ELEVACION Se pueden elevar las manos, o la mirada, o la voz y en sentido simbólico el corazón. En liturgia la palabra «elevación» designa normalmente la del pan y el vino consagrados, por parte del sacerdote, en la Plegaria Eucarística. En las liturgias orientales se realiza la elevación en otros momentos, a modo de «mostración»: por ejemplo cuando se invita a comulgar después de haber dicho «sancta sanctis» (lo santo para los santos). La elevación del pan y vino en el rito romano es de origen relativamente reciente: la del pan empezó en Paria a principios del siglo XIII, y la del vino mas tarde, oficialmente por primera vez en el Misal de Trento. La piedad eucarística en los siglos XII y XIII, como reacción a la herejía de Berengario que había negado la presencia real, subrayaba mas el hecho del «ver» la Eucaristía que el de ir luego a participar de ella en la comunión. Y como el sacerdote, para entonces, ya estaba de espaldas a la comunidad, se hizo que el gesto de elevar el Pan consagrado tuviera que hacerse muy señalado. Ahora, estando ya de cara, no es preciso que sea tan alto. En la Eucaristía hay tres elevaciones: En el ofertorio, el sacerdote toma el pan, lo muestra separándolo un poquito del altar («aliquantulum elevatam»), mientras pronuncia –en secreto en voz alta- las palabras de presentación), y hace otro tanto después con el vino; En el relato de la consagración, después de pronunciar las palabras sobre el Pan lo eleva un poco («parum elevatum») ofreciéndolo a la adoración de los fieles, y lo repite con el vino; Y mientras canta o proclama la doxología final de la Plegaria, eleva el Pan y el Vino («utrumque elevans»). Esta última es la mas antigua y la mas solemne, subrayando con este gesto expresivo la doxología final de la Plegaria: es por medio de Cristo Eucarístico como elevamos a Dios todo honor y gloria.