LA LITURGIA EUCARÍSTICA Una vez finalizada la oración universal de los fieles, se concluye la Liturgia de la Palabra y se abre paso a la segunda parte de la celebración: la Liturgia Eucarística. Cabe destacar que en muchas ocasiones le damos una importancia enorme a esta parte de la Eucaristía, llegando incluso a afirmar que el resto de la celebración es una “simple preparación”. Sin embargo, el Concilio Ecuménico Vaticano II nos enseña que: Las dos partes de que consta la misa, a saber, la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística, están tan estrechamente unidas entre sí, que constituyen un único acto de culto. Por lo tanto, teniendo claro que ambas partes de la acción eucarística poseen una importancia semejante, centremos nuestra atención en el tema de esta formación. Para iniciar, intentemos dar respuesta a una pregunta: ¿qué es la Liturgia Eucarística? Por su ubicación y sus diversos elementos, esta segunda parte de la Eucaristía nos recuerda el valor sacrificial de la Misa. Es decir, nos pone en contacto con la donación de Aquel que dio la vida por la salvación del género humano. Por lo tanto, la Liturgia Eucarística nos une a la entrega de Cristo en la Cruz, para que seamos capaces de darnos por el hermano y poder llegar -de este modo- a participar de la Resurrección. Ahora bien, debemos tener claro que su estructura no es una invención antojadiza, puesto que la encontramos en el testimonio de la Sagrada Escritura, específicamente en los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). En ellos encontramos una narración similar del relato de la institución: “Y, tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio […]” (Lc 22, 19). En efecto, a partir de este texto bíblico y siguiendo la Instrucción General del Misal Romano, podemos dividir la Liturgia Eucarística en tres secciones: 1. Y, tomando pan: Presentación de dones. 2. después de pronunciar la acción de gracias: Plegaria eucarística. 3. lo partió y se lo dio: Ritos de comunión. En lo que respecta a la presentación de dones, es un rito sencillo que abarca desde la procesión con el pan y el vino (y víveres para los necesitados, cuando los hay) hasta la oración sobre los dones. Por su parte, la Plegaria eucarística va desde el diálogo del Prefacio (El Señor esté con ustedes) hasta el verdadero momento del ofertorio: la doxología (Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente…). Por último, los ritos de comunión inician con el Padrenuestro y finalizan con la oración postcomunión. Por lo tanto, es sencillo descubrir que nuestra celebración eucarística posee aquellos mismos gestos con los que Cristo nos anunció su entrega en la Cruz. Son estos mismos ritos los que hacen que el Señor se acuerde de su santa alianza y nos haga permanecer en el instante mismo en que se entregó por nosotros y resucitó de entre los muertos, haciendo que recibamos todas las bendiciones de este acontecimiento pascual. Por esta razón, es importante que vivamos este momento con actitud de apertura al Dios que desde el inicio de la celebración eucarística ha permanecido junto a nosotros realizando su obra de salvación en nuestras vidas.