron la misma
enfermedad que yo. Lo único que se me pasó por la cabeza fue que por fin todo se iba a
acabar, que dejaría de sentir un gran vacío y que no sufriría más.
A la hora de la medicación, el médico me encontró inconsciente y me trasladaron a
otra planta para curarme las heridas. Al cabo de unos días, volví a mi habitación. En los cinco
meses que llevaba allí dentro, solo salí a la calle cuatro veces. Necesitaba salir de aquel
aburrido centro. Por ello, unas semanas después, me asomé a la ventana dispuesto a saltar
por unos segundos de libertad. En cuanto se dieron cuenta, me volvieron a meter para
dentro. Desde aquel mes hasta casi el último, fueron los peores. Comencé a sufrir trastornos
psicológicos, pegaba la pared y arrojaba todo al suelo. Gritaba, nadie me comprendía. El
desorden alimenticio fue cada vez a más.
En total permanecí en aquella clínica diez meses. Fueron los peores de mi vida.
Finalmente, tras varios tratamientos de recuperación, conseguí salir adelante. Al final, recibía
a un psicólogo varios días a la semana y, gracias a él, puedo decir que me recuperé. Al salir
de allí, me quedé un mes en el apartamento. La prensa sabía lo ocurrido porque, tras varios
meses sin aparecer, investigaron y dieron conmigo. Antes de volver a mi casa, di una
conferencia en el centro de Manhattan. Mi objetivo era darles un consejo a los jóvenes. Hablé
para miles de personas. Conté mi historia, la cual fue una más en el mundo de los trajes y
zapatos. Quise decirles que no tuvieran ningún ídolo al que quisieran parecerse. Cada uno es
como es y debe ser reconocido por él mismo. Las personas tenemos un valor incalculable y,
que si alguien no es capaz de mirarnos porque estamos fuera de los cánones de belleza, no
pasa absolutamente nada. La moda es muy dura con quien no da la talla, por eso animé a
todos los que habían sufrido algo así a seguir adelante, a no encerrarse en sus mentes con
miedo, a valorarse. Comprendí que una etapa de mi vida se había terminado y que era
momento de comenzar una nueva. Dije adiós al mundo de la moda y me dediqué a los
estudios. Debo dar la razón a quien dijo que los sueños son capaces de arruinarnos la vida
porque en mi caso, fue real.
Sin más preocupaciones, con 23 años, volví a País Vasco. Emprendí una nueva vida
donde yo nací, es decir, mi casa de toda la vida. Me matriculé en la universidad de Deusto en
Bilbao. Estudié para ser abogado y hacer funcionar a la justicia. En el tercer año de carrera,
me trasladé a Londres con el proyecto Erasmus que ofrecía la universidad. Ese año estudié
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La gran transformación
en Reino Unido. Allí conocí a Chloe, una chica inglesa de mi edad, congeniamos muy bien y
empezamos una relación que todavía sigue en pie. Ha sido mi gran apoyo en ocasiones duras
porque perdí el contacto con muchos conocidos, pero ella, en cambio, siempre ha estado a
mi lado para ayudarme y mantenerme con la cabeza bien alta.
Aunque olvidé el pasado, algunas veces periodistas me paraban por la calle. Varias
veces fui maleducado por dar malas contestaciones, no quería volver atrás. Después de todo,
las cosas no son fáciles. Otras veces, cuando solo me pedían fotos, yo accedía sin problema,
me sacaba fotos con todo el que quisiera. No me resultaba difícil.
Contacté con Ander, hacía años que no sabía nada de él. Desde que me trasladé a
Madrid, no mantuve conversación con él. Cuando me puse en contacto con él, le invité a que
viniera a mi nueva casa. Aceptó la invitación y vino. Hablamos de todo lo que nos había
ocurrido desde la última vez que nos habíamos visto. Habían pasado cinco años y no
teníamos noticia el uno del otro. Nos pusimos al día y quedamos en vernos algún otro día.
A día de hoy, tengo 28 años y soy abogado. Vivo en Madrid con mi novia y somos
muy felices. Aunque el trabajo no nos permite vernos mucho durante el día, aprovechamos
mucho el tiempo que tenemos para los dos. Viajo mucho porque en el Bufete que trabajo
tenemos clientes de muchos países. En varias ocasiones he defendido a gente famosa.
También he de decir que, en muchos casos, he tenido trabajo con gente importante por mi
paso por la fama años atrás, sin embargo, en muchos casos me ha costado estar a la altura
porque no sabía si estaba actuando correctamente, pero no ha supuesto nada grave. Ahora
puedo decir que estoy en lo más alto de esta nueva etapa ejerciendo en una nueva ocupación.
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La gran transformación
LA LLAVE
 Muy buenos días a todos. Soy Simón Griffin y este es mi canal…
No, así no. Quedará mejor si empiezo con mi nombre y luego doy la bienvenida.
 Soy Simón Griffin y os doy la bienvenida a mi canal.
Tampoco, queda muy soso. ¿Y si empiezo con el tema en cuestión y no saludo?
I
Hola a todos, mi nombre es Simón Griffin. Ese de antes era yo grabando un vídeo
para mi canal de YouTube, ese mágico lugar donde algunos amantes de lo audiovisual, de la
música y de los videojuegos suben vídeos a su pequeña parcela de un mundo inmenso
llamado Internet. Aunque parezca una tontería, lo más difícil de todo el proceso es el saludo.
No sé me ocurre nada original para el comienzo. En fin. Antes de seguir con el vídeo en
cuestión, me gustaría explicaros por qué y cómo se me ocurrió juntar un trípode y una
cámara, colocarla encima de la mesa y hablar delante de ella en mi casa. Y sí, no estoy
contando esta historia a unos personajes secundarios de una novela para jóvenes. Esta
pequeña experiencia personal va dedicada a ti, a cualquiera que necesite un empujón antes
de actuar.
Situamos el comienzo de esta pequeña aventura en mi primer año como alumno de
educación secundaria obligatoria. Ese momento en el que empiezas a enterarte de lo que
ocurre a tu alrededor, en el que empiezan a salir pelos de donde antes no salían o en el que
unos días te da por soñar con arcoíris y unicornios y otros odias la vida en sí misma. Pero lo
más bonito de esta época es el amor, o eso dicen. Cruzabas los pasillos del colegio y veías a
parejas enamoradas, las cuales se enfadaban y reconciliaban cada semana. Seré raro, pero
nunca lo he entendido. Yo no tuve la suerte de enamorarme de otra persona.
He sido un chico maduro, o eso creía yo. Siempre he pensado como un adulto, pero,
cada vez que me tropezaba, sabía que todavía me quedaba mucho por aprender. Eso sí,
odiaba juntarme con gente inmadura que solo sabe hablar de fútbol o de baloncesto. No me
considero un chico solitario, pero sí que es verdad que no me gustaba unirme a este tipo de
personas.
II
Pasaron dos años y llegó tercero de la ESO. En aquel año empecé a tener un poco
más claro lo que quería hacer con mi vida. Como no quería dejar de lado mi sueño, que era
fotografiar y filmar alrededor del mundo, empecé a salir a la calle, bosques o playas a
fotografiar la fantástica y desconocida naturaleza junto a mi padre. Además, continué con el
grado medio de música y eso me llevó a conocer mucha gente interesante. Para mejorar como
78
La gran transformación
músico, decidí apuntarme en verano a un campamento para tocar la flauta travesera en una
banda. La verdad es que fue una ayuda enorme, musicalmente y personalmente hablando. Se
convirtieron en mi segunda familia y pude disfrutar de una semana espectacular. Allí conocí
a la mejor persona y amigo que he conocido hasta hoy. Se llama Urko y le podría considerar
como un pilar imprescindible en mi vida.
En esa misma banda, conocí a otra persona muy especial. Era una persona agradable
y simpática. En una semana me dio tiempo a conocerla y, por cosas de la vida, me empezó a
gustar. La verdad es que no lo sabía y tampoco se dio cuenta. ¿Lo único malo? La persona
que me gustaba se llama Alba, es decir, me enamoré de una chica.
Ya sabéis, esto de ser heterosexual no se lleva todavía. Y eso que vivimos ya en el
siglo XXI. Siempre lo he ocultado, por el miedo de ser excluido, ¿sabes? Es tan bonito ver a
dos chicos enamorados y unidos de la mano o a dos chicas besándose y abrazándose. Y ese
es el problema. Yo no soy igual.
Estando en cuarto me empecé a hartar. En el vestuario tenía que fingir que me
gustaban los chicos para que ellos mismos no me marginasen. No aguantaba tener que mentir
a mis amigos acerca de lo que sentía por Alba. Y sobre todo, odiaba no poder contárselo a
mis dos padres ni a mi hermana. No os podéis imaginar lo incómodo que puede llegar a ser
esta pregunta en una cena familiar:
 ¿Qué, tu amigo Lucas, es tu novio, no?
Lo peor de todo esto es que algunos compañeros y compañeras de clase ya
sospechaban que me gustaba una chica y tenía que aguantar comentarios despectivos. Como
no quería soportar aquella situación en la que vivía, decidí tener una relación con un chico
que ni siquiera me gustaba para que la gente no sospechase y me dejase en paz. Tomé la
decisión de seguir como siempre: no contar a nadie lo que me pasaba y seguir mintiendo.
Hasta que un día todo se vino abajo.
III
Mi abuelo ya llevaba varios meses enfermo. Le diagnosticaron un Ictus en la parte
derecha del cerebro. Ya no era el mismo. Me encantaba pasar los fines de semana con él
viendo Pasapalabra. Hasta que todo empezó a empeorar. Le tuvieron que ingresar y de un
día para otro se fue. Nunca había perdido a ningún ser querido y la verdad es que me afectó
bastante, aún más cuando me di cuenta de que no había sido del todo sincero con mi abuelo.
Necesitaba hablarlo con alguien.
Decidí hablar con Alba, contarle que me gustaban las chicas y qué sentía por lo de
mi abuelo y también por ella. Me dijo que no me preocupase y que me iba a apoyar. Pero lo
79
La gran transformación
que más me sorprendió fue que ella también era heterosexual. En aquel momento sentí un
alivio impresionante. Gracias a ella pude soltarme y expresar mis sentimientos. Pasaron varias
semanas hablando y debatiendo sobre lo que sentía con ella. Me di cuenta de que Alba me
dejó de gustar, ya que se convirtió en una amiga. Pensé que sería buena idea contarle a Urko
todo esto, ya sabéis, “entrar al armario”.
Por lo que decidí hablar con Urko y se lo conté todo. Personas como él son las que
merecen la pena. Desde el momento en que le expresé mis verdaderos sentimientos, me
ayudó en todo lo que pudo y poco a poco salí del pozo en el que me sentía encerrado y
aislado. Gracias a todas las conversaciones que tuvimos, nuestra relación mejoró tanto, hasta
el punto en el que se convirtió en mi hermano. A partir de ese día se lo pude contar a mis
amigos y amigas de la banda, pero decidí dejarlo ahí y no propagar más la noticia.
IV
Cuando llegaron las navidades, alguien se cruzó en mi camino de forma inesperada.
Desde el móvil de Urko, me llegó una nota de voz. (Situaros en el 31 de diciembre, cuando
todo el mundo te desea un feliz año nuevo.) La voz pertenecía a una chica. Al parecer era
una amiga de Urko llamada Izadi. Me deseó un feliz año nuevo y me pidió el número de
teléfono. Por cómo se le escuchaba y las horas que eran, supuse que no estaba sobria así que
se lo di para seguirle el rollo. Al no verla en las mejores condiciones, le dije que me lo diese
ella. Acto seguido, le envié un mensaje para que me guardase.
Al día siguiente, empezamos a hablar y a conocernos. Lo curioso de esto es que yo
pensaba que era homosexual, hasta que me dijo que era bisexual. La verdad es que la única
persona que quería que acabase en romance nuestra historia era Urko. Nos intentó juntar e
intencionadamente lo consiguió. Desde un primer momento le vi como una amiga más, con
objetivo de acabar siendo amigos, pero poco a poco se convirtió en algo más.
Izadi es una persona agradable, simpática, generosa y bastante atractiva. Lo mejor de
todo era que teníamos algo en común: Nos encantaba la música. Ella toca el violín y yo la
flauta travesera. Nos fuimos conociendo poco a poco y gracias a ella me di cuenta que lo que
sentía era real: me sentía heterosexual.
V
Bachillerato. Ese pequeño mundo que todo el mundo teme. Ya estando en primero
maduré de una forma bastante considerable. Tenía mucho más claro qué sentía y todo iba
bien. Les conté la verdad a mis amigos y se lo tomaron genial. Decidí no contárselo a las
chicas porque no sentía la necesidad de recibir odio e insultos. (Imaginaciones mías, lo sé,
pero aterra un poco). Aprendí a expresar de formas diferentes mis sentimientos, y creo que
80
La gran transformación
la más efectiva fue escribir. Este año hemos tenido una nueva asignatura llamada “Literatura
Universal”. ¿Da un poco de miedo, verdad? Gracias a estas clases he aprendido a plasmar
mis pensamientos en papel y la verdad es que no se me da nada mal.
VI
En mi interior sentía una cerradura. Llevaba bastante tiempo pensado en cuál sería la
llave para abrir el candado. Pero no la encontraba. Hasta que me di cuenta de que la verdadera
llave de cada uno es lo que más queremos en el mundo: La familia. Sí, tenía que contárselo.
No sabía cómo. Tenía claro que no me podía presentar en casa y contarlo de sopetón. Esperé
hasta navidades para contárselo. Lo hice mediante una carta. El otoño pasó y llegaban las
que podrían ser las mejores o peores navidades de mi vida. Por suerte, fueron las mejores.
VII
Cuando mis dos padres y mi hermana leyeron la carta se emocionaron y me
abrazaron. No les gustó el hecho de que fuera heterosexual o no. Les emocionó la sinceridad
y el valor que tuve de contárselo. Gracias a esa noche, creció el valor y la confianza en mí
mismo. Fruto de aquella experiencia nació mi canal, en el cual estoy subiendo poco a poco
vídeos. Por todo lo que pasó en la noche del 25, me di cuenta de que mi familia no era la
llave del candado. La llave era yo mismo: a partir de esa noche, empecé a ser el verdadero
Simón Griffin. Ahora que sabéis mi verdadera historia, os dejo con el vídeo que estaba
grabando.
VIII
 Hola todo el mundo. He pasado mucho tiempo pensado en hacer este video, porque siempre
he pensado que no era algo que fuera realmente importante en la vida de nadie como para
estar diciéndolo cada día y que eso influyera de alguna manera. Pero después de haberlo
debatido con amigos y pensándolo un poco más en el trasfondo que tiene el tema en sí, creo
que es correcto hacerlo. Para aquellos que no sepáis de que estoy hablando, hoy me gustaría
hablaros de algo muy importante.
La gente se enamora. La gente quiere a otras personas. La gente siente cosas especiales por
otra persona, ya sea del mismo sexo o del sexo contrario. Yo me he enamorado de una chica.
Esto pasó hace un año. El 25 de diciembre. Y me diréis, ¿has estado enamorado de una chica
todo este tiempo? Pues sí y nunca he sentido la necesidad de presentarla al mundo como mi
novia públicamente porque uno: nunca lo ha sido y dos: nunca me he sentido como que
estuviese haciendo algo malo, es decir, nunca he dicho: “mira esta es ella y le quiero de esta
forma” porque creo que es algo normal. Al igual que se puede enamorar un chico de un chico
y una chica de una chica, creo perfectamente que es entendible y razonable que un chico se
81
La gran transformación
enamore de una chica y viceversa. Se llama amor, vivimos en el año 2016 y debería de ser
muy fácil de entender para todo el mundo que podemos querer a quien nos dé la gana; Digo
yo.
Podría haber enfocado este video mucho más dramático y explicaros una situación muy mala
que he sufrido o dramatizar sobre el tema, pero creo, sinceramente, que no hace falta. Hay
que normalizar la situación de que una persona quiera a otra.
Si hago este video es porque sé que muchos de vosotros y vosotras quizás estáis sintiendo
algo por alguna amiga o amigo y no tenéis muy claro qué está pasando en vuestro cuerpo. Si
estáis sufriendo una situación en la que os sentís diferentes a los demás, tenéis que entender
que vosotros sois como los demás, en el sentido de que da igual a quien queráis, sois iguales
a ojos del mundo y de Dios, si creéis en algún Dios. Es decir, Dios no te va a dejar de amar
porque quieras a otro chico o a otra chica. Es bastante triste que se use la religión para decir
que no puedes hacer “esto”, cuando “esto” es querer. Es muy triste. Recomiendo a todo el
mundo que si estáis pasando por alguna situación parecida que habléis con algún amigo o
amiga y seguramente os va a comprender.
Cuando yo les conté a algunos amigos y familiares, me esperaba odio, negatividad e insultos.
Pero no lo hubo. Hubo un par de personas que me trataron mal y que hicieron algún
comentario despectivo sobre mí, pero no podía ser comparado con el amor que me
transmitieron mis amigos.
Yo no soy mejor ni peor persona por querer a alguien. Yo no soy mejor ni peor persona por
lo que dejo de hacer con una persona. Y es que muchos de vosotros intentáis dar dramatismo
a lo que estáis sintiendo y decir antes, incluso, lo que sentís porque no es nada malo. Yo
pensaba que mis padres iban a reaccionar fatal y me iban a decir: “Oh vaya hijo, no te vamos
a querer, te vas de casa”, y no lo hicieron. Podrían haberlo hecho, hay padres que lo hacen y
es una situación mucho peor y son padres que no consiguen comprender eso. Pero si de algo
me he dado cuenta este último año es que es totalmente normal. Cuando hablo con un amigo
sobre un viaje, por ejemplo, es mucho más cómodo decirle que voy con mi pareja en vez de
ocultárselo. Entonces os recomiendo que lo aceptéis. Y me veis bastante feliz, porque es que
creo que deberíamos aceptar las diferencias entre nosotros. Pero para ello, primero debemos
aceptarnos a nosotros mismos y yo ya lo hecho.
Esto ha sido todo. Espero que os haya gustado mucho el video y que os haya servido de algo.
Si necesitáis cualquier cosa contármelo abajo en los comentarios y os intentaré ayudar.
Un beso a todos.
82
La gran transformación
EN EL FONDO DEL MAR
El peso de las miles de piedras que sentía que colgaban de mis pies hacían que cada
vez me hundiera más y más. Cada vez sentía más lejos el sol, alumbrándome y brindándome
su calor. Era tan lejano. Cada vez iba más profundo, a un lugar más frío, oscuro y solitario.
Mis brazos intentaban nadar hacia arriba, pero de nada servía. Todo el peso me llevaba más
abajo, hacia el fondo del océano. Las olas, que me habían arrastrado brutalmente de un lado
al otro, apenas las distinguía desde el punto donde me encontraba. El agua entraba en mis
pulmones y cada vez me sentía más presionada. Como si aquel agua hiciera que pesara más.
Llegó un momento en el que no sentía nada. Me sentía vacía, flotando en la nada. Mis
músculos y mis órganos habían dejado de funcionar. La sensación de agobio había
desaparecido. Me sentía libre. Los brazos a mis costados subieron hacia arriba, intentando
tocar con la punta de los dedos el sol que se burlaba de mí con sus rayos de luz. Él estaba a
salvo, allí arriba, pero yo no. Y así fue, hasta que toqué el fondo del mar. El lugar estaba
inhóspito. No había vida. Nada. Todo era oscuridad y vacío. Todo estaba muerto. Yo estaba
muerta. Cerré los ojos, intentando imaginarme algo, pero en mi mente sólo había lo que fuera
me rodeaba: soledad y oscuridad. Y así, de sopetón, escuché cómo una voz angelical saliendo
del cielo susurraba: Despierta. Y así lo hice, abrí mis ojos, encontrándome a mí misma
tumbada en la cama, con las sábanas por los suelos y con mi piel húmeda por el sudor causado
por la pesadilla. La misma pesadilla que me perseguía desde hacía años.
I
Nunca en su vida había sentido tanta presión en su pecho. Los nervios le carcomían
por dentro. Cientos de pares de ojos la observaban y la juzgaban. Ojos depredadores en
busca de una presa. Al menos, así veía ella aquellos ojos. Ojos de todos los colores, formas
y tamaños en busca de un blanco. Y ella era la diana perfecta. Con la cabeza agachada y sin
observar aquellas miradas que estaban dispuestas a penetrar en ella y destruir su alma,
continuó su camino.
Lunes por la mañana. Como de costumbre se colocó en un asiento apartado, detrás
del todo, escondida del resto del mundo, evitando que la viesen. Solo quería ser invisible. Las
horas pasaban lentas, convirtiéndose en una tortura para ella. No conocía a nadie allí. Amelia
había llegado recientemente a aquella escuela. Nueva escuela, nueva ciudad, nueva ella.
Durante toda la clase no apartó su mirada de la ventana, intentando ver algo fuera de lo
normal. Pero no vio nada.
83
La gran transformación
A principios de septiembre el tiempo ya había comenzado a empeorar. Las nubes se
aglomeraban y se mezclaban unas con otras, creando figuras que, los más imaginativos,
podían afirmar que se trataba de un conejo o de un dragón. Una ligera brisa azotaba las hojas
que, por la debilidad, se dejaban llevar y bailaban junto al viento hacia un lugar desconocido
para los ojos humanos. Personas que eran desconocidas para ella pasaban de largo con sus
abrigos, bolsas de la compra y sus caras largas, como si hubieran visto a un fantasma. Nada
fuera de lo normal. Y eso le gustaba. Puede que hubiera gente que quería que su vida estuviese
llena de aventuras, riesgo, y cosas que, comúnmente, no consideraríamos dentro de lo
normal. Le reconfortaba ver la simplicidad del lugar. Pero también le aterraba. Ante una
situación así no podía parar de pensar en todo lo que vendría después. Después de la
tormenta aparece el arcoíris. Pero, ¿y si ese arcoíris no duraba todo lo que ella quería? ¿Y si
sus colores comenzaban a desvanecerse y a perderse en el cielo antes de que pudiera ver los
siete rostros del arcoíris al completo?
Un escalofrío le recorrió al momento en el que esos pensamientos cruzaron su mente.
El timbre sonó en todo el lugar y, sin perder apenas un segundo, recogió el único libro que
se encontraba en su mesa y fue a su siguiente clase. Todos sus compañeros la miraban con
ojos acusadores y amenazantes. Sus bocas solo se abrían para murmurar frases sin sentido
que su única finalidad era la de criticar. Esas críticas que son como un puñal clavado en el
corazón por la espalda, sin esperárselo. Sus miradas eran así, como miles de puñales
clavándose mientras abandonaba la sala al igual que había entrado, con la cabeza agachada.
II
Amelia siempre se había sentido diferente a los demás, nunca había llegado a encajar
en ningún sitio. Toda la gente a su alrededor la veía como un ser sobrenatural. Daba la
impresión de que estaba bien. A veces sonreía e intentaba ser amable con la gente cuando
hablaba, aunque fuera un poco rara. Pero lo que nadie sabía era que detrás de esa sonrisa se
encontraban miles de sentimientos oscuros encontrados y enfrentados unos a otros,
intentando buscar una salida, una forma de expresarse. Pero Amelia no quería que eso
ocurriera. Se escondía detrás de su máscara, una máscara que se había convertido en su
segunda piel cuando se encontraba fuera de casa.
A las noches, cuando la luna se alzaba y el sol abandonaba por ciertas horas aquel
cielo, sus lágrimas, invisibles para el resto de la gente, se deslizaban por sus mejillas a raudales,
como cascadas cayendo desde el cielo. Ahogaba sus sollozos entre las sábanas, bajo la
84
La gran transformación
almohada, para que nadie supiera de la existencia de su llanto. Los únicos presentes en aquel
momento del día eran las cuatro paredes que la rodeaban y la acogían.
Aquella noche el cielo la acompañaba con su llanto. Las lágrimas de las nubes
sonaban contra el cristal de su ventana. El fuerte viento golpeaba el cristal, produciendo un
ruido espeluznante. Pero a Amelia no le importaba. Gracias a aquel ruido sus sollozos eran
casi invisibles incluso para ella, solo notaba cómo su alma caía en picado, hasta tocar fondo.
El fondo del mar.
Ella tenía miedo. Miedo de que, algún día, cuando tocara fondo de verdad, no podría
volver a nadar a la superficie. Tenía miedo de quedarse allí, en la nada, mientras la fuerza del
agua la arrastraba de un lado hacia otro, sin poder hacer nada para evitarlo.
Todas las noches eran como una rutina para ella. Se tumbaba y lloraba, hasta que el
sueño podía con ella y se dormía, entre las sábanas húmedas. Y cuando dormía siempre tenía
aquella pesadilla que hacía que se despertara en medio de la noche, bañada en sudor. Así eran
sus noches. Ya se había acostumbrado a ellas, por eso temía la luz del día. Donde todo podía
seguir igual o todo podía cambiar. Para bien o para mal.
Sus padres se habían rendido. Decían que no tenía remedio. Y ella lo había aceptado.
Echaba de menos las caricias de su madre, las frases de ánimo de su padre. Pero ella era la
culpable. Lo admitía. Lo que no sabía era que, aunque sus padres se habían rendido, tenían
una pizca de esperanza de que volviera a ser la de antes. Pero era tarde. Ella ya había
cambiado. Su cuerpo se había convertido en una coraza, para que nadie entrara dentro de su
corazón y lo partiera en mil pedazos. Al menos, más de lo que ya estaba.
III
A Amelia no le gustaba iniciar las conversaciones. Se sentía estúpida y avergonzada
cuando lo hacía. Por eso siempre esperaba a que alguien le hablara. Pero eso no era algo que
ocurriera habitualmente. Caminaba por los pasillos sola. Las clases ya habían comenzado
pero a ella le daba igual. Aquel era el único momento en el colegio donde la paz residía hasta
en los sitios más apartados y recónditos del lugar.
Se acordó de sus amigos o, mejor dicho, aquellas personas que actuaban como tales,
pero que en realidad solo esperaban el momento perfecto para clavar el puñal. Pudo sentir
la explosión del mismísimo corazón partiéndose en mil pedazos. Porque el corazón era como
un espejo roto. Un espejo que, por mucho que intentes unir los pedazos que la componían,
85
La gran transformación
las grietas, los lugares donde el espejo se rasgó, jamás se volverían invisibles. Esas cicatrices
que dejan una marca profunda en ti y que, en un momento dado, forman de tu parte.
Muchas veces Amelia se enfadaba con el mundo. Vociferaba y pedía explicaciones
de por qué a ella. Pero esa pregunta, después de tanto tiempo, había perdido incluso el
sentido. Se sentía estúpida preguntándolo, cuando ya sabía la respuesta, y era que no la había.
Nadie jamás sería capaz de quitarle esa duda de encima, esa carga que presionaba sus
hombros hacía abajo, como un peso más. Nadie sería capaz de liberarla. Una pregunta sin
respuesta, una vida sin sentido.
Amelia tenía un diario escondido en el lugar más oscuro de la habitación. Todas las
noches, después de cenar y mantener una incómoda conversación con sus padres, se retiraba
a su lugar seguro, agarraba un bolígrafo negro, el diario, y comenzaba a escribir.
Su mano y la tinta negra se deslizaban fácilmente sobre la hoja en blanco. A veces
escribía, otras veces dibujaba. Pero el mensaje de los dos era el mismo. Todo lo que había
dentro de aquel libro con tapa de color rojo albergaba todos sus pensamientos. Aquellas
páginas contenían sentimientos que jamás había compartido con nadie. Ni siquiera los había
dicho en voz alta, por el miedo a que alguien la escuchara y lo utilizara en su contra.
Cuando la noche caía, suplicaba a la nada que las pesadillas desaparecieran. Pero nada
había cambiado. Tenía esa pizca de esperanza de que algún día aquellos horrores que pasaban
fugazmente por su mente pararan, pero no lo hacían. Ella se cuestionó varias veces si se
estaba volviendo loca. Al menos para esa pregunta sí tenía una respuesta. Y era no. Solo que
había cambiado tanto en tan poco tiempo que ni ella misma era capaz de reconocerse.
IV
El sonido del mar acompañaba a la brisa fría de aquel día a mediados de otoño. Su
cabello se movía de un lado al otro como un tigre salvaje. La arena a su alrededor también se
movía suavemente acompañado del ligero viento de la costa. Cerró los ojos y se dejó llevar.
El sonido del movimiento de las olas era algo constante en sus sueños. Al principio eras
suaves, ligeras. Pero luego, a medida que avanzaba la pesadilla, las olas comenzaban a tomar
vida, se golpeaban unas con otras, con ruidos fuertes y feroces. El agua dejaba de ser de ese
color cristalino mezclado con la arenilla. Tomaba ese color de la noche. La noche es oscura
y alberga horrores.
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La gran transformación
El fondo del mar. Decían que era un lugar inhóspito pero, a la vez, lleno de vida. La
oscuridad y la luz se complementaban en aquel lugar casi desconocido para la humanidad.
Nadie había estado allí, pero ella sí.
Muchas veces, a las noches, cuando veía que la hora de dormir se acercaba y tenía
una oportunidad de evitarlo, solía escaparse de casa para irse a la playa. Era irónico como el
lugar donde todo había ocurrido también era el lugar que más la relajaba.
Cuando llegó a la playa, el cielo tenía un tono anaranjado y los rayos de luz se iban
apagando poco a poco mientras el sol desaparecía, dándole el paso a la luna. Normalmente
solía poner una toalla en la arena y ahí, sentada, solía pasarse horas y horas, con los cánticos
de los señores que noche tras noche iban a los bares locales a ponerse las botas de vino y no
paraban de cantar canciones de su época. Eso era lo único que podía relajarla.
Lo que ella desconocía era que sus padres, cada dos horas, cuando se daban cuenta
de que su hija se marchaba, solían bajar a la playa a ver qué tal se encontraba. A veces la veían
mirar a la nada, otras veces la veían escribiendo y muchas, pero incontables veces, la habían
visto llorar. Pero ellos sabían que ya nada podían hacer. El corazón y el alma de su hija había
sido destruida en mil pedazos y ellos jamás lo pudieron evitar o, al menos, intentar
recomponerlo. Sabían que, por mucho que lo intentaran, las grietas de aquel dolor se irían
haciendo más grandes hasta destrozarla otra vez. Por eso decidieron dejarle libertad. Una
libertad que le permitiría volver a construir los cimientos de ella misma. Pero ella se
preguntaba, ¿quién era ella? ¿Qué hacía allí? ¿Por qué ella sufría y los demás eran felices? Y
como era habitual, no tenía ningún tipo de respuesta.
Ella tenía miedo. Miedo de que algún día encontraría las respuestas a esas preguntas.
A que esas respuestas la derrumbaran e hiciera que tocara fondo. El fondo del mar. Ese era
su mayor miedo. Ese lugar que si llegaba ahí, sabía que no podría hacer nada para poder salir.
Su perdición.
V
Aquel día, sus dos mejores amigas, Paula y Carla, y ella habían sido citadas en la playa.
Lo único que sabían las tres era que una de ellas les tendría que contar algo importante. Y allí
se reunieron. En mitad de la playa justo a la hora que el sol se ponía. Ninguna sabía qué
estaba pasando. No sabían qué hacían allí. Hasta que vieron a sus compañeros acercarse, con
una fugaz mirada de maldad.
87
La gran transformación
Sus compañeros. Esas personas que las habían acosado solo porque no hacían lo que
ellos querían. No escuchaban el mismo estilo de música, no iban a los sitios que ellos iban,
no tenían esa actitud. No eran malas personas. Y eso, en aquel colegio, las hizo parecer
diferentes al resto. Eran presas fáciles.
Y allí estaban. Ellas, cuando los vieron, se asustaron. No se atrevían a plantarles cara.
Porque ya sabían que eso acarrearía consecuencias. Sus compañeros se acercaron y a cada
paso que daban, el miedo de Amelia y sus amigas se intensificaba. Ahora lo entendían. Todo
esto había sido planeado por ellos.
Cuando llegaron a donde ellas se encontraban, sin decir absolutamente nada, las
agarraron, evitando que se escapasen. Un par de personas que pasaron por allí se los
quedaron mirando. Mirando, pero no viendo lo que realmente pasaba. Creían que era un
juego típico de adolescentes.
Las arrastraron hasta el agua, donde las metieron, y las continuaron arrastrando hasta
que llegó un momento en el que casi no sentían el suelo bajo sus pies. Y ahí, delante de
muchos ojos que, probablemente, contemplaban la escena pero no hacían nada, sus cabezas
eran enterradas bajo el agua. Sentían cómo el oxigeno abandonaba sus pulmones.
Desde entonces Amelia había tenido pesadillas. Desde que sus amigas se mudaron
por culpa de lo que había pasado, ella había estado sola. Paula, Carla y Amelia formaban un
grupo. Un grupo que tenía que cumplir solo con una regla o, más bien, una promesa: que
jamás se separarían y siempre se apoyarían.
Pero ellas no pudieron con todo lo que había pasado. Ya no solo era la escena de la
playa. Las burlas, los insultos, las humillaciones… habían podido con ellas. Ellas habían
conseguido librarse de tocar el fondo del mar. Habían conseguido nadar hasta la superficie.
Estaban a salvo.
Según le había contado su madre, ellas habían rehecho su vida. Las secuelas y las
heridas seguían presentes. Era algo inevitable. Algunas noches se acostaban en sus camas,
llorando, porque se arrepentían de haberla fallado. Fallaron a Amelia. La abandonaron
cuando ella más lo necesitaba. Pero ya era demasiado tarde para poder enmendar su error.
VI
Amelia había perdido la esperanza de conocer a alguien en quien podía confiar. Ya
no se fiaba de nadie. Tenía miedo a que la volvieran a abandonar, como lo hicieron Carla y
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La gran transformación
Paula. Aunque en el fondo, muy en el fondo, sabía que se alegraba por ellas. Habían
conseguido salir de aquel infierno. Su madre le contó varias veces que ellas habían llamado
preguntando por ella. Pero para aquel entonces Amelia ya era un caso perdido.
Eso cambió cuando, en una de sus escapadas, un chico alto, rubio y de ojos azules se
sentó a su lado, flexionó las piernas y envolvió sus brazos alrededor de las rodillas. Ella se lo
quedó mirando un largo rato. No entendía qué hacía él ahí. No lo conocía, aunque sentía que
lo había visto en alguna ocasión.
 Te he visto varias veces aquí, en la playa.
 ¿Y qué?
 Solo quería decirte que no estás sola. Sé que no te conozco, pero llevo observándote mucho
tiempo. Y sé que has sufrido. Lo suelo ver en tus ojos cuando vienes aquí y lo único que
haces es llorar.
 ¿Qué pretendes?
 Ayudarte. Con esto no quiero espantarte ni nada por el estilo. Solo quiero que sepas que,
aunque no nos conozcamos y no haya nada de confianza, tienes un hombro donde llorar.
Y con un beso en la mejilla, aquel chico se despidió. Pero esa no fue la primera ni la
última vez que se vieron. Poco a poco, todas las tardes, cuando el sol se ponía, ellos dos ya
estaban sentados. Amelia en su toalla y Lucas, que era como se llamaba el chico, en la arena.
A veces estaban en silencio, otras no paraban de hablar. Ella encontró a alguien en quien
podía confiar y él encontró una persona con quien podía pasar el tiempo, sin que le juzgara.
A veces él traía su guitarra y le cantaba canciones, otras veces ella le enseñaba sus dibujos.
Pasó el otoño, el invierno, la primavera y llegó el verano. Todas aquellas estaciones
vieron como una amistad que no tenía futuro fue creciendo poco a poco. Pero no solo su
amistad creció. Los problemas también crecieron. Los padres de Amelia ya casi no se podían
ver. Ella pudo ver cómo lo único estable en su vida, aparte de Lucas, se derrumbaba. Veía
cómo los muros caían y cómo ellos se lanzaban que parecían cuchillos. Ella se aferraba a la
esperanza de que solo era algo pasajero. Pero ya era demasiado tarde.
VII
Las vacaciones de verano ya habían llegado, lo cual era un gran alivio para ella.
Durante tres meses no tendría que aguantar a aquellos ojos depredadores. Los últimos meses
Lucas pasaba por ella y la llevaba a casa de su madre. Los padres de Amelia se separaron a
principios de verano. Creyó que no lo superaría, pero se dio cuenta de que su vida había
89
La gran transformación
mejorado desde que sus padres se divorciaron. Ya no tenía que poner la música a tope, en
un burdo intento de evitar oír los insultos y los gritos de sus padres.
Amelia creyó que su vida, poco a poco, iba a mejor. Hasta que un día de verano que
había quedado con Lucas, todo se derrumbó. Aunque él era consciente de que sabía lo que
iba a ocurrir si se lo contara, sabía que sería peor si no lo hiciera. Los padres de Lucas habían
decidido mudarse a otra ciudad por cuestiones de trabajo.
Ella volvía a estar sola ante el mundo. Ya era demasiado tarde. El peso del abandono
y de cómo la gente que había prometido estar siempre a su lado hizo que se hundiera más y
más. Sentía que no podía respirar. Como si el agua entrara en sus pulmones. Sentía que se
ahogaba. Y ya nadie podía ayudarla. Nadie podía hacer nada por ella porque ya había tocado
aquel lugar tan temido por ella y por las personas que, aunque ella no se diera cuenta, la
querían. El fondo del mar. Un lugar tan oscuro como su alma y su corazón, después de ser
destrozado ambos. Las grietas y cicatrices del pasado volvieron a abrirse.
Se levantó del lugar y corrió. Corrió hacia el único lugar donde sabía que su
sufrimiento acabaría. El mar se abría a su paso. Las olas daban la bienvenida a Amelia, que
sin pensarlo dos veces se metió dentro del agua. Pero Amelia sabía que no era capaz de acabar
su vida de una manera tan estúpida. Si lo hubiera querido lo hubiera hecho hacía mucho
tiempo. Cuando todo el dolor estaba a flor de piel. Cuando su corazón no había sido pegado,
en un intento de arreglar el daño ya causado.
Lucas sabía el daño que le podía causar. Pero no podía permitirse dejarla sola sin
antes despedirse. Jamás había creído a las personas que decían que las despedidas dolían.
Ahora lo entendía. Durante todos esos meses Amelia se había vuelto el centro de su vida.
Siempre estaba ahí para hacerla sonreír. Y ahora, lo único que había conseguido era hacerla
llorar.
Corrió hacia ella y la sujetó entre sus brazos. Por mucho que la distancia los separara,
Amelia no se libraría tan fácilmente de Lucas. Pero lo que él no sabía es que él también la
perdería. Porque Amelia no sería la misma nunca más. Se volvió más fría cuando hablaban
por teléfono. Ya no era aquella chica que estaba dispuesta a cambiar.
VIII
Después de un tiempo, Lucas se fue olvidando de ella. Ya no le mandaba tantos
mensajes, no se preguntaba como estaba. Ella seguía contándole todo lo que le ocurría y
90
La gran transformación
cómo se sentía. Él a veces se preguntaba qué era lo que había cambiado, pero el no podía
evitarlo.
Lucas se había enamorado de ella en aquellos meses que pasaron juntos. Y aún así,
aunque la había intentado olvidar, no lo conseguía. Por eso ya no hablaba con ella. Creía que,
si no le mandaba mensajes, algún día su corazón olvidaría todo lo que pasaron.
Ella, por su parte, cada vez estaba peor. La relación con sus padres había empeorado.
Se pasaba las noches en vela pensando en todo lo que estaba ocurriendo en su vida. Cómo
todo se torcía cuando las cosas iban bien. Pero Amelia era consciente de que las cosas no
podían ir bien para siempre. De que todo se complicaba en un abrir y cerrar de ojos. Y en su
vida, todas esas desgracias no tenían fin alguno. Cuando creía que podía llegar a recuperarse,
volvía a recaer.
Amelia ya no sabía qué más podía hacer. Había decidido hablar con su madre, pero
cuando fue a hacerlo y oyó los sollozos de su madre detrás de la puerta, supo que ella
tampoco podía ayudarla. Ella también estaba pasando por un momento difícil. Por muchas
peleas que tuvieran, el amor incondicional que su madre le transmitía a su padre era
inimaginable. Pero ese amor tenía que guardárselo para ella misma, ocultarlo al resto del
mundo.
Amelia también hacía lo mismo. Durante el día, la gente creía que era una chica
normal con dificultad a la hora de hacer amigos. Pero la gente creía que era una chica sencilla
y amable. Muchas se acercaron a ella con intención de ser sus amigas y de integrarla en un
grupo. Pero ella, cuidadosamente y sin levantar sospechas, siempre conseguía evitarlas.
Pero en la noche, su verdadero yo salía a flote. Era el momento de quitarse la máscara
que cubría su cara a la vista de la gente que la rodeaba. Una máscara sencilla, solo una ligera
sonrisa, y era suficiente para que pareciera una chica estable. Pero cuando se la quitaba las
lágrimas no tardaban en salir. Era el momento en el que todos sus sentimientos salían. El
dolor de la pérdida.
Las personas piensan que el dolor, algún día, deja de existir. Pero no es así. Aprendes
a vivir con ello. A sobrellevarlo. Llega un punto en el que se hace costumbre. Ya no es algo
que sientas, es algo que forma parte de ti. El dolor es constante, pero soportable. Al menos,
la mayor parte del tiempo. Pero hay una pequeña parte de tu cerebro que siempre tiene en
mente el sufrimiento. Sabe que está ahí en todo momento. Es esa pequeña parte la que no te
91
La gran transformación
deja olvidar todo lo que pasa. Todo lo que ha ocurrido para que llegue un momento en el
que te replanteas tu existencia. ¿Habrá a alguien que le importe mi ausencia?
IX
Amelia se había graduado. Intentó centrar sus pensamientos en los estudios, y
terminó sacándose el título. Se sentía medianamente orgullosa de su logro. Pero aquella
noche fue decisiva. Los alumnos estaban obligados a ir a la fiesta que se celebraba en honor
a ellos. Y no solo los alumnos iban, otros también podían ir.
Allí Amelia vio por primera vez a aquellas personas que la humillaron. Aquellas
personas que hicieron su dolor insoportable. Las personas que destrozaron su vida. Pero no
le había afectado tanto como creía. Siempre pensó que cuando los viera no podría soportarlo.
Que todo lo que ocurrió golpearía su mente, trayendo de vuelta a los miles de recuerdos que
había conseguido ocultar bajo el manto del olvido. Pero no fue así.
Amelia también creía que las ganas de vengarse surgirían desde su más interior. Pero
no era así tampoco. Sabía que la venganza no la llevaría a nada. ¿Para qué? Todo estaba ya
hecho. No se podía revertir. Y todo lo que había ocurrido, por muchas veces que se planteara
su vida, por muchas veces que pensara que era un estorbo para la sociedad, había hecho que
se convirtiera en una persona fuerte.
Porque aunque pareciera débil, Amelia era de todo menos eso. Había soportado cosas
que no muchos lo habrían conseguido. Muchos hubieran caído por el camino, o simplemente
hubieran huido, sin enfrentarse a sus problemas, como lo hicieron sus amigas.
Y cuando los vio, en vez de dar media vuelta y salir de allí, hizo todo lo contrario.
Tenía que demostrar que todo lo que había ocurrido no le había afectado tanto como ellos
hubieran pretendido. Ellos estarían felices sabiendo todo lo que tuvo que soportar Amelia.
Son estos momentos en los que uno se da cuenta de lo mala que es la humanidad. Cómo hay
ciertas personas que no tienen escrúpulos a la hora de tratar mal a las personas. Amelia podría
decir que el ochenta por ciento de las personas que había conocido eran malas personas. Y
entre las buenas se encontraban las personas que la habían abandonado.
Pero ya hora de pasar página. Había conseguido salir viva después de que sus pies
rozaran el fondo del mar. No dejaría que los recuerdos la empujasen abajo y la ahogasen, esta
vez, definitivamente.
92
La gran transformación
Pasó por delante de ellos, con la cabeza bien alta y bajo la atenta e impresionada
mirada de ellos. Amelia consiguió demostrar que no todos los demonios terminan
consumiéndote, aunque esos demonios estén presentes tanto de día, como de noche. De día
no daban tanto miedo, pero de noche se colaban en sus sueños y le tiraban de los pies hacia
abajo. Pero ya no habría más demonios.
X
Años después, unos cinco más tarde, las autoridades encontraron el cuerpo sin vida
de Amelia en su pequeño apartamento. Ella se encontraba en la bañera de su casa, cubierta
de sangre y ahogada en agua.
No pudo evitarlo. Los demonios la acabaron consumiendo. Después de aquella
noche, sus pesadillas empeoraron. Los rostros de las personas que la habían hecho sufrir, las
personas que la abandonaron cuando más ayuda necesitaba aparecían mientras ella se hundía.
Sus voces la acusaban de tener la culpa de todo.
Necesitó de ayuda profesional para poder sobrellevarlo o, al menos, poder superarlo.
Tomaba pastillas que la ayudaban a relajarse. Pero de nada servían. Su vida había sido
marcada por continuas desgracias que poco a poco consumieron su vida.
Amelia sufrió por decisiones que tomó la gente. Y esas decisiones hicieron que
acabara su vida de la misma manera que llevaba soñando todo aquel tiempo. Porque fue en
el momento en que enterró su cabeza en el agua cuando se dio cuenta de que aquellos años
soñando eran solamente una predicción de cómo su vida acabaría.
No quería pensar en cómo reaccionarían sus padres, Lucas, Carla o Paula cuando
recibiesen las cartas. Había escrito para todos la misma porque, aunque fueran las únicas
personas que alguna vez estuvieron dispuestas a ayudarla, también fueron las mismas
personas las que la abandonaron.
El día del funeral de Amelia no llovió. Hacía sol, incluso calor. Sus padres lloraban,
Lucas, que había conseguido olvidarla y rehacer su vida después de que esta quedara marcada
por ella, apareció también. Carla y Paula también aparecieron. Nadie más. Pero era suficiente
para ella.
“Y aunque alguna vez estuvisteis para mí y me fallasteis, se que no era vuestra intención. Me
abristeis vuestros corazones y yo me refugié en ellos durante un tiempo. Pero las cosas no duran para siempre.
La vida tampoco lo hace. Algunas personas mueren jóvenes, otros cuando ya son mayores. Y yo muero ahora.
93
La gran transformación
Cuando recibáis esta carta probablemente ya estaré muerta. Os agradezco de todo corazón que en algún
momento consiguierais sacarme una sonrisa, en vez de lágrimas y sufrimiento. Os deseo una buena vida, llena
de la felicidad que nunca tuve. Y espero que los demonios no os encuentren, porque si eso ocurre, me temo que,
por mucho que luchéis, acabaréis cayendo en sus garras. Sed fuertes. Yo conseguí serlo, pero al final me rendí.
Os quiere, de todo corazón, Amelia.”
94
La gran transformación
“¿CUÁL ES MI VIAJE?”
“Hoy, como otro día cualquiera, me he levantado con energía, con ganas de comerme
el mundo y con ganas de explorar. Sin embargo, siento que este no es mi sitio. Por mucho
que mis padres me apoyen, me lo pase genial con mis amigas y quiera mucho a Miguel, yo
no me siento bien. Todos me dicen que estoy pasando por un momento duro y denominan
esta situación “normal”, opinan que me siento así porque me tengo que enfrentar a lo que
tantos años he estado esperando, mi salida al mundo laboral y por lo tanto, al mundo real.
Yo no creo que sea por eso. Es verdad que solamente me queda un semestre para
graduarme en la universidad. Es por ello por lo que ahora me paso el día en la biblioteca y
prácticamente no hablo con nadie, excepto con Miguel, mi novio. Esta sensación de pasarse
las 24 horas del día estresada por la carga lectiva y la presión familiar me está agotando, me
está provocando mucha ansiedad y no me siento cómoda conmigo misma. Una parte de mí
me dice que aguante y que luche, que va ser por poco tiempo, solamente hasta que consiga
graduarme. Pero, en el fondo mi corazón me repite que este no es mi sitio, que debo buscar
otro camino en la vida y que tengo que olvidar lo que los demás digan y opinen sobre mí.
Los seres queridos: este último aspecto es el más complicado para mí. Por una parte,
mi familia apuesta mucho por mí porque mi carrera profesional es prometedora y para ellos
sería un honor que yo terminara trabajando en las mejores empresas del mundo. Y yo lo sé,
por ello me da miedo cambiar de rumbos, porque sé que les decepcionaría. Aunque también
espero que mi familia siga siendo mi apoyo tome la decisión que tome, como lo han sido
hasta ahora.
Por otra parte, está Miguel. Es verdad que llevamos mucho tiempo juntos y que
tenemos planes de futuro juntos. Es por eso por lo que no le quiero hacer daño. Yo le quiero
mucho y soy totalmente consciente de que si ahora lo abandonase todo para buscarme a mí
misma, él sufriría mucho.
Tengo miedo, mucho miedo, me siento vulnerable porque no sé lo que quiero hacer,
ni qué rumbos coger. Me siento perdida en este mundo de tantas oportunidades, pero a la
vez lleno de terribles y múltiples injusticias. Aparte de no encontrarme a mí misma, siento
que no me puedo quedar de brazos cruzados frente al mundo del siglo XXI. Las mañanas
que me levanto y veo niños pasando hambre, refugiados que sufren por llegar a Europa,
guerras en diferentes países, mujeres maltratadas a mi alrededor, gobiernos que ponen cara
de asombro ante esta situación; es cuando de verdad me entran las ganas de cambiar el
95
La gran transformación
mundo y luchar por él. Todas las noches antes de irme a dormir pienso en cómo podría yo,
Miren Egurain, ayudar a mejorar el mundo, no en el mundo fantástico en el que vivo yo,
lleno de lujurias, oportunidades, dinero; no en el mundo real, en el que la gente sufre mucho
y se caya por miedo. Esto es lo que yo no quiero, no quiero silenciar lo que de verdad quiero
hacer, no estoy dispuesta a sacrificar lo que el corazón me llama a hacer por mi familia, mis
amigos, la carrera en sí, ni las oportunidades de trabajo que tendré. Por eso he decidido
abandonar todo lo que tengo e ir a la aventura a conocer la situación que se vive en los países
del planeta, necesito ver cómo viven los demás para de verdad poder valorar lo que yo tengo.
Creo que voy a encontrarme con la mezcla de todas las injusticias, al igual que con diferentes
culturas en las que tendré posibilidad de sumergirme. Emprenderé este viaje sola, para poder
encontrarme a mí misma lejos de las comodidades, mi casa, mis seres queridos y mi zona de
confort.
Nadie me asegura que, si un día vuelvo, mis amigas sigan aquí, que mi pueblo no se
me haga extraño, que encuentre a alguien como Miguel, que los miembros de mi familia sigan
vivos. Pero siento que de verdad es el momento, tengo que perderme, conocerme, conocer
mundo y valorar la vida. Acepto este reto con todas las consecuencias, no espero que me
entendáis, pero sí que respetéis mi decisión.”
Miren Egurain.
Hoy 2 de enero, es el día. Tras mucho tiempo de reflexión, creo que con el inicio del
nuevo año tengo más energía y les voy a entregar la carta explicando mis razones de marcha
a mis padres, a mis amigas y a Miguel. Este va ser el primer obstáculo al que me voy a tener
que enfrentar en mi nueva aventura, voy a poner toda mi energía y mis ganas en que vaya
bien. Estoy decidida a dar el paso, por ello voy a salir de mi habitación y serenamente. Me
voy a disponer a entregar esta carta a mis padres. Veamos cómo va.
 Buenos días cariño, ¿qué tal has dormido?-, dice mi padre.
 ¡Buenos días! Muy bien, a decir verdad, aunque sigo estando un poco cansada porque ayer
fue un día muy duro.-, respondo yo.
 Bueno cariño, ya sabes, toda recompensa requiere esfuerzo. Ya verás qué orgullosa vas a
estar dentro de unos años de haberte esforzado tanto. -, sigue mi padre.
 No creas, papá, no lo tengo tan claro, por cierto, me gustaría hablar contigo y con mamá.digo yo.
 Pero, hija, ¿No habrás roto con Miguel, no? –, salta mi madre.
96
La gran transformación
 No mamá, estamos muy bien, más bien está relacionado con mi futuro. He decidido lo que
quiero hacer, qué camino deseo tomar.-, continuo yo.
 Eso está muy bien hija, ¿te has decantado ya en qué empresa quieres trabajar?-, pregunta mi
padre.
 No es eso, leer esta carta por favor.-, insisto yo.
De repente, el silencio reina en la cocina, mis padres están boquiabiertos. Mientras
que leen la carta en silencio, no saben qué decir. Ahora es cuando yo de verdad tengo miedo,
no sé lo que este instante sin sonido alguno significa, puede ser o que me apoyen en la
decisión o que me dejen de lado. Tengo duda de si salir de la cocina y meterme a mi
habitación, pero finalmente he decidido mantener la calma y esperar sentada en la silla de la
cocina. Durante estos cinco minutos de espera, los más largos de mi vida; el ambiente es frío,
silencioso, incómodo, pero, sobre todo muy extraño.
 ¡Pero Miren! ¿Qué locura es esta? ¿De verdad que estás dispuesta a abandonar todo por lo
que tanto hemos trabajado tu padre y yo, por no encontrarte a ti misma? -; argumenta mi
madre.
 Yo os entiendo, entiendo que os haya pillado por sorpresa y lo siento mucho, pero pensar
qué haríais vosotros en mi situación, cómo actuaríais. Al igual que he explicado en la carta,
esta es una decisión que me ha llevado mucho tiempo tomarla y que no ha sido tarea fácil
para mí.
 Cariño, ¿no será una de esas tonterías que te entra por no querer enfrentarte a la vida, no?-,
insiste mi padre.
 Bueno, yo no tengo nada más que decir, ahora me voy, que tengo que hablar con Miguel y
mis amigas. Hasta luego. -, me marcho enfadada.
He cerrado la puerta de un portazo, porque es la única manera en la que puedo
canalizar el pánico, el miedo que siento ahora. Mi cerebro se está arrepintiendo de haber
entregado la carta, ya que ha podido ser un acto impulsivo. Pero, en cambio, mi corazón me
dice que he hecho lo correcto. Últimamente, no sé por qué pero mi lado sentimental y el
racional no me dicen lo mismo y eso me hace pensar que hasta ahora me he dejado llevar
por mi lado racional en todo momento. Llevo todo el camino, desde que he salido de casa
hasta llegar a casa de Miguel, el lugar donde he quedado con él para transmitirle la decisión,
pensando en cómo se lo tomará, si me apoyará o mostrará cierto sentimiento de enfado y de
decepción, como lo han hecho mis padres.
97
La gran transformación
La mano me tiembla mientras que toco el timbre, estoy deseando verle a Miguel y
abrazarle, como lo hago todos los días. Para mi sorpresa, Miguel me ha recibido con una
sonrisa de oreja a oreja y con aire de enamorado y feliz, justamente lo opuesto a como estoy
yo en estos momentos. Sinceramente no tengo ni idea de por dónde empezar, no es lo mismo
hablar con mis padres o hablar con él. Sé que mis padres nunca me van a abandonar, pero,
aunque lleve diez años con Miguel, no me puedo imaginar cómo reaccionará, por eso he
decidido entregarle la carta directamente y quedarme a la espera de su reacción. En el instante
que le he entregado la carta, Miguel me ha sonreído creyendo que era una carta de amor o
algo del estilo. Otra vez más, hoy tengo la sensación de que el tiempo se ha parado, los
segundos en los que está leyendo se me hacen eternos.
 Pero Miren, ¿qué es esto? -, pregunta Miguel.
 Mi nuevo rumbo, no aguanto más mi vida, necesito cambiar de aires y darle un vuelco.-,
respondo yo.
 ¿De verdad que has estado sufriendo tanto todo este tiempo y no me has dicho nada? Me
has sorprendido muchísimo. Aunque para serte sincero, yo también he pensado alguna vez
en abandonar todo, conocer mundo y olvidarme de las preocupaciones por unos días.- sigue
él.
 Quizá eso es lo que tendríamos que haber hecho, porque yo estoy en un punto en el que
necesito encontrarme a mí misma y para ello debo conocer la situación tan dura que están
viviendo muchos en el mundo.- sigo yo.
 Me parece muy bien que lo tengas tan claro, por eso quiero que sepas que aunque me duela
mucho tener que dejarte ir y abandonar nuestra relación acepto que te marches y te estaré
apoyando. – contesta Miguel.
 Muchísimas gracias, no te puedes imaginar la tranquilidad que me da saber que tú me
apoyarás- me derrumbo.
 Mis padres me han tachado como una hija irresponsable y que no sabe que quiere, no creo
que tenga su apoyo.-lloro yo desconsoladamente.
 Tranquila no te preocupes, he de decirte que a mí también me ha chocado y claro que me
duele, pero lo único que yo quiero es que tu estés feliz y sé que si no haces este viaje, por lo
que yo te diga, te perderé para siempre. Por ello, te tengo que apoyar y estate tranquila porque
estoy segura que tus padres con el tiempo lo valorarán y verán que lo que de verdad merece
en la vida es la felicidad y no siempre está atada con el éxito profesional y el amor. -, él
contesta rotundamente.
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La gran transformación
 No sabes lo que agradezco tus palabras. Solo te pido una cosa; si ves que en dos años no he
vuelto y tú no te has olvidado de mí, por favor piensa en mí y busca otra persona que te llene,
no te mueras en vida, por favor. Tengo toda la confianza puesta en ti, Miguel, pero ahora te
tengo que decir adiós. -, respondo apenada.
Después de esta tensa conversación y haberme despedido de Miguel cariñosamente,
tras haber pasado por una llorera impresionante, me he llenado de fuerza. He dejado atrás el
miedo al abandono y la soledad por parte de los que me quieren. Él me ha hecho ver que
con el tiempo las personas que de verdad me quieren aceptarán mi decisión, solo tengo que
esperar y confiar en ellos. Esto me ha hecho abrir los ojos y darles un voto de confianza a
mis padres, que en estos momentos sé que están sorprendidos.
Ahora me dispongo a darles la noticia, la carta, a mis mejores amigas. Somos un grupo
de 6 chicas que llevamos juntas desde que terminamos el colegio y cada una ha buscado un
camino diferente, aunque nos seguimos viendo cada vez que podemos. Hoy es uno de estos
días. Todas vamos con ganas de comer y reír juntas, pero yo solo sé que todo va cambiar.
Otra vez más, hoy me voy a tener que enfrentar a lo que en mucho tiempo de mi vida no he
tenido que enfrentarme. Creo que estoy llegando a un punto en el que la sinceridad se apodera
de mi interior. No hay otra cosa que no sea verdad que se me pase por la cabeza ahora mismo.
Soy totalmente consciente de que hasta ahora he vivido muy bien, he tenido todo tipo de
caprichos, facilidades y he estado rodeada de gente que me quiere y que siempre me querrá.
Ahora estoy con mis amigas en un restaurante, dispuesta a compartir cómo será mi
nueva vida.
 Hola chicas, ¿qué tal todo? Yo os tengo que decir una cosa. Después de mucho tiempo de
reflexión, creo que el mayor reto de mi vida está por llegar, va a ser el viaje sin rumbo que
voy a emprender próximamente. Mi deseo por conocer mi interior, por lo tanto, a mí misma,
y las ganas de ayudar a habitantes del mundo con menos recursos, con el fin de que sus vidas
mejoren y yo aprenda a valorar lo que tengo, me ha llevado a tomar esta decisión. Dentro de
dos días, voy a emprender un viaje por el mundo. -, así es como he empezado la conversación
con mis amigas, ya que he decidido no entregarles la carta, prefiero decírselo yo misma.
 No puede ser Miren, no puedes abandonar toda tu vida.-, dice una amiga.
 Marta, tenemos que intentar apoyarle, seguro que le ha costado mucho decidirse y va ser muy
duro para ella poder acostumbrarse. – responde Eli.
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La gran transformación
 No os podéis imaginar todo lo que os agradezco. Debéis saber que os voy a echar mucho de
menos y me voy a acordar de vosotras en todos los lugares que esté. Ya lo siento, pero
necesito cambiar de aires. Os agradezco mucho todo lo que hemos pasado juntas y os quiero
mucho, chicas.- sigo yo.
Rápidamente, todas se han callado y no saben que decir, me achuchan y me comen a
besos porque esta es nuestra despedida. Yo ya estoy preparada para emprender mi viaje.
Aunque me haya costado mucho, he conseguido enfrentarme a lo que tanto miedo me daba;
cómo responderán mis queridos ante mi decisión de marcharme. Es verdad que les ha
sorprendido, no se lo esperaban, pero no han respondido tan bruscamente como me
esperaba. Sé que abandonar todo lo que para la sociedad es importante para ser feliz y buscar
otro camino es muy difícil de entender, al igual que para mí es comenzar este viaje lleno de
incertidumbre y miedo.
Ahora toca lo más duro, empezar el viaje sola, en la distancia, enfrentándome al
mundo como lo hacen los que viven en cada pueblo, región, país o continente que visite.
Haciendo frente al hambre, la soledad, el frío, el calor, la lluvia, las guerras, los conflictos, las
injusticias y a muchas cosas más que no sé cuáles serán. Estas son las dudas y miedos que se
me plantean a la hora de hacer la maleta, una mochila en la que tengo que meter todos mis
recuerdos, es decir, mi ropa, mis fotos, mis libros...
Tras mucha discusión interna y dos días encerrada en mi habitación pensando cómo
podría actuar mi mente frente a las situaciones que me voy a tener que enfrentar. He hecho
actividades de fortaleza mental para ser más fuerte durante mi viaje. Puedo decir que ahora
sí estoy preparada para comenzar el viaje de mi vida. Para ello, viajo al aeropuerto sola en
taxi, ya que no quiero despedirme de nadie otra vez, no quiero volver a pasar el mal momento.
PRIMER RETO “El enfrentamiento a la realidad”
Entro en la terminal de vuelos internacionales y me dispongo a coger el vuelo a
Múnich, ya que he decidido que lo primero que quiero ver es a los refugiados que huyen de
Siria para sobrevivir. Sé que en estos momentos se está hablando mucho sobre ellos y por
ello quiero descubrir de primera mano la situación que están viviendo y a poder ser, ayudarles.
Empleare todos mis conocimientos de alemán, inglés, francés y un poquito de árabe
adquiridos en la carrera para darles unas clases y así intentar ponerme en su piel. En esto es
en lo que he pensado durante todo el vuelo, necesitaba pensar que todo el esfuerzo que estoy
100
La gran transformación
haciendo va a tener su recompensa, tanto para mí como para los sirios que luchan por tener
asilo político.
Nada más aterrizar, he cogido mi equipaje, que consta de una mochila con ropa y
otra bolsa llena de libros, juguetes y material escolar, y me he dirigido a coger el tren que me
llevara al campo de refugiados. Una de las herramientas con las que más me identifico y creo
que puedo ayudar a los demás y por lo tanto, conocerme a mí misma, es la educación, y es
por eso por lo que he traído la bolsa llena de material que iré empleando para intentar que
vayan adquiriendo idiomas locales y así se les facilite el trámite de asilo y una vida digna en
el futuro próximo.
En estos momentos estoy en un momento de desconcierto, porque soy consciente
de que voy a cambiar de mundo en muy pocos minutos. Voy a pasar de tener unas vistas de
una ciudad desarrollada con dinero, a pasar a ver un campo sobrepoblado, sin ningún lujo ni
ninguna comodidad en el que vive gente que ha hecho el mayor viaje de sus vidas, el de
luchar contra la muerte.
El viaje en tren ha sido largo, porque estaba deseando terminar con el miedo, la
incertidumbre y enfrentarme a lo que de verdad había venido, a conocer otra realidad en mi
continente e intentar aportar mi granito de arena. Desde nuestra comodidad no vemos como
esta gente, jóvenes, mayores, niños, han abandonado su hogar, su país, es decir, lo que a ellos
de verdad les importa, por no morir y por enfrentarse a la muerte. En su momento tomaron
una decisión, al igual que yo, pero yo tengo la suerte de poder volver a mi casa cuando pueda
y no he emprendido este viaje por necesidad sino por gusto personal. Yo, Miren Egurain, he
decidido abandonar todo lo que tenía por vivir la experiencia que vive una gran parte de los
habitantes del mundo, para ayudar a los demás y así intentar encontrarme a mí misma. En
cambio, Asih Cair, la primera persona con la que me encuentro al llegar al centro de
refugiados aparte de los gestores, es un niño de 15 años que ha tenido que abandonar su casa
porque su pueblo estaba siendo bombardeado y su vida y la de su familia corrían peligro.
Encima, este pobre chico ve que su sueño de poder ir a la universidad y convertirse en
profesor para el colegio de su pueblo, se ha roto para siempre. Este joven de 15 años tras
haber sufrido todo el camino para llegar a Alemania, me ha contado como él es afortunado
porque gracias a Dios ha conseguido llegar sano y salvo con sus hermanas y sus padres.
Este ha sido primer contacto con la realidad que me espera durante estas 10 semanas,
las acordadas con la ONG con la que voy a trabajar. Esta ONG ha sido creada debido al
desplazamiento masivo de sirios y trabaja tanto en Alemania como en otros lugares de la ruta
101
La gran transformación
desde Siria a Europa. Creo que es la más apropiada para mí porque me ofrece diferentes
áreas en las que puedo ayudar, tanto de profesora como de abogada, tramitando los papeles.
Me veo con energía suficiente y ganas para poder afrontar mi primer reto en la gran
aventura. Hoy el día ha sido duro y estoy un poco cansada, pero esto no consigue quitar de
mi cabeza las palabras de Asih al hablar de lo duro que ha sido el camino hasta llegar al centro
de refugiados de Villingen-Schwenningen, dejando en Siria, su país, a sus abuelos, ya que
ellos no tenían energía suficiente para marcharse y querían morir en la tierra donde habían
nacido con la esperanza de que algún día sus nietos pudieran volver. Me duermo con la
imagen de la mirada del joven, ojos de color miel llenos de lágrimas que reflejaban tristeza,
dolor, pero, sobre todo esperanza.
SEGUNDO RETO “Adaptación”
No me puedo quejar, mi primera noche en el centro ha sido muy buena. Duermo en
una cabaña como la de los refugiados con otros dos jóvenes, uno de Australia y otro de
China, ambos de 25 años y que vinieron aquí como voluntarios de la ONG para ayudar a los
refugiados en los aspectos legales, es decir, tramitando sus asilos, denunciados las injusticias
que han vivido y alguna que otra labor burocrática.
Los tres hemos empezado el día juntos, desayunando junto a otras 1700 personas, la
mayoría refugiados. Solo somos unos pocos voluntarios. Todos nos lanzan miradas de miedo
y de respeto. Yo creo que ellos piensan que en nuestras manos están sus vidas, que ellos no
tienen nada que hacer .Creen que el destino y la ayuda externa son las únicas opciones que
les harán mejorar de vida y prosperar.
Es verdad que los recursos que se les facilita en estos centros son necesarios para que
sobrevivan y salgan adelante, pero no son la única posibilidad. Ellos tienen que poner de su
parte para poder integrarse poco a poco a la cultura alemana y así, en un futuro, poder
asentarse aquí hasta que la situación en sus países de origen mejore. Este es el lema con el
que he empezado mi primera clase en el centro “Objetivo: aprender para poder mejorar,
tanto aquí como allí”, yo les propongo que todo lo que aprenden aquí les va ser útil en su
futuro próximo aquí en Europa, pero que también puede ser vital para poder reconstruir su
país dentro de unos cuantos años. Les he explicado que cuando la guerra termine será
necesario que haya una generación de sirios preparados para establecer democracia y un
estado con una estructura sólida. Mientras que les he soltado este pequeño discurso en
francés y alemán, he tenido la sensación de que había muy pocos que me seguían el hilo y
102
La gran transformación
por eso, finalmente, he decidido aplicar mis pocos conocimientos de árabe para transmitir
por lo menos la idea principal de las clases.
Sobre todo he querido que conozcan los cimientos del idioma alemán, la cultura
alemana y Europea. Les he hecho un breve resumen de las oraciones necesarias para
comunicarse con un alemán y que muestren respeto hacía ellos. En la sociedad alemana, es
verdad, los refugiados no están para nada bien vistos por la mayoría de gente, por lo tanto,
los modales son fundamentales para que les tomen en cuenta. No hay que olvidarse que
dentro de este grupo de refugiados, jóvenes, mayores, se encuentran gente que en su país,
Siria, trabajó o estudió algo con lo que podría aportar nuevos puntos de vista y aspectos de
mejora a los alemanes. Esta es la única razón por que los alemanes puedan tener en cuenta a
los sirios, utilizar sus conocimientos para mejorar el funcionamiento de las herramientas
alemanas. Es sorprendente lo atentos que están y cómo valoran todo lo que les digo.
Voy a ser sincera, nunca lo había pasado tan mal, no me había sentido tan importante
y responsable en mi vida. En los momentos en los que estaba dando clase me he sentido la
guía de estas personas desamparadas. Cada vez que me hacían preguntas y se interesaban
mostraban un rostro triste, apagado. Asimismo, aunque su situación sea muy complicada
ellos ponen toda su energía, la poca que les queda, en intentar salir adelante.
De verdad, no os podéis imaginar lo que he valorado que estas personas se esfuercen
tanto. Aunque en mi vida ha habido momentos en los que yo sentía que estaba dando mi
máximo, no ha sido hasta el día de hoy cuando me he dado cuenta de que sacamos toda la
energía posible cuando la situación es de vida o muerte. En mi concepto de persona no cabía
la posibilidad de que alguien se supere a sí mismo tanto como lo hacen estos refugiados. De
verdad es unos valores humanos que nunca antes había percibido.
3. RETO “La comprensión mutua”
Pero no todo es tan fácil como parece. Me ha llevado 3 semanas acostumbrarme al
ritmo de vida del campo. Nos levantamos muy pronto, desayunamos todos juntos y luego,
algunos van a clase y otros reciben apoyo psicológico y legal. Para mí, la parte más emotiva
es cuando todos comemos juntos y nos contamos cómo ha ido la mañana y qué esperamos
del día. Ya que después de comer cada uno realiza actividades según la edad. A mí me ha
tocado desde jugar con niños pequeños hasta jugar una partida a cartas con los pocos
mayores que hay en el campo. Este grupo es el más difícil de satisfacer porque no disponen
de la energía y movilidad que los demás, normalmente con los demás grupos solemos hacer
103
La gran transformación
deportes, paseos, juegos y actividades que requieran movimiento e interactuar tanto como
entre ellos mismos, como con nosotros, los voluntarios.
Aunque el aspecto más difícil, aparte de cambiar mi rutina ha sido entendernos
mutuamente. Los primeros días yo no sabía cómo debía actuar. Teniendo en cuenta que
somos de culturas totalmente diferentes, hay muchas costumbres a las que no sabía
responder. Ahora sé de primera mano que la gran mayoría de los que se encuentran aquí son
musulmanes y respetan las reglas de su religión. He de decir que al principio me chocaba
mucho que cinco veces al día se pararan a rezar dejando todo lo que estaban haciendo.
También he descubierto que en el islam el trato a la mujer depende en los valores que hayan
sido educados. En el campo hay de todo, desde mujeres que van tapadas con burka hasta las
que llevan el cabello y la cara al descubierto. Este es un contraste que nunca jamás antes de
venir aquí me lo hubiera imaginado. Poco a poco me voy dando cuenta de que tenemos que
estar abiertos a nuevas culturas y que no hay que cerrarse.
Otra vez más me han sorprendido: me han demostrado que son personas muy leales
y sacrificadas. Muestran una gran devoción por Alá, su dios, y lo toman muy en serio. En mi
círculo cercano, en mi comunidad, por mucho que seamos cristianos a la hora de actuar no
tenemos en cuenta los valores que nos enseñó Jesús, más bien lo utilizamos como algo que
nos da suerte y esperanza. Creo que tener en cuenta y actuar con los valores de nuestras
creencias es más importante que manifestar la fe.
Toda esta reflexión se ha producido tras muchos desencuentros y errores con familias
musulmanas. Como yo he decidido desempeñar mi labor de voluntaria como profesora, no
solo doy clase a los niños o jóvenes, también hay gente de mediana edad que necesita
aprender el idioma y la cultura para poder integrarse en la sociedad alemana lo antes posible.
La variedad de mis clases han hecho que tenga largas charlas con padres y madres de familia
del campamento. Hemos pasado muchas horas juntas, hablando de los motivos por los que
estamos aquí, qué hemos dejado atrás, qué esperamos de la vida, quiénes somos nosotros en
realidad.
Mi historia ha sorprendido a muchos de ellos, porque no entienden cómo teniendo
una vida tan cómoda y asentada he podido dejar todo para ayudar a los demás y encontrarme
a mí misma. En cambio, yo me quedé impactada por la historia de la familia Swedy. Estos
tienen 4 hijos y vivían cerca del templo de Palmira, en Siria. Tenían un negocio de turismo,
con el que vivían muy bien y disponían de dinero suficiente como para enviar a sus hijos a la
universidad. Como sabréis, Palmira es un templo muy antiguo y con un valor histórico
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La gran transformación
increíble. A medida de que la situación en Siria se iba calentado, los turistas dejaron de ir y,
por lo tanto, esta familia perdió su fuente de ingresos. Esto llevó a que su hijo mayor no
pudiera ir a la universidad y que empezaran a vivir en una situación precaria. Está familia
decidió aguantar hasta el final, hasta que el Estado Islámico invadió su pueblo para coger
todo el dinero que tenían y emprender el viaje de sus vidas.
Pensé que esto fue lo más difícil, pero no. A medida que seguían hablando, dijeron
que cuando se estaban acercando a su objetivo, su hijo mayor decidió volver, ya que mientras
que estaba viviendo la dureza del viaje, pensó que prefería sufrir en su país aunque se tuviera
que jugar la vida. Este hecho hizo replantearse a la familia entera si de verdad valía la pena
abandonar el hogar, su país, sus costumbres, todo; para enfrentarse a lo desconocido que
tampoco les aseguraba nada bueno. Finalmente, creyeron que una vez empezado el camino
hacia la libertad, no había que parar y volver atrás. Dejaron marchar al mayor y ellos se lo
tomaron como un partido, la vida les había dado la oportunidad de jugar la prorroga y ellos
iban a luchar hasta el final, perdieran o ganaran.
Escuchar esto me conmovió. No me quiero imaginar cómo tiene que ser el camino
para volver a tu país en guerra. En momentos como estos es cuando me doy cuenta de lo
bien que vivimos nosotros y de las comodidades y oportunidades que tenemos.
4 RETO “Empatizar”
Por ahora solo me he expresado en los momentos buenos y positivos. Hoy el inicio
de mi 6 semana he sufrido y mucho encima. Sabía que este día iba llegar, yo soy una persona
que piensa mucho en los demás y me da mucha impotencia no poder ayudar. Por primera
vez en mi vida, me he sentido frustrada a escala incalculable. He echado en falta mi casa,
mis comodidades, a Miguel, a mi familia y amigos y he llegado a pensar en abandonar.
Es cuando vemos las noticias y un grupo de los refugiados empieza a gritar y a llorar
cuando me doy cuenta de que mis problemas no tienen nada que ver con los suyos. Yo
dispongo de seguridad, salud, familia; en cambio, ellos no tienen nada asegurado. Sus vidas
están en el aíre y cualquier día, en cualquier momento, pueden ser expulsados a Turquía
después de haber estado tan cerca de cumplir su objetivo. Yo echo de menos mi casa, pero
sé que cuando vuelva ahí seguirá. En cambio, ellos están viendo cómo su país se está
destruyendo, sus pueblos son restos de ceniza y los restos de sus recuerdos y sus casas están
volando en dirección al desierto.
105
La gran transformación
En mi cabeza no entra cómo una familia, después de perder dos de sus hijos en el
camino, sigue adelante y saca fuerzas de donde no tiene para en buscar un futuro mejor. Yo
me he cuestionado muchas veces cómo puede cambiar la visión de la vida en el momento
que ves que la tuya pronto se va a terminar. Es increíble cómo todos los que están aquí siguen
luchando, yo no hubiera sido capaz.
5. RETO “Valorar y reflexionar”
Tras unas semanas de no parar y ayudar a mucha gente, ha llegado el momento de
ver si todo este esfuerzo ha servido para algo. Por una parte, sé que muchos de los refugiados
a los que he dado clase, han conseguido asilo político, por lo tanto, han cumplido su objetivo
y van a empezar otra nueva etapa de su vida en un nuevo país. Por otra parte, también hay
gente a la que no he podido ayudar porque no les ha sido concedida la residencia. En estos
casos siento que he fracasado y que mi labor aquí no es como la que yo creía.
Siento que el fin de mi viaje ha llegado, que este es el momento de regresar a casa y
empezar de nuevo. Todos nosotros emprendemos un viaje en nuestras vidas, en busca de
algo mejor, de nuestro yo o incluso solo por ocio. Es ahora cuando después de haber
recorrido gran parte del mundo como turista cuando me he dado cuenta de que cuando de
verdad aprendes y valoras un viaje es cuando hay alguien que ayudas de por medio.
Yo en mi caso he intentado ayudar a los refugiados en este campo. En este viaje me
he encontrado a mi verdadero yo, pero a la vez he conocido un aspecto del mundo y la vida
que ningún libro relata. Mientras que en estos tres meses podría haber estado graduándome
y consiguiendo un gran puesto de trabajo, estoy más que orgullosa y agradecida de haber
disfrutado de esta experiencia inolvidable. He sabido enfrentarme a situaciones nunca antes
imaginadas, empezando por dejar atrás mis apoyos.
Sin embargo, al igual que yo estoy muy contenta de haber dado el paso, no todos
disponemos de los mismos medios y oportunidades para comenzar. Durante este tiempo he
conocido muchas familias que lo dejaron todo y emplearon los ahorros de toda una vida para
emprender el camino hacia la libertad y la justicia. Este viaje ha estado lleno de obstáculos e
imprevistos, es por ello por lo que muy pocos han podido llegar a su destino. En cualquier
viaje es necesario tomar la decisión de comenzar y acarrear con todas las consecuencias por
mucho que esto conlleve muchas alegrías y tristezas.
Todos nosotros tenemos una oportunidad en la vida en la que podemos luchar y
trabajar por conseguir lo que nosotros queremos y conseguir nuestro objetivo personal. En
106
La gran transformación
estos 3 meses, he aprendido a valorar lo que yo tengo en mi casa, lo que otros tienen y lo que
les falta, otras costumbres y religiones, nuevas necesidades…
Asimismo, me he llenado de valores y aprendizajes impensables a primera visa. En
este mundo tan globalizado todavía quedan muchos aspectos en los que cada uno tiene una
visión distinta y por ello se forman los enfrentamientos.
Este es el aspecto que quiero remarcar. Muchos creerán que mi viaje ha sido solo
para despejarse y reflexionar. Aparte de para eso, también me ha convertido en una persona
totalmente diferente, pero a la vez igual. Sigo teniendo las mismas ganas que antes de ayudar
a los que peor lo están pasando, pero ahora, después de haber vivido la experiencia desde un
campo de refugiados, me he dado cuenta de que por mucho que todos aportemos a los
refugiados, no vamos a conseguir nada.
Creo que la clave está en cambiar la situación mediante discursos y cambios
legislativos. Nosotros, los voluntarios, no tenemos poder suficiente para hacer cambiar las
leyes del asilo, de la residencia; nosotros podemos ayudar mediante la aceptación social.
Mientras que nosotros trabajemos cambiando la imagen y los estereotipos sociales, los
políticos son los que de verdad toman las decisiones. Son ellos quienes aceptan o deniegan
la entrada, los que cierran las fronteras…
Yo estoy convencida de que es la única manera de hacer crecer un país, una
generación y el mundo entero. Es por esto por lo que en mi vuelta a casa seguiré haciendo
de voluntaria en una ONG local. Pero a la vez me voy a hacer militante de un partido político
con el que me identifique para así poco a poco, ir cambiando las injusticias y las leyes que no
favorecen a la minoría, es decir, transformar la sociedad hacia una mejor.
Nosotros, la humanidad entera tenemos que darnos cuenta de que el futuro de la
continuidad de nuestra raza está en nuestras manos y no tendremos otro viaje para poder
conseguirlo. Este es el momento.
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La gran transformación
SOY VIENTO
I
Os voy a contar la historia de mi vida. Algunos dicen que yo no soy nadie y otros me
definen como rara, pero yo soy viento. Esta historia es muy larga y llena de abismos oscuros
y escalofriantes. Empecemos desde el principio. Me llamo Maddy y tengo 17 años. Aunque
a simple vista no lo parezca, he vivido más aventuras que todos esos libros que están encima
de la estantería izquierda de mi habitación, todas esas liantes historias contemporáneas juntas.
Por dentro, soy como dos imanes atrayentes de polos opuestos. Soy orgullosa,
divertida, reflexiva, presumida… toda clase de adjetivos contrarios a la vez. Quiero conocer
el mundo, viajar a cada país, a cada ciudad. Ser libre y no depender de nadie. Pero he de
mencionar que odio las despedidas y quizás ese sea mi mayor problema. Sé que echaré de
menos a las personas, pero siento que solo serán una pérdida más en la interminable lista
guardada de mi cajón. ¿Así que para qué pensar en eso?
Soy una simple adolescente que pronto dejará de serlo y, también, que no se
acostumbra a expresar lo que siente. Pero a veces busco algún método en el que me logró
desahogar, me gusta reflexionar sobre muchas cosas. La mayor parte de mi tiempo lo hago.
Además, al ser buena oyente, logro tener la confianza de muchos, y siempre creo que es más
importante escuchar que hablar.
Físicamente no me considero guapa, nada de eso, pero tampoco un engendro
monstruoso. Algunos dicen que me parezco a mi padre... no lo sé. Tampoco creo que le
conozca lo suficiente.
Mi infancia y niñez fueron muy duras, digamos que casi imposibles de describir y
fueron bastante difíciles de llevar.
Mi padre se llama Roberto y es brasileño, veinteañero cuando yo era niña, y alto y
esbelto como un monte. Tiene una barbilla afilada y una cara que se echa para abajo. Sus ojos
son grandes y almendrados y su nariz no muy chata. Es astuto, egoísta y muy materialista.
Sus ideales son confusos y engañosos, sabe manipular a todo el mundo. Solo es un estafador
ambulante.
Mi madre se llama Érica, también, brasileña. Algo más joven que mi padre, pero ha
vivido muchísimas más aventuras que este. Es una mujer magnífica, comprensiva y altruista.
Tiene ojos grandes de color ámbar y una mirada peculiar que atrae a todo tipo de hombres.
108
La gran transformación
II
Actualmente mis padres no están juntos y creo que nunca lo han estado. Nada más
nacer, mi padre le confesó a mi madre que esta no era suficiente para él y aun así, consiguieron
convivir en esa situación. Esto le decepcionó muchísimo. Mi madre sufría y años después,
cuando yo ya estaba crecida, nos trasladamos a otro país, concretamente a España. La
elección fue de mi madre y eligió España por una única razón: allí vivían unas amigas suyas.
Estas eran mentirosas, embusteras y damas de la noche, por así decirlo.
Ya en España, yo me sentía muy sola, no tenía amigos y tuve que aprender a
sobrevivir sola. Mi madre se convirtió en lo que nunca hubiera deseado, se transformó en lo
que sus amigas la persuadieron, esto es, en una dama de la noche. Yo no entendía muy bien
por qué nunca estaba en casa, pero he de mencionar que nunca faltaba dinero. Crecí en un
mundo de adultos sin saber que existía otro y todo esto teniendo una figura paterna ausente.
Al poco tiempo, mi madre cada vez llegaba más tarde o simplemente no llegaba. Yo
le reclamaba y me decía que era época de mucho trabajo. Yo no entendía nada, o al menos,
no lo quería comprender. Después de algunos años en esta situación, cuando yo ya tenía 15
años, mi madre me presentó a Rubén. He de decir que no me caía bien y, no muy tarde,
empezaron a ser novios. Yo le tenía un gran respeto y no poco miedo, y siempre que podía
procuraba no tropezármelo; era bruto y no toleraba que se le contradijera en nada, manía que
yo respetaba.
Con solo 15 años en la escuela me llamaban rara, también, según mi madre y mis
conocidos. Viendo la televisión y estos tipos de telecomunicaciones, me di cuenta de que
vivo en un mundo anárquico donde la democracia es una simple ilusión. En la tele solo
anuncian temas sobre la corrupción y mediocres políticos. ¿Políticos corruptos? No son solo
eso, mirad más allá. Son personas. Simple personas. Muchedumbres que solo miran por su
propio interés apoderándose del de otros.
Si te pones a pensar, todo el mundo es igual. ¿Qué harías tú con veinte millones de
euros? Aunque muchos lo nieguen, el dinero lo compra casi todo. Y opino que ese ‘casi’ es
relativo. Lo siento. Los ricos son más ricos y los pobres más pobres, no cambiará, la historia
se repite una y otra vez. El que tiene dinero quiere más y a las personas poderosas no les
importa qué consecuencias conlleva esto. Sé que hay un grupo poderoso de personas ahí
fuera que secretamente dominan el mundo. Hablo de tipos de los que nadie sabe nada. Tipos
que son invisibles. Tipos que juegan a ser Dios sin permiso.
109
La gran transformación
 Hija, ¡HOLA! - repitió por enésima vez. Maddie, ¿ya estas soñando despierta otra vez?
 Ehh, lo siento mamá. - dije.
 ¿En qué estabas pensando? ¿Y qué hacías?- me preguntó mi madre desesperadamente.

No lo sé, estoy muy cansada. - le mentí.
 Érica: Me voy a trabajar que ya es hora. - se manifestó rápidamente.
 (¡Cómo no!, pensé.) Adiós, ten cuidado yo me iré a dormir. - le volví a mentir.
Mierda, lo he vuelto a hacer. Mente cállate, por favor. ¿Mejor me callo? ¿Ahora? ¿Sí?
¿No?
No hago más que soñar despierta. He ido a una cantidad enorme de psicólogos y
todos me dicen lo mismo. Son alucinaciones, sueños e invenciones que me hago yo misma.
Me dicen que son secuelas de nunca haber tenido a un padre a mi lado. Nunca haber
escuchado un ‘muy bien, hija’ de él. Un ‘no necesitas esforzarte tanto para gustar a los demás’.
No sé si creerme eso, en verdad no quiero creérmelo.
III
En clase solo era un bicho raro, al que todos marginaban. O quizás fui yo la que me
margine. No lo sé bien. Solo sé que soy observadora y sé todo lo que pasa a mí alrededor. Sé
que muchos jóvenes se encuentran en mi misma posición, esto es, se preguntan quién soy,
pero para saber eso deberían cuestionarse en quién se quieren convertir, en quién quieren
ser. ¿Quién quiero ser yo? ¿Eso es lo que me define? Dicen que definirse es limitarse, pero,
también, que si no lo puedes hacer nunca controlarás hacía dónde te diriges... Así que me
pregunto quién soy y a dónde voy. Siempre reflexiono profundamente, pero nunca consigo
responder a estas cuestiones. ¿Por qué?
IV
Cuando escucho algo que no es de mi agrado, lo ignoro. Como si fuese esa música
tan insignificante de los ascensores públicos. Con el tiempo he aprendido y adquirido esa
habilidad. Ignorar. Es mejor hacerlo que escuchar memeces insignificantes, al menos, eso es
lo que me aconsejó mi abuela antes de morir. El valor de la vida es tan subjetivo, tanto que
me repugna, me da ganas de vomitar. ¿Por qué vivimos? ¿Con qué fin? Nadie puede asegurar
estas respuestas y eso es algo que me transmite mucha rabia. ¿Por qué no suicidarse aquí y
ahora? ¿Por qué no un suicidio colectivo? Espera, que sé la respuesta. Porque todos somos
iguales y diferentes a la vez. Todos simulamos lo mismo; fingimos que sabemos qué hacemos
110
La gran transformación
aquí. Somos todos falsos, y con ese disfraz lo acaramelamos todo. Nadie sabe qué hacemos
aquí, pero aun así gran mayoría tiene miedo a la muerte.
No lo sé. Quizás lo que me decepciona tanto de la sociedad es que a lo mejor es que
todos pensamos que Steve Jobs y Bill Gates fueron y son dos grandes hombres incluso
sabiendo que ganaron y ganan billones a costa de niños. O a lo mejor es que sentimos que
todos nuestros héroes son falsos. El mundo en sí es una gran mentira. Nos pasamos la vida
gritándonos los unos a los otros; mentiras enmascaradas como si en realidad pensáramos así.
Redes sociales que nos hacen pensar que de verdad tenemos intimidad. Lo peor de todo es
que hemos votado para esto, esto es, no con nuestras amañadas elecciones, sino con nuestras
cosas, nuestras propiedades, nuestro dinero. Si no pagamos algo es porque el beneficio lo
sacan de otra parte. No estoy diciendo nada nuevo. Todos sabemos por qué hacemos esto.
No porque las series como ‘Juego de Tronos’ nos hagan felices, sino porque queremos estar
dormidos. Porque duele no fingir, porque somos cobardes.
V
Toc, toc, toc (suena la puerta)
 ¡Hija, ven a ver la televisión con Rubén y conmigo! - dijo mi madre.
 No me apetece... - manifesté yo vagamente.
 Por favor, es el único momento libre que tengo del día, ¡ven a estar con nosotros, venga! replicó Érica, es decir, mi mamá.
 Voy... - expresé sin mucho entusiasmo.
Televisión: ‘Gracias a la modernización y los jóvenes cada vez son más vagos e ignorantes…’
 ¡Y tanto que es verdad! Mírale a Maddy, no hace nada. - protestó Rubén, el novio de mi
madre.
 ¡Deja de meterte con ella! - declaró mi madre.
Ya están discutiendo otra vez y siempre por mí. ¿Merezco vivir? No sé por qué he
bajado a la sala a ver la televisión con ellos. Sí, siempre lo hago todo mal. No sirvo para nada,
me lo recuerdan todos los días. ¿Qué hace la gente normal cuando se pone así de triste?
Supongo que recurren a sus amigos o familias. Esa no es una opción para mí.
 ¡Maddy! ¿Estás bien? - me preguntó mi madre.
 Déjale ya se está durmiendo otra vez. - protestó Rubén.
 ¡Maddy! - gritó ella.
111
La gran transformación
 ¿Qué? Estoy cansada. - manifesté yo.
 ¿Nos vamos de compras? - preguntó mi madre.
 … - expresé yo.
 Venga, vámonos. - ordenó ella.
Se creen que sin eso no existe la diversión. El verdadero problema y el más
importante es solo uno, consumimos y no paramos de consumir. Hemos convertido el
consumo en una necesidad, en un momento de "paz". Nuestro valor como persona se mide
en función de lo que consumimos, ¿a quién no le gustaría tener una mansión gigantesca o un
Ferrari? puede que con un piso mediano y un vehículo normal tengas suficiente, pero el
hecho de comprar más significa que tienes más, y por lo tanto que vales más como persona…
Ojalá hubiese nacido en otra época. Espera, ¿en otra época? ¿Cuándo estaban el nacismo y
el fascismo? ¿La época autoritaria? No, ni hablar. Creo que nunca ha habido una época en la
que todo haya ido bien y más siendo del género femenino.
VI
(En el colegio)
 ¿Estáis todos en parejas para hacer un comentario de texto? - preguntó la profesora de
Lengua.
 ¡Sí! - gritaron todos.
 No, falta Maddy. - manifestó David.
 Yo puedo hacerlo sola, no hay ningún problema. - expliqué yo.
 Necesitas una pareja, tengo que evaluarte el trabajo IKKI. - respondió la profesora de
Lengua.
 ¿Evaluarle el trabajo IKKi? Si no sabe qué es eso. - dijo un compañero de clase.
 ¡JAJAJJAA! - rieron todos.
 Yo me pongo contigo, Maddy. - expresó David.
 No hay más que hablar, entonces. Muy bien, David. Ahora empezar a perfeccionar el
comentario de texto que la semana que viene habrá examen. - manifestó la profesora de
Lengua.
 ¿Por qué te has puesto conmigo? - pregunté.
 Estabas sola, ¿no? - manifestó David.
 Sí, pero... - intenté no tartamudear y explicarme.
 Pero ¿qué? - replicó él.
112
La gran transformación
 Nada, es raro. - dije.
 Yo no lo veo así. - respondió él.
 Ya hago yo el trabajo si quieres. - contesté yo.
 ¿Me ves con cara de tonto o qué? - preguntó él.
 No... - me hice la ignorante.
 No soy como los demás… - confesó David.
 Vale, bueno, ¿qué piensas sobre la deixis personal? - rápidamente pregunté yo.
David era guapo, un chico normal, agradable, atractivo y divertido. Tenía los ojos
verdosos, era esbelto y sus labios eran rojos como las cerezas, acompañados por dos mejillas
que siempre estaban rosáceas.
No sé muy bien por qué, pero me transmitía algo
indescriptible, como ese olor nostálgico a nueces que resplandecía en invierno. No lo sé, pero
me emitía una sensación de tranquilidad tormentosa. Raro.
VII
 Ahora quiero que paseéis por la calle y me digáis para qué sirve un comentario de texto. explicó la profesora de Lengua.
 ¿EEH? - expresaron todos los compañeros de clase.
 Tenéis dos clases enteras para realizar este trabajo, no hace falta que os documentéis. Solo
os pido que paséis por la avenida y me digáis qué relación tiene con un comentario de texto.
- aclaró ella.
 Fácil, ninguna relación. - comentó un compañero.
 ¡JAJAJAJ! - carcajearon todos.
 Venga, Maddy. Coge tus cosas y vámonos. - exigió David.
 No hace falta, de verdad, si quieres vete a casa. Yo ya sé cuál es la función que tienen los
comentarios de textos. - expresé yo.
 No me voy a ir a casa y tú vas a venir conmigo. - me rogó él.
 A las órdenes, capitán. - manifesté.
Paseamos por toda la avenida y miramos a la muchedumbre corriendo con sus
teléfonos como si estuvieran ocupados; a carteristas disfrazados buscando oportunidades
para robar; a mocosos jugando en los columpios del parque y etc.
 Bueno y según tú, ¿cuál es la función de un comentario de texto? - replicó él.
 ¿No lo ves? - le cuestioné.
 ¿El qué? - se hizo el desentendido.
113
La gran transformación
 El mundo real, el mundo donde tienes que tener un IPhone, donde te traicionas a ti mismo
actuando como alguien más solo para aparentar y para caerle bien a los demás, donde un
amigo o un extraño valen lo mismo porque al final ninguno importa. Mueren niños por no
tener dinero, justificamos guerras por un solo hombre, un presidente, matamos a millones
por distintas religiones… Pero, este es el mundo que queremos, donde mejor nos
entendemos, ¿no? - contesté.
 ¿Eso es lo que refleja un comentario de texto? - preguntó él.
 Sí, pero con otras palabras. - dije.
 De acuerdo, y ¿qué pasa si ese no es mi mundo? - cuestionó él.
 No eliges tu mundo, sobrevivimos en el que nos toca a todos. - respondí.
 Yo no lo veo así. - expresó.
 Entonces, ¿qué pretende un comentario de texto, según tú? - cuestionó él.
 Pretende que la gente no nos engañe. - manifestó.
 No has dicho nada diferente a lo que he dicho yo. - aclaré.
 Según como lo interpretes tú… ¿y si eres tú la que me engañas a mí? - preguntó.
 ¿Yo? ¿Qué dices? - dudé yo.
David me hizo pensar y ¿si él tiene razón? ¿Soy yo la que engaña a todo el mundo?
Siempre he creído que soy yo la incomprendida y que el mundo estaba hecho a la medida de
los demás. Me he sentido frustrada, he realizado simplemente actividades para no pensar y
me he pasado por ignorante para alcanzar objetivos. Y, ¿si todo eso es una ilusión mía?
VIII
 Vamos a redactar el trabajo y lo entregamos. Lo hemos terminado con un día de antelación,
¿no? - me recordó David.
 Vale, vámonos. ¿Te puedo hacer una pregunta? - le pregunté nerviosa.
 Sí. Ya he contestado a tu pregunta. - expresó David irónicamente.
 … pues, ¿te puedo hacer dos preguntas? - pregunté.
 Por supuesto. - contestó.
 Siempre me he sentido rara e incomprendida, me encuentro en lugares, pero no me siento
bien. Estoy rodeada de gente, pero, a la vez, me siento sola y en esta soledad me pudro.
¿Sabes? Me caes bien. No aparentas ser del montón. - le expliqué.
 Gracias, supongo. Yo también me siento igual que tú a veces... ¿Y la pregunta? - manifestó
David.
114
La gran transformación
 ¿Crees en un Dios o en un ser todopoderoso? - le cuestioné.
 En mi opinión, sí. Existe un creador omnipresente, una cortina oscura de humo que cuando
a la mayoría le conviene le reclama como si de un ángel caído fuese. Tengo fe, aunque solo
a veces y a ratos. - explicó David.
 Buena respuesta. - contesté.
Nos fuimos corriendo a redactar el trabajo y quedaban diez minutos, así que me
dispuse a leer el horóscopo, extraña costumbre que tengo desde pequeña, buscando
respuestas.
 Quiero que en estos minutos que quedan, escribáis la diferencia del mirar y del ver. - dijo la
profesora de Lengua.
 Vale, Maddy, empecemos. - expresó David.
 Todo el mundo me mira, pero no creo que nadie me vea. - dije intentando explicarme.
 La respuesta es sencilla, no. - replicó David.
 ¿Cómo lo puedes asegurar y decírmelo, sin dudar, ni un mísero segundo?- pregunté
esperando una respuesta que satisfaciera mis oídos.
 No puede ver cómo detrás de esos ojos negros se esconde un alma congelándose, ni la
realidad que se esconde detrás de ti. Estás perdida en tu mente ¿no te das cuenta?- expresó
poéticamente David.
 Oh, ¿ahora eres la reencarnación del mismísimo Pablo Neruda? - repliqué yo.
 Puedes emplear el humor irónico como quieras, pero yo sé qué se esconde tras esos malditos
ojos negros. - manifestó David.
Durante toda mi vida me he cuestionado si realmente era yo el problema, pero he
aprendido que no. Esa soy yo. Soy viento. Porque el viento no tiene dueño. No es de nadie.
Exactamente, como yo. Soy un ser libre. Y quizás, solo quizás, eso es la vida. Los pequeños
momentos te marcan, tienes que dejar de ser lo que los demás quieren y esperan, es decir,
tienes que dejar las apariencias, y empezar a buscarte, encontrarte a ti misma. Porque todos
en algún punto de nuestra vida, en alguna ocasión determinada, somos viento.
…
115
La gran transformación
EL PRINCIPIO DEL FIN
I
Eran las 5 de la tarde, el cielo estaba claro brillando por rayos del sol. Era un día
caluroso, la gente paseaba, se refrescaba y había niños corriendo por todas partes. El pueblo
era pequeño, con poca gente, pero muy acogedor. La gente se conocía, todos con todos. Era
por eso que los chismes llegaban a oídos de gente en un abrir y cerrar de ojos. Así fue como
pasó con María Teresa Montilla. Ella es una mujer culta, sabia, inteligente distinguida y
conocido por la ciudad de donde venía, por estar al mando de una empresa familiar muy
conocida. O al menos eso fue hasta que llegó a aquí.
María Teresa Montilla acudió a este pueblo, a Puerto Bravo, por circunstancias
familiares (porque su padre estaba enfermo), Sufría constantes ataques al corazón, por lo que
decide traer a su única hija, a la que adora con toda su alma, para que esta se hiciera cargo de
todo.
 Hola padre, ¿cómo amaneció hoy?
 Bien hija mía, sigo respirando…respondió su padre
 Los dos se ríen del sarcasmo del viejo.
 Hija, dice el viejo, - ven aquí, debemos hablar
 Aquí estoy padre, que es lo que sucede...
 Quiero que hablemos de lo que pueda suceder a partir de ahora, ya ves que no estoy en mis
mejores momentos...
 Sí, ¿pero a qué se está refiriendo?
 Me refiero a que ya no puedes contar conmigo porque ya ves que estoy sin dientes. No puedo
ni andar, respondió el viejo.
Se oyen pasos… es la señora Natividad, la encargada de las empleadas de la casa y
nana de la niña Mari Teresa, a quien así llamaban.
La señora Natividad es querida por toda la familia Montilla, ya que es como una
madre para María Teresa después de la muerte de su mamá.
 Disculpe, señor, ¿me mandó llamar? Dice la señora Nani.- ¿Entro en un mal momento?
 No, no Nani yo la mandé llamar, pero, ¿por qué se demoró tanto?
 Perdone señor, está ordenando algunas ropas, pero dígame, ¿qué sucede?
 La mandé llamar para que me hiciera compañía, ya sabe que la aprecio mucho
116
La gran transformación
 La Señora Natividad se ríe, junto con el viejo, con Ernesto.
 Hija, dice Ernesto, si quieres ve y distráete en otras cosas, más tarde seguimos con la
conversación.
 Está bien papá, luego estamos...

Mari Teresa se despide de su padre y de su nana con un par de besos.
María Teresa es nueva aquí, no conoce a nadie, y es por eso que decide acercarse a
los trabajadores de la hacienda.
 Hola a todos, dice la niña, - ¿cómo están?
 Bien señorita, ¿y usted? Responden todos a coro con mucho respeto.
 Estoy bien, gracias… ehh… ¿quién de ustedes es Santos Torrealba?
 Yo soy Santos, señorita, ¿qué se le ofrece?
 No... nada, es que papá me habló mucho de ti… de usted perdone.
 No, no se moleste señorita, puede tutearme, al fin y al cabo soy uno de sus empleados...
 Sí, pero eso no quita que deba respetarlo… lo dejo seguir con su trabajo, no le quito más su
tiempo.
 Hasta luego señorita, dice Santos.
 Santos era el capataz de la hacienda y ahijado de viejo Ernesto. Santos era querido y conocido
por todo el pueblo. Era un hombre pobre, de poca cultura y muy mujeriego e Iba de falda
en falda buscando lo que no se le perdió. Tenía una bonita novia, Valentina, quien estaba
perdidamente enamorada de él.
II
Son las 9 de la mañana, la niña María Teresa estaba despierta, por costumbre de la
ciudad. Se levantó, se aseó, se peinó, se vistió, desayunó y se fue a conocer el pueblo del cual
no tiene muy buena impresión. En la salida se topa con Santos, quien con sus ojos de
mujeriego le dice un cumplido a la señorita:
 Buenos días señorita
 María Teresa, por favor, llámame María Teresa.
 Está bien, como usted diga, María teresa. ¿Cómo le fue su primera noche aquí?
 No me trate de usted por favor, me hace sentir superior, cosa que no soy, ni quiero ser.
 De acuerdo, María Teresa.
 Mi primera noche aquí ha sido agradable, pero más agradable es lo primero que una vez al
despertar...
117
La gran transformación
 ¿A qué te refieres? Dice Santos con entusiasmo
 A que es agradable ver a gente como tú a primera hora de la mañana, Santos. Además quería
ver y conocer el pueblo, pero como comprenderás…
 Sí, sí sí yo… yo claro - responde Santos sin siquiera dejarla acabar. - Yo la acompaño con
mucho gusto.
 Claro, voy a por mi bolsa y te alcanzo
María Teresa se voltea con la intención de conseguir la atención del otro. Mari Tere
entra rápidamente a su recámara para coger su bolo y alcanzar a Santos, donde se encuentra
a Nani:
 Nani, ¿qué haces aquí?
 Nada mi niña, ordenando esto que parece un jacal.
 Ah... bueno yo me voy mi negrita, ¡me voy a conocer al pueblo con Santos Nani!
 ¿Con quién dijiste? ¡Con Santos! No mi niña, no
 Pero, por qué no Nani, si él se ha comportado muy bien conmigo... Hay algo en él que me
inspira confianza.
 ¡Ay esta niña dios mío!
 Mari Tere mi amor, no te voy a prohibir que salgas con él, pero ten cuidado, yo sé qué te
digo. Ese Santos será muy majo y todo lo que hayas visto en él, pero es un mujeriego.
 Ay Nani, tampoco exageres... Y ya te dejo que lo estoy haciendo esperar mucho.

 María Tera acude corriendo y entusiasmada a encontrarse con Santos, quien está sintiendo
las mismas ganas de salir con ella.
 Ya estoy aquí Santos, ¿por dónde empezaremos? Eres tú quien conoce esto muy bien. Yo te
sigo.
 Sí, sí, claro señorita… usted sígame,- dice Santos - Yo la llevo a donde usted quiera.
 Santos, habíamos quedado en que me llamarás por mi nombre y en que me tutearas
 Perdona, María Teresa, es que todavía no me acostumbro a ello…
 Los dos se ríen y se montan al auto. Santos, usando sus armas de seducir, le abre la puerta a
María, mostrando así que es todo un caballero.
III
 Empezaremos por la plaza, dijo Santos. - ahí podrás ver y comprar muchas cosas, y te gustará
porque está lleno de gente
118
La gran transformación
 Sí, por donde quieras. -responde María Teresa.
 Bueno y… dime, ¿cómo es que teniendo todo en la ciudad, decide venirse para Puerto
Bravo?- pregunta Santos.
 Allá en la capital estuve al mando de la empresa familiar que Papá creó. Él me preparó y me
pagó todos los estudios para poder prepararme y poder estar al mando de la empresa. Ha
sido muy difícil conseguir que me respetaran. Todos mis compañeros eran hombres. Se
creían superiores y más inteligentes que yo, me tendían trampas y hasta se reían de mis ideas
para proyectos.
 Vaya. habrás sufrido mucho en ese entonces.- dice Santos.
 No, no sufrí. Eso me ayudó a superarme. A destacar en un mundo en el que se dice dominar
por los hombres. Me quise hacer respetar y lo conseguí.
 ¿cómo lo hizo? - le preguntó sorprendido Santos.
 Simplemente seguí con mi sueño, quise llenar de orgullo a mi padre pero no solo a él, sino
también a mí misma, y a mi madre que aunque esté muerta, yo sé que es quien me ayudó a
conseguirlo. Empecé a trabajar en la empresa. Todo iba bien, hasta que las cosas comenzaron
a tomar otro rumbo. Esa es una de las razones por las que estoy aquí. Y la otra razón, pues
ya sabes, papá está delicado de salud y ...

 Sí, mi padrino está muy mal, pero es un hombre fuerte... Pero dime, ¿acaso no tuvo tiempo
ni cabeza para otras cosas?-preguntó Santos.
 ¿Otras cosas? ¿Otras cosas como qué?
 Bueno… ya sabes… novios... esas cosas, ya me entiendes
 Aria Teresa se ríe, cosa que incomoda a Santos.
 No, no tuve ni tiempo ni cabeza para esas… cosas. Pero, ¿nunca es tarde, no?
 No, no, no... nunca es tarde, -respondió Santos.
 Los dos se quedaron mirándose a los ojos, pero Santos rompió el momento:
 Ya hemos llegado.
IV
 ¡Nani!- grita María Teresa.
 Ay niña qué pasa, ¿por qué gritas así?
 Nada mi negrita, nada. ¡Estoy feliz! Eso es lo que pasa.
 ¿Y a qué se debe tanta felicidad?
 Nani, ¿qué se siente una cuando está enamorada?
119
La gran transformación
Nani, con cara de asombro, responde:
 ¿Enamorada? ¿tú? ¿De quién mi hija? Si acabas de llegar ayer mismo niña.
 Respóndeme Nani.
 Ay niña, ya sabes que yo nunca estuve enamorada de un hombre, pero lo que te puedo decir
es que, cuando una está enamorada, ella lo siente, y nadie más. Bueno sí, los demás no lo
sentimos, pero sí que lo vemos. A una le brillan los ojos cuando está enamorada.

Nani, y, ¿se sienten mariposas? ¿se sienten esas ganas de llamar su atención cuando lo veo?
 Mari Tere, ¿de quién estás tú enamorada?
 ¡Ay Nani! Respóndeme por favor, no tengas prisa que yo te lo cuento todo.
 Sí Mari Tere, sí, una se siente con confianza, aunque no todas ni siempre. Algunas sienten
pena, otras son tímidas… hay distintos casos.
 Negrita, mi viejita, por todo lo que me estás diciendo, creo que estoy enamorada. Y ¿adivina
de quién?
 Mari Tere, déjate de rodeos y dime quién es ese hombre que te tiene así de preguntona.
 Es Santos Nani. Santos Torrealba.
 ¡Qué! ¿Santos? ¿Santos el ahijado de tu padre?
 Sí Nani él. ¿Qué pasa, por qué tienes esa cara? Qué. ¿no decías que querías saber quién es el
hombre del que te hablo? Pues es él. Santos
 Sí sí niña yo te pregunté, pero ¿Santos? Ay niña a ver cómo le dices es a tu papá mi hija.
 ¿Qué me va a decir pues, Nani?
 ¿No te lo imaginas Mari Tere? Se va a oponer completamente de esa relación. Tú papá te
ama mucho, y no va a dejar que su única hija se case con uno de sus empleados.
María Teresa no lo había visto así, pero de todas maneras, ella desea seguir con sus
planes de tener una relación con Santos. Todos los días se despierta de lo más pronto, se
mete al baño y se demora una eternidad ahí dentro. Todo porque su enamorado la vea bonita.
Hoy amaneció radiante, sus ojos brillaban, la brisa pegaba su hermoso, rubio y largo cabello
de un lado para el otro. Mari Tere repetía la misma rutina todos los días, y, según acaba,
corre a los brazos de su amado Santos, quien también le correspondía.
María Teresa y Santos se veían felices, enamorados, hasta que don Ernesto acaba con eso.
120
La gran transformación
V
Era un día frío, el cielo estaba oscuro en todo el día, ni un rayo de sol hubo. Como
siempre María Teresa se despertó pronto para ir a encontrarse con Santos. Pero esta vez las
cosas no le salieron como ella esperaba. Nada más salir de la puerta, ahí estaba su papá,
esperándola para regañarla. Para decirle en cara que el comportamiento que está teniendo es
de una niña malcriada. Que se está comportando como una cualquiera, y que él sepa, nadie
la educó así. María Teresa al oír estas palabras, no hace más que seguir derechito el pasillo
hasta el jacal de Santos donde para el colmo, encuentra a Santos con otra mujer. Desnudos
los dos, abrazados y en acción. ¿Por qué? Se preguntaba ella. Se dio la vuelta, sin hacer
ningún ruido, y se vuelve hecha un manejo de lágrimas para su recámara. Se tumbó en su
cama, cogió la almohada y lloraba y lloraba. No quería oír a nadie. No quería escuchar un ya
te dije de Nani. Simplemente deseaba estar sola. Sola para tomar decisiones. Sola para hacerse
preguntas y acabar con su vida.
Al cabo de unas horas Nani llega corriendo al cuarto de Mari Tere:
 Mari Tere mi niña, ábreme debes ver esto
María Teresa no responde.
 Niña, ¿estás ahí? Debes ver esto y ser fuerte mi amor.
María Teresa sigue sin responder.
 María Teresa hija, estás ahí. Ábreme la puerta anda, que nos acaba de ocurrir una desgracia.dice Nani llorando. - ay niña, estás ahí, ábreme. ¿Estás bien?, ¿te pasa algo?- dice Nani
preocupada.
 Nani se da cuenta de que María Teresa no la va a abrir, pero de lo que no se da cuenta es de
la gravedad de la situación. Nani acude al socorro de Santos, para que la ayude a tumbar la
puerta y asegurarse de que ella está bien.
 ¡Santos!, Santos ven aquí rápidamente.
Santos asustado se cae de la cama, y, de paso, tira a la mujer que lo acompañó esa
noche.
 ¡Ay Santos! ¡Santos sal que nos ha caído una desgracia! ¡ay dios mío!
Santos rápidamente se viste, y le advierte a Trinidad, la mujer que lo acompaña, que
lo espere aquí sin hacer ningún tipo de ruido, y que no deje pasar a nadie.
 ¡Santos que salga ya le digo!
121
La gran transformación
 Ya voy señora Natividad. Un momento por favor. -Grita Santos.
 Santos sale de la habitación apurado:
 Qué pasa señora, porque tanto grito
 Ay hijo, parece que nos ha caído una maldición en esta familia. Ay Santos, tu padrino, Ernesto
acaba de fallecer. Lo encontré tirado de la cama. Ay dios mío. Qué desgracia.
 ¡que! Qué dice señora, ¿mi...mi padrino? ¿Me está diciendo que mi padrino murió? No… no.
¿Estás segura?- grita Santos.
 Sí hijo, sí. Tu padrino acaba de fallecer. Y además, Mari Tere, Mari Tere no me abre la puerta
de su habitación. Lleva ahí horas, y debemos comunicarle el fallecimiento de su padre.
 ¿La señorita? ¿Qué le pasa a la señorita María Teresa?
 No lo sé Santos, ¡déjate de tanto preguntar y vamos a ver qué le pasa!
Santos y Natividad corren hacia la habitación de María Teresa. Nada más llegar,
Santos hecha unos cuantos pasos hacia atrás para tumbar la puerta. Repitió la misma acción
una y otra vez hasta que consiguió el objetivo, bajo la presión de Nani. Una vez la puerta
abierta, Nani corre al socorro de María Teresa. María Teresa estaba tumbada boca abajo, y
con un frasco de pastillas a su lado.- ¡Mari Tere mi niña! Grita Nani. ¡Ay dios mío! ¿Por qué
dios mío por qué? Santos sorprendido de la escena, corre hacía la cocina, para pedirle a
Genoveva unas toallas y alcohol para despertar a la señorita. Santos consigue lo necesario en
poco tiempo y vuelve corriendo a la habitación donde se encuentra Nani, quien no suelta a
su niña por nada del mundo. Mientras, otros trabajadores de la hacienda, con todo el dolor
del mundo, levantan al viejo fallecido para devolverlo a su cama, para que su cuerpo descanse
en paz, hasta que María Teresa, quien ellos no sabe en el estado en el que está, se haga cargo
del funeral de su padre.
VI
Santos, por desgracia, llegó apurado y hecho un manejo de nervios con las toallitas
mojadas y el alcohol para hacer despertar a María Teresa, pero se encuentra a la señora
Natividad llorando, y lamentando no haber llegado antes.
 Santos, -dice Nani- se nos fue. Mari Tere se nos fue Santos.
Santos no responde, su cara es de asombro, no sabe si llorar… si correr, si gritar...
Está anonado.
 Santos - llama Nani
Santos no responde.
122
La gran transformación
 Santos, hijo.
Santos sigue sin responder y Nani se levanta del suelo, con su cara llena de lágrimas,
con su voz temblorosa. No pudo ni andar, ni levantar la mirada, solo pudo refundirse en un
abrazo de consuelo que recibió de Santos, quien también estaba asombrado por las dos
noticias. Alzó la mirada y dijo:
 ¿por qué Nani, por qué a nosotros? ¿Y si hubiera salido seguido de tu llamarme? Quizás
estaría viva ahora. Quizás estaríamos a tiempo de salvarla.
Santos se dio la vuelta, triste, con los ojos llenos de lágrimas, pálido. Este era el
principio de una nueva vida para ella, y acabó siendo el final de su vida, Nani.
 Santos, -dice Nani.
Santos sin responder sigue su camino y no hecha ni una mirada hacia atrás.
123
La gran transformación
CUIDADO CON LO QUE DESEAS
Las vacaciones de Semana Santa estaban al caer, era un jueves por la tarde y los rayos
de sol de aquel día de marzo me cegaron en cuanto salí por la puerta. Aquel no sería un día
cualquiera, sino el momento en el que mi vida, tal y como la había conocido hasta ese
momento, cambiaría.
I - ANITA LA FANTÁSTICA
Cuando era pequeña me encantaban los cuentos. Por eso, mi madre me leía uno cada
noche. Mis preferidos eran los de princesas. Esos en los que, al final, la damisela en apuros
era siempre rescatada por el apuesto príncipe. Así que desde que tengo uso de razón he
deseado que uno de esos príncipes azules viniera en mi busca.
¡Oh! Creo que antes de continuar debería presentarme. Mi nombre es Ana, aunque
mis amigas me llaman Anita la fantástica porque dicen que soy una súper chica, quiero decir
que ellas piensan que tengo algo así como súper poderes que me ayudan a llegar a todas
partes. Según ellas no tengo tiempo para vivir, cosa en la que en parte tienen razón: entre
todas mis actividades no me queda mucho tiempo libre para salir con ellas. Tengo 17 años,
estudio primero de bachillerato en un pequeño instituto, el San Juan. Siempre he sido una
alumna sobresaliente. En un par de años quiero estudiar la carrera de Derecho y claro, en la
medida de lo posible, convertirme en el futuro en una respetada abogada. Dos veces por
semana doy clases particulares de inglés y francés. También voy a clases de pintura, una
actividad que me relaja muchísimo. Algo que me encanta hacer en mis ratos libres es leer y,
cuando estoy inspirada, escribir. No solo escribir tweets o posts en las redes sociales, sino
escribir de verdad. Tengo un diario, un diario online, pero eso es algo que no mucha gente
sabe. En él escribo todo lo ocurrido durante el día y también cómo me siento a mis
preocupaciones más sinceras. Sin embargo, lo que más me gusta es practicar deporte, así que
juego a baloncesto en el equipo junior del Club Baloncesto Romas.
A través del baloncesto he conocido a muchas personas que se han vuelto
importantes en mi vida. Entre ellas, una muy importante es Enrique. Lo conocí al principio
de la temporada, cuando vino a ayudar al equipo en unos entrenamientos. Enrique, aparte de
ser amigo de mi entrenador, es jugador del equipo mayor de mi Club y desde hace medio
año, mi novio. Enrique ha sido el primer novio que he tenido y, desde el día en que lo conocí,
supe que él era el príncipe que durante tantos años había esperado. Enrique, o Quique, como
le llaman todos, es un chico alto, medirá como un metro ochenta y cinco, que es muchísimo
124
La gran transformación
comparado con mi uno sesenta y poco. Tiene 20 años, sí 20, nos llevamos 3 años y eso es
algo que a mis padres no les gusta mucho. Por lo demás, no tienen problema alguno con él,
ya que mis padres y los suyos se conocen de cuando eran jóvenes y saben que su hijo es buen
chaval.
Enrique y yo nos vemos prácticamente cada día. Si no nos vemos en el polideportivo
los días de entrenamiento, intentamos buscar un rato para estar juntos. Algo que ayuda
mucho en nuestra relación es que a mis amigas les cae genial Quique, lo que hace que pueda
quedar con él incuso cuando estoy con ellas. Aunque es verdad que estos últimos meses no
he podido quedar tanto con mis amigas, los exámenes, los partidos y el hecho de que he
pasado más tiempo a solas con Enrique ha hecho que no me dé tiempo a todo. Lo peor es
que Marta, Julia y las demás me lo han echado en cara, dicen que ya no salgo y que me echan
de menos, pero yo les digo que sigo estando con ellas igual que siempre. Lo que creo que
pasa es que están un poco celosas de que yo tenga novio y ellas no, entonces quieren
estropear mi relación y que así vuelva a estar sola. Pero no lo van a conseguir porque, para
mí Enrique es lo más importante.
Eso fue lo que les dije en aquel momento, pero ahora, después de lo que ha pasado,
me arrepiento mucho de haberlo dicho.
II - 39
Recuerdo que toda esta historia empezó un lunes por la noche. Como de costumbre
volví a casa del entrenamiento y ayudé a mi madre a hacer la cena. Al terminar de cenar,
cuando nos disponíamos a empezar a recoger los platos, una noticia de última hora apareció
en la pantalla de la pequeña televisión de la cocina. Una chica de unos 20 años había sido
encontrada muerta, o más bien, asesinada en su domicilio, presuntamente a manos de su
pareja. Según la mujer de las noticias, era ya la trigésimo novena víctima de violencia de
género en nuestro país en lo que iba de año. Un silencio profundo predominó en mi cocina
durante varios minutos hasta que por fin, mi madre suspiró y dijo muy seria:
 Lo has oído, ¿no Ana? Cada vez son más las pobres chicas que tiene que sufrir que sus novios
abusen de ellas. Así que, por favor, ten cuidado.
 Mamá, eso a mí no me va a pasar. Enrique es un buen chico y nunca me haría nada así. – le
respondí yo muy segura.
 Nunca puedes fiarte de las apariencias cariño, estoy segura que esas chicas tampoco pensaron
en que sus chicos les harían nada malo, pero ahí tienes la prueba.
125
La gran transformación
 Mi madre se quedó callada entonces y miró a mi padre en busca de apoyo. Él, como siempre,
asintió y fijo sus ojos en los míos como diciendo “Nosotros solo queremos los mejor para ti,
solo queremos protegerte” y bla bla bla…
Yo ignoré ese último comentario y me levanté para recoger los platos sucios.
De lo que no me di cuenta hasta un par de meses después fue de la importancia que
aquella charla tenía. Para mí en ese momento no fue más que un sermón sin sentido sobre
un tema que ni se me ocurrió que podría pasar. Pero está claro que todos nos equivocamos,
¿no?
III - LOS 5 PASOS
Como todo adolescente, hoy en día tengo cuenta en prácticamente todas las redes
sociales posibles: WhatsApp, Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat,… Los jóvenes
pasamos mucho tiempo pendientes del móvil, usamos estas aplicaciones en cada momento,
y muchas veces revelamos datos que no deberíamos. Por ejemplo, dónde estamos, con quién,
incluso qué es lo que estamos haciendo exactamente. A veces, esta revelación excesiva de
datos puede desembocar en un grave problema al que hoy en día llamamos cyberbulling, o
lo que es lo mismo, el acoso a través de internet o las redes sociales. El problema de este
acoso cibernético es que es más difícil de detectar, y también de detener. He leído en varias
fuentes de información de internet que los expertos en este campo dicen que hoy en día todo
caso de acoso sigue un mismo patrón, el cual se compone en cinco pasos. Primero, uno de
los dos de la pareja toma un papel dominante, esto quiere decir que lleva el peso de la relación
y toma las decisiones. Después, ese papel dominante, el cual parecía ser inofensivo, cambia
y comienza a controlarlo todo, no solo la relación, sino a la persona en sí. Es en esta fase
donde los celos comienzan, ya sea por las conversaciones vía teléfono o por el círculo de
amistades. A continuación, empiezan las discusiones, en las que claramente siempre se
impone la parte controladora. Esto todo lleva a la violencia, la que no tiene por qué ser
necesariamente física, ya que, muchas veces, las palabras hieren más que los golpes.
Finalmente, la situación se sale de control y en este último paso es donde la violencia física
gana terreno hasta llegar a casos extremos.
Efectivamente, tal y como esas personas lo dijeron, así me sucedió a mí.
IV - PASO 1
Desde el primer momento que conocí a Enrique sentí algo diferente, especial y
mágico, algo que no puedo explicar. Al comienzo de la relación todo era perfecto, hacíamos
126
La gran transformación
muchísimos planes, pasábamos muchos ratos juntos y siempre lo pasábamos genial. A él le
encantaba hacerme regalos, escribirme poemas y llevarme a sitios preciosos. Con el tiempo
me acomodé y acabamos haciendo siempre lo que Enrique quería, cosa que en realidad no
me importaba, ya que para mí lo importante no era qué hacer, sino estar juntos. Esto fue
poco a poco a más hasta el punto en el que cualquier vez que quedábamos ni siquiera me
preguntaba, simplemente íbamos a donde se le ocurriera.
La verdad es que a mí todo aquello no me resultaba incómodo ni mucho menos, en
su momento pensé que al ser el mayor de los dos tenía, en parte, que llevar el peso de la
relación.
V - PASO 2
Con el tiempo nuestra relación se fue fortaleciendo, o eso creía yo. Empezamos a
pasar todavía más tiempo juntos. Hablábamos todo el rato, a todas horas. Me llamaba cinco
minutos después de habernos despedido y yo pensaba “qué bonito, me echa de menos”, pero
no era del todo así. En realidad, quería saber lo que hacía después de estar con él, a fin de
cuentas controlarme, aunque yo eso no lo veía. Cogía mi móvil en cualquier momento y sin
decir nada comenzaba a fisgar en mis conversaciones. Yo solo hablaba con él y con alguna
de mis amigas.
No obstante, un viernes, mientras Enrique y yo estábamos juntos, uno de mis
compañeros de clase, Raúl, me preguntó sobre los deberes del fin de semana. En cuanto
Enrique lo vio se puso furioso y empezó a gritarme como un loco, actuando de manera que
parecía que lo que estaba ocurriendo era algo malo.
De ahí en adelante los celos fueron cosa de todo los días. Se enfadaba por cualquier
cosa, ya fuera por saludar a cualquier chico que él consideraba una amenaza o por hacer algún
plan en el que él no estuviera incluido.
VI - PASO 3
Los celos llevaron a las discusiones y empezamos a discutir más de lo que nos
besábamos. Enrique comenzó a echarme en cara cosas que supuestamente había tenido que
soportar durante los meses anteriores. Pequeñas tonterías que a mí me parecían
insignificantes, pero que para él eran hechos que hacían que nuestra relación no avanzara.
Yo estaba muy enamorada y no quería que la relación se acabara, por lo que para que no se
enfadara conmigo le pedí perdón por todo lo que le había molestado en los meses anteriores
y, a la vez, dejé de hacer cualquier cosa que pudiera molestarle. Entre esta medidas se
127
La gran transformación
encontraba la de no hablar con ningún chico que no fuera él o también dejar de quedar con
mis amigas, ya que Quique se sentía excluido de ese círculo y tenía la extraña sensación de
que mis amigas me comían la cabeza para dejarle. Eso para nada era verdad, mis amigas solo
me decían que ellas veían algo raro en Enrique, como si hubiera cambiado desde que lo
conocieron y no precisamente a mejor.
VII - PASO 4
Las discusiones aumentaron todavía más y empezaron a coger una forma más
agresiva. Ahora Enrique utilizaba un lenguaje autoritario al hablarme, como si quisiera
imponerse ante mí. Incluso llegó a usar palabras vulgares e insultos hacia mí, yo que era su
novia y lo único que quería era hacerle feliz, ¿cómo podía decirme esas cosas? Llegó al
extremo de llamarme cosas que no tenía derecho a llamarme, ya que yo se lo había dado todo
y no valoraba todas las cosas que hacía por él. Aun viendo todo esto, yo no recapacitaba y
seguía ciega, sin ver todo lo que se avecinaba. La cosa era que después de cada discusión
siempre me pedía perdón, me decía que me quería y que no podía vivir sin mí. Me aclaraba
que todo lo que hacía lo hacía por nosotros y me repetía una y otra vez que nada parecido
volvería a pasar, pero ocurría sin cesar. Prácticamente todos los días.
VIII - PASO 5
El paso 5 fue el último y también el más duro. Cuando pensaba que nada podía
empeorar, sucedió. Un domingo por la tarde, después de estudiar para el examen de Filosofía,
quedé con Enrique y para mi sorpresa volvimos a discutir, ni siquiera me acuerdo de por qué
fue la discusión, lo último que recuerdo de aquel día es a Enrique levantando la mano y
lanzándola hacia mí fuertemente. Sentí cómo su mano se estampaba contra mi mejilla y
después su puño contra mi ojo. Así hasta sentirme magullada por todas partes. Después de
eso todo se volvió negro y desperté en una cama de hospital llena de moratones y vendajes.
La paliza que Enrique me había propinado fue tal que unas mujeres que pasaban cerca de
donde estábamos al ver la escena llamaron a la policía.
Ese fue el momento clave de mi historia, normalmente uno no se da cuenta de lo que
pasa hasta que lo que nunca había imaginado sucede. Esto marcó un antes y un después en
mi vida.
IX - NO MÁS
Desde ese momento en adelante me prometí a mí misma que nunca más volvería a
verme en una situación parecida. En cuanto me dieron el alta en el hospital corté toda relación
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La gran transformación
con Enrique. Él me suplico que le perdonara, que se le fue de las manos y que nunca más
volvería a pasar. Pero ya no podía creerle, esta vez no. Está demostrado que si algo pasa una
vez es mucho más probable que vuelva a pasar. Con los días Enrique siguió intentando
comunicarse conmigo hasta el punto de parecer un obseso, me dirigí, acompañada de mis
padres, a la comisaría de policía. Allí puse una denuncia, a la que llamaron caso de agresión
por violencia de género. Sonaba mucho más fuerte al decirlo en voz alta que en mi cabeza.
Esas palabras retumbaron en mi cabeza por varios minutos. Lo más difícil en este trámite
fue que los policías me pidieron algún tipo de prueba. Estaba perpleja, no había más que
verme, tenía todavía el cuerpo lleno de moratones. Mis padres les entregaron la ficha médica.
Yo, en cambio, les entregué mi diario. Al principio no le vieron el sentido, pero al abrir una
página al azar se dieron cuenta de que en él se veía reflejado todo lo ocurrido durante los
meses anteriores. Todo quedo a disposición de juicio, y ya no se podía hacer nada más por
el momento, todas las cartas estaba sobre la mesa. Yo solamente quería salir de aquel lugar y
no volver allí jamás. Me dirigí hacia la salida de la comisaria pero antes de salir de aquel lugar
cogí mi móvil y abrí la conversación del grupo de WhatsApp de mis amigas, en la que escribí:
 ¿Quedamos?
Y en seguida aparecieron varios pequeños, pero afirmativos bocadillo blancos en los
que pude leer “Claro.”
Justo antes de salir de aquel lugar, me fijé en unos carteles que colgaban de un panel
informativo a la entrada de la comisaría. Uno de ellos me llamo mucho la atención: en él
aparecía una chica vestida de princesa, pero en esa imagen no había ni rastro de príncipe azul.
Entonces leí en voz alta lo que en él estaba escrito.
“Y la princesa vivió feliz por siempre jamás en su propio castillo, con su propio
dinero y cuidando de sí misma. FIN.”
Sin darme cuenta una sonrisa bien grande se postro sobre mi cara, abrí la puerta y los
rayos de sol me cegaron por un instante, mientras entraban fuertemente en los pasillos de
aquella oscura comisaria. Saqué las gafas de sol del bolso y eché a andar con paso firme. En
aquel momento me sentí de una manera que ya casi ni recordaba. Segura. Segura de mí misma
y de que no necesitaba a nadie más que a mí para ser feliz, porque yo soy la dueña de mi vida
y tengo el poder sobre mis decisiones.
129
La gran transformación
AMOR SIN LÍMITES
I
Todo comenzó el día 7 de septiembre. Mi nombre es Sara Petterson y he vivido en
varios países por la profesión de mis padres. Mis padres son Andy y Laura y los dos trabajan
como profesores de la universidad y han dado clases en universades como Harvard,
Standford y Cambridge, por lo tanto, podemos decir que pertenezco a una clase alta. Además
de a mis padres también tengo un hermano llamado Peter al que le gustan mucho los
videojuegos y es un apasiado por las matemáticas. Por otro lado estoy yo, tengo la sensación
de que no soy de esta familia porque no comparto ninguna de las aficiones o gustos que tiene
mi familia.
Soy una chica de 16 años a la que le gusta la fiesta y no le gusta nada estudiar. He
estado interna en varios internados pero no ha servido para nada. En mi pensamiento lo
único que me rodea es la fiesta.
Acabo de llegar al aeropuerto de Londres y todavía me queda una hora para llegar a
mi destino, que es Brighton. El siguiente día empiezan las clases, por lo tanto estoy un poco
nerviosa. Cada vez que pasan las horas, mis nervios siguen aumentando. Decido acostarme
pronto para olvidarme de los nervios.
Llegó el primer día de clase y he de decir que no he pegado ojo. Mi madre se ofrece
a llevarme al colegio en coche pero decido ir andando, ya que está cerca de mi domicilio y
disfrutar del paisaje y de la comunicación entre los pájaros. Apenas han pasado 10 minutos
y ya estoy viendo el colegio. Mis nervios van aumentando y veo cómo toda la gente se
relaciona y se da besos entre sí tras no haberse visto por un largo periodo. Decido ser fuerte
llegar el aula. En el aula solo estoy yo, por lo tanto pensé que me podría haber confundido
de clase. Para confírmalo voy al tablón y confirmo mi pensamiento, me había confundido de
clase (me consuelo diciéndome que serían los nervios)
Llego a mi aula y veo que todos están sentados, incluso el profesor, es decir, había
llegado tarde el primer día de clase. Todos se quedaron mirándome al ver que no me
conocían. Vi un sitio al lado de un chico muy guapo, aunque parece un poco antipático. Tras
una hora de charla de cómo iba a ser el curso, nos dieron el resto del día libre y decidí ir a
casa a descansar, ya que todavía no estoy acostumbrada a madrugar.
130
La gran transformación
II
Llegó el segundo día y esta vez llegué la primera. Van llegando mis compañeros y veo
al chico junto al que me senté ayer. Me despisto por un momento y veo que está sentado
justo a mi lado. Los dos estábamos muy incómodos porque apenas nos dirigimos la palabra,
pero para romper el hielo decido preguntarle su nombre.
 ¿Cómo te llamas?- le pregunto.
 Me llamo John- responde
 ¿Y tú?-continua
 Yo me llamo Sara- respondo
 Encantado de conocerte- contesta
 Lo mismo digo-con la esperanza de que siguiera la conversación, pero no fue así.
Las primeras tres horas han pasado y llega el recreo. En el recreo decido quedarme
en la clase, pero John tampoco se mueve. Entonces decido preguntarle si es nuevo, pero él
me responde siendo muy amable.
 ¡Qué va! Prefiero quedarme aquí contigo para que los primeros días no se te hagan duros. Si
quieres el siguiente día te presento a mis amigos, es más, te invito a salir con nosotros si no
te parece mal.
 Muchas gracias por quedarte, de verdad, es difícil eso de ser nueva en un colegio, aunque ya
debería de estar acostumbrada ya que he cambiado muchas veces.
 Aunque estemos acostumbrados puede ser difícil- contesta.
El tercer día de clase llega y esta vez soy yo la que me pongo al lado de John. John
muestra una cara de agradecimiento. Parece que es un chico como yo, es decir, al que le
obligan a venir a clase y el que saca malas notas. Las clases se me están haciendo eternas,
pero al pensar eso, de repente John me habla y me pregunta:
 ¿Entonces vas a venir con nosotros en el descanso?
 Claro que sí, no quiero ser una marginada- respondo con humor.
 Perfecto, te encantará mi gente- replica de un modo cercano.
Después de haber estado escuchando a los profesores, por fin llegó el recreo y nos
fuimos fuera del aula para conocer a sus amigos. Todos sus amigos eran un tanto peculiares.
Solo eran 7 amigos, por lo tanto, no era un grupo muy grande, pero como se suele decir, “los
amigos se cuentan con los dedos de las manos”.
131
La gran transformación
El grupo de personas era muy peculiar, en el buen sentido.
Por una parte,
encontrábamos a asiáticos, por otra parte, a gente de piel oscura y, por último, alvinos. Había
muchas etnias diferentes y me sorprendía como se podían llevar tan bien. Me alegra pensar
que el mundo solo es un lugar y que todos debemos ayudarnos unos a los otros a pesar de
las diversas culturas, colores, ideologías que existen. Tras haberme quedado unos minutos
haciendo esta reflexión, John me repite constantemente mi nombre al ver que me había
quedado empanada pensando en estas cosas.
Las personas que pertenecen a este grupo son personas muy majas con las que podría
llegar a tener una estrecha relación. Su forma de ser llama mucho la atención porque cada
uno cuenta sus anécdotas de su país y al ser nueva, decidieron que contármelo.
Uno de color oscuro que venía de Senegal, llamado Matías, contaba su historia y yo
le prestaba mucha atención porque le estaba poniendo muchas ganas a lo que quería contar.
La historia comenzó con su infancia. Él tuvo que abandonar a su familia para una vida mejor
y tuvo que arriesgarse la vida yendo en patera hasta España. Una vez en España, intento
buscar trabajo, pero por causa de su raza, solo le ofrecieron trabajos que nadie quería, además
que la gente le miraba raro por ser negro, es decir, le despreciaban. Esta historia me llegó
hasta el corazón, pero por si fuera poco, otro chico que viene de Siria empezó a contar otra
historia.
Él, un chico llamado Mohamed, ha tenido que abandonar su pueblo, su patria con
mucha pena a pesar de no querer hacerlo. El motivo de su huida son las guerras. Las guerras
ocurridas en el siglo anterior, le han hecho huir de su país. Su país está en constante lucha y
se llevan una mala impresión de los sirios. Al contar esta historia, Mohamed se emociona al
ver cómo siguen ocurriendo las guerras, es decir, a pesar de haber visto todas las guerras
ocurridas anteriormente recurrimos a hacer más violencia en vez de firmar la paz entre
nosotros.
Al escuchar estas historias mi cuerpo se quedó hundido y empecé a llorar al ver las
injusticias que ocurrían en el mundo. John estaba asustado por si tal vez me llevaba una mala
impresión sobre su grupo, pero no fue así, es más estaba muy orgullosos de ellos. Al haberme
contado esto, me di cuenta de que a pesar de haberlos conocido en tan solo unas horas, tenía
la sensación de que los conocía de toda la vida.
El mal rollo, la tristeza y la nostalgia se palpaba en el ambiente, pero eso en unos
segundos cambio. Un chico nos empieza a dar papeles a una invitación a una fiesta y
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La gran transformación
pensamos que era bueno ir a esa fiesta para liberarnos y pasarlo bien. Ese plan me pareció
genial ya que yo salía casi todos los fines de semana.
La primera semana de clase había pasado, por fin era viernes, es decir, el día de la
fiesta había llegado. La fiesta era a la noche, por lo tanto, cada uno nos fuimos por nuestra
cuenta y nos preparamos, pero decidimos quedar en un sitio concreto para ir todos juntos a
la fiesta.
III
Llegamos a la fiesta y había mucha gente. La gente se estaba bañando en la piscina,
otras personas bebiendo y la mayoría hablando y bailando. John y yo decidimos tomar algo
mientras que los demás del grupo no lo hicieron por respetar su religión. Los amigos de John
se estaban aburriendo y decidieron marcharse. Nos quedamos solos John y yo y mi
borrachera iba aumentando al igual que la suya. Por un momento andábamos de lado a lado
y decidimos entrar en una habitación. La tensión física se veía entre nosotros y eso de estar
solos nos ayudó. Nos fuimos acercando poco a poco hasta que nos besamos.
Al besarlo no sentí nada por lo tanto decidí no besarlo más, es más, sentía muchísima
más curiosidad por los otros muchachos y el que más me llamó la atención fue el chico Sirio.
El sábado llegó y había mucho silencio incómodo entre John y yo. Me empecé a alejar
de John y comencé a hablar con el chico Sirio. Cada vez me gustaban más sus historias y
cada vez sentía que me gustaba tanto físicamente como su personalidad. Mohamed y yo
empezamos a quedar a solas y me contaba más historias y sus deseos, que era volver a Siria,
su patria.
IV
Ya ha pasado un semestre y he de decir que se me ha pasado muy rápido. Los
profesores me dieron las notas y viendo cómo fue el trimestre, que no me había esforzado
nada, mis notas fueron muy malas. Al llegar a casa, mis padres me preguntaron por las notas,
pero yo les dije que todavía no me las habían dado. Llegó la semana siguiente y mis padres
se empezaron a cabrear conmigo, preguntándome que pasaba con las notas y les tuve que
decir la verdad. Les tuve que decir que les mentí, que no me habían dado las notas porque
no quería que vieran los resultados. Al ver las notas mis padres se enfurecieron mucho, ya
que había suspendido todas. Mis padres ya no sabían qué hacer conmigo y decidieron llamar
a un psicólogo. Yo me negué pero no tuvo resultado. Al día siguiente tuve que ir al psicólogo
y la psicóloga me hizo varias preguntas.
133
La gran transformación
 ¿Cuál crees que es el motivo de suspender tanto?- pregunta.
 La verdad es que no me esfuerzo y sé que debería hacerlo, pero la pereza me puede- respondo
con sinceridad.
 Por culpa de esa pereza tus estudios están yendo por mal camino, y eso puede traer graves
consecuencias para tu futuro, como no poder entrar a la universidad, repetir curso.
 Eso de repetir curso, me llegó. Eso de pensar que tengo que estar otro año más estudiando
o levantándome pronto no me gusta nada.
 ¿Qué es lo que más te gusta hacer?- me pregunta.
Me quedo un rato pensando porque hay varias cosas que me gusta, pero, al final, esta
es mi respuesta: la fiesta.
La psicóloga se queda sorprendida al escuchar esa respuesta y decide preguntarme
por qué.
 Cuando escucho la palabra fiesta se me sube la adrenalina y solo pienso en pasármelo bien y
en beber.
 Pero, ¿para qué te sirve la fiesta?
 Para disfrutar- respondo con chulería.
 ¿Disfrutar? Cuando tengas 30 años tú crees que todavía te va a seguir gustando salir de fiesta
emborracharte… Es más, ¿tú crees que esa es una buena forma de vida?
Me quedo pensativa a todas las preguntas que me ha hecho y pienso en las respuestas
de las preguntas ya que no las sé. Al verme pensar, decide apoyarme a reflexionar sobre lo
que debo hacer, ya que de eso depende mi futuro.
Llego a casa y empiezo a reflexionar sobre ello y lo primero que pienso es “es buena
la psicóloga para hacerme reflexionar a mí”. Tras reflexionar por un buen rato, me doy cuenta
de que la fiesta no sirve para nada. Puede que salir de vez en cuando para pasarlo bien no
esté mal pero eso de salir muy a menudo no conviene. Es más, la fiesta lo único que trae son
problemas con el alcohol y los estudios. Ahora me he dado cuenta de que la fiesta me
perjudica mucho a la hora de estudiar, ya que salgo los viernes y sábados, y los domingos los
paso durmiendo para recuperar las horas de sueño, es decir, no estudio nada.
Decido ponerme las pilas con los estudios a pesar de que mis padres ya hayan tirado
la toalla conmigo al ver que siempre me pongo a estudiar los primeros días pero luego lo
abandono. Esta vez iba a ser de verdad.
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La gran transformación
V
Mohamed y yo empezamos a quedar más y más a menudo. Cada vez me gusta más y
además siento que es recíproco. Decidimos salir a cenar como amigos, pero todo por un
instante cambió. Empezamos a hablar sobre nosotros y él decidió hacer esta pregunta:
 ¿Qué es lo que sientes por mí?
Yo me sentía muy avergonzada y no quería responder la primera porque tenía miedo
de que los sentimientos no fueran correspondidos, por eso le respondí que fuera él el primero
el responder. Empezamos a discutir sobre quién lo diría primero y busqué una solución:
decirlo los dos a la vez. Él, de acuerdo con esta propuesta decidimos hacerlo.
Los dos dijimos “quiero ser algo más que amigo”.
Su respuesta me hizo sonrojarme mucho pero al mismo tiempo me sentí aliviada al
ver que él sentía lo mismo que yo por él. Salimos del restaurante muy avergonzados los dos
y al salir vemos que hay fuegos artificiales y decidimos sentarnos en la arena, que eran más
piedras que arena, y contemplar lo bonito que eran los fuegos artificiales. Tras terminar los
fuegos artificiales, nos miramos a los ojos y nos besamos. El beso fue muy bonito y aunque
no me guste comparar, me quedé con ganas de que me diera más, no obstante, con John no
me pasaba lo mismo. Decidimos regresar pronto porque al día siguiente teníamos clase.
Llegué a la escuela con muchas ganas, por una parte, para aprender (quién diría eso
de mí) y por otra parte para ver a Mohamed. Vi a Mohamed y me dio un beso delante de
todos, incluso de John. La mirada de John era una mirada asesina hacia Mohamed, pero
Mohamed pasó del tema. Se veía que había tensión en el ambiente y esa tensión explotó
 ¿Qué clase de amigo eres tú, sirio de mierda?
No hubo respuesta, era lo más lógico que pudo hacer. Ese desprecio hacia las
personas no se debería de admitir, ya que todos somos iguales, aunque parece que esa
igualdad en algunas personas no está claras. Además de no contestarle decidimos márchanos
y se quedó solo y más solo que iba a seguir si tenía ese pensamiento.
VI
Mohamed y yo tuvimos unas cuantas cenas más y en una de ellas decide preguntarme
esto:
 ¿Querrías salir conmigo?
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La gran transformación
Su pregunta me alagó mucho, dando por hecho que íbamos en serio, es decir, que
íbamos a tener una relación en serio. A la vez, pensaba en mis padres, católicos y muy
tradicionales, los que no les gustaría nada que estuviera con un sirio.
Se notaba que Mohamed estaba nervioso al no escuchar ninguna respuesta y se
empezó a poner rojo al pensar que la respuesta podía ser lo que él no esperaba, pero tras una
reflexión rápida decido contestar:
 SÍ, SÍ quiero.
Tras escuchar la respuesta se queda muy aliviado y decide darme unos ramos de flores
que he de decir que olía muy bien.
Tras llegar a casa, mis padres me preguntan dónde he estado y me reprochan que
apenas paso tiempo en casa y decido contarles la verdad.
 ¿Tenéis un momento? Os quiero contar una cosa importante para mí
 Querrás decir nosotros, si algo es importante para ti para nosotros también, cariño.
Decido ir al grano y les digo:
 Tengo novio- les cuento siendo directa.
 ¿Qué?- responden sorprendidos y nerviosos al mismo tiempo.
 Lo que habéis escuchado.
 ¿Y quién es ese chico? ¿Dónde lo has conocido? ¿De dónde es?
 Tranquilos, ya os lo presentaré más adelante.
Tras haber dicho esa frase me subo para mi habitación y empiezo a pensar que
haberle dicho que sí era una mala idea. Mis padres son muy católicos y no lo aceptarían, pero
yo estoy muy ilusionada con esta relación. Además, Mohamed saca buenas notas y él me
ayuda muchísimo a la hora de estudiar; me apoya, me ayuda, me motiva… y mis notas han
mejorado bastante, es más, doblo o incluso triplico lo que antes sacaba.
VII
Mis notas ahora solo son de notables y sobresalientes y mis padres están muy
orgullosos de mí y están deseando conocer al chico que me aporta positividad, buen rollo y,
sobre todo, puedo ser yo misma con él. Tras un año de relación decido que ya es la hora de
que se conozcan y he reservado una cena en un sitio muy exclusivo.
Mis padres y yo llegamos antes que él y la espera para mis padres es inmensa. Yo
estoy muy nerviosa porque no sé cómo van a reaccionar.
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La gran transformación
Veo que está a punto de entrar al restaurante y mis nervios van aumentando. Poco a
poco está más cerca de la mesa hasta que se planta en frente de nosotros.
Mi padre confundido le pregunta.
 ¿Quién eres?
 El novio de su hija señor, encantado de conocerle.
Mi padre se queda en shock, igual que mi madre y deciden abandonar el restaurante.
Tras haber montado esa película, Mohamed se siente muy mal y tiene la sensación de que
esto muy lejos no iba a llegar. Por eso, decide romper conmigo, sin darme ningún tipo de
explicación.
Empiezo a llorar en el bar y él decide marcharse para no ver cómo sufro. Llego a casa
y lo primero que hago es dirigirme a mis padres y decirles:
 Estaréis contentos, ¿no? Mohamed me ha dejado- les digo llorando.
Ellos no me responden nada pero se ve cómo sienten un gran alivio al ver como se
les escapa la sonrisa. Tras ver eso, me enfurezco más y decido irme a la cama, pero por último
les digo: “tal vez los que tengáis que ir al psicólogo sois vosotros”.
El día siguiente llegó y no tenía ganas para nada, apenas comía y apenas estudiaba.
Me pasaba todo el día en el cuarto esperando que Mohamed se arrepintiera y que me llamara
para que me diera esa explicación, pero no fue así.
Mis padres se empezaron a preocupar por mí al ver que lo único que quería era estar
con él. Intentaron consolarme, pero la culpa fue de ellos y les tenía mucho odio. Mi odio fue
aumentando cuando me dijeron que esto lo hacían por mi bien, ya que su ideología era muy
diferente a lo que nosotros pensamos y no eran compatibles.
VIII
Mis padres al ver lo mucho que estaba sufriendo deciden escribirle a Mohamed para
decirle que viniese a mi casa. Mohamed acudió a mi casa inmediatamente.
Mohamed tocó el timbre y yo le abrí. Al verlo, no me podía creer que fuera él y
subimos a mi habitación y le empiezo a hacer muchas preguntas, ya que estaba muy nerviosa.
 ¿Por qué me dejaste sin darme ningún tipo de contestación? ¿Por qué no coges mis llamadas?
Y me interrumpió.
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La gran transformación
 Que sepas que yo te amo con locura, pero tus padres fueron los causantes de esta ruptura.
Me amenazaron con pegarme si no me alejaba de ti.
Al escuchar eso me quedo estupefacta.
Decido bajar a la sala donde mis padres estaban tumbados viendo una película. No
sé cómo podían estar con la conciencia tranquila al haberle dicho eso a mi novio. Decido
preguntarles si lo dicho por Mohamed era verdad, y me lo confirmaron. Lo afirmaron con
una tranquilidad absoluta y les contesté:
 Tanta carrera que tenéis, pero no os enseñaron lo básico en la escuela, que es respetar a todo
el mundo, respetar; su identidad, su cultura, su ideología…
Mis padres se quedaron mirándose uno al otro mientras que yo, hacía mis maletas
para irme de esa casa, ya que no iba a convivir con personas racistas.
Por muy duro que se me hiciese dejar a mis padres y olvidarme de ellos, decido ser
fuerte y cruzar la puerta, donde allí me enfrentaría al día día sola, sin mis padres.
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La gran transformación
LO QUE VERDADERAMENTE IMPORTA
José Miguel Pascual era un hombre adinerado que llevaba una compañía de aviones
privados. Nacido en Madrid, pero después de contraer matrimonio con Carmen Gutiérrez y
tener a su único hijo Ramiro, se mudaron a Los Hamptoms (Estados Unidos) para seguir
adelante con el negocio haciendo inversiones y expandirlo internacionalmente, ya que su
avaricia no tenía fin.
Durante un tiempo este negocio prosperó y la familia se acomodó permitiéndose
todo tipo de lujos sin tener en cuenta que en un futuro las cosas les cambiarían. Ramiro, el
hijo, aprendió a vivir de esta manera sin valorar nada. Estaba acostumbrado a comprar todos
sus caprichos, por muy caros que fuesen, sin valorar todo el trabajo que le había costado a
su padre para llegar donde estaba.
La casa en la que vivían estaba ubicada en Channel Pond, cerca de la costa. Era de
grandes dimensiones, estaba constituida por un enorme hall, cinco baños, doce habitaciones,
un salón comedor, una sala de cine… y, en cuanto al exterior, tenía un gran jardín con una
pista de tenis, una piscina y un embarcadero con yate.
Ramiro acudía a uno de los mejores colegios de esa zona, Hampton High School, y
solo se codeaba con gente de alto poder adquisitivo, ya que a los demás los veía como gente
inferior. Sus padres insistían en que se considerase un privilegiado por llevar esa vida, pero
que mantuviese los pies en la tierra porque si algún día su situación cambiaba no sabría cómo
salir de ella por si solo y no podría afrontarla. Pero Ramiro hacía caso omiso a los consejos
de los padres y continuaba comportándose de forma prepotente y egoísta.
Así siguió su comportamiento hasta que ocurrió lo que nunca imaginaba que iba a
ocurrir:
 Tengo una mala noticia que daros- dijo José Miguel.
 ¿Qué ocurre?- Pregunto Carmen sorprendida.
 El negocio no va como se esperaba y vamos a tener que cerrar.
 ¡No puede ser! Y que van a decir mis amigos… no podéis hacerme esto.
 Si son tus amigos de verdad no les importará.
 ¿Y el coche que prometisteis que me ibais a comprar?
 Lo siento hijo, a partir de ahora las cosas van a tener que cambiar.
 ¡Os odio!- Y sale Ramiro de la habitación dando un fuerte portazo.
139
La gran transformación
 Tranquila Carmen, todo se arreglará.
Para hacer frente a todas las deudas que les han quedado por la quiebra del negocio
y a todos los gastos realizados innecesariamente, se vieron en la obligación de vender todos
sus bienes, la vivienda… y volver a España a intentar rehacer sus vidas.
En el trayecto a España se encuentran con Néstor, un antiguo amigo del padre, y la
familia le cuenta lo ocurrido. Este hombre, amigo de la infancia de José Miguel, apenado por
la historia de su amigo, intenta ayudarle buscándole un trabajo, ya que José Miguel le había
hecho muchos favores en otras ocasiones y él se los quería recompensar. El hijo de Néstor,
Álvaro, era el mejor amigo de Ramiro hasta que este se fue a Estados Unidos. Pero Ramiro
cegado por todos los lujos de su nueva vida se olvidó de él y prefirió hacer nuevos amigos
de la alta sociedad.
A los padres de Ramiro no les avergonzaba tener que volver a empezar de cero y
trabajar en trabajos más humildes, en cambio, el hijo no estaba dispuesto a afrontar los
nuevos cambios.
Néstor acogió a la familia hasta que estos encontrasen otro lugar donde alojarse. En
este tiempo, Ramiro retomó su relación de amistad con Álvaro y este le ayudo a integrarse
en el colegio actuando como un verdadero compañero, en cambio, los que supuestamente
Ramiro consideraba amigos en Estados Unidos, se olvidaron de él en el momento en el que
se enteraron que este se quedaba sin dinero. Por lo tanto, en ese instante fue cuando Ramiro
se dio cuenta de quienes eran las personas que de verdad se preocupaban por él y las cosas
que verdaderamente importan en la vida.
 “¿De qué me servía tener tanto dinero si en realidad estaba solo?”- pensó Ramiro.
Ramiro poco a poco se fue habituando y empezó a preocuparse por los estudios y
descubrió que era verdaderamente bueno en ello, consiguió sacar el título de la ESO con
sobresalientes. Sus padres mejoraron su situación económica gracias al trabajo que Néstor
les ofreció en su fábrica. Al tener el dinero suficiente ahorrado, decidieron comprarse un piso
para los tres dejando así la vivienda de Álvaro y volver a una convivencia de familia entre los
tres. El nuevo hogar se encontraba en la Sierra de Madrid y a diferencia del de Néstor era
más pequeño, pero acogedor.
Su ambición por los estudios fue más allá y por eso decidió seguir adelante y coger el
rumbo hacia el mundo de la Ingeniería. Para ello, trabajó duramente donde trabajaban sus
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La gran transformación
padres para poder pagarse sus estudios universitarios. Ahí aprendió el valor del trabajo y del
esfuerzo y las recompensas que traen consigo.
Acabado el Bachiller y comenzando la etapa universitaria en la Universidad Europea
de Madrid, con el dinero ahorrado comenzó este nuevo periodo junto con su amigo Álvaro
yéndose a vivir a una residencia cercana a la universidad. Juntos experimentaron la vida
universitaria y todo parece estar yendo sobre ruedas hasta que conocen a unos nuevos
compañeros de la facultad. Empezaron a hacer amistades y algunas de ellas le recordaban a
Ramiro, las anteriores que tuvo, es decir, a gente de dinero e interesada. Como él ya conocía
toda esa situación no quería que su amigo Álvaro se relacionara con ese tipo de gente, pero
él no le hacía caso.
Mientras que Ramiro se centraba en los estudios, Álvaro prefería pasar su tiempo con
ellos descuidando las enseñanzas y distanciándose de Ramiro. La situación no cambiaba hasta
que Álvaro se metió en serios problemas y su fiel compañero no dudo en ayudarle, como él
hizo en su día.
 Álvaro yo he vivido esa situación y no te conviene.
 ¡Yo sabré lo que me conviene y lo que no!
 Lo hago por tu bien.
 A ti lo único que te da es envidia. Porque estas todo el día encerrado en tu cuartucho sin salir
y sin relacionarte con los demás.
 Yo ya te lo he advertido…
Cierto día Álvaro salió con sus nuevos amigos de fiesta por Madrid y por culpa del
desfase de la noche, tuvo un encontronazo con un grupo de macarras. Sus amigos le dejaron
tirado en ese momento de necesidad y acabó por ser detenido. Ramiro, como persona que
aprendió a valorar la amistad, fue a socorrerle a comisaría y le pagó la fianza.
 Ya te lo advertí esa no era buena gente
 Lo siento Ramiro, debí de hacerte caso. Tú sí que eres un buen amigo.
 Está bien, volvamos a la residencia.
Una vez llegados a la residencia, deciden no contar nada sobre este asunto a sus
padres y dejarlo como está. Álvaro deja ya de mantener relación con ellos y sigue adelante
con sus estudios.
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La gran transformación
Pasa el tiempo y los dos consiguen sacarse la carrera de ingeniería. Nada más salir de la universidad,
Pedro; un conocido del padre de Ramiro, les propone abrir un negocio en el que les aseguraba que triunfarían
y ganarían mucho dinero. Pero Ramiro no se encontraba cómodo con la proposición del hombre, ya que
antepuso el dinero y Ramiro no había vivido buenas experiencias a cuenta de la fortuna. Álvaro convencido
con la propuesta intentó que su compañero también la aceptara y al final acabo consiguiéndolo.”
“Dos semanas después de aceptar la propuesta, ya habían montado el negocio en el que ofrecían
reformas de viviendas y Pedro era su proveedor y la persona que se ocupaba en contratar a los obreros para
las reformas. El negocio estaba en pleno auge, ya que se encontraba en una zona muy transitada del casco
viejo de Madrid. La primera semana de apertura recibieron varios encargos de gente de la alta sociedad y,
mientras tanto, Pedro se estaba llevando todas las ganancias que Álvaro y Ramiro estaban consiguiendo.
Cierto día, estos se dieron cuenta de que Pedro hacía tiempo que no aparecía por la tienda y empezaron a
sospechar algo.
Un mes había pasado ya desde la apertura y no habían visto ni un solo euro en sus manos. Esto les
llevo a pensar que Pedro les había estafado y se había ido con todo el dinero. Tuvieron que afrontar todas las
quejas de los clientes y fueron a denunciar a la Policía por lo ocurrido. Agustín Mendoza, El comisario jefe
de la Policía de Madrid, se ocupó del caso.
Álvaro y Ramiro pasaron una mala racha hasta que un día, Ramiro, leyendo el periódico, encontró
un local barato y pensó que podría ser una nueva oportunidad para poder retomar nuevamente el trabajo.
Para ello, pidieron a sus padres que les adelantasen el dinero que luego se les sería devuelto pudiendo así
empezar con su nuevo negocio.
Al comienzo, no tuvieron muy buena suerte porque tenían una mala reputación por lo sucedido en
el anterior negocio. Por ese motivo tuvieron que darse a conocer promocionándose con carteles de publicidad en
los que ponía: “Reformas Álvaro y Ramiro, reforma tu casa a muy buen precio sin gastos de envió”. Este
anuncio les dio mayor clientela y fueron mejorando sus vidas poco a poco. Fue como una explosión de cosas
buenas: ganaron dinero, lo cual se lo pudieron devolver a sus padres, el negocio triunfo y, lo más importante,
el comisario Agustín Mendoza y el cuerpo de policía dieron con Pedro en un intento de estafa a otros
universitarios y consiguieron recuperar el dinero que se llevó.
Estas noticias llenaron de alegría a los jóvenes y les ayudaron a seguir adelante con su negocio, el
cual en poco tiempo se convirtió en una empresa llamada “Nueva Casa S.A”. Tenían ya más de cinco
comercios en Madrid y treinta en España, el negocio iba como la seda.
Entre las ocasiones que Ramiro visitaba sus comercios para supervisar el funcionamiento de ellos, en
una visita a Valencia conoció a una de sus empleadas; que la enamoro en el momento en que la vio. Él se
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La gran transformación
acercó como si fuera un cliente y le preguntó por su nombre, ella al ver que el hombre no parecía interesado
por la compra de ninguna producto, no le respondió. El siguió insistiendo hasta que al final la mujer acabo
por decirle que se llamaba María. Ramiro cegado por la belleza de la mujer abrió la puerta y se marchó sin
haberle dicho que él era el jefe de la empresa.
Regresó a Madrid y le contó a Álvaro todo lo ocurrido. Él le animó a que se pusiera en contacto con
ella y dejase a un lado el tema laboral ocupándose de su vida persona que hacía tiempo que las tenían
abandonadas. Convencido por la sugerencia de su amigo regresó a Valencia, donde ella. Una vez allí, le contó
su interés por ella y decidió darle una oportunidad. Pasados los días, la relación siguió en adelante y es entonces
cuando él decidió contarle que era su jefe, con cierto miedo a que ella le rechazase. Ella se sorprendió, pero
aun así no afectó a su relación y decidieron seguir llevándola adelante.
Pasado el tiempo, empezaron a convivir juntos mudándose él a Valencia y dejándole una mayor
responsabilidad a Álvaro sobre la empresa. Finalmente, acabaron casándose y formando una familia. Les
enseñó a sus hijos los valores de la vida y todo lo que esta le enseñó a él. Aprendió a ver que la avaricia no
sirve de nada, que lo que de verdad importa era estar rodeado de personas que realmente te quieren por encima
de todo, por lo que eres como persona y no por el dinero que tengas. El dinero y la fortuna no dan del todo la
felicidad; más bien en muchas ocasiones convierte a la persona en lo que no es y sacando de ella lo peor y
traicionándose a sí misma y a los que le rodean. También que las cosas se consiguen con el esfuerzo y la
perseverancia y que a pesar de las malas rachas luego siempre llega algo bueno. Como se dice: “después de la
tormenta siempre llega la calma”.
Tienen familias y el educa a sus hijos enseñándole los valores de la vida y alejándole
del camino de la avaricia y esa vida que tubo el.
Superación de sus propios conflictos: Avaricia
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La gran transformación
ALGO INESPERADO
Marta era una chica de 16 años, delgada, morena y con los ojos azules. Somos amigas
desde la guardería y por eso es como la hermana que nunca tuve. Era una chica como otra
cualquiera que atraía mucho a los chicos. Marta sacaba unas estupendas notas, le encantaba
la física y el dibujo artístico como a mí. Esas eran unas de sus grandes virtudes. Le encantaba
ayudar a sus amigas con los estudios. La familia de Marta era muy conocida, principalmente
por sus grandes riquezas, ya que sus abuelos construyeron una empresa que con el tiempo se
hizo muy importante. La familia y ella viven en un pueblo muy pequeño donde solo había
una panadería y muy pocas tiendas, por esa misma razón todos nos conocemos.
A Marta le encantaba estudiar y poder aprender cosas nuevas. Entre semana, ella
tenía la agenda muy ocupada: siempre estaba haciendo cosas diferentes, pero sus mejores
días de la semana eran los sábados, ya que solía salir con sus amigas de fiesta, de bares o a
diferentes discotecas cerca de donde vivían.
Últimamente, mi amiga estaba notando que alguien le seguía a todas partes, al
entrenamiento, a casa, cuando iba con sus amigas, a la parada del bus… Notaba que eso no
era muy normal y a veces tenía miedo. Un día, cuando estaba de camino a casa pudo ver que
no eran sus suposiciones sino que ya era algo serio y que alguien la estaba siguiendo.
Esa misma mañana, quedamos Cristina, ella y yo para ir a comprar unos libros a la
tienda que está enfrente de la casa de sus abuelos, y decidimos sacarnos una foto para subirla
a una red social. Cuando llegó a casa y se puso a mirar las fotos, descubrió que detrás de un
matorral había una cara asomada mirándonos atentamente. En ese momento, se asustó y
rápidamente cerró el ordenador. Se quedó pensando durante minutos y decidió mirar
atentamente la foto para descubrir quién podía ser aquel chico del matorral. Pudo descubrir
quién era, pero desgraciadamente no le conocía.
Pasaron unas semanas y ella notó que faltaba la presencia de alguien. De repente, de
un día para otro, el chico que le seguía a todas partes o como ella le llamaba “chico fantasma”
ya no estaba o, simplemente, ya no la seguía. Ella pensó que quizás no la estaba siguiendo y
con todo eso se quedó más tranquila y se podría centrar mejor en sus estudios. Al dia
siguiente, su cumpleaños y cumplía 17 años. Estaba muy feliz y ansiosa.
Y por fin, el día llegó y nada más despertarse abrió los ojos y se encontró con una
caja enorme empapelada con papel de regalo morado y con un lazo blanco que ponía:
FELICES 17. Rápidamente salió de la cama con ansia, se puso sus zapatillas de casa, y de un
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La gran transformación
tirón arrancó el papel de regalo, tiró el papel al suelo y se encontró con una caja marrón. Por
un segundo se quedó pensando el qué podría ser; al darse por vencida quitó el celo y abrió
la parte de arriba de la caja. Al abrirla escuchó un ladrido de perro, al oírlo comenzó a gritar
como loca. Mientras gritaba de la alegría, sacó al perro de la caja y le abrazó con todas sus
fuerzas. No se podría creer que eso fuera verdad, después de cumpleaños y cumpleaños
pidiéndoles a sus padres el poder tener un perro y que ahora por fin, después de tanto tiempo,
ese sueño se le haga realidad. Sin duda, ese iba a ser el mejor cumpleaños de la historia.
Cuando ya asumió que su regalo era real, bajó las escaleras y fue a donde sus padres
a darles un abrazo. Cuando su día se estaba dando por acabado, comenzó a prepararse, a
maquillarse, a ponerse la mejor ropa que tenía en el armario, cogió el bolso y salió de casa.
Al salir de casa, todas la estábamos esperando en mi nuevo coche para ir juntas al pueblo de
al lado para poder celebrar su cumpleaños.
La noche estaba yendo genial y todas nos lo estábamos pasando muy bien. En un
momento, Marta salió con Cristina a la calle para que le diera un poco el aire pero al salir a
la calle algo sucedió, una camioneta negra con los cristales pintados de negro aparcó enfrente
de la discoteca y de aquella furgoneta salieron dos personas que se pusieron a revisar toda la
discoteca. A Cristina se le hizo familiar uno de esos chicos, ella no sabía de qué pero a alguien
de esos chicos sabía que alguna vez le había visto. Al de un tiempo, ellas volvieron a entrar a
la discoteca y los dos chicos estaban en la barra de copas. Mientras Cristina iba al baño,
Marta se acercó hacia la barra, uno de los dos la invitó a una copa .No se dio cuenta que
dentro de esa copa había algo que sabía bastante mal. Minutos más tarde, se desmayó y esos
chicos la agarraron y la metieron dentro de la furgoneta.
Llegó la hora de marcharnos, ya era demasiado tarde y sabíamos que nuestros padres
iban a echarnos mucha bronca y que a algunas nos iban a castigar. Pero faltaba la protagonista
de la noche, faltaba Marta, nadie sabíamos nada de ella. La última que le vio era Cristina, pero
por desgracia ella tampoco sabía nada de ella. No sabíamos qué hacer e incluso pensábamos
que se había ido a casa.
A la mañana siguiente, cuando Marta se despertó, se encontró en un sitio donde nada
se le hacía familiar, todo era diferente y no tenía ventanas ni puertas. Se levantó de la cama y
tenía muchísimo dolor de cabeza, se encontraba muy mal. Sabía que algo no iba bien. De
repente, alguien entró a esa pequeña habitación y le sirvió un sándwich de chorizo con un
vaso de agua, pero tenía la cara tapada. Entonces, ella gritó y preguntó: “¿oye? ¿Hay alguien?
¿Quién eres? ¿Qué hago aquí? ¿Dónde están mis padres? ¿Y mis amigas?”.
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La gran transformación
Pero nadie la contestó. Paso un día y sus padres la llamaban pero su teléfono móvil
no daba señal. En ese momento es cuando realmente sus padres se empezaron a preocupar
porque ninguna de nosotras sabíamos nada de ella desde la anterior noche, por eso mismo
llamaron a la policía, pero la policía decía que no podía hacer mucho dado que fue en una
calle oscura donde no hay cámaras de seguridad y no habían pasado 48 horas desde la
desaparición de Marta.
Después de una semana desaparecida, sus padres no sabían qué hacer ni a dónde
acudir. Ella seguía metida en ese sótano tan oscuro y frío. Lo único que hacía era llorar. Pero
en un momento se acordó cómo fue todo, se acordó quien era esa persona de la discoteca.
Ella estaba segura de que esa persona fue la misma persona que durante meses la había
seguido y el que apareció en la foto que nos sacamos Cristina, ella y yo cuando fuimos a la
tienda de libros. Ahora todo le vino a la mente. Y todo tenía sentido, el estar aislada en una
habitación pequeña, el que nadie hablara con ella, que no pudiera salir a la calle. Pero no
entendía el porqué del secuestro si ella nunca había hecho nada malo, y cada día se hacia la
misma pregunta.
Como cada domingo quedábamos a las 8 en la cafetería para reunirnos todas y hablar.
Como era habitual, Sara la pequeña de nosotras, llegó tarde. Cristina estaba muy nerviosa y
al mismo tiempo, tenía los ojos llorosos. Nos contó todo lo que pasó fuera de la discoteca
en el cumpleaños de Marta. También, nos contó que uno de esos chicos se le hizo muy
familiar y en ese momento fue cuando fuimos a la policía del pueblo. Teníamos una razón,
Cristina era sospechosa. Sabíamos que todo iba mal y que probablemente estuviera
secuestrada. La policía necesitaba saber quién era aquel chico. Y gracias a la información de
Cristina el caso quedó abierto. Empezaron a buscar información.
Pasó un mes desde el secuestro y la policía seguía sin saber nada nuevo. Nosotras nos
acordábamos de ella, día a día. Yo especialmente la echaba mucho de menos, notaba que
algo de mí faltaba. Que no era yo, nunca pensé que algo así podía suceder algún día. Y menos
en una de nosotras. Todas intentábamos buscar la razón de todo, pero no sabíamos nada. Lo
poco que sabíamos se lo tuvimos que contar a la policía.
Un lunes por la noche, sonó el teléfono de casa de la familia de Marta. El padre saltó
de la cama y fue corriendo hacia el salón. Cogió el teléfono. Era una llamada oculta y por el
otro lado del teléfono alguien con voz muy grave le dijo que tenía a su hija secuestrada y que
solo tenía dos días para entregarle 5 millones de euros o si no matarían a su hija. Cuando
acabó de decir la frase el secuestrador colgó el teléfono. No llegaron a hablar ni 50 segundos
146
La gran transformación
y Luis, el padre de Marta, se quedó sin palabras y no sabía que decir. Estaba muy
conmocionado. Le parecía increíble que el secuestro de su hija fuera por dinero.
Yo la echaba de menos, rezaba cada noche por ella cogí el ordenador y me puse a
recordar todos los momentos que había vivido con ella. También, me puse a ver fotos y
videos. Al recordar todo eso me puse a llorar como loca pensaba en lo peor, pensaba que
nunca más iba a estar con ella. La última foto que teníamos juntas era cuando fuimos Cristina,
ella y yo a la librería. Me di cuenta de que aparecía un chico moreno al fondo de la imagen.
Al principio no le di importancia, pero al de unos días al darme cuenta de que el secuestrador
es moreno y es un chico me puse a mirar la foto y pude descubrir que se le reconocía
perfectamente.
Rápidamente, cogí el ordenador, me puse lo primero que tenía en el armario, me puse
las zapatillas, salí a la calle y fui corriendo a casa de Cristina para que me acompañara a
comisaria y poder avisar de inmediato para poder saber si era una prueba era necesaria para
poder encontrar al secuestrador. Cuando acudimos a la comisaria los policías, me dieron las
gracias ya que eso podía ayudar mucho a la investigación y poder encontrarla antes de la
fecha en la que la familia tuviese que pagar el dinero. Eso me hizo sentirme mejor. En ese
momento, sentí que podían encontrarla gracias a mí y si era viva, mejor.
Mientras , en el pueblo todos hacían lo posible para encontrarla, Marta se encontraba
helada de frío y con mucha hambre, ya era la una y media del mediodía y tocaba que el
secuestrador entrase para darle la comida, ella sabía que en el momento en el que él entrase
tenía una oportunidad para poder salir. Ya no aguantaba más. Al llegar la hora de la comida,
el hombre entra y le dejó la comida en la cama tirada, el secuestrador se marchó y cerró
rápidamente la puerta. Marta cogió la horquilla del pelo, la abrió y la metió en la cerradura y
con toda su fuerza intentó abrirlo, pero estaba demasiado duro, ella no se dio por vencida y
después de muchos intentos consiguió abrir la puerta.
Al salir de la habitación se encontró con un pasillo muy oscuro a lo lejos solo se veía
una pequeña luz, se dirigió rápidamente hacia la luz porque no sabía que más hacer, pero en
un momento se tropezó y escuchó un ruido de alguien chillando en alemán: ¡WO IDT DAS
MADCHEN! Ella se dio cuenta que sabían que se había escapado y decidió correr aún más
rápido, corrió hacia la única puerta que había, que era de madera. Le pegó una patada a la
puerta. Al salir de aquella casa abandonada que se encontraba en el bosque, se quedó
pensando qué hacer y a dónde dirigirse y cuando vio que los secuestradores estaban llegando
decidió cerrar la puerta y se dirigió hacia la derecha.
147
La gran transformación
Mientras, en el pueblo los policías ya habían averiguado quién era el secuestrador y
habían informado a la familia. Todos los coches de los agentes fueron a casa del hombre
llamado Boris Graf. Cuando los policías fueron a la casa, se encontraron la puerta abierta.
Algo iba mal no había nadie en casa. Al entrar en casa, pudieron comprobar que Marta había
estado allí y que Boris Graf le había tenido secuestrada durante tiempo en su propia casa.
La policía decidió buscar cualquier pista alrededor de la casa. Mientras tanto, Marta
seguía corriendo por el bosque para poder alejarse de Boris. Ella corría y corría y gritaba
¡Socorrooooooo! ¡Socorroooooooo! por si alguien la escuchaba. Nada más bajar una de las
cuestas llenas de barro del bosque saltó de alegría al ver que había tres coches de policías
estaban allí. Estaba llorando de miedo y al mismo tiempo, helada de frío. Los policías
reconocieron la cara de mi amiga e inmediatamente le metieron en el coche para llevarla a
donde sus padres. Los demás policías seguían intentando buscar al secuestrador alemán,
hasta que lo encontraron y se lo llevaron a comisaría para que pudiera admitir todo lo que
había hecho a lo largo de ese tiempo.
Cuando le llevaron a Marta a casa sus padres, abrieron la puerta y vieron que su hija
estaba viva y empezaron a llorar de la emoción que tenían en esos momentos. Los padres
dieron las gracias a los policías del trabajo que habían hecho, pero solo querían saber el
porqué de todo el secuestro y así poder dormir en paz. Comunicaron que sería posible que
fueran a comisaría para poder escuchar todo lo que decía Boris Graf. Al llegar allí, el padre
pudo ver que le conocía, era un antiguo compañero de trabajo. Se quedó completamente
asombrado, no se podía creer que él pudiera hacer algo así, fue en ese momento, cuando
Boris le dijo que todo eso lo había hecho porque perdió su trabajo y todo el mundo sabía
que esa familia era la más rica del pueblo. Con una mirada de asesino, el padre se marchó de
la comisaria y después de que vieron que el alemán había admitido todo lo que hizo le llevaron
a la cárcel.
Marta vino a mi casa y fue en ese instante cuando realmente nos dimos cuenta de que
ninguna de nosotras podemos vivir sin la otra. Un mes más tarde, todos los del pueblo lo
asumimos y nos dimos cuenta que no solo este tipo de cosas ocurren en las películas, pero
que esto también puede ocurrir hoy en día en el siglo XXI y al mismo tiempo, muy difícil de
vivirlo. Ojala nunca nos vuelva a pasar.
Un año después, Boris seguía en la cárcel y todos los del pueblo seguíamos con
nuestras vidas. Marta seguía siendo una chica valiente y todos le querían aún más.
148
La gran transformación
EL LADO MALO DE LAS COSAS BUENAS
Seguramente todos me conozcáis, soy John Jobs, hijo del creador de “Apple”. Esto
de ser el hijo de unos de los hombres más ricos de Estados Unidos es lo peor que le puede
pasar a un adolescente de 18 años, porque nunca sabes si tus amigos son porque les caes bien
o porque eres millonario. Tampoco sabes si está nota es por mí inteligencia o porque mi
padre es el que da la ayudas a la universidad para sus deudas. Esta vida es muy dura; siempre
haciendo lo que mi padre quiere y no lo que yo quiero. Ojala me vaya a Oxford a estudiar
periodismo y alejarme un poco de mi padre.
Por fin ha llegado el día, me han aceptado en Oxford, una de las mejores
universidades de periodismo de todo el mundo. Lo mejor será que me escapare de mí padre
para cuatro años y, si todo sale bien y consigo un trabajo en la “BBC”, seré el hombre más
feliz del mundo. Pero antes de irme a Gran Bretaña tengo que ir a la fiesta de la universidad
con mis “amigos”. Esperemos que no sea como los otros días.
Ha llegado el día iré a Gran Bretaña, a Oxford. El avión sale dentro de tres horas y
mi madre ya está llorando porque dice que no podrá estar sin su “bebe” tanto tiempo, aunque
yo le diga que la voy a llamar cada día y si tengo un par de días libres que iré a visitar a mi
hermana a su casa, que hace cinco años que no la veo y tengo muchas ganas de verla.
Por fin estoy en Oxford, a una hora de Londres en tren. Mi compañero de habitación
es Eduardo Ortega, hijo del millonario Amancio Ortega, es un chico bastante extraño porque
nuestras conversaciones se basan en, -Me dejas el lápiz- o si no en– ¿Quién me has dicho
que era tu padre?- cuando me hace la pregunta acerca de mí padre siempre pongo una excusa
como que estoy muy ajetreado o que tengo que estudiar mucho porque mañana tengo
examen. Él, en cambio, solo se preocupa de guardar su cocaína bajo su cama junto a todo su
dinero.
Ya llevo tres meses en Oxford y estoy muy feliz. Eduardo sigue con lo suyo aunque
cuando le pido un favor siempre lo hace, y también Elizabeth Walcott hija del jugador de
“football” internacional con Inglaterra. Este deporte se parece mucho al Futbol Americano
pero sin protecciones y si le haces a uno un placaje te sacan una tarjeta de color amarillo o
rojo. Es un deporte muy divertido y voy a ir con Elizabeth a ver al Arsenal a “White Hart
Lane” el estadio del Tottenham, un derbi londinense. Me ha dicho Elizabeth que tenemos
que tener cuidado con los hooligans, que son muy agresivos pero que los del Arsenal no se
dedican a pegar, solo animar. Esperemos que el partido de mañana sea algo magnifico.
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La gran transformación
¡Hoy es el gran día!, mi primer partido de fútbol. El estadio está repleto, los hinchas
de cada equipo empiezan a animar cada uno a su equipo. Es algo increíble, estamos justo al
lado de los hinchas más radicales del Arsenal. El partido ha acabado con victoria del Arsenal
en un frenético partido, y a la salida del estadio se nos acerca un hincha y nos dice. –
¿Elizabeth, me vas a presentar a tu amigo?- -No, aléjate de mí-.
Ayer fue un gran día, mi primer partido de futbol. Pero no he podido pegar ojo con
el extraño aficionado que se acercó donde Elizabeth. Pero si no todo sigue igual; mi
compañero de cuarto con sus cosas y yo mientras estudiando como si no hubiera un mañana.
De repente, mi compañero me dijo lo que nunca me esperaría. – Oye John, ¿me ayudas con
las matemáticas? Y yo sorprendido le contesté, -Claro, trae tu silla- estuvimos dos horas
estudiando nunca le había visto trabajando tanto, me pregunto si su padre le habrá dicho
algo.
Hoy Eduardo ha venido muy feliz porque ha aprobado su primer examen en lo que
vamos de año, y está organizando una fiesta para celebrar su primer siete. Yo pienso que este
hombre está mal de la cabeza y que la cocaína le ha hecho efecto, incluso a veces se lo digo
pero él no me hace caso y sigue a su rollo. A la tarde han venido a hacer una inspección de
cuartos y han visto toda la droga bajo mi cama, no sabía cómo reaccionar y me han expulsado
de Oxford.
Después del mal día de ayer hoy voy a visitar a mi hermana que vive en Londres.
Elizabeth me ha indicado el trayecto que tengo que hacer y estoy muy nervioso de contarle
todo lo que me ha pasado, es de locos. Lo primero que he visto al llegar a su casa es el gran
patio que tiene lleno de juguetes. Al pasar dicho patio, y al tocar el timbre y ver a mi hermana
se me ha cerrado el estómago y ella me ha dicho. – ¿John?, ¿Qué haces aquí?- y entonces le
he contado todo lo ocurrido: que había venido a estudiar a Oxford, y lo de mi compañero y
mi expulsión. Entonces se me acerco un hombre y me dijo.- Debes de ser John, yo soy
Tommy el marido de tu hermana- -Mucho gusto Tommy –
He pasado la noche en el cuarto de invitados y cuando he ido a desayunar he visto a
Tommy discutiendo con el chico del estadio, y al verme sé quedó atentamente mirándome y
reacciona de una manera nerviosa diciéndome, - ¿Y ese quién es? – Soy el hermano de
Tiffany, y ¿tú?- -Soy el hermano de Tommy- -¿John, quieres ir con mi hermano Michael a
ver el fútbol?- - Tommy, no puedo llevarme a un yanqui a un partido- - Tu harás lo que yo
te diga-. Me ha dicho Michael que antes de todos los partidos suelen ir a beber a un pub con
sus amigos y que no haga el imbécil. La llegada al pub ha sido horroroso un hombre con la
150
La gran transformación
cabeza abierta y los demás borrachos, pero cuando les he conocido me han parecido muy
buena gente. La trayectoria del pub hasta el campo de futbol ha sido increíble todos cantando.
El partido ha acabado 2-1 una victoria cojonuda y que me vaya a casa pero que tenga
cuidado por si me encuentro con los aficionados del West Ham, mientras iba para casa unos
aficionados del West Ham me han seguido he tenido el corazón a cien, pero han venido
Michael y sus amigos y me han ayudado, pero uno se ha escapado y nos ha llevado a donde
los demás y ahí hemos estados cinco contra diez, nunca había sentido tanto miedo les decía
a todos. –Tenemos que retroceder, ¡nos van a matar!- pero todos contestaban –Nunca se
retrocede, te quedas donde estás y peleas, da igual que ellos sean más…- en ese momento
han empezado a arrojarnos ladrillos y botellas de cerveza, entonces me digo Michael- Piensa
que el otro es la persona que más odias en el mundo y atízale- Cuando nos hemos juntado
los dos grupos, no he sabido que hacer y le he dado un puñetazo al primero qué he visto.
Después de unos cuantos minutos han venido todos los amigos de Michael y los otros han
salido corriendo. Al finalizar la pelea, todos han venido a donde mí y me han dicho. –Eres
un maldito temerario, ellos eran más pero no has retrocedido, muy bien hecho-.
He pasado la noche en casa de Michael, tengo la cara hecho un cromo, no sé cómo
podré explicarle a Elizabeth lo ocurrido y conseguir que me crea. Hemos ido Michael y yo a
casa de Elizabeth y Tommy y Tommy se he enfadado mucho con Michael por meterme en
una pelea aunque en realidad, me haya salvado y después del escándalo en casa hemos ido al
pub a beber un poco.
Hoy es sábado, es decir día de partido. Vamos a ir a Manchester a enfrentarnos contra
el Manchester United, un gran partido de la liga inglesa y más fuera de ella porque el año
pasado Michael le dio una paliza al jefe de los hooligans del United. Vamos a ir en el directo
a Manchester para llegar a tiempo a ver el partido. Estamos a medio viaje y Pitt, un amigo de
Michael, nos llama diciendo que nos están esperando en la puerta de la estación y que no se
nos ocurra ir a Manchester que había unos veinte aficionados eufóricos. Entonces se me ha
ocurrido dar a la parada de emergencia y parar en la estación anterior y estos querían ir a
Manchester. Michael empezó a pedir taxis pero a la salida de la estación no había ninguno,
entonces se me ha ocurrido robar una furgoneta e ir a Manchester para enfrentarnos a ellos.
A la llegada a Manchester vimos a veinte aficionados cantando- Ole Manchester ole…- he
pasado al lado de ellos diciendo que íbamos a grabar una película en la que aparecía Emma
Watson y nos han dejado pasar si pensarlo dos veces. Al pasar unos metros hemos salido
todos para enfrentarnos a ellos, éramos veinte contra ocho pero todos decían lo mismo –
151
La gran transformación
Hemos nacido para esto, no podemos huir- vino la policía y solo consiguió detener a unos
pocos aficionados del Manchester. Todos sabíamos que podríamos haber muerto esa misma tarde pero
dios no lo permitió. Y después de ese acontecimiento conseguimos nuestra antigua reputación,
la mejor hinchada de toda Europa.
Desde ese día todos me conocían. Todos me decían, - Tu eres el yanqui- nunca había
vivido tan cerca del miedo, pero tampoco me había sentido tan seguro. Y desde ese día me nombraron
miembro oficial de ENL (Elite del norte de Londres) y lo mejor de esto es saber que no estás detrás
de tus amigos, sino que tus amigos están detrás de ti.
Estamos todos eufóricos. Nos ha tocado enfrentarnos en la copa a nuestro gran rival
con el que no jugábamos desde hace diez años, el Chelsea. Michael me ha explicado que entre
los aficionados del Arsenal y del Chelsea siempre ha habido una gran rivalidad porque el
ENL mató al hijo del jefe de los hooligans del Arsenal.
Hoy nos vamos a enfrentar a ellos. Se nota que hay una gran tensión en todo el
pueblo, nadie habla, no se escucha ni una tele… Se nota que va a pasar algo terrible pero
todos dicen, - Vamos a partirles la boca- - John no tengas miedo, si te pasa algo Tommy ni
Elizabeth me lo van a perdonar- -Tranquilo, les vamos a dar la paliza de su vida- Al llegar al
sitio acordado, ahí estaban con bates, puños americanos, ladrillos… Y nosotros a puño
limpio. Nos hemos estado llamando de todo antes de la pelea.
Hemos ganado la pelea pero no hay nada para celebrar, han muerto dos y otros
muchos tienen que ser hospitalizado y lo peor es que uno de esos muertos es Michael. Ahora
me quieren nombra a mí jefe de la NLS porque soy como él. La verdad es que no me parece
mala idea ser el jefe de unas de las aficiones más radicales de toda Europa.
No he podido aceptar el cargo como jefe y he ido a dar una visita a Eduardo mi
compañero de habitación en el instituto, he conseguido que diga la verdad y grabarlo con mi
grabadora, voy a volver al sitio donde tengo que estar entre unos periodistas pero eso no
significa que no pueda quedar con unos amigos para ir a ver al Arsenal.
152
La gran transformación
“LA MALDICIÓN DEL CLAVEL”
“Y recuerda Leire: nada es suficiente en este mundo de hombres.”
Aquellas últimas palabras de su admirada y querida abuela, no conseguían desaparecer
de la cabeza de la joven Aguirrezabal desde que se sumergió en la agitada agua. Ganar era lo
más importante. Conseguir la victoria para resaltar en aquel mar donde predominaba la fuerza
de los tiburones. Hasta la última gota de sudor derramó Leire en aquella competición, como
en muchas anteriores, y, finalmente, en su última brazada pudo ver, desde el otro lado de la
amplia piscina, el destello de los ojos de sus seres más queridos. A continuación, se
escucharon interminables aplausos de entre todas las gradas, dándole a entender que su
objetivo había concluido.
Con solo tres años, Isabel ya dejaba a su hija removerse entre las feroces olas de La
Zurriola. No teniendo apenas conocimiento sobre ningún tipo de riesgo o peligro, la pequeña
corría hacia el mar sin temor alguno, siendo siempre punto de mira de su madre la cual estaba
pendiente en todo momento de que nada le ocurriese.
Con 21 años, Leire más de una vez se preguntaba dónde quedaron aquellos años,
donde cada uno de sus movimientos eran realizados por mero placer y divertimiento, sin ser
juzgada o reñida por cualquiera que se le cruzaba. Ella jamás habría querido llegar a dicha
situación, en la cual la presión por vencer a los demás se había convertido en el epicentro de
su cotidiana vida y sabía que todo aquello era fruto del desafortunado acontecimiento
ocurrido en el año 2000.
***
Pocas mujeres las había en Oyarzun como Josefa. Con su melena larga y morena, ojos
verdes y esbelta, no le faltaban pretendientes que tocasen a su puerta. Sin embargo, ninguno
era lo suficientemente bueno para la madre de la joven. En aquellos tiempos, el padre de la
familia era un adinerado y conocido empresario que no transcurría demasiado tiempo en lo
que el resto del pueblo llamaba el “Palacio de los Melloza”. La mujer de este se ocupaba de
la educación personal y destino de la nacida entre sus entrañas años atrás. Además, era ella
quien precisamente debía cumplir con todas las tareas impuestas por el hombre de la casa,
porque, al parecer, estaba hecha para ello según el empresario, “para lo que servía una mujer
decente y casada”.
La casa de los Melloza era una gran casona rodeada de verdes y floridos campos
donde Josefa corría incesantemente día tras día a pesar de su madura edad. Entre flores y
árboles, se escondía en la parte posterior del palacio, donde yacía un amplio estanque de agua
cristalina al que tanto madre como hija recurrían siempre en busca de paz. Sin embargo, ni
153
La gran transformación
un pie podía rozar aquellos hermosos lares, ya que eran el bien más preciado de Joaquín.
 “¿No te han entrado nunca ganas de tocar esta deslumbrante agua, mamá?”
 “¡Hija! ¡Pero que desfachatez! ¿Cómo se te ocurre preguntarme eso? Ya conoces la estimación
que le tiene tu padre a este estanque...”
 “Aun así no me has contestado...”
Y a pesar de la furia que reflejaba ante su hermosa hija en aquel preciso instante,
Marisa quería haber rozado aquellas aguas desde el primer día en el que su marido, sin apenas
consultarlo, compró la casa. No obstante, se repetía una y otra vez a sí misma que no podía
permitirse semejante lujo ni traición al que le daba de comer y le mantenía día tras día, e
intentaba con todas sus fuerzas que estos impuros pensamientos desapareciesen de su mente.
Esa misma soleada tarde, Joaquín llegó antes de lo que era corriente para su rutina y,
para sorpresa de su sonriente esposa que le observaba desde la amplia ventana del salón, traía
en una mano lo que parecía ser el clavel más bonito que jamás había visto.
Tan rápido como pudo, corrió hacia el portón de la entrada para darle la bienvenida
a su marido.
Pero todo se truncó cuando le abrió la puerta a este. Un fresco olor a caro perfume
de mujer y una rosácea marca de carmín que se asomaba por la nunca del hombre se
mostraban ante ella mientras una temblorosa mano le ofrecía el bello conjunto de pétalos.
Apenas pudiendo articular palabra, el hombre se dirigió hacia sus aposentos, mientras que
Josefa contemplaba todo desde un rincón de las largas y espaciosas escalinatas. Entonces, las
más terribles dudas y suposiciones de la madre se juntaron con una tremenda rabia que se
transformaron rápidamente en un ajetreo incesante de todos los músculos de su cuerpo,
conduciéndola al paradero más hermoso y prohibido de su supuesto “hogar”.
Ella se descalzó, desnudó y susurró con tremenda ira:
 “Toda la vida siguiendo cada uno de los mandatos y órdenes que me imponías… Todo este
tiempo sin dar un paso más allá de las vallas que separan este infierno de esquinas por barrer
del mundo exterior… ¡Se acabó Joaquín, se acabó!… Ahora por fin es mi turno. ¡Ahora por
fin seré libre!”
Arrojo el rojizo clavel en la cristalina agua y tras él ella siguió.
 Y no podía parar de gritar y llorar cuando vi a la persona más importante de mi vida pálida
como la nieve y sonriente como un bebé en aquel estanque de cristal.
 No me puedo imaginar el dolor que sentiste abuela al contemplar aquel desdichado
escenario… ¿Y es por eso por lo que aprendiste a nadar?
 Y no solo por eso querida nieta, sino porque aquel acto fue un mensaje que interpretar.
154
La gran transformación
 No lo llego a entender.
 Ya lo entenderás Leire… Ya lo harás.
***
En la oficina de Xabi, todo eran hombres menos una joven becaria a la que todos los
deseosos trabajadores, menos él, contemplaban con lujuria. El honesto padre de una pequeña
hija de 5 años, contemplaba, día sí y día también, los abucheos, gritos y palabras fuera de
tono que la pobre recién licenciada debía soportar. Empatizaba con ella, se podía imaginar el
sufrimiento y mal rato que debía estar pasando aquella muchacha cada vez que cruzaba los
pasillos de la inmensa oficina. Sin embargo, nunca se atrevía a hacerle frente a la situación y,
aunque sabía que no era partícipe de aquellos actos, sentía que apoyaba a aquellas bolas de
testosterona babeantes.
Más un vaso de café intencionadamente volcado al suelo y una palmada en la nalga a
aquella inocente mujer, le parecieron suficiente abuso como para seguir mirando hacia otro
lado.
Entonces, se levantó de su asiento y alzó la voz dando la más sabia reprimenda y
charla de su vida a sus compañeros. No obstante, tan pronto como acabó, viendo derramarse
por la mejilla de la becaria una lagrima de sollozo, Xabi fue expulsado y acompañado fuera
del establecimiento por dos miembros de seguridad. Allí, sin más reparo, dos balas cruzaron
su latente corazón, y el cadáver con rostro de satisfacción, fue arrojado desde la torre al
amplio jardín de claveles situado en el centro de San Sebastián.
Aquel 12 de mayo del año 2000, la noticia de un hombre asesinado por desconocida
causa fue la más vista de la jornada.
***
Isabel se encontraba dando clase de economía en el aula del más prestigioso instituto
de Irún. El hecho de que su marido trabajase alejado de ella no suponía problema alguno
para la mujer. Todo seguía siendo igual que el primer día que se conocieron.
Era el año 1984 cuando en las fiestas de su costero pueblo la íntima amiga de Isabel
le presentó a Xabi, un conocido de la infancia al que hacía años que no veía. Sin darse cuenta,
esa noche no se separaron el uno del otro y fue ahí cuando la chispa de su infinito amor
empezó a surgir. A los dos les gustaba charlar, pasear por la playa, practicar los mismos
deportes e incluso estudiar los mismos temas, como la economía. Más de una vez, comenzada
su relación amorosa, Isabel le había cuestionado a Xabi si ella serviría para el puesto de
profesora y él no demostraba ninguna duda ante la pregunta planteada. Sabía la capacidad
que tenía ella para dicha asignatura, al igual que él.
155
La gran transformación
Finalmente, cada uno acabó ejerciendo de lo que más le gustaba, pero los dos no
estaban igual de satisfechos.
Aquel nublado día de mayo, Isabel no veía las ganas de comunicarle en forma de
queja a su querido compañero de vida la nueva información que había conseguido obtener a
través de su amigo, también profesor de economía del instituto. No podía dar crédito a que
llevando los mismos años en aquel centro educativo y enseñando en el mismo curso y misma
materia, Félix estuviese cobrando un 15% más de salario al mes que ella. Y lo peor era que,
a pesar de la extrema indignación que sentía ante ello, el temor a ser despedida no le dejaba
enfrentarse a sus superiores que, a más afán, al ser de su sexo opuesto y viendo la situación,
estarían en contra de cualquiera de sus propuestas que a ellos poco les beneficiaria.
Mientras remarcaba la gráfica con la tiza, alguien llamó a la puerta de la expectante
clase. Era el Señor Director, que tenía una grave noticia que comunicarle. Así pues, salió
atemorizada la profesora, más tarde quedándose sin aliento por la terrible noticia.
Tomándose el resto de la jornada laboral libre, decidió irse con su pequeña a dar un
paseo a la orilla de la playa, mientras cavilaba cuál y cómo sería el futuro para ella y su hija.
Entonces, viendo a su querida Leire desembolsarse entre las olas, tomó la que iba a ser una
de las decisiones más importantes de su vida: Leire iba a ser campeona, resaltaría entre todos
aquellos que tanto perjudicaban y daría un escarmiento. Su hija debía ser campeona a nivel
profesional de natación.
***
Pocos días después de haber ganado la dura competición, la rubia veinteañera ya se
estaba preparando para la siguiente, esta vez a escala mundial. Desayunaba casi media mesa
de productos con altos contenidos en carbohidratos, vitaminas y proteínas y, nada más
terminar de comer, transcurría durante el día de media 7 horas entrenando bajo el agua.
Leire había dejado los estudios nada más acabar el bachillerato a merced de su madre
y abuela, a las que al parecer pensaba que, por haberle dado la oportunidad de la vida que ella
llevaba, les debía un favor y, de esta forma, dedicarse a lo que según ellas “mejor se le daba”.
Sin embargo, ella no estaba tan segura de que en su vida esto fuera lo que mejor se le
diese hacer. Además, no entendía que tanto sufrimiento y trabajo sirviese para algo, solo
había que ver las pocas revistas y programas que se preocupaban por su triunfo. Hacía ya
tiempo que no disfrutaba del agua como lo hacía antes; bucear sin ser observada, mover sus
músculos sin orden ni disciplina, ser libre sin ataduras de trofeos ni decepciones.
***
Finalmente llegó el gran día.
156
La gran transformación
 ¡Aguirrezabal, enséñale a todo el mundo lo que sabes! No te dejes vencer. ¿Me oyes? “Sí,
entrenador...
 ¿Cómo has dicho?
 ¡Sí, entrenador!
 Así me gusta, recuerda lo que te juegas.
Rodeada de dos musculadas nadadoras provenientes de países nórdicos, Leire tuvo
por primera vez la sensación de que aquella carrera sería diferente, que al fin conseguiría
hacer algo que todo lo cambiase.
Empezó la carrera, los primeros metros fueron los más duros hasta que le fue
cogiendo el ritmo.
Vinieron después del de braza, el estilo de crol y mariposa. Por fin, el que a ella mejor
se le daba: espalda.
Tan solo le quedaban 70 metros para completar su meta, cuando de repente algo
colorido callo de las gradas posándose en su pecho. Así pues, observó lo que era y, por
sorpresa o casualidad, aquel clavel se presentó ante ella de manera inesperada. En cuestión
de segundos, una serie de recuerdos y pensamientos empezaron a entrelazarse en su cabeza:
la muerte de su bisabuela causante de una sumisa e infravalorada vida, el pronto fallecimiento
de su padre causado según su madre por el trabajo, las palabras inentendibles de su abuela
Josefa… y todo ello reencarnado en un clavel. Las vidas desechadas y no concluidas de sus
seres más queridos se representaban en aquel momento en la bella flor. Y, por lo tanto, pensó
qué iba a ser de ella, si como de una maldición se tratase, ella también estaría destinada a
morir en una piscina agotada por el esfuerzo a la vera de una inocente flor.
No, no lo haría, ella cambiaría la suerte de la sangre que corría entre sus venas, sería
ella quien se enfrentaría a todas las miradas e injusticias que le rodeaban. Sería por fin una
mujer libre.
Alzó la vista entonces viendo que la competición había terminado y que todo el
mundo la observaba.
Miradas deseosas de saber lo que ocurría y rostros derrotados por el cansancio la
rodeaban. En aquel momento, sin más preámbulos, flotando con todo el cuerpo frente al
techo, soltó la que había sido y sería la carcajada más sonora y duradera de toda su vida.
Carcajada que meses siguientes sería el punto de mira de todo el resto del mundo, resolviendo
y concluyendo con el mensaje indescifrable de Marisa que hasta hace pocos días no lograba
comprender.
157
La gran transformación
PEQUEÑO INFINITO
I
Aquel bar estaba situado en Fuencarral, Madrid. Era un bar muy conocido de allí,
lleno de gente que iba y venía, gente que te miraba y sonreía, gente que pasaba desapercibida.
En el fondo a la derecha, en la mesa más pequeña que podía haber en todo el bar, nos
volvíamos a encontrar las tres, después de 10 años sin saber nada las unas de las otras. Miriam
se tomaba su habitual café con el que se le empañaban las gafas cada vez que intentaba
beberlo. Llevaba su larga melena rubia estropeada atada con una goma de pelo, pero el
mechón de siempre le seguía cayendo sobre la cara. En cambio Irene tomaba su estrella
Galicia, su cerveza favorita. Llevaba la melena rubia suelta, una melena abultada y alocada,
como lo era ella. Les miraba a los ojos, los verdes de Miriam y los azules de Irene. Nada había
cambiado. Notaba en ellos una calma que no encontraba en ningún sitio, una sensación que
no sentía en otro lado salvo con ellas, me sentía como si estuviese en casa.
El silencio era eterno, pero no nos importaba, no asimilábamos el hecho de volver a
estar juntas después de tantos años. Qué guapas estaban las dos. Miriam lucía una chaqueta
de traje y una camisa azul, unos pantalones de pinzas negros y unos tacones con lo que era
casi una cabeza más alta que yo, en cambio, Irene llevaba unos pantalones rotos y una
chaqueta de cuero. Lo que de verdad no había cambiado era el olor. Miriam siempre olía a
ropa limpia mientras Irene siempre olía a mora. El maquillaje se borra, la ropa se quita, el
peinado se alborota, la cara cambia, el cuerpo se estrecha o se ensancha, pero el olor, el olor
nunca se olvida.
Miriam se humedeció los labios, como si fuese a decir algo, cuando yo empecé a
recordar la primera vez que la vi hacer el mismo gesto y toda mi historia.
II
De pequeña, con unos 8 años, tuve bastantes problemas con los amigos en el colegio.
Era una niña como todas las demás, era rubia, esbelta y simpática, solo que no conseguía
conectar con nadie de mi clase y me sentía excluida. No tenía amigas ni amigos. Después del
colegio no me quedaba en el patio puesto que nadie se acercaba a jugar conmigo y en el caso
que lo hiciese yo, tampoco me dejaban. La verdad, no es que me importase mucho, puesto
que esas niñas me parecían un poco tontas, siempre detrás de los chicos y jugando a bailar y
maquillarse como si fuesen mayores ¡vaya tontería!
158
La gran transformación
Fui creciendo, todos fuimos creciendo, y pasando de curso. Tuve la suerte de conocer
a mi única amiga de verdad. Laura. Ella era una niña parecida a mí, la excluían y se sentía
sola, hasta el día en que nos conocimos. Conocer a Laura fue una de las mejores cosas de mi
vida. Veía el mundo de otra forma cuando estaba con ella, reíamos, hablábamos… hacíamos
todo juntas, nadie nos podía separar. Hacíamos todo juntas, pasábamos los segundos, los
minutos, las horas, los días juntas, y ojala hubiésemos podido pasar la vida juntas.
Cuando llegaban las vacaciones de verano, solíamos pedirles a nuestros padres que
se pusiesen de acuerdo al elegir las mismas fechas, para no estar tanto tiempo separadas. Pero
aquel verano arruinó mi vida.
Como todos los años, yo fui a Conil de vacaciones mientras ella iba a Gandía. Allí en
Conil, mis padres y yo nos levantábamos pronto para poder desayunar al sol en el jardín.
Aquel día me desperté con una sensación extraña, una sensación que me ponía nerviosa y
me revolvía la tripa. Era un día soleado, de calor asfixiante. Corría una brisa muy leve y
extraña que venía de la costa, una brisa que nunca había por esta zona. Me levanté de la cama
muy despajada con una sensación de calor que recorría todo mi cuerpo, a la vez que la suave
brisa peinaba mi piel. Nadie hablaba en la terraza hasta que sonó el teléfono de mi madre.
Mi madre cogió el teléfono y vio que ponía “Padre Laura” y me lo enseñó. Yo
entusiasmada di un salto de alegría y me puse a reír, pensando que, como Laura me había
prometido, iban a venir a hacernos una visita. Pero no fue así. Mi madre cogió el teléfono y
se fue a la cocina a hablar mientras yo esperaba en la terraza con mi padre. Al acabar, mi
madre apareció con los ojos llenos de lágrimas y yo no entendía qué pasaba. ¿Qué podía ir
mal? Para ser exactos, no recuerdo que más pasó en ese momento, solo recuerdo la voz
temblorosa de mi madre diciendo que Laura había muerto al caerse con la bici.
III
Mi madre siempre me ha dicho que yo he madurado mucho antes que las otras niñas
de mi clase. No lo niego. Cuando una persona cercana se muere, empiezas a preguntarte el
sentido de la vida, de la casualidad, cosa que ninguna de mis compañeras podría entender
puesto que no perdieron a su única y mejor amiga.
Los días en el colegio eran eternos, los fines de semana eran aburridos y me sentía
sola, ya no me quedaba nada. Todo lo que tenía lo había perdido, mi vida fue de todo a nada
en cuestión de segundos.
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La gran transformación
IV
Había crecido, ya estaba cursando 3º de ESO, pero yo cada día seguía pensando en
mi amiga Laura. No me quería acercar a nadie, no quería que esto me volviera a pasar. Querer
a alguien y después perderlo es el peor dolor que puede existir. Sientes como si te faltase algo,
un trozo de tu corazón. Llegaron las vacaciones de verano e, intentado volver a la normalidad
después de 3 años del suceso, volvimos a ir de vacaciones a Conil, que se convirtió de un en
el sitio en el que empezó todo.
Ese verano fue el verano decisivo, el más especial de mi vida. Mientras jugaba en la
piscina, se me acercó una niña. Yo la veía venir de lejos pero no me imaginaba que viniese
hacia donde mí, puesto que nadie quería ser mi miga. Ella se humedeció los labios como si
fuese a decir algo, esbozó una sonrisa muy amigable y me dijo que se llamaba Miriam. Así
fue como empezamos a hablar ese verano, hasta que conocimos a otra niña, 3 años mayor
que yo, llamada Irene. Nos hicimos inseparables, ese verano no podía creer lo que estaba
sucediendo, había hecho amigos. Siempre deseaba que Laura estuviese allí para verlo. Pero
toda historia tiene su fin y esta también lo tuvo. Irene era de Madrid y Miriam de Sevilla, eso
significaba que nos teníamos que separar. Cuando nuestro verano acabo, lloramos entre las
tres mientras nos dábamos el último abrazo de despedida. Deseaba que ese momento fuera
infinito, que fuese nuestro pequeño infinito.
No perdí para nada la comunicación con ellas dos al llegar a mi casa, de hecho, se
reforzó muchísimo más. Encontraba el apoyo que no tenía en las amigas de aquí en ellas,
porque siempre, a través de la pantalla, estaban ahí para ayudarme en cualquier momento del
día a cualquier hora. No me sentí nada sola, me sentí la niña más afortunada del mundo.
Tenía a las mejores amigas que alguien pudiese tener, aunque fuera a distancia.
Contaba los días para volver a verlas de nuevo en verano. Un día más era un día
menos, a pesar de que se me hiciesen eternos. Para ello busque maneras de entretenerme y
que los días se pasasen mas rápidos asique me apunte a clases de arte, donde mi vida dio un
giro inesperado y encontré el amor.
Los chicos de mi clase y de mi escuela nunca antes se habían fijado en mí, por la
razón de que, al no tener una buena reputación, no ser la más guapa y no tener ganas de
conocerme, nadie hablaba conmigo y no querían ni estar cerca de mí. Pero este chico era
diferente. Tenía dos años más que yo e iba todos los viernes a dibujar a pintura, conmigo.
Empezamos a charlas todo el rato, de nuestros gustos, de la pintura etc...
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La gran transformación
A partir de ahí empezamos a hablar todos los días por teléfono, tenía siempre ganas
de que llegaran los viernes para verle y hablar… a Laura le hubiese caído muy bien este chico.
El tiempo pasaba y nuestra relación seguía haciéndose cada vez más fuerte hasta el punto en
el que los sábados empezamos a hacer planes juntos. Ir a visitar sitios perdidos.
Una cosa llevó a la otra y empecé a salir con él. Bernardo se convirtió en el amor de
mi vida. Él era un chico guapo y alto, su pelo era moreno y estaba muy fuerte. Era inteligente
y divertido, encima compartíamos las mismas aficiones, por ejemplo: el arte, leer… era una
persona con la que podría estar hablando durante horas, ya que su manera de pensar me
encanta, me encantaba escuchar su opinión y la idea que tenía sobre la vida. Me enamore de
cada una de sus imperfecciones que hacían de él un Bernardo más bonito.
Cada día me sentía más enamorada de él. Irene y Miriam sabían mucho sobre él
porque me pasaba el día hablándoles de Bernardo. Me decían que les parecía un chico
bastante posesivo solamente porque no le gustaba que yo hablase con ningún otro chico o
simplemente porque no le gustaba que fuese con ropa pegada. A mí no me lo parecía, puesto
que en ese momento creía que él solamente lo hacía por mi bien y porque me quería.
Estas limitaciones fueron a más. Me controlaba todo lo que les decía a Irene y a
Miriam, hasta el punto de tener que hablar con ellas por teléfono para que no pudiese ver
nuestras conversaciones. No me dejaba salir de casa sin su permiso y encima él decidía a
dónde podía ir y a dónde no.
Cierto día fui a hacer un recado con mi madre y, al ser privado, no le dije a dónde me
dirigía. Cuando llegué a casa recibí una llamada suya, en la que me proponía quedar y yo
acepté. Fui a donde él, me monté en su coche y me pegó. Me pegó sin piedad diciéndome
que le estaba engañando con otro, me pegó con todas sus fuerzas hasta dejarme inconsciente
y sangrando en el coche.
A mis padres les tuve que decir que me había pillado un coche, pero a Miriam y a
Irene no, a ellas se lo conté completamente todo. Se enfadaron muchísimo conmigo,
obligándome a contarles todo a mis padres, denunciarle y dejarle, pero yo no entraba en
razón, creía que eso todo lo hacía porque él me amaba y me quería proteger de las cosas
malas que había por el mundo. Me entristece decir que Bernardo acabó con la relación que
tenía con Irene y Miriam, y yo, al estar ciega de amor por él, le hice caso y borré sus números,
así dejando de saber algo sobre ellas, algo sobre las únicas personas importantes que he tenido
en mi vida, algo sobre las únicas personas que me han apoyado incondicionalmente y lo han
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llegado a dejar todo por mí, algo sobre los únicos dos pilares de mi vida que en ese momento
habían desparecido.
Los golpes iban a más hasta que mis padres se enteraron y me abrieron los ojos.
Denunciaron a Bernardo y pusieron una orden de alejamiento hacia mí, aunque no hizo falta
porque acabó en la cárcel. Yo intenté solucionar mis problemas con Irene y Miriam pero no
pude hacer nada porque no conseguía contactar con ellas de ninguna manera, de tal forma
que me di cuenta de que estaba sola de nuevo, como antes de conocer a Laura, había echado
mi vida a perder, entonces me empecé a ocultar de la gente más que nunca. Todas mis
relaciones con alguien habían acabado de una muy mala manera, Laura muerta, Bernardo en
la cárcel e Irene y Miriam quién sabe.
Me encerraba en casa, y oía voces en mi cabeza, no le encontraba el sentido a la vida
y me intente suicidar más de dos veces, entonces mis padres, me metieron en un hospital
donde les dijeron que padecía depresión. Me hospitalizaron durante un año, en un hospital
donde no pude tocar un cuchillo ni nada peligroso. Fue una tortura pero gracias al apoyo de
mis padres pude llevar esta depresión hacia adelante, a pesar de que seguía siendo la misma
niña callada, sola y encima con un retraso escolar de un año.
V
El mundo es un pañuelo, no lo niego. Me hallaba recorriendo como una loca las calles
de Madrid, de adelante atrás y de atrás adelante. No había manera de encontrar el hotel que
me habían asignado. 24 años y todavía tenía la misma falta de orientación que cuando tenía
10. Desesperada, me empecé a aproximar al bar más cercano que había encontrado por la
calle Fuencarral. Justo delante de mí se encontraban dos chicas. Cuando el aire sopló, vino
un olor a mora muy familiar, el cual hizo que me fijase bien en las dos chicas que tenía delante
de mí cuando el mundo se paró por un instante, mi respiración paró por un instante.
Me mantuve un tiempo andando detrás de ellas. Era indudable, eran ellas dos otra
vez, eran Miriam e Irene, pero necesitaba asegurarme y más que nada a asimilar la situación
que estaba viviendo en ese instante.
Las alcancé por detrás y cuando me miraron no podía creérmelo, fue como retroceder
10 años detrás en el tiempo. Nos quedamos las tres mudas sin decir ni palabra varios
instantes, mientras nos mirábamos.
Decidimos entrar en el bar más cercano, puesto que había muchas cosas de las que
teníamos que hablar.
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La gran transformación
VI
Miriam carraspeó, y volviéndose a humedecer los labios, abrió la boca para decir algo
dirigiéndose a mí, pero lo único que le salió fue un suspiro con el que echó a llorar. Las tres
nos abrazamos llorando con las mismas fuerzas y ganas como lo hacíamos en cada despedida.
Mi casa era cualquier sitio en el que estuviera con ellas. Ellas eran mi pequeño infinito.
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CONCLUSIÓN DE LAS NOVELAS
Estas novelas que previamente hemos publicado, son el producto final de todo un
curso de literatura en primero de bachillerato. Durante este curso hemos afrontado diferentes
retos: Nos hemos metido en el papel de Shakespeare y tratamos de empatizar con Hamlet,
para escribir una breve novela a nuestra manera: “Yo soy Hamlet”. Después, leímos a Edgar
Allan Poe y tratamos de imitar su atmósfera y el estilo de sus historias a través del proyecto
“Yo soy Poe”, en el que logramos sacar adelante nuestro propio relato. Por último, encaramos
el gran reto final: reflejar el trabajo de todo el curso en estas novelas que cada uno de nosotros
hemos creado. Hemos intentado plasmar de una manera diferente, totalmente personal,
nuestros conflictos internos y los problemas sociales que más nos preocupan.
Para conseguir el objetivo que nos habíamos planteado al principio del curso, lo que
hemos llamado “Mi Reto”, le hemos dedicado un extenso tiempo a la elaboración de la
novela. Es muy difícil elegir el conflicto interno que queríamos expresar y elegir la historia
con la que debíamos demostrarlo. Además, los criterios planteados inicialmente fueron
intentar conseguir una transformación social e individual: todo un desafío. Con estas novelas
hemos descrito de forma muy personal lo que nos preocupa. Las hemos redactado tratando
de compartir la manera en la que nosotros vemos los conflictos actuales.
El tema más tratado en nuestras obras es la violencia, tanto física como mental. Cada
uno de nosotros y nosotras le hemos dado un gran valor a las experiencias personales. Su
valor, por encima de otros rasgos, es su veracidad o incluso su verdad: son problemas que
algunos de nosotros hemos sufrido de cerca. Otros temas, en cambio, son más abiertos: están
en nuestro día a día, pero tal vez nos afectan de manera indirecta.
En nuestra opinión, la novela nos ha ayudado a expresar lo que sentimos y lo que
vivimos. Reflejan la vida de los adolescentes, los conflictos que superamos. A través de ella,
hemos conseguido expresar lo que realmente nos importa de nuestra sociedad, aquello a lo
que más valor damos. Nuestro propósito es provocar un cambio personal y social: podemos
hacer que la sociedad cambie de opinión y se vuelva más positiva en torno a conflictos que
están muy presentes.
Queremos agradecer a nuestra profesora Eva por toda la ayuda y el apoyo que nos
ha dado durante el curso, tanto personal como académicamente, enseñándonos así valores
diferentes con los que hemos conseguido conocer la literatura universal como materia y a
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conocernos más interiormente. Con el proyecto final, es decir, la novela, hemos conseguido
crear algo con lo que realmente nos identificamos muchos de nosotros.
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